Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cantarella (Riren/Ereri) por Tesschan

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 15:

(PECADO)

ARENAS MOVEDIZAS

 

Y tú,

como un alga dulcemente acariciada por el viento

en las arenas del viento te agitas entre sueños.

Demonios y maravillas.

(Jacques Prévert, Arenas Movedizas).

 

 

 

Las palabras de Levi —una sulfurada mezcla de aterrada preocupación y enfado apenas contenido— parecían rebotar en el cerebro de Eren antes de que él lograse siquiera asimilarlas y comprenderlas del todo, por más que lo intentara. Se encontraba aún demasiado confundido por todo lo sucedido esa última hora: el ataque en la universidad, Jean salvándolo, su extutor a punto de sufrir un colapso nervioso, por lo que la realidad se le ablandaba por los bordes y difuminaba como un sueño del que no lograba despertar del todo.

Estaba mentalmente agotado.

Sentado frente a Levi en el blanco sofá de la sala de la casa de este, apretó con fuerza los labios mientras aquellos pálidos dedos le curaban con cuidado los rasmillones que se había hecho en el rostro durante la caída. Como era habitual en él, Levi intentaba mantener sus emociones a raya, sin embargo Eren pudo notar el miedo reflejado en sus ojos grises; una emoción fea y filosa que le dolió e hizo daño en lo más profundo, probablemente porque se sabía el único responsable de aquello, una vez más.

Intentando ignorar el punzante dolor de cabeza que taladraba sin tregua alguna sus sienes, rebuscó entre las mil disculpas que se agolparon en su cabeza, desesperado por aplacar en parte su maltrecha conciencia; aun así, al observar las tensas expresiones de todo los presentes, simplemente se mordió la lengua y guardó silencio, sabedor de que aquello solo podría empeorar las cosas para él. Si las circunstancias hubiesen sido otras, con ellos dos a solas, Eren probablemente no se habría contenido en absoluto; no obstante, frente a tantos ojos ajenos que de seguro no lograrían comprender la complejidad de su relación con aquel otro hombre y podrían mal juzgarla, tan solo le quedó aguantar y callar.

—Dios mío… no puedo creer que esto se esté descontrolando tan pronto. ¡Maldición! —soltó Hange repentinamente molesta, terminando de revisar y curar las manos de Jean, quien se hallaba sentado en una de las sillas del comedor—. No es que no lo esperase, ya todos sabíamos que tarde o temprano ellos harían algo, pero al menos pensé que tendríamos un poco más de tiempo antes de que comenzaran a actuar.

—Tch, ¿y desde cuando esas mierdas han sido así de consideradas? —preguntó mordazmente Levi a esta—. Dudo mucho que le hubiesen avisado al padre de este mocoso que planeaban asesinarlo para robarle su trabajo.

Al oír aquello, Eren contuvo el aliento, tragando dura y dolorosamente el nudo que sintió acababa de formarse en su garganta, ante lo que Hange le lanzó una mirada cargada de conmiseración. Después de todos esos años transcurridos, el asesinato de su padre ya era algo asumido para él; no obstante, recordarlo de una forma tan fría y cruda, no dejaba de ser abrumador.

—No estoy diciendo que lo fuesen a hacer, Levi, solo que… no sé, tal vez actuarían con más cuidado, como lo han venido haciendo durante todos estos años.

—Los últimos, querrás decir —la contradijo este, comenzando a desinfectar sus manos lastimadas—. Te recuerdo que los últimos meses que pasamos en Trost no fueron precisamente cuidadosos Hange. Hasta el resto del personal del orfanato, e incluso algunos de los críos, se dieron cuenta de que algo extraño ocurría.

Quitándose las gafas, Hange comenzó a limpiarlas parsimoniosamente utilizando el borde de su camiseta rosa, sentándose luego en la otra punta del sofá, viéndolos con toda seriedad.

—Lo sé, lo sé, Levi, y por eso mismo tomamos la decisión de sacar a los chicos de allí; pero dejando de lado los momentos puntuales en los que nos han sorprendido con ataques muy efectivos, como fue el asesinato de Grisha y los posteriores intentos de secuestro de Eren, ellos siempre han intentado mantener un perfil muy, muy bajo, hasta ahora al menos. Esto que han hecho ha sido una completa locura, porque saben que nos pondrá en alerta.

—Y probablemente eso sea lo que busquen, según el comandante Smith —intervino Jean por primera vez desde que habían llegado a casa de Levi, donde parecía sentirse bastante incómodo—. Él cree que este tipo de advertencias, lo de la nota de ayer y lo de hoy, no son solo para nosotros.

—Ya, por el asunto de los dos grupos que quieren la formulación de la droga —masculló Levi, terminando de aplicar una pomada antiséptica sobre la mejilla izquierda de Eren, con mucha más delicadeza de la que él esperaba.

—Exacto —corroboró el otro chico.

—Pero entonces, si ambos quieren a Eren, ¿por qué tanto descuido por parte de estos bastardos? —preguntó su extutor, afilando su clara mirada en dirección a Jean—. Si realmente querían hacerse con él, lo mejor hubiese sido que prepararan un plan más elaborado y no uno tan mierda como este. El que primero golpea, primero gana. Joder, esto es demasiado extraño. ¿Y qué demonios estás haciendo tú aquí, Kirstein?

—Eso mismo quiero saber yo —soltó Eren, sintiendo que el dolor de cabeza comenzaba a matarlo de tanto estrés, más todavía cuando el otro idiota sonrió ladeada y sardónicamente en su dirección—. ¿Por qué has aparecido hoy aquí, Jean? ¿Cómo es eso de que me estabas siguiendo?

—¿Y dónde queda tu sentido y eterno agradecimiento, Jaeger? —inquirió su excompañero, tan malditamente provocador como él recordaba, a pesar de los años.

Tras el incomodísimo momento que ellos tres habían vivido esa misma tarde, luego de que Jean lo salvara y Levi llegara posteriormente en su ayuda, Eren se había sentido muy descolocado como para poder pensar con claridad. Jamás en su vida había esperado volver a ver a Jean luego del cómo ellos tres tuvieron que marcharse de Trost, fingiendo su propia muerte; por ese motivo, que este no solo hubiese acudido en su ayuda, sino que también no hubiera parecido ni un poco sorprendido de verlo vivo, fue más de lo que él pudo asimilar en ese momento.

No obstante, mucho más calmado ya, Eren volvía a sentirse dueño de sí mismo y su cerebro había regresado a funcionar con relativa normalidad, dejándose arrastrar más por el enfado que por la confusión que lo ablandaba en extremo. Aun así, antes de que pudiese comenzar a replicar contra aquel imbécil y su desmedida soberbia, Levi los miró a ambos. Una fría advertencia que dejó sus bocas cerradas a pesar de que ellos seguían retándose en silencio.

—¿Y bien, Kirstein? —dijo este, volviendo nuevamente sus grises ojos hacia Jean—. Sigo esperando tu respuesta.

