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El tiempo entre nosotros por Sawako_chan

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Notas del capitulo:

¡HOLAAAAA!

Oh, Dios. Una larga ausencia por estos rumbos. Sí, lo siento muchísimo. Quizá mucho@s llegaron a pensar que había abandonado la historia, ¡pero no es así! Este mes ha sido extremadamente pesado entre tareas, proyectos, conferencias, exámenes, en fin. He quedado calva del estrés D:

He tenido un poco de tiempo libre, así que decidí retomar la historia porque no es justo para ustedes esta ausencia horrible de mi parte, sin embago no podía escribir. Sólo quería descansar un poco. Pero ahora estoy de nuevo aquí con ustedes :D

Este capítulo es muy largo en recompensa por el tiempo que han esperado. Fue muy especial escribirlo. Si notan algo extraño o algo así, es porque ya llevo tiempo sin escribir nada xD

Nos leemos en las notas finales (:

¡LOS QUIERO MUCHO!

PD: muchísimas gracias por sus rws, no he tenido tiempo para contestarlos, pero lo haré :3

 

Capítulo 22.- Castillo de cartón.

 

 

 

No podía decir que estuviese contento, pero tampoco triste. En realidad, lo único que sentía era incertidumbre y ansiedad de saber lo que pasaría de ahora en adelante. Pasó una vez más sus manos por sus mechones rubios, revolviendo su corto cabello mientras observaba al pequeño cachorro pasearse felizmente por la sala, dando brinquitos y sacando la lengua.

 

Se había despertado por la mañana, y como era más que obvio, Tony no estaba a su lado. No es que hubiera esperado que fuera así, en realidad, pero le costó un poco darse cuenta que se encontraba solo en una cama demasiado grande, y que no era suya. Con un poco de duda había corrido prácticamente a su habitación esperando que Jarvis no hubiera notado su ausencia. Pero parecía que el mayordomo lo sabía cuando lo vio una hora después en la cocina. Tenía la mirada brillante y una pequeña sonrisa sobre los labios. No quiso preguntar el motivo.

 

Así que ahora se encontraba confundido. También le dolía el cuerpo por toda la actividad del día anterior, con la misión y luego el hospital, y luego… bueno. Se sintió abochornado al traer a su mente los recuerdos de la noche anterior con Tony, entre las sábanas de su habitación. Suspiró. ¿Y ahora qué? Stark seguramente había querido algo de una sola noche, estaba bien con eso, pero ¿cómo se verían a la cara? Era incómodo, lo iba a ser. Realmente jamás debió aceptar aquella propuesta tan poco congruente. Tenía suficiente con estar adelantado a su verdadero tiempo.

 

Dingo ladró cual cachorro y regresó trotando hasta donde estaba él, mordiendo la orilla de su pantalón de mezclilla, buscando su atención. Sonrió sin poder evitarlo y acercó su mano al cachorro para acariciarlo por detrás de la oreja. El perro se revolvió y repegó más a su pie, con cariño. Hizo una sonrisa más grande mientras buscaba olvidar sus pensamientos para enfocarse en la mascota. Entonces tomó su libreta de dibujos que había llevado consigo y comenzó a hacer trazos suaves para plasmar al cachorro en papel. Necesitaba olvidar todo por un rato. No más preguntas.

 

No fue consciente de los pasos lentos y pausados que se acercaban por la cocina una hora más tarde. Jarvis se quedó contemplando a Steve desde la entrada de la sala, recargado en la pared. Se veía demasiado tranquilo, pero había algo perturbador en sus movimientos. Sabía lo que había pasado la noche anterior. Y no era porque estuviese husmeando, sino simplemente porque por la mañana había entrado a la habitación del rubio para saber de su estado al haber estado en el hospital, y no lo había encontrado. No le sorprendió encontrarlo dormido en otra habitación que distaba mucho de ser la suya.

 

     —Señor Rogers. —le llamó suavemente, haciendo que el rubio despegara los ojos de su libreta y le prestara atención con un leve sobresalto—. El señor Stark acaba de hacer una llamada y tengo un recado urgente para usted. —se acercó un par de pasos más, observando al cachorro que yacía dormido a los pies del rubio. Al parecer lo había extrañado demasiado—. Lo invita a almorzar al medio día. Y no aceptará un no por respuesta. —y cuando Steve abrió los ojos con sorpresa y trató de refutar, le interrumpió—. Su ropa está sobre su cama. Me he tomado la molestia de elegir algunos conjuntos que pueden gustarle. Espero que sean de su agrado. —sonrió levemente.

 

Y se marchó dejando a Rogers con la palabra en la boca.

 

o.o.o.o.o.o.o.o

 

Tony tomó un trago de su bebida mientras esperaba impaciente. Miró a su alrededor rápidamente, tratando de entretenerse en algo. Su pie golpeaba constantemente el piso del lujoso restaurante al que había pedido a Pepper hacer una reservación para dos. Bien, ella lo sabía. Su reacción fue de sorpresa al enterarse que él había tenido sexo con Steve. Obviamente no le dio detalles, bastante tenía ya con que ella lo supiera. Y lo sospechó principalmente porque él llegó curiosamente temprano al trabajo. Generalmente llegaba una hora tarde o dos, y muchas veces ni siquiera se presentaba en la oficina al no notarlo necesario. Pero justamente hoy había decidido levantarse temprano para hacer el trabajo de la oficina—huir de Steve sonaba muy mal, aunque había sido el verdadero motivo de llegar temprano al trabajo—. Pero esa mujer que lo trataba como una madre, lo había regañado por dejar a Steve botado sin ninguna explicación. Según ella, tenía que hacerse responsable de sus actos. Así que había querido arreglarlo todo invitándolo—obligándolo—a almorzar con él.

