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Pan con Limón por arcasdrea

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Notas del capitulo: Obligaciones propias de ser profe, cero animo por lo mismo, sumenle que mi hermano desconfiguro el Router, asi que me dejo sin net inalambrica ¬¬ ¿quien me ayuda a asesinarlo?.... y otras cosas que no vienen al caso. En fin, Gracias a todas por seguir leyendo tamaña locura que amorosamente llamo fic

Pan con Limón

Capitulo Octavo

Hika como león enjaulado se paseaba delante de las compuertas del ascensor, ansiosa y desesperada, esperando la llegada de su jefe. Tenia un mal presentimiento, bastante se había reído viendo los celos del pelinegro por el trato del castaño doctor hacía el pelirrojo; pero como Rukawa se habia ido detrás del profesor, no le gusto nada.

Cuando el timbre del ascensor sonó, se paró en automático frente a él.

- Madre santa!!! – exclamó sorprendida al ver aparecer a Rukawa – qué rayos ha pasado?! – su cara daba claros indicios de haber tenido una pelea a golpes con el pelirrojo.

- Nada... – murmuro bajito y de forma seca al pasar por su lado, dirigiéndose a la sala de espera.

La mujer arqueó las cejas incrédula, y como buena curiosa, le siguió los pasos, encontrándolo sentado mirando distraídamente hacía el reloj de pared.

- Sabes algo de Hanako?

- No... aún no viene el doctor – señalo ella por inercia, pues estaba más concentrada en hallar indicios de todo lo sucedido con el pelirrojo. Se acerco hasta él y tomándolo de la barbilla señalo – debemos buscar a alguien para que te cure el labio y baje esa hinchazón en tu quijada.

- No tiene importancia.

- Claro que la tiene. Quieres recibir a Hanako con ese aspecto? – y tomándolo de la muñeca le dio de un jalón – vamos!

- Dije que no es importante! – se soltó de un manotazo que no fue muy brusco, pero si llego a asustar a la mujer.

- Dime de una vez, qué paso? – silencio total de parte de su jefe.

- Por favor, Rukawa, me estas asustando – exigió entre severa y angustiada.

Rukawa estaba obstinado en no responder, por lo que varios segundos solo los repiques del reloj y la actividad propia de un hospital se hizo escuchar dentro de la sala de espera. Hasta que la llegada de un tercero interrumpió la pelea de miradas que sostenían la secretaria con el pelinegro.

- Señor Rukawa?

- Soy yo – señalo el aludido volteando hacia el hombre, levantándose en el acto. Éste alzo la ceja con extrañeza al ver los signos de pelea en la cara del pelinegro, pero no hizo comentario alguno (con solo el gesto de la cara fue necesario) – su hija está siendo operada... todo ya esta bien, se le trajó a tiempo – el pelinegro sintió que algo de alivio llegaba a su corazón - En una media hora saldrá de pabellón y será trasladada a recuperación, vendré a informarle para que pueda verla.

- Muchas gracias – señalo serio, pero con evidente gratitud.

- No me lo agradezca a mi, agradézcaselo al profesor de la niña. El señor Hanamichi, la trajo con prontitud... eso nos ayudo bastante.

Con solo mencionar el galeno al profesor, algo del brillo recuperado en los ojos de Rukawa al tener buenas noticias de su hija desapareció, no pasando desapercibido para la secretaria, que sacó sus propias conjeturas de lo sucedido.

- Con permiso me retiro – señalo el doctor dejándolos solos nuevamente.

- Ahora sí irás curarte...? – pregunto Hika colocando sus brazos en jarra.

- Vamos... antes de que amenaces con una pistola –bromeo forzando una sonrisa.

- Si no quieres sonreír delante mió, no lo hagas... no sé qué paso con el profesor, pero sé que no fue bueno... sin embargo, no quiero verte triste delante de Hanako – ella había adelantado algunos pasos respecto a Kaede. Le daba la espalda y apoyaba una mano en el marco de la puerta de la sala de espera – tú sabes como es de voluble al tema de Sakuragui... se pondrá triste ella también si te ve así... – y salió presurosa a buscar a alguna enfermera que ayudara a su jefe, que quedó taciturno en su lugar.

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

Apenas cerró la puerta de su departamento, un jarrón fue a estrellarse contra una pared haciéndose añicos.

