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Angtruary por Selas

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IGGORXSEVERUS


Cerró nuevamente la venta que se había abierto a causa del frio viento de invierno, aquella no era una morada acogedora, pero era el lugar más seguro al menos por algunos meses. Podía soportar el frio y la locura que comenzaba a invadir su mente si al final de todo seguía con vida, porque su deseo de vivir era lo único que lo mantenía en pie, esperaba que el Lord estuviera más interesado en terminar de una vez por todas con la vida del niño que vivió que en buscar represarías contra quienes le habían abandonado, espera estar seguro en aquel refugio que tenía preparado desde que salió de Azkaban y que adecuo para dos cuando se enteró que Durmstrang participaría en el torneo de los tres magos.


Había esperado que todo fuera como antes, que encontraría al mismo Severus Snape que había conocido en un verano distante en su juventud, al que se hizo muy cercano durante la primera guerra mágica; pero había encontrado a un hombre muy diferente al que recordaba, uno que lo evitaba y rehuía constantemente a sus acercamientos. Seguro Dumbledore le había dicho que él lo acuso como mortifago ante el ministerio y por tal motivo se encontraba resentido con él.


Un chillido se escuchó a lo lejos, parecía que el agua para el te ya se había calentado, se levantó para servir un poco del líquido humeante, metiendo después una bolsa de té en el agua. Ante sus ojos unos delgados y pálidos dedos tomaron la porcelana.


—Incluso para algo tan sencillo eres un desastre.


Esa voz... la conocía, ¡Sabía a quién pertenecía! —Severus, tu ¿Cómo llegaste aquí? — Le sorprendía ver a su antiguo compañero en ese lugar, se había abstenido de usar magia para borrar cualquier rastro de su paradero.


—¿Acaso no soy el mago más astuto que has conocido? — La comisura de los labios del pelinegro se levantó levemente — Vamos, esfuérzate un poco.


—Pensé que te quedarías, dijiste que no tenías nada que temer — El de ropaje negro se acercó a él, en un movimiento tan rápido que le parecía estar viendo a una serpiente.


—No creo tener motivos para tal cosa — La mano delgada se movió en medio del salón, hasta atrapar su brazo derecho — No, no los tengo... pero tu pareces temer mucho, Iggor.


—¿Severus? — La voz del otro sonaba extraña, casi duplicada, menos grave y pausada, arrastraba las letras y parecía llevar cierto tono irónico en su comentario.


Su manga fue levantada rápidamente, allí estaba, la marca tenebrosa vibrando en su brazo, las uñas en la mano del mago le hirieron la piel y con cada gota de sangre que salía la imagen del mago frente a él transmutada a la de ese hombre.


Como si despertara de un sueño el exdirector se percató de que estaba en el suelo y lo que lo hacía sangrar era su propia varita clavada en su brazo, arrodillado en el suelo con la respiración a punto de colapsar el antiguo mortifago elevó la mirada viendo de nuevo al hombre al que había jurado servir.


—Que conmovedor, realmente es asombroso lo extraño que puede ser el corazón, como se puede amar a alguien y al mismo tiempo aborrecer una parte de él — Voldemort veía con expresión neutra a su antiguo servidor, guardando la alegría de verlo humillado para sus adentros — Tú piensas mucho en él, pero Severus ni siquiera está interesado en saber sobre tu paradero. Aunque debo decir que me tomo por sorpresa ver dentro de ti y descubrir que lo de ustedes fue reciproco, debiste hacer algo muy malo como para que te odie así.


El mago de barba no había sido capaz de decir nada, pero entendió de inmediato que estaba viendo dentro de sus recuerdos, que uso la imagen de Severus para dejarse tentar y bajar la guardia, era seguro que moriría, pero intentaría al menos proteger a Snape de las sospechas del Lord, no le dejaría saber que cuando él lo acuso; Albus Dumbledore había hablado a su favor.  


No sabía si el pocionista estaba o no traicionando la confianza de quien lo protegía, pero el procuraria mantenerlo a salvó, un destello verde llenó la choza, y mientras su cabeza caía al suelo fue capaz de ver nuevamente al hombre que amo, que traicionó y finalmente al que abandonó.


 


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