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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 39:

LECCIONES Y ELECCIONES

 

—¿Y qué has aprendido después de tanto dolor, de tantas traiciones?

Y yo le respondí:

—Aprendí a siempre sonreír.

(Blaster, Delirios de un corazón roto)

 

 

 

—Pierdes, una vez más. Creo que ni aunque lo intentases con todas tus fuerzas podrías hacerlo peor que ahora, Ackerman. Hoy solo has venido a dar pena y a hacerme perder el tiempo.

Sintiendo ligeramente resquemado su orgullo por el comentario de Annie, Levi, tumbado de espaldas sobre la azul colchoneta de la sala de prácticas, aceptó a regañadientes la pequeña mano que esta tendió en su dirección para ayudarlo a levantarse, notándose bastante adolorido tras la sesión de patadas altas de la que había sido víctima, sin la menor piedad. Lo peor, no obstante, era que ni siquiera podía enfadarse con ella o sentirse ofendido, ya que sabía que Leonhart tenía toda la razón al estar enfadada: su entrenamiento de aquella jornada había sido una completa mierda.

Debido a que al día siguiente había quedado con Nifa —la compañera de trabajo de Eren en la revista— para ir a comprar el mobiliario faltante de la tienda, Levi terminó acordando con Annie el cambio de su clase de kick boxing para aquella tarde de viernes. Todo debería haber sido normal, como siempre, con él intentando seguirle el ritmo a la chica durante la práctica y teniendo un par de encuentros más o menos justos e igualados que no lo hiciesen sentir un completo fracaso; sin embargo, debido a la ansiedad que lo embargaba, su ánimo estaba hecho una mierda desde aquella mañana.

Maldito fuese Kirstein por joderle el día, pensó frustrado. En verdad detestaba perder los nervios de esa manera, y saber que aquel bastardo era el responsable de su desasosiego, no ayudaba en nada.

—Supongo que será mejor que lo dejemos por hoy —admitió de mala gana, a pesar de que todavía faltaban unos veinte minutos para el final de su clase.

—Supongo. Dudo que hoy logre enseñarte nada productivo —respondió Annie, buscando la libreta de apuntes que había dejado en un rincón del cuadrilátero, para de seguro anotar sus penosos avances de la clase de ese día.

Tras tomar un trago de agua de su botella, Levi cogió su blanca toalla y comenzó a secarse el sudor del rostro con ella; no obstante, al notar que la chica no le quitaba los celestes ojos de encima y su cara de enfado era casi un poema de muerte y dolor, dejó escapar el aire en un arrastrado suspiro y le preguntó:

—¿Y ahora qué, mocosa? ¿Tienes esa cara de estreñida porque me harté de que me patearas el trasero una y otra vez? ¿Quieres seguir burlándote de mí un poco más?

—¡¿De verdad vas a permitir que vaya a ver al idiota de Jean?! —le soltó esta repentinamente; las manos posadas en sus caderas cubiertas por unos cortos pantaloncillos azules de deporte y siendo toda indignación en su insignificante metro cincuenta de altura—. Me lo hubiese esperado de Eren y su… poco instinto de conservación; ¿pero de ti, Levi?

Intentando armarse de paciencia, porque la indignación de Annie avivaba su inmensa inquietud como una hoguera, Levi terminó de secarse el rostro antes de volver a posar gris su mirada en esta.

¿Qué podía decirle?, se preguntó. ¿Qué debía decirle?, porque lo cierto era que incluso él mismo estaba hecho un cúmulo de complicados pensamientos que no sabía por dónde comenzar a desenmarañar.

La noche anterior, una vez se metió en la cama tras la marcha de Eren luego de que cenasen juntos en su casa, a pesar de lo muy cansado que estaba, Levi no fue capaz de conciliar el sueño en absoluto; ni siquiera las pocas horas que a veces solía dormir en sus días más malos y que, por lo general, le bastaban.

Miles de preguntas sin respuesta lo rondaron como fantasmas durante las horas nocturnas; miles de angustiadas interrogantes sobre lo que podía y debía hacer por el bien de quien amaba. Miles de dudas que solo lo dejaron en paz cuando el oscuro cielo dio paso al azulado nuboso del alba, anunciando ya la llegada de aquel temido nuevo día que había acabado por convertirse en su calvario.

Aquel primer viernes de marzo le había penado como pocas cosas en su vida, sabiendo de antemano lo que se avecinaba y al mismo tiempo comprendiendo que, a pesar de eso, no podría hacer nada, porque no era una decisión suya, sino de Eren, y ante la cual él tendría que permanecer tan solo en espera como un simple espectador.

Aun así, Levi mentiría si dijese que no había deseado tener la oportunidad de encontrarse con el malnacido de Kirstein antes de ese día para aclarar unas cuantas cosas con él, pero, ¿de qué hubiese servido? De nada aparte de calmar su frustración y, seguramente, cabrear a su novio de paso.

—Tch, que mocosa tan ruidosa —replicó finalmente a la chica, con cierta acidez—. Por supuesto que no me gusta nada que Eren vaya a encontrarse con ese imbécil. Es una putada y me molesta muchísimo; pero es su decisión, Annie. Eren es un adulto, y esta, nos agrade o no, es su decisión.

La chica bufó, frustrada.

—¡Tú no sabes bien lo que ese idiota le hizo! Lo muy cobarde que-

—Sí que lo sé. Lo sé perfectamente porque fue el mismo mocoso quien me lo contó —la cortó Levi, dirigiéndose hacia una de las bancas que bordeaban la sala y sentándose en ella, seguido de Annie, quien lo imitó—. Eren habló conmigo y me explicó todo lo que había sucedido con ese bastardo, y también con su hermana; así como sus motivos para desear hablar con Kirstein y pedirle que viniese hoy.

Nada más salir el nombre de Mikasa a colación, el ceñudo gesto de la rubia muchacha se torció en una mueca de absoluto disgusto.

—Mikasa no es mucho mejor que el imbécil de Jean. Cuando era más joven se desvivía por cuidar de Eren y celarlo; era una insufrible de lo peor —masculló—. Sin embargo hace dos años, nada más saber lo que había pasado entre ellos dos, le dio la espalda a su hermano; tan estúpida. ¿Cómo puede seguir con Jean después de todo lo que les hizo? De haber estado en su lugar, yo le habría partido la cara al muy traidor.

Imaginando que aquello sería por completo cierto teniendo en cuenta el carácter de Annie, Levi no pudo evitar sonreír un poco. La chica era tranquila y parecía no meterse con nadie, viviendo pacífica y apáticamente en ese aburrido mundo que la rodeaba; sin embargo, cuando algo la enfadaba, Leonhart era otra. Una que no se daba por vencida hasta hacer prevalecer lo que ella consideraba justo, de la misma forma en que a veces hacía Eren, defendiendo lo indefendible si creían que era lo correcto, aunque el resto del mundo se les viniese en contra.

—Supongo que se deberá a que las familias son una cosa complicada —señaló él, acabándose el agua ya tibia—. No siempre es fácil entenderse y llevar la fiesta en paz.

