—¿¡Dónde está Furihata-kun!?
Hyūga tuvo que taparse los oídos para no quedar sordo. Incluso Tsuchida había cerrado más, si era posible, sus ojos de la sorpresa.
Aida Riko, la popular entrenadora de Seirin, el tema principal entre los entrenadores veteranos llevaba más de 30 minutos buscando por todo el recinto de la Winter Cup a su kohai favorito.
Aunque la chica se negara a admitirlo, de entre todos sus niños, le había tomado un cariño muy especial a Furihata Kōki. Todos eran conscientes, hasta los integrantes más nuevos, que Riko tenía atenciones especiales con él.
¿Eran acaso los entrenamientos especiales que le dejaba? Esos que eran para empezar a desarrollar el potencial que encontró el año pasado, durante su encuentro con el capitán de Kaijō. O tal vez las intensas platicas que tenía con él cuando ninguno de tercero estaba cerca.
Una vez los nuevos miraron, impresionados, una pelea entre la entrenadora Aida y el base titular Izuki Shun por acaparar la atención de Furihata, aunque solo fuera para que este decidiera quien lo acompañaba a comprar una bebida.
Claramente ganó Aida, por qué de no hacerlo Furihata moriría en los entrenamientos. Izuki tuvo que hacer el doble de entrenamiento por atreverse a discutir con ella.
Por ello, cuando Furihata desapareció de la vista del equipo, tras presenciar el primer partido del día, Aida Riko se preocupó.
Ni Izuki, con su vista especial, pudo distinguirlo entre la multitud. Y eso significaba mucho del superior favorito del castaño, aunque a Aida le doliera admitirlo.
Si Izuki, con quien se la pasaba más tiempo Furihata—sin contar a Fukuda o Kawahara—, no podía encontrarlo, definitivamente estaba perdido.
Hyūga mandó a los de primero ir apartando una mesa en el restaurante donde comerían mientras ellos, los de segundo y tercero, buscarían al castaño por las instalaciones. Kiyoshi había sido mandado con ellos y, para no perder la costumbre, ignoró las peticiones del de lentes y se unió a la búsqueda.
Kiyoshi también quería a Furihata, y parecía mamá gallina buscando al pequeño kohai que le vendó la rodilla con su preciosa cara brillando más que su propia sonrisa.
Hyūga hubiera peleado más, Kiyoshi venía de visita, suspendiendo su rehabilitación post cirugía, y podía causar más problemas al solo portar un gafete VIP y ropas causales que resaltaban entre tanto uniforme. Sin embargo, Kiyoshi ya se había puesto en marcha a la recepción, dejándolo con las palabras en la boca.
Así pues, después de treinta minutos de inútil búsqueda, Aida había gritado por frustración en medio del pasillo.
—No está en los baños —Kagami, tratando de calmar su agitada respiración después de haber corrido y entrado a cada uno —, ni en los de mujeres.
—¿Cómo sabes que no está ahí, Kagami?
Hyūga le miró extrañado, algo asqueado ante la idea de que el idiota de su Ala-Pívot haya cometido la estupidez de meterse a mirar. No quería tener en su último torneo con una amonestación, y menos el primer día.
—Yo… Le pedí a unas del staff que revisaran… Señor.
Tsuchida pensó en reír al ver que en cuanto tuvo contacto visual con Hyūga, Kagami se enderezó de inmediato e hizo un saludo militar; pero no era la ocasión.
—Furihata-kun no entraría en los baños de mujeres aun si su vida dependiera de ello.
Aida suspiró, su pequeño chihuahua no era como los idiotas de sus compañeros, no después de la corrección de actitud que le dio en las aguas termales el año pasado. No, él había aprendido y se volvió niño bueno.
Un niño bueno, perdido. ¿Debería vocearlo o pedir alerta Amber? ¿Había esa alerta en Japón siquiera?
—¡Chicos! —la voz de Koganei la sacó de su realidad —¿Lo encontraron? —negaron y Koganei se despeinó desesperado —¡Ahh! Nosotros tampoco lo vimos entre los pasillos.
Mitobe, inseparable a Koganei, asintió. Su rostro lucía aún más preocupado que el de Aida y su aura de Mama Gallina era más intensa que la de Kiyoshi. Koganei le dio unas palmaditas en su hombro, tratando de tranquilizarlo. Cosa que no funcionó, solo sacó un suspiró de él. Hyūga pensaba que en cualquier momento se comería las uñas. O peor, lloraría.
Si no miraba no pasaba.
—Tampoco está tras bambalinas.
El grito de todo el equipo de Seirin se oyó por el pasillo, en especial uno femenino que resonó con más fuerza. Parecía que Riko sacó su frustración a través del susto que Kuroko les había metido.
Mientras su corazón se tranquilizaba, descartaba aquel lugar de su lista.
—Tsuchida-kun, ¿tienes algo?
El cabeceó negativo del nombrado le quitó la tranquilidad que había vuelto. Tsuchida, con su teléfono en mano, volvió a marcar al número de Furihata, poniéndolo en altavoz para que los demás oyera. Sin embargo, después de algunos timbres la llamada entró en buzón y Tsuchida colgó al instante.
—¡Ni Nigō se pierde tanto tiempo!
Se escuchó un ladrido, seguido de un leve Shh de Kuroko. Seguían en el recinto, y el fantasma no quería perder a su otro cachorro.