 

¿Qué le diría? La verdad es que no lo sabía. Porque aquello había sido una sola noche, pero él quería más. Quería todo. Quería que Steve descubriera los placeres del sexo. Recordar su cara, su rubor, sus ojos entrecerrados, y sus manos en sus caderas apretándole con fuerza, le hacían querer otra sesión de sexo pronto. Se sentía un poco frustrado porque nunca pensó ser quien tuviera aquello adentro. Y lo peor—o lo mejor—es que no le había desagradado del todo. Porque Steve tenía un cuerpo musculoso, fuerte y trabajado. Y apoyarse en su pecho, tener su miembro dentro, sus grandes manos tocándole, sus movimientos, su… joder. No quería excitarse en un lugar público.

 

Respiró profundamente y echó otro vistazo alrededor, parándose en una figura en peculiar que iba abriéndose paso entre las mesas con un mesero delante. Algunas miradas se posaban en él rápidamente, otras lo seguían aún. Incluida la de él. Sonrió grandemente mientras veía a Steve acercarse algo temeroso a su lugar, pero no por ello encorvado. Su presencia demostraba fuerza, orden. Sus facciones fuertes y recias, pero adorables. Sus ojos azules relucientes haciendo juego con la camisa celeste que llevaba puesta, acompañada por unos jeans rectos y un saco negro. Su cabello algo mojado le indicaba que recién acababa de ducharse. Y se le antojó verlo desnudo, contra la mampara de la ducha, gimiendo su nombre con voz entrecortada mientras el agua corría por entre sus músculos.

 

     —Stark. —le saludó con un leve temblor en la voz, para después agradecerle al mesero por acompañarlo, quien se retiró con una sonrisa no sin antes darle una mirada por completo. El castaño hizo una mueca, recordándose a sí mismo no darle propina a ese hombre. Suficiente había tenido con deleitarse la vista. Porque joder, Steve parecía sacado de alguna revista de modelaje—. Buenos días. —

 

     —Buenos días, Rogers. —le sonrió, repasando también su figura varonil. Los músculos se marcaban tenuemente en el pecho. Dios, sus hermosos pectorales duros como una jodida roca. Carraspeó para tratar de sacar aquellos pensamientos de su interior—. Siéntate por favor. —y el otro así lo hizo. Un silencio incómodo se instaló entre ellos, pero fue rápidamente roto por la intromisión del mesero, quien tomó la orden a manos de Tony, pues Steve se sentía incapaz de reconocer si quiera un platillo de la carta, y él no quería explicarle uno por uno. Tenía demasiada hambre como para esperar.

 

     —¿Llevabas mucho tiempo esperándome? —preguntó algo apenado cuando el mesero se marchó, jugando con la servilleta de tela entre sus dedos de la mano derecha. Sus ojos se encontraron, pero el rubio evadió su mirada rápidamente. Joder. No pensó en las consecuencias que aquella noche de sexo podría traerles. Una cosa era besarse, y otra muy distinta tener sexo y hacer como si nada hubiera pasado después—. Lo siento. Jarvis acomodó algunos juegos de ropa para mí, y no sabía por cuál decidirme. Tuve que probarme cada uno, pero terminó por gustarme más éste. —señaló su ropa.

 

     —Me gusta. —indicó—. Recuérdame subirle el sueldo a Jarvis por tan excelente labor. —le sonrió con presunción—. Aunque el mérito es tuyo, porque la ropa que has escogido te sienta de maravilla, ¿Cómo debo recompensarte? ¿Algunos besos bastarían? —comentó con tono pícaro en la voz, mientras acercaba más su silla a la de su invitado, que se encontraba sentado a su costado derecho. Steve enrojeció ligeramente ante eso. Abrió la boca para comentar algo, pero fue interrumpido por la comida que llegó justo a tiempo para que el tema quedara inconcluso.     

 

Comieron sin contratiempos, dejando de lado el tema que era tan incómodo, para dar pie a una conversación amena sobre cosas banales. Hasta que llegó el tema del día anterior.

 

     —Eres un idiota. Arriesgar tu vida por una misión en una estúpida organización que no está dándote ningún beneficio o recaudo monetario. Eso es muy estúpido. ¿Sabes lo que podría haber pasado? Tuviste suerte, pero no creo que eso vuelva a pasar. La suerte no existe. —lo señaló con su tenedor, mientras veía las cejas rubias juntarse un poco debido al ceño fruncido del rubio.

 

     —No iba a dejar que Nat fuera sola a esa misión tan arriesgada. Fui un soldado mucho tiempo, y sé el peligro que se corre, aunque el tiempo no sea el mismo. He arriesgado mi vida más veces de las que te imaginas. Y soy un solado porque me gusta servir a la gente, aún si no obtengo una recompensa monetaria. Salvar vidas es el mejor pago que puedo obtener. —refutó haciendo callar al castaño. Entonces dejó su comida a un lado, pasándola a segundo plano para observar directamente aquellos ojos expresivos color chocolate—. ¿Por qué te molesta? No es tu vida la que está en riesgo. —

 

     —Yo… no es eso. Es simplemente sentido común. Sólo un idiota arriesga su vida de una manera tan absurda. —trató de evadir el hecho de que su inquilino había llamado por su nombre a la mujer con quien él no compartía ni la sonrisa. Y aquello no le daba una buena sensación. Porque sabía que esa araña tenía un plan.

