Tetsuya lo pensó un poco antes de responder.
—Creo que tendrá poco más de siete meses —sorbió de la pajilla el batido de vainilla que Taiga le compró antes de llegar ahí, fijando su mirar en los dos adultos que desempeñaban un encuentro amistoso —. Vendrá naciendo en mayo.
—Todos vendrán naciendo este año.
Comentó lo obvio, con el peli celeste asintiendo de acuerdo.
Era divertido y saber que los bebés de toda la generación de los milagros nacerían el mismo año, con meses de diferencia. Eso significaba que compartirían grado escolar y, conociendo a su esposo y amigos, vendrían estudiando en las mismas escuelas.
Los Akashi, en especial el pelirrojo, moverían todas sus influencias para que su bebé, que apenas llevaba dos meses de desarrollo, fuera asignado en la misma escuela que de los Kagami. Seijūrō jamás lo ha mencionado, pero la ilusión de Kōki cuando les contó que estaba embarazado y el comentario que hizo sobre las fechas de los bebés de todo era suficiente para que el emperador empezara a moverse.
La fiebre de bebés comenzó con el embarazo de Yukio. Como un contagió, después de aquel septiembre donde la familia Kise dio la noticia, cada uno empezó a salir embarazado.
Yukio estaba embarazado desde agosto, Kazunari a partir de octubre, él mismo concibió en noviembre, Tetsuya en diciembre y Kōki y Tatsuya parecieron ponerse de acuerdo de engendrar en marzo.
Recordó todas las bromas que le hicieron a Taiga, quien en ese momento encestaba su punto número 57, sobre que el bebé fue creado por un regalo de navidad.
Acarició su panza de cinco meses con cariño. Esperaba que su bebé creciera y formara una hermosa amistad con los hijos de sus amigos. Aunque Daiki no lo dijera, sabía que él tenía el mismo deseo de verlo convivir con las demás familias, quizá en un anhelo de ver en ellos lo que no pudo ser en la Generación de Milagros.
Tetsuya acabó su batido y dejó el termo de lado para acariciar su propio vientre. Tenía 4 meses de gestación y parecía tener 6, los genes Kagami se hacían notar en el pequeño cuerpo de la sombra.
Alcanzó a ver una imperceptible sonrisa en Tetsuya antes de que le mirara.
—Nuestro bebé es demasiado tranquilo, apenas ha dado molestias —si acaso uno que otro mareo o antojo, pero ningún tipo de complicación. Cada que Taiga le decía que se parecía a él, no podía evitar sonreír —. Taiga-kun dice que probablemente cuando empiece a patear sacara los genes Kagami.
Ryō soltó una leve risa, dirigiendo sus orbes al pelirrojo en cuestión. El bebé tenía dos opciones, nacer siendo una sombra como Tetsuya o una luz como Taiga. Según lo contado, parecía ser la primera opción.
Luego sus ojos se dirigieron a Daiki, que limpiaba el sudor de su frente con el borde de su camiseta y le reclamaba a Taiga algo sobre el puntaje.
¿Su bebé se parecería a él o sacaría la fiera personalidad de su moreno? Ryō tocó su vientre, pensativo. Cualquiera que fuera el caso, el pequeño Frijol, como lo había apodado su marido, sería un bebé amado.
—¿Ha pateado mucho?
—¿Eh?
La pregunta de Tetsuya lo sacó de sus pensamientos. Le miraba con esa estoica expresión, pero sus ojos denotaban curiosidad. No fue hasta que la pregunta se le hizo que cayó en cuenta que su bebé no había pateado en ningún momento.
Lo sentía moverse. Midorima le comentó que era normal que los bebés no mostraran mucha actividad a principios del segundo trimestre, pero mientras lo sintiera moverse mínimamente todo estaba bien. Los exámenes de rutina y lo poco que Shintarō le mostraba en las ecografías indicaban que Frijol iba por buen camino.
—Es muy tranquilo también —respondió. La ilusión en los ojos de Tetsuya se desvaneció y bajaron a observar el suelo con algo de tristeza. Ryō entendió y sonrojado preguntó —. ¿Querías… sentirlo?
