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Nada es lo que parece (Drarry) por LalaDigon

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Harry empezó a luchar cuando sintió como si lo estuvieran ahorcando. Gemía y se revolvía, pero el aire no parecía poder atravesar su garganta. Intentó quitar la mano que le cortaba la respiración, intentó desesperadamente abrir los ojos. Algo estaba mal, Draco no lo ahorcaría, lo amaba... Y él... él tenía que responderle. Quería responderle pero su garganta seguía siendo oprimida con tanta saña que temió morir. Abrió la boca enloquecido y una bocanada de aire por fin llegó a sus pulmones cuando creyó que todo estaba perdido.

Se sentó de golpe en la cama y automáticamente se dio cuenta que esa no era su cama... la seda había desaparecido y en su lugar unas sabanas demasiado blancas y espesas le rodeaban la cintura.

— ¡Harry! —giró la cabeza y vio a Hermione corriendo con los brazos abiertos en su dirección.

Una punzada dolorosa le atravesó la cabeza cuando pensamientos y recuerdos entrecruzados se golpearon. ¿Qué hacía la chica de Krum allí? Ella es tu mejor amiga, respondió otra lejana voz. Se llevó las manos a la cabeza y la apretó con fuerza.

— Draco —murmuró por lo bajo, quizás era solo una pesadilla. Sí, tenía que ser eso. Se había quedado dormido y no podía despertar— Draco —repitió intentando salir de la pesadilla.

— Harry, ¿por qué llamas a Malfoy? —preguntó su amiga deteniéndose a unos pasos de él.

— Viktor, llama a Viktor —pidió, ella lo conocía, salía con él. Eso pasaba, algo malo pasó, algo les pasó a Draco y a él. Necesitaba la ayuda de su... otra punzada de dolor le abrió la cabeza cuando la palabra amigo afloró en el aire. Un nombre, Ron, emergía peleando con el de Viktor. No entendía nada.

— Señorita Granger, ¿qué pasa aquí? —Harry giró la cabeza y vio a la enfermera... ¿Pomfrey? aparecer. Necesita ayuda médica.

— ¿Qué hago aquí? —le preguntó inquieto cuando ella lo miró abriendo la boca impresionada.

— Señor Potter, ¿Cómo se encuentra? —preguntó acercándose a él con su varita alzada. Harry retrocedió asustado. Algo estaba mal, donde estaba Draco.

— ¿Por qué no estoy en mi camarote? —volvió a preguntar mirando a la chica de Krum.

— ¿Camarote? —jadeó sorprendida.

— Sí, mi camaro-... —otra terrible punzada lo doblegó antes de que pudiera hablar.

Una seguidilla fugaz de recuerdos se golpearon borrando otros, un cuarto, cuatro camas, cortinas rojas, un león. Gimió golpeándose las sienes desesperado porque el dolor cesará de una vez. Otros recuerdos se irrumpieron en su subconsciente. Una campeón, era un campeón. Hogwarts, los botes. La cara de Ron en el vagón, la madre de él indicándole como cruzar el andén. Hermione siendo atacada por un troll. Ron siendo arrastrado por un perro gigante. El dolor de cabeza amenaza con reventársela. Aprieta los ojos y el torrente sigue y sigue. De su boca salen gritos angustiados, el dolor lo ciega.

Hermione y Pomfrey hablan, gritan pero Harry sigue doblegando, impedido de moverse, extrañaba la opresión en el cuello.

— ¿Harry? —pregunta con un susurro roto su amiga cuando pudo dejar de gritar.

— No, no, no —gime cuando la dolorosa verdad se hace presente.

— ¡Harry! —suplica Ron a su lado lleno de temor.

Harry levanta la cabeza y se ve rodeado, Ron y Hermione están a cada lado de su cama, Pomfrey, McGonagall, Snape, Moody y Dumbledore lo miran desde los pies.

— No, por favor, no —gimió aferrándose a la mano de Hermione— Déjenme volver —un dolor le abre el pecho y las lágrimas caen sin control de sus ojos. No podía ser verdad, no podía estar pasándole aquello.

Mas imágenes inconexas llegan. Todo empieza a mezclarse, nada parece real, nada parece cierto.

—Harry, ¿volver a donde? —pregunta Dumbledore estudiándolo con calma.