 

     —Pues entonces me declaro un idiota. —le frunció el ceño—. Voy a seguir haciéndolo aún si no te parece. No estoy pidiéndote permiso. —y dio por finalizada la conversación. Tony apretó ligeramente la servilleta entre sus dedos, mientras masticaba con demasiada fuerza sus alimentos. Eso no estaba gustándole nada. Las cosas se hacían como él quería y punto. Siempre era así. Pero ahora ese hombre se creía con el derecho de retarlo.

 

El silencio se extendió durante algunos minutos mientras terminaban de comer, con Steve ignorándolo, prácticamente. Tony estaba sumido en sus pensamientos, maquinando un plan. Tenía dos opciones: la primera era continuar con aquella discusión sin sentido y tratar que el otro cediera persuadiéndolo, pero Steve era de mente estable y con los objetivos bien fijos, así que dudaba poder convencerlo. Tampoco quería terminar peleando por algo como eso. Él quería más sexo. Así que simplemente lo dejó estar, abandonando la discusión. Ya tendría tiempo para pensar una forma de hacerlo salir de S.H.I.E.L.D.

 

Vio la mano de Rogers puesta descuidadamente sobre la mesa mientras éste bebía de su jugo. Paseó la vista rápidamente por el perímetro y se dio cuenta gratamente que no había nadie cerca de ellos. Las mesas de alrededor estaban vacías, y más allá cada quien prestaba atención a sus alimentos. Una idea vino a su mente y la llevó a cabo, ¿qué podía perder? Así que separó la distancia de su mano a la contraria, y acaricio con sus yemas los dedos de Steve, sobresaltándolo. Él trató de retirarla, pero Tony lo impidió entrelazando sus dedos. Rogers se revolvió con algo de nerviosismo viendo hacia todos lados. Él se rio bajito por su actitud y acercó su rostro al contrario, buscando sus labios necesitadamente.

 

     —Tony, aquí no. Alguien puede vernos. —murmuró sin separase ni un poco de su cercanía, demostrándole así que también quería besarlo. El no sentirse rechazado hizo que algo se hinchara en el pecho del millonario. Así que sonrió mientras se movía más hacia el otro hombre. Separó el contacto de sus manos y la llevó hasta la barbilla contraria, para acercarlo más. Su pulgar acarició su labio inferior, jalándolo para entreabrir sus labios. Steve lo miró fijamente con aquel brillo peculiar que le anunciaba el deseo de su interior. Aquel deseo irrefrenable que surgía cuando estaban tan cercanos.

 

     —Aquí no hay nadie, Rogers. —le indicó con una sonrisa. Entonces acortó la poca distancia y sus labios hicieron contacto en movimientos lentos y pausados que fueron subiendo poco a poco de nivel cuando Tony apretó la rodilla de Rogers con su mano libre, haciéndolo jadear bajito y consiguiendo así que su lengua se introdujera por fin en la cavidad contraria. De inmediato sus lenguas hicieron contacto, comenzando una danza pausada que les mandaba escalofríos por el cuerpo. Pero Tony era impredecible, así que fue ascendiendo su mano poco a poco  hasta que llegó al muslo de Steve, donde apretó ligeramente y comenzó a hacer círculos sugestivos cada vez más y más cerca de su zona intima. El rubio gimió en el beso y quiso retirarse, pero él lo impidió sujetando con más fuerza su barbilla. Se inclinó hacia el más alto sin importarle que alguien pudiera verlos, y llevó la mano traviesa hasta encima del bulto que estaba formándose en sus pantalones.

 

La zona caliente y dura le mandó un latigazo de excitación. Steve se había excitado con simples caricias. Y eso lo calentó también. Apretó con la palma el bulto que se le antojaba demandante, mientras sentía cómo el cuerpo de Steve reaccionaba y correspondía su demandante beso con más fuerza y entrega. ¿Quién era Steve? Quería descubrir al hombre debajo de la moral, quien se quitara los prejuicios y se abandonara al placer, al deseo. Él iba a hacer todo lo posible por lograrlo. Lamentablemente estaban en un lugar público.

 

     —Mhg… —gimió quedito cuando los dientes del rubio rozaron su lengua en un sugerente movimiento. Rogers era caliente como el infierno cuando el deseo lo dominaba. ¿Qué podía él lograr con ese conocimiento? Sonrió mientras se alejaba poco a poco del contacto que sinceramente no quería dar por terminado, pero era necesario. Retiró la mano de la zona intima del militar, mientras acariciaba tiernamente su barbilla con la otra. Steve abrió poco a poco los ojos, enfocando sus preciosas gemas azules en él—. A menos que quieras dar una demostración de sexo en un restaurante, sugiero que vayamos a casa ahora mismo. —y rió bajito cuando vio al ojiazul sonrojándose al darse cuenta de la bochornosa situación. No pudo más que asentir mientras limpiaba la comisura de sus labios y trataba de disimular.

 

Tony sonrió para sus adentros y pidió la cuenta para largarse a casa de una maldita vez y seguir con aquello.

 

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     —¡Por fin! ¡No podía estar un minuto más ahí dentro! —Thor se estiró como un niño pequeño y sonrió como si le hubieran regalado un dulce. Respiró hondamente tratando de guardar en su memoria todo lo que veía. Estos últimos días habían sido aburridos a más no poder entre blancas paredes, y ahora veía tantos colores, formas y personas, que podía correr y abrzar a cada una de ellas aunque no les conociera. Jane rió limpiamente a su lado.

