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LABIOS HELADOS, LENGUA CALIENTE por takeohigurashi

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Notas del capitulo:

por fin termine el capitulo 2, en realidad es una continuacion del capitulo 1, pero ustedes entienden que debo hacer que todo quede en orden

tarde un poco mas de lo que esperaba, pero queria que les gustara las escenas de accion, sin perderse ningun detalle y que pudieran imaginarselas.

sin mas que decir, disfruten de la lectura.

http://takeohigurashi.blogspot.mx/2013/06/labios-frios-lengua-caliente-capitulo-2.html

El vehículo comenzó a moverse, el sonido del motor y las llantas funcionando me indico eso. Estábamos usando la carretera y podía ver cómo nos alejábamos del bosque de los Azules, al quedar la única gran hectárea de matas verdes a un lado, siendo sustituida por la gran zona desértica de los alrededores. Que al igual que los humanos comenzaba a desaparecer lentamente. Los vampiros no plantaban, ni mucho menos se preocupaban por mantener con vida la naturaleza, como a nosotros. Lo que llevaba a que estuviera al borde de la desaparición ciertas plantas especiales. Aun habían pinos y grandes robles, pero ya no existían los arbustos, ni las margaritas.

La tierra perecía y lo único que les importaba era la sangre. Prueba irrefutable de su egoísta naturaleza. Preferían que todo lo que tuviera vida fuera consumido a que ellos se extinguieran.

“La supervivencia del más fuerte”

Ser fuerte no significaba ser un asesino, también conllevaba ser apto para poder proteger a los más débiles e indefensos de tipos peligrosos. Ellos no eran fuertes, solo eran asesinos, barbaros, egoístas criaturas inhumanas que no podían concebir la idea de que los humanos, a pesar de ser seres imperfectos habían logrado sobrevivir a ellos, haciéndoles frente como nadie lo había hecho. Sentían la impotencia de no poder controlarlos, y que jamás lo harían.

Mire mis muñecas, sujetas a las esposas magnéticas contra el asiento, al igual que mis piernas. Al menos no me habían colocado un collar, porque de hacerlo hubiera matado al que lo hiciera.

Dos sujetos con uniforme de la policía de ciudad Zwielicht (Crepúsculo en Alemán) al otro lado en los asientos contiguos me mantenían vigilado. Había una pequeña malla de metal que bloqueaba y dividía la cabina de conductores y la nuestra. Todo el lugar parecía demasiado para llevar a una persona, ¿lo usarían para transportar otras cosas? ¿Cuerpos? ¿Esclavos? ¿O alimentos?

-         Salvaje. No hay otra palabra para describirlo. Aun viendo que están al borde de la extinción no pueden comportarse. Puff… - dijo uno de los policías, quitándose su casco, su cabello rubio peinado en punta seguía sin desarreglarse, sus ojos color azul metálico, una sonrisa se dibujó en su rostro y luego bufo, evidenciando unos largos y blancos colmillos.

-         Increíble que ellos hayan estado tanto tiempo arriba, disfrutando de la vida. – el otro policía también se quitó el casco, colocándolo a un lado de él, peino su cabello hacia atrás con sus dedos, sus ojos más grandes y saltones eran de un color café claro, su piel de una tonalidad más oscura.

-         UNA VIDA QUE POR DERECHO DEBÍA SER NUESTRA. – remarco el primer policía a su compañero elevando su tono de voz en protesta, como si en realidad importara algo a quien le pertenecía dicha vida, sin embargo mi atención seguía en sus llaves colgando de su cinturón.

-         ¿Qué es la vida sino una sola fase que todos pasamos antes de despertar como lo que somos ahora? – una voz más gruesa y profunda me hizo girarme hacia la cabina, un sujeto grande y de aspecto más atemorizante estaba tras el volante, sin dejar de mirar el camino, mantenía un ojo sobre mí. Vigilándome -  Ahora somos inmortales, la vida y la muerte no existen para nosotros.

-         A menos que les corten la cabeza – dije, en tono seco, tanto que parecía demasiado frio.

