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El tiempo entre nosotros por Sawako_chan

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Notas del capitulo:

¡Hola! ¿Cómo están mis querid@s lector@s? Yo muy, muy feliz :D éste capítulo es especial para mí, lo escribií con mucho cariño y concentración :33 Espero que estén teniendo una buena semana como yo :D de hecho el capítulo estaba listo desde ayer en la mañana, pero estuve leyendo un libro muy bueno que se llama "La oportunista" xD y es muy recomendable. Si pueden dénle una leída, está bueno ;)

Por otra parte, me siento muy feliz por sus hermosos comentarios, gracias *u*

Sin nada más que decir, a leer!

 

Capítulo 14.- Primeros movimientos.

 

 

Steve contaba los árboles que poblaban vacíamente la gran ciudad de Nueva York mientras andaba a pie por la acera de una avenida. Cuando había salido de aquel lugar al que lo había mandado Thor, estaba tentado a tomar un taxi de regreso a la Torre Stark y ahorrarse todo aquello. Pero, ¿qué más daba? Tenía tiempo de sobra, nadie lo esperaba en casa—quizá Jarvis estaría preocupado, y Dingo tuviese hambre—no tenía deberes que hacer. Así que, aventurándose, decidió volver a pie. Steve era un hombre que gozaba de las caminatas largas y solitarias. De hecho, era casi la primera caminata que había tenido así en mucho tiempo. Cuando era militar, era poco el tiempo que le sobraba, y lo ocupaba para mandar cartas a sus tíos y hacerse cargo de sus asuntos personales como Peggy. Nunca había disfrutado sus momentos solo, con sus pensamientos y nada más. Así que esta era una buena oportunidad para reencontrarse consigo mismo.

 

No sabía a ciencia cierta hacia dónde estaba caminando, pero iba preguntándole a la gente cómo llegar a la Torre Stark. Algunos se mostraban corteses, otros no le hacían caso y algunos pocos lo veían de forma extraña. A mitad de la tarde, obviamente mucha gente transitaba por las avenidas largas como aquella por la que él caminaba. De repente se vio mezclado en una conglomeración gigantesca de personas que iban y venían de todas partes. Chocó con algunos cuantos, pidió disculpas. Algunos le sonreían y otro ni siquiera reparaban en su presencia. ¡Incluso vio gente correr hacia el autobús!—como le había dicho Tony que se llamaban los medios de transporte colectivo para la gente—.

 

Se preguntó por qué la gente había cambiado de esa forma en apenas un siglo. Es cierto que la tecnología estaba avanzada, que los descubrimientos y construcciones eran maravillosos, que había muchísimas oportunidades en el mundo moderno. Pero también descubrió que la contaminación era grave, que la gente no era consciente de su alrededor; del entorno. ¿En qué especia de capsula vivía cada uno para no darse cuenta del daño que le ocasionaban al planeta? ¡Vamos! Ni siquiera se detenían a regalar una sonrisa o un saludo. Aquello lo puso triste. ¿Por qué la gente se había perdido en el camino? En su tiempo, todo era más sencillo, más simple. La gente se comunicaba con palabras, conversaciones. No con aparatos electrónicos que parecían haberse adherido a las manos. Eso lo había descubierto la noche pasada cenando Shawarma con Tony, cuando miró a su alrededor y se dio cuenta que cada quien estaba metido en sus aparatos brillantes a los que él no les entendía nada. Stark le había explicado que se llamaban celulares, y que eran indispensables en pleno siglo XXI.

 

Hizo una mueca mientras aguardaba con paciencia en la esquina, esperando que el semáforo marcara en rojo para poder cruzar—sí, Tony también le había mencionado aquello la noche pasada mientras manejaba al restaurante—. Ahora era cuando debería agradecerle todo aquello al hombre de barba, quien se había armado de una paciencia que no sabía que poseía para que le enseñara muchísimas cosas desconocidas. Se sentía perdido, era cierto, pero no un tonto. Junto a él se acomodó una señora de avanzada edad, con dos grandes bolsas a sus costados, esperando quizá lo mismo que él.

 

Su impulso moral lo movió para tomar ambas bolsas con sus fuertes manos, y darle una sonrisa de confianza a la señora cuando ella lo volteó a ver con algo de sorpresa y miedo. Quizá habría pensado que iba a robarle. Sin embargo cruzaron juntos la calle, y Steve no soltó las bolsas hasta que la señora detuvo un taxi. El rubio la ayudó, y después introdujo las bolsas en el coche, cerrándole la puerta y deseándole un feliz viaje junto con un ademán de mano. La señora le sonrió con agradecimiento y le dio su bendición. A Steve se le encogió el corazón al ver a la señora y recordar a su tía. Ella había sido tan buena, tan amable con él desde que tenía uso de razón. La extrañaba demasiado. Ansiaba poder abrazarla, darle un beso y decirle que la quería. Se quedó mirando hacia la calle, con aire ausente.

 

Un par de murmullos llamaron su atención, y cuando se dio media vuelta para saber el origen de aquello, se encontró con los rostros de dos señoritas que lo miraban fijamente con una sonrisa sobre sus labios. Él le sonrió en respuesta, pero no pensó que las mejillas de ellas fueran a teñirse de un color carmín suave. Una de las dos le guiñó un ojo, y fue cuando Steve comprendió que estaba coqueteándole. Así que carraspeó incómodo y, metiendo las manos en la chaqueta de cuero negra, siguió la dirección que un señor le había indicado para llegar a la Torre.

