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El tiempo entre nosotros por Sawako_chan

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Notas del capitulo:

¡Hola!

He llegado en tiempo récord ésta vez, y es gracias a ustedes y sus hermosos comentarios :3 muchísimas gracias a quienes dejan un comentario sin falta, y a los nuevos pues bienvenidos a este fic :D

Ya tan rápido el capítulo 21, enserio que el tiempo se me ha pasado volando.

Nos leemos en las notas finales porque tengo una noticia importante para ustedes, pero también hay una sorpresa en el capítulo :D

PD: Les aviso que es el capítulo más alrgo que he escrito xD

 

Capítulo 21.- Dejarse caer.

 

 

Algo estaba sucediendo con Tony Stark. Pepper lo supo desde que lo vio llegar por el elevador con una sonrisa característica de él, pero que se mostraba diferente a como era usualmente. Desde su puesto de asistente personal lo vio pasar, deteniéndose para saludarla con un beso en la frente y tomando de la mesilla de su escritorio el café matutino que no podía faltar jamás. Después—jurando que lo había oído silbar—escuchó el sonido de la puerta siendo cerrada. Alzó una de sus perfectas y delineadas cejas mientras dejaba de teclear el archivo de exportaciones que había estado haciendo. Probablemente la nieve le hubiera afectado el cerebro.

 

Se encogió de hombros diciéndose a sí misma que nada pasaba, pues Tony era un hombre bastante impredecible. Se dedicó a seguir escribiendo, pero a sus oídos llegó una melodía horrible que la distrajo. Stark raras veces escuchaba su música en la oficina, pues generalmente era en su taller donde podía desenvolverse sin molestar con tanto ruido, pero parecía que hoy estaba de muy buen humor. Bastante, diría ella. Así que tomó los primeros papeles que encontró para que su jefe firmara, y encontró con ello la excusa perfecta para saber de una vez por todas lo que sucedía con el CEO de Industrias Stark.

 

No necesitó tocar la puerta para pasar. Tony estaba sentado sobre su silla detrás del escritorio, recargado hacia atrás y tomando un bolígrafo, dibujando algo sobre un trozo de cartoncillo grande apoyado en una de sus piernas. No volteó a verla en ningún momento, hasta pareció no notar su presencia. La música de Black Sabatth resonaba fuerte por cada pared, escabulléndose entre cada rincón con las notas pesadas del bajo y la batería. Desde su puesto lo observó, tan absorto en lo que hacía, con sus ojos castaños puestos con total concentración en sus trazos, moviendo la muñeca y dándole énfasis a algo que no podía ver desde su posición. Se acercó a una esquina, donde una pequeña radio—siempre apagada—era la que transmitía tan horrendo sonido a sus oídos. Bajó el volumen hasta dejar un pequeño susurro saliendo por las bocinas. Mucho mejor.

 

     —No me molesta que vengas a llenarme de trabajo y papeles aburridos por firmar, pero no toques mi música, Pepper. —la regañó sin apartar la vista de su dibujo, garabateando aquí y allá. Ella frunció el ceño harta de ser ignorada, y se sentó enfrente del escritorio. Cruzó las piernas y con el dedo índice de su mano derecha comenzó a picar el vidrio del escritorio de forma insistente. Sabía que eso molestaba a Tony. Escuchó un gruñido bajo y amenazante, pero continúo en su postura y no dejó de insistir hasta que el castaño soltó el bolígrafo y depositó su cartoncillo sobre su escritorio, exasperado— ¡Bien, bien! ¡Me rindo ya! Pero por favor Pepper, deja de hacer ese sonido tan asqueroso. —y cubrió sus oídos como niño pequeño. Inmediatamente, ella dejó de molestar, acomodándose mejor sobre el asiento— ¿A qué debo el honor de tu visita a mi humilde oficina, bella dama? Porque soy todo oídos. —le sonrió con encanto característico de él.

 

     —En realidad sólo quería que firmaras estos papeles. —le pasó un paquete de hojas a través del escritorio, los que Tony recibió con una mueca de desagrado—. Necesito que leas todo con atención y firmes si estás de acuerdo. Si alguna cláusula no te parece, podemos intentar renegociar algunos puntos con la empresa exportadora de Europa. —le notificó, mientras sus ojos azules se posaban con atención sobre su jefe. Se veía casi como siempre. Casi.

 

     —¿Qué tal si tú lees ésta biblia y después me haces un resumen oral? —le propuso con una sonrisa coqueta mientras balanceaba los papeles en sus manos—. Sabes que es lo tuyo, yo sólo firmo. Cualquier cosa en la que tú estés de acuerdo, entonces yo lo estoy. —y volvió a tomar su cuaderno para seguir en lo suyo, pero los ojos inquisidores de su asistente le detuvieron el paso. Su cabello rubio caía sobre uno de sus hombros en cascada, con algunos mechones sueltos de la coleta alta que llevaba. Pepper parecía una escultura de mármol sin moverse un milímetro de su sitio— ¿Necesitas algo más? —no se sentía precisamente cómodo con la presencia de la rubia mirándolo de aquella forma.

 

     —¿Te pasa algo, Tony? Hoy estás muy… feliz. —susurró cautelosamente, pero el hombre le devolvió la mirada con extrañeza— ¿Qué estás dibujando? —miró la libreta, y Stark extendió una sonrisa a lo largo de su rostro, con los ojos brillantes de la emoción por poder compartir lo que sea que estuviese haciendo. Se levantó de su asiento y caminó hasta sentarse en la silla a un lado de su asistente. Después le mostró sus trazos.

 

     —No había encontrado la forma de poder instalar la Inteligencia Artificial en un dispositivo muy diminuto, ya sabes. Pero hoy tenía una gran inspiración y de camino imaginé algunas cosas que podrían servir, así que estos son los prototipos que pueden funcionar y almacenar un gran campo de información, aunque tengo que perfeccionarlo todavía. —y mientras hablaba, señalaba con su dedo algunos bocetos de lo que parecían microchips absurdamente pequeños—. Había pensado primeramente en instalar la IA en un computador normal, algo clásico. Pero después reflexioné: soy Tony Stark. Y yo no hago cosas clásicas y aburridas. Así que-

 

     —Así que decidiste complicarte la vida, malgastar tu tiempo, y hacer un prototipo tan diminuto en el que apenas puedas trabajar, e instalar ahí una IA. Algo casi imposible. —concluyó la frase. El otro le sonrió, premiándola por estar en lo correcto. Pepper suspiró, porque Tony siempre decidía ir por el camino difícil aunque las cosas estuvieran disponibles para él. No se quedaba quieto, se dedicaba a escarbar y encontrar cada una de las ramas hasta llegar al centro más complicado, y ahí era donde se instalaba. A él le gustaba descubrir. Algo vino a su mente— ¿Y puedo saber a qué se debía tu inspiración? —pero fue cuando Tony rebotó en su asiento como si lo hubiera pellizcado y se puso de pie de un salto, haciéndose el desentendido y volviendo a su lugar. Algo andaba mal ahí— ¿Qué hiciste ésta vez, Anthony Stark? —cruzó los brazos sobre su pecho y endureciendo la mirada, esperando que la bomba fuera soltada.

