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Agosto de MPREG AoSaku por AmbarMellark217

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Nervioso era poco.

Su pierna se movía de arriba abajo tan rápido que los pacientes a su alrededor empezaban a impacientarse también. Claro, el único que no había notado sus expresiones de molestia era él, y de haberlo hecho las ignoraría sin importarle qué.

Era el primer ultrasonido que se haría su esposo.

Esos dos meses habían sido complicados para Ryō, quien tuvo que soportar todos los síntomas del embarazo él solo. Si pudieran elegir quien los sufría no le hubiera dado oportunidad al castaño y se volvería voluntario al instante.

Entre nauseas, mareos, pies hinchados y dolores de cabeza; Daiki tuvo que aprender a tratar cada uno de los síntomas con tal de que su pequeño honguito estuviera tranquilo.

Pero nomás tomaron asiento en las frías bancas de la clínica se le olvidó el más importante.

—Daiki, ya detente.

La mano de Ryō apretó su rodilla, indicándolo que su movimiento de pierna era el causante el tono tal malhumorado de su pareja.

—No puedo evitarlo, Ryō. Jamás he estado tan nervioso en la vida, ni siquiera cuando te propuse matrimonio.

Entrelazó sus manos, dejando un beso en el blanco dorso. Sintió la morena mano temblar, reafirmando sus nervios. Suspiró, parecía él quien tenía un bebé creciendo en su vientre.

Dudo si mencionarle que el parto sería peor, pero prefirió dejarlo como castigo por la cantidad de miradas molestas sobre ellos. Susurró un débil “Lo siento” y, con un Daiki más tranquilo por la conexión de sus manos, se recargó en su hombro y masajeó su mano.

En un acto últimamente frecuente, que demostraba apoyo y amor.

—¿Señores Aomine?

—¡Aquí estamos!

Daiki y Ryō se levantaron de inmediato, siguiendo a la joven asistente hasta el consultorio del su médico de cabecera.

Dentro, unos ojos familiares les dieron la bienvenida.

—Daiki, Ryō, bienvenidos —el adulto de lentes les extendió la mano, que Daiki correspondió con su típica expresión aburrida —. Tomen asiento.

—¡La paciente anterior nos contó de una pareja inusual que hizo molestar a toda la sala de espera! —rio el enfermero —Quien diría que eran ustedes, tórtolos.

—Fue Daiki, Kazunari-san, no dejaba de mover la pierna y bufar cada dos segundos.

Ambos rieron, haciendo que el bochorno de Daiki fuera más grande. Buscó los ojos de su amigo, pero el también lucía igual de divertido bajo esa mascara de seriedad.

—Espero que Shin-chan no esté así cuando nazca nuestro bebé.

Ahora era el turno de Daiki de burlarse. Shintarō, sonrojándose, fingió leer el expediente del castaño ignorando al azabache que se palmeaba su abultado vientre de 4 meses. Barriga que no se notaba debajo de ese quirúrgico naranja.

—¿Cómo has seguido con los malestares, Ryō? —preguntó Shintarō, haciendo a un lado el expediente.

—Sigo igual, Midorima-san —Kazunari volvió a reír al escuchar el gruñido de su esposo. Ryō jamás dejó de llamar a la generación de los milagros por sus apellidos, no importaba todas las veces que ellos le pidieron ser llamados por sus nombres. La única excepción era Tetsuya, quien no podía ser llamado Kuroko por haber tomado el apellido Kagami —Nauseas y dolor de cabeza. Los mareos y los pies hinchados han disminuido un poco, pero creo que es por los medicamentos y masajes.

Midorima escribió todo en la computadora y comparó los síntomas con los análisis que le mandó a hacer y los signos vitales que Kazunari recién le entregaba. Parecía estar todo en orden.

Anotando algo más, se levantó de su asiento.

—Pasaremos a hacerte un ultrasonido.

Kazunari, tan eficiente como siempre, ya tenía preparada la zona y los instrumentos.

La pareja se levantó, Ryō se acomodó en la cama y Daiki se colocó a un lado de Shintarō, cerca de la pantalla.

Kazunari tomó el gel azul, untando una parte en el aparato y otra en el vientre desnudo de Ryō, quien brincó por el frío tacto. El moreno hizo una mueca al ver que otra persona tocaba a su pareja, divirtiendo aún más al azabache.

—Empezaré —declaró Shintarō, acercando el transductor al vientre —. Haré presión, así que dolerá un poco.

Ryō asintió. Su mano derecha buscó la de Daiki y ambos se miraron nerviosos.

Shintarō rodó los ojos por la expresión divertida de Kazunari, preparándose para uno de sus comentarios imprudentes.