—No lo sabré bien yo —masculló esta, poniéndose una holgada sudadera con capucha celeste sobre su blanca camiseta deportiva de tirantes—. Aun no logro decidir si la relación que tenemos con mi padre es un amor muy mal demostrado o un odio muy bien fingido.

Levi rio al oírla, porque la comprendía perfectamente; después de todo, su relación con Kenny había estado cortada por el mismo patrón que la de Annie con su viejo.

Al percibir que los celestes ojos de la chica lo contemplaban con evidente sorpresa, le preguntó nuevamente:

—¿Y ahora qué, enana pateadora?

—Que has cambiado, Ackerman. Demasiado —respondió esta, subiendo ambas piernas sobre la banca para masajeárselas a conciencia y eliminar así la fatiga de ellas, ya que aún le quedaba otra clase que impartir esa tarde—. Unos meses atrás, tan solo habrías fingido indiferencia absoluta ante el hecho de que Eren y Jean fuesen a encontrarse, aunque te estuvieras muriendo de rabia por dentro. Ya sabes, tu típico numerito de «soy un tipo genial y me importa una mierda el resto». Además, esta es la primera vez que te oigo reír de verdad sin que Eren esté presente. Con él cerca siempre eres agradable, pero con el resto, sigues siendo el mismo imbécil huraño de siempre.

Nada más oírla, Levi se vio impulsado a contradecirla. No podía negar que su carácter no era el mejor, por supuesto, pero igualmente tenía sus buenos momentos, como cuando estaba con Hange, Erwin y Frieda, e incluso aquellos en los que Isabel lo rondaba sin darle paz; no obstante, al intentar buscar ejemplos concretos para rebatir a Annie, comprendió que esta tenía razón. Descontando a Eren, con quien solía bajar la guardia por completo, con el resto del mundo seguía manteniéndose un poco a la defensiva; entonces, ¿cuándo las cosas habían comenzado a cambiar para él de ese modo? Seguramente en algún punto entre su regreso del viaje a Stohess —y su despedida de Farlan— y la confesión de Eren sobre su pasado.

—Me importa —se sinceró finalmente, agarrando también su gris sudadera para no perder el calor del ejercicio, ya que a pesar de que la sala estaba temperada para palear el frío del exterior, la negra camiseta que llevaba no abrigaba demasiado—. Cuando Eren me dijo que iba a reunirse con ese otro bastardo, me sentí enfadado. Joder, si anoche ni siquiera pude dormir sabiendo lo que vendría hoy. Y no es porque esté celoso de su pasado con ese otro mocoso, o no del todo, tan solo… estoy harto de que sea siempre Eren quien debe sufrir por todo lo que ha ocurrido.

—Entonces, ¿por qué no haces nada? —inquirió la chica, abrazando sus pálidas y desnudas piernas—. Si quieres, puedo darte la dirección donde vive la madre de Jean.

La tentación que Levi sintió antes su oferta fue grande, pero se contuvo.

—Porque como ya te he dicho, es la decisión de Eren, Annie. Porque a pesar de que le duela y sufra, él necesita dar este paso. La vida a veces te golpea duro y las lecciones que te da son una verdadera mierda. Antes de regresar a Shiganshina, yo mismo tuve que pasar por una de ellas —admitió, a pesar de lo mucho que aquello todavía dolía—. ¿Y sabes lo que aprendí? Que ser una pareja no es convertirte en la espada y el escudo de alguien, es ser su compañero. Eren no necesita que yo lo proteja, él tan solo necesita saber que estaré allí las veces que lo requiera, tantas como requiera, y que será incondicionalmente. Mi elección ha sido permanecer a su lado, y a veces saber eso, es todo lo que necesitamos para ser más fuertes.

Durante unos instantes ambos se quedaron en completo silencio, tan solo dejando que el tiempo pasase bajo las frías luces artificiales del gimnasio, mientras que por las ventanas superiores, se apreciaba que afuera la tarde ya había dado paso al oscuro cielo que precedía a la noche; un cielo tintado de azul grisáceo que hablaba de la primavera casi próxima, y la cual ya asomaba tímidamente en algunos árboles mostrando sus nuevas hojas cambiadas y la suave floración que enfrentaba los, todavía, gélidos vientos invernales.

—El treinta de este mes —masculló la chica repentinamente, apoyando el pálido rostro sobre sus rodillas unidas y contemplándolo con aquellos enormes ojos azules, como si desease taladrarle el cerebro.

—¿Qué ocurre el treinta de este mes? —inquirió Levi, intrigado, sin saber qué endemoniada idea sería la que rondaba ahora por la cabeza de Annie. A pesar de ser tan apática la mayor parte del tiempo, esta era en ocasiones tan arrolladora como las brutales marejadas.

—Es el cumpleaños de Eren. —Al ver como él abría los ojos a causa de la sorpresa, una ligera sonrisa burlona asomó a sus labios—. Ni siquiera me extraña que no te lo hubiese dicho, después de todo, ya no le gusta demasiado el celebrarlo, ¿sabes? —reconoció esta con un débil suspiro—. No suele ir a casa de sus padres porque, bueno, siempre terminaba discutiendo con su viejo; pero su madre de seguro irá a verle para llevarle un pastel y obsequios. Y si está de humor, y tenemos suerte, dejará que Armin o Historia organicen algo pequeño; si no es así, tan solo tendremos que conformarnos con saludarlo.

—¿Y esto me lo dices por…?

—Para que hagas que valga la pena, anciano —admitió esta, tironeando de las cintas rosas de sus celestes deportivas—. A ti Eren no te dirá que no. Contigo no pondrá mala cara ni se enfadará. Ventajas de que seas su novio, supongo.

—Sí crees que conmigo el chico es así de obediente y dócil, te comunico que estás bastante equivocada, Leonhart.

—¿Eren y dócil pueden ir en una misma frase? —le preguntó Annie, arqueando una de sus rubias cejas, divertida—. ¡Claro que no lo será, jamás! Pero contigo él no tiene que demostrar nada ni fingir que su dolor no le importa y que la vida le parece una mierda a veces. Tan solo puede ser él mismo; probablemente porque eres quien mejor comprende su sufrimiento. Y si te he dicho sobre su cumpleaños, no es una imposición, es una petición, Levi. Hazle entrar en esa dura cabeza que tiene que vale la pena. Que el que haya nacido, vale la pena; y no solo para él, sino que para todos los que hemos tenido la oportunidad de conocerle.

Al ser tan inesperadas, las palabras de Annie fueron como un golpe para Levi. Tras meses de tratarla con regularidad, él sabía bien que aquella chica no era dada a las muestras de afecto demasiado directas, y las pocas veces que se las permitía, eran dedicadas casi en exclusiva a su novio; no obstante, Eren siempre era su excepción, así como también había sido la suya en muchas oportunidades en el pasado, nada más conocerlo, cuando aún le asustaba enormemente descubrir lo muy vulnerable que siempre era ante él.