 

Tomó un par de minutos que procesara la información que le había caído de improviso, cuando su jefe por fin había terminado revelándole aquello que lo traía tan feliz e inspirado. Se dedicó a escuchar, asentir y prestar total atención a cada sílaba que salía de esos labios juguetones. Se recargó contra el respaldo de su silla y esperó paciente para oír cualquier cosa. Se esperó desde la destrucción de uno de sus preciados pisos, que Tony condujera borracho en alguna carrera clandestina, enamorarse de una modelo de pasarela, invertir miles de dólares en la bolsa y perder todo, quizá vender uno de sus preciados coches de colección, ¿Un día en la cárcel? No sonaba nada mal para ser Tony Stark. Pero no esperó aquello.

 

Se quedó sin palabras. Una, dos, tres veces intentó hablar y sólo abría la mandíbula para cerrarla de nuevo. Sus ojos azules se perdieron en un punto fijo del ventanal que daba hacia las frías calles de Nueva York, procesando todo. Respiró profundo, sin poder creer realmente aquello. Buscó con la mirada algún indicio de mentira en la cara del castaño, pero no encontró nada. Entonces comenzó a creer que quizá fuera verdad. Que quizá Tony estaba a punto de… Oh, por favor.

 

      —¿Ya te acostaste con Steve? —cuestionó en un hilillo de voz agudo. Tony la miró, mientras una sonrisa afloraba más y más en su rostro. Una carcajada salió de lo más profundo de su estómago, mientras volvía a sentarse en la silla al lado de la mujer en que tanto confiaba. Negó con la mirada fija en ella, mientras se recargaba en sus rodillas.

 

     —Aún no. El chico tiene miedo, y me dijo que tiene que pensarlo. —hizo una mueca de desagrado—. Aunque realmente no sé qué carajos tiene que pensar, digo, soy Tony Stark. Cualquiera estaría brincando de felicidad si yo le propusiera algo así. —y Pepper le miró con escepticismo—. Bien, bien, quizá sí tenga que pensarlo un poco por venir de épocas de piedra y cavernícolas, pero no es un gran problema. Sólo es sexo. —terminó con una pequeña sonrisa mientras algo dentro de él se sentía liviano. Confesar su situación actual a alguien más estaba logrando quitarle un peso de encima.

 

     —¿Sólo sexo? —ella preguntó mientras clavaba sus azules ojos en él—. Tony, escucha bien lo que voy a decirte: Steve es un hombre muy recto, viene de una época en la que seguramente la palabra sexo y bisexual no están relacionadas. De hecho, creo que ni siquiera tendría permitido en pensar en esas cosas aunque fuera con mujeres. ¡Por dios Tony! ¿Qué tal si lo asustaste con ese asalto en la biblioteca? —cuestionó con un poco de preocupación. Tony sonrió, porque Pepper no sabía toda la información referente a lo que había sucedido entre ellos dos días atrás. Una cosa era decirle a su asistente que habían compartido besos candentes, y otra muy distinta confesarle que le había hecho una felación. Probablemente Potts colapsaría. Esa información era confidencial. Se reservaba la intensidad del momento para él.

 

     —Pepper, querida Pepper. Rogers es un hombre de treinta años, no un niño al que no le han enseñado nada de algo que es completamente natural. Puede que sea un mojigato, pero no un estúpido. Sabe dónde se está metiendo. —se encogió de hombros—. Además no es como si le hubiera jurado amor eterno y esas cosas cursis, sólo le propuse experimentar un poco y ya. Él volverá a su época cuando Banner vuelva, y asunto olvidado. —le sonrió con autosuficiencia. Ella pasó un mechón de sus rubios cabellos hacia atrás de la oreja, enganchándolo, mientras lo oía atentamente.

 

     —¿Sin sentimientos? ¿Te atreviste a proponerle a Steve tener sexo sin compromiso? ¡Tony! ¡Eres insufrible! —lo regañó, mientras le pellizcaba con poca fuerza la rodilla. Él sonrió con picardía mientras se encogía de hombros. No había nada de malo en ello—. Siempre tienes que hacerlo a tu manera, ¿cierto? —comentó exasperada, mientras sobaba su frente con la palma de su mano. Steve debería estar pasándosela realmente mal con alguien como Tony acechándolo. Ella era consciente de cómo se ponía el castaño cuando un blanco atravesaba su vista. Ser un deseo en la lista de Tony Stark era como echarse una soga al cuello. No había forma de escapar—. Supongamos que Steve acepte esa locura que estás proponiéndole. ¿Qué harás después?... ¿Qué sucede si… si deja de ser sólo sexo? —pero su pregunta no obtuvo el resultado deseado, porque Stark alzó una ceja en señal de no entender nada de lo que estaba tratando de decir—. Me refiero a… ¿Qué tal si te… enamoras de Steve? —su voz se convirtió en un suave murmullo.

 

     —¿Qué?... ¿Qué diablos dices, Potts? —soltó una carcajada alegre, mientras se recargaba en el respaldo de su silla y se dejaba ir hacia atrás—. Enamorarme es absurdo, ¿Cuántas veces me has visto enamorado desde que me conoces? —Potts estuvo a punto de hablar, pero él se adelantó—. Exacto: Ninguna. No sucedió en mi juventud, y no lo hará ahora. —bufó con diversión, como si la sola mención de sentimientos de por medio fuera meramente absurda. Ella lo miró con el ceño fruncido, desaprobando sus palabras con indignación implícita en su gesto. Después se calmó y suavizó sus facciones, posando una de sus delicadas manos en la rodilla del castaño, para que le prestara atención.

 

     —Esto no lo digo como asistente Tony, lo digo como amiga. —le susurró con calidez—. No puedes saber lo que sucederá cuando logres lo que te propones. Abre tu corazón y no tengas miedo de que te lo rompan. Los corazones protegidos acaban convertidos en piedra. —el susodicho estuvo a punto de rebatir, pero Pepper no permitió que la interrumpiera con algún comentario odioso que terminaría molestándola—. En tu vida falta amor, Tony. ¿Cuándo dejarás entrar a alguien? —y el tono que usó, sumado a sus ojos azules y expresivos, hicieron que algo dentro del millonario se removiera. Se acomodó mejor sobre su asiento, y evadió los cristalinos ojos de su mejor amiga. Pepper lo sabía. Ella conocía cada uno de sus secretos, podía leerlo cual libro abierto, incluso se adelantaba a los hechos porque lo conocía. Pero eso era tonto. Muy tonto.

 

     —¿Amor? Algo que irónicamente, jamás he tenido. No sé lo que es necesitarlo, como Loki y tú piensan. Yo no me enamoraré de Rogers, y él tampoco lo hará porque ya tiene a alguien, lo sabes. —se defendió. Y es que todo era cierto. Él no era un hombre de sentimientos grandes y demostrativos. No había recibido cariño gran parte de su vida. ¿Qué le hacía pensar a Pepper que él necesitaba de algo tan estúpido como el amor? Si a fin de cuentas traía sólo dolor y miseria. Los sentimientos absurdos no estaban hechos para un hombre de mundo como lo era él.

