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TRiADA por Kitana

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Notas del capitulo:

Hola a todo el mundo!! acá me tienen con un nuevo capitulo de esta historia, ummm pues allá van las advertencias de siempre todos los personajes están en OCC, si son muy apegadas al canon, por favor, absténganse, recuerden, si no hay nada bueno que decir, es mejor guardar silencio, y sobre advertencia no hay engaño.

Este capitulo, una vez más, retrata violencia física y verbal, y conductas inapropiadas.

Si aún así quieren leer, de antemano gracias y que lo disfruten!

 

Afuera hacía frío y estaba oscuro. El astro lunar estaba ausente del cielo esa noche. En el santuario de la virginal Atenea reinaba la oscuridad. La mayoría dormía, sumidos en el sueño exhausto de quienes carecen del placer de dormir para soñar.

 

En el templo de Cáncer, Death Mask descansaba recostado al lado de Misty de Lacerta. El francés dormía profundamente, su compañero, por el contrario, no había conseguido abrazar el dulce sueño. Permanecía en vigilia, contemplando el perfecto rostro del hombre que dormía sereno a su lado. Las yemas de los dedos del italiano rozaron levemente los dorados bucles que enmarcaban el bellísimo rostro del santo de plata.

 

Sabía bien que no era perfecto, que ni siquiera era bueno para él, pero... lo amaba. No sabía como ni cuando había comenzado a sentir aquello, sólo lo sabía, sólo lo sentía. Y aún cuando la parte irracional de su ser le exigía aferrarse a él, luchar contra lo que fuera para mantenerse a su lado, la parte racional no dejaba de gritarle que su amor no podía ser bueno. Se repetía una y otra vez que alguien como él no merecía a alguien como Misty. No era digno de él...

 

Misty no era Afrodita, Misty no era como él. Misty podía ser dulce, podía ser amable, podía ser... lo que necesitaba.

 

Casi era feliz...

 

Casi...

 

La ansiedad se abría paso en su ser como un animal rastrero, cada centímetro de su ser era invadido por la desazón. No podía más. Habían sido días terribles los de la abstinencia. No podía más... había tenido que volver a hacerlo. La amargura lo llenó todo al recordar de donde era que  provenía la fuente de su alegría artificial.

 

Nunca había sido el ser más ecuánime de la creación y nunca lo sería, sencillamente era él, con todos sus defectos, con todos sus altibajos. Pero, hasta hacía unos días, había conseguido un delicado y precario equilibrio que se había roto con el cada vez más intenso rumor de un juicio, no, aquello ya no era un rumor, sus compañeros, si bien no estaban preocupados, habían comenzado a tomar precauciones. Además... estaban haciendo preparativos...

 

La acuciosa necesidad de drogarse le perturbó una vez más.

 

Abandonó la cama sin despertar a su acompañante. Se sentó en el piso helado de su templo. Se sintió aterrorizado por todo aquello que se movía en su interior. Descalzo, vistiendo únicamente un ligero pijama, salió de su templo.

 

No quería drogarse, al menos no esa noche. No quería ceder a la tentación. Tenía que descargar toda esa ansiedad de otra manera. Tenía que liberarse de aquello que le atormentaba.

 

Pronto se vio a si mismo en mitad del coliseo, sin saber siquiera como había ido a parar ahí. Sintió que el dolor le atenazaba el alma, que las lágrimas pugnaban por brotar sin que él pudiera hacer algo por evitarlo, sin embargo, esas ardientes lágrimas jamás llegaron a formarse, aquello sólo le frustró aún más.

 

Comenzó a correr, quería caer exhausto para no pensar, para no sentir lo que sentía. Corrió descalzo por todo el coliseo, pronto aquello no fue suficiente.  Comenzó a destrozar rocas, con las manos desnudas. Se sentía como sí algo en su interior fuera a estallar de un momento a otro llevándose consigo el resto de su cordura, ¿a quién pretendía engañar? Estaba aterrado... aterrado de si mismo, de cuanto le rodeaba, de todo eso que veía caerse a pedazos conforme los días pasaban y los preparativos para el concilio avanzaban. Se sabía rebasado por el ritmo de los acontecimientos, se sabía superado por la idea de sí mismo que pervivía detrás de Death Mask. Él no era Death Mask, pero tampoco era Ángelo... ¿quién era entonces? No lo sabía, sólo sabía que las cosas se le salían de las manos. Que el mundo parecía volverle la espalda.

 

Amanecía, era el momento de volver al lado del único ser que podía confortarle, Misty.

 

Cuando le halló, aún dormía, tendido en su lecho, con ese perfecto rostro enmarcado por los no menos perfectos rizos dorados. Así, dormido, le causaba una emoción difícil de describir. El pesar se fundió en su corazón dejándole con  una terrible sensación de inferioridad. Se sentó a su lado y se quedó un rato contemplando su rostro aniñado.  Lentamente le vio despertar.