 

     —No te sientas tan libre, que aún tienes que venir de vez en cuando a las revisiones médicas. —le indicó. El rubio se giró para verla con una ceja alzada—. Y no te hagas el loco. Sé bien que escuchaste cada una de las palabras del médico. Si es necesario te traeré arrastrando, ¿entendiste? Uno nunca sabe cuando-

 

     —Bla bla blá. —le cortó con una sonrisa—. Jane, déjame disfrutar este momento, ¿quieres? ¡Estoy libre por fin de ese horrible lugar! No más regaños, por favor. Al menos no por hoy. —le imploró con ojos brillosos y una mirada que sabía hacía ceder a la otra. Ella suspiró y negó con la cabeza, mientras una sonrisa se posaba en sus delicados labios.

 

Fueron por helado y pasearon por el parque, platicando de lo que había sido de su vida en todo el tiempo que no se habían visto. Parecía como si todo hubiera corrido, pero su amistad, la confianza y el cariño, seguía tan latente como cuando eran unos jovencitos en Londres. En ese entonces ambos sólo tenían sueños, ahora eran realidades. Y eso les hacía sentir más cercanos aún, porque sólo ellos sabían cuán importante era para el otro haber cumplido sus propósitos. Jane siempre había querido ser periodista, hacer investigaciones astronómicas, tener un nombre en el mundo moderno. Y ahora lo era. El sueño de Thor siempre fue encontrar a Loki, ser parte del grupo secreto de la policía, vivir en un lugar sin contratiempos donde pudiera ser libre y disfrutar de la vida. Ahora tenía todo eso y más.

 

Caminaron sin rumbo fijo hasta que la tarde comenzó a caer, y Thor recordó que Loki cerraba el café temprano. Había querido ir a darle una visita sorpresa, pero no sabía cómo reaccionaría su hermano. Probablemente seguiría enojado, de lo contrario se hubiera aparecido en el hospital al menos una vez. Tuvo que despedirse de Jane alegando que tenía un compromiso con Loki, y ella aceptó de buena manera que se marchara. Se despidieron con un fuerte abrazo prometiéndose volver a verse pronto, pues Jane tenía un contrato en Nueva York por algún tiempo antes de volver a Londres.

 

Lo último que ella vio de Thor fue su increíble sonrisa y sus expresivos ojos azules, antes de que él diera la vuelta y echara a correr por el parque cual adolescente. Suspiró y sonrió, mientras se apoyaba sobre una pierna y cruzaba los brazos. El viento movía su cabello castaño, trayéndole recuerdos gratos de sus horas de juventud. Se preguntó tontamente si tenía una oportunidad con Thor. ¿Por qué no había dejado de amarlo en todo ese tiempo transcurrido? ¿por qué seguía siendo él lo más importante en su vida? Quizá porque Thor seguía siendo el mismo. Quizá porque había cambiado. Quizá porque ahora se notaba más maduro y a la vez tan idiota. Quizá por todo. O quizá, porque en el fondo, nunca dejó de amarlo ni siquiera un poco.

 

o.o.o.o.o.o.o.o

 

Apenas había entrado al elevador al que poca confianza le tenía, cuando las manos de Tony se movieron hasta sus hombros y lo estampó con algo de fuerza en la pared más cercana. Estuvo a punto de replicar, pero los labios ansiosos del millonario se encontraron con los suyos, haciéndole corresponder el beso demandante. Su lengua delineó su labio inferior y entró en su boca cuando él entreabrió los labios. Gimió bajito al sentir la presión de placer que estaba surgiendo de su cuerpo, y todo gracias a ese soberbio hombre.

 

Las manos del castaño vagaron por todo su pecho, hasta posarse sugestivamente sobre sus caderas para acercarlo a su cuerpo y friccionar sus miembros. Steve gimió y llevó sus manos a las mejillas de Tony, para intensificar el beso. El más bajo se revolvió y comenzó un suave vaivén que los estremeció a ambos.

 

Cuando el pitido anunció que habían llegado a su destino, el millonario no perdió tiempo y bajó de ahí jalando al rubio de la mano. Introdujo la contraseña rápidamente y la puerta de su casa se abrió, dándoles el paso. Verificó que Jarvis no estuviera en la sala y se giró para seguir besando a ese rubio que lo volvía loco. Sus labios se encontraron, y por ende sus lenguas en un sensual juego que ninguno quería dejar. Tomó de las solapas del saco al mayor y lo dirigió al sofá sin detener el beso. No había tiempo de llegar a la habitación. Así que lo sentó con fuerza ahí y luego se subió a horcajadas sobre sus piernas, intensificando el contacto. Separó sus labios y los llevó al cuello blanco, mordiendo con suavidad. Steve jadeó quedamente y llevó sus manos a la espalda de Tony, todavía sin saber bien dónde colocarlas.

 

El castaño bajó la mano izquierda hasta detenerla por encima de los vaqueros, bajando el zipper lentamente y luego abriendo el botón. Su mano abarcó la semi erección del rubio, mandándole un escalofrío. Él atrajo más a Tony hacia su cuerpo, con sus manos haciendo suaves círculos en su espalda. El más bajo acunó el miembro entre su mano y comenzó un lento vaivén de tortura en el otro.

 

     —Jarvis… —gimió Steve, y Tony detuvo todo movimiento para verlo incrédulo y con una ceja levantada—. Jarvis p-puede vernos… —jadeó al sentir que las caricias sobre su miembro se reanudaban con más ahínco. Stark rió entre dientes y volvió a besar el cuello que se le presentaba, succionando la piel para dejar una marca que le demostraría a los demás que ese hombre con cuerpo y cara de modelo ya tenía dueño.