 

Quince minutos después de caminar, se sintió algo cansado y decidió sentarse en una de las tantas bancas que adornaban las avenidas. Desde su lugar contempló la ciudad. A pesar de los coches, los enormes edificios, Nueva York era sin duda una ciudad hermosa. Recordó su tiempo, y después cómo cambiaría todo con el paso del tiempo. Sería maravilloso, una experiencia única al trascender en tantos avances. El Sol daba de lleno sobre las calles, y se escurrían sus rayos en las grandes edificaciones. Alzó la mirada un poco y distinguió un rascacielos. Bien, era hora de seguir andando.

 

Incluso se compró una bebida en un puesto de la calle, con el dinero que Thor le había dado para pagase el taxi de regreso. Estaba deliciosa la combinación de coco con nuez. Y con un poco de hielos por el calor, todo mejoraba. Se quitó la chaqueta y la afianzó a su brazo, mientras se relajaba. Estaba comenzando a sudar, pero no lo incomodaba porque estaba disfrutando del paseo y la soledad. Fue consciente de miradas que se posaban sobre él cuando pasaba al lado de las mujeres; incluso algunos hombres voltearon a verlo de una forma no tan normal. Entonces, mientras trataba de entretenerse en algo mientras caminaba, fue que lo vio.

 

Se acercó hacia el puesto de revistas sin pensarlo dos veces y tomó con una mano el primer ejemplar que alcanzó a distinguir. No pudo evitar que algo dentro de su pecho se removiera al contemplar al hombre que yacía en la portada: Tony Stark. Vestido con un elegante traje color amatista, una camisa negra a juego con sus zapatos, y una corbata color blanca. Lucía extremadamente bien, apoyado sobre un banco alto, con un libro en la mano. Tenía la barba y el cabello como siempre, y sus ojos tan expresivos como los recordaba. Sobre el puente de su nariz yacían lentes de lectura, dándole un aspecto misterioso, pero horriblemente atrayente para su vista. Sobre él se leía el título: Hombres de Ciencia y Tecnología.

 

     —¿Es muy guapo, cierto? —aquella voz salida de un punto ajeno lo sobresaltó, logrando que casi soltara su bebida o la revista. Sus ojos azules se posaron sobre una señora de edad media que lo contemplaba con una sonrisa—. Ese hombre es Tony Stark. Dirige una empresa multimillonaria internacional, donde se llevan a cabo los mejores descubrimientos tecnológicos y biológicos. —ella posó la vista también sobre la foto, que estaba editada con letras a su alrededor—. Este mes fue nominado como el hombre del año, no solo por su dinero, sino también por su inteligencia y aportaciones… ¡Es tan sexy! —casi soltó un grito por la emoción que aquello le causaba. Steve se sorprendió al notar que Tony no era simplemente un hombre. Era el hombre. Uno de los más poderosos e influyentes. ¿Salir en la portada de una revista pública? Y mejor aún, que la gente común supiera de él.

 

     —¿Cuánto cuesta éste ejemplar, señora? —preguntó con una pequeña sonrisa, mientras apretaba la revista un poco hacia su pecho reacio a dejarla nuevamente en su lugar. No sabía por qué motivo la quería. Quizá era porque necesitaba ver a Tony de aquella manera por un poco más de tiempo. Ella le sonrió y le indicó el costo. Steve no lo pensó más y sacó el dinero de su bolsillo. Le agradeció y volvió sobre el camino hacia la Torre. No pudo evitar darle vistazos a esa revista pasados unos pocos minutos. Podía observar la fuerza y el poder que emanaban de ese hombre. Además se veía bastante bien, vestido de aquella forma.

 

Inconscientemente sonrió al observarlo de nueva cuenta, para después proseguir su camino. Cuando estaba oscureciendo alzó la vista hacia el norte donde el manto oscuro comenzaba a caer, y pudo distinguir el reconocido apellido del castaño reluciendo sobre la cúspide de un rascacielos tan alto como los demás.

 

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Tomó el último trago de su bebida y carraspeó en cuanto el licor picó su garganta. Espabiló un poco y le sonrió al hombre que tenía enfrente. Obadiah le regresó la sonrisa y se pasó una mano por la calva cabeza. Después la depositó en su barbilla cubierta por vello blanco y acompañó a Tony en su trago. Stark lo observó fijamente, mientras se daba cuenta que los años no habían pasado por ese hombre. Hacía mucho tiempo que no lo veía, pero era tan igual como lo recordaba. Él se había hecho más viejo, muy al contrario. A sus 36 años, Tony Stark ya no era un muchacho. Sin embargo deicidio no darle más vueltas al asunto. Miró por la ventana y se dio cuenta que ya era de noche. Las horas realmente se le habían pasado como agua en compañía Obadiah.

 

     —¿Entonces nada de familia, muchacho? —el hombre de las canas lo miró, mientras revolvía en su vaso los cubitos de hielo que tintinearon ante su movimiento. Stark le dirigió una sonrisa a su manera, mientras negaba con un gesto de la cabeza.

 

     —Nadie ha logrado atraparme todavía, Obi. —le guiñó un ojo mientras se ponía de pie y caminaba hacia su mini-bar para agarrar otra botella que entraba entre sus mejores bebidas. Era una bienvenida que lo ameritaba, después de todo. Aquel hombre que había llegado de la nada, era como un tercer padre para él—el segundo era Jarvis—lo había apoyado incluso más que Howard en sus decisiones, y confió plenamente en él cuando se adueñó de Industrias Stark y reclamó su puesto como presidente de la corporación.