-         Quisiera ver eso. – el primer policía ahora sonreía, mirándome con curiosidad como un niño al que le acababan de retar a hacer algo.

-         Puedo hacerlo, solo dame algo con filo y te lo demostrare. – eleve una ceja al aire, mirándolos a ambos sujetos al otro lado del vehículo, aun podía sentir la mirada del grandulón sobre mí.

-         Tiene agallas el gusano. – el tono del segundo policía me molesto, en especial al decir la última palabra, refiriéndose a mí.

-         Yo tengo una pregunta, humano Jasón. – el primer policía, saco una pequeña navaja de su bolsillo, jugándola entre sus dedos, la movió a pocos centímetros de mi mejilla, detallando un largo camino hasta mi mentón.

-         Oh, no, ahí vas con eso. – su compañero se dejó caer sobre el asiento y luego se dio la vuelta, ignorando completamente al hombre junto a él.

-         ¿Qué le paso a McGraw? – pregunto, tomándome del cuello, su mano se cerró sobre mi garganta. En un fuerte agarre que oprimía e impedía respirar.

-         ¿Quién es ese?

-         Ya sabes el tipo que te persiguió por todo el bosque. Nuestro compañero que no apareció. ¿lo mataste?

-         Quiso jugar con fuego y se quemó.

-         ¿es un sí o un no?

-         …

-         Respóndeme gusano. – empuñando la navaja mas cerca de mi cuello, podía sentir el filo del frio metal sobre mi piel.

-         No tengo porque.

-         Claro que tienes o aquí mismo te cortare.

-         Eres tan patético. – bufe, sonriendo - Ustedes nunca ganaran esta guerra.

-         ¿guerra? Esto no es una guerra, ustedes no son rivales para nosotros. Huyendo y escondiéndose como cobardes. Somos cazadores en busca de comida. Solo para eso sirven, por eso los mantenemos con vida, dejándolos jugar a su pequeña Resistencia.

-         … - no dije nada, me sacudí y me líbero de su agarre, baje la mirada a mis pies, sin prestarle mucha atención a todo. Escuchándolo emitir un suspiro de auto suficiencia, regreso a su lugar.

-         ¿Por qué? – la voz del conductor, me hizo levantar la mirada.

-         ¿Qué? – pregunte hacia él.

-         ¿Por qué pelean? Después de tantos años, ¿no han tenido suficiente?

-         Ese es el problema. Aun no es suficiente como para derrotar nuestra perseverancia. Si nos rendimos, todos estos años habrán sido en vano, las muertes de muchos y las pocas batallas ganadas. No podemos solo tirar la toalla y ver nuestro mundo ser devastado.

-         Este mundo no les pertenece. Solo desearon verlo así, porque les convenía. – el rubio exploto, haciendo una mueca de repulsión.

-         Ustedes se mataban, unos a otros. Con sus armas nucleares y su arrogante sentido de la superioridad sobre su mundo. Eso no fue nuestra culpa, de una u otra manera habrían sido destruidos por su propia mano. - ¿Qué quería probar este sujeto? ¿acaso creía que yo no sabía los problemas de la humanidad? Si, éramos seres imperfectos, pero esas mismas imperfecciones eran las que nos hacían humanos.

-         ¿Cómo lo sabes?

-         ¿Cómo no lo sabes tú? – regresando la pregunta hacia mí, sus ojos viéndome por el retrovisor, me aleje de su penetrante mirada.

-         Porque… creo que los humanos pueden cambiar.  – admití.

-         ¿esperanza? Eso es una ilusión. Debes entender que tu especie esta en extinción y pronto no quedara ninguno de ustedes. ¿Por qué no bajar las armas y aceptarlo?

-         Porque me niego a hacerlo. Aun puedo luchar, y mientras eso sea posible no me rendiré tan fácilmente

-         Los humanos son tan… extraños. ¿esperanza? ¿amor? ¿felicidad? Al final, en el campo de batalla ¿de qué sirven?