--- Buenos días. --- susurró el italiano mientras Misty se desperezaba bucólicamente.

--- Buenos días. --- susurró el francés con una sonrisa asomando a sus labios. Death Mask le miró de un modo en que Misty jamás creyó que el hombre le miraría. No podía hablar, no podía siquiera preguntar, no podía hacer nada más que mirarse en los profundos ojos negros del italiano.

 

No hubo palabras, no podía haberlas y tampoco hacían falta. Simplemente se besaron, depositando uno en labios del otro cada una de sus ansias, cada uno de sus deseos, de sus anhelos. Death Mask tomó en brazos a Misty, llenando su rostro con hambrientos besos. Death Mask comprendió en ese instante que sólo Misty  había podido llegar a tocar su corazón, que sólo él podría purificarlo del perverso dolor que le atenazaba.

 

Pero... aún así, tenía miedo de sí mismo, de lo que pasaría cuando llegara el momento de enfrentar el juicio de Atenea.

 

Era mediodía, bajo el ardiente sol del estío, Dohko de Libra caminaba lentamente en dirección al pequeño jardín donde Shion ya estaba esperándole. El patriarca se mantenía  expectante, quería saber que tanto había podido averiguar Dohko.

--- Estaba preguntándome cuanto más ibas a tardar. --- dijo el imponente patriarca mientras se ponía de pie para recibirle. Cerró el libro que sostenía y avanzó hasta él.

--- Esta gente de la fundación es verdaderamente molesta, me retuvieron más de lo que hubiera imaginado.

--- ¿Has podido hablar con Death Mask?

--- No, Ángelo se ha negado a  hablar conmigo. --- dijo el chino bajando el rostro.

--- Terminará por buscarte, eres lo más cercano a un padre para él. Creo que debe seguir pensando que te avergüenza haber sido su maestro.

--- Pero no es así... lo único que me avergüenza es no haber hecho más por él.  Todo lo que quiero es hallar las palabras precisas para hacerle entender  la importancia que tiene para mí.

-- Tienes que hallarlas, debemos saber hasta donde están enterados de todo esto. --- Dohko reprimió una expresión de indignación, Shion  parecía más interesado en lo que los asesinos pudieran decirle que en lo que él estaba sintiendo en esos momentos. Se quedó callado, no quería iniciar una nueva discusión que no les llevaría a nada. --- ¿Sucede algo? --- le preguntó Shion mirando fijamente el sombrío rostro de Dohko.

--- No, nada...

--- Estoy preocupado...

--- ¿Por qué?

--- Por ti, por mí, por todos nosotros... --- el patriarca bajó el rostro, se sentía rebasado por lo que sucedía a su alrededor. Carecía del poder necesario para frenar lo que venía. Se veía a sí mismo incapaz de detener los sucesos que se avecinaban en el horizonte de la orden de Atenea.

--- Empiezo a creer que no me lo has dicho todo. --- dijo Dohko acercándose a él.

--- Es verdad... me has preguntado una y otra vez que es lo que me tiene tan ocupado y yo no he  querido decírtelo... es cierto, te he ocultado algo... eso que me ha tenido ocupado  estas últimas semanas... ha sido la preparación de un concilio dorado...

--- ¿Un concilio dorado? Pero... ¿para qué?

--- Va a juzgarlos... por lo que he visto, tiene toda la intención de deshacerse de ellos... No he conseguido hacer que cambie de opinión, tanto ella como esos buitres de la fundación están ansiosos por deshacerse del problema. --- dijo Shion, Dohko le escuchaba en silencio, sin poder creer que las palabras de su amante eran verdad.

--- ¡Es absurdo!  --- replicó el oriental --- Si los juzgan a ellos, deberán juzgarnos al resto también, cada uno de los miembros de la orden ha cometido actos, cuando menos, censurables. No sólo ellos han matado por orden de la diosa. Todos aquí lo hemos hecho, tu y yo llevamos más de dos siglos haciéndolo.

--- Dohko, creí que lo percibirías. --- dijo Shion entornando los ojos --- Lo que menos le importa a ella ahora es a cuantos han matado, a quienes, ¡eso no le interesa! Tú sabes bien porque lo hace... y si llega a sospechar que también nosotros estamos al tanto, estamos perdidos, nos echará, nos matará, lo que le resulte más conveniente.  Dejar que ella se entere es un lujo que no podemos darnos. Sí nos vamos, todos los demás estarán a la merced de ella, de sus caprichos. Pase lo que pase... no dejes que sepa hasta que punto estás enterado de todo.

 

Dohko no dijo una palabra, sabía que  Shion no bromearía ni exageraría respecto a una situación tan delicada como la que enfrentaban. Se acercó a él y posó sus manos en los cuadrados hombros de Shion. El patriarca alzó el rostro y clavó sus violáceas pupilas en las penetrantes esmeraldas del chino. No podía más, no podía esconderse de él un día más. se sentía impotente, indefenso en mitad de la vorágine en la que habían aterrizado al volver a la vida.