Con la respiración agitada, el gesto ceñudo y crispando los puños, miraba ido, pero rabioso, los pedacitos de porcelana regados en el piso.

Sentía un torbellino de furia, rabia, molestia, odio... frustración.

Ahora un cenicero de cristal fue quien paso a mejor vida contra la pared.

- Quiero sacarme el corazón – presiono su mano en el pecho, cerrando los dedos apresando la tela de su camisa.

Ha agigantados pasos se metió en su baño, donde arranco a dar el agua a fin de llenar la tina. Necesitaba un relajo.

“¿Y el relajo que se mandaron con Rukawa en el ascensor no basto acaso?” ironizo su conciencia con burla. El envase de Shampoo fue el que voló esta vez, derramando un poco de su contenido en las baldosas.

Con prisa y descuidadamente, se desvistió dejando regada la ropa en el piso para después comprobar la temperatura del agua fuera sumergiendo una mano. Satisfecho, con igual rapidez se introdujo en la bañera, sintiendo palmo a palmo el escozor del agua caliente en su piel.

Dejó que sus tensos músculos se relajaran, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás, apoyándola en el borde. Así estuvo por varios minutos, hasta que de un momento a otro, abrió la boca tragando una gran bocanada de aire, y se sumergió bajo el agua.

Permaneció adentro hasta que el aire se le hizo necesario, emergiendo escandalosamente salpicando agua por todo el piso. Pero no se hizo una nota mental de que después debería pasar el trapo para secar, sino que con sus puños cerrados golpeo la superficie del agua una y otra vez, hasta el cansancio.

Estaba furioso aun, nada mitigaba lo que sentía dentro. Se decía que necesitaba descargar todo lo que sentía dentro de alguna forma, pero ni el lanzar cosas a la pared, ni el baño de tina, ni el sumergirse en el agua, lograban su propósito... olvidar lo sucedido en el ascensor.

Recogió sus rodillas las cuales abrazó, y escondiendo su cara entre ellas, comenzó a sollozar... poco a poco las reprimidas lágrimas salieron con más fuerza y rapidez, pronto ya estaba llorando a mares, pero sin gemir, gritar o musitar. Era un llanto descargado, pero silencioso. Un llanto de rabia, pero con ciertas gotas de melancolía y dolor.

No se sabe cuanto tiempo permaneció así, llorando sumergido en su tina, pero si fue lo suficiente como para agotarlo y llevarlo a los brazos de Morfeo.

Para cuando despertó, las luces entre anaranjadas y violetas que se colaban por la ventanilla del baño, indicaban que ya estaba anocheciendo, cayendo en cuenta de que había permanecido muchas horas en el agua, la cual ya estaba fría.

Se incorporo inmediatamente, y sin preocuparse de fregarse el cuerpo ni el cabello a fin de secarlos, solo se envolvió la cintura con una toalla, caminando pesadamente hasta su habitación.

Una vez allí, se calzo unos boxers negros y se enterró bajo las cobijas. Estaba agotado y aun necesitaba más descanso. Sus pies le pesaban, su pecho parecía de plomo, y su cabeza le dolía horrores. Entre las cosas en el cajón de su mesita de noche, busco unas dos aspirinas, las cuales tomo sin agua, simplemente trago en seco.

Mientras dormitaba, reanudo su llanto silencioso, y soltaba de vez en cuando un gemido doloroso cuando recordaba las hirientes palabras que le dirigiera a Rukawa.

“No quiero verte más ... No quiero arruinar nuestras vidas... Quiero acabar con todo esto aquí, antes de que mi sentimiento sea más profundo... Por favor... aléjate de mi”.

- Cómo pude ser tan canalla? – musito entre ensoñaciones, antes de caer definitivamente dormido.

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

- Buenos días, linda dama – le sonrió lo mas alegremente que pudo, y se vio gratificado por su logro cuando la castañita le respondió de igual modo.

- Buenos días, papá – y cerro los ojitos pesadamente. Su padre le acaricio la cabellera con cariño.

- Está cansada – señalo la secretaria, observando todo desde los pies de la cama – llamaré al doctor, para avisar que ya despertó.