 

     —Hay personas a tu alrededor que te queremos Tony. Tienes que buscar a alguien con quien compartir tu vida, porque ya es tiempo que lo hagas. Has estado huyendo de ti mismo todos estos años, tienes que detenerte. —Tony suspiró con cansancio. La inspiración se había ido con aquel tema tan aburrido y odioso con el que Potts le había llegado. Él no estaba hecho para el amor, y Steve estaba enamorado de una mujer de su época. ¿Qué problema había? Ninguno. Absolutamente ninguno. Creía poco probable que Steve se enamorara de él, o que él mismo sintiera algo más que deseo por el rubio. Nunca había mezclado los sentimientos con el sexo, y no lo comenzaría a hacer ahora. Pepper pareció leer su mente—de nuevo—porque añadió:—. El problema real en todo esto, es que tú no confías en nadie.

 

     —Quizá ese sea el problema, querida señorita Potts… —sonrió amargamente hacia el techo, y luego paseó la vista por todo el enorme ventanal que le mostraba la ciudad de Nueva York con la nieve cayendo insistentemente. Se mordió el interior de la mejilla cuando reconoció las palabras de Pepper. Ella lo conocía mejor que nadie, y sabía lo que pasaba aunque él no tuviera clara la situación. Y todo lo que salía de esos delgados labios pintados con un tono caramelo, eran siempre la verdad. Así que se limitó a asentir con una media sonrisa vacía: —. Tienes razón Pepper, ese es el puto problema.

 

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Pasaba los dedos distraídamente alrededor de su pluma, garabateando círculos sobre el papel en blanco que tenía enfrente. Estaba sentado de forma recta sobre su silla, fingiendo poner atención a lo que parecía ser—a palabras de Pepper—una junta ejecutiva. En realidad sólo estaba ahí porque era el CEO, no porque de verdad lo quisiera. Si fuera por él se habría largado desde hacía mucho, pues pasar un día entero en la oficina se le hacía un desperdicio absurdo de su tiempo. Potts bien podría arreglárselas sola sin él, para eso le pagaba un jugoso sueldo semanal.

 

Sus ojos viajaron por cada persona que estaba sentada alrededor de la mesa enorme en la sala de juntas de Industrias Stark. Cada hombre que ahora lo respetaba y le llamaba “Señor”, algún día en su juventud lo habían tachado de un mocoso que no podría manejar una empresa de tal renombre. Él les demostró a cada uno de ellos en sus propias caras que podía hacer eso y mucho más de lo que Howard logró un día. No sólo se hizo cargo de la empresa a su corta edad, sino que la levantó hasta la cúspide y la transformó en lo que era ahora: un imperio. Sin importar sus casi nulos conocimientos administrativos; pero con la inteligencia y audacia suficiente para poder continuar hasta donde estaba. Sonrió irónicamente. Si estuviera en sus completas manos, despediría a cada uno de ellos. El problema es que no había encontrado personas lo suficientemente capacitadas como para reemplazarlos.

 

Pepper estaba de pie, y a su femenina espalda, un proyector reflejaba la imagen de las estadísticas empresariales de importación y exportación. Era bastante buena en su trabajo, se desenvolvía con facilidad, y se había ganado a pulso el puesto que tenía en la actualidad. Recordó los días en que ambos eran jóvenes e inexpertos. Cuando él era sólo el hijo caprichoso de un magnate, y ella la chica de las fotocopias. ¿Cómo habían llegado ambos a ser amigos? Siempre se le figuró como una chica sosa y sin sentido, de esas que sólo sabían como utilizar una máquina de papeles. Nunca pensó que fuera tan inteligente, tan agradable y confortante. Porque cuando todos dejaron de creer en él, fue esa rubia pecosa quien se acercó y le ofreció su apoyo para todo. Fue ella quien le ofreció su mano y sus conocimientos adquiridos gracias a sus estudios universitarios sin concluir, la que le ayudó a forjar su imperio. Y cada vez más, año tras año, ellos se iban uniendo, a pesar de su mal genio, de su reticencia a forjar lazos con otras personas.

 

Ella conocía su historia, su pasado, y a pesar de todo jamás lo había juzgado. Ella estuvo presente en la construcción de su imperio, pero también en la destrucción de él. En las buenas y las malas. Y se había quedado sin importar las consecuencias por sus actos, sin decepcionarse de él, sin abandonarlo. Ella era probablemente junto con Jarvis, la persona que consideraba su familia. No tenía padre, y tampoco madre. Pero los tenía a ellos, y quería conservarlos siempre. Y justo ahora que estaba analizando que Pepper era como un reflejo de él mismo, se dio cuenta de que algo estaba sucediendo. La plática que había entablado en la mañana con ella lo había dejado pensando el resto de la tarde. Quizá Pepper tuviera razón.

 

El sonido insistente de su celular lo alertó, haciéndolo espabilar y parpadear repetidas veces para despejar sus pensamientos. Todos los pares de ojos se voltearon hacia él, pero sólo los de Pepper mantenían un deje de enojo. Ella siempre tan correcta. No reconoció el número y estuvo a punto de rechazar la llamada, pero algo dentro de él le dijo que era importante, y su intuición era casi tan buena como la de una mujer. Así que se disculpó y salió silenciosamente de la oficina.

 

     —Está hablando con Tony Stark, ¿diga? —contestó, mientras llevaba dos de sus dedos al nudo de la corbata y la aflojaba un poco, porque llevarla todo el día lo estaba matando. Se recargó en una de las paredes del pasillo, pudiendo escuchar todavía los murmullos de Pepper dentro de la sala de juntas. Quizá fuera Jarvis, o Loki. Nunca se sabía con ese hombre. Lo que no esperó fue la voz del otro lado de la línea. Se sintió enojado y sorprendido al mismo tiempo.

 

     —¿Ahora tienes modales? —cuestionó con un deje de burla la voz que le calaba profundo en los huesos al millonario. Suspiró sintiéndose cansado, y estuvo a punto de cortar la llamada, pero la voz volvió a escucharse de nuevo: —. Sé lo que vas a hacer ahora, y será mejor que no cuelgues porque tengo información importante para ti. —y él no quería caer en la tonta trampa de creer esas palabras, pero lo hizo. Bien, era un hombre curioso después de todo. Si le llamaba después de la última vez, quizá sí fuera algo de importancia.

 

     —Habla entonces Fury, porque estoy en una junta de suma importancia y no quiero perderla sólo porque estás jugando al espía conmigo. Sé claro para que podamos terminar con esto cuanto antes. Lo que menos me apetece es escucharte ahora mismo. —se encaminó hacia un pasillo vacío mientras hablaba de la manera fría en que había aprendido a hacerlo a través de los años. Con ese hombre y su mente enredada y analizadora no se sabía. Mantenerse neutral era la clave si quería terminar con la llama cuanto antes.

