24 DE OCTUBRE:
CANTO DE SIRENA
Cuando tus manos salen,
amor, hacia las mías,
¿qué me traen volando?
(Pablo Neruda, Tus Manos)
Octubre veinticuatro por la tarde, es un cuadro de cielos rosas y violetas que hace a Eren destellar de alegría.
Feliz como lo estaría un niño, se sienta en el porche junto a Autumn y dibuja hasta que el sol desaparece tras el horizonte, momento en que su entusiasmo finalmente se atempera, y regresa hasta ti, todo sonrisas y entusiasmo.
Tras la plática que tuvo con su padre la tarde anterior, parte del tormentoso cielo que siempre ha cubierto el buen ánimo del chico se ha despejado; y aunque sabes bien que para Eren siembre habrán días tan buenos como malos, al menos esperas que algunos de sus mayores miedos al fin hayan decantado.
Sentado frente a la chimenea mientras tú lees tumbado en el sofá, juega con el gato y ríe como un loco al intentar dibujarlo sin éxito alguno. Eren, por completo absorto en su mundo, ni siquiera se percata de que toda tu atención está en él, como tantas otras veces; porque desde que lo conociste con dieciséis años pintados de verano y sonrisas llenas de secretos, ha tejido un hechizo entorno tuyo tintado en verde mar y azul cielo estival. Un canto de sirena del que no puedes ni deseas escapar.
Y una vez más te preguntas como fue que ese caótico chico se convirtió en la razón de tu vida, de tu mundo; no aquel saber que estabas enamorado, lleno de emociones alborotadas que asaltaban tu corazón nada más verlo, sino el momento exacto en el cual tras despertar cada mañana, comprendiste que era este quien te movía; la razón que te impulsó a continuar respirando, intentándolo, solo por saber que este existía.
Entonces, ¿qué será de ti cuando él se marche?, porque octubre avanza sin tregua y los días se han vuelto cada vez más cortos y las noches más frías; el perfecto preámbulo del invierno que se aproxima. Porque octubre avanza como la alta marea cambiante, sumergiendo todo a su paso de forma paulatina e inexorable.
Sí, octubre avanza, y en una semana Eren habrá partido de tu lado para convertirse en uno más de tus recuerdos; una certeza que te hiere tanto como te regocija, porque aunque tenerlo lejos y sufrir su ausencia te lastimará como pocas cosas lo han hecho, el saberlo renacido y espléndido te llena de la suave dicha de las decisiones correctas.
Como si presintiera el clamor de tus emociones, aquellos ojos de verde mar estival te buscan y sonríen como hacen a veces: un poco cielo, un poco sombra, y la enorme anticipación de todo lo desconocido que dentro de aquel quebrado chico aguarda.
Del mismo modo en que lo haría el gato que tiene entre los brazos, Eren se pone de pie y retorna a tu lado, volviendo tu espacio el suyo sin pedir permiso alguno, y apoyando su alborotada cabeza sobre tu pecho, donde tu corazón palpita en respuesta a su sola existencia.
El ronroneo de Autumn se hace oír en medio de ustedes y él ríe, y acaricias su cálida mejilla de tierra soleada y el aliento se contiene entre sus labios, enredado entre tus dedos.
Y es entonces que sus ojos te miran; mar y tormenta fraguando una batalla. Y es entonces que comprendes que aunque Eren ha aceptado todo de ti, incluso tus decisiones arbitrarias, en el fondo no se rinde, quizá porque no sabe cómo hacerlo. Y aquello debería aterrarte, porque él no necesita cadenas de ningún tipo, mucho menos contigo; no obstante, tu parte más egoísta, la que aún se niega a perderlo, te acalla, haciendo morir las advertencias como el oleaje en la playa.
—Cumpliré mi promesa y me convertiré en lo que quieres —dice; enredando sus dedos con los tuyos, en busca de aquella seguridad que no siente—. Solo te pido algo a cambio.
Tus sentidos se alarman en advertencia al oírlo, sabiendo bien que caer en las peticiones de Eren, en sus deseos caprichosos, es dejarse guiar por su canto de sirena siempre tan atrayente y cautivador; un canto que te sumerge en aguas tormentosas creyendo que es mar manso, y el cual te deja sin más escape que el caer rendido en sus victoriosos brazos.
Como tantas otras veces, todo tu ser grita que no lo hagas, que no cedas, pues sabes bien en que acabará aquello; aun así, como tantas otras veces, tan solo asientes y te conviertes en su víctima voluntaria, sintiendo su corazón aligerarse como si fuese el tuyo al aceptar su propuesta arbitraria.
—Pide.
Tu mano, que Eren sujeta, se ve libre un instante que basta para que ate a tu muñeca izquierda el rojo hilo que días antes le diste y ahora él ha trenzado. Un rojo hilo que resalta como sangre y te recuerda que sigues vivo, que Eren sigue vivo; y esa certeza te basta.
—Solo no me olvides —responde; sus ojos vueltos un torbellino de dudas y emociones entrelazadas, que luchan por prevalecer—. Pase lo que pase, esto es eterno.
Y toma tu mano y bebe tu aliento en respuesta, y mientras el retumbar de su corazón es un clamor de guerra, el tuyo se siente en calma porque aquello a Eren le basta, ya que te comprende. Porque aquel es un triunfo que no creyó seguro, y el cual volvió su alma girones hasta que una vez más has caído presa de su magia.
Y observas sus manos unidas, tan diferentes como el verano y el invierno, como las buenas y las malas decisiones. Y observas aquel rojo hilo que los ata y ahora comparten, y comprendes que aun conociendo el peligro que acecha tras su canto de sirena, seguirías saltando por la borda sin siquiera dudarlo.
Porque octubre avanza y en siete días dejarás marchar a Eren sin cadenas ni reproches, y es que mientras él exista, mientras puedas oír su canto aunque sea a la distancia, pasado y futuro serán uno. Aquel precioso y etéreo momento que han congelado en el tiempo.