Los ojos marrones de Aida se iluminaron al ver a Izuki doblar el pasillo del que había salido Kagami, Koganei y Mitobe. Ilusionada, pensando que atrás de él vendría su preciado castaño.
—Lo siento, Aida, no está en las canchas.
Pero la decepción era fuerte.
¿Qué le dirían a su madre y al protector hermano mayor de la familia Furihata? Aida estaba segura de Kōsuke, su hermano, porque podría usar como escudo a Hyūga o Koganei. Kiyoshi estaba en su lista, pero la lesión le impedía usarlo de protección. ¡Aunque Kōsuke podía no pegarle a un discapacitado para no ir a la cárcel!
Pero estaba su madre, y si bien era una señora demasiado dulce y tranquila, no quería verla llorar. Porque lloraría con ella, por la pérdida del niño.
Ahora fue su turno de revolverse el cabello, desesperada.
—¿¡Qué voy a hacer!?
—Kiyoshi buscaría en la recepción, ¿no ha dicho nada?
Hyūga revisó su teléfono, encontrando la notificación que le llegó en la mañana sobre una nueva figura histórica en el mercado, esa que no borró para no olvidarse de comprarla en la noche. Miró a Izuki, bufando.
—El idiota no ha mandado nada.
Y un silencio abarco a Seirin. Solo las pisadas y platicas fugaces de los estudiantes que pasaban por el pasillo se oían junto con los suspiros del equipo ganador.
El pie de Riko empezó a golpear repetidamente en suelo, mientras pensaba qué otros lugares podrían buscar. Existía la posibilidad de que Furihata no hubiera sido captado por nadie por estar en constante movimiento, seguramente los estaba buscando.
¿Deberían quedarse dónde están? ¿Por qué no contestaba su teléfono?
Si de una emergencia se tratara, Furihata era demasiado responsable para advertirle y pedirle permiso de retirarse, y no lo había hecho. Emergencia no era.
Aun si no se tratara de una, cualquier salida implicaba que primero preguntara antes de irse. Si no era ella, era a cualquiera de tercero. De todos, el castaño era el más considerado. Kuroko era el último, siempre se iba sin siquiera preguntar.
Los demás, eran fácilmente influenciables por cualquiera de los dos anteriores.
Aida estaba a punto de considerar quedarse en ese lugar cuando Kuroko hizo una expresión de sorpresa.
—¿Qué pasa, Kuroko?
—Tengo una idea.
Seirin vio a Kuroko sacar su celular del bolso, aprovechando la ocasión para acariciar a Nigō. Kagami asomó su cabeza—sin mucha dificultad—por encima del fantasma, cambiando su expresión de enojo y asco que consternó a los presentes.
—¿Crees que él…? —los labios de Kagami se toparon con la blanca mano de Kuroko, dejando más curiosos a los superiores. Quisieron preguntar, pero Kuroko ya tenía el celular en la oreja en espera de ser atendido.
—Hola, ¿está Furihata-kun contigo? —la otra persona respondió algo que hizo a Kuroko apretar los labios —Se separó de nosotros en cuanto acabó el primer partido, no lo encontramos en ninguna parte ni responde el teléfono —Aida estaba casi comiéndose las uñas, ahora preguntándose con quien demonios hablaba su jugador milagro —. Te lo agradecería muchísimo —y colgó, guardó su celular y miró a todos —. Mi contacto nos ayudará a buscar a Furihata-kun.
—¡OE…!
Cualquier cosa que Kagami hubiera querido decir se quedó en aquel golpe que le propinó Kuroko en el estómago.
—¿Se puede saber quién es tu contacto? —Hyūga preguntó. Izuki, divertido, tocó con el pie al Kagami que yacía en el suelo, frotándose la zona golpeada.
—Lo lamento, pero no —Kuroko se inclinó a Hyūga, disculpándose, luego se dirigió a Aida—, pero le aseguro que es confiable.
"Confiable mis bolas", pensó Kagami.
Aida solo se alzó de hombros. Si una persona externa ayudaba, ellos podían quedarse ahí y ser encontrados por Furihata si era él quien los estaba buscando.
Iba a plantear la idea cuando su celular comenzó a vibrar. Al igual que con Izuki, sus ojos brillaron con la esperanza de encontrar el nombre de su kohai en el celular. Sí era de su kohai, pero no del que ella quería. Respondió.
—¿Qué pasó, Fukuda-kun? —la molestia y decepción en el rostro de la entrenadora se borró —¿¡D-De verdad!? ¿¡Dónde están!?
Seirin estaba feliz, eso significaba que Furihata fue encontrado. Mitobe respiró en alivio, Izuki se tomó el pecho contento y Hyūga se masajeó el arco de la nariz quitándose toda la tensión de encima.
Kuroko pensó que su contacto era demasiado eficiente, eficaz.
—¿Cómo que en peligro?
Y Kagami estaba listo para proteger a Furi del contacto de Kuroko, aun si eso significara su vida.
—¡Vamos para allá!
La chica colgó y no necesitó más que una mirada para poner en marcha a todo Seirin.
Fukuda colgó el teléfono y volvió su vista al posible asesinato que tenía en frente.
Junto con Kawahara les tocó buscar los alrededores del recinto, sin llegar a salir del mismo. Empezaron por la parte trasera, cada uno en una dirección diferente, recorriendo su propio lado hasta llegar a la puerta principal donde se encontraron.
Para su suerte, Furihata estaba ahí, pero no solo.