Ya fuese porque ni siquiera el paso de los años había logrado suavizar del todo el respeto y recelo intrínseco que Levi siempre provocó en los chicos de su grupo, Jean —perdiendo su petulancia inicial y apartando sus castaños ojos de él, ignorándolo deliberadamente una vez más— se apresuró a responder:

—He sido enviado personalmente por el comandante Smith, señor. Luego de los últimos acontecimientos que se le informaron ayer, el comandante comprendió que las cosas se estaban comenzando a complicar más de lo previsto, por lo que supuso que alguno de los dos bandos actuaría más temprano que tarde. Debido a ello, decidió que sería buena idea tener un resguardo extra para Jaeger.

—¡¿Y ese eres tú?! —preguntó él, abriendo los ojos con total incredulidad.

—¿Te recuerdo quien te salvó el culo hace menos de una hora atrás, princesa?

Un rubor caliente y rabioso cubrió de golpe sus mejillas, tanto de vergüenza al reconocer que el otro chico tenía razón, como de indignación al saberse tan impotente. Aunque le doliese admitirlo, Eren entendía que si no hubiese sido por la inesperada y afortunada llegada de Jean, él quizá ni siquiera estaría allí en esos momentos.

—Oi, mocosos, ¿cuándo dije que podían volver a discutir entre ustedes? —preguntó Levi con una voz calmada y mortífera que hizo a ambos contener la respiración—. Tch, ya no son unos críos y sin embargo siguen comportándose de la misma forma que antes, joder. Crezcan de una puta vez.

—Levi tiene razón, chicos, pueden dejar su… reencuentro para más tarde; de momento este asunto es mucho más urgente —les dijo Hange con una amable sonrisa, la cual no sirvió para ocultar del todo la preocupación que se apreciaba en sus ojos castaños—. Jean, Erwin me informó ayer de que tomaría algunas nuevas medidas sobre el caso de la droga, ¿eres tú una de ellas?

—No en realidad. Solo ayer en la noche se decidió que yo vendría a Shiganshina como un refuerzo; específicamente, soy un tipo de guardaespaldas para Jaeger —respondió este, lanzando otra astuta y burlona mirada en su dirección, la cual hizo a Eren apretar los dientes con furia—. Aun así, el resto de los planes del comandante Smith no me han sido informados. Lamentablemente.

—¡Ese maldito cabrón! Imponiéndonos sus decisiones, como siempre —protestó Levi, sentándose a su lado en el sofá, tan cerca que la negra tela de los vaqueros de ambos se confundía en una sola, haciendo que Eren tuviese la tentación de dejar caer su cabeza contra el hombro de este, olvidando así todo lo horrible que le había ocurrido aquella tarde.

—El comandante Smith solo actuó pensando en lo que creía sería lo mejor —insistió Jean, defendiendo lealmente a su superior.

—¿Y qué te haya enviado a ti es lo mejor? —inquirió Levi con mordacidad—. ¡Joder, si apenas tienes diecinueve años, Kirstein! ¿Qué tipo de entrenamiento vas a tener aparte del básico, mocoso? ¿Es que no había nadie con algo más de experiencia?

Si Jean se sintió o no ofendido por las palabras de Levi, no lo demostró en absoluto, mostrándose como el perfecto chico modelo que siempre había intentado ser cuando los ojos de los adultos estaban puestos sobre él. Aquella estúpida doble cara, era algo que Eren siempre había detestado en este.

—A los diecisiete años me enlisté en la rama de inteligencia de la milicia, señor, por lo que tal como dice, cuento solo con el entrenamiento básico; aun así, soy el mejor de mi grado. El comandante Smith pensó que enviarme a mí sería lo más conveniente debido a mi pasada historia con Jaeger. Ambos tenemos la misma edad, por lo que me será mucho más fácil infiltrarme en la universidad para que asistamos a las mismas clases. De ese modo podre protegerle fingiendo ser su amigo.

Nada más oír aquel despropósito de labios de Jean, Eren saltó indignado:

—¡Me niego a eso! ¡No pienso tenerte de niñera vigilando todo lo que hago, imbécil! —De solo pensar en que tendría que soportar a Jean cada día, en cada maldita clase, se sentía enfermo—. ¡¿Y quién demonios querría fingir ser tu amigo?!

—¿Crees que yo pedí este trabajo, princesa? ¡Me lo dieron, idiota! ¡Solo cumplo mis órdenes!

—Chicos, por favor —intervino Hange entre ellos, intentando calmarlos—. Comprendo que las circunstancias no les gusten del todo, pero…

—Mmm, no es del todo una mala idea —dijo Levi repentinamente, ante lo que Eren volvió el rostro para verlo, lleno de incredulidad; este, no obstante, tan solo lo ignoró—. Sigo pensando que no eres más que un novato en esto, pero al menos hoy has resultado ser de ayuda, Kirstein.

Al oír el reconocimiento de este por su buen trabajo, el pecho de Jean se infló como el de un orgulloso pavo real, lanzando una mirada de satisfecha burla en su dirección y haciendo que él sintiese unos deseos desmesurados de pegarle un puñetazo en la cara para bajarle los malditos humos.

—¿Qué podrías decirnos sobre el tipo que atacó a Eren? —preguntó Hange, pellizcando sin piedad la tela de sus deslavados vaqueros celeste, acusando su nerviosismo—. ¿Algún rasgo en particular que llamase tu atención?

—Que de seguro es alguien muy joven, pero con una gran experiencia en combate cuerpo a cuerpo —señaló Jean—. Era increíblemente veloz y listo al atacar; además, sabía bien que puntos exactos debía golpear para obtener ventaja a pesar de la sorpresa que fue mi llegada, y a que yo lo superaba por mucho en peso y altura.

—¿Dirías que es hombre o mujer? —volvió a inquirir esta, llena de curiosidad.

—Mujer —intervino Eren repentinamente, teniendo una total seguridad sobre ello a pesar de sus dudas anteriores—. Mientras me perseguía y atacaba, creí que podría tratarse incluso de un niño debido a su complexión tan menuda, aunque no estaba del todo seguro; ahora, sin embargo, al pensarlo mejor me doy cuenta de que su manera de moverse al luchar era como la de una mujer. Quien me atacó en la universidad fue una mujer.

—¿Y eso lo sabes por tu vasta experiencia con ellas, Jaeger? —preguntó Jean con fingida seriedad; una que quedaba desmentida en el desagradable brillo de burla que se apreciaba en sus castaños ojos.

—Pues claro, no por nada llevo desde los once años practicando defensa personal con Mikasa —respondió él con velado desprecio—. Pero no creo que sea algo que puedas entender del todo, Jean. Como las chicas siempre te han ignorado…

Indignación y rabia fue lo que Eren vio arder en la mirada del otro chico, pero antes de que este pudiese decir nada, Levi —que hasta hacía unos minutos atrás se había mantenido sentado cerca de él, pero sin permitirse ningún contacto directo tras curarle las heridas— posó una mano sobre su hombro izquierdo y la dejó allí. Un gesto casual y casi al descuido, y el cual, probablemente, podría no significar nada especial; aun así, para él, que sentía sus emociones tan desbocadas luego de aquellos días y lo que acababa de pasar esa tarde, aquel sencillo contacto fue como una explosión en su interior.