-         No lo entenderías. – jamás lo harían, incluso si yo decia que tenía una tonta esperanza en la cual las dos especies pudieran convivir en un acuerdo mutuo, sin tener que llegar a apuntar un arma, unos contra otros, sin mas derramamientos de sangre inocente, pero ¿de que serviría decir eso? Ellos no lo entenderían y si lo hiciera, se reirían de mi falsa credibilidad. Baje la cabeza, colocando mis manos sobre mis rodillas. Tanto esfuerzo, y años de entrenamiento, al menos había podido mantener a más de 500 personas con vida y no me había rendido durante todos estos años desde la partida de mi abuelo. Jamás me había considerado un líder al cual deberían de seguir los demás, cuando mucho podía ser catalogado como un guardián.

Mirando a través de la pequeña ventana detrás de mí, comencé a visualizar que estábamos a pocos kilómetros de salir de la zona del bosque de los Azules. Aquel lugar en donde la vida y la muerte se encontraban, el bosque y el desierto eran divididos por la larga carretera de asfalto de la Segunda Entrada a la ciudad Zwielicht. En pocos minutos más estaríamos en el muro y al atravesar las grandes puertas de acero jamás volvería a salir de ese lugar.

Suspire profundamente, regresando a mi asiento, apretando las manos en puños. ¿Esto era todo? ¿No pelearía? Sintiendo el impulso de rabia fluyendo por mi cuerpo, sabía que esta  no sería la excepción. No me llevarían tan fácilmente, después de todo, había peleado para sobrevivir y no para terminar dentro de una sala de laboratorio para ser usado como conejillo de indias. Tan pronto como llegáramos al muro atacaría a ambos policías, contando con que el tiempo en el que los vehículos tuvieran que ser registrados antes de entrar fuera suficiente para ello.

Una fuerza movió mi muñeca izquierda hacia arriba, chocando contra el techo. Y la otra contra el suelo, quedando con ambos brazos extendidos en diferentes direcciones.

-         ¿Qué…? – pregunte, totalmente sorprendido. Hasta que una risita frente a mí me hizo girarme.

-         Divertido ¿no? – dijo el rubio, sosteniendo un pequeño control que parpadeaba una luz roja. Un control para las esposas magnéticas.

-         ¿quieres dejarlo ya? Pareces un maldito mocoso. – lo regaño su compañero, quitándole el control de las manos, dándole un golpe en la cabeza.

-         Solo quiero jugar.

-         Pues juega con tu mano.

-         ¿Por qué estás tan gruñón?

-         Porque estoy cansado. He estado de vigilante dos días enteros y…

-         No me digas que no has…

-         Exacto. No me he alimentado. Estoy al borde del colapso, si es lo que querías saber. – llevando una mano sobre su frente, parecía débil y cansado. Sus pupilas estaban ensombrecidas y sus labios fruncidos en una mueca.

-         ¿quieres beber un poco de mi sangre? – ofreció su compañero, descubriendo un poco su cuello de la chamarra con lo cubría.

-         Nunca bebo de otro vampiro, es extraño hacerlo. – dijo alejándose un poco de él, su expresión de repulsión reflejada en las comisuras de sus labios curvados.

-         Mimado. ¿entonces qué? ¿esperaras hasta llegar a casa?

-         Si es la única opción.

-         Ya sé. El Salvaje, él tiene sangre. – señalándome con su dedo índice.

-         Duh, está vivo. – creo que no fue el único que rodo los ojos, porque también sentí que el conductor y yo hicimos lo mismo.

-         Me refiero a que ¿Por qué no pruebas un poco de su sangre? - ¿probarme? La simple palabra me causaba escalofríos y el pensar en el vampiro bebiendo de mí, era aún peor. Forcejee sobre las malditas esposas, no haciendo gran cambio a mi situación de quedar inmóvil.

-         Dejare una marca. Podrían matarme por ello, el doctor Bateman lo quiere sin ningún rasguño y no quiero enfrentarme contra él.

-         Espera aquí. – dijo, levantándose de su asiento hacia mí, volvió a sacar la navaja de su pantalón y tomo mi muñeca que estaba levantada.