Conocer a Eren en el que, probablemente, había sido el peor momento emocional de su existencia, le había enseñado a Levi una importante lección, y esta era que la vida seguía dando oportunidades, sin necesidad de tener que contabilizarlas ni descontarlas como un marcador. La vida era todo de lecciones y elecciones, aprendiendo constantemente de los errores cometidos para seguir intentando ser feliz.

—Y bueno, Levi, lamentablemente me veo en la obligación de pedirte que te marches, ya que pronto llegará mi siguiente alumno, así que basta de cursilerías sensibleras —le dijo Annie, poniéndose de pie y desperezándose con sus pálidos brazos alzados sobre la rubia cabeza—. Nuestra clase de hoy ha sido una auténtica mierda, pero fingiré que ha sido un gusto el entrenar contigo. Aun así, para la semana siguiente, por favor ven con la cabeza despejada y donde corresponde. No me ilusiona demasiado la idea de patearte el trasero nuevamente.

—Oh… ya veo. Entonces haré mi mejor esfuerzo para que te arrepientas de eso, mocosa —amenazó a esta a modo de broma, ante lo que Annie sonrió con la superioridad que le daba el saberse excelente en lo que hacía.

—Me gustaría verte intentarlo, Ackerman.

Mientras recogía sus pocas pertenencias para irse ya a los cambiadores, Levi oyó el sonido de un mensaje entrando a su móvil. Al ver quien se lo había enviado, de inmediato se volvió para mirar a la chica, quien seguía trabajando concentradamente en sus estiramientos.

—Es la dirección del imbécil de Jean, por si cambias de opinión. Iría yo misma, pero su madre ha jurado denunciarme a la policía y pedir una orden de alejamiento en mi contra si vuelvo a aparecerme por allí, y créeme que esa bruja es muy capaz —le dijo Annie con su habitual apatía, tal como si le estuviese dictando la lista de la compra y no confesando que era una delincuente en potencia—. Armin me ha contado que ese idiota no regresará a Trost hasta el domingo por la tarde, así que de seguro lo encuentras en casa. En todo caso, el utilizar esa información o no, es decisión tuya, Levi.

Contemplando el mensaje durante unos segundos, él se pensó seriamente que debía hacer con este. ¿Borrarlo o guardarlo? ¿Seguir dándole vueltas a ese asunto o solo dejarlo correr? ¿Cuál era, después de todo, la elección correcta?

—De encontrarte con ese bastardo, Annie, ¿qué sería lo que tú harías?

Enderezándose una vez más, esta apoyó las manos en sus caderas y se encogió de hombros.

—Probablemente volvería a darle una paliza. Y le diría lo muy idiota que fue el perder a alguien como Eren —reconoció, totalmente digna—. ¿Y tú, Levi? ¿Qué harías tú?

Al plantearse aquella pregunta, tuvo que reconocer que sus velados deseos de cobrar venganza en nombre del mocoso no eran muy diferentes a los de Annie. Odiaba la idea de Eren sintiéndose culpable por algo que jamás fue su culpa en realidad, pero, sobre todo, detestaba saber lo mucho que este había sufrido y cambiado aquellos últimos años debido a ello.

Aun así, a pesar de toda su rabia y resentimiento, Levi sintió como un sentimiento muy diferente invadía sus negativas emociones, apaciguándolas un poco: gratitud. No con el bastardo de Kirstein, por supuesto, pero sí con las circunstancias y la vida. Sí con el hecho de que este dejase libre a Eren para que un día, mucho, mucho tiempo después, ambos coincidieran en una nubosa y fría mañana de noviembre, haciendo que el destino de los dos finalmente conectase y comenzara a moverse.

—Quien sabe, Leonhart. Quien sabe —masculló en respuesta a Annie, sonriendo apenas al verla fruncir el ceño antes de abandonar la sala de prácticas rumbo a los cambiadores.

Realmente, se dijo Levi, aquella plática le había dado mucho en que pensar.

 

——o——

 

Sintiendo la fría brisa marina calarle los huesos a pesar de llevar el anorak subido hasta el cuello y las enguantadas manos hundidas en los bolsillos, Eren, apurando un poco más el paso, se maldijo mentalmente por haber sido tan idiota como para decidir que su cita con Jean fuese en pleno paseo marítimo, aun a sabiendas de lo muy frescas que todavía eran las últimas tardes invernales en Shiganshina.

Aquella mañana, durante el desayuno, Armin había vuelto a insistirle para que cambiara de idea y mejor utilizase el apartamento para su encuentro con el otro. Su amigo le había asegurado que se quedaría unas cuantas horas donde Annie, para que así él tuviese tiempo y pudiera hablar a solas con Jean; no obstante, terco como siempre, Eren desestimó la idea de inmediato, y no solo debido a un capricho egoísta o resentimiento mal encarado, sino que simplemente porque no quería a Jean en su espacio; después de todo, este ya no tenía cabida allí.

A pesar de su nueva determinación e impuesto valor, notó como un resquicio de su yo demasiado roto y fragmentado, una vez más quiso hacer acto de presencia para atormentarlo, llenándolo de aquella inseguridad que tanto detestaba.

Su último encuentro con Jean —durante la pasada cena de Navidad en casa de sus padres— no había acabado nada bien, arrastrándolo sin remedio a una oleada de culpa y malos recuerdos que terminaron por hacer que él se hundiese anímicamente un poco; entonces, ¿qué le aseguraba que esa vez las cosas pudiesen ser diferentes? Después de todo, la mayor parte de las veces, cuando en verdad importaba, siempre acababa actuando como un completo cobarde.

El timbre de su móvil, anunciando un mensaje, lo distrajo un momento de sus nervios y sus caóticos pensamientos, por lo que tras sacarlo del bolsillo de sus negros vaqueros, Eren sonrió al ver que era Levi quien le escribía. Levi que, sin siquiera sospecharlo, una vez más acababa de rescatarlo de sí mismo y el desastre emocional que actualmente era.

Este, como siempre, era tan lacónico como escueto, y completamente torpe a la hora de escribir mensajes de ese tipo; aun así, le deseaba suerte en aquel encuentro a su manera imprecisa, asegurándole que le esperaría para cenar, por lo que mejor no tardase mucho. Además, Levi le sugería, amablemente, que si la situación era la apropiada, le diese una paliza a Jean para así saldar deudas de una buena vez.

Olvidando por completo el horror de su ansiedad intentando consumirlo, Eren rompió a reír y se apresuró a responderle, dándole las gracias por su preocupación y asegurándole que llegaría pronto a casa. Tras pensárselo un momento, se tomó una fotografía con el mar de fondo, adjuntándola con un montón de emoticones bobos y cursis que sabía volverían loco a su novio, ya que por lo general este casi nunca los comprendía del todo.

Mucho más animado, como si acabase de asomar un rayito de sol luego de la tormenta, Eren se recordó que pasara lo que pasase con Jean esa tarde, para bien o para mal aquel sería el final de su ciclo juntos. Ya no había nada que perder entre ellos, por lo que estar así de asustado ante la idea de enfrentarlo ni siquiera tenía sentido.