 

     —¡Oh, no! No te alteres, Stark. Estoy seguro que la junta podrá esperar cuando te enteres. Ésta llamada no es para insistir sobre las armas, aunque considéralo como un extra en ésta llamada—. Tony casi podía jurar que el otro hombre tenía una sonrisa pintada en la cara. Estúpido. Así que guardó silencio por primera vez, mordiéndose la lengua para no comenzar a discutir. Que tuviera que decir lo que fuera y luego colgara, no soportaba su voz—. ¿Estás sosteniéndote de algo? Porque si no, te recomiendo que lo hagas ahora mismo. Tu inquilino actual, Steve Rogers, es un hombre aventurero y arriesgado, ¿lo sabías? —y el solo nombre del rubio hizo que de repente su respiración se quedara estática, y su espalda se sintió rígida de repente. ¿Por qué estaba mencionándolo? Un nudo se atoró en su garganta cuando comenzó a formularse ciertas situaciones desagradables. Era mejor que no pensara nada estúpido—. Bueno, supongo que lo sabes. Ese hombre ha estado visitando nuestras instalaciones, y debo decirte que me ha sorprendido bastante, tiene habilidades buenas e interesantes. El asunto es que se inmiscuyó en una misión donde la Agente Romanoff participaba, y sin mi consentimiento ambos se sintieron capaces de llevar a cabo la orden que le encomendé a mi agente. —fue cuando Stark sintió que toda la sangre dejaba de correr en su cuerpo. Respiró hondamente y fingió indiferencia  cuando una empleada pasaba por el lugar donde él estaba apoyado. Miró el enorme ventanal y se dio cuenta que la noche estaba cayendo ya, haciéndose presente con su negro manto sobre la ciudad que nunca dormía—. Lo siento Stark, pero tu buen amigo Steve Rogers sufrió un accidente en la misión y está en el hospital. Ven a verlo a las instalaciones de S.H.I.E.L.D. cuando tengas tiempo. —

 

Y la llamada se cortó.

 

o.o.o.o.o.o.o.o.o

 

Natasha trató de mantener su expresión neutra cuando la venda fue envuelta alrededor de su brazo izquierdo. Al parecer logró su cometido, pues la enfermera la miró con una sonrisa enorme por haberse comportado de la mejor manera. Le pasó una pastilla y un vaso con agua, que ella ingirió sin preguntar nada. Suspiró y pasó su mano derecha por su cabello enredado pero limpio. Se puso de pie y anduvo a paso un poco lento hacia la otra habitación. El cuerpo le dolía mucho por los acontecimientos pasados. Entró dando dos toquidos en la puerta y encontró a Steve vestido con su ropa casual sentado en la camilla de la blanca habitación. Él alzó la vista y repasó su figura con una pequeña sonrisa y los ojos azules brillando.

 

     —¿Por qué lo hiciste? Pudiste dejarme ahí, y… —detuvo sus propias palabras ante la frase que iba a salir de su boca. Dejarla ahí y huir. Pero en el fondo sabía que ese hombre rubio no era de los que escapaban sin sus camaradas—. El protocolo marca que debes llevar la misión con éxito, sin importar si un compañero se queda en el camino. —dictó con voz gruesa, sonando demandante y tratando de regañar a Steve. Pero era estúpido hacerlo, porque él había salvado su vida.

 

     —Sabes bien que no iba a dejarte ahí tirada. —le frunció el ceño con desaprobación, mientras sus fuertes manos se posaban en sus rodillas lastimadas. Ambos tenían la voz un poco gruesa debido al tratamiento al que habían tenido que someterse para drenar todo el humo de sus pulmones. Algo bastante doloroso, pero que habían soportado bastante bien. De hecho, él mismo estaba sorprendido por no haber recibido más que pequeños cortes y ligeros moratones. Después de todo, lo que había explotado era una bomba, no cualquier cosa. Sus ojos se desviaron al brazo vendado de la pelirroja, deteniéndose ahí por un momento. Ella había salido un poco más lastimada, pero nada que no sanara en unos cuantos días. Al parecer la última bomba que había explotado los había aventado por el impacto, salvándolos del fuego que corrió por el lugar segundos después. Un infierno se desató entonces, pero lo único que recordaba era un helicóptero en el cielo apuntando hacia ellos. Después todo se había tornado oscuro.

 

     —Eres imposible. —suspiró resignada, tratando de hacerse la indiferente, pero no pudo evitar acercarse a paso lento hacia el hombre que estaba sentado hacia su dirección. Aquel que la había salvado. ¿Cómo fue tan tonta como para no darse cuenta que aquello era una trampa? Estaba tan ansiosa por terminar la misión y sacar a Steve de ahí, que se olvidó de sus lecciones básicas en la Organización: cuando la misión parece muy fácil, definitivamente hay trampas para que no lo sea. Ahora mismo podría darse de topes en la pared. Se posicionó enfrente del ojiazul, terminando con la distancia entre sus cuerpos y dejando una mínima separación de menos de medio metro. Él alzó la vista hacia ella cuando paseó sus fríos dedos por los pequeños cortes del rostro—. ¿Cómo estás? —cuestionó en un susurro, con una voz que Steve juraba nunca había escuchado. Había preocupación implícita en cada letra.

 

     —Estoy bastante cansado y agotado, pero bien. —le restó importancia con un encogimiento de hombros sin deshacer el contacto que ella tenía en su rostro. La sintió posar su mano fría en su mejilla y frotar levemente con el dedo pulgar. En su época eso podría considerarse un atrevimiento, y más estando solos en una habitación—lo cual tampoco era permitido—pero éste era el siglo XXI. Y era Natasha. Una mujer que pocas veces demostraba lo que sentía. Vio la forma en que sus gemas verdes se fijaban analíticamente en los cortes sobre sus cejas y mejilla derecha—. El doctor dice que sanarán en unos días sin dejar cicatrices. —comentó vagamente.

 

     —Más le vale estar diciendo la verdad, no quiero tener que patear su trasero. —soltó rudamente, pero arrancó una pequeña risita a Steve. Sin poder detenerse, se sorprendió a sí misma correspondiendo el gesto con una pequeña sonrisa enmarcada en sus sensuales labios—. No lo entiendo, ¿por qué me acompañaste en primer lugar? Steve, ésta misión era peligrosa, pudo pasar algo peor y-

 

     —Pero no pasó. —le cortó con cierto tono serio. Posó su mano sobre la de ella, que la seguía manteniendo sobre su mejilla. Cuando los ojos verdes hicieron contacto con sus azules irises, volvió a hablar: —. Escucha bien: no iba a dejarte ir sola por una simple razón. No podía quedarme de brazos cruzados esperando a que algo te pudiese pasar ahí afuera, entre tanto peligro. —y su otra mano fue a parar a sus mechones rojos, los que alisó con las propias yemas de sus dedos. Natasha lo contempló con cierto gesto de incertidumbre por un momento.

 

     —¿Es porque soy una chica? —alzó una fina ceja, perfectamente delineada en color rojo, y trató de separar la mano de su mejilla, pero Steve la detuvo afianzando más su agarre sobre ella. Esperó a que hablara, aunque en el fondo tenía ganas de darle una buena patada y salir de ahí. Estaba comenzando a enojarse.