— Por favor, por favor... —dice solo capaz de suplicar— Quiero volver...

— Harry, nunca saliste de aquí —intentó razonar con él Hermione.

— ¿Volver a dónde? —volvió a preguntar Dumbledore y Harry se sujetó la cabeza desesperado.

¿Dónde?

Mos recuerdos se sacuden, los nombres empiezan a confundirse. La información está ahí, pero las letras cambian de lugar, le cuesta recordar dónde, cuándo, cómo. Sabe con quién: con Draco, con sus padres, con sus tíos. Quiere volver a casa. ¿Dónde queda casa? se cuestiona.

— Ah... ah... Bulgaria —gimió pero se dio cuenta de otra desgarradora verdad— ¡No, no, no! Por favor, estaban vivos. —gimió— estaban vivos, solo quiero volver allí —se apretó los ojos con las palmas de las manos angustiado, su pecho se rompía, su corazón sangra

Están muertos ahora— Estaban vivos, quiero volver... Solo quiero volver.

— Potter usted nunca estuvo en Bulgaria —masculló McGonagall intentando contener su propia angustia.

— Si, si estuve —respondió con terquedad— Yo... Yo estoy, estuve allí —levantó la vista atormentado y la clavó en su director— Lo juro, no voy a causar problemas, solo déjenme volver. Necesito volver... Mis... Ellos, ellos no murieron, me aman, solo quiero volver con ellos. Mis amigos.. Mi... con él, solo quiero volver con ellos. —pidió atormentado, perdido y solo.

Un ruido que sonó a lamentó, que sonó agudo y desgarrado salió de su boca. Estaba solo, otra vez estaba solo.

Todos lo miraban con distinto grados de angustia, nadie lo entendían. Ni siquiera sabía qué decirles para que lo escucharan. Repetían no, nunca, jamás... Qué diablos él debía volver, debía regrese a esa vida, con sus padres, su familia... El dolor resonó por todo su cuerpo, tenía una familia. Tenía una y as sentía como siempre imaginó.

Bien, el problema era que lloraba como un bebé y no se explicaba. ¿Cómo podían devolverlo a donde tenía que estar si no hablaba y decía dónde era eso?. No podían, obviamente. El amaba a Hermione y a Ron, pero... Sus padres, sus tíos...

Otra pieza cayó. Sirius... Su sonriente, juguetón y mentor en el desastre nunca estuvo preso. Merlín, Remus... Él no escondía lo que era y Draco, maldita sea, Draco. Ni siquiera podía sentirse incómodo por más que desagradables recuerdos intentaban separar lo que había entre ellos. Sí, definitivamente, tenía que volver. No entendía cómo, pero Dumbledore si, él tenía que entenderlo.

— Yo...yo, mis papás... Bulgaria.. —balbuceó e intentó sentarse en lo que tenía que decir— Usted —dijo clavando sus ojos en Snape—Usted los salvo —la cara de profesor se puso lívida de la impresión— Nadie me quería contar nada, pero... Mi... —Harry soltó un quejido cuando la cruel verdad lo aplastó, no iba a volver a hablar con él, alejó eso, tenía que seguir— Mi... padre —se obligó a decir— Él me dijo que usted... Que usted les aviso, los escondió en Bulgaria en unas montañas o yo qué sé. Salvó a mi madre, ella me puso su nombre... —su mente empezaba a divagar entre lo viejos y nuevos recuerdos— Algo... Algo de que era su mejor amiga cuando chicos, joder nadie me explicó nada. Ella enloquecía de solo hablar de eso...

Todos en la sala guardaron silencio y su mente giraba intentado separar los recuerdos, dividirlos.

— Mi, yo... Murió, murió y usted mató a Voldemort —agregó mirando a Dumbledore— Lo mató, pero ella no quiso volver, mis tíos... ¡Sirius! ¿Dónde está Sirius?

— Harry yo creo que...

— ¡NO! Quiero ver a mi padrino —gritó.

Un perro gigante negro, Remus atacándolos en la noche, los Dementores besando a su padrino. Las lágrimas volvieron a caer y su alma más se fragmentó. Estaban solos, su papá no fue a su rescate, él los salvó.

