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Imperio por FiorelaN

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Capítulo VIII: “El doncel de cabellos de oro”

 

Narración en tercera persona

Durante del resto del día, Itachi había estado al lado de su madre y hermano, así que, para Deidara, había sido imposible poder verlo, pero al día siguiente, no fue de esa forma, ya que, a la hora de desayunar, el doncel se dirigió con prisas hacia los aposentos del joven sultán. Nada iba a poder impedir que hablasen sobre el asunto del compromiso.

Llegó hasta la puerta de la habitación de Itachi y Kisame se encontraba allí. Deidara lo reverenció.

—Kisame—lo nombró luego de la reverencia—, he venido a ver al sultán.


—Le diré que estás aquí—le dijo para luego meterse dentro de la habitación.

 

Luego de unos momentos, las puertas se abrieron y Deidara se adentró. Kisame ya se había retirado y apenas le habían traído el desayuno a Itachi. El rubio lo reverenció e Itachi sonrió.

 

—Deidara. Luz de mi vida y de mi alma. Me alegro verte tan temprano—se acercó a él y besó su frente.

 

—Su majestad, me alegro de que, esta mañana, se encuentre de buen humor—le dijo al verlo sonreír tan abiertamente.

 

—Todo salió excelentemente el día de ayer y hoy es el cumpleaños de Sasuke. Quiero pedirte algo respecto a eso, pero será luego. Ahora desayuna conmigo y cuéntame cómo estás tú—se acercó a la mesa para sentarse sobre un almohadón y lo invitó a su lado.

El rubio se sentó a su lado, pero hizo descansar su cabeza en el pecho de su sultán y tomó su mano. Su rostro denotaba preocupación y un ligero toque de angustia.

—Espero que el príncipe pase un día maravilloso—comentó.

—Amén.

—Lo extrañé mucho, su majestad. Ayer no estuvo para mí ni un solo instante. Sentí que podía morir por su ausencia, hump—entrelazó su mano con la de Itachi.

—Fue un día muy ocupado. Vendrán días así pronto, pero tienes que ser fuerte y no entristecerte. De otra forma, no podré hacer mis deberes al sentirme preocupado por ti—besó su cabeza y olfateó el aroma de su cabello.

—¿No me extrañó, Itachi? —preguntó curioso.

—Sí. Estuve pensando en ti todo el día, pero ya no pienses en eso. Ahora estás aquí conmigo y debes disfrutar el momento—tomó un dango y lo llevó a la boca del rubio.

Deidara abrió la boca y comió de lo ofrecido.

—Cuéntame qué hiciste el día de ayer—pidió con interés.

—Visité a la señorita Ino en la enfermería—respondió al ver su oportunidad de hacerle la petición al sultán.

—¿Cómo se encuentra ella?

—Se está recuperando bien, gracias a Allah, pero no creo poder decir lo mismo sobre su corazón, hump—lanzó una duda hacia Itachi y este se apartó un poco para poder verle el rostro al rubio.

—¿Por qué dices eso? ¿Qué le sucede?

—Ella me contó que la madre sultana planea casarla con el hijo de un pachá muy importante y, sinceramente, no creo que esa sea una decisión correcta, mi señor—le dijo mirándolo a los ojos y con seriedad.

Itachi se quedó pensativo un momento y se sintió sorprendido por las palabras de Deidara.

—¿No quieres que Ino forme una familia con alguien de buen corazón? —preguntó intentando entender la situación.

—No es eso, Itachi. Si Ino amase a esa persona con todo su corazón, entonces, yo no podría decir nada al respecto más que felicitarla y agradecerle a la madre sultana por permitir eso, pero la noticia ha roto el corazón de esa muchacha—le explicó.

Itachi plasmó en su rostro una seriedad absoluta mientras pensaba.

—Creí que la noticia la pondría feliz—mencionó.

—Por el contrario, su majestad. La noticia la ha dejado muy triste. Sé que yo no debería meterme en estos asuntos, porque solamente soy un esclavo del harem e interponerme en las decisiones de la gran sultana es algo que está totalmente fuera de lugar, pero no puedo evitar sentir pena por ella, mi señor. Perdóneme si me he sobrepasado—bajó la cabeza en señal de disculpa.

Itachi pensó en todo lo que se le había dicho y comprendió que su madre ni siquiera había pedido la opinión de esa muchacha como le había dicho a él. Había creído en la palabra de su madre y había aprobado un compromiso que haría infeliz a esa muchacha que debía ser recompensada. Además, recordó el enorme silencio de Shikamaru al recibir la noticia de su compromiso y supo entonces que tampoco había dejado conforme a aquel muchacho.

—No tienes que preocuparte, Deidara. Hablaré con la señorita Ino y ella me dirá qué piensa con respecto a esto. Entonces, tomaré una decisión—le acarició la mejilla y elevó su rostro.