 

--- Ella... me ha llamado, sólo esperaba a que vinieras para ir a enfrentarla. --- le dio la espalda a Dohko, volvió a cubrirse con la máscara y el casco, aunque no lo quisiera, tendría que presentarse ante la diosa.

 

Dohko lo vio introducirse en uno de los oscuros corredores y perderse en él. Se preguntó sí sería capaz de mantener la calma cuando llegara el día en que quien fuera su alumno fuese sometido a juicio.

 

Shion había llegado hasta el salón del trono, la diosa se encontraba ahí, oculta detrás de ese velo que solía usar en presencia de los dorados. Saorí despidió a los dos hombres que se hallaban con ella en el salón a la llegada de Shion. Aquellos  hombres contemplaron a Shion con un deje de desprecio que no le pasó desapercibido al patriarca. Conocía esas miradas, eran las miradas que esos empleados solían dirigirle no sólo a él, también al resto de los dorados. Le disgustaban, a pesar de todo, le disgustaban esas miradas, hubiera querido borrarlas, así como hubiera querido borrar tantas otras cosas de esa nueva vida que no alcanzaba a comprender. Hubiera querido borrarles esas sonrisas burlonas a golpes...

 

--- Siéntate, Shion. --- dijo la diosa sin moverse de su sitio, el patriarca obedeció, sus aceradas pupilas se posaron en el rostro de la encarnación de Atenea y se obligó a callar --- Te llamé porque quiero saber que tan cierto es que Leo se ha recobrado de su condición.

-- Es verdad, está repuesto, pero... no me atrevería a decir que se ha recobrado del todo. El daño causado por el veneno es tremendo, los médicos dicen que de recaer, bien podría fallecer esta vez.

--- Como quiera que sea, esta en condiciones de participar en un concilio dorado, ¿no es cierto?

--- Puede hacerlo, --- dijo Shion con reticencia.

--- Entonces... es el momento de fijar una fecha para el concilio.

--- Comprendo, --- dijo Shion con un tono que dejaba al descubierto su descontento.

--- Anunciaré la fecha muy pronto. Despreocúpate, será en el tiempo necesario para que Leo se restablezca por completo. --- dijo ella sin mirarlo siquiera. --- Retírate, he decidido que el resto de los preparativos queden a cargo de la fundación, si eres requerido, se te llamará. Tus funciones han terminado.  Los acusados serán informados en su momento.

--- ¿Quiere decir que  en efecto va a juzgarlos?

--- Así es... los ejecutores serán juzgados. --- shion la miró incrédulo. Nunca imaginó que ella de verdad lo hiciera. --- ¿Tienes algo que decir?

--- No creo que sea lo más apropiado. --- la diosa frunció el ceño supremamente disgustada al escucharle. --- No puede  enjuiciarle por hacer lo que se les ordenó hacer. Sé que el papel de los ejecutores no es el mejor visto al interior de la orden, pero ellos simplemente seguían órdenes. Hemos evitado guerras con su intervención, no podemos reprochar su conducta.

--- No voy a discutir contigo mis razones para juzgarlos. No te atrevas a ponerlos sobre aviso. Sabrán de esto en el momento en el que la citación oficial les sea entregada.

 

Shion se retiró sin esperar más. Estaba furioso. ¿Cómo les hacía eso? Un juicio abría un sinfín de posibilidades. No recordaba que se hubiera juzgado a alguien en todos sus años en la orden. No podía entender a esa mujer. Había retrasado los preparativos intencionalmente, con la firme creencia de que ella no seguiría adelante, que el capricho se desvanecería al final.

 

¿Tan grande es su deseo de mantener a salvo su secreto? Se preguntó mientras se dirigía de vuelta a sus habitaciones, su único aliciente era que Dohko le esperaba.

 

En cuanto Libra le vio traspasar el umbral, supo que ese día que ambos habían supuesto lejano  finalmente había sido fijado.

--- Va a hacerlo, ¿verdad? --- dijo el oriental con los nervios crispados, Shion sólo asintió. --- No puedo creerlo... ¡es absurdo! Una idea enteramente descabellada.

--- Lo sé... y los  motivos por los que lo hace son verdaderamente egoístas, por si fuera poco... me ha dejado fuera...

---- ¿Qué tratas de decir, Shion?

--- Sí... oficialmente los imbéciles de la fundación están a cargo de todo este asunto.

--- ¡Dioses! --- exclamó el chino furioso --- ¿Quién va a seguir? Todos, sin faltar uno, hemos hecho cosas que podrían ser  consideradas poco honorables.

--- Eso no debería preocuparnos. Tal parece que sólo son ellos a los que le interesa desaparecer de la orden.

--- Yo no estaría muy seguro, si los juzga ahora, mañana podría juzgar a cualquiera.  No podemos permitir que los eche por un simple capricho.