Alzando apenas una de sus delgadas cejas castañas, Jean frunció los labios de forma casi imperceptible y los contempló pensativo, ante lo que el corazón de Eren se aceleró y un sonrojo pesado y caliente le inundó las mejillas. No tenía que ser un genio para saber lo que aquel otro de seguro estaba imaginando sobre ellos dos y su relación, una suposición que no estaba demasiado alejada de todo aquello que Jean siempre sospechó tres años atrás, aunque en esa oportunidad sí fuese cierta.

—Me pregunto si quien ha intentado atacarte hoy estará relacionado de alguna manera con quien te envió el mensaje ayer, Eren —le dijo Hange. Sacando su móvil del bolsillo, esta comenzó a escribir un mensaje antes de continuar—: Por lo que Mikasa y tú han descrito, no creo que sea la misma persona, ya que aquella parecía ser bastante alta; aun así…

—Tch, ese no es el maldito punto, Hange. Sean o no los mismos, eso da igual mientras sigan representando un peligro para el mocoso. —La sujeción de la mano de Levi sobre su hombro se hizo más férrea al decir aquello, y al levantar el rostro para verle, Eren pudo percibir la tensión que embargaba sus pálidas facciones—. Un error como este no puede volver a suceder.

—Y por eso me han enviado a mí. Le prometo que realmente soy bueno en mi trabajo, señor —insistió Jean, volviendo a adoptar su aire de perfecto chico modelo—. Le aseguro que Jaeger estará bien bajo mi cuidado.

—Lo estará —aseguró Levi antes de que él pudiese protestar—. Por supuesto que lo estará; o desearás no haber nacido nunca, Kirstein.

Y aquellas palabras dichas con una calma fría y arrastrada, heló la sangre de Eren en sus venas, porque no era una promesa hecha en base a la desesperación, sino que una afirmación nacida de la determinación. Aquella veracidad letal que él había visto en Levi en contadas ocasiones, y la cual le recordaba siempre, a base de golpes de miedo, que este estaba lejos de ser el héroe extraordinario que había imaginado en su infancia; después de todo, aquel hombre en el fondo era un monstruo como le había obligado a comprender en muchas oportunidades; aun así, la fascinación que Eren sentía por este no disminuía. Quizá, después de todo, el mal atraía al mal, y en el fondo ellos no eran demasiado diferentes.

Su silenciosa respuesta fue apoyar su cabeza contra el hombro de Levi, sin importarle nada lo que el resto pensara de él, de ellos. Al fin y al cabo, desde el primer momento en que su vida y la de aquel hombre habían colisionado, ocho años atras, ambos se vieron arrastrados a las peligrosas y profundas arenas movedizas que formaban parte del otro.

Y Eren no deseaba salvación alguna.

 

——o——

 

Como si lo sucedido esa tarde en la universidad hubiese sido el desencadenante necesario para convertirlo todo en un caos, durante la siguiente hora, Eren no solo se vio obligado a soportar un nuevo interrogatorio de Hange —que debía enviar un informe completo a Erwin—, sino que también una angustiante llamada por parte de sus amigos y Hannes, a quienes debió explicar todo lo sucedido intentando no alarmarlos más de lo necesario, y asegurándoles que aparte del miedo que había pasado durante el incidente se encontraba bien, por lo que pronto regresaría a casa con ellos.

Sin embargo, nada más cortar la llamada, él sintió cosquillear la mentira en sus labios durante unos segundos. Por mucho que quisiera a Armin, Mikasa y Hannes, por mucho que estos fuesen su familia, en esos momentos necesitaba a Levi como el aire para seguir respirando. Cada vez que la desesperación y la angustia amenazaban con tragárselo, para Eren este era su único refugio seguro.

Jugueteando con el móvil que Hange le había prestado para llamar a casa —ya que él suyo había muerto estrepitosamente durante el ataque sufrido—, se dejó caer de espalda con los brazos abiertos sobre la cama de Levi y cerró los ojos unos instantes, intentando vaciar su cerebro y relajarse al menos un poco; pero, siendo tantas las imágenes y sensaciones confusas que lo embargaban por dentro en ese momento, como si fuesen una agotadora superposición de pensamientos, él se sintió incapaz de asimilarlas del todo, agobiándose.

El ligero golpeteo en la puerta lo obligó a abrir nuevamente los ojos, y al volver el rostro para ver de quien se trataba, Eren soltó un gruñido de disgusto.

Jean, apoyado de brazos cruzados contra la jamba de la puerta, lo contemplaba con aire estúpidamente arrogante y aquella mueca conflictiva que él conocía tan bien.

—Largo de aquí, idiota. Esta es la habitación de Levi, así que no eres bien recibido —soltó Eren sin cambiar su posición tumbada, esperando a que Jean comprendiera sus palabras y obedeciera; no obstante, como siempre ocurría entre ellos, aquel imbécil no solo lo ignoró deliberadamente, sino que también sonrió de medio lado para provocarlo—. ¿No me has oído, Kirstein? ¡Fuera! ¿Acaso tengo que decírtelo en idioma equino para que me entiendas?

—No me digas que ahora vas a ponerte a lloriquear, princesa —le dijo este con una sonrisa afilada y sardónica que irritó a Eren hasta lo imposible—. ¿O tal vez prefieras llamar a Levi para que te defienda?

—Como si no pudiese darte una paliza por mi cuenta —replicó él con acidez, acodándose en la cama para levantarse un poco y enfrentarlo sin sentirse en desventaja—. ¿Y? ¿Qué es lo que quieres?

—Solo tenía curiosidad —respondió Jean, encogiendo sus anchos hombros, cubiertos por el negro suéter de cuello alto—. Jamás imaginé que al final sí lograrías hacer caer a Levi en tu jueguito de damisela enamorada, Jaeger. Creí que él sería mejor que eso.

—¿Y que si lo hice, Jean? ¿Celoso acaso? —repuso Eren con cansancio—. Que jamás consiguieras ser su favorito, a pesar de lo mucho que lo intentaste, no es mi problema.

—Como si le hubieses dado siquiera la oportunidad a alguien más, mascota —le espetó su excompañero, cruzando los brazos sobre su pecho y utilizando aquel maldito apodo que él tanto había detestado en el pasado—. Mierda, bastardo, no puedo creer que mientras nosotros nos preocupábamos por ti, por ustedes tres, tú simplemente estabas por allí, pasando el tiempo con Levi.

Frunciendo los labios en un gesto de molesto desprecio ante su reclamo, Eren le enseñó el dedo medio, logrando solo que Jean pareciera infinitamente satisfecho ante su irritación; aun así, un aguijonazo de dolorosa culpa golpeó y anidó en el centro de su pecho, justo en ese lugar tonto y sentimental que aun atesoraba al orfanato y a los chicos con los que allí había convivido como un recuerdo cálido de un pasado mejor. Una vida donde, a pesar de no haber sido precisamente feliz, al menos él se había sentido parte de algo, aunque fuese durante un tiempo prestado.

—Sasha, Connie, Historia, ¿sabes cómo les va? —preguntó al otro, sentándose en el borde de la cama e intentando ahogar el dolor provocado por la nostalgia—. ¿Sigues en contacto con ellos?

Jean asintió.