—Mi señor, usted es tan justo y misericordioso—lo abrazó con todas sus fuerzas sintiéndose feliz de haber logrado su cometido.

—Me alegra que seas tan bondadoso y siempre estés mirando las necesidades de los demás antes que las tuyas. ¿Acaso nunca me pedirás algo que sea para ti? Siempre me estás haciendo peticiones que benefician a los demás—le dijo teniendo el corazón conmovido.

Deidara sonrió ante aquel halago. Por supuesto que todo lo que le pedía al sultán lo terminaba beneficiando en gran manera siempre. Ino permanecería en el palacio junto a él para continuar ayudándolo con sus propósitos, pero no dejaba de estar feliz por la muchacha que tanto quería como una hermana.

—Quiero pedirte algo—dijo Itachi y se puso de pie para ir a buscar algo a un cofre que había cerca de la cama.

—¿Qué es, mi señor? —preguntó curioso.

El pelinegro se acercó de nuevo con una bolsa de tela en sus manos y se la dio al rubio. Aquello pesaba un poco y se pudo oír el tintineo de las monedas de oro dentro.

—Quiero que arrojes estas monedas de oro desde el piso de los favoritos para las criadas del harem. Es en celebración por el cumpleaños de mi hermano—le dijo y Deidara se sorprendió.

—Pero…, cuando ocurre algo como esto, es la señorita Tsunade la que hace este trabajo. ¿Por qué puedo hacerlo yo, mi señor? —preguntó sin entender.

—Todos verán que de tus manos está saliendo oro y, entonces, conseguirás que dejen de molestarte tanto. Comenzarán a amarte. Por desgracia, la gente funciona de esa manera en la mayoría de los casos y prefiero que sea así a tener que dar una orden que los asuste y haga que te odien aún más—acarició su rostro y el rubio se sonrojó—. También dile al señor Teuchi que prepare dulces y jugo de frutas para distribuir en el harem.

—Enseguida, su majestad—dijo muy feliz y lo besó de la alegría, a lo que Itachi le correspondió.

El rubio se puso de pie, lo reverenció y se fue corriendo directo a la cocina para informar al cocinero del palacio sobre la orden del sultán. Luego, volvió al harem y subió al piso de las favoritas.

—¡Muchachas, escuchen! —las llamó a todas y, desde abajo, lo miraron—Hoy es un gran día, porque es el cumpleaños del príncipe Sasuke. Así que, como una forma de celebrarlo, su majestad ha decidido que todos seamos felices en este día—les dijo para luego comenzar a arrojar las monedas hacia donde ellas estaban y todos enloquecieron de alegría.

Todos juntaron una gran cantidad de oro y se sentían muy felices.

—Que Allah bendiga al príncipe—dijo una de ellas.

—Que Allah le otorgue larga vida al príncipe Sasuke.

—Que Allah te bendiga, Deidara. Nos has conseguido oro—le dijo una de las muchachas con una gran sonrisa.

—Que Allah te otorgue hijos pronto para el sultán, Deidara—le dijo un doncel.

Deidara sonrió muy conforme con la situación, porque la mayoría ahora le sonreía y le deseaba buenas cosas.

—Que Allah bendiga al joven Deidara. Ha compartido la felicidad del sultán con nosotros y no nos ha dejado de lado. Es muy generoso—le dijo una muchacha a otro doncel.

—Espero que Allah le otorgue todo lo que desea a Deidara. Ha sido muy bueno con nosotros a pesar de todo. Que Allah bendiga al sultán también.

—Amén—respondió la mayoría.

—Que Allah cumpla todos tus deseos, joven Deidara—le dijo una de las muchachas y lo reverenció.

Deidara se sorprendió tanto que todo su ser se estremeció ante aquella reverencia. Sus ojos se abrieron mucho y sus mejillas enrojecieron. Nunca se había sentido de aquella forma. Su estómago se revolvió un poco y la emoción llenó su corazón. Por un instante, olvidó que él era igual que todos allí en ese harem.

—Que Allah los bendiga a todos—les dijo antes de marcharse de allí con las piernas temblando.

—Que Allah lo bendiga también—dijeron algunas muchachas al mismo tiempo seguido de una reverencia y eso le llenó los ojos de lágrimas que intentó ocultar yéndose con prisas a su habitación.

—Por Allah… Conque así se siente, ¿hump? —dijo tocando su pecho y estando recargado con la puerta intentando calmar sus emociones.

La mayoría en el harem estaban muy agradecidos y felices. Toda su felicidad se debía a ese doncel de cabellos de oro.

Por otra parte, Ino se encontraba acomodando la cama de la enfermería. Le habían dado el alta y ya podía regresar a sus actividades, pero solamente a las más ligeras.