--- No es un capricho, Dohko, ella tiene sus motivos. No hay mucho que podamos hacer ahora, no tenemos los medios para hacer que reconsidere.

-- Debe haber una forma...

--- No tenemos tiempo, los preparativos están completos, todo lo que falta es que se cite a todos los dorados. Lo único que esta en nuestras manos es hacer que el resto hable en su favor en el concilio.

--- No creo que eso sirva de mucho... en especial si esta tan decidida a sacarlos de la orden. Sabes bien que la decisión, en última instancia, es suya, lo que digamos nosotros, puede o no ser tomado en cuenta. ¿Crees que sirva de algo convencer a los demás de hablar en su favor?

--- No lo sé, tal vez no, pero... al menos habremos hecho algo. ---- Dohko cerró con furia los puños. No iba a permitir que echaran a su alumno sin luchar. No le quedaba ninguna duda de que Ángelo estaría perdido sin la guía de la orden, el italiano terminaría más y más sumergido en toda la porquería que le asfixiaba, no podía permitirlo...

--- Alguien debe ponerlos sobre aviso. --- dijo Dohko.

--- Lo haré yo mismo.

--- No. --- dijo el oriental. --- Deja que sea yo quien lo haga. Espero poder convencerlos de aceptar mi ayuda, quiero que sepan que estamos de su lado.

 

Lejos de ahí, en el templo de Escorpión, Milo se encontraba sentado en el piso, con amoroso cuidado pulía su armadura. Sus dedos aferraban el paño con fuerza para luego deslizarlo suavemente sobre cada pieza. Escorpio había recobrado su brillo, su vigor, el griego se había encargado de que dejara de ser la ruina con la que se había topado días atrás. Había puesto una vez más su sangre sobre la coraza, para renovar aquel extraño pacto que había celebrado con ella el día en que la recibiera.

 

--- Vaya, veo que estás muy  ocupado con tu primer amor. - dijo alguien a sus espaldas.

--- Cáncer. --- susurró el griego sin abandonar su tarea. --- ¿Qué quieres? --- dijo sin tacto.

--- Sólo vine a saludar, hace días que no te veo.

--- Siéntate. --- le indicó Milo, no necesitó verlo para saber que estaba drogado, esa alegría  que el italiano mostraba siempre iba relacionada con el consumo de drogas.

--- ¿Dónde esta el sueco?

--- Dijo que bajaría al Coliseo.

--- ¿Por qué no fuiste con él?

--- Porque  no me lo pidió.

--- Me preguntaba sí...

--- ¿Si seguimos juntos o si tendrás oportunidad de volver a intentarlo? --- le espetó el griego con tremendo disgusto.

--- En realidad quería saber si me invitabas un trago, hace calor afuera.

--- Busca debajo de la cama. --- fue todo lo que el griego dijo.

 

Death Mask se lo tomó con calma, no podía alegar demasiado con ese hombre que parecía no darle importancia a nada ni a nadie. No le sorprendía aquella actitud, ese era el Milo que él conocía, al que, de cierta retorcida manera, apreciaba, era el Milo de los viejos tiempos. El Milo joven, el Milo encerrado en si mismo.

---  No hemos tenido oportunidad de hablar.

--- Es cierto.

--- Dime, ¿qué pasó en esos dos años? --- preguntó Death Mask mientras se llevaba un dedo a la sien.

--- Nada. Todo siguió igual.

--- No te creo.

--- No me interesa que me creas, nunca me ha interesado lo que pienses tú o cualquier otro.

--- Supe que casi los matas... más de una vez. --- Milo entendió a que se refería el italiano. Hablaba de los santos de bronce. --- Sí te sirve de algo... fue porque yo quise.

--- Lo sabía. No soy tan estúpido como para creer que los hombres a los que creí conocer tan bien morirían a manos de dos chiquillos infelices. Sí, quería matarlos, pero no porque ustedes hubieran muerto a sus manos, más bien porque a ustedes dos no podía matarlos. --- Milo clavó sus apáticos ojos en el rostro de Death Mask. El italiano pudo notar la  incipiente furia asomando por ellos.

--- Tú no entiendes, tú no podrías entender.

--- ¿Entender que? ¿Qué querías morirte por miedo a enfrentar las consecuencias de lo que habías hecho? tienes razón... no, no lo entiendo. Nunca voy a entenderlo.

 

El rubio volvió a su labor, ignorándolo por completo. Cáncer se sintió incómodo. ¿Ese había sido un reproche del escorpión? Milo no era aficionado a hacer esas cosas... no, no lo era, era un jodido montón de indiferencia al que nada le interesaba además de Afrodita y su armadura, y no necesariamente en ese orden.

