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Siempre Te Amaré por AniBecker

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Capítulo XIII

Llegaron hasta el hostal con aguas termales, dónde rápidamente les atendió una mujer avanzada edad muy simpática. Deidara le comunicó de la reserva que tenía y ésta les mostró la habitación que ocuparían esa noche. También les indicó los horarios de cena y de las aguas termales, y se despidió con una sonrisa.

—Bueno, no está mal la habitación —habló el rubio inspeccionando la estancia, y le fue describiendo el lugar para que Itachi supiera moverse por ella sin problemas—. Toma —le puso sobre sus manos un yukata de tonalidades azules y blancas—, mejor ponernos cómodos.

El de cabellos largos asintió, algo avergonzado al saber que el Uzumaki le tenía que ayudar.

Una vez cambiados y cómodos, ambos fueron a dar un pequeño paseo por el jardín e inmediaciones del hostal para aprovechar las últimas horas de luz, para después relajarse en las aguas termales antes de cenar.

Deidara agradeció que al momento de meterse a las aguas, se encontraran ya vacías, no era que la gente lo molestase, pero no quería que nadie aparte de él, tuviera el honor de ver ni tan si quiera un centímetro del cuerpo de Itachi.

—¡Esto es vida! ¿Verdad? —se hundió un poco más en el agua girando a ver al Uchiha, que asintió mientras se mantenía quieto con su rostro agachado—. ¿Te encuentras bien? ¿Es que tienes fiebre? —preguntó al verlo con un leve rubor en sus mejillas.

—No te preocupes, estoy bien —sonrió levemente—, sólo pensaba que es cierto, se está aquí muy bien.

—¿Quieres que salgamos? —habló después de un buen tiempo dentro del agua. Ayudó a su pareja a salir.

Se ducharon y cambiaron, dieron un pequeño paseo por los alrededores, volvieron a la habitación, dónde cenaron en la pequeña terraza de madera. Una bonita y tranquila velada con la suave brilla de la noche, dio paso a la hora de la pasión.

—Te noto algo ausente, ¿ocurre algo? —cuestionó Itachi, ya que el rubio siempre hablaba y hablaba y, desde hacía un rato, lo sentía distraído y callado.

—Bueno… me siento algo nervioso —confesó llevándose una de sus manos detrás de la cabeza—. Quería atreverme a pedirte algo, pero temo por tu rechazo.

—¿De qué se trata? —lo invitó a que se acercara a él. Deidara tomó sus manos y las besó cuando se sentó a su lado.

—Quiero recalcar que te amo, que eres muy importante para mí —nuevamente dejó un beso en el dorso de sus manos—, y que me harías la persona más feliz del mundo si aceptas ser mi pareja.

—¿Es que no lo somos ya? Si hasta lo dejaste claro delante de mi tío —sonrió, aunque algo confundido. ¿Es que había sido su imaginación y el rubio en ningún momento le había pedido salir con él?

—Sí, y sentí el auténtico miedo apoderarse de mi cuerpo —rio con ganas—, no sé qué diablos tiene tu familia, pero con sólo mirarte te intimida, como si esos ojos pudieran penetrar en tu mente.

—¿Los míos también los sientes así? Pero fuiste muy valiente enfrentándote a él —otro beso más.

—Los tuyos son los más hermosos que he visto en mi vida. Por ti haría lo que fuera —siguió la conversación—. Pero, ya sé que has dado el honor de tenerte a mi lado, pero quiero algo que simbolice mi amor por ti y formalice nuestra relación —soltó sus manos y rebuscó entre sus cosas. Después la volvió a tomar.

—¿Y esto, Deidara? —se asombró al sentir algo frío y metálico ahora colocado en uno de sus dedos de su mano izquierda.

—Es un regalo que quiero hacerte por tu cumpleaños, que es mañana. Con este anillo, quiero prometerte que siempre estaré a tu lado, que quiero pasar el resto de mi vida junto a ti, y que nuestra relación no es únicamente de palabra. ¿Aceptas darme un sí dentro de unos años cuando te proponga matrimonio?

Dulces lágrimas de alegría se escaparon de los ojos oscuros, que fueron limpiadas con ternura con los dedos ajenos.

