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El imbécil de Matthew Bell por CrystalPM

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Notas del capitulo:

Menos mal que amor yaoi no es el único sitio donde tengo esta historia, porque si no sí que habría entrado en depresión al borrarla por error. 

La primera semana de cualquier curso siempre es una mierda. Para empezar, es la semana de las presentaciones. La mitad de los profesores no nos conocen así que el primer día se dedican a pasar lista, asegurándose de identificar todos los rostros de sus futuros alumnos. Odio cuando pasan lista, porque siempre pasa lo mismo al pronunciar mi apellido: levantan la mirada del papel con curiosidad, me buscan entre las filas y cuando por fin me encuentran arrugan la frente. Yo intento no prestar atención a sus miradas, pero sé muy bien que les pasa por la cabeza en esos instantes: Prejuicios, envidia y probablemente decepción. Puede que el chico de la cresta oscura corta, la piel demasiado oscura para lo que ellos consideran "moreno sexy de playa", la dilata en la oreja y los cinco mil piercings no sea su definición de un Hudson, o al menos no la de un buen Hudson.


¿La segunda razón que ha hecho esta semana insoportable? Sí, lo adivináis, el imbécil de Matthew Bell. No hay una puta clase en la que algún profesor le pregunte algo y no hay una puta clase en la que el tío no responda bien, como si se hubiese estudiado las asignaturas durante el verano. Para más inri coincidimos en demasiadas asignaturas. Estoy hasta la polla de verle en todos lados sonriendo a todo el mundo y fingiendo ser el chico más amable y perfecto del planeta. Por eso cuando le veo entrar en mi clase de marketing es normal que me apetezca hacer un pequeño experimento, inofensivo si pedís mi opinión. Sonriendo me muevo hasta un extremo de la sala. Ahí Sally, una preciosa chica castaña, está organizando sus apuntes. Sally es el paquete completo: bonita, inteligente y con mucho dinero, no sé por qué no hablo más con ella. 


—¡Ben! —exclama al verme tomar asiento a su lado, sus pechos golpean mi torso cuando me abraza. 


—¿Qué tal preciosa? 


—He oído rumores de que estas compartiendo habitación con el nuevo. Bueno, en realidad está más que confirmado porque me lo contó Kattie, que por si no te has enterado de la primicia ¡parece ser que está saliendo con Ronald Taylor! Aunque no creo que duren mucho, hace una semana escuché que alguien había visto a Ron bersarse con una morena que estoy bastante segura de que era Denise Chan, y eso sí que sería un verdadero notición porque sé de buena mano que Denise es prima segunda de... 


Ah, sí, por eso no hablo con este loro parlante. 


—Que interesante, Sally —la interrumpo antes de que pueda acabar contándome el árbol genealógico de Denise Chan de memoria y me explique por qué el lunar que tenía su tío abuelo segundo es una prueba evidente de que la chica es adoptada—, pero volviendo a lo primero. Sí, estoy compartiendo habitación con el nuevo. 


La chica abre los ojos, emocionada. 


—¿En serio? Que suerte, es un chico guapísimo y Michael me ha contado que dicen que es súper simpático y que viene de Can...


Tengo que acariciar su cabello para distraerla y que cierre el pico. 


—Precisamente quería hablar sobre él contigo. Hace unos días me pidió ayuda con el tema de integrarse en las clases y conocer la universidad y, ya me conoces, yo se la ofrecería encantado, pero pensé que le vendría mucho mejor la ayuda de alguien que conozca la universidad mucho más a fondo.


Sally tiene demasiado ego para saber a qué me refiero sin tener que ponerlo en palabras.


—¿A...Alguien como yo?


Sonrío triunfante. 


—¿Quién mejor para contarle todo lo que pasa aquí ?


La chica parece dudar. 


—No sé, Ben... ¿estás seguro de que aceptará que una desconocida le ayude?


—Todos somos desconocidos para él, Sally. Debe ser muy difícil venir aquí sin conocer a nadie y seguro que tomará mucho aprecio a las personas que se interesen en ayudarle. Además —me inclino ligeramente para crear un sentimiento de secretismo—, como tú misma has dicho, es muy guapo y me apuesto mi skate a que está soltero.