A pesar de que marzo ya había dado inicio hacía unos días atrás, las tardes seguían cayendo temprano, volviendo el día apenas un parpadeo, donde todo el mundo regresaba a casa temprano para descansar y resguardarse del frío. Las farolas de luces doradamente anaranjadas del paseo marítimo, alumbraban las calles ya desiertas de viandantes y la playa vacía con su mar constante y rugiente, así como también la alta figura del chico que —sentado en el empedrado murillo que separaba la playa de la acera— miraba hacia las aguas con concentración, dándole la espalda.

Tal vez porque sus pasos se volvieron más pesados de lo que creía, quizá porque Jean se encontraba tan tenso como él debido a aquel encuentro que habían evitado por años, este se volvió a verlo incluso antes de que Eren llegase a su lado.

La brisa marina había vuelto su largo cabello castaño claro un desastre, pero por una vez a este aquel detalle parecía no importarle, aun a costa de su ligera vanidad. A pesar de llevar una cazadora de cuero marrón sobre el negro suéter de cuello alto que asomaba debajo, él notó que todavía así las facciones de Jean lucían un poco rígidas y entumecidas a causa del frío; aunque, pensándolo mejor, se dijo Eren, quizás aquello solo fuese producto de la tensión que sentía al verlo; después de todo, para él tampoco estaba resultando fácil.

—Eren —dijo este a modo de saludo, poniéndose de pie cuando él llegó a su lado—. Te has retrasado bastante. Pensé que ya no vendrías.

—Tenía cosas que hacer en la universidad por el asunto de la exposición —explicó lacónicamente, dejando sobre el murillo de piedra su bolso, la cámara y quitándose los guantes que Levi le había obsequiado por Navidad, notando como la horrible ansiedad que lo había embargado durante toda esa semana al fin lo abandonaba, sintiéndose de pronto inesperadamente valiente.

—Bueno, he venido como me pediste que hiciera —comenzó Jean, cruzando los brazos sobre el pecho—. Sobre el motivo de tu llamada…

Antes de pensarlo mucho para no arrepentirse, Eren tragó duro y contuvo el aliento un instante, lanzando el puñetazo sin apenas preparación previa y golpeando al otro certeramente en la mandíbula, tirándolo de espaldas sobre la fría arena al pillarlo por completo desprevenido.

Tal como esperaba, tras la incredulidad inicial producida por el inesperado golpe, los castaños ojos de Jean se encendieron de rabia al tocar la zona donde él acababa de lastimarlo; aun así, más que arrepentirse por su actuar al notar el ligero dolor quemante de sus nudillos, Eren se sintió infinitamente satisfecho de sí mismo.

—¡Tú, bastardo…!

—Me lo debías —replicó él con calma, volviendo a coger los guantes para colocárselos, así como la cámara, antes de tomar asiento en el murillo—. Me lo debías, Jean, así que no tienes derecho a quejarte. Y ni siquiera intentes devolvérmelo.

La rabia, que había encendido como yesca seca en el otro, desapareció nada más oírlo, mutando a una expresión mucho más compleja que rayaba entre la culpa y la vergüenza.

—Te lo debía, sí —reconoció Jean de mala gana, poniéndose de pie e inclinándose para sacudir la arena de sus negros vaqueros antes de tomar asiento a su lado, guardando una distancia prudente entre ambos—. Sin embargo, supongo que no me has hecho viajar medio día en coche solo para esto, ¿verdad, Jaeger? Ni siquiera tú serías tan condenadamente infantil, por muy molesto que estés conmigo.

Eren sonrió con sorna.

—No realmente, pero mi novio me aconsejó hace un momento que lo hiciese, y no me pareció del todo una mala idea —admitió con sinceridad, inspirando profundo el aire salobre y dejándolo escapar cuando sus pulmones comenzaron a cosquillear—. Aun así, si te pedí que vinieses, Jean, es porque quiero cerrar todo esto de una buena vez. Necesito saber que finalmente mi historia contigo se ha terminado para poder seguir avanzando; así que, por favor, esta vez explícame tus porqués.

Su petición, a pesar de haber sido hecha de forma casi casual, pareció tener un peso demoledor en el otro.

En el pasado, cuando eran amigos, Eren muchas veces había logrado descifrar a Jean lo suficiente como para comprenderlo y predecirlo, no al cien por ciento, por supuesto, pero sí lo necesario para saber hasta dónde llegar sin generar problemas entre ellos. Luego de eso, no obstante, cuando la relación de ambos se volvió algo por completo diferente, sus propias emociones, demasiado exacerbadas, lo convirtieron en un completo idiota incapaz de mantener la cabeza y el corazón tranquilos para observar y entender. Y quizá, se dijo, aquel había sido su mayor error por aquel entonces.

—Mierda, Eren, ¿por qué haces esto? ¿De qué sirve ya? —replicó este pasados unos minutos, elevando el rostro hacia el plomizo cielo, tan nublado que parecía carente de estrellas—. Tú… probablemente no lo comprenderías.

—Pruébame. Creo que te sorprenderías de la cantidad de cosas que he aprendido a entender durante este último tiempo, Jean.

El silencio del otro chico se volvió sepulcral, aquello sin embargo, no fue algo que Eren no esperase. Él mismo había pasado por aquella situación muchísimas veces en el pasado, más de las que le gustaba admitir, soltando una diatriba de palabras ansiosas, emocionales y descontroladas en cuanto la rabia lo embargaba, y volviéndose una amalgama de compleja cobardía cuando debía enfrentar las verdades difíciles.

Saber que a pesar de todo aquel idiota y él seguían pareciéndose tanto, realmente le dolía y lo cabreaba a partes iguales.

—Yo… en verdad odiaba la idea de que me gustases. Me odiaba a mí mismo y a ti por cómo me hacías sentir —reconoció Jean finalmente; su aliento condensándose blanco y etéreo en la humedad gélida de la playa—. Durante algunos meses, luego de que nos confesaras que te iban los chicos, me sentí confundido. Intenté no darle importancia en un principio, pero… mierda, Eren, detestaba la idea de imaginarte con alguien más; me volvía loco y era horrible. Aun así, al mismo tiempo odiaba sentir lo que sentía por ti. No solo discutíamos por todo, sino que eras un hombre, ¡un hombre, maldita sea! Saber que me gustabas e intentar asumir que tal vez fuese gay o bi, cuando antes de ti solo me habían interesado las chicas... Demonios, todo se volvió demasiado complicado para mí.

—¿Y crees que para mí sí fue fácil? —inquirió él, mordaz—. Porque prefiero dejar claro que por aquel entonces tú también estabas lejos de ser mi tipo ideal; además, me aterraba horriblemente que mis padres se enterasen de que era gay, y lo sabías. Sin embargo, no me comporté como un completo bastardo cuando estuve contigo, ¿o sí? Jamás te mentí y mucho menos te engañé. Te metiste con mi hermana, Jean. ¡Con mi hermana! Y el daño que nos hiciste como familia fue terrible.