Dumbledore lo miró unos instantes antes de asentir. Todos seguían mudos mirándolo, pero Harry no les prestaba atención, solo podía pensar en volver. Tenía que volver por Draco, por Viktor... Su cabeza se volvió a comprimirse y cuando estaba por volver a gritar desesperado la puerta se abrió. Un gigantesco perro negro entró corriendo y su padrino apareció ante sus ojos.

— ¡Dumbledore! —chilló Snape con la vista nublada por la furia.

— Ahora no —lo cortó el director— Harry, ahí está, porque no sigues... Oh, espera. —se acercó a Sirius que lo miraba desencajado y habló en su oído. Sirius negó con la cabeza y sus ojos se llenaron de lágrimas. Después los clavó en Snape que alzó el mentón indiferente.

— ¿Harry? Hijo, ¿que pasa? —le preguntó su padrino acercándose a su cama con cuidado.

Harry se arrastró en el colchón y sujetó su mano tirando de él hasta poder abrazarlo. Hundió el rostro en su flaco, brutalmente flaco pecho y rompió a llorar desconsolado. Ya no lucía ese pelo brillante, ya no lucía su ropa elegante y fina. La sonrisa desdibujada y la mirada rota. Era un vagabundo, era un pordiosero que se escondía en una montaña.

Fugitivo, convicto, asesino, traidor. Ese era su padrino.

— Estaban vivos Sirius —gimió— Solo quiero volver con ellos, por favor, diles que me dejen volver... Me aman, ¿que va a hacer mamá si no vuelvo?

Su padrino lo apretó contra su cuerpo y Harry sintió su pecho subir y bajar con una respiración pesada.

— Mi padre Sirius... me hizo jurar.. la promesa Potter... —sollozó— Sirius te juro que haré todo el desastre que él quiera, lo juro. Por favor, solo quiero ir con ellos... —alzó el rostro y lo miró a los ojos, necesitaba decírselo a alguien que lo entendiera— Tu... Tu estas con Remus. —Harry se sintió un poco ruin cuando lágrimas llegaron a los ojos de su padrino— No, no llores... —lo atajó— Eres feliz Sirius, son profesores aquí... ¿Entiendes? Tenemos que volver.

Su padrino corrió la mirada dolido y se giró para ver a Dumbledore.

— ¿Qué es lo que le paso? —gruñó su lleno de odio mientras intentaba taparlo .

— Intentó averiguarlo —puntualizó Dumbledore— Si Harry pudiera explicarme más claramente dónde quiere que lo lleve...

— No le dé alas a esto Dumbledore. —rugió Sirius apretándolo contra su espalda, interponiéndose del todo entre el director y él— Solo va a dolerle más. —su voz se fue cortando al final, pero a Harry no le interesó saber que intentaban cuidarlo y protegerlo de lo que se le vendría encima cuando todo volviera a su lugar. Lo único que llegabas a interesarle era que no le creía, no lo entendía o lo escuchaba.

— No, tu no entiendes —dijo Harry sintiéndose traicionado. Estudio a todos los que estaban con él allí. Él único que no lo miraba con pena era Snape, este solo lo estudiaba detenidamente como si Harry hubiera descubierto un terrible secreto e intentara determinar qué tanto más iba a contar— Usted la salvo —repitió Harry sintiendo algo resolverse contra ese pensamiento— Ella nunca volvió a Inglaterra porque se lo advirtió, le prohibió volver a esta tierra... Mucha gente que le fue leal a... ¿Voldemort? —susurró intentando recordar bien cómo pronunciarlo— muchos aquí podrían intentar atacarme o ella. Sirius me contó que antes de que Voldemort lo matara usted le aviso a la orden que fue Peter... Que él los traicionó... —su voz se perdió y parpadeo confundido— Oh, claro tú —dijo volteando el rostro a Sirius que lo miraba desencajado— Tú y Remus lo mataron... —masculló consiguiendo que su padrino abriera los ojos sorprendido— Mi padre me dijo que murió poco después de que nos fuéramos, claro... Tiene sentido, yo nunca conocí a ese tal Peter. Tu y el tío Rem lo mataron...

— Harry, estas... —Sirius lo miró impotente e intentó abrazarlo una vez más, pero Harry se alejó, no le creía nada lo que le estaba contando.