 

     —No me malinterpretes, Nat. —le dijo con cariño, y la susodicha sintió que algo se apretaba justo sobre su pecho, a la altura del corazón—. El que seas mujer no quiere decir que seas tonta, o débil. No quiere decir que no confíe en ti. Quiere decir que no quiero dejarte hacer esas cosas peligrosas a ti sola, quiero estar también. ¿Y sabes por qué? Porque en este pequeño lapso de tiempo te has convertido en mi amiga. Y a los amigos no se les abandona jamás. —y cuando concluyó, se dio cuenta de la mirada que le dirigió la chica. Sobre sus orbes verdes bailó un deje de incertidumbre, y luego algo se accionó, porque le sonrió lentamente mientras sus ojos dejaban de lado la faceta ruda y fría, para dar paso a algo que Steve reconoció como gratitud.

 

     —Yo… —sus palabras se desvanecieron antes de ser pronunciadas, y se quedó callada incluso antes de hablar. ¿Steve la consideraba como su amiga? Vaya, algo que nunca se esperó. Nunca, nadie la había llamado con esa desconocida palabra hasta ahora, y tampoco decirle cosas de ese tipo. Clint lo hacía siempre que ella lo permitía, pero eran pocas las veces en que de verdad podían estar algún tiempo juntos, aunque fuera mínimo. Ambos estaban muy ocupados con sus trabajos. Así que este giro tan repentino la había descolocado. Se sintió agradecida, porque ella no había hecho nada para ganarse un lugar en el corazón de aquel hombre tan bueno—. Yo…

 

El sonido de pasos resonaron fuertes por el pasillo, distrayéndolos de la conversación que estaban teniendo. No hubo tiempo suficiente para que Natasha dijera algo, pues la puerta fue abierta con un severo golpe que sobresaltó a ambos, y de ahí se asomó una figura que restaba mucho de ser personal del hospital: Anthony Stark los mirada desde la puerta con el ceño claramente fruncido y los ojos chispeando en algo que Steve no identificó, pero la agente sí, porque sonrió con autosuficiencia y se alejó dos pasos del militar. Le susurró algo que Tony no pudo escuchar, y pasó por su lado dirigiéndole una mirada envenenada. ¡Maldita arpía! Le gruñó en respuesta y cerró la puerta cuando ella salió. Se acercó con zancadas amenazantes hacia el rubio, quien lo miraba con sorpresa todavía.

 

     —Tal parece que llegué en mal momento, ¿tú y la agente Romanoff estaban declarándose su amor? Porque de haber sabido que estarías tan bien acompañado ni siquiera me hubiera tomado la maldita molestia de venir para saber cómo te encuentras. —le reclamó con un tono que pudo saborear como algo amargo dentro de él. ¿Por qué habían estado tan cercanos? Él bien sabía que esa araña pocas veces mantenía cercanía con alguien que no fuera Clint, o porque la misión dictara un acercamiento con la víctima. Pero Steve no era ni uno ni otro, ¿qué diablos estaba sucediendo? Sin embargo no se encontraba menos enojado por lo otro, por lo que no dejó que el rubio abriera la boca:— ¡¿Qué estaba pasando por tu cabeza cuando decidiste seguir a esa mujer y hacer ésta locura?! ¡Joder, Rogers! ¡Pudo haberte pasado algo! ¿Sabes qué rango tienen éstas misiones? ¡No, no lo sabes, pero ahí vas atrás de ella como si fuera tu novia! —le rugió, zarandeándolo fuertemente de ambos hombros, ante el mutismo del militar. Él simplemente no podía creer lo que estaba pasando.

 

     —¿Estás… estás preocupado por mí? —cuestionó con una pequeña sonrisa, mientras hablaba dificultosamente debido al movimiento constante en sus hombros. Tony de inmediato se detuvo, soltándolo como si el simple agarre quemara. Sus gritos cesaron, pero no por ello el ceño fruncido.

 

     —¿Qué dices? ¡Claro que no! ¡Ya quisieras que alguien como yo viniera hasta aquí porque estaba preocupado! Es simplemente porque… ¡porque soy responsable de ti hasta que Banner vuelva! —le comentó con una sonrisa sarcástica—. Pero tú andas ahí arriesgando tu vida a lo idiota. —bufó enojado, cruzándose de brazos y fingiendo indiferencia. Entonces el rubio no pudo reprimir la pequeña sonrisa que se extendió por sus labios. Se puso de pie acortando la distancia entre sus cuerpos, mientras buscaba con insistencia los ojos color chocolate que estaban huyendo de él.

 

     —Pero estoy bien, no tengo más que pequeños cortes sin importancia que sanarán en unos días, según el doctor que me atendió. —susurró, mientras posaba sus fuertes manos en los brazos de Tony y apretaba con sutileza la zona, enviándole un delicioso escalofrío que pudiera haberlo hecho suspirar. Claro, si no se encontrara tan enojado como lo estaba todavía. ¿Qué pensaba ese hombre? —. Y gracias por preocuparte. —sonrió cuando el ceño del castaño se frunció y entonces sus ojos hicieron contacto. Esas eran pequeñas rabietas desconocidas de Stark que quería conocer. El millonario estuvo a punto de reclamarle algo porque abrió la boca, pero él se encargó de hacerlo callar posando su dedo pulgar sobre sus labios y su mano en la mejilla izquierda, mientras lo acariciaba de forma perezosa. Pasó saliva lentamente, mientras sus azules gemas se desviaban hacia abajo, hacia sus labios.

 

     —Ten por seguro que si intentas besarme no te detendré. —comentó vagamente en un tono gracioso, mientras posaba sus manos en las caderas de Steve y lo atraía más hacia su cuerpo, pegando finalmente ambos pechos. Una atmosfera diferente comenzó a llenar la habitación cuando sus ojos volvieron a encontrarse. Rogers soltó una risita y negó con un gesto, mientras su dedo se paseaba ésta vez por su barba y se detenía en su mentón, haciendo suaves masajes en un contacto demasiado íntimo. No era el momento, definitivamente no lo era. Pero Tony no pudo detener su lengua: —¿Has pensando sobre lo que hablamos esta mañana? —

 

     —Sí… —susurró, mientras sus ojos descendían inevitablemente de vuelta a sus labios. Eran como un imán que lo atraía sin poder resistirlo. Su plática venía dándole vueltas en la cabeza desde que lo había dejado en el hospital, y sumado a su conversación con Thor y sus últimos pensamientos durante la misión antes de caer en la inconsciencia. Ya tenía una respuesta de la que no iba a echarse para atrás—. He decidido no pensar más sobre eso. Voy a tomar todo lo que estés dispuesto a darme. —y aquella frase declarada ante lo que era una rendición digna a sus instintos, le hicieron bajar su rostro hasta rozar los labios del millonario, sintiéndolo temblar levemente ante su contacto. Las manos que estaban afianzadas en su ropa se apretaron con fuerza, mientras los ojos chocolates se perdían en la maravilla de sus gemas como el cielo.

 

     —Deberíamos ir a casa ahora. —y sin esperar más tiempo, juntó sus labios estampándolos de forma delicada.