- Gracias – respondió sin levantar la vista del rostro de su nena, que le miraba con los ojos entrecerrados y le sonreía apenas – pareces perrito recién nacido, tímido y atontado – Hanako le respondió sacándole la lengua, lo que arranco una queda risa del adulto.

- Perdón por preocuparte.

- No es tu culpa.

- Pero esas ojerotas que tienes – con su dedito índice siguió la línea morada bajo sus ojos apagados – no dormiste bien, no tienes buena cara... o como dice la tía Kane... “tienes cara de muerto” – Rukawa sonrió apenas ante la imitación de Hanako de la hermana de su abuela paterna - ¿por qué estas triste... si ya estoy bien?

- Lo sé y eso me alegra... mucho... en serio – su mano grande se aferro a la que la niña le ofrecía – me asuste bastante cuando me dijeron que estabas aquí. Hika casi me mata por conducir a más de cien – desvió la atención de la niña de su tristeza tangible. No quería que ella supiera nada de lo ocurrido.

- Jajajajajajaj... que graciosa debió ser su cara... – rió alegremente al recordar como Hika detestaba la velocidad, ya 40 km. por hora para la mujer era vertiginoso – pero no había que preocuparse, el profesor Sakuragui estaba conmigo... él me cuidaba... ¿lo viste al llegar?

- Sí... si estuve con él, pero tuvo que irse rápido – Kaede se separo del lecho de la niña y encamino sus pasos hacia la ventana. Temió que la niña viera su rostro triste y apagado. Solo el mencionar al profesor, provoco en el pelinegro una angustia melancólica, su corazón purgo por apagarse.

- Paso algo? – maldijo el adoptar a una niña tan sagaz.

- Nada... – a pesar de su tono firme no volteo hacia ella – no paso nada – cierta verdad había en esas palabras. No paso nada de lo que él deseaba.

- Aaaaa – comentó como quien no quiere la cosa, dándose por satisfecha, pero a medias. Le daría algo de respiro, pero ya después volvería a preguntar, no por nada su sexto sentido femenino le decía que algo nada bueno había pasado entre su papá y su profesor.

Justo en ese momento entró Hika acompañada del doctor y una enfermera.

Pronto el pelinegro y la secretaria debieron abandonar para dejar que ambos profesionales revisaran a la pequeña con calma y diligencia. Así que la mujer dictó que irían a la cafetería por algo de comer. Ya que Rukawa se había negado a apartarse del lado de su pequeña, desde que ésta fue llevada a una habitación definitiva después de salir del pabellón. Toda la noche.

Entre a regañadientes y ya harto de pelear con la mujer, que se comportaba peor que una madre obsesiva y sobreprotectora, accedió a seguirla, pero con la promesa de comer algo liviano y que no les quitara mucho tiempo.
La secretaria le sonrió conforme, y tomándolo del brazo, lo llevo hasta el lugar.

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

- Liho?... qué paso con Sakuragui? – pregunto la secretaria del director, parándose desde atrás de su mostrador apenas diviso a la rubia profesora.

- No sé... por qué preguntas? – la mujer recién arribaba a la sala de profesores. Era el primer receso de la mañana. Solo tenia quince minutos para un buen café.

- Es que no ha llegado... – seguía a la profesora hasta su escritorio.

- No ha llegado?... – su cara desconcertada preocupo un poco a la interlocutora de la rubia. Si ella no sabia nada del pelirrojo, el asunto era extraño.

- No hablaste con él ayer?

- Pues no... ayer salí con mi novio y no volví hasta muy tarde a casa, así que no lo he visto ni hemos hablado por teléfono... además como ayer salí temprano por mi horario... no lo veo desde la media tarde de ayer.

- Ya veo... – la mujer apoyo una mano bajo su barbilla – entonces no sabes nada de lo que paso ayer.

- Qué paso?

- Su alumna, Rukawa Hanako, se desmayo en clases y debió ir al hospital... el director asumió al curso, total solo quedaban dos horas mas de clases, pero después no volvió al colegio. Así que llamé yo al señor Rukawa, pero me contesto su secretaria. Me dijo que había sido Apendicitis – la rubia abrió los ojos como huevos de la impresión – por lo que la operaron de urgencia, pero todo salió bien y ya se esta recuperando.

- Menos mal... pero... y Sakuragui?