— Tu —dijo señalando a Hermione— Tu sales con Viktor —la castaña dio un respingo— Pero te gusta él —aclaró mirando a Ron, mientras que la cara de su amigo se volvía escarlata— Y a ti te gusta ella. —Harry se llevó buena mano a la cabeza cuando una pintada aguda lo volvió a golpear.

Las imágenes iban y venían. Los recuerdos de una vida que no quería llegaban a tropel. Hogwarts, el caldero chorreante, el torneo de los tres magos, Neville, Seamus... Agachó la cabeza, se la sujetó entre las manos reprimiendo las arcadas. Draco, la tienda de túnicas, las burlas, los insultos. Sus ojos. Sus ojos grises siempre atentos a él, siempre llenos de desprecio y maldad.

Se empezaba a sentir mareado, nauseabundo. No quería recordar lo que tenía en esa vida. No quería.

El club de duelo, la serpiente, el lago, el bosque prohibido, Voldemort. Voldemort en el bosque, Draco y Fang a su lado... Los Dementores, los gritos de su madre, la muerte de su padre...

— No puedo... —sollozó jalando de sus cabello sintiendo las lágrimas caer por su rostro— Quiero volver —susurró despacio tapándose la cara, era lo único de lo que de momento estaba convencido— Por favor déjenme volver con ellos...

El mundial de Quidicht, los muggle siendo torturados, las corridas, Winky... El cáliz, su nombre saliendo de él, Rita, el Colacuerno, Ron odiándolo, Hermione y Víktor... Draco y ese idiota de Durmstrang con el que lo vio salir a escondidas la semana pasada en medio de la noche cuando buscaba una respuestas al acertijo del lago... Cada maldita y fatal pieza de ese año empezó a empujarlo, a jalarlo en una dirección que no quería tomar. Otro ruido desgarrado salió de su garganta.

La soledad, la dolorosa soledad. Nadie a quien recurrir, nadie a quien llamar. No habían abrazos para un huérfano que su familia odiaba. Vivía de prestado, siendo parte ficticia de una familia prestada. Molly, ella lo amaba, Harry no lo dudaba, pero allí no había una Lily sobreprotectora, un James despreocupado, un Sirius feliz, un Remus sin fantasmas de los que huir... No había nada. Nada. Solo. Harry estaba solo.

Una mano temblorosa se posó en su hombro y alzó la vista, Dumbledore había corrido a un petrificado Sirius y lo miraba tranquilamente.

— Dime que más —pidió y Harry sintió la esperanza crecer en su pecho, él le creía.

La mirada cansada y azul de su director le sonrisa cálidamente, estaba atento, escuchaba cada palabra que le decía sin dudar. Se veía la sorpresa en sus reacciones, pero le creía.

— Viví siempre en Bulgaria —contó intentando recordar todo— Mi colegio es Durmstrang. Mis mejores amigos son Viktor y Pavel. Karkarov me odia, se la pasa haciendo que limpie ese mugroso barco...

— Si... —lo apremio Dumbledore tranquilamente.

Abochornado, se dio cuenta que obviamente besos no era nada importante.

— Si, yo... Vine a Hogwarts porque le dejaron traer unos compañeros que no fueran de su curso...

— Bien, ¿algo más? ¿Yo maté a Voldemort?

— Perdón, no se más. Mi padre me dijo lo indispensable y Canuto solo dijo que deje eso antes de que mis padres se enteraran. Mi tío Rem dijo que... Que me quiso... —se llevó la mano a la frente y contuvo el llanto— No tenía esto...

— Harry, me puedes explicar... Si puedes claro, pareces poseer dos pares de recuerdos.

— ¿Qué yo...? —apretó su cabeza— Si... Si tengo dos... De eso y esto.. No lo puedo explicar... — volvió a gemir desesperado— ¿Me puede mandar con ellos? Le juro que no diré nada, no le contaré a nadie al respecto.

— ¿Qué estabas haciendo antes de volver? —preguntó amablemente pero Harry esquivó su mirada.

No quería contarles... Ellos no lo entenderían. Con con ese Draco. Merlín qué difícil era todo eso. Volvía a sentir como empujaban recuerdos horribles pero los desecho. No sé iba a dejar convencer. Aún sentía en la boca los labios de Draco, aún sentía sus caricias, su cuerpo sobre el suyo. No, no, no. Era imposible aceptar que lo perdió, aceptar que no podía ser el mismo.

— Llamó a Malfoy —dijo Ron preocupado.