 

Un breve silencio se instaló entre ellos, en el cual Stark volvió a su cómodo sofá y sirvió licor en los dos vasos. Se habían pasado horas y horas platicando de sus vidas en todos esos años de no haberse visto. Después de que Tony cerrara una parte de la empresa, Obadiah había partido hacia el otro lado del mundo, en busca de nuevos horizontes. A sus palabras, estaba cansado de Nueva York. Y ahora estaba de regreso, seis años después. Seis años en los cuales Tony había madurado, cambiado y modificado casi por completo su vida. El hombre más viejo observó cómo aquel muchacho que había llegado a la empresa sin pies ni cabeza, ahora se comportaba y veía como un gran empresario. Como todo un Stark.

 

     —Siempre supe que lograrías lo que te propusieras, Tony. —soltó el comentario en un murmullo, mientras suspiraba y formaba una sonrisa con regocijo. Tony le regresó el gesto, mientras tomaba su vaso y daba un largo trago a su bebida—. Sin embargo, creo que ha pasado mucho tiempo desde aquello. ¿No has pensado en abrir nuevamente el sector de armas? —la pregunta intentó que sonara casual, como si hablar del clima se tratase, pero pudo notar cómo los hombros de Tony se tensaban y su rostro se volvía serio.

 

     —Si no fueras tú, pensaría que te ha mandado Nick Fury a presionarme para que vuelva al negocio. —intentó bromear, evadiendo la pregunta del hombre mayor. Obadiah frunció el ceño al escuchar ese nombre. ¿Nick Fury detrás de Tony? Aquello no le convenía. Ya tendría que investigar sobre eso. Sin embargo, disimuló su disconformidad con la respuesta de Stark, y chocó su vaso con el otro, en señal de brindis. Una imperceptible y fría sonrisa se dibujó sobre sus labios apretados.

 

     —Tony, Tony, hijo. —llevó una de sus grandes y fuertes manos hasta el hombro del mencionado y apretó un poco la zona para que le prestara atención. Sus ojos claros chocaron contra los de color chocolate—. Nosotros somos fabricantes de armas. Es nuestro oficio, somos ferreteros. Hacemos armas y evitamos que el mundo caiga víctima del caos. ¿No lo comprendes? —ésta vez fue el turno de Tony para fruncir el ceño. Con un gruñido separó el agarre de Obadiah Stane y se puso de pie bruscamente.

 

     —No pienso construir armas para esos traidores. —fue su simple respuesta. Caminó hacia el ventanal que daba afuera, donde podía contemplarse la zona central de Nueva York. Las luces multicolores poblaban la zona baja, mientras que un cielo cubierto por oscuridad y estrellas se imponía firme sobre los rascacielos. Contempló con melancolía el paisaje que se mostraba ante él. Él no volvería a construir armas para gente como Nick Fury. Aquellos que lo habían traicionado de la peor manera. Aquellos que…

 

     —No necesariamente para ellos. —murmuró, mientras daba un trago más a su bebida. Permaneció sentado y en una postura relajada, incluso cuando Tony volteó a verlo de reojo con las cejas todavía casi juntas, pero contrariado por su frase—. ¿Sabes cuánto dinero ganaríamos si vendemos esas armas al mercado negro cómo antes? Millones Tony, millones de dólares. —recalcó la última palabra, poniéndose de pie y dándole alcance al más joven. Tony se quedó pensativo por algunos momentos, analizando sus palabras, pero después negó con un gesto de la cabeza mientras se daba vuelta y encaraba al otro hombre con un gesto decidido.

 

     —Ni siquiera te atrevas a proponerme algo así de nuevo, ¿entendiste? Industrias Stark ahora es una empresa limpia. Nada de negocios bajo el agua, Obi. —dejó el vaso a medio tomar sobre su escritorio con un sonido firme. Estaba enojado y ofendido ante tal propuesta—. No pienses que soy como antes. Ya no. Y si solamente has venido a eso, te voy a pedir que te marches ahora mismo. —su tono de voz fue serio, y hasta cierto punto, cruel. Obadiah lo miró con algo de sorpresa por tales palabras, pues Tony jamás le había hablado así en el pasado, muy al contrario, lo respetaba sobre muchas personas. Aquello hizo que se sintiera enojado, muy enojado.

 

     —No lo tomes a mal, solo estaba expresando una opinión, es todo. —trató de tranquilizar al otro, aun cuando lo único que quería era darle un puñetazo por haberse comportado así con él. Suspiró exasperado cuando el castaño no quitaba aquella mirada, estando congelado en su sitio—. Vamos, Tony, fue un simple comentario. Volvamos a tomar otro trago, cuéntame más sobre tu vida en estos años. —le sonrió mientras volvía a sentarse en su puesto y daba algunas palmadas a su lado indicándole a Stark que regresara con él. El otro negó con un gesto brusco.

 

     —Lo dejaremos para otro día, Obi. —y sin despedirse siquiera, tomó su abrigo del perchero y salió de la oficina con pasos ruidosos. Al escuchar que la puerta se cerraba, Obadiah solamente pudo fruncir el ceño y apretar el vaso que tenía en su mano. Tony Stark había cambiado mucho, y le costaría más trabajo ésta vez obtener lo que había ido a buscar. Pero solamente era cuestión de tiempo para que el otro cayera ante él como siempre. Y si ésta vez no podía hacerlo, tenía sus propios medios para conseguirlo, como en el pasado.

