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El tiempo entre nosotros por Sawako_chan

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Notas del capitulo:

He estado frente a mi computadora todo el día. Ustedes dirán que son excusas, y realmente pueden parecerlo, pero todo es verdad, lo prometo. Hace un mes que no aparezco por ahí y recién me digno a dar señales de vida. En el capítulo anterioir prometí que subiría un capítulo rápido si ustedes comentaban, y dejaron lindos y hermosos comentarios llenos de tantas cosas que me hicieron sentir muy bien y especial. Que les guste esta historia es el mejor premio que puedo recibir<3 Escribo por el simple placer de hacerlo, y más si noto que hay interés en la historia.

Ha sido un largo, largo camino hasta este capítulo número 26. Es un logro para mí haber llegado hasta aquí. Y esta historia está pronta a cumplir ya un año de su publicación. No saben cuán rápido se me ha pasado el tiempo entre estas líneas en quienes he puesto un poco de mí misma. (lo siento, ando melancólica) y agradezco infinitamete su apoyo, el que espero y siga <3 GRACIAS a todos los lectores, fantasmas y no fantasmas, a los nuevos, a los intermedios, y a los que han estado conmigo desde el primer capítulo. Les debo un inmensa, inmensa disculpa y me siento muy avergonzada. No es por justificación, pero me han pasado tantísimas cosas en este mes que, bueno.

Mi computadora se descompuso por tres semanas. Me llvoerion compromisos y un sin fin de cosas que hacer. Nunca me olvidé de ustedes, y diario, por el celular, me alegraba y leía sus nuevos comentarios ¡Gracias nuevamente! No saben lo conmovida que me siento. He respondido a todos, y si alguien me faltó hágamelo saber por favor, porque ya ando distraída.

En fin, ya basta de parlotear porque de seguro ya quieren leer (si no es que ya se brincaron esta parte larguísima xD) En éste capítulo puse un gran empeño, y por supuesto, un giro más en la historia.

 

 

Capítulo 26.- Al descubierto.

 

 

Su cabello se movía con sensualidad cada vez que subía y bajaba con un ritmo constante, duro y placentero. Sus manos apretaban las rodillas de Steve cada que el miembro dentro de él rozaba su próstata, haciéndolo gemir y respirar hondamente. Con un firme movimiento, se sentó rudamente sobre las caderas del militar, haciendo que perdiera el ritmo por el extremado placer que sintió. Se detuvo un momento para ralentizar su respiración, con el pecho subiendo y bajando rápidamente. No podía ver la cara de Steve, pues estaba dándole la espalda viendo hacia sus pies. Mordió su labio y comenzó de nuevo con los movimientos, haciendo círculos.

 

Steve gimió ante el cambio de ritmo, y acarició la espalda acanelada con sus grandes manos, bajándolas lentamente hasta rozar suavemente ese increíble trasero. Quería tocarlo, apretarlo, sentirlo bajo sus manos. Jadeó ante otro movimiento más hondo y fue entonces que no pudo resistirlo y apretó entre sus dedos esas duras nalgas que se mostraban ante él. Las masajeó entre sus manos y lo ayudó a moverse cada vez más rápido sin soltarle. Veía su miembro ser comido deliciosamente por ese anillo estrecho y cálido que lo estaba llevando al abismo.

 

Tony soltó una risita junto con un jadeo ahogado al sentir el repentino ataque a su retaguardia. Su miembro vibró ante la sensación de Steve tocándole—. Q-Qué pervertido te has vuelto… ahhsoldado. —gimió, ladeando su rostro para de reojo mirar al hombre que le estaba penetrando. Lo vio sonrojarse pero sin soltarlo. Eso le hizo sonreír suavemente mientras sus movimientos se volvían lentos y profundos. Estaba cansado. Llevar un ritmo tan rápido a su edad ya no era precisamente algo que fuera su fuerte.