— ¿Te atacaron? —preguntó Dumbledore y por un segundo, Harry vio un destello furioso en su mirada.

— No, Draco no haría eso —protestó indignado— Estábamos hablando... Y yo, yo le iba a decir... Él estudia en Beauxbatons —dijo recordando de golpe— Lucius se fue... Él, él dejó a los Mortífagos cuando se supo que Voldemort iba por mi, por Draco en realidad, tiene mi edad y él no pudo con eso.

Harry guardó silencio sintiendo como sus sienes empezaron a palpitar.

— Harry, ¿cómo terminaste en la enfermería?

— No sé... Ya le dije, yo estaba en mi... camarote, hablando y de... —un flash perforó su mente, el lago, Ron y Hermione iban a morir si no los sacaba de allí, la niña de Beauxbatons...

— No llegue a salir del lago. Me estaba ahogando. —susurró recordando la sensación de que le oprimían los pulmones— No, no, no —repitió mirando al Director, completamente traicionado— Sé que intenta, esto no fue un sueño.

— Harry, te desmayaste —le explico con cariño— Te ahogaste en el lago, te sacamos pero las pociones no funcionaban y estuviste inconsciente unas semanas.

— No, usted no lo entiende —masculló furioso— No fue un sueño. ¿Me escucha? —dijo arrastrándose lejos de él.

Las manos de Ron lo sostuvieron evitando que se cayera de la cama volvió sus ojos alarmado a su mejor amigo, ahora lo recordaba, era Ron.. Cuando volviera iba a ir a buscarlo. Sin dudas. Y a Hermione. A ambos. A Neville... A todos.

— ¿Tú me crees? —le preguntó con impotencia y dolor. No estaba loco, no era justo que lo tratarán como tal.

Ron lo miró sin saber que decir, giró y se encontró con Hermione que lo miraba con la misma impotencia.

—¿Tú? —susurró. Su amiga agacho la mirada esquiva— ¿Nadie? —masculló sintiéndose cada vez más enojado— Cuando fue lo del basilisco tampoco me creían —espetó molesto mirándola— Creían que estaba loco, pero tenía razón ¿no? —Hermione levantó sus ojos y lo miró con arrepentimiento— Yo si escuchaba a ese asqueroso animal. —agregó mirando a Ron.

— Harry, fue un sueño —reiteró Sirius y Harry no lo pudo evitar, lo miró con desprecio.

— Mi padre me dijo que siempre acudiera a tí —gruño por lo bajo— Que si alguna vez tenía una duda y él no estaba, debía ir directo a tí y me darías el mismo consejo que él me daría. —se soltó del agarre de Ron y bajando de la cama se acercó a su padrino lleno de desprecio— Me dijo que confiara en tí, que me cuidarías. Que no eras solo mi padrino, me enseñó que tú y el tío Rem eran mi familia. Que me protegerían de todo, que les podía confiar mi vida si debía hacerlo. Supongo que eso también fue un sueño.

Camino a través de los adultos y se dirigió al baño. Tantas veces había terminado en la enfermería que ya sabía donde se encontraba todo. Escucho las voces de los que dejó atrás llamarlo. El tono incrédulo de Mcgonagall, la calmada voz de Dumbledore y el resoplido casi divertido de Snape. Moddy no se molestó en hacer otra cosa que mirarlo fijamente u Pomfrey está muy impactada para decirle algo, Ron y Hermione lo llamaron angustiados, pero ni siquiera se digno a sentir pena por ellos. No le creían, lo intentaban tachar de loco, de demente.

Sin mirarlos, dejando en claro lo poco que le importo, continuó caminando y hasta atravesar la puerta y plantarse frente al espejo en el baño. Buscó en su mirada, buscó encontrar al chico de unos recursos que sin darse cuenta, empezaban a desaparecer.

Más que ver, sentía las diferencias. Era más bajo, mucho más bajo, cosa que no tenía sentido, pero así era. Sus rasgos parecían menos duros y más filosos. Falta de comida y malas condiciones de vida, susurró su mente. Levantó la mano y tocó el frío espejo. Podían no creerle, pero en el mismo fondo de su pecho sabía que estaba en lo correcto. Todo eso no podía ser un sueño. No podía explicarlo, pero ya lo iba a hacer. Harry ni siquiera podía usar su imaginación a ese nivel. Menos desde el inconsciente. Olía la nieve, recordaba el frío lago junto al colegio, el perfume de su padre y el suave olor que desprendía el pelo de su mamá. Recordaba que voces, la calidez de sus abrazos... No, Harry ni están capacitado para ese lujo de detalles.