La chica inspecciona al angelito desde la distancia unos instantes, seguramente meditando sus posibilidades, al final asiente. 


—Tienes razón —evito alzar el puño en señal de victoria—, me ocuparé de que esté bien informado de cómo funciona todo y, quién sabe —me guiña un ojo y tengo que aguantar una mueca de dolor porque sin saberlo me está clavando sus uñas en la cintura—, tal vez le invite a un fin de semana en mi yate. 


Dicho esto, empieza a recoger sus cosas para sentarse a su lado. Antes de alejarse se vuelve hacia mí. 


—¿Vienes?


Tengo que contener la risa mientras hago un gesto con la mano de negación.


—Solo os estorbaré, tendrás muchas cosas de las que ponerle al tanto. 


Sé que aquella semana de mierda ha tenido su recompensa en cuanto contemplo la cara de incredulidad del remilgado al ver a la morena sentarse a su lado, sin parar de mover la boca en ningún instante. 


—A ver si le consigues sonreírle a esta durante toda la clase.


No penséis que soy un cabrón —bueno, sí lo soy—, pero esto es un simple experimento sin malicia alguna, por mera curiosidad de ver hasta dónde llega la capacidad de guardar las apariencias de aquel chico. ¿Qué queríais que hiciese sino? ¿Prestar atención en clase?


Al final del día tengo que reconocer que el angelito sabe fingir. Mantuvo la compostura durante toda la hora, incluso soportando que el profesor les llamase la atención cuatro veces porque la castaña no para de parlotear. Por la vena que parecía palpitarle en el cuello en ese momento deduzco que el ángel odia pasar esa humillación. Algún día tendré que comprar unos bombones a Sally, porque la chica no solo decide informarle de cada uno de los líos y amoríos de la universidad durante la clase ¡También lo sigue durante el almuerzo! No sé como esa chica es capaz de comer si no para de parlotear ni para tragar. Al sonar la última campana del día considero que ha sido un experimento satisfactorio, sobre todo para mí.


Cuando llego a mi dormitorio mi compañero de habitación ya se encuentra ahí, no puedo evitar sonreír de buen humor nada más verle la cara de amargado. 


—¡Eh! ¿Que tal el día? No te quejarás, te he encontrado una compañía cojonuda.


Irónicamente a mí no me sonríe como a Sally.


—Yo no te pedí ninguna ayuda para integrarme.


Arrugo la frente fingiendo un desconcierto inocente


—¿Ah no? Vaya despiste el mío. Bueno, de todas maneras solo intentaba ser... ¿cómo lo dijiste ayer?... —intento imitar si tono de pijo—, una persona agradable. 


—¿Te parece gracioso?


Me dejó caer sobre mi cama pasando mis manos por detrás de mi cabeza. No puedo ocultar el ligero tono de orgullo de mi voz.


—La verdad es que sí. Bastante. 


El chico me mira con reprobación.


—Tienes suerte de que no haya dicho nada a Sally para evitarle el disgusto.


—Oh, vamos. Ha sido una bromilla de nada. La chica loro te habría acabado dando la lata incluso sin mi empujón. 


—Aún así —insiste—. Manipular a Sally con mentiras y burlarte de sus buenas intenciones es algo infantil y hasta cruel. No me lo esperaba ni de alguien como tú.


Aquella frase me molesta. Me apoyo en un codo para quedar sentado en mi cama.


—¿A qué te refieres con alguien como yo? 


Enmudece, tal vez arrepentido.


—Olvida lo que he dicho. Me he expresado mal. 


—No, ahora explícate —espeto. El angelito suspira y al ver que no tiene los huevos de continuar lo hago yo por él—. ¿Alguien que no esta en vuestra agenda de niño bueno? ¿Qué no se gasta mil pavos en llevar la misma ropa que lo que venden en los mercadillos solo que con una marca cara escrita en la solapa? ¿Qué no encaja en vuestro mundo de mierda?


Ni siquiera parpadea ante mi mirada de odio, lo cual me cabrea aún más. 


—Eso lo estás diciendo tú, no yo. 


—Pero es lo que tú estás pensando y no tienes cojones a decir.