-         ¿Qué estás haciendo? – pregunte alarmado de lo que iba a hacer, trate de alejarme de él, pero las malditas esposas estaban magnetizadas contra el metal del vehículo. Inmovilizándome por completo.

-         Silencio. Haremos que tu vida tenga un nuevo propósito. Solo será un pequeño corte en la muñeca.

-         Espera, no. ¿no sabes lo que pasa cuando cortas la muñeca de un humano? Ah… – chille cuando el arma rasgo mi piel, abriéndose paso hasta cortar lo que eran mis venas, un líquido carmesí comenzó a fluir del corte que había hecho el rubio.

-         Pues sangra, es obvio. – dijo, no podía mover la muñeca, porque si la forzaba demasiado, la sangre brotaría más rápido y eso significaría que me desangraría y perdería el conocimiento en el pequeño lapso. – bebe.

-         Pero…

-         Bebe. O se desangrara.

-         ¿así que sabias? – pregunte molesto, aguantando las ganas de golpearlo hasta que me sangraran los nudillos.

-         Tal vez sabía algo, no lo sé. – dijo, sonriéndome cínicamente.

-         Solo tomare un poco. Nada más. – se levantó de su asiento y camino hasta estar parado frente a mí.

-         No lo hagas. Por favor.

A pesar de mis protestas, el sujeto acerco su boca hacia mi muñeca, doblándola con su dedo pulgar hasta hacer para atrás la muñeca, la sangre que manaba comenzó a brotar más, y un leve piquete en mi extremidad me hizo gemir al sentir el dolor.

Paso su lengua lentamente por toda la herida, delineando cada centímetro de la abertura, lamio la sangre que se escurría hasta mi codo, trazando una línea con su propia saliva, eso me hizo estremecer al sentir la humedad de su lengua y su fría  respiración contra mi desnuda piel. Sus labios se posaron en el corte y comenzó a succionar, sin tener que clavar sus colmillos como normalmente lo hacían, la incisión estaba hecha, solo que no había tenido que morderme, solo cortarme la muñeca.

Su mirada fija en mí, mientras yo trataba de alejarla de mí, era como la de alguien sintiendo el más placentero sabor entre su boca, aunque a mí me revolvía el estómago el sentir su boca tomando mi líquido vital. Mi cuerpo estaba más frio que lo normal, a excepción de mi muñeca donde sentía un ardor extremo, y todo daba vueltas a mí alrededor, estaba a punto de desmayarme.

-         Es suficiente, detenlo, Marko. – le indico el conductor al rubio, en tono de advertencia.

-         Pero aún le falta un poco.

-         Se desmayara y si eso pasa, el doctor Bateman hará preguntas. No todos los humanos tienen demasiada sangre en sus cuerpos.

-         Tienes razón, es muy escuálido. Está bien, Eliot, suéltalo. – dijo, pero el vampiro lo ignoro, succionando más fuerte gemí al sentir el dolor desgarrador. El rubio, Marko, lo envolvió en una llave por detrás de la nuca, pero este no soltó, sino que se aferraba más. Presionando su nariz con ambos dedos, el vampiro abrió la boca, llena de sangre, desde la lengua hasta los dientes. Unas pequeñas gotas escurriéndose por la comisura de su labio hasta llegar a su barbilla. - ¿te sientes mejor?

-         S… sí. Su… su sangre es muy deliciosa. No podía parar.

-         Diablos. Revisa al humano, ¿está él bien?

-         Que importa.

-         Puede enfermar antes de su ingreso. Debemos ver que no está en agonía o que le pueda dar anemia por la falta de sangre.

-         Mierda. Déjame ver tu muñeca. – dijo jalando mi mano hacia él, forcejee y el dolor se intensifico al sentir la piel separándose.

-         DEJAME.

-         Necesito revisarte. Estate quieto.

-         DEJA, QUIERO QUE TU JEFE VEA LO QUE ME HICISTE.

-         Maldición. Solo quiero ayudarte.