 

Sintió esas manos subir a sus caderas, y tomándolo fuertemente—sin lastimarlo—giró sus cuerpos y lo dejó debajo de él, mirando hacia las almohadas. Stark soltó una exclamación de sorpresa cuando lo sintió volver a entrar y llegar, ésta vez, más profundo. Tomó entre sus dedos las sábanas mientras mordía su labio inferior, para evitar el semi-grito que murió en su garganta en forma de un ronco jadeo. Sin soltar sus caderas, el rubio lo levantó un poco para que quedara apoyado sobre sus rodillas y codos, y así comenzar un ritmo rápido y profundo que los hizo delirar al sentirlo más adentro.

 

     —Tony… eres tan delicioso mgh… tan cálido… —le susurró sensualmente, paseando su lengua caliente por el lóbulo del mencionado, quien no pudo reprimir un gemido al sentir ese pecho fuerte pegado a su espalda, embistiéndolo y diciéndole esas cosas. Joder, si seguía así le iba a dar un infarto. Giró un poco su rostro y encontró las intensas gemas azules que lo miraban profundamente. Dios, ¿dónde había quedado aquel hombre que no sabía nada sobre el sexo? Pareciera como si hubiera practicado aquel deporte desde hace mucho tiempo ya. No lo resistió más y llevó una mano a la mejilla contraria y lo acercó a su rostro para darle un beso lleno de pasión. Sus lenguas se encontraron de inmediato, mientras el ritmo bajaba un poco la rapidez, pero no la intensidad. Ambos gimieron mientras sus lenguas danzaban juntas, con esas grandes manos apoyadas en sus caderas. Cuando se separaron, fue sólo unos centímetros, con los dientes del moreno apresando el labio inferior del rubio, mandándole escalofríos por todo el cuerpo al percibir su aliento y suaves jadeos.

 

Steve no pudo resistir más, y pasando las manos por el pecho de Tony, lo levantó para que quedara sólo apoyado en sus rodillas, mientras volvían a besarse ardientemente. Stark gimió de nuevo, cada vez más fuerte. Llevó su mano hasta su miembro y apretó la punta, paseando su pulgar por la hendidura. No resistió más tiempo y se corrió entre sus dedos, disparando su semen hacia su vientre y sintiendo cómo Steve era cada vez más presionado por su canal. Lo sintió derramarse en su interior, mientras le daba los últimos golpes a su próstata. Se quedaron un instante paralizados, sintiendo los últimos latigazos del orgasmo golpearles. No había nada mejor que comenzar el día que con una buena sesión de sexo.

 

Steve depositó un suave beso en la nuca del castaño y salió con cuidado de su interior. Ambos se desparramaron sobre las sábanas de la gran cama. Sus respiraciones agitadas poco a poco se normalizaron. Stark giró el rostro y se incorporó sobre sus codos, viendo al militar. Parpadeó seguidamente como si despertara de un sueño. Steve estaba ahí a su lado, tumbado y desnudo. El pecho subía y bajaba con cada respiración profunda. Poco a poco, una hermosa y brillante sonrisa se dibujó en su rostro. Tony apretó los dientes sintiendo su estómago encogerse con algo que no supo cómo identificar.

 

Necesitaba desesperadamente un trago.

 

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Clint estiró por primera vez sus brazos al aire como si se tratase de un gato recién levantado. El clima a pesar de ser frío estaba especialmente refrescante hoy. Tronó sus dedos y suspiró con una sonrisa satisfecha en el rostro. Casi de inmediato encontró al Doctor tratando de hacer fuego para calentar la comida.

 

     —Buen día, Doc. Permite que te ayude. —y arrodillándose a su lado contribuyó a que en poco menos de dos minutos la fogata estuviera perfecta para comenzar a calentar la comida enlatada que habían llevado—. ¿Cuánto tiempo más crees que tardemos aquí arriba? Comienzo a dejar de sentir el trasero. —dramatizó sobándose la parte referida. Bruce soltó una risita.