 

o.o.o.o.o.o.o.o

 

Se equivocó de contraseña más de dos veces, cosa que no le había pasado jamás en la vida. Pero sus dedos se movían ansiosos sobre la pantalla holográfica, queriendo de una vez por todas conseguir abrir la maldita puerta. Steve a su lado, lo regañaba insistentemente por su insensatez de conducir a tan alta velocidad en la noche. Nueva York era una ciudad muy transitada, pudo haber ocasionado un accidente. Pero apenas habían acabado de besarse, Tony lo había jalado hacia la salida sin dar explicaciones e ignorando las amenazas de los doctores.

 

     —Basta Rogers, me dará jaqueca si sigues parloteando sobre la seguridad y esas cosas. —le gruñó mientras lograba abrir con éxito la puerta. ¡Por fin! Casi saltó de la emoción, ante lo que vendría ahora. Se metió a paso rápido a la casa, seguido por el rubio, que miraba alrededor buscando a Jarvis— ¿Para qué fabrican coches que pasan de los 250km/h si es ilegal conducir a esa velocidad? Está claro que en el fondo quieren que la gente viole las leyes. —se encogió de hombros. Encontró una nota sobre la mesilla, en donde Jarvis le informaba que se había ido a su departamento dos pisos más abajo, llevándose consigo a Dingo.

 

     —Tal vez lo hagan para poner a prueba la falta de responsabilidad de los ciudadanos como tú. —le recriminó. Siguió a Stark escaleras arriba hacia las habitaciones, consciente de a dónde se dirigían. Sus nervios estaban a flor de piel, pero también la anticipación. Durante el camino en el auto cada quien había estado metido en sus pensamientos. Le parecía casi absurdo haber aceptado después de negarse tanto, pero Thor tenía un punto. Aprovecharía el tiempo que estuviera en el siglo XXI, aunque sonara promiscuo e infiel. De todas formas Peggy seguramente estaría odiándolo ya.

 

Tony pensó en utilizar una de las tantas habitaciones que sobraban en el piso superior de su Pent House, pero la pareció estúpido. La única habitación en donde podía dormir era en la suya. Con las parejas de una noche que había llevado durante tanto tiempo no le pareció necesario usar su habitación, pero era Steve. Y con él podía hacer una excepción, ¿cierto? Porque algo le decía que no sería una sola noche. Su deseo se incrementaba a cada paso que daba. Su corazón bombeaba con fuerza, y se preocupó porque eso no le había pasado ni con la mujer más caliente con quien estuvo una vez hacía más de un año. Joder.

 

El silencio se alargó entre ellos en la soledad del pasillo cuando estuvieron frente a la puerta de su recamara, cargado de posibilidades y palabras no dichas entre ellos. Steve estaba nervioso y se notaba a leguas, y eso podría ser buena señal. O no. Tony quería acercarse de una vez y besarlo, pero no lo hizo. Porque si Steve había decidido que aceptaría, tendría que ser él quien diera el primer paso. No importa en qué tiempo estuviera listo, aunque pudiera tardar siglos. Aunque la paciencia se le estaba agotando, pero tenía que ser el rubio.

 

Sintió su barbilla ser sostenida por un par de dedos grandes y cálidos, y luego un contacto sobre sus labios. Steve se movió lentamente, danzando con él y sujetando su labio inferior entre sus dientes. Tony jadeó y se pegó al cuerpo contrario, profundizando el contacto íntimo. Steve estaba un poco indeciso todavía, y lo que menos quería era que se echara hacia atrás. De todas formas Rogers ya había dado un paso. No importaba que no fuera el primero. Sus lenguas se encontraron en suaves toques, pero Tony necesitaba más de él. Separó sus labios lentamente dejando a penas una distancia prudente entre ellos, con sus narices rozándose. Estaba claro en sus ojos azules que se moría de nervios.

 

     —No vale arrepentirse. —advirtió el castaño con la ansiedad y deseo desbordándose de cada poro de su cuerpo. Steve sonrió lentamente, mandándole su tibio aliento que le rozó los labios. El mido no estaba desapareciendo, lo sabía, pero no hubo ninguna duda en los movimientos de Steve cuando él hundió la cabeza contra su cuerpo y volvió a besarlo apenas unos segundos.

 

     —No vale arrepentirse. —escuchó el sonido de la perilla siendo girada, y luego el millonario abrió la puerta de la habitación. Lo tomó de las solapas de la chaqueta y lo introdujo a la iluminada habitación. Tony sabía que Steve no tenía ningún tipo de experiencia en el campo del sexo, y pudo descubrirlo en sus movimientos torpes y la mirada expectante ante lo que era nuevo. Aquello le reconfortó, sin saber bien el porqué. Todas las personas con quienes había estado tenían la experiencia suficiente como para hacerlo gozar una noche de placer. Siempre le había rehuido a las personas primerizas por el simple hecho de que le frustraban una noche de diversión. Pero el simple hecho de que fuera Steve le hacía desearlo incluso más. ¿Qué estaba mal con él?

 

     —Ven aquí. —lo jaló hacia la cama, entre movimientos donde fue despojándolo de su chaqueta y la propia. La ansiedad recorría su cuerpo, y a pesar de que no había todavía nada que lo incitara, su cuerpo estaba caliente. Se dio cuenta, con sorpresa, lo mucho que quería a Steve entre sus sábanas, con una fiereza que le robó el aliento. Se arrodilló sobre el colchón quitándose los zapatos y calcetines en el proceso, mientras el rubio lo contemplaba de pie frente a él. Un pequeño sonrojo cubría sus mejillas, sus manos apretadas echas puños. No podía ser más tonto que disfrutara tanto de esa visión. Tony tuvo que apretar los dientes contra los latidos de su corazón—. ¿Sabes? Hay muchas cosas que podemos hacer sin quitarnos la ropa. —le susurró, mientras lo atraía de las caderas, pegando sus cuerpos. Aún en la posición en que se encontraba, todavía tenía que mirar hacia arriba para observar bien al rubio— ¿Puedo? —preguntó con cautela mientras deslizaba la playera del militar hacia arriba, sacándola por su cuello cuando Steve asintió repetidas veces. Deslizó entonces su palma abierta por el pecho trabajado que había querido acariciar desde hace tiempo, deleitándose con el leve temblor en el cuerpo contrario—. Si hago algo que no te agrada, puedes decírmelo. —no sabía porque aquellas tonterías estaban saliendo de su boca sin poder pararlas, pero en el fondo lo que quería era que Rogers se sintiera en confianza. Se inclinó para poner su boca sobre el abdomen de Steve.

 

     —Tony… —jadeó despacio, mientras sus manos iban a parar sobre los hombros del mencionado. Apretó un poco la zona al sentir aquella traviesa lengua moviéndose por las líneas marcadas de su pecho, subiendo poco a poco. Era estúpido que estuviera suspirando cuando aquel hombre a penas y lo había tocado. El castaño se sentía como si estuviera borracho, pero completamente consciente de sí mismo, y extrañamente poderoso. Abrió más la boca, descendiendo y raspando sus dientes suavemente hacia abajo hasta que la lengua se encontró con los suaves vellos rubios por encima de los pantalones de Steve. Stark le besó allí con deseo, oyendo un jadeo que endulzó sus oídos con placer.