—Por supuesto que sí. Te diría todas las veces que hiciera falta que acepto tus sentimientos.

La promesa fue sellada con un leve contacto, con una pregunta que se perdía en los labios ajenos.

—¿Estás seguro de esto? No tienes por qué forzarte. Puede parecer que te traje aquí para que pasara eso, pero en realidad era para que únicamente estuviéramos los dos —sus manos se posaron sobre el níveo rostro—. Lo último que quiero, es que te fuerces hacer algo que quieras. No quiero lastimarte.

—Estoy seguro, es lo que quiero —sus brazos rodearon el cuello ajeno—. Quiero estar contigo, te deseo.

—No sabes cuanto deseo estar contigo —susurró sobre sus labios, atrayéndolo hacia él, cerrando los ojos para poder experimentar con más sensación las emociones que empezaban a emanar de su cuerpo—. Quiero hacerte sentir especial, quiero que sea especial.

, sintiéndose amado, que fueron borradas por un reguero de besos.

La oscuridad cubría aquella habitación, solamente iluminada por la claridad de la luna que se colaba por la ventana, haciendo que el anillo recién colocado en el dedo del pelinegro, resplandeciera.

Caricias, sonrisas, suspiros y miradas llenas de amor a través de aquellos orbes zafiro que se reflejaban en los oscuros.

Sus manos, afianzadas en la espalda del Uchiha, empezaron viajar por el cuerpo de su pareja, para ir despojándole lentamente de la única prenda que se interponía entre su tacto y la tersa y suave piel.

Fue tumbado cuidadosamente, sintiendo el peso sobre él, sin dejar de ser besado, con lentitud. No había prisa, ninguna, en ese momento sólo existían ellos dos.

Sintió las fuertes manos del Uzumaki tocar cada zona de su cuerpo, experimentando sensaciones únicas, sintiéndose amado por como el rubio lo trataba con tanto amor y delicadeza.

Deidara estaba maravillado por la belleza que emanaba de Itachi. Era completamente una obra de arte que se amoldaba a sus manos mientras la esculpía a su imagen y semejanza. Tocaba con delicadeza y pasión cada lugar que sabía que le podía llevar a la locura.

En más de una ocasión, había escuchado que, una persona que había perdido la vista desarrollaba más los otros sentidos, y eso era justamente lo que quería transmitirle que, sin necesidad de que lo viera, se sintiera amado, demostrarle que lo amaba por encima de cualquier cosa, que era importante para él y lo único que quería era protegerlo y sanar las heridas que había sufrido anteriormente.

El rubor no abandonó en ningún momento las mejillas del mayor que, con algo de vergüenza, se animó a participar, tocando la acanelada piel. Nunca lo había visto ni tan si quiera sin camiseta, ni en este momento podía, pero fue pasando sus manos, para no perderse detalle del cuerpo de su amado, imaginando la perfección de ese rígido torso y las expresiones del rostro del rubio.

—Me hubiera gustado que tú fueras el primero y el único —susurró con una tristeza opacando sus pupilas. Acarició la mejilla ajena—. No sabes como desearía que así fuera, que tú hubieras tenido ese honor, y no…

Un dedo fue puesto sobre sus labios, callándolo dulcemente.

—Para mí ya es todo un honor tenerte junto a mí, y hacerte sentir lo que nunca has sentido —lo besó con lentitud, explorando tiernamente su boca.

—Hazme el amor, hazme tuyo. Quiero que me lleves a las estrellas.

—No te voy a llevar a las estrellas. Yo por ti bajo las estrellas, teniendo los pies sobre la tierra, para que veas que mi amor por ti es real.

—Estrellas que nunca se apaguen, que cuando amanezca un nuevo día, no te vayas de mi lado.

—Pintaré por ti las más hermosas de las estrellas, para que esa oscuridad que opaca tus ojos deje que brilles tal y como eres, como mis sentimientos duraderos.

Los suspiros y gemidos ahogados en la otra boca no tardaron en llegar. La lujuria dio paso al amor entre ambos, mientras no dejaban de darse muestras de cariño.

Cansados, perlados por el sudor, sonrientes y satisfechos, se dejaron caer en aquella espaciosa cama de la habitación de hotel. El Uzumaki pasó su brazo derecho bajo el cuerpo del pelinegro, para que éste se apoyara sobre su pecho, usándolo como almohada.