 

     —Pronto, quizá un par de días solamente y encontremos el Iridio para poder volver a casa. —Clint amplió su sonrisa y comenzó a comer el desayuno. A él también le alegraba volver a casa, sinceramente. Es cierto que nunca había sido devoto de la acelerada vida que se llevaba en la urbanización, pero era preferible que aguantar fríos intensos y ventiscas por las noches. Su cuerpo necesitaba un poco de movimiento aunque le costara admitirlo—. La ciudad no es para mí. —reconoció en voz alta. Clint se volvió para mirarlo con la comida a medio masticar.

 

     —Ni que lo digas. Te ves incomodo la mayoría del tiempo. Creo que las únicas horas felices que pasas son el los laboratorios de Industrias Stark. —tomó un sorbo de su bebida caliente y se limpió la boca con la manga de la chamarra térmica—. Deberías tomarte unas vacaciones en Yap. Es una isla ubicada en el océano Pacífico. Una vez Nat y yo tuvimos una misión ahí. Casi nos dio pena interrumpir el silencio y la serenidad de la gente. Aunque no puedes complacer a todo el mundo. Una misión es una misión y punto. —repuso firme—. Te sentaría bien. —

 

     —Gracias, supongo. —su sonrisa tímida fue sincera. Las cosas entre ellos estaban mejorando, y aunque faltara todavía un tiempo para que todo volviera completamente a su cauce, Bruce casi podía deducir que las barreras que él mismo había puesto entre ellos comenzaban a desmoronarse con rapidez—. ¿Cómo vas con Natasha? —se interesó de repente. Ella siempre le pareció una chica algo ruda y fría, pero no la conoció del todo más que un cruce de palabras que parecieron haber tenido en algún punto cuando él todavía trabajaba en S.H.I.E.L.D.

 

     —Bien, muy bien. —una sonrisa de dientes blancos afloró su rostro—. Puede parecer alguien cruel y fría, y lo es. —se carcajeó de su propio chiste acompañado por el pelinegro—. Pero lo cierto es que tiene su lado amable y humano. Tiene una forma de ser que… me dirás masoquista, pero me gusta todo de ella. Incluso las cosas negativas como los buenos ganchos que da en una pelea. Es fuerte, imponente, bonita. Y si mostrara más esa sonrisa que no se ve muy seguido, estoy seguro que tendría más amigos a su alrededor. —y se llevó ambas manos a la nuca.

 

     —Nunca pensé que el arquero inigualable, espía con habilidades específicas y vista de halcón, fuese tan cursi cuando está enamorado. —y su risa resonó como eco por el espacio donde estaban cuando Clint se sonrojó violentamente por el ataque. Lo último que sintió el Doctor antes de seguir riendo más fuerte, fue la bola de nieve que se estampó en su mejilla.

 

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Bostezó tapándose elegantemente la boca. Sus pies se movían aún con pereza al caminar por su recámara, mientras rascaba con su mano libre su espalda. La ducha le había sentado de maravilla, pero sin duda habría sido mejor con la compañía de Steve. Ese hombre se negó alegando que era tarde y ambos tenían coas importantes que hacer. Tony no sabía qué era más importante que una buena sesión de sexo en la ducha. Pero en fin, no podía quejarse porque en la cama el rubio había estado tan… participativo. Nunca se lo imaginó. Por lo visto el alumno terminaría superando al maestro. Sonrió presuntuosamente, y al saberse solo en su recamara, retiró de un jalón la toalla diminuta que cubría su desnudez. Estaba a punto de colocarse el bóxer cuando los toquidos resonaron en la puerta principal y ésta se abrió dándole paso a una cabeza rubia. Los ojos azul celeste se pasearon por su cuerpo lentamente, mandándole un escalofrió involuntario que recorrió su columna.

 

     —¿Qué pasa, Rogers? —preguntó de forma inocente mientras se cruzaba de brazos aún con la prenda interior en la mano. Oh, sí. No iba a desaprovechar la oportunidad que se le presentaba. Parecía un chiquillo en plena edad de la pubertad pero poco le importó. Steve pasó saliva y se relamió los labios nerviosamente, mientras trataba de mirar a otra parte que no fuera él, aunque sus ojos siempre terminaban volviendo a repasar su cuerpo.