—Umn… —las mejillas de Tetsuya se tiñeron de un rojo más intenso, uno que el castaño pocas veces vio. Fue tierno.
—Puedes… —dijo Ryō, tomando la blanca mano de Tetsuya y colocándola en su vientre sin pudor alguno —Serás su padrino después de todo.
Fue divertido ver como su expresión enternecida cambió a una concentrada mientras su mano acariciaba el vientre sobre la ropa. Parecía el joven Kuroko que conoció en la preparatoria, durante los partidos, de tanta concentración.
Ryō se echó hacia atrás, dándole más libertad a Tetsuya para hablarle al bebé. Pero por más palabras que le dijera, el bebé se movía lo suficiente para indicar que estaba vivo. Decepcionado, el fantasma suspiró y volvió a su temple habitual.
—Lo siento…
—No te preocupes, Ryō-kun —dijo Tetsuya con un poco visible puchero en los labios —, seguramente ni notó mi presencia.
—¡Oe, Tetsu! —pero antes de que el castaño pudiera reír, Daiki llegó con el balón en sus manos —¿Qué haces tocando a mi Ryō? El único que puede tocarlo soy yo.
—Quería saludar a mi ahijado, Daiki-kun —restó importancia al asunto. Ignorando el reproche en la cara de Daiki, sacó de su mochila un contenedor lleno de fruta para comer —. Pero cómo siempre, fui ignorado.
—Eh…
Ryō quiso borrarle esa sonrisa burlesca del rostro. ¿No notaba lo desilusionado que estaba su amigo?
La idea de que la falta de presencia de Tetsuya tuviera algo que ver con los pocos síntomas y, probablemente, la futura ausencia de patadas de su bebé voló tan fugazmente por su mente antes de siquiera considerarla realidad.
Kagami llegó corriendo a ellos, luciendo algo molesto.
—¡Ahomine, no he terminado de ganarte! —Daiki se movió, impidiendo que el pelirrojo tomara el balón de sus manos.
—¿Por qué lo dices cómo si fueras mejor que yo? Te voy ganando por dos puntos —comentó aburrido, girando el balón en su índice.
—¡Por que soy mejor que tú!
—Ngh.
El quejido de Ryō llevó los tres pares de ojos a él. Fue tan repentino, sorpresivo, que logró callar a los dos más altos de su típica discusión, esa que ni sus propias parejas lograban apaciguar normalmente.
La temblorosa mano del castaño se posó en su vientre, alertando al moreno.
Sin embargo, una sonrisa surcó los labios de Ryō, y emocionado miró a Tetsuya.
—¡Pateó!
El pedazo de fruta en sus labios cayó al suelo. Las manos de Tetsuya se colocaron sobre el vientre del castaño esperando que el bebé repitiera la acción. Ryō también veía emocionado, sonrojado.
Daiki y Taiga se arrodillaron frente a ellos, con los ojos brillando emocionados. Pero la patada nunca llegó.
—No entiendo… —susurró Ryō, desconcertado. Tetsuya, con el corazón roto otra vez, regresó a la fruta.
—Nuestro bebé será mejor, Tetsu —dijo Taiga, haciendo enojar al mencionado por robarle una manzana —, pateará mejor que el de Ahomine.
—Ngh.
El bebé volvió a patear.
El silencio estuvo de fondo mientras se miraban los unos a los otros. ¿Por qué el bebé pateaba cada que Kagami decía algo? Tetsuya miró a su esposo, miró a Daiki y luego la panza de Ryō.
Epifanía.
Rápidamente, regresó la mano al vientre de cinco meses. Los demás le miraban desconcertados.
—Taiga-kun es mejor que Daiki-kun.
El bebé pateó.
—Daiki-kun es mejor que Taiga-kun.
Y el bebé no pateó.
Ryō comprendió.
—Tenía que ser tu hijo, Daiki.
El cerebro del par de idiotas, salvajes e ignorantes, no logró procesar lo que sucedía con esas afirmaciones. Su cerebro les dio para callar y tomarse turnos para sentir las pataditas de Frijol al compás de las palabras de Tetsuya, quien parecía haber tenido un buen día.