Al contemplar a este, Eren al menos tuvo la satisfacción de ver que parecía un poco avergonzado tras sus acusaciones. En el pasado, Jean no había mostrado ni el más mínimo arrepentimiento por su actuar tras lo sucedido con Mikasa, ya fuera porque en verdad no lo sentía o simplemente una fachada; aun así, a él aquello lo había destrozado hasta lo imposible, aumentando tanto su culpa como su vergüenza.

—Sé que no estuvo bien lo que hice, pero… bueno, tu hermana siempre me había gustado y lo sabías, Eren. Tú y yo jamás estuvo en mis planes, aunque sucediese; así que supongo que en aquel momento Mikasa me pareció lo más correcto. Ella era la opción más fácil.

—Vuelve a decir eso de mi hermana y juro que voy a darte la paliza de tu vida, imbécil —amenazó a este, perdiendo de golpe su humor calmo. El resquemor por saberse la parte desechable de aquella relación dolía un poco, pero más lo molestaba el hecho de que Mikasa simplemente hubiese sido la elección más sencilla—. Si me dices que llevas todos estos años utilizándola solo por temor a reconocer que no eres hetero-

—¡Que no la estoy utilizando, Eren! ¡¿Crees que sería tan cabrón como para seguir con ella después de todo este tiempo solo por eso?! —Perdiendo finalmente la tranquilidad, Jean volvió a ponerse de pie, enfrentándolo—. Es verdad que por ese entonces me encontraba confundido. Mikasa realmente me gustaba muchísimo, pero ella ni siquiera me tomaba en cuenta, por lo que supuse que no tenía ni la menor oportunidad; y un día, simplemente, las cosas entre tú y yo cambiaron luego de tu cumpleaños y estábamos juntos sin darme tiempo a comprender como demonios habíamos llegado a eso. ¿Y sabes cómo fue para mí? Tan solo deseé morirme, Eren. Tan solo quería olvidar que no podía sacarte de mi cabeza, hasta que ya fue demasiado tarde.

—¡¿Y crees que eso te dio el derecho para jugar con nosotros dos?!

—Yo… ni siquiera lo pensé —reconoció este, pasando ambas manos por su cabello en un gesto de frustración—. Ese día, en tu cumpleaños, me puse celoso, así que tan solo perdí la cabeza y actué sin pensar en las consecuencias. Quise creer que había sido algo del momento, de una sola vez, pero… Dios, Eren, tú parecías tan malditamente ilusionado que no fui capaz de explicarte como me sentía y tan solo me dejé llevar. Luego de eso, Mikasa, que me había ignorado por años, comenzó a prestarme atención y yo… Nunca lo planeé así, si es lo que te preguntas. Nunca quise inmiscuirme entre ustedes dos y hacerles daño. Tan solo pensé que si estaba con ambos, en algún momento acabaría aclarándome.

—¿Confirmando que no te iban los chicos?

—¡Confirmando lo que fuese, Eren! Por ese entonces estaba aterrado de que se supiese lo que tú y yo teníamos. ¿Sabes cómo se habría enloquecido mi madre de saber que estaba con un chico?

—Supongo que no demasiado diferente al cómo se lo tomó el mío cuando se enteró de que yo era gay, Jean, y mírame, aquí estoy y lo sigo intentando —replicó él—. Aun así, te entiendo, porque yo también pase por el mismo tipo de dudas y miedos; sin embargo, por intentar salvarte a ti mismo, cargaste todas las culpas sobre mí, y eso no fue justo.

Una vez más ambos volvieron a guardar silencio, solo roto por el rugiente mar constante y el graznido de alguna que otra gaviota que sobrevolaba por sobre las aguas.

Contemplándose el uno al otro, Eren fue consciente de lo mucho que habían cambiado en dos años, no solo físicamente, sino que sobre todo emocionalmente. Él ya no se alteraba ni lloraba de frustración o angustia cuando algo lo superaba, y Jean, por su parte, ya no parecía tener la necesidad intrínseca de joderle la vida para provocarlo y destruir su paz mental. En verdad, crecer y madurar era algo bueno.

—Supongo… que tienes razón. Lo que hice en ese entonces no fue justo para ti y es algo por lo que debo disculparme contigo —admitió Jean, volviendo a sentarse a su lado—; aunque entendería que nunca puedas llegar a perdonarme.

—No voy a hacerlo, Jean. No te perdono. —Al ver el desconcierto reflejado en el rostro de este, Eren sonrió un poco—. ¿Qué? ¿Pensaste que te diría que todo quedaba arreglado entre los dos y seguíamos como antes?

—Yo realmente… no lo sé.

Dejando escapar una corta carcajada, él levantó el rostro al cielo sin estrellas, llenándose de aquella noche nubosa que le recordaba un pasado triste.

—No mentía cuando dije que necesitaba hablar contigo para zanjar y cerrar… lo que fuera que quedase inconcluso entre nosotros; pero no te odio, Jean, por eso no hay nada que deba perdonar —admitió, bajando una vez más el rostro para poder verlo—. Aun así, jamás podremos volver a ser amigos, y quizás eso es lo que realmente más siento de todo esto; pero los dos nos equivocamos muchísimo, por lo que tenemos que aprender a vivir con las consecuencias de nuestros errores.

»Durante estos dos últimos años, muchas veces me pregunté qué era lo que yo había hecho mal. Que error tan grande había cometido para que el mundo se me viniese encima de golpe; sin embargo, tal vez el único error que en verdad cometí, fue ser cobarde y confiar demasiado. Tenía miedo de enfrentarme a mi verdad, porque esta no me gustaba ni la aceptaba, así que acabé convirtiéndome en alguien que no era yo mismo para intentar encajar y compensar lo que fuese que estuviera mal conmigo. Lamentablemente, descubrí que la vida no funciona así, y antes de darme cuenta, tuve que decidir entre intentar ser feliz o destruirme a mí mismo.

—¿Y eso lo descubriste gracia a ese nuevo novio tuyo? —le preguntó Jean, ligeramente mordaz.

—En parte —reconoció Eren—. Conocer a Levi sí me cambió la perspectiva de muchas cosas, pero quiero creer que si hoy puedo hablar así contigo, sin sentirme culpable, sin morir de debido a una vergüenza que no me corresponde, es porque he crecido, al menos un poco. Al menos lo suficiente para reencontrarme conmigo mismo, aceptarme tal cual soy y ser feliz con ello. Por eso, Jean, voy a pedirte que hagas algo por mí.

—¿Qué? —preguntó este, entrecerrando sus castaños ojos con cierta suspicacia.

—Quiero que hables con mi hermana y le cuentes toda la verdad. Dile lo que realmente pasó ese día.

La sorpresa de Jean al oír su petición, no podría haber sido mayor; sin embargo, al comprender el peso de lo que él le estaba sugiriendo, negó débilmente.

—Yo… si hago lo que me pides, Eren, Mikasa terminará conmigo.