Draco.

Cerró los ojos. Aquello le dolía tanto como lo de sus padres. En ese presente se odiaban. Draco jamás le dejaría acercarse, Draco era su enemigo. Lucius nunca dejó de ser un Mortifago, y había criado a un idiota engreído. Era verdad que buena parte de su Draco y de ese Draco eran lo mismo, comentarios filosos, arrogancia, pero en lo fundamental: Draco lo odiaba, lo despreciaba. Del otro al menos pudo darse el lujo de ser el amigo, de conocerse. No odiaba a los muggles, no lo envidiaba a él.

Dolorido, sintiendo que todo le había sido arrebatado de una forma cruel e indolente, volvió a mirarse al espejo. Sabía que no era un sueño, y lo sabía porque no había forma de que su mente pudiera crear aquella realidad, lo sabía porque su corazón le dolía. Alzó la mano y tocó su reflejo recordando el beso de su madre, las últimas palabras de su padre. Miró sus ojos y recordó la seguridad de Draco, la firmeza en sus palabras. Lo amaba y Harry no llegó a decirle que él también estaba así de seguro, que él también se enamoró de sus ojos y de él.

Se mojo la cara y se preparó para volver dentro. Allí donde todos lo miraban como si finalmente hubiera perdido la cordura, pero no seso. Él y su mente sabía, solo tenía que encontrar la forma de volver. Pensó en su madre, en sus últimas palabras. Recordó las facciones de su padre, tan parecidas a las de él. Recordó a Draco, Draco qué lo amaba.

Cuando volvió a entrar en la enfermería solo quedaba Dumbledore con Hermione y Ron, lo que sea que estaban hablando era algo que él evidentemente no podía escuchar, ya que todos se callaron repentinamente. Se apretó el cuello intentando liberar la tensión y el malestar. Sabía que así no iba a conseguir nada y no pensaba arriesgarse a perder más de la cuenta. Iba a necesitar ayuda para volver y sus amigos eran indispensables. Aparte, sentía una ligera culpa por no recordarlos en la otra vida.

— ¿Sirius? —preguntó volviendo a la cama, caminando cuidadosamente, aún se sentirá frágil y enfermo. Por no decir un enclenque, ¿Cómo se las arregló todo ese tiempo con un cuerpo tan pequeño?

— Se fue —murmuró Hermione un poco asustada.

¿Otra forma de saber que todo aquello había pasado? La culpa no llegó, había esperado que llegara de un momento al otro, él y su manía de disculparse por cosas que incluso nunca hizo parecían haberse esfumado. Se sentía más fuerte, más decidido, más como el Harry Potter que creció en Bulgaria al cuidado de sus padres, y no maltratado en un armario con los Dursley.

— ¿Cómo estas, colega? —preguntó Ron casi sin mirarlo.

— Mareado —masculló subiéndose a la camilla.

El dolor de cabeza había remitido, pero no se sentía bien. Le dolía el estómago y las nauseas solo empeoraron el panorama.

— ¿Quieres que te dejemos dormir? —preguntó Hermione dudando de usar esa palabra.

— Por favor —volvió a pedir en dirección a ella— Y yo... Perdón, sé que... hace rato, fui muy injusto con ustedes. —su amiga le sonrió con afecto y Ron movió la mano quitándole importancia.

— Creo que sería recomendable un poco de poción para dormir sin sueños Harry —dijo Dumbledore con amabilidad tendiéndole la poción.

— No gracias —dijo con una sonrisa de disculpa— Supongo que no me molesta soñar. —se encogió de hombros y quiso acomodarse mejor cuando Dumbledore lo distrajo otra vez.

— Harry... insisto —pidió un poco más firme, volviendo una extender la copa.

— Ya dije que no, Director —respondió endureciendo la mirada y la voz— Gracias —añadió tajando completamente la discusión. No iba a dejar que volvieran a noquearlo.

Dumbledore lo miró como si no acabara de darle él técnicamente una orden, Ron abrió los ojos como platos y Hermione dio un bote en su silla.