-         ¿no será para ayudarte a ti mismo? Suéltame, no soy tan débil como parezco. – liberándome de su agarre, al sacudirme. Un sonido magnético hizo que las esposas se desmagnetizaran y regresaran a estar juntas.

-         Lo lamento, déjame curarte. Tengo un poco de esterilizante y vendas. – Eliot se acercó, aun con rastros de mi sangre en su boca, me parte lejos de él, envolviéndome a mí mismo en una pequeño ovillo.

-         No me toques, manténganse lejos de mí, ambos.

-         Pero tenemos que curar tus heridas o perderás mas sangre. – dijo el conductor en tono molesto hacia mí, dándoles leves vistazos de reojo por el retrovisor.

-         No… es necesario hacer eso. Ya casi no siento el dolor en la muñeca.

-         Pero…

-         DEJALO. Es tan terco, típico de los humanos. – bramo el rubio.

-         Así es, típico de los humanos, como también es típico de los vampiros tomar lo que no les perteneces sin consentimiento.

-         Yo…  - iba a decir algo Eliot, pero no pudo completar la oración cuando la voz del conductor nos hizo girar.

-         MALDICION – grito el conductor al otro lado de la cabina, tensando su cuerpo, hundió su pie en los pedales del vehículo fuertemente.

El auto freno de golpe, haciéndonos tambalear en nuestros asientos, casi habían ido a chocar contra la malla de la cabina del conductor los dos policías. Haciendo sonidos en señal de protesta por el dolor, me di cuenta que mis manos no estaban magnetizadas al suelo, y que las llaves estaban a pocos centímetros de mi mis pies. Las alcance con la punta de mi calzado y las escondí detrás de ellas, colocando ambos talones juntos. Me incorpore. Los dos policías hicieron lo mismo, reacomodándose su equipo. La puerta trasera se abrió, haciendo un sonido mecánico, el vehículo crujió, y ambos sujetos salieron.

-         Vigílalo, nosotros nos haremos cargo. – advirtió Marko antes de ir al exterior hacia el conductor, seguido de su compañero. Este solo asintió.

-         ¿Qué sucede? – pregunte al conductor tan pronto la gruesa puerta se cerró.

-         Guarda silencio. – susurro, bajando el volumen de su voz.

-         ¿Por qué? Dime que está pasando. – le imite, hablando por lo bajo, me acerque hacia la malla protectora que nos separaba.

-         Nos pueden escuchar.

-         ¿Quiénes?

-         Shuu… eres muy ruidoso. – me hizo una seña con su dedo sobre sus labios, en señal de que cerrara la boca y no hablara, pero obviamente la ignore.

-         Respóndeme.

-         Las bestias. Están aquí y nos tienes rodeados.

-         ¿Cómo lo sabes?

-         La atmosfera. Puedo olerlos en el aire, sus ojos están vigilándonos.

-         ¿Por qué no arrancas entonces?

-         Son demasiados. Nos tienes totalmente rodeados.

-         Si atacan, esto se volverá un caos. ¿quieres estar en medio de todo esto? Yo no, y no creo que tú lo quieras.

-         Shuu… hay movimiento afuera.

-         ¿Dónde?

-         Ahí – señalo hacia donde la pareja de policías estaban parados, inspeccionando la zona, podía ver toda la escena a través del parabrisas, a pesar de tener la malla frente. Aunque no podía escuchar nada, solo ver sus movimientos precavidos, acercándose hacia donde estaba un arbusto.

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Los arbustos de un lado de ellos comenzaron a moverse, ambos se giraron hacia el movimiento extraño y uno se acercó, cuidando cada uno de sus pasos al caminar, su compañero lo vigilaba por detrás. Mientras mantenía su delgada arma Paralyse (parálisis en alemán) apuntando hacia la pequeña mata verde.

-         Salga ahora mismo o dispararemos. Es una advertencia. – no hubo respuesta a su llamado. – creo que no fue nada.

-         ¿estás seguro? – pregunto su compañero, aun apuntando hacia el arbusto.

-         Si, debió haber sido un animalito. Se asustó y huyo. Créeme – palmeo el hombro de  Eliot, riendo por lo bajo al ver su expresión.

