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Agosto de MPREG AoSaku por AmbarMellark217

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Tener a Aomine Daiki como marido era un problema.

Y no, Wakamatsu no tenía razón cuando dijo que el As lo metería en varios problemas, incluyendo la ley. Ni tampoco que sería el famoso rompecorazones que decían en Too. Daiki era lo contrario, si hasta había terminado trabajando en la policía de Tokio, cerrándole la mal intencionada boca a su ex capitán.

Se refería en el ámbito sexual.

Ryō debió haberlo previsto cuando en su época de noviazgo no podía estar solos sin tener mínimo un acercamiento sexual. Debió saber, aquel día en que tuvo su primera fuga de leche, que su esposo sería un completo y estúpido pervertido.

Estaba en negación, o quizá le gustaba esa parte tan picante en él. Pero ahora, con la llegada de su bebé, se volvió un problema.

No podía darle de comer al bebé cuando Daiki estaba presente, no sin que su intensa mirada azul eléctrico le calara el pecho.

Desde la distancia podía sentir la garganta del moreno secarse. ¿Su bobo esposo pensaba en altavoz o porque podía escucharlo preguntar si su leche materna sabría deliciosa?

Procuraba que todas las veces que tuviera que darle de comer al niño Daiki no estuviera presente, pero había ocasiones como esa en la que simplemente no podía evitarlo.

Daiki descansaba, era domingo. Y como todos los domingos que descansaba desde que su licencia de paternidad se terminó, Daiki pasaba toda la tarde ayudando a su esposo con las tareas del hogar y el bebé.

Hasta que llegaba la hora de comer.

Ryō recibía al niño en sus brazos, descubría su pecho y lo acercaba para que se alimentara. Y Daiki se sentaba justo frente a él, ponía sus codos sobre sus piernas y cubría su boca con sus entrelazadas manos, observando el festín que se devoraba su hijo.

Llenándose de envidia.

Ryō no había dicho nada, pues eso significaba tocar un tema que preferiría evitar por completo. Pero a veces, por la incomodidad, sentía que su leche se cortaba y eso no era bueno para el bebé.

Ese día llegó a su límite.

—Daiki.

—Dime, Ryō —Daiki frunció el entrecejo molesto cuando cubrió con una manta a su hijo, impidiéndole ver sus hinchados pechos ser succionados.

—¿Quieres dejar de verme así? Es… incomodo —ante la petición, el moreno por fin le vio a los ojos, aunque fuera la indignarse. Daiki lo pensó un poco, intercalando la mirada entre el bebé y Ryō.

—¿Me das un…?

—No.

Volvió a preguntar durante toda la tarde, pero la respuesta siempre fue la misma. Un rotundo y doloroso no.


REPETICIÓN POR MÍNIMO DE CARÁCTERES.

Tener a Aomine Daiki como marido era un problema.

Y no, Wakamatsu no tenía razón cuando dijo que el As lo metería en varios problemas, incluyendo la ley. Ni tampoco que sería el famoso rompecorazones que decían en Too. Daiki era lo contrario, si hasta había terminado trabajando en la policía de Tokio, cerrándole la mal intencionada boca a su ex capitán.

Se refería en el ámbito sexual.

Ryō debió haberlo previsto cuando en su época de noviazgo no podía estar solos sin tener mínimo un acercamiento sexual. Debió saber, aquel día en que tuvo su primera fuga de leche, que su esposo sería un completo y estúpido pervertido.

Estaba en negación, o quizá le gustaba esa parte tan picante en él. Pero ahora, con la llegada de su bebé, se volvió un problema.

No podía darle de comer al bebé cuando Daiki estaba presente, no sin que su intensa mirada azul eléctrico le calara el pecho.

Desde la distancia podía sentir la garganta del moreno secarse. ¿Su bobo esposo pensaba en altavoz o porque podía escucharlo preguntar si su leche materna sabría deliciosa?

Procuraba que todas las veces que tuviera que darle de comer al niño Daiki no estuviera presente, pero había ocasiones como esa en la que simplemente no podía evitarlo.

Daiki descansaba, era domingo. Y como todos los domingos que descansaba desde que su licencia de paternidad se terminó, Daiki pasaba toda la tarde ayudando a su esposo con las tareas del hogar y el bebé.

Hasta que llegaba la hora de comer.

Ryō recibía al niño en sus brazos, descubría su pecho y lo acercaba para que se alimentara. Y Daiki se sentaba justo frente a él, ponía sus codos sobre sus piernas y cubría su boca con sus entrelazadas manos, observando el festín que se devoraba su hijo.

Llenándose de envidia.

Ryō no había dicho nada, pues eso significaba tocar un tema que preferiría evitar por completo. Pero a veces, por la incomodidad, sentía que su leche se cortaba y eso no era bueno para el bebé.

Ese día llegó a su límite.

—Daiki.

—Dime, Ryō —Daiki frunció el entrecejo molesto cuando cubrió con una manta a su hijo, impidiéndole ver sus hinchados pechos ser succionados.

—¿Quieres dejar de verme así? Es… incomodo —ante la petición, el moreno por fin le vio a los ojos, aunque fuera la indignarse. Daiki lo pensó un poco, intercalando la mirada entre el bebé y Ryō.

—¿Me das un…?

—No.

Volvió a preguntar durante toda la tarde, pero la respuesta siempre fue la misma. Un rotundo y doloroso no.


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