—Historia al final decidió quedarse de forma permanente en el orfanato, porque va a convertirse en tutora una vez acabe sus estudios de preparación; ya sabes cómo es ella. Sasha y Connie, en cambio, se han unido al ejército, al igual que yo, aunque en la rama de combate. Aun así, tenemos algunos entrenamientos juntos, por lo que nos vemos bastante seguido. Los cuatro intentamos reunirnos cada vez que podemos y nuestras responsabilidades nos lo permiten.

Al pensar en cómo la vida de todos ellos había cambiado tanto en un lapsus de tiempo tan corto, Eren se sorprendió muchísimo. Tres años atrás, él ni siquiera tenía una mínima idea de lo que haría con su vida una vez llegase a los diecinueve. Por ese entonces, su vivir se limitaba a desear estabilidad emocional, una familia y a Levi. Si alguien le hubiese dicho en ese momento, que tres años después todo su mundo volvería a estallar una vez más en caos teñido de sangre y muerte, seguramente se habría aterrado.

—Una mala vida, ¿eh? —le dijo a Jean con cierta resignación.

—Más bien, una sin muchas elecciones y oportunidades —admitió este, frotando con sus nudillos la cortísima barba que bordeaba su mandíbula—. Pero ¿qué más había para nosotros aparte de esto? Nuestras familias formaron parte de la milicia, así que a pesar de que las intenciones de los fundadores del orfanato siempre fueron buenas, prácticamente nos criaron para lo mismo: «deber y servir». Al final, quizás ustedes tres fueron los más afortunados al escapar de allí.

Sin pedirle permiso en absoluto, Jean ingresó al cuarto con todo descaro y se dejó caer sentado a su lado en la cama. Eren golpeó el hombro de este con el propio para echarlo de allí, pero el chico le devolvió el gesto con dolorosa fuerza, debiendo solo conformarse con lanzarle una mirada envenenada, ante la que este sonrió.

Durante unos instantes ambos se quedaron en silencio, uno bastante sepulcral y solo roto por los amortiguados ruidos del exterior. Levi había salido a comprar la cena para todos ellos, mientras que Hange se hallaba encerrada en la habitación de invitados, teniendo una videollamada en privado con Erwin, por lo que la casa se sentía pesadamente solitaria y vacía.

Al observar de reojo a Jean, tan diferente y al mismo tiempo tan similar al chico que Eren recordaba, el pasado se enredó en torno al presente de forma casi dolorosa.

Este seguía vistiendo de negro al completo, con vaqueros y un suéter ajustados que realzaba su figura, pero bajo la suave luz de la habitación, la imagen chocante e intimidante que había proyectado a sus ojos horas antes, parecía haberse suavizado un poco. Jean, al igual que él, había crecido en esos últimos tres años, ganando tanto altura como musculatura, y perdiendo los rasgos más redondeados de la niñez, por lo que su rostro ahora lucía mucho más marcado y menos alargado que durante su adolescencia, algo que se enfatizaba con el largo cabello castaño que lo enmarcaba, haciéndolo parecer alguien más maduro.

Aunque odiase reconocerlo, se dijo Eren, tenía que admitir que el paso de los años había tratado bien a ese idiota. La vida era tan injusta…

—¿Cuándo supiste que no estábamos muertos? —le preguntó finalmente al otro chico, formando figuras abstractas sobre el piso del cuarto con la puntera de sus deportivas.

—¿Con total certeza? Solo ayer por la noche, cuando el comandante Smith me llamó para informarme del trabajo que debía hacer aquí. Suponiéndolo, más o menos un año después de que ustedes «murieran».

Anonadado por aquella respuesta, Eren volvió su verde mirada hacia su excompañero, esperando encontrar cierta burla velada en este, como siempre. No obstante, por una vez la expresión de Jean era toda seriedad.

—¿Dos años? ¿De verdad lo sospechaste por tanto tiempo?

—¿Qué, bastardo? ¿Sorprendido?

—Es que… no lo comprendo —respondió él, confundido—. Se suponía que todo lo que Levi y Hange se montaron para sacarnos de Trost, sin levantar sospechas, iba a ser una tapadera perfecta.

—Y realmente lo fue, créeme. Tras el accidente y que «sus cuerpos» aparecieran por completo calcinados en el coche, luego de que este se despeñara, todo en el orfanato se volvió un completo caos. Tres niños y un tutor muertos de la noche a la mañana no fue cualquier cosa, Eren, menos cuando este era el propio director. —Suspirando, Jean apoyó ambas manos en el borde de la cama, elevando el rostro y mirando hacia el techo—. Durante los primeros días nadie sabía qué hacer ni que pensar, ¿sabes? Era difícil asimilar algo así, tanto para los tutores como para los niños, por lo menos hasta que sus funerales fueron un hecho. Mierda, bastardo, nos hicieron llorar por ustedes.

Sin poder evitarlo, Eren sonrió burlonamente al oírlo.

—¿Así que lloraste por mí, Jean?

—Ya quisieras, princesa. Lo hice por Armin, Mikasa y Hannes. Lo mismo me daba que tú te pudrieses en el Infierno.

—Mentiroso —lo provocó él un poco más, pegándole un potente codazo en las costillas y ganándose una mirada de rencor por parte de este—. ¿Debo asumir entonces que fue debido a que no podías aceptar ni superar mi prematura muerte que llegaste a la conclusión de que seguíamos vivos?

—¡Ya te dije que me daba lo mismo que siguieras más que muerto, imbécil! Yo solo… —Soltando un leve gruñido de frustración, Jean lo fulminó con la mirada; aun así, el ligero rojo de la vergüenza en sus mejillas acabó por delatarlo—. La culpa fue de Levi, en realidad.

—¡¿Qué?! ¡Eso es imposible! —exclamó Eren desconcertado, incapaz de creer que el responsable de haber puesto toda aquella elaborada farsa en funcionamiento hubiese cometido un error tan catastrófico—. ¡Levi era el más interesado en hacernos desaparecer! ¡Él fue en extremo cuidadoso!

—¿Lo fue? —preguntó Jean con sorna—. Mierda, Eren, Levi vivía pendiente de ti, todo el tiempo. Tal vez tú no te dieses cuenta porque te la pasabas lloriqueando por su atención, metido en tu sufrimiento como una maldita princesa despechada y con el corazón roto, pero él jamás dejaba de observarte, hicieras lo que hicieses. Eras tú y el resto del mundo, o quizá ni siquiera eso. Solo eras tú, al fin y al cabo. Jamás habría permitido que te pasase nada. Nunca.

Al recordar su vida por aquel entonces, Eren tuvo que reconocer que quizá Jean sí tuviese algo de razón. Durante sus días en el orfanato, su mundo se había centrado casi por completo en Levi, tanto para bien como para mal, sobre todo cuando las cosas entre ellos traspasaron lo platónico y comenzaron a cambiar.

No obstante, tras su secuestro y el desastre que este generó, Levi tomó la dura decisión de que ellos tres debían desaparecer de allí, para así evitar que él volviese a estar en peligro. Por supuesto, Eren había llorado y suplicado hasta quedarse sin lágrimas, diciéndole que no le importaba lo que pudiese ocurrirle y asegurándole que podría soportarlo mientras siguieran juntos; sin embargo, si algo había aprendido tras todo el tiempo que llevaban conociéndose, era que una vez aquel hombre tomaba una decisión, no había marcha atrás.