El angelito me vuelve a mirar con esa mirada de superioridad del primer día. Como si estuviese lidiando con un niño pequeño.


—Mira Benjamin, tu problema no es cómo crees que el mundo te ve, tu problema es como usas a la gente a tu antojo para conseguir lo que quieres. 


Lo que faltaba.


—¿Y qué me dices de ti? Señor hipócrita. Vas por ahí poniendo buenos ojos a todo el mundo y siendo amable cuando luego tienes una personalidad de mierda. 


—Se llama ser amable con la gente que lo es conmigo.


—Bonita definición para "ser un falso de mierda".


El chico se sienta en su colchón, quedando frente a mí. Me pone de los nervios que durante toda la discusión se mantenga tan tranquilo, como si el tema no fuese con él.


—Sé que no soy una persona de tu agrado ¿Vale? Pero no he hecho nada para que me metas en compromisos con gente que ni conozco. ¿No has pensado en lo mal que se podría sentir Sally si se da cuenta de que la has puesto en ridículo? ¿Qué todo era parte de tu broma privada?


Me encojo, incómodo de que sus palabras suenen convincentes ¿Por qué de repente me sentía humillado? ¿Por qué me sentía culpable? 


—Si tanto te molesta puedes largarte.


No es exactamente lo que quería decir, pero ¿qué voy a decir sino? El ángel vuelve a suspirar, noto su decepción en la mirada.


—Es una perdida de tiempo hablar contigo. 


Siento unas ganas irrefrenables de salir dando un portazo y encerrarme en mi habitación, luego recuerdo que ya estamos en mi habitación y por desgracia él se iba a quedar en ella. Aún así me pongo de pie, dispuesto a hacer al menos lo primero. 


—Hagamos una cosa —propongo mientras camino hacia la salida —. Yo paso de tu cara y tú pasas de la mía.


Antes de que el remilgado pueda decir nada ya he huido.


—-— -——- —-—


El sonido de las ruedas deslizándose por la rampa me tranquiliza. No es una melodía, no es un silencio apabullante, es solo un ligero ronroneo de la madera rozando contra el asfalto, seguido de algún estruendo cuando alguien falla en una pirueta. Tal vez por eso en ese viejo y mugriento skatepark sentía que por primera vez en dos semanas podía pensar con claridad.


—Baja de las nubes y vuelve con nosotros, tío. 


Abro los ojos y poso la mirada en Anthony. Él me mira expectante, sus rastas a la altura de su barbilla se mueven cuando se inclina hacia mí. Me tomo mi tiempo antes de responder.


—¿Conoces esa canción famosa sobre Alabama?


El chico encarna una ceja. 


—¿Alabama?


—Sí, esa que es de un grupo impronunciable. 


Tony se apoya en la barandilla de las escaleras en las que estoy sentado balanceándose de un lado a otro sobre su monopatín.


—Ni puta idea. 


—Que sí, coño —me quejo molesto. Mientras pienso me llevo el cigarrillo a los labios y le doy una calada. Al fin murmuro unas pocas palabras, entonando con la canción 


—Sweet Home Alabama


Where the skys are so blue


Sweet home Alabama 


Lord I'm coming home to you...


—¡Aaaaah! —deja escapar el pelinegro, comprendiendo al fin. Se hace un silencio entre los dos. Hasta que por fin no parece aguantarse—. No pienso llevarte a Alabama si es lo que estas insinuando, pero podemos ver Forrest Gump si te quieres quitar el mono. 


No puedo evitarlo, me echo a reír. Risa que pronto se transforma en tos debido al humo que se escapa de mis pulmones. 


—Quién diría que el gran Anthony Jackson tendría una mínima cultura cinéfila. 


—No todos somos unos incultos como tú. A mí mis padres me ponen películas clásicas. 


—A mí mi padre me pone de mala hostia. 


Tony se carcajea. La voz femenina de Lizzy se hace sonar al otro lado del parque.


—¡Chicos! Es la hora. 


Intento alargar lo máximo posible la última calada al cigarro antes de tirarlo al suelo y apagarlo con la bota. Tony me mira unos segundos. 