Un gran arbusto fue el escondite ideal para pasar desapercibidos ante la escena frente a ellos. Furihata estaba pegando a una pared cercana a las escaleras, rodeado de jugadores de Rakuzan.
Pero no eran jugadores cualesquiera.
Kawahara, en otra situación, hubiera gritado de emoción por encontrase al jugador que lo inspiraba. Solo si este no tuviera su musculoso brazo alrededor del cuello de Furi.
Nebuya Eikichi no dejaba de poner todo su peso encima del castaño. Kawahara ya no lo vería igual después de saber que era capaz de amenazar de esa forma a un chico indefenso como Furihata.
También estaba Mibuchi Reo, coqueteándole de la manera más descarada que ambos pensaban ver. Y eso que Mibuchi fue capaz de hacerlo en pleno partido, con su capitán.
Y, gritando como desquiciado, Hayama Kotarō, obviamente lanzando amenazas al nervioso Furi.
Fukuda, luego del susto inicial, había marcado a la entrenadora para traer refuerzos, ya que ellos obviamente no podían solos.
—Me siento impotente aquí, solo viendo —susurró Kawahara.
—Yo también… —su frente se arrugó cuando Nebuya apretó a Furihata contra su cuerpo — Esos desgraciados, ¿se estarán burlando de él?
Kawahara pasó saliva. ¿Nebuya se burlaría de alguien? ¿No fue él quien le pidió a Kiyoshi sacar a Furi cuando se enfrentó a Akashi? Su ídolo se le caía.
—Me preocupa más que lo estén acosando…
La risa de Reo sonó casi lujuriosa. Desde el arbusto podían alcanzar a ver como la mano del azabache le contorneaba la mejilla a su compañero. ¡Reo estaba pasando los limites!
Y ellos ahí, esperando a sus Senpais.
Entonces Hayama soltó una carcajada, confirmando las sospechas de Fukuda de que estaban burlándose de él.
—Deberías venir más seguido a visitarnos, los entrenamientos son más tranquilos cuando vas a Rakuzan.
Kōki rio. Estaba al tanto de que cuando iba a Rakuzan todo el equipo de baloncesto estaba más que feliz de tenerlo ahí. Cuando su entrenadora le comenzó a implementar descansos físicos mensuales, destinados al ejercicio visual y mental, se tomó la libertad de viajar a Kioto para pasar el fin de semana con Akashi, iniciando desde el viernes por la tarde.
En el gimnasio, mientras Rakuzan entrenaba, él hacía sus ejercicios, así que no había problema con ellos.
Y esos días Akashi era más blando, al parecer de los reyes sin corona. Pues, según Reo, la urgencia por acabar e irse con Kōki era demasiada que, inconscientemente, acortaba los ejercicios unos minutos para terminar antes.
—Lo lamento, Nebuya-san, solo puedo ir una vez al mes —Nebuya chasqueó la lengua y apretó a Kōki hacia él, abrazándolo más—, aunque si se da la oportunidad en un futuro prometo que los visitaré en la graduación.
—¿Irás por nosotros o para consolar a Sei-chan?
Kōki siempre pensó que la risa de Mibuchi era como las de las damas ricas de sociedad de las películas. Hasta su mano la ponía en la misma posición, cubriendo su boca con el dorso.
Los reyes sin corona, así como sus superiores, estaban a nada de graduarse. Furihata quería estar presente para ambos, y rezaba porque las ceremonias de graduación fueran en distintas fechas para poder estar ahí para todos.
Y así como él estaría triste por la ida de sus superiores, sabía que Akashi también lo estaría. No le había preguntado, pero si llegara a negarlo sería una vil mentira.
Lo bueno que su Sei no mentía.
—Por supuesto que estaré ahí para ambos, Reo-nee —jugueteó con sus dedos—. No solo Sei extrañará verlos en los entrenamientos o los partidos, ustedes también son preciados para mí…
La risita de Reo paró, mas no su corazón.
Mibuchi era el que más se había encariñado del niño, de su dulzura y sinceridad. La ternura que Furihata emanaba sacaba su lado más maternal, llegando a amenazar a Akashi cuando lo presentó al equipo titular, declarándole que en el momento que hiciera llorar al pequeño él mismo se encargaba de su repentina y abrupta muerte.
Akashi ese día se quedó de mal humor, y el entrenamiento fue horrible.
La sola mención de su graduación era un tema sensible, pues terminó encariñándose de su capitán y del equipo. La idea de abandonarlo era simplemente dolorosa, y ahora conociendo al castaño dolía más. Si dejaba de ver a Sei, a Kōki también.
Tenerlo en un día tan importante valía más que toda la riqueza de su familia, y eso era mucho.
Sus ojos de cristalizaron, sin llegar a derramar lágrimas, y acarició la mejilla de Furihata con dulzura.
—Te esperaremos ahí, Kō-chan… —las suavecitas y rosaditas mejillas le sacaron una rápida risa—¿Verdad?
—¡Más te vale estar ahí, Chihuahua-chan! —gritó Hayama, tratando de lanzarse salvajemente al chico y siendo detenido por el instinto maternal de Reo, en forma de brazo. Y aunque hiciera pucheros, Reo no le permitió avanzar más, con el peso de Nebuya era suficiente —¡Hay que aprovechar que estamos en Tokio para salir juntos! ¿Verdad, Reo-nee?