 

Sin poder detener su mano, la llevó hasta la parte delantera de Steve, tocándolo con firmeza por encima de la tela. Dios, ¿qué le pasaba? Él no era un muchacho inexperto de quince años. Y sin embargo, la mera sensación de dureza que sintió debajo de su agarre le hizo temblar y jadear sobre la piel expuesta. Sin pensarlo dos veces abrió la cremallera, y cerró los ojos ante el jadeo que emitió el militar cuando él lamió su miembro por encima de la tela del bóxer gris. Podía saborear la humedad que crecía ahí, la calidez que desprendía el cuerpo contrario.

 

     —Oh, dios… —Steve se quedó repentinamente sin aliento. Sin previo aviso, Stark sintió una mano alrededor de la parte posterior de su cabeza, las cortas uñas rascando contra su cráneo. No le gustaba sentirse dominado en el sexo, pero ahora la sensación de esa mano tirando suavemente de su pelo le hizo casi gemir de deseo.

 

     —¿Qué te gustaría? —preguntó sin poder contenerse. Miró hacia arriba, repasando la longitud del cuerpo del rubio. el deseo atravesó su pecho cuando lo vio de aquella manera: las mejillas sonrojadas, los ojos entrecerrados mirándolo, sus labios medio separados. Joder.

 

     —Lo que sea que quieras darme. —respondió a penas en un murmullo que a Tony le sonó arrebatador y tremendamente tentador. Ese hombre era perfecto de esa forma. El castaño reprimió una risa, mientras se alzaba más hasta llegar a la altura de la boca contraria. Estaba a punto de decirle a ese rubio las cosas depravadas que se estaban cruzando por su cabeza, pero decidió contenerse. Atrapó su boca salvajemente, succionando su labio inferior con demasiada fuerza. Pasó sus manos por la cintura de Steve y apretó con delicia la espalda ancha y fuerte. Se había horrorizado de sí mismo y de su falta de moderación hacia el militar, pero él le devolvía le beso con la misma pasión, moviendo sus manos hasta sus caderas y apretando también.

 

Le costó un poco darse cuenta que Steve estaba buscando con dedos temblorosos el nudo de la corbata, queriéndose seguramente encontrar el truco y poder quitársela. Sus dedos quedaron atrapados en el nudo y él gruñó de la frustración en la boca del millonario. El castaño se separó, parpadeando medio aturdido, pero la mirada que el otro le lanzó le hizo sonreír con picardía. Porque Steve lo deseaba. Y podía leerlo en su mirada. Lo besó de nuevo, ésta vez ayudándolo a quitarle la corbata y abrir su camisa impecable. Solamente cuando arrojó la prenda a un punto perdido en la habitación, fue que se separaron. Rogers no dijo nada, pero se limitó pasar las yemas de sus dedos sobre su estómago, descubriéndolo con su tacto. Tony estaba acostumbrado a que las personas lo miraran con adoración, que vieran su cuerpo de la manera en que aquel hombre lo hacía, pero no pudo evitar que un temor nervioso aleteara en su estómago.

 

     —Nunca me imaginé… —comenzó a decir con voz algo ronca, pero sus palabras se desvanecieron en cuando Tony tomó su muñeca y cayó de espaldas sobre la cama, tirándolo consigo en el proceso. Lo que había querido decir es que no se imaginó que su cuerpo fuera tan… esperaba poder dibujarlo algún día. Pero Steve estaba inseguro todavía sobre cómo utilizar su cuerpo, porque nunca había tenido sexo. La primera vez que lo intentó fue un completo fracaso. El millonario empujó levemente sus hombros, y él entendió el mensaje, porque rodó y apoyó su fuerte espalda contra las almohadas esparcidas por la cabecera. Su erección se remarcaba por encima del bóxer y los pantalones abiertos y medio caídos. Tony se relamió los labios y bajó hasta llegar nuevamente a la altura de la erección, donde por fin sacó su miembro al aire libre. Chupó la cabeza y lamió lentamente, como si de una paleta se tratase. Escuchó un jadeo y una mano volvió a sus mechones castaños, sin hacerle daño.

 

Con una mano tomó sus bolas y las acarició lentamente, mientras con la otra tomaba la gruesa base, bajando sus labios firmemente por aquel delicioso miembro, y volviendo a subir. Sus dientes rozaron concienzudamente la longitud, enviándole latigazos de placer al rubio. se perdió en la sensación de chupar a Steve profundamente en su garganta, mientras los jadeos llenaban la habitación. Su nariz estaba rozando el rubio vello púbico que le parecía adecuado y sensible. Sintió un temblor debajo de su cuerpo, y la mano sobre su cabello se crispó. Se retiró con un sonido obsceno impidiendo así que Steve culminara.

 

Entonces el resto de la ropa desapareció como un soplo. De repente tenía un pequeño tubo de lubricante en la mano, sacado de un cajón a un costado de su cama, con Steve totalmente desnudo estirando plenamente en su colchón. Embardunó sus dedos de aquel líquido tibio y algo pegajoso, y lo untó entre sus dedos ante la atenta mirada azul. ¿Qué haría? ¿Meterlos en Steve? Pero estaba seguro que si lo hacía el otro saldría corriendo. Tragó saliva de forma pesada al darse cuenta que la única opción que tenía era meterlos en su propio interior. ¡Joder, no! Él nunca había sido ni medio pasivo en las relaciones sexuales, pero ahora todo estaba girando en su contra. Miró el cuerpo de Steve, y su mirada viajó hasta el miembro duro y grueso que se le mostraba. Y él solo pudo pensar en que lo quería dentro ya. Así que suspiró y llevó ambos dedos al lugar donde correspondía.

 

Tanteó el anillo de músculos y los introdujo juntos lentamente. No estaba dispuesto a llevarse mucho tiempo preparándose, y menos en aquella posición. Las gemas azules se movieron tras su espalda, queriendo saber lo que pasaba ahí atrás. Al principio dolió como si lo hubieran pellizcado, después se sintió incómodo. Gruñó y trató de ser más sutil con su interior apretado, y entonces consiguió que la incomodidad se convirtiera poco a poco en placer. Algo dentro de él se removió y sin poder evitarlo, su mano libre la movió hasta el pecho del rubio y gimió, mordiéndose el labio. Se sentía observado, y eso no hizo más que excitarlo. No podía esperar más tiempo, ya no. Así que sacó los dedos de su interior y tomó de nueva cuenta el lubricante, echando ésta vez sobre el miembro de Rogers, comenzando a frotar de nueva cuenta y arrancándole renovados jadeos. No había tiempo para buscar condones.

 

Se subió a horcajadas sobre sus caderas, alzándolas y alineando su entrada con el duro y caliente miembro. Steve lo miró con deleite sin emitir ninguna palabra, totalmente atento a lo que vendría. Stark respiró con fuerza cuando comenzó a bajar lentamente, y sintió aquel trozo de carne abriéndose paso en su interior. Escuchó el gemido largo de Rogers a través del pinchazo de dolor que lo atravesó, pero no lo detuvo. No fue suficiente hasta que estuvo bien adentro. Se quedó algunos segundos tratando de regular su respiración, mientras llevaba sus manos a los pectorales de Steve y las dejaba ahí. Se acomodó mejor encima del rubio. No pudo esperar más y comenzó con movimientos circulares y pequeños, acomodándose ante la intromisión de aquel miembro tan grande.