 

o.o.o.o.o.o.o

 

Un silencio brutal pesaba sobre la sala. Y sobre la estancia, el comedor, y los múltiples cuartos en la Torre de Anthony. Se preguntó dónde estaría Steve, cuando cruzó la puerta y no lo encontró. Probablemente estaría arriba, en su habitación leyendo o haciendo alguna otra actividad aburrida. Su cuerpo se movió hacia las escaleras, mientras depositaba su abrigo en el sofá de forma descuidada. Estaba a punto de subir el primer peldaño, cuando un ruido en la cocina lo distrajo. Quizá sería el rubio. Así que se dirigió hasta el origen del ruido, y cuando entró pudo divisar a Jarvis en cuclillas sirviéndole croquetas al cachorro en un tazón que él había comprado. El perro corrió hacia Tony y comenzó a dar saltitos a su alrededor, mientras sacaba la lengua y meneaba la cola, contento por verlo llegar. Jarvis le dirigió una mirada, antes de ponerse de pie.

 

     —Me alegra verlo en casa, señor. —saludó apenas, mientras guardaba la bolsa con comida para el cachorro en uno de los cajones de la inmensa cocina. Tony observó al perro correr y ladrar hasta llegar al tazón, y sin más, comenzar a devorar sus alimentos con verdadera hambre. Sus ojos se encontraron con los de Jarvis, y antes de que él pudiera preguntar dónde estaba Steve, el mayordomo pareció leer su mente—. El señor Rogers no se encuentra en casa.

 

     —¿Qué? —Tony lo miró con una ceja alzada—. Eso es imposible, Jarvis. Ese hombre no conoce en absoluto Nueva York del siglo XXI. —frunció el ceño y se acercó un poco más, entrando por completo en la cocina. Sus ojos buscaron algún indicio de broma en los ojos experimentados del otro hombre, pero al no encontrar nada que lo delatara cayó en la cuenta de que era verdad— ¿¡Lo dejaste salir!? ¡Joder, te dije que no dejaras que se fuera! ¡Puede perderse allá afuera al no conocer la ciudad y…! —sus palabras murieron sobre sus labios al darse cuenta que estaba totalmente exaltado de repente. Jarvis se mostró sorprendido por aquello, pues eran contadas las veces que había visto a su jefe en ese estado. Sin embargo después sonrió, de forma tranquilizadora. Sus ojos brillaron cuando pareció comprender algo que ante los ojos de Tony no se mostraba.

 

     —Señor, si me lo permite quisiera hacer una aclaración. El señor Laufeyson llamó esta mañana, avisando que el señor Odinson sufrió un accidente la madrugada de hoy. Así que el señor Rogers no lo pensó dos veces y fue a visitarlo, es todo. Yo, personalmente, localicé a un taxi para que lo llevara al hospital y de regreso. —indicó mientras veía como Tony se movía de un lado a otro, totalmente exasperado. Stark jaló con sus dedos la corbata para deshacerse de ella al sentir que el aire se le iba por momentos. Loki también se había comunicado con él al trabajo para informarle sobre la situación de Thor, pero nunca le dijo que Steve estaba en el hospital.

 

     —¿A qué hora fue eso? —cuestionó, mientras tomaba asiento en uno de los bancos altos y recargaba los codos sobre el desayunador. Llevó ambas manos a su rostro, masajeando sus sienes. Después las movió hasta su cabello donde pasaron de largo hasta la parte de su nuca, frotando enérgicamente.

 

     —Temprano, señor. Como al medio día. —respondió algo dubitativo, mientras esquivaba la mirada de su jefe y tomaba la caja de donas. Parecía que la ocasión ameritaba que Jarvis dejara comer de esa golosina a su jefe. Porque las donas eran tóxicas para Tony Stark, literalmente. El castaño lo miró escandalizado, pero aun así tomó una de las donas que yacían pulcramente escondidas en esa caja. Le dio una mordida grande, pasando con rapidez el bocado para volver a hablar.

 

     —¿Tanto tiempo? Joder, no es normal. Debería estar aquí ya. —lo miró de mala manera, mientras Jarvis cerraba los ojos, aceptando la amonestación por parte de su jefe. Era verdad. Nunca debió dejarle ir solo por ahí, a pesar de ir en un taxi particular. Aquello era su culpa. Sin embargo, antes de que pudiera disculparse, el millonario le habló:— Ni siquiera pienses en disculparte, Jarvis. Ya te vi con esa mirada. —trató de bromear—. Marca ahora mismo al teléfono de ese taxista para saber dónde diablos está Rogers.

 

      —Estoy aquí, Stark. —una voz desde el marco de la puerta de la cocina hizo que los dos hombres voltearan con rapidez hacia el origen de las palabras. Steve estaba ahí parado, cruzado de brazos con una sonrisa en el rostro. Los veía atentamente, pero su mirada recaía más en el moreno que ahora tenía el ceño fruncido. Sus ojos azules chispearon con curiosidad. Tony no quería saber cuánto tiempo había estado ahí parado, ni cuánto de la conversación había escuchado. Dingo ladró cuando lo vio y trotó hasta él con saltitos.

 

     —¿Se puede saber dónde carajos estabas? —cuestionó con voz grave y enojada, mientras observaba como el cachorro tiraba de los pantalones de Steve con su hocico juguetonamente. El rubio le sonrió al cachorro y se agachó para rascarle detrás de las orejas por un momento. Tony gruñó por lo bajo al sentirse ignorado por aquel hombre. Steve se preparó para explicar el asunto que lo había llevado a salir de casa, pero el millonario se le adelantó:— Ya sé lo de Thor, Loki llamó a mi trabajo al medio día. Lo que quiero saber es dónde has estado toda la maldita tarde. —se puso de pie, mientras dejaba la dona en la mesa. Steve lo observó con una sonrisa que a Stark no le supo nada bien, pues se sintió desprotegido al contemplarlo. Parecía que Steve sabía algunas cosas que él no. O quizá estuviera pensando que estaba preocupado. ¡Que tonto! Tony jamás se preocupaba por nadie que no fuera él mismo—. Jarvis ha estado preocupado por ti. —completó la oración que había dejado flotando en el aire, cuando un tenso silencio se instaló en el ambiente. Jarvis carraspeó y con una disculpa se retiró del lugar junto con el cachorro.