 

Se quedó ahí, reconociendo los cambios que la furia causaba en el cosmos de su compañero. Miraba de reojo ese rostro apático y vació, intentando hallar por fin en él algún atisbo de que era verdaderamente humano. Ninguno de los dos se movió un ápice. Permanecieron inmóviles en una especie de reconocimiento. Los ojos de Death Mask se engarzaron en los de Milo. Las frías pupilas azules del griego parecían traspasarle. Siempre había reconocido que el griego era extraño, superior a él en mil y un aspectos, sin embargo, nunca le había parecido tan lejano como en ese instante, nunca hubiera creído que podría recibir una de esas miradas del griego, pero ahí estaba, en sus ojos no había nada, ni en su rostro, sólo su cosmos mostraba la ira del portador de la octava armadura.

 

Cáncer tenía miedo de moverse y comprobar que el griego le había aplicado la restricción. Tenía miedo de que cualquier movimiento suyo se viera impedido por esa extraña habilidad de su compañero. Ahora que lo pensaba, ellos jamás se habían enfrentado, jamás había tenido la fortuna o desgracia de ser su adversario... no, porque el único campo de batalla que pudieron haber tenido, el sueco, había cedido ante el maldito y gris Milo de Escorpión.

 

No tenía caso engañarse.  Milo estaba furioso. Tan furioso como nunca le había visto. No, debía corregirse, él jamás lo había visto ni furioso ni feliz, desconocía como era que ese infame ser humano sonreía. Desconocía como era que se había desmoronado a la muerte de Piscis, desconocía como había hecho de si un andrajo viviente luego de que Afrodita le faltara.

 

Milo por su parte, sentía que la ira y la impotencia estallaban dentro de él. Era extraño. Cáncer había sido su amigo, su compañero, pero jamás lo había entendido, a sus ojos, el italiano las más de las veces era verdaderamente pueril. No entendía esa lucha al interior de ese atormentado espíritu, no entendía como era que ese hombre podía ser tan distinto cuando la conciencia se le adormecía a causa de lo que consumía. No lo entendía, pero le apreciaba, ¿por qué? Ni él mismo lo sabía. Tal vez porque había sido una de las dos personas que estuvieran constantes en su vida, tal vez porque sabía que a pesar de todo, contaban el uno con el otro... o al menos, así solía ser....

 

El griego clavó sus ojos con furia en los del italiano. Lo miró detenidamente y halló en él lo que Afrodita había descrito antes, un niño asustado, un niño que no sabía hacía donde correr cuando el barco comenzaba a hundirse. Era verdad. Lo supo en ese momento.

 

Fue en medio de esa silenciosa guerra de miradas que Libra los encontró. El santo de la balanza había apresurado el paso desde Sagitario al notar lo hostil que el cosmos del rubio se había tornado. Parecía que todo entre ellos había terminado por estallar.

 

Avanzó hacía ellos con serenidad, aunque preparado para cualquier cosa.

--- Lamento interrumpir... pero hay algo que deberían saber. --- dijo situándose justo en medio de los dos. Milo apagó su cosmos y le miró fijamente por unos instantes sin dar señales de que hubiera atendido a lo que él decía.

--- Sí vienes por lo del juicio... debiste ahorrártelo. Estoy enterado de ello desde hace tiempo, con que, has venido en vano. --- dijo el rubio mientras se ponía de pie.  Aquella declaración no tomó por sorpresa a Libra, no en vano se decía de ese hombre que tenía métodos increíbles para tener oídos en cada rincón del santuario.

--- Supongo que entonces ya debes estar al tanto de las intenciones de la diosa. --- dijo Dohko sin inmutarse por la extraña mirada que el heleno le dirigía.

--- Si. Borrarnos de su nómina. Era de esperarse, ¿no es cierto? --- dijo Milo con absoluta indiferencia. --- La gente como nosotros no le es demasiado útil a alguien como ella.--- Death Mask se alarmó al escucharle hablar de esa manera.

--- Pero... ¿por qué? --- preguntó el ítalo casi retóricamente.

--- No lo sé. --- dijo Dohko evadiendo la mirada del que fuera su alumno.

--- Lo sabes, y lo sabes muy bien, Libra. Somos un peligro para ella. Ahora no nos necesita más, nos hemos convertido en un lastre, en un estorbo, ¿o me equivoco, Libra?

--- Lamentablemente... creo que es correcto. --- respondió el chino, experimentaba en carne propia el enfrentar al muro de granito que era Milo de Escorpión.

--- Pero... no lo entiendo... ¿para que darnos una nueva vida entonces? ---inquirió Cáncer.

--- No fue ella... nadie sabe con exactitud cómo es que sucedió, como pasó, pero si sabemos que no fue obra suya.

--- Da igual como es que llegamos a este punto... ---- susurró el escorpión --- Lo importante ahora es que el juicio ya es un hecho. Debo suponer que será ella misma quien nos juzgue, por supuesto, ante un concilio dorado, ¿o dejará todo en manos de esos idiotas de la fundación? O todavía peor, ¿la decisión ya está tomada y esto es un mero formalismo? --- dijo el griego.