—Primero hay que preguntarle a Sei-chan si nos lo presta un día, Kotarō.
—Primero ven con nosotros, Chihuahua, después no podrás siquiera caminar.
Nebuya y Hayama rieron, Reo solo negó con la cabeza, disgustado de su comentario tan fuera de lugar e indecente, y el rostro de Kōki se volvió rojo. Por dentro pensaba igual, una vez Akashi lo tomara no soltaría para nada al pequeño y no podrían salir juntos.
Sabían cuál era una de las cosas que su capitán haría, pero no había necesidad de burlarse de ello.
—Eres un puerco, Eikichi, mira cómo tienes al pobre Kō-chan.
El tomate que tenía por cara Furihata solo hizo reír más alto y fuerte a Nebuya.
—Quita tus sucias manos de Kōki, Nebuya.
Risa que se detuvo al instante.
Fukuda tuvo que volver a esconderse tras el arbusto.
Sus pies y cerebro habían tomado la suficiente fuerza para ponerse de pie y rescatar a Furi de los reyes sin corona una vez la espeluznante risa de Nebuya llamó la atención de todos.
Kawahara le veía admirado, como si un ángel protector se estuviera dibujando en su amigo. Él, Fukuda, tomó el valor de anteponerse a su miedo para ayudar a los débiles, así como en el partido donde Furi cayó en las bancas.
Kawahara quería ser como Fukuda cuando fuera grande.
Eso pensaba hasta que lo vio esconderse de nuevo, con la cara como si hubiera visto un muerto. Más pálido que Kuroko.
¿Era posible?
—¿Qué…?
Siguió la dirección donde apuntaba el tembloroso dedo de su compañero.
—Ah, ya.
Y el trasero de Kawahara tocó el piso, abrazó sus piernas y se escondió ahí.
—¿Con cuál tren crees que a Furi le gustaría ser enterrado?
—Mientras no sea rojo… —susurró, Fukuda.
Akashi Seijūrō había llegado al lugar. Con la sudadera sobre sus hombros tal cual capa de un elegante emperador—porque lo era—se paró entre los reyes sin corona y se estableció en el mejor lugar para atemorizar al castaño, a su costado.
Sus amigos ya lo daban por perdido. ¿Sería buena idea vestir su cadáver con el uniforme de Seirin o era mucho?
Mibuchi Reo cubría al castaño con su cuerpo, sus amigos no pudieron descifrar con qué velocidad temblaban las piernas de Furi.
—¿No deberíamos ir pidiendo ambulancia? —susurró Kawahara, dibujando círculos en la tierra.
—No podemos, hasta que se cometa el crimen.
—Oh.
—¡Vamos, Akashi, solo un día!
—Te lo cuidaremos bien.
—No seas egoísta, Sei-chan. ~
Kōki veían, divertido, las suplicas de los superiores de su novio para que este lo dejara salir con ellos. En realidad, no es que fuera propiedad de Akashi para que sea prestado, sino que rogaban por la posibilidad de tenerlo a él un día de los contados y especiales días en Tokio.
Por Furihata estaba bien, pero Akashi era otro tema. Además de tratarse de su capitán y, por ello, debían solicitar el permiso para salir a la ciudad, se trataba del novio de una relación a distancia donde el tiempo es sagrado.
La solicitud era un acto de respeto a su relación.
Akashi buscó los ojos de su novio, quien sonreía divertido a sus compañeros de equipo.
—¿Tú qué dices, Kōki?
—Uhm… —su índice presionó su mentón y exageró su pensar. La respuesta era clara, pero ver las caras llenas de incertidumbre de Hayama y Mibuchi era divertido —Está bien, casi no vienen a Tokio, ¡será divertido!
Gritos de victoria de escucharon. En algún lugar, dos personas lo oyeron como de guerra.
—Pero Sei-chan no puede venir, solo seremos nosotros cuatro.
Kōki tuvo que tomar la mano de su perfecto novio para que Reo no saliera con los pies por delante.
—¿Por qué no podría ir, Reo? —indignado, preguntó Akashi, con una falsa sonrisa de tranquilidad que erizo los vellos de Nebuya y Hayama, mas no los de Mibuchi.
—Sei-chan, ¡tú lo tienes todos los fines de semana! —se quejó. Ahora sí, Kōki comenzaba a creer que era un perro —¡Esta vez queremos a Kō-chan solo para nosotros!
Reo le tomó del brazo libre y le jaló a él. Su rostro quedó en el pecho del azabache, donde aspiró su cara colonia y el jabón de rosas que usaba. Su otra mano, aun sostenida por su pareja, fue tomada con fuerza al mismo tiempo que sentía la mejilla del mayor restregarse con euforia en su cabellera.
—¡Mo~!, ¡lo cuidaremos muy bien, no tengas duda de eso, Sei-chan! Iremos de compras y luego a comer. Kotarō quiere ir a ver una tienda de zapatillas que acaban de abrir —Kotarō asintió, con brillitos imaginarios a su alrededor—. Yo te compraré ropa elegante y bonita para cuando vayas a eventos importantes con Sei-chan, además de un perfume que sé que es para ti~ —Reo le aparto, apretando sus mejillas dulcemente —. Y Eikichi quiere comer en un restaurante nuevo —Nebuya se sintió ofendido con la frialdad en la que describieron sus planes.
Se retractaba del plan.