 

     —Thor me pidió un favor. Llevé sus informes de la misión a su trabajo. Regresé a pie, y creo que tardé más de lo previsto. Es todo. —se encogió de hombros mientras tomaba asiento en otro banco, justo enfrente del castaño. Él lo siguió observando con el ceño fruncido, sin embargo no aportó nada más y también volvió a su puesto. Agarró la dona que había estado comiendo y le dio otra mordida, todavía con una pequeña furia en su interior—. No voy a perderme, Stark. —le sonrió de forma encantadora—. Anoche me enseñaste muchas cosas que me fueron de gran ayuda hoy. Gracias. —aquella frase que había salido de aquellos carnosos y rosados labios, fue lo que hizo que el corazón de Tony diera un salto dentro de su pecho. Después sintió algo pesado. Aquella frase lo había regocijado, sintiéndose importante ante los ojos de alguien como Steve Rogers.

 

      —Pues espero que hayas visto bien la ciudad… De ahora en adelante eres libre de salir cuando quieras. —contestó. ¿Qué más podía decir? Steve había visto la ciudad y estaba emocionado, podía leerlo en sus ojos azules chispeantes. Cuando una mente se abría a nuevas ideas, jamás volvía a ser la misma. Rogers había conocido la ciudad, no podía mantenerlo en su Torre por más que quisiera—. Solo no des problemas allá afuera porque no me haré responsable… tampoco quiero darle explicaciones a Banner, así que compórtate. —murmuró de forma indiferente, pero por dentro complacido por la gran sonrisa que Steve le dirigía solo a él. Una cálida sonrisa de Steve para Tony.   

 

La conversación se movió un poco de tema, donde Steve le platicó a Tony sobre las cosas que había visto, y sobre lo que estaba de acuerdo y lo que no con el mundo actual. El castaño tenía otros puntos de vista, así que en algunas opiniones hubo discrepancias y peleas diminutas que acababan con chistes de parte de Stark y risas por parte del rubio. Stark, después de escuchar el monólogo de Steve—quien le había omitido la parte donde conoció a Natasha—le contó sobre Obadiah, el hombre que había vuelto a su empresa luego de seis años. No fue un tema de conversación extenso, porque Tony apenas y mencionó el reencuentro, y vagamente su tema de conversación—omitiendo su pequeña pelea—pero que para el militar fue suficiente. Porque sabía que el castaño casi no hablaba sobre su vida privada, y el que le contara algo como aquello, le hacía sentir un paso más cerca de Stark. Steve había estado atento escuchando las narraciones de Tony, viendo de forma divertida como el otro hombre estaba tan concentrado contándole su día que no había reparado en que su dona estaba a medio terminar. Cuando por fin pareció no tener nada que aportar, le dio un gran mordisco a la dona, invitándole después al rubio quien se negó. Steve miró atento la forma en que Tony masticaba; sus labios moviéndose al compás de sus músculos, acompañado por el suave movimiento de su barba definida. Observó atento esos labios delgados pero que a simple vista se veían suaves. Entonces carraspeó y volvió a mirar los ojos color chocolate. Estaba distrayéndose.

 

Tony no había reparado en la mirada de Steve, porque estaba concentrado recordando algunas cosas. Se quedaron en un silencio bastante cómodo por algunos minutos, donde lo único que se escuchaba eran sus respiraciones tranquilas y los pasitos de Dingo por el suelo, jugando. Tony miró el rostro que tenía enfrente de él, a escasos centímetros de diferencia gracias al desayunador. Ahora podía apreciarlo más que antes. Steve era un hombre muy guapo, joder, tenía que admitirlo. Y sus ojos eran de un bello color azul que fácilmente podría ser confundido con el cielo en primavera. Y aquellas pestañas largas y caídas; y esos labios… joder con esos labios gruesos y rosados que se veían extremadamente apetitosos. Buscó un poco más y encontró algunos pequeños lunares sobre su rostro, y luego un indicio de barba que finamente comenzaba a aparecer. Se lamió los labios sin importarle que el otro lo estuviera viendo. Steve era un hombre caliente. Y deseable. Muy deseable.

 

Sintió que el rubio se aproximaba hacia él, poco a poco, y fue incapaz de moverse cuando le sonrió de una forma tan encantadora y atrayente. Pensó que era producto de su imaginación, pero se percató que en verdad estaba sucediendo. No previó el movimiento de la mano de Steve, que se deslizó tranquilamente por su mejilla hasta acunarla en su gran palma caliente, hundiéndola un poco sobre su superficie y llevando el pulgar hasta un extremo de sus labios con un gesto suave y lento. Con sutileza retiró los restos de dona que habían quedado sobre la comisura de los labios de Tony. Stark, que sintió aquella caricia totalmente cercana a sus labios, sintió que sus piernas temblaban, y que si no fuera porque estaba sentado, podría haberse caído. Cuando Steve separó la mano, segundos después, y sus ojos se encontraron, pudo ver la sorpresa marcada en el rostro de Anthony. Entonces reparó en lo que había hecho; o más bien, en cómo lo había hecho. Se había visto de una forma tan

 

Se puso de pie frenéticamente, totalmente incapaz de poder hablar. La vergüenza de sus actos afloró su rostro, y con las mejillas coloreadas en un intenso color carmín, abandonó la cocina sin cruzar mirada con Tony. Simplemente se alejó a paso rápido y el castaño pudo oír el eco de sus pasos al subir las escaleras presurosamente hacia la segunda planta. ¿Qué había sido todo aquello? Sin poder creerlo realmente, llevó su propia mano a la zona en su mejilla donde antes había estado la palma de Steve, notándola ligeramente más caliente. Se mordió un poco el labio inferior al recordar lo de momentos antes, y luego suspiró mientras se ponía de pie.