--- Sólo sé que van a juzgarlos, desconozco el resto, los cargos, o si ya ha sido decidido su destino. Supongo que ya habrás tomado previsiones, Escorpión. --- dijo Dohko con dureza. No le gustaba ser juzgado por algo en lo que no tenía injerencia, y le parecía que Milo le juzgaba.

--- Por supuesto. Aunque sólo he tomado una. He reunido el dinero suficiente como para comprarme un boleto para ir de vuelta a Milos.  --- dijo el rubio con marcada indiferencia.

--- ¿Estás diciendo que no pelearás la decisión?

--- Quiero decir que, de ser el caso, he asumido que van a echarnos. Quiero decir que estoy harto de este maldito lugar. Quiero decir que ya no creo en nada de lo que esta orden representa.

--- Al menos deberías intentar ayudar a tus compañeros. - dijo Dohko con las mandíbulas apretadas.

--- Tal vez... --- una sonrisa desdibujada y burlona cruzó los labios de Milo. --- Italiano, ¿te interesa quedarte aquí, o prefieres volver al mundo?

--- Yo... yo, no sé... no sé que haré si nos echan.

--- Vivirás, eso es todo. ---- dijo Afrodita de Piscis ingresando a la habitación. --- Vas a seguir viviendo y todo esto te va a parecer ajeno y lejano, simplemente serás libre de hacer lo que te venga en gana. Eso es lo que va a pasar si acaso llegamos a salir de aquí.  Así es como va a ser.

 

Libra percibió la creciente tensión que se palpaba entre los asesinos. Lo dicho por Afrodita era indicio suficiente para él de que sabía, al igual que Milo del juicio.

 

--- Y bien, Libra, ¿cuándo comienza esta farsa? --- dijo el sueco en tono burlón y desafiante para luego ir a situarse al lado del escorpión.

--- Aún no lo sé... la diosa no ha dado una fecha exacta. ---- dijo Dohko. Pudo notar el rencor, la amargura en los tres, aunque no sabía si debía atribuirlo por completo a la ofensa que se les  inflingía al someterles a un juicio o a la maraña de sentimientos que esos tres hombres acumulaban.

--- Estaremos listos para cuando llegue el momento. --- dijo Piscis, Dohko fue testigo de aquello de lo que tanto le habían hablado. Pasara lo que pasara, la tríada cerraría filas ante el resto del mundo.

 

Libra decidió dejarlos a solas. Los tres asesinos se quedaron un buen rato en silencio, mirándose  los unos a los otros, sin hablar.

--- ¿Qué tenemos a nuestro favor? --- preguntó Death Mask con cierta angustia. Tanto él como Afrodita se giraron a mirar a Milo.

--- No mucho... lo más probable es que esto ya esté decidido. Usarán todo nuestro pasado en nuestra contra, y creo que los tres somos conscientes de que no es descabellado pensar que esto no es más que una farsa. --- dijo el griego con frialdad.

--- Debe haber algo que podamos hacer. --- replicó Death Mask.

--- No me importa lo que hagan, si quieren echarme, no me interesa. --- dijo Piscis con furia. --- Sí van a echarme, que lo hagan. Estoy tan cansado de toda su hipocresía. ¡Perdí todo, aún mi dignidad y mi honor de guerrero por esa maldita mujer, y para ella no significó absolutamente nada! ¿Es esta su manera de agradecerlo? Aún si no nos echan, me iré. No pienso quedarme.

--- Tú puedes hacer lo que quieras, pero yo no voy a irme, ¡no puedo irme! --- los dos miraron a Milo, en espera de lo que diría.

--- Me da igual irme que quedarme, pase lo que pase, este ha dejado de ser mi lugar. Ella debe saber perfectamente que vayamos a donde vayamos, nuestras vidas seguirán dando asco. No me interesa permanecer donde no me quieren. --- dijo el escorpión con voz plana y pausada.

--- Este debe ser nuestro maldito castigo por saber  de más. --- siseó Piscis. --- Estoy seguro de que no nos juzga por nuestros crímenes, más bien por lo que sabemos.

--- ¿De verdad crees eso? --- dijo Death Mask tremendamente alterado.

--- Sí, ¿de que otra manera justificas que se esté tomando tantas molestias cuando simplemente podría echarnos o matarnos sin mayor trámite?

--- El sueco tiene razón, estorbamos en sus planes, y si no nos mata sin más es porque cree que no es el mejor momento para hacerlo. Pero, indefectiblemente, terminará por hacernos a un lado, de la manera en que le resulte más conveniente..

--- Debe haber alguna manera... ---- susurró Death Mask.

--- ¿Tanto deseas quedarte? --- le preguntó el griego. cáncer asintió con la cabeza --- Hay una manera de conseguir lo que quieres, pero debes estar muy seguro de que de verdad lo deseas...

--- ¿De que hablas? Sí ella de verdad pretende deshacerse de nosotros no habrá modo de que este conserve su puesto.  Vamos a estar fuera de la orden en menos de lo que te imaginas. --- dijo Afrodita.