¿Zapatillas, ropa? Él se las podría comprar, las que quisiera. ¿Restaurantes? ¡A los más caros lo llevaría! No había necesidad de que Kōki saliera solo con este peligroso trío. Reo era demasiado cariñoso con Kōki, no le gustaba. Kotarō y Eikichi juntos eran un desastre, podían meter a Kōki en problemas.
Se negaba.
—Reo… —su otra mano tomó el brazo del castaño. Trató de quitarle de encima al azabache, pero Mibuchi era fuerte —Estoy empezando a considerar que su salida es innecesaria, Kōki pasará todo el tiempo conmigo.
—Lo regalado no se quita, Sei-chan —Reo jaló a Kōki de su lado.
—¿R-Regalado?
—Kōki no es un objeto —su novio era alguien coherente —, es mío.
Se dejó hacer por el jalón de su novio, decepcionándose de una vez de aquella pelea infantil. No era un objeto, solo era de Sei, según Sei.
Seirin corrió lo más rápido que pudo hasta la salida principal del recinto. En cuánto llegaron, Aida buscó de inmediato a sus kohais. Le habían dicho que estarían entre los arbustos más cercanos a la puerta, esperándolos.
—¡Aquí están! —gritó Aida una vez los encontró —¿Qué tienen?
Fukuda estaba echo un ovillo, con una blancas y pequeñas flores cerca de su cabeza. Mientras que Kawahara seguía abrazando sus piernas y el círculo que dibujaba en el piso había traspasado el césped, dejando ver un aro color marrón por la fertilizada tierra.
Al escuchar la voz de su entrenadora, Fukuda alzó la cabeza poco a poco.
—Furi necesitará un funeral digno, entrenadora…
El rostro de confusión, tanto de Aida, como el de todos los demás—a excepción de Kuroko y Kagami—, se giró en dirección al dedo de Kawahara que dejó de dibujar para apuntar frente a arbusto.
Furihata estaba siendo jalado por Mibuchi y Akashi, en plena acalorada discusión que no llegaban a entender. A sus costados, Nebuya y Hayama observaban la situación recargados en la pared, totalmente al margen.
El cuerpo casi inerte de Furihata se balanceaba con cada jalón. Su rostro, apoyado en uno de los brazos de Reo, lucía sin luz, distante.
Y Aida pensó lo peor.
—¡Lo van a matar!
A los ojos de Seirin, los dos titulares en la pared parecían esos matones que cuidaban la zona, alertas por si alguien pudiera verlos, permitiéndoles a los otros dos cometer el crimen.
—De todos los lugares donde podría estar… —murmuró Tsuchida.
—¡Está con Rakuzan!
Fukuda y Kawahara asintieron eufóricamente ante la declaración de Izuki.
La base vio, con horror, la intensidad con la que Mibuchi Reo y Akashi Seijūrō discutían, y el ya pálido rostro de su único sucesor.
—Oh, chicos, ¿encontraron a Furihata?
Kiyoshi salía por la puerta principal, portando, además de su gafete de visita VIP para que en la búsqueda no hubiera contratiempos, una gran y boba sonrisa.
—Kiyoshi…
Koganei lloriqueó, colgándose de su brazo y apuntando en dirección a Rakuzan. Kiyoshi le miró sorprendido, luego siguió el dedo y la boba sonrisa de su rostro se borró.
¿¡Por qué Rakuzan trataba a Furihata como un muñeco de trapo!?
—¡Kiyoshi, haz algo! ¡Furihata ya no respira!
Lloriqueó Koganei, antes de ser apartado por Mitobe.
—Quédense aquí.
Y, como era de esperarse, Kiyoshi ignoró las quejas de Hyūga y se encaminó a rescatar a su kohai.
—¡Ya te dije que no, Reo!
—¡Mo~! ¡Pero ya habías dado permiso, Sei-chan, no seas injusto!
—Eso fue antes de ver cómo tocas a Kōki.
—No seas celoso~, Kō-chan es muy lindo, ¡es inevitable!
A ese punto, ya no sentía el brazo que su novio tenía agarrado. Si Reo hablaba, lo jalaba a él; si Sei hablaba, lo jalaba a él. Estaba siendo rebajado a un vil muñeco de trapo que era disputado por dos niños pequeños.
En algún punto, buscó la ayuda de Nebuya y Hayama, pero como los traicioneros que eran solo le desviaron la mirada. Les faltó darle el pésame.
—¡Solo yo tengo permitido tocar a Kōki así!
—¡Kō-chan también nos quiere! ¿Verdad'
Dios es todo poderoso, Dios ayuda a la gente cuando se lo pide, Dios es grande.
Con aquella pregunta, Reo finalmente lo apartó de él, desistiendo en la pelea física para escuchar su respuesta.
Aprovechó la oportunidad, para zafarse de ambos, ante la atónita mirada de Akashi que, molesto por sentir su mano vacía, se cruzó de brazos.
—¿Los prefieres a ellos?
Y su novio y Reo se cruzaron de brazos; autoritarios. Pero Kōki ignoró esa autoridad, masajeó su brazo, después su cuello y dio un largo suspiro.
Los traidores de Nebuya y Hayama se apartaron de la pared, recordando que podían hacer algo más que ver, y se acercaron a ellos. Obviamente curiosos por saber si eran los favoritos del chihuahua.
Para Kōki, al menos ellos dos ya no lo eran.
—Si van a discutir así, no saldré con ninguno.
Y las mandíbulas de todos cayeron al piso.