 

Negó suavemente con la cabeza mientras tomaba una botella de licor que escogió al azar dentro de su mini-bar en la sala, y caminó pesadamente hasta su taller con los pensamientos en otra parte. Steve Rogers debería saber las muestras de cariño que estaban prohibidas. Era un idiota.

 

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Azotó la puerta en cuanto entró a su recámara, y sin prender la luz, se quedó ahí de pie, en la completa oscuridad. Se recargó en la puerta y suspiró audiblemente, mientras trataba de analizar lo que había sucedido instantes atrás en la cocina. ¿Qué había hecho? Realmente no había sido consciente de por qué había llevado su mano hasta la mejilla de Stark y le había quitado los restos de comida de una forma que parecía normal pero que se sentía tan… tan íntima. Bien podría haberle dicho simplemente que tenía restos de alimento y ya, pero ¡no! Era un estúpido. Y por si fuera poco, tampoco se había disculpado. ¿Tony estaría enojado? Quizá sí, y con justa razón. Aunque no sabía por qué se había puesto tan nervioso, hubiera podido simular hacer una broma. Estúpidas reacciones espontáneas. Pero es que no había podido evitarlo al verlo de esa forma. Parecía un niño pequeño contando su día en el colegio, y no un magnate hombre de negocios que salía en portadas de revista.

 

Aquello le hizo acordarse de que traía la revista donde salía Tony. Se buscó entre la ropa mientras encendía la luz, y de su chaqueta sacó el objeto. Estaba planeando decirle a Tony sobre aquello, pero con lo que había sucedido no es que pudiera hacerlo ya. Así que tomó asiento en un pequeño sofá de su recámara, y observó la figura imponente de Tony Stark. Su mirada se desvió inmediatamente a su rostro después de un repaso general, donde se quedó observando las facciones masculinas del castaño. Espabiló cuando se dio cuenta que estaba comenzando a recordar la escena de algunos minutos atrás, y mejor abrió la revista. Hojeó con algo de prisa las hojas, pues ningún artículo le interesaba, excepto uno: el que hablaba de Tony Stark.

 

Leyó sobre su empresa internacional que estaba expandiéndose a campos extranjeros, sobre la tecnología avanzada que poseía Industrias Stark, sobre los aportes científicos y biológicos importantes que llevaba a cabo, y sobre los proyectos nuevos de virtualidad sobre los que Tony trabajaba actualmente y de los cuales pronto daría noticias. Todo aquello en una entrevista que le habían hecho al millonario dos semanas atrás. Antes de que él llegara. Así que leyó con atención, sacando algunas sonrisas en las partes graciosas donde Tony no podía evitar hacer algún comentario fuera de lugar. Se dio cuenta que el hombre que lo alojaba en su casa era diferente, muy diferente.

 

Se leía tan profesional, tan recto y sofisticado. Su lenguaje era pulcro y sus chistes relajados y elegantes. Soberbio, ególatra. Y Steve no creía que en dos semanas hubiese cambiado. ¿Cuál de todos sería el verdadero Tony? Probablemente tuviera un poco de cada uno. O estuviera fingiendo todas sus facetas. ¿Cuántas mascaras tendría? Frunció el ceño al imaginarse que Tony pudiese estar fingiendo su actitud con él. Porque a su lado, el millonario se comportaba de una manera totalmente opuesta a como se leía en la entrevista. Era natural, con un lenguaje más pícaro y abierto. Se quedó analizando la entrevista por un par de minutos más, y después de leerla un par de veces, optó por mejor dejarla a un lado. Sin poder evitarlo sacó su libreta y comenzó a hacer los trazos de su nuevo dibujo. Sí, le había gustado mucho como se veía Tony en aquella portada.

 

Así que después de un par de horas, tenía al castaño plasmado nuevamente en su libreta de bocetos. Lo observó atentamente, y pasó las hojas comparándolo con sus otros dibujos de él desde otro punto de vista. Dormido y enfermo se veía tan inocente, como un hombre común. Sin embargo, enfundado en ese traje y con la barbilla en alto se veía tan soberbio. Tan inalcanzable… entonces negó con un gesto de la cabeza al percatarse de las cosas que estaba pensando, y decidido tomó los extremos de aquellas hojas y las arrancó de su libreta. Estuvo tentado a romper los dibujos que había hecho, pero se rehusó a hacerlo porque les había cogido cariño. Los había moldeado con tanta paciencia que le daba un apretón en el corazón deshacerse de ellos. Así que los tomó entre sus manos, y buscó un lugar donde poder guardarlos. Encontró debajo de la cama un cajón largo que se extendía por debajo del colchón. Era amplio y los dibujos no se doblarían. Así que metió ahí los bocetos que había hecho junto con la revista.

 

Anthony Stark no podía enterarse que él lo había estado dibujando.