Otra cosa que había conseguido además del alta había sido un letal veneno que se usaba como medicina para calmar los nervios. Unas gotas podían ayudar y calmar a una persona, pero si se usaba demasiado podía sofocar el corazón hasta detenerlo por completo. Lo usaría luego de la boda en ella misma para evitar el destino de estar con quien no amaba y no arruinar la vida de esa persona tampoco. Su corazón solamente anhelaba a alguien, pero era imposible llegar a él en su condición.

—Señorita Ino—escuchó la voz de Sai detrás de ella.

—¿Qué ocurre? —preguntó mientras acomodaba la almohada.

—Su majestad pidió verte—le informó y ella se imaginó que debía de ser algo con respecto al compromiso.

—Enseguida voy…—respondió y el otro joven se retiró.

Terminó de inmediato de acomodar aquella cama y se dirigió hacia los aposentos del sultán. La puerta de aquella habitación se abrió rápido para ella e ingresó. Allí pudo ver a Itachi de espaldas a ella y lo reverenció.

—Su majestad…—dijo casi en susurro y él volteó a verla.

—Señorita Ino. Ven, acércate—le dijo y se sentó a los pies de la cama invitándola a ella a su lado.

Sin dudarlo, se acercó y, con la cabeza baja, se sentó tímidamente al lado del sultán.

—Te llamé porque deseo hablar contigo sobre tu compromiso con Shikamaru Nara. Deidara me contó que la noticia no te hizo feliz. ¿Es eso cierto? —le preguntó con seriedad y la rubia interpretó que él estaba enojado por negarse al compromiso.

—Mi señor…, yo… no quiero que usted piense que yo…—la interrumpió al tomar su barbilla y elevar su rostro para que lo mirase a los ojos.

Ella se sintió muy intimidada al punto en que comenzó a temblar como una hoja.

—Quiero que me respondas sin miedo. ¿Tú estás de acuerdo con casarte con Shikamaru? —aquella pregunta le llenó los ojos de lágrimas a la muchacha.

—¿Quién soy yo… para dar mi opinión, mi señor? Haga lo que a usted le parezca apropiado… Yo sólo obedeceré a mi sultán…—le dijo entre lágrimas y comprendió que ella no deseaba aquello.

—Señorita Ino, mi intención en ningún momento es imponerle a alguien con quién debe casarse. No puedo permitir tal cosa si tú no estás feliz con ello. Si me lo pides, entonces, cancelaré este compromiso de inmediato.

Ino sintió mucha emoción y sorpresa de repente, rompiendo en llanto por aquello. El alivio llenó su ser de repente y sintió que Deidara le había salvado la vida, pues no iba a ser necesario el veneno si le pedía al sultán que cancelase ese compromiso.

—Su majestad…, le ruego… que cancele mi compromiso con el hijo del pachá… No deseo ese matrimonio, mi señor…—le suplicó tomando su mano y con la cabeza baja.

—No te preocupes. Hablaré con el pachá y su hijo, entonces, no tendrán que casarse, pero quiero hacerte un pedido—le dijo y ella asintió muy feliz.

—Permanece al lado de Deidara y cuídalo. Si surge cualquier cosa, quiero que vengas y me lo digas de inmediato. Quiero que seas mis ojos y oídos en el harem, porque él me preocupa demasiado y no quiero que nadie lo lastime, ¿entiendes? —le pidió con seriedad.

—Por supuesto, su majestad.

—Por cierto. Es mi deber recompensarte por los daños causados debido a tu injusto castigo. Ya que no te casarás con Shikamaru y permanecerás aquí en el palacio, te convertirás en la criada del príncipe Sasuke, si así lo deseas. Yo sé que tú lo aprecias mucho y no pierdes oportunidad de quedarte observándolo cuando él pasa por el harem—le sonrió y ella se sonrojó increíblemente ante aquello, pues el sultán sabía sobre su secreto.

—Mi señor, yo…—la interrumpió.

—No te preocupes. Después de todo, mi hermano necesita gente leal a su lado y considero que tú eres una de esas personas. Él necesitará un harem cuando cumpla sus quince años y tú serás parte de él desde ahora. ¿Qué dices? ¿Te agrada la idea de convertirte algún día en la favorita del príncipe? —le preguntó y ella se sonrojó hasta las orejas.

—Estoy… muy feliz, su majestad—le dijo y se arrodilló ante él para besar sus vestiduras.

—Alla mediante serás feliz, señorita Ino—le dijo y ella se puso de pie—. Puedes retirarte.

Ella volvió a reverenciarlo y se marchó de allí con el corazón lleno de felicidad.