--- Es un último recurso, algo que sólo se usa para casos desesperados. --- dijo el griego --- Por lo que sé, sólo se  ha usado en tres ocasiones. Es peligroso y no hay garantías de que  resulte del todo bien, además, ni siquiera estoy seguro de que te gusten los resultados.

--- ¿De que se trata?

--- No puedo decirte los detalles, sólo te diré que alguien debe hacerlo por ti y requiere de un gran desgaste físico, no cualquiera podrá soportarlo. Sólo hay una oportunidad, y si resulta, ni la propia Atenea podrá echarte.

--- ¿Harías eso por mí?

--- Sí. --- fue la seca respuesta del griego.

--- ¿Y quién va a hacerlo por ti? - preguntó Afrodita con voz ronca.

--- Nadie. No espero que nadie lo haga. No es necesario... --- respondió Milo.

--- ¿Estás seguro de poder hacerlo? ---insistió Death Mask.

--- Conozco de memoria el ritual. --- le dijo el escorpión.

--- Debo irme... se lo diré a Misty. Estará más tranquilo cuando lo sepa. --- Death Mask no esperó más, se alejó en dirección a su templo.

 

Cuando estuvieron a solas, Afrodita miró fijamente a su amante.

 

--- ¿De verdad servirá de algo lo que pretendes hacer o sólo se lo dijiste para que no se vuelva loco y  espere serenamente la muerte? --- le dijo con seriedad.

--- Voy a hacerlo, y resultará.

--- Sí piensas hacer lo que yo creo que harás, ¿sabes que te arriesgas demasiado?

--- Conozco los riesgos. --- dijo el griego.

--- Creí que lo odiabas.

--- No lo odio. Sólo estoy molesto con él.

--- Pero no es eso lo que te tiene así, ¿correcto?

--- Correcto.

--- ¿En qué piensas?

--- En que es un hecho que estamos fuera de la orden, de una manera o de otra. Podría decirse que estoy empezando a prescindir de mi armadura, pienso que es hora de buscar un nuevo plan.

--- Entiendo... empiezas a pensar en lo que harás con tu vida ahora...

--- No. No empiezo a pensarlo, sé lo que voy a hacer ahora. Si sobrevivo al juicio, volveré a Milos, buscaré a mi hermano. --- dijo bajando el rostro. --- No estoy seguro de que quieras venir conmigo, no es mucho lo que tengo que ofrecerte, pero quiero que vengas conmigo.

 

Afrodita permaneció callado, el griego estaba mostrándose ante él hasta cierto punto, frágil. No sabía que responder. Quería seguirlo, al infierno si era preciso, sin embargo, no podía dejar de lado el episodio de Milo con Aioria. Simplemente no era algo de lo que pudiera olvidarse fácilmente.

--- No espero que respondas ahora, no lo hagas si no quieres o no puedes. --- dijo el griego al ver que su amante permanecía callado. --- Tendrás tiempo todavía para considerarlo.

 

El escorpión no dijo más. se sentó en el piso y comenzó a pulir nuevamente a Escorpio. Supo que, de algún modo, su suerte ya estaba echada.

 

Afrodita volvió a su templo, necesitaba pensar, necesitaba aclarar la respuesta a esa pregunta que flotaba en su mente, ¿sería capaz de perdonarle verdaderamente?  Sabía que esos dos años separados habían cambiado a Milo. Lo habían ablandado, estaba seguro de ello. El Milo que él conoció no se habría detenido a salvar la vida de nadie. El Milo que él conoció no se habría pensado dos veces abandonar el santuario mientras había oportunidad. Milo había terminado por bajar la guardia después de estrellarse contra el suelo una y otra vez.

 

Estaba consciente de que ni él ni Milo pertenecían al santuario, que el riesgo que su amante corría al hacer lo que pretendía, era tremendamente alto. Si alguien le tocaba siquiera en ese momento, todo sería en vano. Se sentía dividido. Por una parte, sabía que su griego estaría al borde de la muerte; y eso lo ponía celoso. Pero sí él moría, si acaso moría, nadie jamás podría volver a acercársele, nadie jamás podría llevárselo de su lado...

 

Habían pasado dos días desde que hablaran con Dohko de Libra. La tensión se palpaba en el ambiente, no sólo respecto a los asesinos, también respecto a los demás dorados. Todos parecían percibir que algo estaba a punto de suceder.

 

Aquella mañana se disponía a bajar a Escorpión en busca de Milo para acudir juntos al entrenamiento. Estaba a punto de abandonar su templo cuando un hombre vestido con traje y corbata se presentó ante él.

-- Busco al santo de Piscis. --- dijo con un notorio acento extranjero. Afrodita lo miró de pies a cabeza, suponiendo quien era, o más bien, de parte de quien venía.