 

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Cuando Tony despertó al otro día totalmente crudo por la borrachera que se había puesto la noche anterior, no fue de la mejor manera. Se revolvió sobre su asiento de trabajo, separando el rostro de la mesa donde había caído rendido ante el sueño. Vislumbró a lo lejos en el suelo su botella de vino vacía, y se llevó las manos a la cabeza. Tenía una resaca horrible junto con un dolor de cabeza que seguro no lo dejaría hasta la noche. Estiró sus huesos como un gato, sintiendo los músculos de su cuello contraerse por la incómoda posición en la que había dormido. Bostezó, tapándose educadamente la boca con la palma de la mano. Rascó su nuca y miró sobre su reloj la hora. Bien, no era tan tarde.

 

Se puso de pie con pereza, caminando con los pies apenas despegándolos del piso. Llegó a la sala y vio a Jarvis limpiando los muebles. Lo saludó con un gesto de la mano y subió las escaleras hasta llegar al cuarto de baño. Se lavó los dientes y se enjuagó el rostro, pues se sentía pegajoso y sucio. Se mojó el cabello y se miró en el espejo. Bueno, las ojeras no se veían tan marcadas, y su aspecto no estaba tan mal después de todo. Un buen baño y estaría totalmente repuesto. Salió del baño y por el pasillo que daba su habitación, contempló la puerta cerrada donde dormía Steve. Recordó lo sucedido de la noche pasada, y prefirió desviar la mirada y seguir con su camino.

 

Justo estaba eligiendo su ropa para el día, cuando Jarvis tocó suavemente la puerta. Dio el permiso para que pasara, y la noticia que le dio lo descolocó un poco. O quizá demasiado. Natasha Romanoff estaba en la planta baja de su casa, y quería hablar con él. Arqueó una ceja en cuanto escuchó su nombre, ¿estaba oyendo bien? Sabía que esa mujer jamás se presentaría en su casa, y menos para hablar con él. Ella era una mujer de acciones, y no de palabras. Así que le extrañó de sobremanera que de repente hubiera decidido aparecerse, cuando llevaba muchísimo tiempo sin saber de ella. Le indicó a Jarvis que le ofreciera algo de tomar mientras él bajaba. Aunque se tomó su tiempo para cambiarse de ropa y peinarse.

 

Cuando bajó las escaleras escuchó suaves murmullos en la sala, lo que le hizo cuestionarse si en verdad era esa Natasha la que lo buscaba y no una impostora. Así que bajó los últimos escalones un poco más rápido, y al ver aquella escena, no pudo evitar sentir que algo dentro de su estómago caía. Casi como una piedra siendo lanzada desde su boca. Natasha estaba cómodamente sentada en su sofá con una copa de vino sobre sus dedos, con una casi imperceptible sonrisa, mientras escuchaba atentamente a un hombre enfrente de ella. Y ese no era otro que el inquilino que residía en su casa: Steve Rogers. Se sorprendió por aquello, pues ellos no se conocían. Se suponía.

 

     —Si te vuelves más vieja voy a tener que meterte en un asilo, ¿qué demonios les hacen en esa escuela miliar? —soltó el comentario al aire, logrando captar la atención de las dos personas que conversaban en su sala. La mujer alzó la mirada, cruzando sus ojos verdes con los suyos, y Tony sintió que un pequeño escalofrío le recorría de pies a cabeza. Se había olvidado el miedo que aquella mujer podía causar si se lo proponía. Claramente vio de reojo como el cuerpo de Steve se tensaba cuando lo escuchó.

 

     —Nos enseñan a no dejarnos influenciar por genios hiperactivos con el ego inflado, Stark. —fue su escueta respuesta, mientras se ponía de pie, viéndolo de arriba hacia abajo. Tony contempló a la mujer y se dio cuenta que había cambiado mucho desde la última vez. La recordaba con cabello más largo y rizado, y ahora, por el contrario, lo portaba sobre el hombro y lacio. ¿Por qué las mujeres se hacían constantes cambios? Él había mantenido la misma barba desde que le había comenzado a crecer y no estaba en sus planes cambiarla.

 

     —Yo también te extrañé. —señaló sarcásticamente, mientras se acercaba a donde ellos estaban. Le estrechó la mano en un saludo cordial y distante, y después caminó hasta su mini-bar para tomar un trago de licor. Pasó de largo a Steve. Y cuando volteó a verlo, el otro simplemente apartó la mirada, notablemente incómodo por la situación.

 

     —¿Sabes que eres muy desagradable? —le contrarrestó, mientras volvía a sentarse. Suspiró resignada. Las personas cambiaban, pero Tony Stark era cada vez más insoportable. En realidad nunca le había caído bien, y si no fuera por asuntos de trabajo, jamás se aparecería en su casa.

 

     —¿Me lo dices o me lo cuentas? —preguntó burlonamente. Vació licor dentro de su vaso con dos hielos, y caminó hasta sentarse en el otro extremo del sofá. Observó atento el cómo Steve parecía hallar de lo más interesante la alfombra egipcia de su sala. Aquello logró que se enojara notablemente. Estaba ignorándolo cínicamente.