—Joder, serás guarro, al menos tíralo a la basura. Luego esa mierda se queda en los monopatines cuando pasamos por las rampas. 


Antes de que siga sermoneándome ya hemos entrado en el bar que hay justo al lado de la zona del skate. El lugar está vacío a estas horas, las paredes anteriormente negras estaban llenas de garabatos hechos con pintura de spray y tiza. En techo está cubierto con decenas de bandas de grupos de música. De un salto subo a la tarima del escenario y voy directo a la batería negra que hay situada al fondo. Jordan está sentado al borde del escenario, terminando de afinar su guitarra.


—¿Con qué empezamos? 


—Habría que acordar de una vez por todas el setlist para el concierto —propone Lizzy, colocándose el bajo—, para que podamos ver que tal suenan las canciones. 


—¿Por qué no empezamos con "Green Oldman"? —Por si no lo imagináis, Jordan y yo escribimos esa canción en honor a nuestro querido y respetado director.


—No creo que sea buena idea comenzar por una original —opino, mientras hago girar las baquetas entre mis dedos—. Empecemos por una cover, algo de los Arctic Monkeys. 


Anthony no tarda en soltar un quejido de exasperación.


—Joder con los monos de los cojones, siempre estás igual.


Apunto al chico de rastras con los palos, amenazante. 


—Porque son lo puto mejor para comenzar un concierto y lo sabes. 


—A ver cuando dejas de mojar las bragas con el cantante y nos dejas de dar el coñazo. 


Le acierto en toda la frente con mi proyectil improvisado. Antes de que él contraataque con su micrófono en mi nariz una voz masculina y profunda viene al rescate.


—¿Problemas en el paraíso?


Sonrío al ver entrar a un chico con una cresta verde, botas enormes a pesar del calor, cinturón de pinchos y chaleco de cuero, lleno de parches de bandas punk, algunos de los cuales yo mismo le regalé.


—¡Johnny! ¿Sigues tocando esa música para violines desafinados?


El chico sube al escenario de un salto y saluda a todos con un choque de puños, ignorando mi pulla. Cuando llega mi turno se inclina por encima de la batería y me da un rápido beso en los labios.


—Me han dicho que vais a tocar antes de nosotros la noche de las bandas. Mucho ánimo, cabrones —sonríe pícaro—. Debe ser difícil eso de tocar rock hecho para emos de 15 años. 


Lizzy lo saca del escenario a patadas.


El ensayo va bien, hacía tiempo que no ensayábamos en aquel bar, pero Jordan nos había dejado colarnos en su sótano un par de veces para practicar los findes anteriores. Aún así se siente genial poder golpear los tambores sin tener que preocuparme de despertar a la abuela del pelirrojo de su siesta. Acabamos a tiempo para que el grupo de Johnny tome el relevo. Jordan y Tony deciden quedarse a escucharlos, de todas maneras, habían hecho planes para irse de escalada aquel fin de semana. Lizzy y yo volvemos al campus juntos.


—¿Qué piensas hacer cuando acabes este año? —pregunta la pelinegra.


Ambos acabábamos aquel año nuestro cuarto año universitario. Me encogí de hombros. 


—Seguro que mi viejo me toca las narices para hacer un máster o la mierda que se le ocurra en el momento. 


Reconozco la mirada de desaprobación cuando la chica me mira. 


—Ya dejaste que eligiese tu carrera ¿No deberías al menos poder escoger algo? 


—No es como que estos estudios me vayan a servir para algo. 


Su sonrisa decae.


—Vaya, yo que estaba convencida de que acabaríamos trabajando juntos. 


El padre de Lizzy y el mío eran socios desde antes de que naciésemos y dado que Lizzy estudiaba dirección de empresas al igual que yo ambos parecíamos estar destinados a tomar el relevo de nuestros padres en un futuro. Me acerco a la morena y paso las manos por sus hombros, reconfortándola. 


—Trabajar contigo sería lo único bueno que pudiera conseguir si decidiese trabajar para mi padre. 


La joven se carcajea dulcemente y pasa su brazo por mi cintura. Sé que va a decir algo, pero en cambio frena de sopetón. La imito, repentinamete alarmado.


—¿Has oído eso? 


 


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