—Guardias—los llamó Itachi y ellos abrieron la puerta de inmediato para luego reverenciarlo—. Traigan a Shikaku Nara y a su hijo de inmediato al palacio—les ordenó y ellos obedecieron.

Luego de un par de horas a caballo con su hijo, Shikaku llegaba bien al palacio. El lugar donde se estaban hospedando no quedaba tan lejos. Se dirigió de inmediato a donde se encontraba el gran sultán. Allí le abrieron la puerta de sus aposentos y ambos entraron, lo reverenciaron y se mantuvieron con la cabeza baja.

—Mi señor, ¿qué desea de nosotros? —preguntó Shikaku.

—Es un asunto importante, pachá. La verdad es que estoy muy apenado contigo y con tu hijo. Desde ahora me disculpo con ustedes—les dijo con calma estando parado frente a ellos.

—No entiendo, majestad. ¿Por qué se disculpa? —preguntó Shikaku.

—Verá, pachá. Resulta que su hijo no va a poder casarse con la señorita Ino. Supe que ella no estaba dispuesta a hacerlo y nos apresuramos, porque también me di cuenta de que, tú, Shikamaru, tampoco deseas este matrimonio—le dijo y el joven se asustó un poco.

—Majestad, si cometí algún error, perdóneme… Yo nunca…—fue interrumpido el jovencito.

—No es necesario que te disculpes. No cometiste errores. Simplemente, no estaban destinados y no puedo obligarlos a nada. Respeto sus voluntades y Allah me castigaría si les impongo algo que no desean. En compensación por la cancelación del compromiso, Shikamaru…—tomó su barbilla e hizo que elevara su rostro—, puedes pedirme lo que quieras. Cualquiera que sea tu deseo, te lo daré de inmediato.

Shikamaru abrió sus ojos en gran medida totalmente sorprendido y su corazón se aceleró. Tardó unos segundos en asimilar la situación y solamente se le vino una cosa a la mente.

Neji…—pensó y tragó duro.

La oportunidad de su vida estaba frente a sus ojos, pero, quizá, si pedía aquello, podía perder la cabeza, pues estaba la posibilidad de que ese deseo que pidiese no fuese posible concederlo. Sabrían que estaba posando sus ojos en el harem y eso se pagaba con la vida.

—¿L-Lo… que yo quiera? —preguntó aún muy sorprendido.

—Lo que sea que estés pensando voy a dártelo sin dudar ni un segundo—le dijo con seriedad y el jovencito tragó duro.

Su padre estaba muy sorprendido, pero no movía ni un músculo por la tensión que estaba sintiendo en ese momento.

Neji…—volvió a pensar, pero, aunque todo su cuerpo y corazón gritaba por el doncel, la razón ganó terreno—Su majestad…, ¿podría guardarme ese deseo para otro momento? Necesito pensar y… estoy un poco abrumado todavía.

—Por supuesto. En el momento en el que estés listo, solamente tienes que venir a mí y decirme qué es lo que quieres—lo soltó y les hizo una seña para que se retirasen.

Ambos lo reverenciaron y salieron de allí.

Shikamaru sabía que Neji estaría totalmente destrozado con la noticia del compromiso, pero estaba impaciente por escribirle una nota y hacérsela llegar con la señorita Konan. Quería ser él quien le dijese que el compromiso estaba roto y que existía la posibilidad de que ellos pudiesen estar juntos.

En otra parte del palacio, específicamente en el jardín boscoso, se encontraba Neji sentado bajo un árbol en una zona muy alejada del palacio. Sus lágrimas empapaban la tierra y sus ojos veían de forma borrosa la pequeña botella que tenía en su mano. De nuevo, aquel veneno que sofocaba el corazón, pero… ¿cuánto más iba a poder hacerle a un corazón que ya estaba muriendo por un amor que no iba a poder ser?

—No voy a soportar verte en los brazos de alguien más… Ver a tus hijos con los cabellos rubios de ella y sus ojos. Prefiero la muerte antes de tener que soportar este destino tan horrible…—destapó aquella pequeña botella y su corazón se aceleró.

Estaba dispuesto a beberla completa y nadie iba a poder impedirlo, porque estaba tan lejos de todos que nadie siquiera podría escuchar los gritos de auxilio de nadie en aquel lugar.

—Shikamaru…, que Allah te haga feliz junto a ella…—dijo antes de llevarse la botella a la boca y comenzar a derramar aquel líquido en su garganta, tragándolo sin dudar ni por un segundo.

Dejó caer aquella pequeña botella de cristal a la tierra y cerró los ojos, dejando caer unas últimas lágrimas de amor hacia sus mejillas. Inhaló profundamente y luego exhaló, quedándose inmóvil en aquel lugar.

Notas finales:

¿Cómo se encuentran el día de hoy? ¿Qué les pareció el capítulo?


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