—Probablemente —reconoció él—. Y es por eso que te estoy dando la oportunidad de que seas tú y no yo quien hable con ella; aunque no te la merezcas, Jean. Habla con Mikasa y explícale el porqué de lo que hiciste y las decisiones que tomaste. Lo más seguro es que ella se enfade contigo, muchísimo, ¿pero sabes qué? Algo que he aprendido últimamente es que el amor puede soportar mucho, incluso todas aquellas cosas que a veces se ven insuperables. Si hay amor y tiempo, todo es posible. No puedo asegurarte que todo vaya a salir bien para ustedes, pero al menos puedes intentarlo.

—Mierda, bastardo, este es tu castigo por lo que te hice hace dos años, ¿verdad?

A pesar de la dureza de sus palabras, Eren no percibió verdadero rencor en el otro chico, tan solo resignación. La aceptación de aquello que era inevitable porque formaba parte del ciclo, como el flujo y reflujo constante de las mareas cambiantes o el saber que el sol seguiría a las peores tormentas.

—Ya te lo he dicho, ¿no? No hay nada que perdonar, por lo que no es necesario un castigo. Simplemente quiero saber que todo esto que nos ha tocado vivir, ha sido una lección bien aprendida. Además —continuó con una suave sonrisa—, quiero recuperar a mi hermana, Jean. Te he dado dos años de ventaja; creo que ha sido tiempo suficiente.

Una vez más el silencio se instauró entre ambos, pero, curiosamente, no resultó tenso y expectante como los anteriores, sino que aceptablemente cómodo.

Al rememorar el pasado, Eren pensó en como aquella clase de momentos jamás existieron para ellos. Tanto Jean como él eran de temperamentos calientes y explosivos, por lo que discutían constantemente intentando doblegar al otro porque no sabían ser de otra manera, y quizá, por eso mismo, jamás pudieron llegar a conocerse ni entenderse en realidad.

—Bueno, ya debo marcharme —le dijo al otro, poniéndose se pie y tomando su bolso para acomodárselo al hombro—. Gracias por haber venido hoy, Jean. Sé que fue una petición por completo egoísta de mi parte.

Este asintió con un gesto seco en respuesta, el cual denotaba su ligera incomodidad.

—¿Podrías darme un par de días? —inquirió con voz dubitativa—. Para hablar con Mikasa, digo.

En esa oportunidad, fue el turno de Eren de asentir.

—Solo intenta que no sea demasiado tiempo; y lo digo como un consejo. No hay nada que genere peor angustia que la ansiedad de la incertidumbre.

Tal como había hecho antes, a su llegada, Jean se puso nuevamente de pie, contemplándose uno al otro sin saber bien que decir o hacer a continuación.

Siendo honesto consigo mismo, Eren sabía bien que ya no sentía nada por Jean; tal vez en el fondo jamás lo había hecho, o no de la forma correcta, pero aun así aquella despedida definitiva resquemaba un poco. La fina línea que separaba el pasado y el presente de ambos era difusa, quizá porque jamás pudieron terminar de marcarla del todo, y saber que en esos momentos estaban poniendo fin no solo a una relación fallida y un corazón roto, sino que a un ciclo completo de sus vidas, lo asustó lo suficiente para hacer que sus manos temblasen y su corazón se estremeciera, siendo alentado para mantenerse firme solo por la certeza de estar haciendo lo correcto.

—Entonces, por si no nos volvemos a ver, deseo que tengas una buena vida, Jean. Realmente espero que independiente de lo que el futuro depare para ti, logres ser feliz.

—Lo mismo, Eren. Me alegra que hayas encontrado a alguien que puede estar allí para ti. Tu persona correcta.

Sin poder evitarlo, él sonrió.

—Lo he hecho —admitió con la serenidad de las cosas ciertas—. Esta vez lo he hecho.

Pensar en cómo algo que habían experimentado mil veces antes —como era el despedirse— podía llegar a ser tan incómodo, le pareció ridículo a Eren. Años atrás ni siquiera se habrían complicado con ello, pero ahora era un completo no saber qué hacer ni cómo actuar. No saber que estaba o no permitido para ellos ahora.

Finalmente, viendo que al parecer ninguno de los dos tenía ya nada más que decir, asintió en dirección a Jean para ponerse en marcha. Aun no debían ser las ocho a pesar de lo oscuro que estaba, y Levi había insistido en que lo esperaría para cenar, por lo que mejor sería darse prisa; no obstante, apenas y acababa de volverse para subir a la acera, cuando el otro chico lo llamó.

—De verdad lo siento mucho, Eren, por todo. Merecías a alguien mucho mejor que yo —le dijo Jean con absoluta sinceridad reflejada en sus ojos—. Realmente me hubiese gustado poder corresponderte como deseabas. Me hubiese gustado ser un poco más valiente para poder hacerlo.

La confesión de este pilló a Eren por sorpresa, tal vez porque durante mucho tiempo él creyó que no había sido lo suficientemente bueno para que lo eligieran; que no lo merecía. Saber que los motivos para que todo se volviese un desastre entre ellos dos fueron otros muy diferentes seguía resultando doloroso, por supuesto, como lo eran siempre las cosas fallidas, pero al menos, ahora su corazón se sentía un poco más ligero.

—Pues perdiste tu oportunidad, idiota —le dijo en respuesta, enseñándole el dedo medio y una sonrisa sincera; la primera que le había dado a Jean en más de dos años, y la primera que este le devolvió a su vez.

Y mientras se encaminaba a casa de Levi, Eren sintió que después de mucho, mucho tiempo, finalmente el respirar le resultaba más fácil. La vida no era cosa de acertar siempre a la elección correcta, sino tan solo de aprender las lecciones que iban tocando en el camino, aunque costasen.

Y él, al fin, estaba aprendiendo.

 

——o——

 

Nada más doblar la esquina de la calle que llevaba a la casa de Levi, los reconocibles ladridos diminutos y escandalosos de Morgana alertaron a Eren de la pronta llegada de la cachorra, haciéndolo sonreír.

Esta, convertida en una negra y peluda bolita corredora, se lanzó a sus brazos en cuanto él se acuclilló para recibirla, lamiéndole la cara, llena de alegría, y dejándolo todo perdido de pelos que seguramente harían enloquecer a su novio cuando lo viese.

—¡Joder, mocoso, ¿por qué dejas que esa bicheja haga eso?! Puaj, si te ha dejado todo lleno de sus babas —protestó Levi cuando lo vio llegar con la cachorra en brazos, a la cual él dejó en el suelo para recibir el paquete de toallitas desinfectantes que este le tendió para limpiarse—. ¿Sabes la cantidad de cosas de las que podrías enfermarte por permitirle tantas libertades?

—No voy a enfermarme por eso, Levi; soy alguien muy sano. Además, Morgana es muy limpia —replicó, limpiándose el rostro a conciencia—. te encargas de que sea muy limpia.

—Tch, por supuesto. ¿Piensas que la dejaría meterse en la cama conmigo de lo contrario?

Eren sonrió al oír su réplica, pero al percatarse de la hermosa estampa que representaba su novio en ese momento, se quedó un poco ensimismado, contemplándolo.