—Shin-chan también estaba así de nervioso cuando me hizo mi ultrasonido —dijo, tomando la zurda de Ryō con cariño y apartándole los cabellos castaños de la frente. Daiki le sonrió burlón al sonrojado peli verde, mientras el azabache se inclinaba al oído de Ryō —, pero luego estuvo tan feliz que lloró.

Cuando estaban en preparatoria, con quien menos conversaba era Takao. Tōō y Shōtoku no solían encontrarse en partidos, así que llevaba a verlo en las reuniones de milagros una vez se volvió pareja de Aomine.

Takao siempre estaba pegado a Midorima, verlo ahí no era extraño.

Cruzaron un par de palabras por cortesía hasta que, en un arrebato, Takao juntó a todas las parejas de los milagros en casa de Kagami para tener su propia reunión y empezaron a llevarse mejor.

Después de tantos años y tras volverse médico, Takao se convirtió en el enfermero de Midorima. Ryō, por su amistad, empezó a llevar su control de salud en la clínica del antiguo As de Shōtoku, quien pasó a ser su médico de cabecera.

Una vez Midorima obtuvo su especialidad, pasó a ser su médico obstétrico.

Y Kazunari su amigo, enfermero y casi cuñado de confianza.

Sonrió ante el comentario. Kazunari aprovechó la situación de su pareja para darle ánimos, apoyándolo como lo hacía con todos.

El transductor se hundió en su vientre y sonidos extraños salieron de la máquina. La pantalla se veía negra, con rayones y manchas grises moviéndose al son de la vendada zurda de Midorima. Mientras se movía, el doctor explicaba que se veía en pantalla.

Las muecas de incomodidad en el rostro del castaño le disgustaban a Daiki.

—¿Quieres encontrar al bebé ya? —ordenó molesto.

—Si gustas, puedes intentar buscarlo —Daiki estaba por aceptar —. ¿Un policía idiota cómo tú sabrá encontrar el útero? De hecho, ¿sabes si quiera que es un útero?

Kazunari se carcajeó. Midorima solo sonrió socarrón ante la mueca de enojo de su amigo, y Ryō no pudo contener una sonrisita que escondió tan bien detrás de una mueca de incomodidad.

Daiki iba a responderle al arrogante de su amigo cuando esté habló.

—Aquí está.

Picó unos botones que tomaban fotos de la ecografía en pantalla mientras los otros tres observaban las manchas grises de estas. Daiki no sabía ni que estaba viendo, pero la simple idea de que esa mancha borrosa era su hijo le apachurró el corazón.

—La zona de aquí es la cabeza, este es su cuerpo y sus extremidades se formarán de esta manera.

Mientras Midorima explicaba encerraba las zonas mencionadas, colocándoles nombres. Ryō sintió su corazón bombardear tan de prisa, que sintió se le saldría del pecho. Su bebé era tan pequeño, apenas podía distinguirse su cabecita, pero sintió amarlo mucho más fuerte que cuando se enteró que venía en camino.

Se le llenaron los ojos de lágrimas, que fluían a medida que Midorima cambiaba el ángulo del ultrasonido y le dejaba ver más de su bebé.

—Es muy pronto para saber el sexo…

—Lo importante es que está bien, ¿verdad? —interrumpió Ryō. Shintarō le volteó a él, sonriendo suavemente.

—Está mejor que nunca.

Y fue un alivio escucharlo.

Un jalón en su zurda le llamó la atención. Kazunari, con sus ojos igual de emocionados que los propios, le señaló a su marido.

Al verlo, Daiki lloraba peor que él. Apretaba los labios en un vano intento de controlarse, pero temblaban peor que el esposo de Akashi en la Winter Cup.

—Oh, amor —llamó Ryō, dejándose limpiar por Kazunari el vientre. Midorima había terminado el ultrasonido —¿Estás contento? —Ryō se sentó en la cama, y Daiki le envolvió en sus brazos, llorando a moco tendido en su hombro una vez sus amigos se fueron.

—El enano es un frijol sin forma, Ryō —lloró el moreno. Ryō dio unas palmaditas, divertido por la comparación —, y el precioso.

—Y tú eres un imbécil, Aomine.

Midorima escribió un par de recetas para Ryō después de su comentario, les dejó unas indicaciones de cuidados nuevas, ofreció una caja de pañuelos completa a Daiki y les deseo lo mejor del mundo al terminar la consulta.

Despidieron a sus amigos y la dieron la orden a la asistente para pasar al siguiente paciente dentro de diez minutos.

—¿Estás bien, Shin-chan? —preguntó Kazunari, masajeando los hombros de su esposo. Los lentes fueron dejados en la mesa. Midorima tomó un pañuelo y limpió sus mejillas —¿Estás llorando?

—P-Por supuesto que no, idiota… —Kazunari sonrió enternecido.

—No puedes llorar cada que uno de nuestros amigos viene a hacer un ultrasonido, Shin-chan.

Midorima, inconscientemente, se tomaría eso como una apuesta.


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