 

     —Te lo narro. —respondió bruscamente, mientras sus ojos verdes lo veían con fijeza. Steve carraspeó al sentir la tensión en el ambiente, y cuando estaba dispuesto a levantarse para irse a otro lado y dejarlos platicar, Natasha lo detuvo suavemente del brazo, logrando que volviera a sentarse tras una pequeña sonrisa. Stark frunció el ceño ante eso y apretó un poco más el vaso que tenía en su mano derecha ¿qué diablos pasaba allí?—. Quisiera hablar contigo, Stark. Pero creo que será en otro momento. Siento las molestias. —y se levantó, dejando su bebida a medio terminar sobre la fina mesilla de vidrio y roble tallado. Tony se quedó sin palabras. ¿Se iba a ir? ¿Así? ¿Sin decirle nada más? Sin duda, algo se traía entre manos. Antes de que pudiera soltar algún comentario audaz para saber más sobre su visita, ella dirigió la mirada hacia el rubio—. ¿Tienes algo que hacer ahora mismo, Steve? —el hombre negó con una sonrisa—. ¿Quieres ir conmigo a SHIELD? Puedo pedir permiso para mostrarte las instalaciones, ¿te gustaría? —el tono que usó no fue para nada del agrado de Tony. Observó en silencio la cara de Steve, y cómo ésta cambiaba a una sorprendida y luego a una de felicidad y emoción. Podía ver la chispa en sus ojos azules.

 

     —¿De verdad? —Natasha asintió—. ¡Claro que me gustaría! —repuso un tanto más efusivo—. Solamente necesito ir por mi chaqueta y estaré listo. —y le sonrió enormemente. Steve se había levantado muy temprano, de hecho ni siquiera había conseguido dormir más de cinco horas. Así que se había dado una ducha y luego metido en la biblioteca a leer un rato, porque no quería encontrarse al castaño y morir de vergüenza. Aunque no pudo evitar mirar de reojo a Tony, quien lo estaba mirando fijamente casi sin parpadear. Cuando sus ojos se cruzaron, sintió que la sangre abandonaba su cuerpo. Podía ver el enojo en sus ojos, ¿estaría furioso con él por la noche pasada? Supuso que sí, y lo mejor sería ir con Natasha y dejar que el enojo se le pasara a Stark. Sin pensarlo dos veces más, subió casi corriendo al segundo piso, y Tony aguardó impaciente a que desapareciera escaleras arriba.

 

     —¿Qué buscas, agente Romanoff? —preguntó con su sofisticado tono, mientras movía su vaso y tintineaban los cubitos de hielo dentro del mismo. Ella lo miró con una ceja alzada, cruzándose de brazos, pareciendo no comprender su pregunta—. Vienes a mi casa para hablar conmigo, eso está bien. Supongamos que creí esa parte, ¿y luego? ¿De repente se te quitan las ganas? Y por si fuera poco, antes de marcharte invitas a Steve a ir contigo. ¿Qué planeas? —la miró directamente, sin bajar la mirada durante los veinte segundos que duró aquel tenso silencio. Finalmente fue ella quien se encogió de hombros y desvió la mirada por dos segundos, para volver a verlo de nueva cuenta.

 

     —No sabía que Tony Stark tuviera a un inquilino en su preciada casa, y menos que éste fuera tan… interesante. Que agradable sorpresa. —sonrió con cinismo, mientras empujaba su cabello hacia atrás con un suave movimiento de la mano—. ¿Desde cuándo eres tan protector con tus invitados? Porque no hace mucho ni siquiera aceptabas visitas en tu hogar, ¿Qué te hizo cambiar? —las preguntas que lanzó, y la forma en cómo las dijo, lograron que Tony frunciera el ceño ante el golpe bajo que le había dado. Iba a contestar algo hiriente hacia ella, pues él no se contenía cuando en verdad se enojaba, pero los pasos de Steve haciendo eco por las escaleras le redujeron el tiempo.

 

     —No sé cuál sea tu propósito, pero aléjate de Steve, agente Romanoff. —le habló de forma firme y seca, mientras sus ojos chocolate se oscurecían un poco. Natasha lo observó fijamente durante un par de segundos. Los pasos del rubio cada vez se escuchaban más cerca, estando a punto de bajar las escaleras. Ella se cruzó de brazos con una mirada burlona, mientras una sonrisa fría se mostraba apenas sobre sus labios pintados en color carmín.

 

     —Eso no es algo que tú puedas decidir, Stark. —murmuró, y guardó silencio en cuanto Steve bajó las escaleras por completo. Tony desvió la mirada hacia él, viéndolo llegar con unos pantalones de mezclilla, una chaqueta color marrón, y una playera sencilla azul. Se veía tremendamente apuesto de esa manera. Parecía un maldito modelo. Steve los miró interrogante, como sospechando que algo había pasado ahí, pero tras el silencio incómodo que se instaló, fue quien decidió salir de la casa primero. Se despidió de Tony con apenas un gesto de la mano, cruzando sus miradas por un breve momento y huyendo de su presencia, prácticamente.

 

Desde su posición en el sofá, Anthony fue consciente de cuando Steve cruzó la puerta de su casa, acompañado por la agente Romanoff. ¿Dónde se habían conocido esos dos? Tenía muchas preguntas rondando por su mente. Algo dentro de su pecho se contrajo, y apretó con fuerza el vaso que tenía en su mano derecha. Con brusquedad tomó el último trago y se levantó de un salto. Sacó su teléfono celular y marcó un número de sobra conocido.

 

Necesitaba unos tragos con urgencia.

 

 

 

Notas finales:

¿les ha gustado? *u* ya saben que su opinión es muy importante para mi, así que pueden tomarse el tiempo de hacerme saber sus dudas, consejos, opiniones, etc, en un lindo comentario :D 

PD/Clint y Bruce aparecerá pronto, no me he olvidado de ellos todavía xD

Espero actualizar pronto, ¡Un beso enorme!


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