Por eso, cuando todo estuvo dispuesto para su «muerte», él simplemente tuvo que acatar órdenes y aceptar la despedida, tan solo guardando un resquicio de esperanza a la que aferrarse, pensando que algún día este cambiaría de opinión y regresaría a su lado porque lo amaba; algo que en tres años de espera jamás se cumplió. Levi nunca volvió por él.

—Nosotros… nosotros no éramos lo que estás pensando. No por ese entonces, al menos —le dijo Eren al otro chico, sin saber bien por qué demonios se estaba justificando; culpa, probablemente, porque a pesar de los muchos límites que Levi siempre le puso, aun así él no pudo evitar transgredirlos—. Es verdad, Jean —insistió, al ver la expresión de incredulidad de este.

—Pues disculpa que me ría, bastardo. No era como que fueses precisamente muy cauto y discreto a la hora de tratar con él, mucho menos cuando estaban a solas.

Sintiéndose consternado ante aquella revelación, Eren miró a este con absoluto espanto.

—¡¿Me espiabas, idiota?!

—¡Claro que no! ¡¿Por qué demonios iba a querer…?! ¡Mierda! Tan solo es que… bueno, supongo que por aquel entonces me era difícil no prestarte atención —admitió Jean a regañadientes, con una expresión tan contraída que casi parecía que acabara de beberse un licor amargo—. ¿Sabes cuantas veces te vi escabullirte a su cuarto en medio de la noche, Eren?

Sintiendo contraerse su estómago a causa de la ansiedad, y quizás algo de vergüenza, él bajó los ojos a sus manos unidas sobre el regazo, observando el desastre que eran sus uñas demasiado mordidas y las heridas que tenía en estas tras la caída.

Los últimos meses que ellos cuatro pasaron juntos en el orfanato Rose, Eren, ingenuamente, siempre creyó ser en extremo cuidadoso respecto a sus escapadas nocturnas y su trato hacia el otro hombre a pesar de lo muy difícil que le era manejar sus propios sentimientos, demasiado exaltados a causa de su enamoramiento. A sus dieciséis años, él había comprendido bien que de descubrirse el tipo de relación que mantenía con Levi, aunque esta hubiese sido platónica en su mayor parte, su tutor habría acabado metido en serios problemas, por lo que siempre intentó contenerse; además, la permanencia de ellos en aquel sitio también hubiese peligrado si su secreto era descubierto, y algo a lo que Eren no estaba dispuesto, era a que Mikasa y Armin sufrieran más de lo que ya lo habían hecho.

Demonios, al parecer se había equivocado en aquello como en tantas otras cosas, pensó con desánimo al asimilar las palabras de Jean. ¿Por qué jamás podía hacer las cosas del todo bien?

—Solo hablábamos —admitió, atreviéndose al fin a mirar al otro chico. Al ver la expresión de incredulidad en el rostro de Jean, insistió con ligera molestia—: Lo digo en serio, idiota.

—Seguro. Y para eso tenías que ir a meterte a su cuarto en plena noche, ¿no?

—Por aquel entonces solía tener pesadillas de forma continua y me costaba muchísimo dormir, así que cada vez que eso ocurría, tan solo me iba donde Levi y él… bueno, me escuchaba —le dijo a este, sintiéndose inquietantemente vulnerable al estarle revelando aquella parte de su vida que siempre se esmeraba tanto en resguardar—. Él sabía todo lo que había pasado con mi familia, con nosotros, así que me era fácil desahogarme, porque nunca desestimó mis miedos o me juzgó por ellos. Entre nosotros solo había un profundo entendimiento, Jean, porque Levi era… bueno, demasiadas cosas para mí; aunque supongo que nuestra relación es difícil de entender para otros.

Y aquella era una dolorosa verdad, tuvo que reconocer Eren. Por mucho que la relación de ambos hubiese dado un giro importante tras lo ocurrido en los establos, por mucho que él hubiera insistido hasta lo imposible porque esta avanzara y Levi se decidiera a tenerlo a su lado como algo más que solo el chico del que era responsable, este siempre dejó claro que entre ellos no podía pasar nada más debido a sus circunstancias. Sus complicadas y malditas circunstancias, en las cuales su pasado como casi familia pesaba enormemente en la conciencia de aquel hombre.

—Un refugio —masculló el otro chico de mala gana—. Creo que en el fondo ya sabía eso, después de todo, cualquier cosa que te involucrase, por pequeña que fuera, Levi jamás la pasó por alto. Nunca.

—Tampoco era como que yo le hubiese dado demasiadas opciones, ¿sabes? —reconoció él con ligero atisbo de sonrisa, el cual Jean le devolvió.

—Lo sé, y por eso mismo llegué a la conclusión de que estaban vivos. Cuando supimos del accidente, su estoicidad me pareció extraña, pero asumí que era debido al dolor que le significaba el haberlos perdido a los tres cuando eran su responsabilidad —le explicó—. Y luego, cuando se marchó a los pocos días de celebrados sus funerales, seguí creyendo que era debido a lo mismo. Sin embargo, un año después me lo encontré por casualidad en el despacho del comandante Smith y ya no estuve tan seguro.

»Por ese entonces, yo ya había entrado al grupo de inteligencia para mi preparación y este había comenzado a fijarse en mí, encargándome algunos quehaceres pequeños o recopilando información para él, por lo que pasaba bastante tiempo bajo sus órdenes. Debido a eso, cuando vi a Levi allí, hablando de ti con el comandante, supe que algo en toda esa historia no cuadraba. No había dolor ni angustia en sus palabras, solo culpa y… añoranza. Demasiada. No hablas así de alguien a quien ya has perdido para siempre, ¿sabes?

Durante aquellos tres largos años de separación, muchas veces Eren se había ahogado en la inmensa rabia y dolor que sentía. Rabia por la indiferencia que Levi le había mostrado al dejarlo ir tan fácilmente, mientras que la separación para él resultó una constante agonía; y dolor al sentir que su amor, todo lo que Eren tenía para ofrecerle a este, no había bastado para mantenerlo a su lado.

Por eso mismo, aunque las palabras de Jean le escocieron, de igual forma estas resultaron ser un extraño bálsamo para sus imperecederas cicatrices, suavizándolas un poco. Levi y él jamás podrían hacer borrón y cuenta nueva, después de todo, desde un principio la vida de ambos siempre había estado marcada por dolores y horrores tan profundos como un abismo; pero, aun así seguían juntos, a pesar de todo y de todos.

Además, que el destino se hubiese obstinado en reunirlos nuevamente, era una señal para Eren, y por eso, aunque Levi había insistido en ofrecerle una oportunidad perfecta para escapar de su lado, una vez más él decidió no tomarla. Después de todo, horrible o no, equivocado o no, aquel hombre era todo lo que quedaba de su maltrecho corazón, y prefería mil veces seguirle teniendo a pesar de su tormentoso pasado, antes que perderlo por completo.

—Jean —llamó al otro chico, pasados unos instantes de silencio, inspirando hondo para armarse de valor cuando este alzó el rostro para verlo—. Gracias.