—P-Pero, Chihuahua-chan… —Hayama tembló cuando la vista de Kōki le atravesó el alma.
—¡He dicho!
Furihata pasó a cruzar los brazos también, pero con un adorable puchero en sus labios que causó en Rakuzan un remordimiento enorme. Especialmente de Reo, que, como la madre gallina del equipo de la creación, cubrió su boca con asombro y tristeza.
—Kō-chan…
Akashi frunció los labios, disgustado.
—Hicieron enojar a Kōki… —había empezado a hablar, con afán de dar un sermón a sus superiores, quienes en un principio lo vieron tristes. Con una mirada avellanada Akashi aclaró su garganta y se corrigió —Hicimos enojar a Kōki, ofrezcámosle una sincera disculpa. Si después de esto, él decide salir con ustedes, aceptaré sus condiciones.
—Por favor, discúlpanos.
El equipo de Rakuzan se inclinó ante Furihata, pidiendo disculpas. Akashi fue el único que no las expresó verbalmente, aun inclinándose.
—Pff.
La melodiosa risa del castaño los enderezó. Se dieron por perdonados al verlo tan radiante, divertido, precioso. Riendo con alegría para ellos. Reo suspiró, Hayama se balanceó sobre sus pies contento y Nebuya rio también.
Definitivamente, con Furihata el ambiente era mejor.
Akashi se acercó al castaño, pasando su brazo por sus hombros y besando con dulzura su cabeza. Limpió algunas lágrimas que se asomaban por sus ojos, producto de la risa anterior.
Kōki era divino.
—¡Les mandaré un mensaje para ponernos de acuerdo! Hay que divertirnos mientras podamos, porque la final definitivamente será entre nosotros.
La sonrisa del castaño, cálida y resplandeciente, los dejaba casi ciegos. Asintieron, pensando lo mismo.
—Veré qué día tenemos libre por la tarde.
Comento Akashi, viendo hipnotizado a su novio.
Cruzaron un par de palabras más antes de que el capitán declarara que debían retirarse. Los reyes sin corona se despidieron de Kōki. Reo quiso abrazar al castaño antes de irse, peor los brazos de Seijūrō no se lo permitieron.
Juró que, en su salida, abrazaría a Kō-chan todo lo que pudiera.
Una vez los perdieron de vista, los labios de Kōki fueron aprisionados por los de Akashi, en un largo y deliciosos besos que sabía a Te extraño.
No importaba si se vieron el día anterior.
—No escuché tu disculpa.
Dijo, con una juguetona superioridad, cuando Seijūrō recordó que el aire era necesario para seguir vivo y cortó el beso.
—¿Mnh? —apretó las regordetas y suaves mejillas del castaño, dejando besos por todo su rostro y en los labios. La risita de Kōki no se hizo esperar.
—¡E-Espera! ¡Me haces cosquillas!
Seijūrō siguió dejando besos por toda su cara, cerciorándose de no dejar ni un solo centímetro de piel sin besar. Cuando lo sintió completo, acabó el ataque de besos en la punta de su nariz, fría por el invierno.
—Me aseguraré de disculparme correctamente cuando estemos solos —ronroneó coqueto en su oído.
—¡S-Sei!
Era ahí cuando Furihata se sonrojaba hasta las orejas y le veía con una sonrisa traviesa y unos ojos lujuriosos. Era una vista que a Akashi le encantaba observar.
Pero el sonar de un celular interrumpió su recompensa.
Sacó el celular de su bolsa, maldiciendo mentalmente a Kuroko por llamarle en ese momento. Solo ahí recordó porque estaba buscando al castaño en primer lugar. Tomando de la cintura a un curioso Furihata que arrimaba su oído al artefacto, respondió el celular.
Kiyoshi seguía parado a medio camino, impactado.
Y no solo él, todo Seirin, a excepción de dos personas, estaban en tremendo shock después de lo que acababan de presenciar.
Kawahara y Fukuda dejaron de atormentarse en el suelo cuando Koganei preguntó por qué Kiyoshi no se movía y se levantaron a tiempo para ver a su amigo, cruzado de brazos, con el equipo de Rakuzan inclinado frente a él.
"El Chihuahua dominó a los leones" pensaron.
Kiyoshi se había volteado a ellos, y Hyūga describió su cara como la más estúpida hasta el momento. Poco y más y se posaba una mosca en la abierta boca del retirado número 7.
Luego, Furihata rio fuerte y alto. Rakuzan respiró en alivio.
Los lentes de Hyūga terminaron de romperse cuando Akashi abrazó y besó la cabeza de Furihata.
Y qué decir de Aida, que tenía los ojos en blanco después de ver como el tipo que hizo caer a su Furihata dos veces mantenía un contacto tan íntimo con él.
El ojo derecho de Izuki tenía un terrorífico tic, jamás visto por los de segundo.
Seirin acabó por romperse una vez Rakuzan se fue y Akashi devoró la boca de su segunda base con deseo.
El alma de Kiyoshi abandonó su cuerpo y mientras se alzaba al cielo gritaba "La inocencia de Furi ha sido robada".
O algo así imaginó Hyūga.
Kuroko, ignorando las reacciones de los demás, soltó a Nigo y le señaló a Kagami para que rondara cerca de él. Así evitaría que su novio saltara encima de su excapitán, hasta en Akita podía oler su sed de venganza.