Ataviado con negros vaqueros, su blanco suéter de cuello alto y el negro cabello ligeramente desordenado por el viento marino, Levi —sentado en el escalón superior de la escalinata, con una pierna cruzada sobre la otra y un brazo apoyado sobre ella para sujetar su barbilla— parecía espectralmente etéreo bajo la luz mortecina de la entrada.

Sus pálidos ojos grises, fijos en él, estaban serios y llenos de mudas preguntas; y cuando Eren se inclinó para besar sus labios, notó el frío de marzo nocturno impregnado en ellos, delatando que llevaba ya un buen rato esperándolo allí.

—¿Me dejas tomarte una fotografía? —le preguntó medio en broma, medio en serio, sin apartar del todo su rostro del suyo, esperando por su respuesta.

Levi, no obstante, simplemente lo golpeó con un dedo en la frente, haciéndolo soltar un gritito de dolor y apartándolo lo suficiente para que él pudiese apreciar su sardónica sonrisa.

—Tch, mocoso terco. Si ya sabes cuál será mi respuesta, ¿por qué mejor no te rindes?

—Porque me gustan los retos difíciles —replicó Eren, volviendo a dejar un corto beso en sus delgados labios antes de tomar asiento a su lado en la escalinata, acariciando la cabecita de su cachorra, quien llegó en busca de mimos—. ¿Así que me estabas esperando? ¿Estabas preocupado por mí, Levi?

—Claro que no. Tan solo Morgana no paraba de joder para que la dejase salir fuera, así que aproveché de quedarme un momento para apreciar la noche mientras la cuidaba —masculló este, restándole importancia al asunto.

Aun así, al distinguir como un ligero rubor teñía los pálidos pómulos de su novio, una alegría infantil y boba, que no había experimentado desde hacía mucho, embargó por completo a Eren, haciéndolo sentir feliz.

—Ya. Bonito cielo nublado, por cierto. Me encanta su aburridísimo tono gris rojizo que es tan… anodino. Mi preferido —le dijo él con cierta burla en su voz, contemplando el abovedado espacio sobre sus cabezas—. Es alucinante como las estrellas son algo totalmente inexistente a comienzos de marzo. A veces pareciese que alguien se las ha robado.

—¿Te crees muy gracioso, mocoso? Porque a mí no me lo pareces —rebatió Levi, todo seriedad; sin embargo, ni siquiera dudó en tomar su mano cuando él la tendió en su dirección, entrelazándolas—. Y bien, ¿cómo te han ido las cosas con ese bastardo de Kirstein?

Ya fuese porque mucho del estrés que lo había gobernado durante esos últimos días parecía haber desaparecido luego de su conversación con Jean, o simplemente porque estar junto a Levi siempre mejoraba su día, Eren rompió a reír, lleno de burbujeante alegría.

En un principio, Levi lo contempló lleno de enorme confusión; sus afilados ojos invernales abiertos en una desconcertada sorpresa que luego acabó mutando en una suave resignación, sobre todo cuando Morgana —que había estado tironeando de las cintas de sus negras deportivas en busca de atención—, se lanzó sobre ellos, queriendo jugar también.

En qué punto de aquello ambos acabaron tumbados de espaldas sobre la rugosa madera del piso de la entrada, con la cachorra en medio, fue un misterio para Eren; no obstante, cuando volvió el rostro y se encontró con que Levi igualmente le estaba mirando, un sentimiento cálido nació y se expandió dentro suyo. La certeza de saber que pasara lo que pasase, este seguiría a su lado sólido e inmutable, permitiéndole correr riesgos y siendo él mismo, sin cortarle jamás las alas por muy descabellado que fuese su viaje.

Durante los siguientes minutos, Eren contó a su novio todo lo sucedido con Jean esa tarde, desde que había decidido seguir su consejo y acabó golpeándolo para resarcirse por lo que este le había hecho dos años atrás, hasta la plática que mantuvieron y la explicación que el chico le dio respecto a su cobardía. Le habló a Levi de la petición que había hecho a Jean sobre Mikasa, pidiéndole que le contase toda la verdad a esta, ya que él sabía que aclarar las cosas entre ellos era el siguiente paso a seguir en ese largo camino que había comenzado a andar. Un paso que lo asustaba muchísimo, pero ante el cual por una vez tenía la seguridad de que, independiente de cual fuese el resultado, podría aceptarlo.

—¿Y, Levi? ¿Crees que he hecho lo correcto al pedirle a Jean que sea él quien hable con Mikasa? —preguntó Eren a su novio, finalmente. Aquella duda fue, probablemente, la que más había amenazado con enloquecerlo durante los días pasados, no sabiendo si su decisión de darle aquella oportunidad al otro era o no una mala idea.

—¿Crees que ese idiota cumplirá y se lo contará? —inquirió Levi, arqueando una de sus oscuras y delgadas cejas.

Tras pensarlo un momento, él asintió con seguridad.

—Va a costarle, pero lo hará. Jean no es tan desleal en realidad, ¿sabes? Además, no es tonto, por lo que comprende bien que si no lo hace él, al final yo perderé la paciencia y hablaré con mi hermana de todos modos; lo que evidentemente podría hacer las cosas mucho peores entre ellos.

—Entonces, si esa es tu elección, Eren, que así sea —le dijo Levi, estirando una mano para apartarle unos cuantos mechones de cabello que habían caído sobre sus ojos, acunando luego su mejilla con sus dedos fríos.

—¿Así sin más? —preguntó, bastante asombrado por lo fácil que Levi parecía estarse tomando todo aquello.

—Así sin más —repitió este, sin apartar sus pálidos ojos de él—. Al fin y al cabo, no es una decisión que hayas tomado a la ligera, ¿verdad, mocoso?

Acariciando la cabecita de Morgana, que había comenzado a gimotear bajito, Eren inspiró profundo y asintió.

—Verdad. Lo cierto es que el asunto de mi relación con Mikasa es algo que llevaba ya un tiempo dando vueltas en mi cabeza; prácticamente desde que viajamos a Stohess y hablé con Isabel sobre ello —le explicó—. Ella me preguntó el porqué del quiebre de nuestra relación, y bueno… supongo que no pude quitarme esa inquietud del corazón. Sé que las cosas con mi hermana nunca podrán volver a ser las mismas, pero al menos quiero intentarlo, Levi. Quiero creer que los dos somos mejores que solo un par de hermanos cuya relación se fracturó por culpa de un chico.

—Mmm… lamento ser yo quien te diga esto, mocoso, pero técnicamente es lo que son.

—¿Y técnicamente no se supone que deberías estar siendo empático y amable conmigo en una situación como esta? —protestó él, recostando su cabeza sobre el pecho de este al notar cierto deje de sorna en sus palabras—. Que poco tacto tienes, Levi Ackerman.

—Tch, ¿y desde cuando se supone que tengo tacto? Porque según Erwin y su «perfectísima» escala de medición de humanidad, yo no llego ni al dos con mi insociabilidad.