La complejidad de las emociones que vio en los ojos de su excompañero, tan acusadas como las que él mismo sentía recorrer su propio corazón, claramente resultaron algo violentas para ambos.

Durante buena parte de su infancia y adolescencia, los dos se habían odiado —o fingido hacerlo— de la forma egoísta y caprichosa que solían adoptar los niños cuando eran incapaces de comprender el enrevesado mundo de las relaciones sociales. Jean había sido su mayor rival y su mayor castigo, y aunque Eren seguía creyendo con firmeza que este era un completo idiota sin remedio, también debía reconocer que aquellos años de lejanía le habían pesado en el corazón debido a todo lo que acabó perdiendo. Haberse reencontrado con este después de tanto tiempo, sabiendo que, a pesar de todo, las cosas entre ambos seguían estando en el mismo sitio, no fue solo reconfortante para él, sino que también como devolverle un pedacito de ese pasado que ya creía perdido. Fue un decirle que todavía estaba vivo, porque Eren Jaeger aún existía, aunque fuese solo para algunos pocos. Que él, siendo el hijo de sus padres, todavía importaba.

—Solo intenta no darme más problemas de los necesarios, princesa —replicó Jean, todo sonrisa sarcástica y ojos maliciosos; un claro intento por ocultar su vergüenza—. No creas que me entusiasma demasiado la idea de tener que cuidar constantemente de tu trasero.

—Lo mismo digo —respondió él, sonriendo a su vez.

Y mientras platicaban de aquellos tres años sin verse, de todo lo que sus mundos habían sido y cambiado desde aquel entonces, Eren sintió que al menos por ese momento volvía a ser un chico completamente normal. El chico que tal vez debería haber sido si la vida no lo hubiese convertido en un monstruo cazado por otros todavía peores.

 

——o——

 

Sintiendo todo el peso emocional de aquel día de mierda cayendo sobre él como una roca, Levi —terminando de secarse el cabello con una toalla— salió del cuarto de baño y soltó un suspiro de resignación al ver lo que le esperaba allí.

Tras la cena rápida y la tensa plática que compartieron durante ella, Hange —que los había puesto al corriente de su reciente conversación con Erwin— acabó por anunciar su marcha, así como su decisión de llevarse a Jean con ella para que se este se quedase en su casa durante unos cuantos días, al menos hasta que encontrara un sitio propio donde quedarse; sin embargo, cuando llegó el turno de Eren, este no se mostró para nada tan obediente como el otro chico, todo lo contrario.

Argumentando que no se sentía bien emocionalmente para tener que responder las preguntas a las que de seguro lo someterían Hannes y sus amigos, el mocoso imploró por quedarse esa noche en su casa. Hange había protestado un poco, por supuesto, pero aunque Levi odiase admitir que era tan jodidamente débil y manipulable cuando de Eren se trataba, acabó cediendo a su petición, una vez más.

Y demonios, como se arrepentía en esos momentos de ello.

Debido a que el otoño estaba cada vez más cerca, y las noches en Shiganshina habían comenzado a ponerse ligeramente frías y ventosas una vez la oscuridad caía, Levi, intentando ignorar al enfurecido chico que estaba sentado solo con vaqueros y una delgada camiseta gris a los pies de su cama, se dirigió hacia la entreabierta ventana del cuarto y la cerró por completo.

Al sentir el insistente peso de una mirada sobre él, ardiente e indignado fuego verde fue todo lo que pudo percibir en los ojos de Eren al volverse para encararlo.

—No voy a usarlo, ¡le ha puesto un rastreador! —protestó el chico, lanzando sobre la blanca colcha de la cama el nuevo móvil que Levi acababa de comprarle hacía unas pocas horas atrás—. Se lo devuelvo.

—No creo haber pedido tu opinión al respecto, Eren —le dijo a este, intentando no perder la paciencia. Sentándose a su lado en la cama, comenzó a secarse los pies desnudos—. No tenías móvil, acabo de darte uno. Tan fácil como eso. Por cierto, el baño ya está listo para que puedas ocuparlo.

Mostrándose dramáticamente ceñudo y ofuscado, siendo todo verdes ojos de fuego retadores, Eren pegó un manotazo sobre la cama.

—¡No puede controlarme como si fuese su mascota, Levi!

—Sí puedo y voy a hacerlo —replicó él, sin levantar la voz siquiera—. Desafíame, mocoso, y te juro que lo siguiente que haré será implantarte un rastreador bajo la piel.

El chico bufó con indignación.

—¡¿No sé supone que tengo que aguantar a Jean de niñera solo porque Erwin y usted decidieron que era una buena idea?! ¡Con él siendo mi sombra, un chip de rastreo será completamente innecesario!

—¡No lo es, joder! —soltó él, perdiendo finalmente la paciencia; aquella que había intentado mantener bajo control durante las últimas horas solo por consideración al maldito mocoso obstinado que tenía en frente—. ¿Sabes el susto de mierda que me has hecho pasar esta tarde, Eren? Te pedí que fueses cuidadoso. Te pedí que no perdieses el tiempo rondando por allí a solas, debido a tu propia seguridad, ¡pero no, joder! ¡Te largaste sin pensar en nada porque te dio la puta gana y creíste que era una buena idea! ¡¿Y qué has conseguido con tu rebeldía, Eren?! Que casi te lastimaran, otra vez. ¡¿Por qué simplemente no puedes obedecer cuando te pido que lo hagas, demonios?!

La rabia en los ojos del chico fue evidente, aquella que Levi había conocido bien cuando este era un crío temperamental y llevado a sus ideas, y la cual se había vuelto una cosa turbulenta y conflictiva cuando era un adolescente con las emociones desbordadas. Ahora, no obstante, siendo ya casi un adulto, Eren no se doblegaba tan fácil a su voluntad como en aquellos días, y bajo otras circunstancias, a él le habría resultado hasta divertido el reto que aquello representaba, pero no así; no después de casi haberlo perdido nuevamente por culpa de aquella maldita droga y los malnacidos que estaban tras esta.

Tras pensárselo un momento, Levi volvió a ponerse en pie y se dirigió hacia la mesilla de noche para rebuscar en esta. Cuando volvió junto al chico, los enormes ojos verdeazulados de este se abrieron con asombro al ver lo que él tenía en su mano y tendía en su dirección.

—Es una broma, ¿verdad? —le preguntó con incredulidad—. No puede pretender que vaya por allí con un arma. ¡Ni siquiera tengo una licencia!

—Lo harás, igual que con el puto móvil —respondió Levi, dejando sobre la mano del chico su Bersa, cerrando sus largos y temblorosos dedos en torno a la empuñadura de esta—. Ya sabes cómo usarla, Eren, pero creo que de todos modos no te vendría mal un poco de práctica para refrescarte la memoria. Hablaré con Hannes al respecto.

El asombrado desconcierto del chico dio paso a una rabia de dientes apretados y resplandecientes ojos llenos de lágrimas apenas contenidas. Levi, conociéndolo tan bien como lo hacía, pudo anticipar el enfrentamiento y la lucha que se avecinaba; sin embargo, para su total sorpresa, este le dio un fuerte puñetazo en el brazo izquierdo, el cual lo hizo soltar un ligero gruñido a causa del dolor.