— Claro que no —coincidió el Director— Creo que deberíamos dejar a Harry descansar. — comentó mientras se paraba estirando su túnica— Señorita Granger, Señor Weasley un rato más y después a su torre.

Los dos chicos asintieron contemplándolo un poco embobados, y cuando el viejo Director cerró la puerta tras sí, soltaron sendos suspiros.

— ¡¿Cómo vas a hablarle así Harry?! —chilló Hermione indignada.

— ¡Viejo eso fue genial! —dijo en cambio Ron, ganándose una mirada lacerante de Hermione y una sonrisa de su parte.

— ¿Qué esperabas que haga? ¿Tomar esa cosa?, en primer lugar algo de lo que me dieron me metió en esto.

— Harry con respecto a eso...

— Déjenlo —dijo cortando a su amiga, no quería enojarse con ellos, no ahora que por fin empezaba a calmarse— No me creen y no voy a reconocer que fue un sueño por mucho que ustedes...

— Te creemos —dijo Ron a bocajarro— Tenías razón, cuando fue lo del basilisco... nosotros no te creímos y tenías razón.

Harry sonrió agradecido con sus amigos, si los tenía a su lado todo iba a ir mejor. Él tenía a los mejores amigos del mundo. El sueño empezó a pasarle factura y casi todos los músculos de su cuerpo querían sucumbir a un descanso reparador.

— Creo que me vendría bien una siesta —comentó recostándose.

— Claro —dijeron al unísono sus amigos y se miraron avergonzados.

Harry sonrió de lado, quizás su inconsciente quería ayudar a sus amigos y por eso habla sin pensar en las consecuencias. Quién sabe y su inconsciente los ayudaba a aceptar sus sentimientos.

Se acomodó y cerró sus ojos, quizás logrará volver si se dormía, solo quizás, ellos tuvieran razón.

Unos murmullos interrumpieron su descanso y estaba por mandarlos callar cuando la voz de Snape gruñó molesto.

— Usted me lo prometió —dijo desbordando indignación.

— Yo mantengo mi palabra Severus —respondió cansado el director— Yo nunca hable o mencione nada de nuestro acuerdo.

Harry se obligó a mantener su relajada pose y una respiración constante. Los dos adultos estaban muy cerca de él y notarín su exaltación. Cerrando los ojos se esforzó por escuchar cada palabra, por agendar mentalmente los datos que le servirían para volver y que luego Hermione le preguntaría.

Dumbledore estaba murmurando lo que parecían hechizos que no reconoció mientras que Snape despotricaba como un niño chiquito.

— ¿Cómo me quiere explicar lo que dijo Potter? —un golpe fuerte casi lo hace saltar en su lugar pero milagrosamente pudo contenerse— Black no puede saberlo. Lupin... Lupin no es un completo idiota, pero eso fue muy específico.

— Ya, pero solo en partes y eso es lo fundamental. —murmuró distraído.

— ¿Me está queriendo decir que cree en su palabra? —preguntó tan indignado que Harry quiso pararse y hacerle frente.

— Bueno el asunto es que si le creo.

— Vamos Dumbledore —dijo Snape chasqueando la lengua— Solo es una más de sus mentiras.

— Yo no lo creo así, estaba demasiado seguro para que se confundiera y no me creo que las magníficas pociones de Pomfrey combinadas con las tuyas no le hayan despertado.

Luego de una pausa, dónde más hechizos fueron dichos, Dumbledore volvió a hablar entre susurros.

— Te lo dije desde el principio, algo estaba pasando con él. Míralo ahora, este rastro de magia a su alrededor... ¿No lo notas?

— Es imposible Dumbledore. Está siguiéndole la corriente —sentenció Snape y Harry no escucho aplomo, escucho un retin de temor a lo que podría implicar que él no estuviera equivocado.

— Me encantaría que fuera solo eso... —suspiró. Harry sintió agitación en el pecho maldito fuera, que lo dijera d una vez— ¿me quieres decir que a tí no te extrañó la precisión?

— Creo que alguien le contó cosas que juró no decir —respondió fríamente Snape.

— No me gusta repetirme —dijo duramente Dumbledore— Lo que yo pude contarle, dista mucho de lo que él relata. Tendría que llamar a uno de nuestros amigos Inefables, pero si....