—Y eso, siendo generoso —respondió Eren a modo de pulla, ganándose un tirón de cabello que le hizo soltar un gritito.

A pesar de que la noche era fría y ventosa como solía ser marzo por esas fechas, Eren tuvo que reconocer que estar allí junto a Levi y Morgana, haciendo simplemente nada, le gustaba. Era una felicidad sencilla y simple a la que le había sido fácil acostumbrarse porque no había miedo ni inseguridades en ella. Desde que ellos dos se conocieron, su mayor temor siempre había sido que este lo viese tal y como era: dañado, roto e incompleto; sin embargo, cuando Levi le dejó claro que aquello le daba igual, porque él no era mucho mejor, Eren al fin pudo comenzar a ser él mismo, a gustarse él mismo como nunca jamás lo había hecho antes.

Realmente, si pudiese pedir un deseo, se dijo, tan solo sería que ellos pudieran ser siempre como eran en ese preciso momento. Juntos por lo que les restase de vida.

Nada más la idea llegó de golpe a su cabeza —y tras la sorpresa inicial que esta le produjo—, él rompió a reír a carcajadas. Durante semanas la inspiración le había sido totalmente esquiva, por más que la estuvo buscando, pero ese momento junto a Levi le había abierto los ojos, llenándolo de una alegría bullente que hizo sentir a Eren un poco tonto por no haberlo pensado antes.

Nada más ver lo divertido que él parecía, Morgana paró sus orejitas y se removió inquieta en busca de atención, ansiosa por saber que ocurría. Levi, por otro lado, enterró una mano en sus castaños cabellos y tiró suavemente de estos hacia atrás, haciendo que alzase un poco la cabeza para poder mirarle al rostro.

—¿Y ahora que mierda contigo, mocoso tonto? ¿Por qué tan contento? —inquirió frunciendo un poco el pálido ceño y afilando aún más los ojos—. Si me dices que es porque te has encontraste con ese bastardo…

—¡Claro que no estoy contento por haber visto a Jean! No seas ridículo, Levi. Y deja de poner esa cara —reprendió a su novio, alisándole el ceño con un dedo—. Tan solo es que estoy feliz porque acabo de tener una revelación maravillosa. ¡Ya sé cuál será la última fotografía que presentaré para la exposición fotográfica!

La expresión ceñuda de Levi dio paso a una de sorprendida curiosidad nada disimulada, la cual Eren aprovechó para poder dejar un casto beso en sus entreabiertos labios.

—Oh, ya veo —masculló este en cuanto él se separó un poco y le sonrió—. ¿Y piensas decirme cual será esa gran fotografía?

—Por supuesto que no. Será una sorpresa.

—Claro, una sorpresa. —Rodando los ojos, Levi lo abrazó por los hombros, atrayéndolo contra su pecho una vez más, importándole nada que la noche ya prácticamente estuviese cayendo sobre ellos y que cualquiera que pasase por allí podría verlos sin problema—. Tengo en verdad muchas ganas de ver esa sorpresa, Eren. Sorpréndeme como haces siempre con ese talento tuyo.

Marzo había dado inicio trayendo vientos de cambios, se dijo, y no solo de aquellos que anunciaban la pronta llegada de la primavera que abriría el nuevo ciclo, sino que también para su vida. Una nueva etapa con menos dudas y menos miedos, así como también la certeza de que al fin era el propio dueño de su destino y estaba tomando las decisiones correctas. El vivir de la forma en que él mismo había elegido hacerlo.

—Levi —susurró Eren a la noche silenciosa, sabedor que, a pesar de todo, sus palabras serían oídas—, gracias por ser mi elección correcta. Por ser el indicado para mí.

La respuesta de este, tal como él esperaba, fue el silencio. Un silencio acompañado del latir de aquel otro corazón junto al suyo y aquellos brazos ya tan conocidos rodeándolo con fuerza. Y Eren, que por tanto tiempo se había sentido fuera de lugar en la vida, no necesitó más. Esa vez tenía completa certeza de que había dejado su corazón en las manos adecuadas.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero de corazón que el capítulo haya sido de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en él.

Por lo demás, nuevamente lamento el retraso, ya que este capítulo debería haber salido hace varios días atrás, pero entre que fue un capítulo difícil de escribir, de corregir y betear, se retrasó más de lo previsto; además, estoy por comenzar mi temporada de exámenes para terminar el año académico, así que no he tenido mucho tiempo libre.

Y bueno, sé que este capítulo estaba siendo bastante esperado por el encuentro de Eren con Jean, así que solo espero cumpliera las expectativas. Honestamente, yo no suelo ser demasiado dramática, creo firmemente que en la vida la mayor parte de las cosas se puede solucionar con pensar las cosas bien y hablándolas claramente, que aunque no lo parezca, muchas veces es lo más complicado del mundo. Y ha sido por eso que considero que, después de todo lo vivido y aprendido, Eren se merecía ese final con Jean. Él está creciendo, como ha señalado, y ese crecimiento significa que ahora es capaz de ver sus propios errores, enfrentar sus miedos y aprender de ellos para seguir adelante sin cargar con cosas feas e innecesarias.

Un tema que ha marcado este capítulo desde mucho, mucho antes que lo escribiese, ha sido Paperweight, de Joshua Radin con Schuyler Fisk. Es un tema musical que me gusta bastante por su concepto, el del «pisapapeles»; alguien que estará allí tras de ti soportándote en todo lo que venga, y eso es algo que creo ha marcado mucho la relación de Eren y Levi en esta historia. Ellos son iguales y se comprenden sin llegar a coartarse, son amigos y compañeros por sobre todo, y eso les da la seguridad de que cada vez que lo necesiten, el otro estará allí para él, sosteniéndolo en lo que sea que la vida les depare.

Y eso sería todo en esta ocasión. De verdad espero alcanzar a sacar otro capítulo de la historia en diciembre, pero si no es así, ya la próxima actualización de In Focus será para enero del siguiente año. Cruzo los dedos por que no sea así.

Y respecto a lo mismo, aprovecho de avisar que si ven retrasos en esta historia o cualquier otra, así como en la respuesta de los comentarios y mensajes, por favor, discúlpenme. El miércoles entro de lleno a los exámenes finales en la universidad y no seré del todo libre hasta el 18 de este mes, y luego ya vienen las fiestas de fin de año, así que, como siempre, será un periodo complicado para mí.

Aun así, espero al menos poder seguir actualizando algunas cosas; y en la medida que pueda, responderé los comentarios y mensajes. Yo jamás me olvido de eso, lo prometo, y poco a poco lograré ponerme al día.

Para quienes leen el resto de mis historias, aviso que mañana o el miércoles subiré el capítulo 5 de Tú + Yo = Allegro, con el que me he atrasado unos días por actualizar In Focus, y la siguiente actualización larga será para el capítulo 15 de Cantarella, en su línea de Pecado.

Una vez más muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, favoritos, marcadores y alertas. Siempre son el mayor incentivo para continuar por aquí.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes.

 

Tessa.


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