—¿Te lastimé? —se preocupó por su amado Uchiha, que negó con una sonrisa imposible de borrar de su rostro.

—Ha sido el momento más hermoso de mi vida.

—Yo… tenía miedo de lastimarte, de hacerte recordar lo que te pasó, yo sólo no quería parecerme a él.

—En ningún instante, pensé en que me podrías lastimar —dijo con seguridad—. Escúchame, nunca te parecerás a él y nunca lo pensaré. Su vida nunca podrá valer nada, nunca podría compararse contigo.

—Te amo —repartió infinidad de besos por todo su rostro—, nunca se te olvide que te amo.

—Te amo, Deidara. Gracias.

Abrazados y con una sonrisa en sus rostros, descansaron lo poco que quedaba de noche.

.

.

Kakashi salió de la habitación que habían decorado en la casa de Obito para que el pequeño Tobi se quedara cada vez que quisiera en casa de su padre.

—Por fin se durmió —se sentó con pesadez en el sofá, aceptando un té por parte del Uchiha—. No deberías haberle dado esos dulces, lo revolucionan.

—Lo siento, pero no pude evitar consentirlo cuando me pone esos ojitos.

—Ha aprendido a conseguir lo que quiere de ti, porque sabe que no puedes resistirte cuando te mira de esa forma. Pero recuerda que no todo lo que te pida debes dárselo, o lo malcriarás.

—Lo siento, tienes razón —apretó su taza de té entre sus manos—. Yo… no quiero ser un mal padre, pero justo lo estoy haciendo si lo consiento, ¿verdad? Tengo miedo de que me pueda echar algo en cara de que no estuve todo este tiempo sin él.

—Le podrás negar mil y una cosa que te pida, que nunca —se despegó del respaldo del sofá, para acomodarse enfrente del de cabellos oscuros, tomando sus mejillas para aseverar lo que iba a decirle—, pero nunca te reprochará que no hayas estado. Él te quiere, eres su padre, y se alegra de tenerte en su vida.

—Y tú, ¿aceptarías tenerme en tu vida también? —su mano se posó sobre la ajena, y se acercó lentamente para besar los labios del Hatake, que no se separó y aceptó el contacto—. Dame una oportunidad —imploró.

No respondió. La coraza de protección que se había autoimpuesto, se terminó derrumbando, permitiéndole por fin a Obito entrar en su zona de confort.

Con nerviosismo y miedo a ser rechazado, se recargó sobre él para dejarlo acorralado entre su cuerpo y el respaldo del sofá, sin dejar de besarlo lentamente. Sus manos se colaron traviesas por debajo de la camisa del de cabellos grisáceos, que no se quejó.

—¿Se puede saber qué hacen en la sala? —la voz provenía de la entrada, dejando ver a un molesto Sasuke por encontrarse esa escena de demostración de amor entre los adultos—. Que hay un niño en la casa, por favor.

—Estoy en mi casa, Tobi-chan está durmiendo en su habitación y vosotros dos estabais fuera ¿de acuerdo? Podemos hacer lo que queramos —respondió molesto por la interrupción.

—Ya, Obito, Sasuke tiene razón —dijo algo avergonzado acomodándose bien la camisa.

—¿Dónde está tu hermano? —cuestionó al no verlo llegar con él.

—Eh… Se quedó con el rubiales… —desvió la mirada para no toparse con la de su tío—. Yo es que me fui con el Dobe, que quería comer ramen. ¿Aún no ha llegado? —fingió demencia, sabiendo que ese rubio estúpido roba hermanos no traería a su mayor hasta la mañana siguiente.

—¿Qué? ¡Cómo se atreve! —exclamó levantándose—. ¿Qué se cree ese mocoso llevándose a Itachi vete tú a saber dónde?

—Mañana es su cumpleaños, querrá darle una sorpresa o algo —murmuró entre dientes. A él tampoco le hacía ni pizca de gracia de que Itachi se encontrara con Deidara.

—¿Qué pretende? ¿Dónde están? —de un tirón en su camiseta, Kakashi sentó nuevamente a su pareja en el sofá—. Pero, ¿qué haces?