-         Está bien – bajando su arma. Un poco más tranquilo, dejo salir un suspiro aliviado.

Le hizo una seña al conductor del vehículo, Cale, diciéndole que todo estaba bien, y que encendiera el vehículo. Al parecer los dos vehículos que estaban frente a ellos estaban comenzando a movilizarse, y debían de permanecer juntos si eran acechados por Weres. Aún quedaban algunos Fledermaus inspeccionando la zona, esos tipos siempre estaban alerta.

Se giró hacia su compañero. Cargando su arma en el hombro.

-         Vámonos, Eliot. Los demás ya están rodando.

-         Ok, ya voy, solo necesitaba… - dejo incompleta su oración, los ojos de Marko se abrieron de par en par al ver una enorme figura saliendo de entre los árboles, saltando sobre su compañero.

-         ELIOT – grito, apuntando su arma hacia la bestia, está mostrando sus largos y filosos colmillos, Marko quedo en un trance, del que no podía moverse, jamás había estado tan cerca de un were en su inmortal vida y el miedo, terror, pánico, le impedían moverse.

-         MARKO, AYUDAME. DISPARALE. – la voz de su amigo le hizo regresar a la realidad, dándose cuenta que aún estaba sobre su pecho contra el suelo bajo las patas del enorme animal, que presionaban cada vez más su cuerpo. El sonido de sus huesos rompiéndose como si se tratara de una ramita seca.

-         MALDITO. DEJALO. – levanto el arma y presiono el gatillo. Una pequeña chispa salió disparada, dándole al were un toque eléctrico en la pata, este retrocedió, liberando a su compañero. Volvió a repetir la acción mientras la bestia se lamia la herida, presionando el botón de MAXIMO, la chispa salió más grande y lanzo al animal varios metros lejos de ellos. Sonrió tontamente, casi saltando de emoción – NO ERES TAN FUERTE, ¿VERDAD? – vio a su amigo en el suelo, retorciéndose de dolor. – Eliot, ¿estás bien?

-         Si, solo me lastimo un poco… me duelen las costillas. – haciendo una mueca de dolor. Marko presiono su mano sobre el costado izquierdo, haciendo que su compañero gruñera por el dolor.

-         Creo que te ha roto la costilla. Tenemos que revisarte.

-         En… entiendo.

-         Sujétate de mí. – pasando su brazo por encima de su cabeza, le ayudo a incorporarse del suelo - ¿listo? – pregunto a su amigo para poder avanzar hacia el vehículo,  este asintió.

Varios de los Fledermaus se acercaban hacia ellos, pero ninguno ofreció su ayuda, sino que solo se dedicaron a pasarlos de alto y dirigirse hacia donde el were hacia ido a caer. Malditos, dijo para sí mismo.

-         Gracias por ayudarme.

-         Tú habrías hecho lo mismo.

-         ¿estás seguro? – en tono de broma.

-         ¿quieres que te deje aquí tirado?

-         No, la tierra en mi boca una segunda vez no es tan agradable.

-         No entiendo que haces aquí, tu lugar es dentro de la ciudad. No eres un chico de campo. ¿Por qué aceptaste venir?

-         Tú me necesitabas aquí. Debo cubrir tu espalda, ¿recuerdas? – sonriendo, aun con el corte en su ceja izquierda sangrando y su labio hinchado.

-         Y yo la tuya. Hay que apurarnos para curar esas heridas. – poniendo fin a la conversación, porque no estaba seguro de cuanto más pudiera resistir su amigo el dolor en las costillas. Necesitaban reacomodarlas y darle una buena dosis de sangre salvaje para que se curara.

Un rugido desgarrador los hizo girarse, no podían creer lo que veían. Era la más maldita enorme bestia. Casi irreal, pero ahí estaba parada frente a sus compañeros, luchando contra ellos, los hacia como muñecos de trapo entre sus patas. Todos se pusieron en una línea defensiva, con sus armas apuntando hacia él.