—Usted es condenadamente injusto —masculló Eren, poniéndose de pie para enfrentarlo, tirando el condenado revólver a la cama, como si este fuese una serpiente venenosa.

Sin inmutarse, él asintió.

—Totalmente, mocoso; ¿pero acaso no lo has sabido siempre?

La respuesta del chico fue tan salvaje y violenta como el oleaje del mar en invierno, rodeando su cuello posesivamente con una de sus morenas manos y besándolo cuando lo tuvo a su alcance, siendo por completo todo angustia y desesperación; todo miedo y dolor. Tantas emociones apenas contenidas entre ambos, que Levi no pudo evitar preguntarse cómo era posible que aún no acabasen por destruirse.

La angustia desbordada del beso dio paso a la calma que siempre imperaba luego de las peores tormentas. Oyó a Eren respirar profunda y trabajosamente con el rostro escondido en el hueco de su cuello, sintiendo su dolor expandirse como olas cuando sus dedos aferraron con fuerza la tela de su blanca camiseta hasta volverla un apretado puño.

No hubo llanto esa vez, pero una parte suya lo hubiese preferido sobre aquellos gritos agónicos y silenciosos que el chico parecía contener a duras penas, y los cuales él acalló rodeándolo con sus brazos mientras le permitía a este aquel desahogo que parecía jamás ser suficiente ni tener fin.

—¿Qué cree que estemos pagando? —preguntó Eren con voz tan exasperada como entristecida—. Si la vida exige un pago justo por todo lo que hacemos, entonces, ¿qué es exactamente lo que nosotros estamos pagando, Levi?

Por un momento él estuvo tentado de reventar su burbuja de ingenuidad y decirle que la vida no era justa en absoluto, sino que todo lo contrario, ya que no existía peor cabrona que ella; aun así, al recordar todo el tiempo que ambos habían compartido, aquel retorcido lazo teñido de sangre que los había unido desde un principio, ya no estuvo tan seguro.

—Tal vez, estemos pagando el habernos conocido, Eren.

Los ojos del chico se alzaron para verlo, enormes, oscuros y verdes como el bosque profundo, e igual de misteriosos debido a los mil secretos que albergaban en su interior.

—Porque somos un error —le dijo este con una ladeada y pesarosa sonrisa—. Somos que lo que nunca debería haber sido, pero todavía así existió. Y aquí estamos.

—Aquí estamos, mocoso —corroboró él, posando una mano sobre su morena y cálida mejilla lastimada para acunarla, dejando un suave beso sobre sus labios ligeramente temblorosos—. ¿No te lo dicho ya, Eren? Somos un desastre, pero eres mí desastre, y yo seré el tuyo por todo el tiempo que tú decidas.

Las emociones del chico, tempestuosas y violentas, se reflejaron en sus ojos como un verdeazulado infierno, resonando con el que él mismo albergaba en su interior, como si fuesen una sinfonía.

—Levi, ¿no ha pensado nunca en como habrían cambiado las cosas para los dos si su decisión hubieses sido diferente hace tres años atrás?

La pregunta del chico lo confundió unos instantes, sin saber con exactitud a lo que este se refería; después de todo, a los dieciséis años, Eren solía cuestionarse todo en la vida, desde sus emociones demasiado intensas a sus acciones impulsivas, y el resultado que estas pudieran tener en su futuro. No obstante, algo en su mirada, en la forma suave y posesiva en la que la mano de este se posó sobre su corazón de latidos pausados, llevó a Levi de regreso a aquel momento de su pasado; el punto exacto donde podría haber acabado con el sufrimiento del muchacho, aunque no con el de ambos; nunca el de ambos. No cuando Eren ya se había convertido en la razón de su vida y, probablemente, el error más egoísta que él nunca había cometido.

—Volvería a hacerlo, mocoso —le dijo sin la menor duda—. Mi decisión, a pesar de todo, seguiría siendo la misma.

La sonrisa de Eren al oírlo no se suavizó, por el contrario, se volvió ligeramente afilada, casi como si ya hubiese anticipado su respuesta. Aun así, el chico besó sus labios una vez más, y en su aliento cálido Levi notó el ligero regusto de la fría escarcha invernal.

—Lo sé, y por eso mismo quiero que me prometa algo —murmuró apenas contra su boca, separándose lo justo para que los ojos de ambos se enfrentaran—. Si algo así llegase a suceder otra vez, no dude, ¿está bien? Por favor, no permita que me conviertan en algo que no deseo ser.

—Eren…

—Júremelo —insistió este, lleno de oscura determinación—. Si de todos modos tengo que morir, prefiero que sea usted quien acabe con mi vida. ¿Acaso no lo ha dicho ya? Soy suyo, le pertenezco. Hágase responsable.

La negación rotunda fue su primer impulso, del mismo modo en que lo había sido aquel fatídico día, años atrás, cuando la certeza de saber que matar al chico era la opción correcta y la solución más fácil, y ante la cual, sin embargo, por primera vez en su vida dudó, porque no podía perderlo. Porque aunque supiese que jamás iban a poder estar juntos, que Eren no le pertenecía en absoluto, Levi no fue capaz de aceptar perderlo; aunque eso había significado sacrificar a todo el resto, sin remordimiento alguno.

Y ahora estaban nuevamente allí, se dijo, regresando al mismo maldito punto de partida, porque Eren, en su jodido egoísmo, volvía a cargarlo de cadenas que no se sentía capaz de soportar, hundiéndolo cada vez más profundo en sus arenas movedizas, sin darle oportunidad alguna de escape.

—¿Y si decidiese seguirte después de hacerlo, mocoso? —le preguntó a este como una sutil amenaza.

La sorpresa inicial de Eren al oírlo dio paso a una emoción más oscura, una que dibujó una pequeña sonrisa en sus labios y fue lánguida tentación cuando envolvió sus brazos fríos y desnudos en torno a su cuello.

—Entonces, lo esperaré en el Infierno.

El beso que compartieron fue su única respuesta, una que sellaba aquel horrible e injusto pacto entre ellos, haciendo sentir a Levi, una vez más, el ser más despreciable por haber tenido la osadía de ansiar aquello que jamás debería haber siquiera deseado.

Sangre por sangre, se dijo. Aquella que incluso desde antes de conocerse había teñido de oscuro carmín el hilo que los unía. Aquel terrible destino que lo llevó hasta Eren, y el cual terminaría también con él.

 

——o——

 

La vibración de su móvil, anunciando un mensaje entrante, despertó a Levi de su sueño, uno que extrañamente había sido profundo a pesar de que las noches para él siempre solían ser un tormento constante.

Sin encender la luz de la lámpara sobre la mesilla para no despertar al durmiente chico a su lado, leyó este y dejó escapar un pesado suspiro de fastidio al ver quién era el remitente, sintiendo unas ganas enormes de mandar a este al demonio. Aun así, los tratos debían cumplirse y pagarse, se recordó, por lo que teniendo cuidado de no despertar a Eren, apartó con suavidad las mantas y se sentó en la cama, antes de escabullirse de ella con todo sigilo.

Tras calzarse y ponerse un gris cárdigan encima, salió del cuarto sin hacer ruido y se dirigió hacia la sala como el mensaje le señalaba.