 

     —Por un momento pensé que estabas fantaseando con Jarvis. —murmuró juguetonamente, sintiendo la risa entrecortada de Steve gorgorear debido a sus insistentes caricias en su miembro endurecido. Él estaba ya en igual condiciones. Sin querer perder más tiempo, subió su mano libre y comenzó a desabrochar los botones de la camisa celeste del ojiazul. Condujo las manos de Steve a su pecho para que él hiciera lo mismo, notándolo nervioso todavía. Sonrió un poco mientras presionaba su miembro entre sus dedos, viéndolo jadear y tener los ojos un poco cristalizados debido al placer. ¿Cuándo dejaría esa faceta tímida? Bien, puede que tardara un par de días más en hacerlo, pero que fuera pronto. Mientras tanto, le divertía—y enternecía—ver al rubio de esta manera.

 

Cuando sus labios volvieron a juntarse y Steve rozó con sus dientes su lengua, Tony sintió que todo desaparecía. Joder, estaba tan caliente. Reanudó el suave vaivén de sus caderas para atender un poco su erecto miembro, mientras Steve se derretía por sus caricias sobre su pene. Justo estaba por bajarse los pantalones y de una vez tener sexo, cuando un ruido inusual lo distrajo. Se separaron un poco solo despegando sus labios para ver a Dingo trotar con la lengua de fuera en dirección hacia ellos. Tony gruñó fastidiado queriendo tener un objeto a la mano y aventárselo al pobre cachorro, por interrumpirlos. Justo estaba pensando en eso, cuando una silueta apareció por la cocina, saliendo.

 

La sorpresa lo invadió, pero un empujón dado por Steve lo mandó hacia un lado, haciéndolo sentarse a duras penas. Trató de acomodarse la camisa y la corbata mientras veía que el rubio hacía lo mismo. ¡Diablos! Estaba seguro que Jarvis los había visto, porque habían sido rápidos, pero no lo suficiente. Sin embargo, el mayordomo fingió no haber visto nada y se pasó derecho escaleras arriba, ignorándolos por completo.

 

Se giró para ver a Steve, sonrojado de las mejillas y las orejas, y respirando aún rápidamente. Ambos estaban en las mismas condiciones, aún con la ropa mal puesta, el cabello revuelto y las braguetas abiertas. Se sonrieron lentamente y después se soltaron a reír, ante la bochornosa e incómoda situación que habían vivido. Después de algunos minutos, y tratando de calmar la excitación que aún sentía, Steve cargó entre sus manos a Dingo y lo acarició por detrás de la oreja, mientras el cachorro le lamía la palma de la mano. Tony se recargó con frustración en el respaldo—y envidia hacia el perro—y se dio cuenta que la sesión de sexo tendría que esperar un poco más.

 

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Loki pasó el candado por la cerradura, afianzando la seguridad de su Café. Después suspiró al darse cuenta que hoy había cerrado más tarde de lo normal. Tomó su abrigo y se lo abrochó, comenzando a caminar por las aún frías calles de Nueva York. Calzada arriba podía escuchar el sonido del saxofón y su increíble talento para hacerle sentir una terrible melancolía al recordar al idiota de Thor. Cerró los ojos mientras andaba a paso tranquilo, sintiendo el viento rozarle la cara. ¿Cómo estaría? Sabía bien que el orgullo no le llevaría nada bueno, pero él no era quien tenía que disculparse. Aunque…

 

Sacudió la cabeza para espabilar aquellos pensamientos cursis y abrió los ojos para cruzar la avenida. Metió las manos en su abrigo negro, y esperó con toda la gente a que el semáforo le indicara el paso. Mientras cruzaba alzó la mirada al cielo cubierto por estrellas brillantes, unas más que otras. Se preguntó si él brillaría en el cielo, o si lo haría Thor. Si estarían juntos o a distancia de años luz. ¿Pero a quién le importaba? Compararse con estrellas era jodidamente cursi y estúpido. Bajó la vista hacia enfrente, y se quedó paralizado sobre el asfalto.

 

Una mujer de cabello largo, castaño. Abrigo largo y bolsa en mano. Caminaba por entre la gente abriéndose paso mientras tomaba un café, con una sonrisa en los labios. La contempló mientras se perdía en la distancia. Algo en su pecho se aceleró y luego se detuvo. Se sintió pesado y luego como si una roca cayera sobre su estomago desde la garganta. Trató de seguirla para corroborar que era ella, pero al doblar la esquina no la encontró entre las personas. Probablemente hubiera sido su imaginación, ¿Cierto? Quizá los fantasmas del pasado lo estaban acosando, y todo era culpa de sus estúpidos pensamientos melancólicos. Si, debía ser eso.

 

Porque Jane Foster no podía estar en Nueva York.

 

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Jadearon sentados en las rocas cubiertas por nieve, sintiendo las ventiscas de aire congelado pasarles por los rostros. Clint abrió su cantimplora y se la pasó a Bruce, que se veía claramente más agotado que él. Estaba entrenado para este tipo de actividades, pues S.H.I.E.L.D los preparaba para todo tipo de condiciones ambientales que pudieran surgir en sus misiones. Aunque eso no implicaba escalar una montaña que parecía no tener fin alguno, durante varios días y casi sin descansar. Y no porque no quisieran, sino porque el frío no los dejaba dormir tantas horas seguidas.

 

     —Esto es peligroso. —comentó, mientras bruce terminaba de beber y le volvía a pasar la cantimplora. Él la cerró y la acomodó de nuevo en la mochila que había dejado caer en la nieve a un lado de ellos. Bruce se sacó también su mochila y la aventó a su lado. Tenían las mejillas rojas por el frío, a pesar de llevar ropa térmica—. La comida está acabándose, el frío es cada vez más intenso a esta altura de la montaña, y el camino se está volviendo demasiado peligroso. ¿Crees que falte mucho para encontrar lo que buscas?

