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El imbécil de Matthew Bell por CrystalPM

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—¿Alguien me quiere decir de quién fue la idea de ocultarnos tres tíos en el mismo baño?

 

Anthony y yo nos miramos unos instantes, yo silenciosamente levanto el dedo para señalar a nuestro cantante acusatoriamente. Jordan se empieza a descojonar. Tony chista para callarnos y sacude la muñeca como si fuésemos moscas molestas. El espacio es demasiado pequeño en aquel cubículo así que tengo que agachar la cabeza para evitar que su mano se estampe con mi cara al hacer el gesto.

 

—No tenéis ni puta idea. Esto siempre funciona en las películas. 

 

—Sí, en las de dibujos animados, no te jode. 

 

—Cierra la boca antes de que te meta la cabeza en el retrete, Paul.

 

¿Qué por qué estamos encerrados tres adultos en un cubículo de un baño universitario? Bueno, para eso os tendría que hablar antes sobre LA frase mágica. Sí, todo grupo de tíos la conoce, no es ningún misterio. La frase que siempre precede a una catástrofe. Su efecto es inmediato, el mundo se paraliza, la cordura se pierde. Los tíos somos capaces de cualquier cosa solo por tres simples palabras: 

 

"No hay huevos".

 

—No hay huevos a hacer un boardslide en la barandilla de las escaleras centrales de la uni.

 

Aquella frase que Jordan soltó durante el desayuno nos ha llevado a esta situación, esperando a que dieran las nueve y la universidad cerrase. En mi bolsa de deporte no llevo más que el monopatín. Esta vez me toca a mí. La semana pasada reté a Tony a tragarse un mentos y beber Coca Cola a la vez; Hace tres Tony retó a Jordan a ver si la cinta Americana era tan fuerte como para depilar el bigote. Por ende soy yo el que tiene que atreverse a bajar deslizándome por la barandilla de mármol que ocupa el centro de las elegantes escaleras que daban al hall. Miro la pantalla del móvil, marca las 20:50. Suspiro, lo peor de hacer estas cosas son los nervios de la espera. Miro a mis dos amigos y no puedo evitar reírme por lo ridículo de la escena.

 

—Parece como si fuésemos unos primerizos haciendo cruising.

 

Jordan parece atragantarse con su propia saliva y enrojece al instante.

 

—Tío, ¿En serio? ¿No podías guárdate tus comentarios de actividades homosexuales para tu intimidad? Ahora lo has hecho incómodo —Lo dice como si tener una reunión clandestina alrededor de un retrete no fuese ya incómodo de por sí. 

 

Tony solo nos mira confuso. 

 

—¿Cruasán qué?

 

El pelirrojo y yo le miramos alucinados. Tengo que hacer el mayor de mis esfuerzos para aguantarme la risa.

 

—No, cruasán no, cruis...

 

La mano del guitarrista me tapa la boca, impidiéndome seguir.

 

—¡Ni se te ocurra arrebatarle la inocencia!

 

Antes de poder zafarme de su agarre un sonido en el pasillo nos alerta.

 

—Alguien viene. 

 

Rápidamente, Tony y Jordan se suben encima del váter, yo apoyo mi espalda contra la pared del cubículo y hago fuerza con los pies en la pared contraria. Así evitamos que se vean nuestros pies por el hueco de debajo de los compartimentos. Nos mantenemos en silencio. Puedo escuchar como alguien abre la puerta, pero no se escuchan pasos entrando. Contengo la respiración, como nos vean ahí nos costará un castigo y seguramente una conversación comprometedora. Los segundos parecen alargarse hasta que por fin se vuelve a oír la puerta cerrarse y el sonido de alguien alejándose por el pasillo. Permanecemos quieros unos minutos más, hasta que todo parece estar seguro. Con cuidado alzo el movíl: 21:00.

 

—Vamos, chicos. Es la hora. 

 

Jordan encabeza la marcha, nos chista un par de veces para que no hagamos ruido, pero los pasillos están desiertos, las luces apagadas. Bajamos en silencio al segundo piso, por qué sí, no somos tan estúpidos como para pensar que bajar tres pisos con un skate no es una muerte asegurada. Cuando por fin llegamos a borde de la escalinata nos asomamos desde lo alto.

 

—¿Crees que serás capaz de hacerlo con tan poca luz? —murmura Tony. La barandilla que cruza la mitad de las escaleras está lo suficientemente baja para que subir a ella sea sencillo, afortunadamente era en línea recta, dos tramos largos descendientes con otro recto que los unía en el primer piso. Aún en la oscuridad las farolas situadas en la calle iluminaban la sala lo suficiente. 

 

—Solo necesito que me alumbres el principio para ver como subirme —afirmo con seguridad. El chico asiente.