- Se había ido hace bastante... lo llamé a la casa, pero me salía solo la contestadora. De él ni luces.

- A ver, déjame intentarlo... – sacó su celular de la cartera y presurosa dio con el número del pelirrojo. Uno, dos hasta cinco intentos, y el celular no fue contestado. Solo sonó y sonó – no contesta – señalo entre preocupada y perspicaz – dame el número del señor Rukawa...

- Para qué lo quieres? – cuestiono desconcertada.

- Solo dámelo... él fue el último que estuvo con él... aparentemente.Puede darnos alguna pista de dónde está este pelirrojo irresponsable – argumento con fingida rabia.

Aunque en realidad, temía que algo haya pasado entre esos dos... nada bueno en realidad, y que en consecuencia algo grave le haya pasado a su impulsivo amigo.

- Aquí lo tienes – la mujer le extendió un papelito amarillo con adhesivo en un borde, con el número del pelinegro escrito.

oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

- Recibí una extraña llamada del colegio de Hanako – comentó la secretaria. Recibiendo solo una alzada de ceja cuestionadora por parte de su jefe, por lo que siguió con la charla – me preguntaron por el estado de la niña...

- Eso no tiene nada de extraño – acotó ya sin interés por la conversación.

- Es que no es eso lo extraño, lo extraño es que me preguntaran por Sakuragui... dicen que hoy no llegó a trabajar.

- No llego a trabajar.

- Acaso hay eco aquí? – Rukawa puso cara de asesino – no me mires así... sin duda a Sakuragui le paso algo... y por eso no ha aparecido por el colegio... y sin duda ese algo eres tú, porque ahora no me negaras ni me evadirás de que ustedes dos tuvieron un encontrón.

El pelinegro desvió la mirada, no quería responder, menos con Hika mirándole como verdugo antes de cortarle la cabeza en la ahorca. Pero, gracias a Dios o ha otra fuerza divina su celular comenzó a sonar, salvándole de la situación. El número era desconocido, pero aun así contesto, mejor un desconocido al celular, que una iracunda secretaria echándole toda la culpa. Aunque él supiera que sí la tenía.

- Alo... si con él – sin duda reconoció inmediatamente a su interlocutor, por lo mismo su gesto cambio de ser serio y adusto a uno extrañado e interesado – sí, lo que le dijo mi secretaria es verdad... desde ayer que no le veo... – Hika supo inmediatamente por esas frases sueltas con quién y de quién hablaba – yo no le hice nada! - vocifero el pelinegro de un momento a otro, colocando todos sus sentidos a la defensiva, ya atrayendo miradas confundidas de algunos comensales de la cafetería – como ya sabe él se fue de aquí diciendo que debía volver a la escuela... ¿no lo hizo?... ¿no contesta?... yo... yo no sé... que pu-do pasarle... en serio – su tono paso a tener matices de preocupación, inseguridad y miedo – ¿qué hará ahora?... ¿puedo acompañarla? – la negativa fue obvia – por favor... necesito saber si esta bien... – suplicó con sinceridad - de acuerdo, en media hora. Sí. Sé donde es. Por supuesto. Hasta pronto – y colgó con la vista y mente perdidas en la luna.

- Era Liho – no era una pregunta, era una afirmación.

- La acompañaré al departamento de Sakuragui, desde ayer que no aparece.

- La culpa te carcome...cierto? - la mirada de reproche no fue suficiente para amilanar su pose de desafío, la mujer hace mucho tiempo que le había perdido el miedo al pelinegro – mira, haz lo que quieras, total ya eres grandecito... pero nadie me sacará de la cabeza que la culpa de todo la tienes tú...

- Y qué si así fuere?! – respondió en automático, hastiado de la actitud de la mujer.

Sí aceptaba que tenia la culpa, y que cada acción que emprendía con el pelirrojo era cagada tras cagada, pero no merecía ser tratado así. Según él creía merecer comprensión y consuelo, también como el pelirrojo era una victima. Victima de su propio actuar, pero victima al fin.

Una actitud bastante egoísta le reprocho su conciencia, pero no le hizo caso alguno, ahora imperaba encontrarse con Liho e ir a ver al pelirrojo, la cosa no le gustaba para nada. Hanamichi no es de las personas que desaparecen así como así, de un minuto a otro.