 

     —No falta mucho, el iridio debería encontrarse algunos kilómetros más adelante si mis cálculos son correctos. —se encogió de hombros ante la mirada escandalizaba de Barton. Bien, quizá todavía les faltara un largo camino por recorrer. Suspiró frotándose los brazos, tratando en vano de hacer calor. Estaba cansado, tenía orejas y hambre. Pero todo había sido prácticamente su culpa, y ahora tenía que conseguir el Iridio para poder regresar a Steve a su tiempo. Eso le hizo preguntarse cómo estaría pasándosela en la Torre de un loco como Stark. Sin embargo, se sentía curiosamente tranquilo. Se puso de pie para seguir andando, pero una mano sobre su hombro lo obligó a sentarse de nuevo. Clint lo miró desde su posición, con seriedad.

 

     —No te ves bien. Come algo mientras armo la tienda de campaña. Necesitas dormir y guardar calor. —se quitó uno de sus guantes térmicos y llevó su mano tibia a la frente de Bruce—. Tienes un poco de calentura. Toma algo caliente.

 

Bruce quiso refutar, pero no lo hizo. Porque estaba agotado. Así que comió una barra de chocolate y algo enlatado—a lo que no le halló sabor—mientras esperaba que Clint armara la casa de campaña en una zona segura. Lo observó durante quince minutos, preguntándose cómo había podido pasar tanto tiempo desde aquello. Suspiró dándose cuenta que los recuerdos parecían doler cada día un poco menos. Y eso le alegraba, pero también le daba miedo. Porque eso significaba que estaba dejando todo atrás. Y si dejaba todo en aquella montaña, ¿qué iba a ser de él cuando volviera abajo? ¿se sentiría vacío? ¿O dispuesto a empezar de nuevo con alguien? Decidió no pensar en eso y se metió en la casa, acomodando las cobijas y cubriéndose con ellas hasta la cabeza.

 

Se quedó dormido en un par de minutos.

 

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El sonido de los vasos de precipitación del laboratorio sonaban y repiqueteaban entre ellos cuando los juntaba para pasar líquidos químicos de uno a otro. Acomodó sus lentes donde correspondía, mientras hacía cálculos en su libreta de anotaciones sentado en su silla de trabajo. Estaba trabajando en los laboratorios de S.H.I.E.L.D. como siempre lo hacía, pero ésta vez había pasado ya la media noche y su trabajo parecía no tener fin. Estaba cansado y agobiado.

 

Sintió un par de manos acariciar su cuello con suavidad, y luego un beso cayó depositado sobre su nuca. Él sonrió levemente mientras estiraba la cabeza y el cuello hacia atrás para ver a la mujer hermosa que le devolvía el gesto. Sus pecas y su cabello rojizo hacían perfecta combinación con aquellos hermosos ojos verdes que tanto amaba. Su cabello le hacía cosquillas en las mejillas, pero poco le importó cuando ella se inclinó y depositó un tierno beso en la comisura de sus labios. Suspiró al sentir el contacto.

 

     —Vamos a casa ahora, cariño. —le murmuró mientras sus manos comenzaban a sobar con maestría la zona donde le dolía. Bruce se relajó notablemente—. Es muy tarde ya, el trabajo puede esperar hasta mañana. La noche es nuestra. —y el científico rió bajito ante la propuesta, pasándose de su asiento y dándose la media vuelta, atrayendo de la cintura a la mujer que tanto quería. Volvió a juntar sus labios y pasó su mano derecha por su abdomen, sintiendo de repente algo húmedo entre los dedos.

 

Se retiró del contacto y observó su mano. Sangre. Había sangre en su mano y en su bata blanca de laboratorio. Pensó que era suya, pero cuando pasó la mirada por la ropa de ella se dio cuenta que de ahí provenía la mancha. Un sucio y traicionero círculo carmesí se hacía cada vez más y más grande en la ropa de ella, a la altura de su estómago. Alzó la mirada de nuevo y vio que sus ojos verdes poco a poco perdían vida, se volvían opacos. Negó repetidas veces  sin poder gritar o articular palabra mientras presionaba con sus manos la mancha de sangre, queriendo pararla. Queriendo parar el dolor y el destino innegable de su pesadilla.

 

La tomó en sus brazos cuando ella se desvaneció, y la contempló mientras la depositaba en el piso, cayendo de rodillas a su lado. Sus manos con sangre se posaron en sus mejillas, cubriendo sus hermosas pecas y sus líneas finas de la mandíbula. Sus cabellos rojizos se oscurecieron cuando la sangre abarcó tanto del piso que incluso manchó sus pantalones al estar hincado. Lágrimas se deslizaron por sus ojos sin detenerlas al revivir aquello. Al revivir el día en que ella murió.

 

Y en el cual, él murió con ella.

 

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     —Bruce, Bruce… ¡Bruce! —la voz que le llegó a gritos acompañada de un suave movimiento en sus hombros, hicieron que despertara por fin. Se sentó sobre el colchón inflable en un movimiento brusco y se miró las manos en busca de un rastro de sangre que le informara que aquello había sido verdad. Sonrió amargamente al darse cuenta que era sólo un sueño. Una mala jugada de su mente cansada que había traído a flote uno de sus momentos más felices recuerdos combinado con la pesadilla de ella muerta entre sus brazos. Clint lo observó con una ceja alzada desde su posición a un lado de la cama por unos minutos. Después suspiró y evadió la mirada del Doctor—. Soñaste con ella. —no fue pregunta. Estaba lejos de ser una. El silencio del pelinegro le informó que así era—. Yo… de verdad lo siento. Nunca pensé… Bruce, si yo hubiera sabido que ella y tú eran… —rascó su nuca con nervios y arrepentimiento, parando de balbucear y buscando las palabras correctas—. Yo jamás… yo… no quise matarla. —y sintió un nudo crecer en su garganta.  