 

Steve mordía su labio y tenía los ojos entrecerrados, antes el placer que recorría su cuerpo por completo. Tony sintió que la incomodidad se iba y comenzó a moverse cada vez un poco más rápido, más firme. Se balanceaba de atrás hacia adelante, y de repente arqueó la espalda, acompañando el movimiento de un bajo gruñido que reemplazó su mueca de incomodidad. Algo dentro de su cuerpo emergió, y comenzó a disfrutar de aquello que se le ofrecía. Echó la cabeza hacia atrás, mientras cabalgaba a Rogers cada vez más y más rápido y profundo.

 

Steve gemía, y sus manos pronto fueron a caer en los muslos de Tony, apretándolos cuando lo sentía bajar y comerse su miembro en deliciosos movimientos. Un placer que él jamás había experimentado, y que ahora se mostraba abierto para él. No pasó mucho tiempo para que el millonario descubriera un ritmo que le gustaba, con su miembro hinchado balanceándose contra su estómago mientras levantaba un poco las rodillas y se jodía a sí mismo con golpes duros. Gimió sin poder retener la sensación que se arremolinaba en su interior, y echó la cabeza hacia atrás.

 

     —Me siento tan llen-oahhh, es tan grande… mgh puedo sentirlo tan profundo que…—dejó su frase al aire mientras llevaba una mano a su miembro y comenzaba a frotarlo con una velocidad frenética; jadeante y desesperado. Steve no pudo evitar que sus manos se movieran hacia las caderas de Tony y le ayudara con los movimientos sensuales sobre su pene. Verlo así era bastante excitante. Sus mechones castaños se balanceaban, mientras él apretaba sus caderas y lo mecía con más fuerza, ganándose renovados jadeos: —¡Oh, joder! Sí, ahhh… así, ahí… —sus nalgas golpeaban el cuerpo del rubio pro la fuerza, sus cuerpos balanceándose y el sudor perlando sus cuerpos.

 

De repente el cuerpo de Tony se puso rígido, mientras seguía moviéndose gracias a las manos de Steve. Su cabeza se balanceó hasta que su cuello quedó expuesto y jadeó sonoramente, haciendo puños sus manos sobre el pecho del militar. Luces de colores explotaron tras sus parpados, y se encontró a sí mismo expulsando el semen caliente sobre ambos vientres. Steve sintió cómo el interior del castaño lo apretaba deliciosamente, oprimiendo su miembro y exprimiéndolo. Dio algunas embestidas más al cuerpo lujurioso que seguía montándolo, y acabó por derramar su esencia dentro del canal de Stark. Él jadeó en respuesta y cayó agotado sobre el pecho del ojiazul. Diablos, había sido agotador y tremendamente cansada la posición, pero placentera. El sexo había sido maravilloso con esa polla enterrada en su interior, y tuvo que admitir que le había gustado más de lo que pensó en un principio.

 

Escuchaba la respiración irregular de Steve tratando de adaptarse de nuevo a su ritmo cardíaco normal. Él estaba en iguales condiciones, o incluso peores. Se movió con mucho cuidado y cayó como peso muerto a un costado del rubio. no podía pensar en levantarse si quiera para ir al baño y limpiar su trasero. Sentía el semen escurrir de entre sus piernas, y decidió no darle importancia. Se quedaron un momento en silencio, pero no era incómodo. Para ninguno de los dos. Incluso Tony se permitió tomar las sábanas que habían caído en un momento dado al suelo, y aventarlas sobre sus cuerpos de forma distraída.

 

     —¿Tony? —la pregunta llegó de improviso, pero él sabía que Steve había estado dándole vueltas a esa cuestión durante esos minutos que habían pasado ya. Ladeó el rostro mientras ambos se acomodaban mejor sobre las sabanas y las almohadas. Sus ojos se encontraron, y Tony notó un cierto brillo que bailaba sobre las orbes color cielo—. Esto que hicimos… no estuvo mal, ¿cierto? —y rozó su nariz con la palma de la mano del castaño cuando él acunó su mejilla. Diablos, eso se veía malditamente romántico. Y lo peor era que no quería salir corriendo como siempre. Quería quedarse ahí y darle un beso largo y tendido al hombre que yacía desnudo y despeinado entre sus sabanas. Se permitiría por una vez hacer lo que quería, porque Steve estaba siendo sincero con sus miedos. Acercó su rostro al contrario y deslizó su brazo alrededor de la cintura del mayor, besando ligeramente su barbilla.

 

     —Está lejos de serlo, Rogers. —susurró, odiando la seriedad y emotividad absurda de cursilería que escuchó en su propia voz. Steve asintió con una pequeña sonrisa, mientras suspiraba. Había decidido hacer esto, pero no quitaba que tuviera miedo de lo que pasaría mañana. Porque probablemente Tony le dijera que fue cosa de una sola noche. No es que él le pidiera cariño y amor, él ya tenía a alguien, pero no quería que esto terminara así. Por lo menos que las cosas entre ellos no cambiaran, porque Tony Stark podía ser un hombre insoportable, narcisista y egocéntrico, pero realmente le caía bien. Una piedra cayó sobre su pecho al recordar a Peggy. Estaba siendo infiel, lo sabía muy en el fondo, pero no pudo ni quiso evitarlo. Probablemente mañana se arrepentiría. Hoy estaba feliz.

 

Así que hundió la cabeza entre las almohadas, sintiendo el agarre de Tony desvanecerse y voltearse para darle la espalda. Apagó la luz y se quedó inmóvil, sin volverse hacia él. Steve no esperaba una muestra de cariño después de todo. Lo que sentía Tony era deseo, placer. Él sólo quería experimentar, descubrir. Así que respiró profundamente y se volteó hacia el otro lado, chocando las espaldas desnudas. Poco a poco su respiración se volvió tranquila, pues toda la actividad del día lo había terminado por vencer. Los ojos color chocolate de Tony se abrieron entre la penumbra, y sin hacer mucho ruido se dio media vuelta para quedar mirando la espalda ancha y fuerte de ese hombre que había logrado hacer lo que nadie. Su mano se levantó para tocar esos músculos y las heridas recientes por la misión, pero se quedó suspendida en el aire y luego la bajó. Porque no era su estilo hacer cosas estúpidas y cursis después del sexo. Porque sólo había sido eso, y nada más.

 

Esa noche cayó rendido entre los brazos de Morfeo, por primera vez en mucho tiempo.

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado, éste capítulo fue uno de mis favoritos por escribir por obvias razones xD

Tengo que decirles que no sé cuándo vuelva a actualizar :c en este mes es seguro, pero no sé si tarde una o dos semanas, (quizá tres) pues estoy atascada en tarea y exposiciones, proyectos, y... bah. De todas formas trataré de volver lo más rápido que pueda, lo prometo :3

Muchísimas gracias de nuevo por sus comentarios, son hermosos y me alientan a seguir :D

¡Que tengan un lindo inicio de mes!<3


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