Recortado contra la penumbra y la escasa luz de las farolas que entraba por el ventanal de la estancia, la alta figura de un hombre se apreciaba sentada en el blanco sofá. Este —vestido de negro al completo, desde sus botas desgastadas hasta el abrigo que lo cubría, así como el sombrero de ala ancha que llevaba en la cabeza y cubría sus facciones afiladas—, mostrándose tan cómodo y a sus anchas como si aquella fuese su maldita casa y todo allí le perteneciera, se hallaba con una pierna sobre la otra y ambos brazos apoyados en el respaldo del mueble, mirando en su dirección.

—Oi, ¿se puede saber qué demonios haces aquí? —gruñó Levi con fastidio, preocupado ante la idea de que Eren pudiese despertar en cualquier momento y se encontrase con ese malnacido.

—¿Mal momento para una visita familiar, sobrino? —le preguntó Kenny con sorna, ante lo que él torció los labios en una mueca despectiva.

—Tch, siempre es mal momento contigo, viejo. ¿No te dije acaso que me encargaría del trabajo? No era necesario que vinieses personalmente a confirmarlo, bastaba con que me enviases las instrucciones.

—Mmm, puede que me dijeses algo al respecto, sí, pero de todas formas preferí venir para cerciorarme de que las cosas marchaban bien con nuestro acuerdo. Ya sabes, asegurarme de que «ciertas cosas» no te enturbien demasiado la cabeza, sobrino. Después de todo, las debilidades son una cosa muy jodida en nuestra línea de trabajo, ¿recuerdas?

La azul mirada de su tío vagó casi descuidadamente hacia al corredor, clavándose de forma lánguida en la puerta cerrada de su habitación, donde descansaba Eren. La certeza de que Kenny llevaba ya un rato husmeando por la casa y los había visto durmiendo juntos le revolvió a Levi el estómago, principalmente porque sabía que a pesar del trato que habían hecho días atrás, aquel maldito bastardo seguía considerando al mocoso como alguien por completo prescindible e innecesario en su vida.

—¿Cuándo he fallado en algún trabajo? —preguntó casi al descuido, cruzando los brazos sobre el pecho y frunciendo el ceño.

—Nunca hasta ahora —reconoció el otro hombre, casi de mala gana—. Pero comenzaste a joder muchas cosas desde que decidiste tener conciencia, Levi. Y corazón. Después de todo, ambas cosas son completamente innecesarias para hombres como nosotros.

Un aguijonazo de certeza laceró su pecho al oírlo, sabiendo que en parte aquello era verdad. Cuando su madre murió y Kenny se hizo con su crianza y cuidado, este le había enseñado desde muy crío que si quería sobrevivir en ese mundo cruel e injusto, los sentimentalismos quedaban completamente fuera. Sin embargo, una vez llegó a vivir con los Jaeger para resolver el asesinato de Grisha y el asunto de la droga, una vez conoció a Eren y permitió que este se le metiese bajo la piel y en la sangre como un veneno, toda su eficiente seguridad se había ido al demonio ante el miedo de perderlo.

—Métete en tus asuntos, viejo. Solo limítate cumplir tu parte del acuerdo y yo haré lo mismo con la mía —le espetó—. Además, te recuerdo que solo será cosa de una vez. Yo cumplo, tú cumples, y luego cada quien por su lado como hasta ahora.

—Y es por eso que he venido —le dijo este, enseñándole un blanco sobre que descansaba en la mesilla de centro, acercándolo en su dirección—. Tus instrucciones. Tienes tres días a contar de hoy para cumplir el encargo, e intenta que sea lo menos llamativo posible.

—Como siempre.

—Como siempre —corroboró su tío con una sonrisa, poniéndose de pie e irguiéndose en toda su considerable altura—. Una vez esté hecho, hablaremos del pago. Y por cierto, sobrino, por más que se intente cambiar, fingir que no es así, una mala semilla jamás dará buenos brotes. No lo olvides.

Contemplando como aquel hombre salía de la casa con el sigilo de las sombras nocturnas, fundiéndose con la oscuridad hasta desaparecer en esta, Levi jugueteó con el sobre entre sus dedos, dudando en abrirlo, sabiendo bien lo que aquello iba a significar para él.

Aun así, tragándose el remordimiento y la culpa que lo consumía, se recordó una vez más que si era por Eren, por el bien y la seguridad de Eren, ningún pago era demasiado alto.

Tras leer por tercera vez la misiva y estar seguro de haberla memorizado a la perfección, Levi se dirigió hacia la cocina y encendió el fogón de la estufa para quemar esta, odiando profundamente que el bastardo de su tío tuviese razón. En el fondo, él seguía siendo la misma escoria de toda la vida, y nada de lo que hiciese cambiaría aquello, por más que lo intentara.

Era un monstruo al fin y al cabo, no podía evitarlo, y había llegado el tiempo de matar.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero de corazón que el capítulo resultase de su agrado, y valiera la pena el tiempo invertido en él, sobre todo por el enorme retraso que tuvo.

Seguidamente, me gustaría desearles un muy feliz Año Nuevo. Espero que este 2021 llegue siendo mucho mejor que este tan complicado y extraño 2020 que hemos dejado atrás. Les deseo salud, mucha, tanto para ustedes como para sus seres queridos; les deseo amor, que siempre es lo más importante; pero sobre todo, les deseo que puedan reponerse ante la adversidad, sacando siempre lo bueno que se aprende de ella, aunque a veces cueste un poquito.

Y pasando al capítulo en sí, como podrán haberse dado cuenta, tenemos personajes nuevos en la historia y, como ya había dicho antes, de alguna manera estamos entrando a la segunda parte de este fanfiction tan extraño, con Eren y Levi ya juntos en una relación y empezando a encajar piezas para ir armando este enorme y enrevesado puzle que es la droga Cantarella. Lo conseguirán, no lo conseguirán, eso está por verse; lo mismo con el asunto de su relación. Una cosa es que ellos se quieran y deseen estar juntos, pero les recuerdo, una vez más, que sus circunstancias son malas y su relación no es del todo sana. Pero confío en que de aquí al final, al menos pueda mejorar un poquito. O al menos eso espero, jaja.

Por lo demás, espero que la siguiente actualización no demore demasiado. Aprovechando que ya estoy de vacaciones de la universidad, intentaré ir actualizando con mayor rapidez todo lo que tengo pendiente.

Para quienes leen el resto de mis historias, aviso que para mañana debería estar el capítulo 10 de Zodiaco, y luego de eso el 2 de Love in Four Seasons, seguido del 7 de Tú + Yo = Allegro, que ya se acerca a su final. Por otro lado, la siguiente historia larga en actualizarse será In Focus, con su capítulo 40.

Una vez más muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, marcadores, favoritos y alertas. Siempre, siempre, son la llamita que mantiene encendida la hoguera.

Un muy feliz 2021 a todos ustedes, un abrazo enorme a la distancia y mis mejores deseos para que los suyos puedan cumplirse. Muchas gracias por haberme acompañado un año más y hacer de este 2020 algo bueno, a pesar de todas las dificultades que a veces trajo. Mi deuda para ustedes, como siempre, es infinita.

 

Tessa.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).