Nigo, como buen chico, jugueteó con las zapatillas de Kagami sacándole un buen susto e impidiendo que fuera hacia los tortolos.
—Ne, ¿ese es Furihata-kun?
Seirin asintió.
—Y ese es Akashi, ¿verdad?
Seirin asintió.
—Ah.
Aida Riko ha salido del chat.
Kuroko suspiró, pesadamente. Eran reacciones iniciales que no le sorprendían, pues las mismas habían tenido los milagros el día pasado. Se sentía mal por Furihata, después de esto el interrogatorio de Seirin sería pesado, y eso era precisamente lo que quería evitar. Kagami finalmente sacaría todo lo que tenía en el pecho.
Discutirían eso más tarde.
Tomó su celular y marcó rápidamente el contacto de Akashi.
—¿Qué pasó, Kuroko?
—Creí que nos ayudarías a buscar a Furihata-kun —desde lejos, notó el arrugado entrecejo del pelirrojo—, al parecer se te olvidó.
—Debo admitir que sí —Furihata se acercaba curioso al celular de su novio, jugueteando con el cuello de su sudadera—, está conmigo en este momento. Estamos en la salida del recinto.
Furihata inclinó su cabeza. ¿A qué se refería? ¿Con quién hablaba?
—Lo sé, te estamos viendo.
Akashi dejó de ver lo adorable que era su novio inclinando la cabeza de esa forma y buscó por el lugar al jugador fantasma. Fue sencillo, estaban justo frente a ellos.
Sonrió arrogante a Kuroko.
—No podía esperar menos de ti, Kuroko.
Los ojos de Furihata se abrieron de par en par al escuchar el nombre.
Pegó un grito nada masculino al recordar que lo había llevado ahí, el baño.
¡Él iba al baño! Pero se desvió cuando se encontró a Hayama por los pasillos y lo llevó con los demás a las afueras del lugar. ¡Se emocionó tanto que se le olvidó que estaba con su equipo!
Akashi notó el terror en los ojos del niño y colgó al instante.
Estaba bien, pensaba Furihata, si Kuroko era quien estaba ahí podía fingir que nada de eso había pasado. Kuroko era bueno guardando secretos, ¡aún no estaba listo para enfrentar a su equipo!
Algún día debía hacerlo y confesarles su relación con Akashi Seijūrō, ¡pero no era el momento!
—Te están buscando, Kōki.
El mencionado se aferró a la sudadera blanca.
—Mientras sea Kuroko quien nos vea está bien…
Y Akashi quiso decirle que sí, que era solo Kuroko quien venía por él. Pero no tiempo tuvo cuando Kiyoshi frente a él reanudó su caminar.
—Ah, así que aquí estás, Furihata.
Esa voz, tan calmada y suave, le activó la velocidad máxima de sus temblorosas piernas. Tembló, cómo en ese partido donde conoció a Akashi, cómo la vez que tuvo que pararse frente a todos en los anuncios matutinos.
Akashi tuvo que apretar su cintura y guiar las bronceadas manos a sus brazos, sino Kōki se caería. Está demás decir que a Kiyoshi no le gustó verlo.
Aunque a Akashi no le interesaba mucho si le gustaba o no.
—Gracias por encontrarlo, Akashi, ya no es necesario que lo toques tan indebidamente.
La sonrisa ladina de Akashi, cuando Kiyoshi puso su mano en el hombro del menor, hizo que el ojo del corazón de hierro temblará en un tic parecido al de Izuki.
Kōki, aún tembloroso, volteó poco a poco su rostro para encontrarse con Kiyoshi. Sonriendo, sin el amor con el que solía ver a todos sus kohais y compañeros.
Su alma abandonó su cuerpo cuando notó la presencia de Seirin atrás suyo. Intimidante era poco, asesina era la mirada de sus superiores.
—¿P-Puedo despedirme?
—¿Y bien, Furihata-kun?
Lo único bueno que podía agradecerle a Dios era salvarlo dos veces en el mismo día. El primero cuando tuvo la oportunidad de librarse de los jalones de su novio y Reo, la segunda que sus compañeros decidieron tomar una mesa muy apartada de los alumnos de primero una vez arribó el restaurante.
Eso no lo salvaba del potente interrogatorio que recién comenzaba.
La humillación comenzó cuando Aida les prohibió a Fukuda y Kawahara tomar asiento a sus lados, eso lo dejaba sentado solo, con todos los demás a su alrededor.
Justo frente a él estaba Hyūga, con los codos en la mesa y su mentón en medio de sus manos cruzadas. Kiyoshi y Aida estaban a sus lados, cada uno con los brazos cruzados y una fría mirada que le atravesaba el pecho.
Mitobe y Koganei estaban parados atrás de Kiyoshi, mientras que Tsuchida e Izuki de Aida. Tsuchida atrás de Izuki, tomándolo del brazo para evitar sabe qué cosa, cabe destacar.
Fukuda y Kawahara estaba a su izquierda, Kuroko y Kagami a su derecha. Cada par con una silla de separación.
—B-Bueno…
Balbuceó, removiéndose en su lugar. La incertidumbre de saber si saldría vivo lo estaba carcomiendo.
Solo pudo contestar incoherencias a su capitán.
—¿Por qué no comenzamos con que no avisaste a donde ibas?
Su capitán siempre le dio miedo, pero su entrenadora que asentía ferozmente le daba más.