— ¿Sí qué? —espetó con cierta impaciencia

Por una vez estamos de acuerdo pensó con la misma impaciencia quemando en su piel.

— Tiene un rastro mágico sobre él —murmuró— Bueno, esto no aclara nada, pero si abre unas poderosas incógnitas.

— Déjese de dar vueltas Dumbledore —estalló ya sin un ápice de paciencia el maestro de pociones.

— Ve tu mismo, ¿alguna vez percibiste de cerca la magia que vuelve únicos a los giratiempos? — preguntó Dumbledore casi divertido— El rastro es casi parecido.

— ¿Dice que Potter viajó en el tiempo? —preguntó con incredulidad Snape.

— En efecto, creo que hizo algo que se le pareció mucho, el asunto es ¿Cómo?

— Pero... no puede ser, Potter relata eso no es ningún tiempo —murmuró Snape quedamente.

— Y es justamente es lo que lo vuelve increíble, parece que nuestro Harry, viajó a un momento del tiempo, donde todos tomamos las decisiones correctas —Harry pudo escuchar la diversión en su voz y su estómago se apretó molesto, ya quería el que viviera esa experiencia, haber si la seguía encontrando tan divertida..

— No le...

— Mirá, el relato las decisiones que tú tomaste, es distinto a la que pasó. Severus, tú nunca decidiste acudir directamente a Lily, viniste a mi. Sirius, no confió en Remus y creyó que él era el infiltrado, al parecer en esa realidad, Sirius tomó la decisión correcta y creyó en Remus. James tomó su decisión correcta y te siguió, cosa que todos sabemos nunca hubiese pasado. Al parecer todos tomamos buenas decisiones.

— Dumbledore usted sabe que eso no tiene sentido —protesto Snape— La magia no funciona así.

— ¿Severus, no serás tan arrogante para creer que sabemos todo de la magia y cómo funciona? De verdad necesitas cruzar unas palabras con alguno de mis amigos en el ministerio y veras.

— ¿Cómo pudo pasar entonces? —preguntó molesto.

— Oh, eso no lo sé. Algo que mezclamos, quizás en el estado de semi conciencia que estaba. No soy tan sabio amigo —dijo humildemente.

— ¿Se lo dirá?¿Le dirá que no se volvió loco? —preguntó quedamente, casi preocupado por él.

— No —murmuró Dumbledore amargamente— Me temo que pueda intentar volver y no creo que acepte, que eso no paso, que aquello no es la realidad.

— ¿Lo culparia? —dijo Snape tan molesto que Harry tuvo que obligarse a quedarse quieto— ¿Lo culpará por querer volver a un lugar donde era feliz?

— No, no lo culparia. Pero puede morirse en el intento. Creo que parte de la llave para abrir lo que sea que paso aquí es lo que pasó bajo el lago y no me interesa que lo intente.

— ¿Prefiere dejar que crea que enloqueció? —preguntó con incredulidad.

— Prefiero que se concentre en el torneo, que eso si es real.

— Toma muchas decisiones arbitrarias sobre su vida Dumbledore.

— ¿Tu crees que se merece saber qué es lo que vio? Hay verdades que es mejor desconocer Severus. Hay cosas que causan tanto dolor que nos impiden continuar, lo sabes bien. Quiero ahorrarle eso. —se defendió.

— Haga lo que quiera, yo no creo que esté en lo correcto.

— ¿Tu no intentarías volver? — preguntó suavemente Dumbledore.

— No es algo que le concierna. Me retiro.

Harry esperó unos momentos y la puerta sonó suavemente al ser cerrada. En silencio, sintiendo como cada plan que trazó se desmoronaba, se quedó escuchando como Dumbledore seguía murmurando unos hechizos por lo bajo y las lágrimas quemaban corriendo silenciosas por sus ojos. Nunca iba a poder volver, ni siquiera podía encontrar consuelo en saber que no estaba loco o que no fue un sueño. La verdad era cruel y dolorosa. Pero extrañamente, pensaba como Snape, él se merecía saberla. Por mucho que en ese momento su pecho se hubiera abierto a la mitad y sintiera como le quemaban el corazón. Él se merecía saber lo que perdió. Mejor aún, se merecía saber que alguna vez, en otro maldito lugar, lo tenía. 


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