 

Choco los puños con ambos y me alejo en el pasillo, para poder tener espacio para coger velocidad.

 

—¿Todos los intentos que quiera? —pregunto mientras me subo al monopatín, comprobando que todo parecía rodar bien. Ambos asienten, porque por mucho que me insulten cuando están borrachos, sé que me aprecian y no me quieren ver muerto. Inspiro, espiro y tomo velocidad. 

 

El ollie es sencillo de hacer, subo a la barandilla con éxito, pero el deslizamiento de la barandilla me alarma, mucho más rápido que las usuales barandillas oxidadas de metal que usamos. Cuando estás deslizando apenas tienes unos segundos para pensar, te mueves por instinto y experiencia. Es precisamente esa experiencia la que identifica que aquel intento va a acabar en caída y me ordena impulsarme fuera de la tabla de madera. Salto al rellano del primer piso para evitar pegármela contra las escaleras. La fuerza del impulso me obliga a avanzar dos grandes zancadas, chocándome con una de las columnas que se encuentran a los bordes de la escalinata. 

 

El monopatín cae sobre las escaleras y monta un estruendo. Se hace el silencio entre los tres, el sonido del golpe haciendo eco contra las paredes del hall vacío. No muevo ni un músculo hasta que el ruido no termina de desvanecerse. Esperamos, alarmados... nadie parece responder ante el estruendo. Se me escapa un suspiro de alivio y me vuelvo hacia mis amigos, ambos se habían abrazado en uno al otro debido a la tensión. Sonrío burlón.

 

—Tortolitos, dejad de meteros mano y que Jordan baje a iluminar el siguiente tramo.

 

El pelirrojo se suelta bruscamente de Tony y mientras murmura un "Será cabrón" me hace caso.

 

A la tercera siento que es la mía. El primer tramo descendente lo tengo dominado, puedo escuchar el grito de efusividad de Tony cuando deslizo con éxito la segunda parte, ya solo queda el último descenso y el salto para salir. Chupado.

 

Chupado sino fuese por una repentina luz intensa que se ilumina a mis espaldas, la barandilla quedando oculta bajo mi propia sombra. Una voz grita desde la distancia. 

 

—¡¿Quién anda ahí?!

 

Si los descensos duran apenas segundos las caídas duran lo que dura un rayo en una tormenta. Cuando pierdo el equilibrio solo alcanzo a llevarme las manos a la cara, cubriendo la zona vital mientras ruedo los pocos escalones que me quedaban por descender. El dolor es indescriptible. 

 

—Joder.

 

Todo retumba en mi cabeza. Ecos entre los cuales identifico unos pasos apresurados descendiendo las escaleras. A los pocos segundos siento a Jordan y a Tony a mi lado.

 

—¿Ben, estás bien? —Alcanzaría a decir algo si la cabeza no me diese vueltas. Me limito a gruñir y negar. La muñeca derecha me duele a rabiar. De nuevo se vuelven a escuchar ruidos en la distancia, desde el pasillo del tercer piso.

 

—Hay que salir de aquí pitando —susurra Tony. 

 

—Ayúdame a levantarle. 

 

Con un chico a cada lado me pongo en pie, entonces me doy cuenta de que me cuesta apoyar el tobillo izquierdo.

 

—Mierda.

 

—Rápido, por la salida principal —apremia Jordan, guiándonos a ambos. Mantienen la compostura bastante bien hasta que por fin salimos al exterior, quedando en medio del campus.

 

—Mierda, mierda, mierda, mierda —oigo murmurar a Tony— ¿Qué vamos a hacer? ¡Deberíamos llevarte a la enfermería!

 

—La enfermería esta cerrada ya, y si queremos ir a un hospital necesitaríamos un coche.

 

Yo niego con la cabeza, el sudor hace que se me peguen los mechones de pelo contra la frente.

 

—Eso va a llamar demasiado la atención. Llevadme a los dormitorios. Iremos a la enfermería mañana por la mañana. 

 

—Ben —me reprocha el pelirrojo—. Podría ser algo grave. 

 

Gruño.

 

—Estoy bien, en serio, solo quiero que me llevéis a los putos dormitorios.

 

 Ninguno tiene nada más que decir. Con la ayuda de ambos llegamos a nuestra residencia. Intentamos entrar haciendo el menos ruido posible. El viejo de Hughes suele rondar por los pasillos pasadas las diez y nos entregaría en bandeja de plata al director si nos ve en esta situación.

 

—Ya casi estamos.

 

Alzo la mirada esperanzado de poder tumbarme en una mullida cama y olvidarme de todo, pero mi expresión se endurece al ver el número de la puerta. 

 

—¡Mi habitación no! El imbécil seguro que nos delata. Llevadme a la vuestra. 