—Pero yo sí avisé… —Hyūga le alzó una ceja, y Furihata chilló antes de mirar a Kagami —Yo le dije a Kagami que iría rápido al baño, pero me encontré con Hayama-san en el camino y él me arrastró hacia la salida.
—Oh.
Kuroko tomó la mano de su novio, para recordar lo calientita que era. Después de cómo lo miró su entrenadora sabía que no lo vería más.
—Ah, ¿así que le avisaste a Kagami? ~ —Furihata asintió a Kiyoshi, quien miraba dulcemente al susodicho —Ne, Kagami, ¿por qué buscaste tú en los baños? Que yo recuerde solito te asignaste ese lugar.
—Lo siento mucho, olvidé por completo que Furi me dijo a dónde iba, señor.
Y apretó la manita de Kuroko. Este pensó que su tigre era un completo imbécil.
—¡Qué bueno que mencionas a Hayama-kun!
Si Kōki se calmó poquito, la femenina y cantarina voz le metió los nervios de regreso. Volviendo a sus superiores, se encontró con la misma dulce cara que en las aguas terminales. Instintivamente se acarició los lugares donde Aida le había pegado esa vez.
—Eres muy apegado a ellos, ¿verdad? —Furihata asintió —Y te quieren mucho, ¿verdad? —volvió asentir, con los ojos llorosos —¿Por qué es eso, Furihata-kun?
—Y-Yo…
—¿Cuándo pensabas decirnos que Akashi era tu novio, Furihata?
—¡PERDÓN, PERDÓN, PERDÓN! ¡No quería que le dijeran cosas feas a Sei! ¡Él ha cambiado mucho, ya no es aquel que lastimó a Kagami! Él es bueno conmigo, muy respetuoso y romántico. Empezamos a salir después del cumpleaños de Kuroko y no puedo estar más feliz, me ha ayudado bastante conmigo mismo. Es sensible, tierno y comprensivo. Lo amo demasiado y no quería que pensaran que no es el adecuado para mí. L-Lo lamento…
Izuki, quien había hecho la pregunta que desató el caos, se quedó sin palabras al igual que todo el equipo. Todos miraban como el rostro de Kōki pasaba por todas las tonalidades de rojo e intentaba, vanamente, cubrirse para que no fuera visto.
Sus palabras salieron rápido, así como las lágrimas que intentó cubrir con sus manos.
—Yo les iba a decir todo, pero primero quería que ganáramos esta Winter Cup. Así si salía a jugar contra Sei y perdíamos, no pensaran que lo hice a propósito…
—Furihata, no llores, por favor.
Kiyoshi había salido de la impresión. Movió una silla al lado del castaño y lo abrazó, dando golpecitos en su cabeza para tranquilizar sus temblores. Furihata solo se aferró a su camisa.
—Solo que, después de no encontrarte, pensamos lo peor. Y verte con Rakuzan nos tomó de sorpresa.
—Sobre todo con los comentarios de ciertos idiotas… —Fukuda y Kawahara se abrazaron cuando la mirada de Aida se posó en ellos.
—Además —carraspeó Hyūga, acomodando sus lentes —, jamás creeríamos qué harías algo cómo perder a propósito.
—¿D-De verdad? —Kōki se apartó de Kiyoshi, limpiando algunas lágrimas con su dedo índice y mirando tiernamente a su capitán, quien asintió levemente sonrojado.
—Quizá mi comentario está de más, pero… —miraron a Koganei —¿No estará jugando contigo?
—¡Claro que no! ¡Sei jamás miente!
Koganei se quejó de la patada que le metió Aida por debajo de la mesa.
—Si me permiten…—habló Kuroko, aun tomado de la mano de un cabizbajo pelirrojo —Doy mi palabra por Akashi-kun de que no está jugando con Furihata-kun.
Aunque Kuroko lo dijera, Seirin seguía titubeando. Miraron una vez más al Furihata en brazos de Kiyoshi. A ese punto, el mayor ya tenía su mentón en los suaves cabellos castaños y acariciaba, maternalmente, la espalda para reconfortarlo.
Suspiraron al unísono, derrotados por la carita adorable del niño.
—Está bien, Furihata…
—¿¡Aceptan a Sei!? —no podían hacer nada con esos brillantes ojos mirándolos emocionados.
—¡Por supuesto que lo aceptamos! Si eres feliz con él, nosotros lo somos.
Kiyoshi lo abrazó una vez más, hablando por todos. Furihata rio, y el ambiente se aligeró.
—¡Voy un momento al baño!
El grito de Furihata fue captado por todos en la mesa, quienes aprobaron que se fuera. Se levantó de su asiento y caminó al baño.
Al final, todo había salido bien.
Lavó sus manos y tomó su celular. Tecleando rápidamente un mensaje.
La puerta pronto se abrió, dejando pasar a un chico de celestes cabellos.
Obviamente Kōki se dio cuenta había usado el mismo pretexto de lavarse las manos. Sin embargo, Kuroko no necesitó anunciar su ausencia.
—Debo decir, Furihata-kun, que de todas las formas de solucionar este problema, te decantarías por la manipulación emocional.
—Ah, ¿por qué dices eso, Kuroko?
Se sintió ofendido cuando usó la táctica de inclinar la cabeza y poner ojos tiernos. Kuroko negó, varias veces, y le miró enfadado.
Entonces Kōki dejó de teclear, puso el celular en sus labios y sonrió.
—No podía esperar menos de ti, Kuroko.