--- La gente como tú no debería tener acceso a los doce templos. --- siseó con profundo desdén. El sueco plantándose frente a él. Aquel hombre no supo como interpretar las palabras y los gestos del hombre que le miraba con hosquedad.

--- ¿Es usted el santo de Piscis? - preguntó.

--- Hasta este día, lo soy. --- respondió el rubio con tono burlón.

--- En ese caso, debe recibir esto. --- dijo mientras le ofrecía un sobre lacrado con e sello de la diosa. Afrodita observó el documento con gesto altivo.

--- Vaya, vaya la hipocresía va en aumento a ultimas fechas. --- susurró con desdén. Aquel hombre se aproximó. ---  No des un paso más. --- le aconsejó Afrodita --- No te atrevas a tocarme. --- la voz de aquel bellísimo ser sonó aterradora a los oídos del empleado. --- Ya que hiciste lo que tenías que hacer, no te queda más que largarte.

--- Tiene que firmar este documento. ---- dijo mientras ponía frente al sueco una hoja membretada con el logo de la fundación. --- Debe anotar su nombre si lo desea, yo podría hacerlo si lo desea.

--- ¡Imbécil! ¿Crees que habría llegado a ser santo de oro sí no supiera escribir al menos mi nombre? --- le dijo burlón. Con un veloz movimiento le arrebató la hoja y el bolígrafo que le ofrecía.

--- Permítame comunicarle que todo esto se asentará en un reporte. --- dijo el empleado.

--- Tus reportes me tienen sin cuidado, ¿crees que un reporte me atemoriza? ¡Cretino! Lárgate de mi templo, ¡ahora! --- dijo arrojando al empleado el documento.

 

El hombre le miró con desdén, como burlándose. Lentamente el aroma a rosas que siempre acompañaba al santo de Piscis comenzó a intensificarse. El hombre empezó a toser, Piscis se acercó lentamente, con  una mirada cargada de crueldad campeando por esos ojos casi transparentes.

 

-- Lárgate ahora o muere en donde estás. --- le dijo con suavidad, dejando patente su superioridad. El hombre no pudo más que echar a correr mientras amenazaba con redactar un reporte que a Afrodita le tenía sin cuidado. Tenía cosas más importantes en que pensar.

 

Su mente era un hervidero de ideas, no todas agradables. Tenía que adelantarse a los acontecimientos una vez mas, tenía que echar mano de todos sus recursos para conseguir su propósito. Necesitaba saber con exactitud que tenía planeado el griego...

 

El mismo hombre recorrió todos los templos, sin reponerse todavía del encuentro con Afrodita. Al llegar a Escorpión tuvo la impresión de que todos esos hombres tenían algo dañado en la cabeza. Milo es Escorpión parecía no escucharle mientras pulía cuidadosamente cada parte de su armadura.

--- ¿Es usted Milo de Escorpión? --- el griego asintió son la cabeza, sin abandonar su tarea. El empleado se acercó, el dorado se volvió para mirarle. ---  Debe recibir esto. --- el hombre estiró la mano ofreciéndole a Milo el documento que traía consigo. El rubio ni se inmutó al leer el contenido de la misiva.

 

Con elegancia, plasmó su firma en el documento que el hombre aquel le ofrecía, tomándose el tiempo y la molestia de corregir la ortografía de su apellido para luego devolver el documento sin haber dicho una sola palabra.

--- Esta hecho. ---- dijo antes de internarse en sus aposentos. Había mucho que hacer, tomó aquella invitación como el signo inequívoco de que el concilio estaba listo, que sólo faltaba la aprobación de la diosa para que aquello diera comienzo.

 

Y él tenía mucho que hacer... muchos planes que trazar para cuando llegara el momento...

 

Cuando llegó su turno, el custodio de Cáncer no supo que hacer con aquello. ¿De qué se trataba? No comprendía nada... el mensajero de la fundación lo miró con repulsión, como si le considerara alguien inferior.  Al principio había creído que aquello era la citación al concilio,  las cosas habían cambiado tanto que aquello se le antojó posible., que sus peores temores se materializaban bajo la forma de una insignificante carta

--- Tiene que firmar aquí. --- dijo el mensajero señalándole la línea al lado de su nombre. Se sintió extraño, ¿desde cuando las cosas eran así? se sentía extraño, fuera de lugar, como si nada de lo que estaba frente a él fuera real.

 

Ángelo Scaglianni... sabían su nombre....

 

La actitud altanera y prepotente del empleado le disgustó. Sin importar nada, él seguía siendo un santo dorado.  Casi con odio, firmó donde se le indicara. No hubo nada más... aquel hombre sencillamente se fue y él se escabulló fuera de los doce templos. Necesitaba vera Misty.

 

Notas finales: Gracias por leer, y antes de despedirme, quiero dar las gracias a mis dos betas estrella; Cyberia y Alerob, gracias chicos!!! sin ustedes esta historia no seriá lo que es, ahora si, adios!

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