 

     —Sí, lo hiciste. —respondió sin tener ningún indicio de reproche en la voz. Clint lo observó mientras él apretaba entre sus dedos las cobijas. Vio un punto perdido en la tienda de campaña, preguntándose en qué momento el otro había entrado. ¿Estaba tan metido en revivir sus recuerdos que no lo había sentido entrar? Él generalmente despertaba casi con cualquier ruido mínimo—. Sin embargo no te culpo. Era tu misión. Tú no sabías que era mi prometida. —y sonrió amargamente.

 

Recordaba aún el día de su muerte. El día en que su amistad con Clint se vino abajo fue un Martes por la noche. Él había estado trabajando en los laboratorios de S.H.I.E.L.D. hasta tarde y después se había marchado a casa con la esperanza de encontrarla, preparando la cena con una de esas sonrisas que siempre le dedicaba. Su sorpresa fue grande al no encontrarla en su departamento, pero no le tomó mucha importancia. Tomó una ducha larga y tranquila esperando su llegada, para recibirla y poder acariciar entre sus dedos aquellos mechones rojizos que tanto le gustaban. Después recibió la llamada que derrumbó su mundo hacia un abismo del que jamás pudo salir.

 

     —Debí preguntar quién era. —se lamentó, sentándose en una de las esquinas del colchón y cubriendo sus ojos con sus manos—. Si lo hubiera sabido, yo… —y no terminó la frase porque un nudo se hizo presente en la boca del estómago. Él había regresado de una misión ese mismo día, y apenas si había tenido tiempo para dar su informe, cuando se dio cuenta que ya era demasiado tarde y todos en S.H.I.E.L.D. se habían ido ya. Sabía bien que Bruce se quedaba siempre hasta tarde a trabajar, así que decidió probar suerte esperando encontrarlo en su laboratorio. Bruce le había estado mandando cartas a Singapur—donde estaba de misión—informándole que iba a casarse. Y él como su amigo no podía estar más que feliz. Sin embargo nunca le describió a su prometida, quería que fuera sorpresa.

 

Pero cuando entró en el laboratorio no fue a Bruce a quien encontró. Una mujer vestida de negro y cabellos rojizos estaba buscando algo en su laboratorio. Él se escondió, pues probablemente era una ayudante del Doctor. Pero entonces notó algo extraño, pues ella encontró un hueco en la pared y metió una contraseña que tenía apuntada en un papel doblado. Sacó de ahí un par de tubos con pruebas, y él recordó que Bruce le había hablado sobre ellos. Eran un experimento que podría causar grandes consecuencias si no se encontraban en las manos correctas, y era extremadamente confidencial. Decidió salir de su escondite y preguntar casualmente quién era ella, quizá estaba demasiado paranoico con su puesto. Pero ella le disparó en el hombro y se echó a correr con las pruebas en las manos. Él no perdió tiempo y desenfundó la pistola, persiguiéndola por los desiertos pasillos.

 

La vio girar en una dirección y disparó. Jamás pensó que la bala atravesara su abdomen y la matara en cuestión de segundos.

 

     —Ella solo me estaba usando. —el Doctor sonrió melancólico—. En realidad no me amaba. Fingió su cariño hacia mí. —y no mentía. Porque fue un golpe duro la llamada. Fue un golpe duro verla tendida en el suelo con una sábana blanca sobre su cuerpo, y luego sus ojos verdes pálidos y sin vida. Fue duro sentir su piel fría ante su contacto. Fue un golpe duro descubrir que había sido Clint, su amigo, el causante de su muerte. Pero fue un golpe incluso peor cuando los informes indicaban que ella trabajaba en una organización secreta y se había infiltrado en S.H.I.E.L.D. para robar su experimento. Y lo había utilizado. Y él había confiado en ella, hablándole de sus proyectos y sueños. Y ella le había prometido que los alcanzarían juntos, sin importar lo que pasara. ¿Qué tan cruel era el destino?

 

     —Pero tú la amabas. —se pasó el dorso de la mano por la frente, abatido. No podía ver a Bruce a los ojos y darse cuenta del daño que había causado. Porque después de todos esos años seguía viendo el dolor palpable en esas irises tristes. Recordaba el vacío de sentir a Bruce alejarse cada vez más de él, hasta volverse dos completos extraños. Le pidió perdón por todos los medios posibles, y después dejó de molestarlo porque sabía que lo único que hacía era abrir y abrir la herida sin parar. No se atrevió a verlo a los ojos durante mucho tiempo. Después Bruce renunció a S.H.I.E.L.D y se fue a trabajar con Tony Stark. Su amigo también.   

 

     —Corrección. Aún la amo a pesar de todo. —se dijo más a sí mismo que a Clint. Algo que dolió en su pecho dejó poco a poco de punzar, y él se dio cuenta que los recuerdos sólo eran flashes tristes, pero no iban a hundirlo ya—. Pero creo que es momento de avanzar de nueva cuenta. Supongo que siempre recordaré el día de su muerte, pero también el día que la conocí. —se acercó hasta estar al lado de Barton y le puso una mano con cuidado sobre el hombro—. Salvaste a la nación de un posible terrorismo. El experimento era demasiado arriesgado para estar en el lugar equivocado. Hiciste lo correcto. —y apretó con confort la zona, traspasándole a Clint lo que estaba sintiendo en esos momentos—. En tu lugar habría hecho lo mismo. —y Clint sonrió con amargura porque a pesar de los años, seguía conociendo como la palma de su mano a Banner.