Otros más animales comenzaron a salir de entre los árboles, el mismo lobo al que le había disparado los veía desde lejos, la ira en sus ojos era evidente. Lamiendo su hocico paso su lengua por sus dientes, su bajo gruñido se podía escuchar desde la distancia. Eran más de una docena de lobos los que los rodeaban y ellos solo eran 7, 9 contando al humano y al conductor que aún se mantenían en el vehículo, pero esos eran solo estorbos. Lo que importaba era que los superaban en número.

Sosteniendo más fuerte a su compañero contra su cuerpo, comenzó a retroceder, lentamente y con cuidado de no darle a alguno de los lobos una señal para perseguirlos. Los Fledermaus estaban entrenados para pelear y que mejor ocasión para poner en práctica sus habilidades.

-         Tenemos que llegar al vehículo, sin hacer demasiado ruido, ¿entendiste, Eliot? – susurro por lo bajo, casi sin mover los labios, que esperaba su amigo entendiera sus palabras distorsionadas.

-         Sí.  – asintió, apretando los dientes, ante el gruñido de dolor que quería salir de su boca.

Contando sus pasos, ambos retrocedieron, aun atentos al movimiento de alguno de los lobos que cercaban la frontera hacia el oscuro bosque. Se detuvo un momento al sentir a su amigo tensarse y luego volvió a caminar, al sentir la presión desaparecer. El lobo mayor soltó un aullido que les hizo estremecerse al escuchar el sonido bestial que se agudizo más dentro del profundo bosque oscuro. Dando con ello la señal para que todos los lobos avanzaran al ataque, el lobo con el que habían peleado, empujo a sus compañeros, adelantándose a ellos con movimientos veloces, de un cazador y ellos sus débiles presas.

Libero a su compañero, dejándolo caer y se abalanzo contra el animal. Ambos chocaron, un impacto duro y seco. Su compañero no podía pelear estando herido, pero él aun seguía bien y lo protegería.

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La lucha había comenzado y todos se estaban dando con todo. Lobos y vampiros, como perros y gatos callejeros, cosa que no estaba lejos de ser realidad. Marko estaba peleando con un lobo de pelaje marrón, golpeándolo en los costados tratando de hacerlo ceder. Eliot estaba en el suelo, retorciéndose de dolor, parecía herido.

El rubio policía tomo al lobo por la mitad del cuerpo y lo levanto del suelo, haciéndole una llave de candado lo estrecho contra el suelo. El animal gruño, quedándose quieto. Marko se reacomodo la ropa, escupiendo a un lado un poco de sangre, se dirigió a su amigo.

-         Dios, Marko, detrás de ti – grito Eliot, señalando al gran were que se aventaba sobre él, tomándolo entre sus colmillos del brazo derecho. El vampiro grito de dolor, maldiciendo de mil maneras diferentes al cambia formas que no le soltaba ni por un segundo.

-         MALDITO ANIMAL, TE VOY A MATAR – bramo, golpeándolo en la cabeza, pero al hacerlo, el were aplico más presión a sus mandíbulas sobre su carne.

Marko cayó al suelo, sangrando del costado donde solía estar su brazo, el cual descansaba sobre el hocico de la bestia.

Se giró a ver a su compañero, extendiendo su brazo izquierdo hacia él, tratando de alcanzarlo. Pero no podía. Estaban demasiado cerca y lejos al mismo tiempo.

Sintiendo la ausencia de su miembro, el dolor de ser destrozado término al sentir los colmillos del animal en su cuello, cerrándose sobre él, sus ojos también lo hicieron. ¿Inmortal? Eso era una ilusión que terminaba rápidamente. La única cosa que no había hecho había sido proteger a ese que siempre le había apoyado, jamás lo había hecho. 

Notas finales:

espero que les haya gustado, estuvo demasiado largo, ¿verdad? jajajaja

los problemas y peleas son aperitivos, estamos hablando de algo mas grande. :D 

¿que les parece como esta yendo todo?

 

me falto un fragmento, espero subirlo pronto, porque es escencial para comenzar con esta historia


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