—¿A dónde te crees que vas? Déjalos tranquilos que disfruten, son jóvenes.

—Tú y yo sabemos de sobra qué pretende hacer esta noche ese mocoso con Itachi.

—Por supuesto que me lo puedo imaginar, por eso mismo te digo que los dejes tranquilos.

—¡Pero!

—Obito, te estás comportando como un padre celoso sin sentido. Son mayorcitos para saber qué hacen, y hacer lo que quieran. Deja de camuflar tus celos injustificados por ese supuesto miedo que tienes de que lastimen a Itachi-kun por lo que le pasó. Deidara-kun es un buen chico, te lo he dicho infinidad de veces, se nota que lo quiere, y te puedo asegurar que no hará nada que Itachi-kun no quiera.

—¡Tks! —chistó con malestar el azabache marchándose a su habitación, ya que Kakashi conseguiría hacer que su tío cediera en la relación con su hermano.

Aunque… cuando se enterara de que él también mantenía ahora una relación formal con Naruto, también iba a poner el grito en el cielo y la vida de los hermanos Uzumaki corriera peligro cada vez que vinieran a casa. Sería divertido ver eso.

.

.

Los rayos del sol se empezaban a colar a través de la ventana, iluminando tenuemente la habitación.

Para Deidara, poder amanecer junto a Itachi, y verlo dormir con esa cara de tranquilidad, era otro hermoso arte ante sus ojos.

Le quitó dulcemente unos mechones del rostro, haciendo en el proceso que se moviera un poco en la cama y abriera lentamente los ojos.

—Feliz cumpleaños —susurró sobre sus labios, en un pequeño contacto.

—Gracias —agradeció casi inaudible—. ¿Ya amaneció?

—Sí. Tu tío tiene que estar que trina al descubrir que anoche no te llevé a casa —una risilla por parte del Uchiha resonó—. Eres hermoso —volvió a besarlo.

—Gracias por esta maravillosa noche.

—Gracias a ti por estar junto a mí. ¿Quieres que tomemos una ducha antes de pedir el desayuno? —Itachi asintió—. Déjame que te ayude —colocó su yukata y lo guio hasta el baño, para después, tomar el desayuno en la pequeña terraza de madera.

Más tarde, Deidara dejaba a Itachi en su casa, sabiendo lo que se le venía encima. Y así fue, Obito le regañó porque no le avisara que pasarían la noche fuera, pero con respecto a dicha noche, no protestó, algo que sorprendió al Uzumaki.

Por el pasillo salían Kakashi junto con Tobi-chan que se lanzó a los brazos de su amado gritándole un fuerte felicidades, por lo que al ver precisamente a su sensei, entendió por qué el humor del Uchiha mayor había cambiado.

Itachi fue felicitado por su familia, dándole uno que otro regalo que tenían preparado para él, diciéndole que en la noche tendrían una cena para celebrar también junto con la familia Uzumaki, para cuando estuvieran todos juntos, contarles que, no a tan largo plazo, cuando su relación se siguiera afianzando, acabarían comprometiéndose.

Deidara se despidió de su pareja hasta la noche, y Kakashi junto con su hijo se marchó a su casa. Sasuke debía asistir a un partido de baloncesto junto con Naruto, Obito a trabajar, e Itachi se quedó en su habitación a descansar un poco, pero sin borrar una sonrisa boba y enamorada de su rostro.

.

.

Vagaba por las calles bajo el cielo gris que amenazaba tormenta. Llevaba una pequeña mochila cruzada sobre su espalda, y su rostro apenas se llegaba a ver por encontrarse cubierto con la capucha de su sudadera, evitando así que la gente pudiera reconocerle, aunque eso le importaba bien poco.

Terminó de caminar hasta llegar a su destino; frente a él se levantaba una casa resguardada tras una gran reja. Sonrió, y se coló por la parte de atrás. La suerte estaba de su lado, apenas tendría problemas de entrar en esa casa, la ventana que le interesaba se encontraba abierta.

—Es hora de cobrarse las cosas — se quitó la capucha, se colocó mejor su mochila, y esbozó una tétrica sonrisa antes de hacer su cometido—. Yo me las cobro todas, y ésta, no será una excepción.

 

Notas finales:

Gracias por leer :) 


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