 

     —No, no lo habrías hecho. Tú nunca matarías a Nat. —respondió.

 

o.o.o.o.o.o.o

 

Paso a paso, y escalón tras escalón, llegó por fin a la puerta del departamento. El elevador estaba en perfecta condiciones para usarlo, pero había optado por las escaleras. Quería llegar cansado a casa y tumbarse en su cama para dormir hasta el otro día que tuviera que ir al trabajo. Porque la casa se sentía estúpidamente sola sin Thor. Y él no quería extrañarlo demasiado, porque si lo hacía iba a correr al hospital y pedirle perdón por algo en donde él no había tenido la culpa. Suspiró cansado cuando introdujo la llave en la cerradura de la puerta, y abrió. Lo de esa mujer también venía atormentándolo un buen rato.

 

Encendió las luces de la sala y su sorpresa fue enorme cuando vislumbró sobre la mesa principal una cena para dos. Todo estaba perfectamente ordenado y en su lugar, con los cubiertos en las posiciones correctas y una botella de vino sumergida en hielos. Un ramo grande de rosas rojas reposaba sobre la silla que le correspondía. Música clásica comenzó a sonar en la radio. Sintió pasos tras su espalda, y no fue necesario voltearse para saber perfectamente de quién se trataba.

 

     —Aborrezco la cursilería. —murmuró, sin poder esconder la sonrisa que comenzaba a extenderse por sus labios de forma pausada. Algo dentro de su pecho creció y se sintió cálido después de tantos días—. No sé cómo un troglodita como tú que acaba de salir del hospital pudo arreglar todo esto. —y entonces se giró, sólo para que sus labios fueran presionados en un demandante beso. La barba que tanto había extrañado le picó la barbilla, pero no le dio importancia. Pasó las manos por el cuello de Thor, atrayéndolo más a su cuerpo. Lo besó con vehemencia, con todo el tiempo que lo había necesitado a su lado.

 

     —¿Me perdonas por ser un idiota? —le preguntó, mientras besaba lentamente su cuello, sintiendo el cuerpo de Loki estremecerse entre sus brazos como cada que besaba allí. Porque era su zona de vulnerabilidad y él estaba aprovechándose de eso.

 

     —Sólo si la cena no está fría y sabe deliciosa. —respondió, pasando las manos por los largos mechones rubios. Thor asintió mientras subía su lengua hasta su lóbulo de la oreja y mordía con suavidad. Loki soltó el aire contenido en forma de suspiro. El mayor se separó y caminó hasta la silla del pelinegro para retirarla, indicándole que se sentara. Él sonrió con malicia—. No me refería a esa cena. —y más tardó en respirar que Thor en volver a su lugar y reclamar sus labios con más pasión. El horno podía servir de mucho más tarde cuando tuvieran que calentar de nuevo sus alimentos. Por el momento sólo lo quería en su cama, entre sus sabanas y en su corazón.

 

Cuando Thor lo arrojó sobre las sábanas, totalmente desnudo, Loki supo que no quería a nadie más en su vida. Que Thor era el único hombre que lograba que lo amara y odiara al mismo tiempo. Y nada lo hacía más feliz que Thor pudiera quererlo tanto para continuar a su lado. Las manos traviesas se deslizaron por sus muslos y su espalda, haciéndolo suspirar. Porque su hermano estaba más romántico de lo normal, queriendo saborear su cuerpo y marcarlo con caricias que serían siempre suyas y de nadie más. Así que se dejó hacer porque muy en el fondo, Loki también amaba lo cursi. Amaba las novelas románticas y la poesía. Amaba la música clásica. Y amaba todo eso porque en cada línea que leía, en cada nota que escuchaba, estaba Thor. Su imagen, su presencia. Su risa.

 

Cuando el miembro de Thor se abrió paso en su culo después de la debida preparación, y comenzó a moverse con frenesí en su interior, Loki se aferró a las sabanas mientras gemía. Atrajo al más alto hasta sus labios, robándole el aliento que le pertenecía por derecho. Se habían peleado y él había sufrido la soledad en estos días, pero ahora eso no importaba. Porque ellos siempre peleaban, pero también se reconciliaban. Y la verdad es que no tenían otra forma de vivir y amarse. Las embestidas lo hacían sentirse querido, y los besos en su espalda lo hacían elevarse hasta el cielo y no regresar.

 

Su vida estaba construida en un castillo de cartón que se movía y doblaba con el viento, pero Thor era la fortaleza para que ese lugar no se derrumbara. Se preguntó si sería malo que él fuera el pilar de su existencia. Si algún día eso terminaría. Cuando lo sintió correrse en su interior a través de su propio orgasmo, se dijo a sí mismo que nada podía derrumbar aquello que tenían juntos, y que habían ido construyendo.

 

Lo que Loki no sabía cuando cayó rendido entre los brazos de Thor, es que aquel castillo de cartón estaba comenzando a resquebrajarse.

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado :D

Y de verdad, de nuevo una inmensa disculpa por el tiempo que he terdado. Espero que no se hayan olvidado de esta historia xD

Intentaré volver pronto, enserio, pues no quiero que éste proyecto se quede estancado. Me gustaría saber lo que piensan en un comentario :3

¡Un beso enorme!


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