Él no era un experto en cuanto a cambios de pañal se trataba. Con su propio hijo a duras penas lograba ponerle el dichoso pañal de forma que se ajustara a su diminuto cuerpo y resistiera por lo menos una carga.
Ryō y el halcón de Midorima intentaron por todos los medios enseñarle, incluso le pusieron un corto animado hecho para niños con tan de que entendiera. Que, por cierto, lo había dejado indignadísimo.
Tomando eso en cuenta, ¿por qué había aceptado el grito de auxilio que le hizo Kagami por teléfono exclamando que necesitaba ayuda con su ahijado?
Por que sí, Aomine Daiki se volvió padrino del hijo de los Kagami, y como tal debía dejar a medias su jornada laboral para ir a socorrerlos en algo que él seguía ocupando ayuda.
Estaba parado frente a la puerta del departamento de Kagami, donde ahora vivía junto con Tetsuya, Nigo y su recién nacido hijo. Escuchando extraños ruidos y los lloriqueos de su bebé en espera de que el estúpido pelirrojo se dignara a atender su puerta.
—Te ves más horrible que antes, Bakagami —dijo con algo de asco el moreno una vez el pelirrojo le recibió.
Y es que sí, tenía unas bolsas de basura por ojeras y parecía haber perdido músculo en cuestión de días. La última vez que lo vio fue en el hospital, cuando Tetsu dio a luz y fueron a visitarlos.
La paternidad le había pegado duro al bombero.
—Como si tú no te hubieras visto igual.
Contraatacó Kagami, haciéndose a un lado para dejarle pasar al interior de su desordenado departamento. Para alguien tan excéntrico en la limpieza como el pelirrojo, tener su hogar de cabeza era señal que realmente necesitaba ayuda.
Daiki le extendió la bolsa llena de toallitas para bebé y un paquete de pañales nuevo que compró en camino, como regalo de consolación para el desafortunado hijo de Kagami. No merecía tener a ese padre tan idiota.
—Perdón el desorden —Kagami lo guio hasta el cuarto del bebé, cuyos sollozos se hacían cada vez más fuertes conforme avanzaban por el pasillo —, he tenido que doblar turno y Tetsuya hace lo que puede.
Gruñó. El cuerpo de su fantasmal amigo había quedado más débil que el de Ryō después de dar a luz a semejante bebé de Kagami. Su recuperación, a comparación de los demás, había sido algo lenta. Llegando al punto de requerir consultas extras con Midorima.
Kagami ignoró el descontento del otro y fue hasta su bebé. Debía admitir que el niño era hermoso. Tenía los cabellos rojizos del idiota de su amigo, mientras que su piel y ojos eran idénticos a los de Tetsu. El bebé, al sentir los brazos de Taiga, se calmó un poco.
—Es increíble que Tetsu hace lo que puede y tú no sepas cambiar un simple pañal. ¿Tan idiota eres?
Taiga dejó al bebé en una mesita de trabajo, donde talco y un paquete de toallitas abierto ya estaban esperándolo. En lo que el padre iba por un pañal nuevo, Daiki se acercó al chiquillo para jugar con sus piecitos, recibiendo una de esas miradas vacías que conocía tan bien.
—Si te pedí ayuda es por que el imbécil de Midorima está post guardia y Kise tiene apagado su teléfono.
—Está en pleno vuelo, idiota —respondió.
O algo así había dicho Ryō que el cejón de su esposo le había contado. Kise estaba retomando su apretada agenda de vuelos poco a poco, aun dejando espacio para estar con su familia.
Taiga regresó dos pañales, uno de ellos por si lo llegaban a ocupar. Daiki extendió la mano para recibirlos, pero el pelirrojo negó con la cabeza y señaló el baño.
—Lávate las manos primero, han de estar igual de sucias que tu alma.
Un chasquido de lengua y una lavada de manos después, Daiki se dispuso a averiguar cómo se ponía correctamente un pañal.
La atenta mirada de Kagami le ponía más nervioso. ¿Cómo iba a permitir que ese idiota se burlara de sus habilidades paternales? Si había sido él quien se volvió primero padre, ¡hasta lo había presumido orgulloso! No podía dejarse vencer por un simple calzón desechable frente al idiota de Kagami.
Tomo al pequeño Hikaru, le quitó el panal sucio y se lo pasó a Kagami. Con las toallitas desechables empezó a limpiar su intimidad, deshaciéndose de toda suciedad. Taiga le observaba atento, tomando nota mentalmente y ayudándole con las toallitas usadas.
Bien, eso había sido lo fácil. Lo complicado venía ahora.
Hikaru parecía juzgarle con la mirada mientras le ponía el pañal nuevo debajo de su pequeño trasero. Podía sentir que el bebé de Tetsu sabía que su tío no podría ponerle el estúpido pañal, así como su padre tampoco supo.
Un pliegue por aquí, otro por allá, y el pañal quedó perfectamente chueco.
—Creo que no debería quedar así.
El pecho de Hikaru se hundió, en un suspiro de decepción.
Daiki quitó los pliegues e intentó, como tres veces más, colocarlos de la manera correcta. Y aunque el bebé se quedaba quieto, el estúpido pañal jamás quedaba bien colocado.
Taiga se burlaba a sus espaldas mientras él, impaciente, sentía su vena salta en su frente.
—¡Seguramente son los pañales de mala calidad que compraste! —el gritó no inmutó a Hikaru.
—¡Solo admite que tampoco sabes cambiar el pañal! —exclamó Taiga —¿Dejas a tu hijo con el pañal todo chueco?
—¡Yoshiki adora cómo le pongo el pañal! —una vez más colocó los pliegues, fallando —¿¡Por qué no le hablas a Tetsu de una vez!?
—Los dos son unos idiotas.
La voz de Tetsuya hizo brinca a los dos adultos en la habitación. Él veía ambos a escasos pasos, con una mirada llena de decepción.
—T-Tetsu, ¿cómo te fue con Midorima? —preguntó un nervioso Taiga, viendo como su irritado y adolorido esposo caminaba hasta un aliviado Hikaru, cambia el pañal por uno nuevo y lo colocaba correctamente.
—Dijo que siga con el reposo dos semanas más —cargó al bebé en sus brazos y lo acunó hasta dormirlo —, lo cual dudo que pueda hacer si mi esposo no sabe cambiar un pañal y deba recurrir a mi mejor amigo con el cual comparte una misma neurona.
Daiki se ofendió, por que en la vida compartiría algo con Taiga.
Quizá a Tetsu, porque encontró a Ryō, pero de ahí en fuera nada más.
Ambos se miraron entristecidos. En vez de ayudarlo, estaban complicando más las cosas. Taiga quería que él descansara, pero ni encargarse de las necesidades básicas de su hijo podía. Y Daiki sentía que Ryō estaba pasando por algo similar.
Tetsuya sintió el ambiente tornarse pesado. Suspiró, mirando a sus dos luces con un rostro más tranquilo.
—Hikaru y yo estaremos durmiendo en la habitación. Daiki-kun, ¿podría aprovechar tu visita para que ayudes a Taiga-kun con la limpieza del hogar?
No le quedó de otra que decir que sí.
Tetsuya interceptó al entristecido Taiga en el pasillo, viendo como el moreno empezaba a recoger las cosas tiradas en el suelo de la sala. Le hizo agacharse, depositando un beso en su mejilla de agradecimiento.