- Pues que todo el esfuerzo que hace tu hija, yo y hasta el de la profesora amiga de Sakuragui lo echaras por la borda con tu actitud inmadura e impulsiva. Tienes que ser mas inteligente, jefe. Como cuando hace un negocio... jugada tras jugada, o si quiere ponerlo en términos basquetbolísticos, llevar el balón hasta la corte, pero armando el juego... con paciencia y calma.

- Deberías escribir un libro de autoayuda....

- Pues con tu caso, deberé hacer varios tomos – respondió magistralmente al sarcasmo de su jefe.

Sonrió con marcado sarcasmo ante la broma de Hika, parándose después. 

- Me voy... si Hanako pregunta dile que tuve que ir a resolver unos asuntos, que volveré enseguida...

- Yyyyyyyyyyy...?

- ... Y seguiré tu consejo, contenta? – le revolvió el cabello como quien acaricia con efusividad a su mascota, a lo que la mujer lanzo un manotazo para espantarlo, pero tarde llego, pues el pelinegro ya había salido de la cafetería.

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

Como acordaron, media hora después, Rukawa y Liho se encontraban frente al conjunto de departamentos en donde vivía el pelirrojo. Sin mucha ceremonia, se saludaron y presurosos entraron.

Al encuentro les salio el conserje del edificio, por lo que Liho saludándolo no tan amablemente como era la costumbre, le pregunto por Sakuragui.

- Ayer llego pasado el almuerzo, venia con cara de enojado... esa cara de demonio que de vez en cuando pone...usted sabe no? – la cara de “ahora no me venga con rodeos, que si no te mato” que le puso Liho, le hicieron ver al hombre que mejor dejara su perorata – este... bueno desde ayer que no le veo... y usted sabe que siempre estoy aquí.

- Mmmm, gracias Señor Keiji, subiremos al departamento – para cuando el hombre asintió, ya ambos estaban montados en el ascensor.

El pelirrojo vivía en el último piso de aquel edificio de diez pisos. El viaje durante sus primeros cinco segundos fue silencioso y tenso, ninguno se miraba a los ojos.

- Qué le hizo? – Liho no se aguanto las ganas. Debía saber qué le había echo el pelinegro a su amigo para que éste halla desaparecido de esa forma de la faz de la tierra.

- Nada – le contesto con sequedad, sin darse la molestia de mirarla a la cara.

- Cínico – Rukawa soltó un suspiro cansado, salió del hospital librándose de Hika y resulta que se encontraba con una de peor calaña.

- Créame, no le hice nada – su tono era firme y trato de mostrar sinceridad en la mirada, pero su gesto era de culpabilidad y arrepentimiento, así que Liho prefirió dejar las cosas donde estaban. Por un lado ya había llegado al piso de Sakuragui y por otro lado, debía buscar una mejor ocasión para decirle unas cuantas verdades al pelinegro.
Pronto estaba frente a la puerta de Hanamichi y ya Kaede se apresuraba a llamar al timbre cuando la mano de la mujer en su brazo le detiene en la intención.

- Yo tengo llave – señalo mostrando altiva y con sonrisa soberbia, el dorado punzón. Nota mental de Kaede: Quitarle la llave a la mujer, por que solo él puede tener acceso al hogar del pelirrojo, bueno... siempre y cuando lograra enamorar y hacerse novio del esquivo hombre.

Primero entró la mujer, seguida lentamente por él. Adentro todo estaba a oscuras, las cortinas cerradas no dejaban entrar la luz de la mañana y se respiraba el típico aroma a encierro.

- Sakuragui? – le llamo Liho con intranquilidad, pero nadie respondió.

Se adentraron hasta la sala de estar. Kaede no perdía detalle del hogar del pelirrojo. Desde que el amor naciera en su corazón, quiso saber cómo era el refugio de su pelirrojo, y ahora podía constatar que contra todo pronóstico, el do’aho era un hombre bastante ordenado y limpio.

- Cuidado - le advirtió repentinamente la mujer para que no pisara los restos de un aparente jarrón que estaba en el piso. Además de eso y los restos de un cenicero de cristal que vieron en la alfombra, nada más parecía anómalo. Pero ya esas dos cosas rotas, bastaban para preocuparse.