 

Justo en aquel momento la puerta de mi dormitorio se abre. Los tres nos quedamos helados, vemos como el angelito sale distraídamente y cierra a su paso. Cuando por fin se percata de nosotros se detiene, su mirada nos recorre de arriba abajo lentamente, tal vez analizando porqué Jordan y Tony me están llevando prácticamente a cuestas. Joder, hoy no es mi día.

 

Antes de poder decir nada un golpe suena al fondo del pasillo, sobresaltándonos a los cuatro. Tony susurra, alarmado. 

 

—Hughes.  

 

No hacen falta más palabras. El ángel abre con rapidez la puerta de la habitación, y mis amigos me arrastran dentro. Tengo ganas lloriquear cuando siento como el remilgado entra con nosotros y cierra la puerta detrás suya, no dispuesto a dejarnos en paz. 

 

—¡¿Qué os ha pasado?! —pregunta atónito. Porque claro, el muy imbécil no puede dejarme la poca dignidad que queda y quiere saber cómo he acabado de esa manera. Suelto un quejido de mientras consigo cojear hasta mi cama, sentándome en el borde. 

 

—No te importa.

 

—Creemos que se ha fastidiado la muñeca y el tobillo al caerse por las escaleras —responde Jordan a la vez que yo. Le fulmino con la mirada, le daría una patada si no fuese por que no quiero joderme la única pierna sana que tengo. 

 

Matthew suspira, avanza hasta a su mesa de estudio y agarra su maletín

 

—¿Cómo puedes ser tan torpe? —No puedo evitar el sonrojo debido a la humillación que siento en aquel momento. Él se me acerca  y abre el maletín encima de mi cama, sentándose con una silla justo enfrente mío alza una mano hacia mí—, déjame ver.

 

Evito su contacto infantilmente. 

 

—Ni de coña. 

 

—¡Ben! —Jordan replica—. ¿No se supone que es estudiante de medicina? Seguro que su opinión nos puede ayudar. Si te jodes la mano y el tobillo no podremos tocar.

 

Aquello me hace dudar, odiaría no poder participar en el grupo por un periodo largo de tiempo. Evito su mirada cuando al final me rindo y le acerco mi muñeca. Él la sostiene con sus manos con suma delicadeza, sus manos frías causan en mí un escalofrío.

 

—Tengo un par de vendas para evitar que muevas la mano hasta que vayas a ver al médico —su mirada se posa en mi muñeca—, pero sería mejor tener algo de hielo para intentar bajar esa inflamación.

 

Aquello parece hacer revivir a Tony, que salta en su sitio como un muelle descontrolado.

 

—¡Hielo! Nosotros tenemos en nuestra habitación —exclama aliviado y rápidamente corretea hasta la puerta—. ¡Lo traigo enseguida!

 

Antes de que nadie diga nada más el de rastas ya ha desaparecido de la habitación. El angelito sonríe con alivio.

 

—Perfecto, entonces de momento déjame ver tu tobillo. 

 

Evito su mirada mientras siento como sus dedos acarician mi pantorrilla al levantar ligeramente el pantalón, es como si mis sentidos se hubiesen agudizado porque puedo sentir cada maldito roce de su piel contra la mía. Totalmente humillante. Se forma un silencio incómodo que solo él es capaz de romper. 

 

—Tienes suerte, el tobillo no está hinchado así que probablemente no sea nada grave. De todas maneras, lo mejor será vendarlo para evitar que lo muevas por la noche —Se vuelve hacia Jordan—. ¿Podríais mirar si tenéis esparadrapo también en vuestra habitación?

 

Tardo unos segundos en entender que está pasando <<Eh, pero si Jordan se va...¡Mierda!>> para entonces el traidor pelirrojo ya ha asentido y se ha ido de la habitación, dejándonos solos. Joder, lo que me faltaba. Incapaz de aguantar la compostura mucho más me zafo de su delicado agarre.

 

—Bueno, ya basta de manosear ¿no? 

 

Intento que mi tono de voz suene firme, pero fallo estrepitosamente. Matthew no parece inmutarse, su mirada amable se transforma en una seria y esta vez me obligo a no evitarla cuando acerca su rostro al mío, como retándome.

 

—Bueno, dado que parece ser que te voy a hacer otro favor inesperado podemos hacer dos cosas —Mi pulso se acelera al escuchar de nuevo su tono autoritario—. Me puedes decir porqué has acabado así o mejor dejas de ignorarme y tenemos la maldita conversación que llevas evitando desde que casi nos acostamos. 

 

 

Notas finales:

Redes donde aviso de cosas guachis sobre mis escritos:

Facebook: Vinca Gonne /Crystalpm

Twitter: Vinca Gonne


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