Liho con una señal de mano le indico que le siguiera. Se encaminaron por un pasillo largo que conducía a cuatro puertas. Una de las cuales, que estaba a medio tramo, estaba entre abierta. Era el baño según pudo constatar el pelinegro al mirar hacía el interior.

- Nunca deja todo tan desordenado – comentó mas para si que para Rukawa, cuando encendió el interruptor y vio la ropa regada en el piso más la tina llena.

- Cuál es su habitación? – pregunto Kaede. Apenas la mujer le indico con el índice la puerta correcta, éste a grandes zancadas se encamino hasta ella, abriéndola de un solo golpe.

Liho le siguió los pasos de cerca, preocupada también, sobre todo cuando ve como el hombre se congela en el umbral de la puerta. Por sobre el hombro del pelinegro mira hacia el interior de la habitación, y ahogando un grito de desespero, dio un empellón al hombre para poder pasar.

- HANAMICHI!

Sobre la cama, enroscado de medio lado como un bebe, estaba Hanamichi. Solo vistiendo un bóxer, con las sábanas enredadas a sus largas piernas, su pecho agitado, exhalando silbante, sudado hasta la punta de los pies, con el cabello a medio secar y la almohada empapada. La mujer en fracción de segundos estaba a su lado, constatando que ardía en fiebre, al apoyar su palma en la frente de su amigo.

- Hana.... mi cosita... qué te sucedió?

- Frío....ehf! Tengo frió ehf! – musito, castañeando los dientes, y con los ojos desenfocados.

- Está hirviendo – exclamó la mujer mirando al pelinegro que aun no se movía de la puerta – Rukawa!!!! – gruño ésta al no ver reacción en el hombre.

- Tiene termómetro? – musito inmediatamente. Había despertado de su aturdimiento.
- En el baño – a los pocos segundos volvía con el aparatejo, que Liho se encargo de poner bajo la axila del pelirrojo.

- Tiene cuarenta... hay que llevarlo al hospital – el tono de voz era urgente.

Kaede se acerco hasta el closet de donde extrajo una polera y un pantalón holgado deportivo.

- Yo lo vestiré – la mujer le quito las prendas, cortándole así las pretensiones de vestir él al pelirrojo – busque una chaqueta, las zapatillas y calcetines – Rukawa solo pudo rodar los ojos y contar hasta diez para calmarse. La actitud desafiante de la mujer lo estaba colmando, pero no era momento de pelear. Primero estaba el pelirrojo, así que no le quedo más que seguir las indicaciones de la mujer.
Una vez listo el pelirrojo, se dispusieron a salir del departamento, pero no sin antes de tener una mini discusión de cómo lo llevarían. Al final ganó el plan de Rukawa... él lo cargaría en brazos. Y así lo hizo, y apenas lo tomo en brazos, el pelirrojo rodeo su cuello con los brazos y apoyo la cabeza en su pecho. Rukawa se sentía en la gloria.

- Apúrese – la mujercita realmente lo estaba hartando. En su mente se estaba dibujando como una arpía oportunista, que no desaprovechaba ocasión de hacerlo infeliz. Memo mental dos de Kaede: buscar formas de asesinar en Internet, muchas y que no dejaran rastro de la profesora.

Salieron presurosos del departamento y del edificio, pasando olímpicamente del conserje que (otra vez) les salio al paso, y que comenzó a gritar como desquiciado cuando vio al pelirrojo en brazos de Kaede. Pero Liho con unas cuantas palabras bien dichas (leve cortada de alas + grosería) le hizo hacer mutis.

Ya en el vehiculo, Rukawa disconforme y molesto tuvo que cedérselo a la mujer, recostándolo en el asiento trasero, apoyando su cabeza en el regazo de Liho.

Pronto ya estaban en camino al hospital.

Liho no dejo de peinar los cabellos húmedos de un intranquilo e ido Hanamichi, tratando de calmarlo con palabras dulces y alentadoras.

Rukawa así mismo, estaba más concentrado en el reflejo de su espejo retrovisor que en el camino. Todo lo que estaba pasándole al pelirrojo era su culpa, su consciencia se lo reprochaba como canción vieja en disco rayado. Y eso nunca se lo perdonaría.

Notas finales: Un kiss a todas, hasta pronto.

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