 

     —Ehhh, sí… venía a avisarte que ya me voy a S.H.I.E.L.D. —le sonrió un poco ante el ceño fruncido de Tony—. No, no puedo esperarte porque aún tienes que almorzar y ver a Jarvis, y quiero llegar temprano para ver a Nat. No he platicado con ella desde el accidente y necesito saber de su salud. —y antes de que Tony pudiese protestar, el rubio se introdujo por completo en la habitación y le dio un beso rápido en los labios. Las manos de Tony se cruzaron tras su chaqueta impidiendo el escape del militar y lo atrajo de nueva cuenta a su cuerpo. Sus manos delinearon con sensualidad su nuca mientras sus lenguas se encontraban de forma lánguida y perezosa, en un beso apasionado, pero lento y profundo. Las manos grandes y tibias de Steve se posaron con firmeza en su cintura y apretaron un poco, antes de retirarse con una suave sonrisa sobre el rostro—. No trates de detenerme, Stark.

 

     —Steve. —le llamó cuando el otro estaba a dos pasos de su puerta. Él se giró y lo observó con esos hermosos y brillantes ojos celestes. Era como mirar dentro de un hoyo y encontrar agua. Limpia y cristalina agua. Sin un deje de maldad, o tiranía. No había intenciones ocultas. Sólo había un hombre curioso y expectante que lo miraba—. Ehmm… —sus palabras escaparon tras sus pensamientos, y sólo pudo atinar a decirle:—. No llegues tarde. Si lo haces, cenaré sin ti. —y tras otra sonrisa y la promesa de volver temprano, la puerta se cerró.

 

Se quedó de pie ahí, todavía desnudo. ¿Qué estaba pensando?, ¿Qué había querido decirle? Se mordió los labios, pues ni él mismo lo sabía. Suspiró frotándose el puente de la nariz con frustración, recordando ese color de ojos. ¿Por qué jodidos Steve era el tipo de persona que no podías odiar? Tan bueno, tan amable. Odió descubrir eso. Odio descubrir que Steve fuese un hombre tan limpio, tan pulcro, como muchos desearían serlo. Odio que él no pudiera serlo. Que sus ojos guardaran tantos secretos, tantos misterios, un pasado que caía sobre sus hombros, y del cual no podía deshacerse, muy al contrario: cada día añadía un poco más de carga. Sin embargo, esos ojos azules, esa sonrisa blanca, ese hombre en concreto, y su compañía, no hacían más que arrebatarle un poco el peso que cargaba, aligerándole los hombros y que pudiera caminar un poco más erguido. Tan fuerte…

 

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Sus ojos comenzaron a dolerle cuando los abrió. Enfocó poco apoco la luz tenue que colgaba del techo, y entonces la vio. Estaba sentada frente a él en una mesa, jugando distraídamente con su cuchillo, como si fuese un juguete que no podría hacerle daño. Trató de hacer el menor ruido para que ella no supiera que estaba despierto, y cerró los ojos de nuevo. Los sentía pesados.

 

     —Muy tarde, te he visto. —escuchó los pasos acercarse, los tacones resonar poco a poco en el piso blanco. Natasha sonrió cuando se encontró frente al hombre que tanto había maltratado el día anterior—. Estaba ansiosa porque despertaras. Me aburría mucho, y cuando eso pasa no suceden cosas buenas. —paseó lentamente el cuchillo por la garganta del hombre, hasta posarlo sobre la mejilla hinchada por el golpe del día anterior. Él sintió un escalofrío. Tenía hambre, sed y sueño. Y dolor en todo el cuerpo—. No hagamos esto más difícil. Tengo cosas mejores que hacer y no puedo estar todo el día esperando a que hables, así que lo preguntaré de nuevo una vez más: ¿Por qué querías matarme?, ¿para quién trabajas? —susurró muy cerca, tanto que él pudo distinguir el suave ámbar que nublaba las esquinas de sus pupilas verdes.

 

Por supuesto, no contestó. No lo hizo ni cuando otro puñetazo cayó en la mejilla lastimada enviándolo hacia atrás, ni cuando ella pateó cinco veces sus espinillas, doblándolo del dolor. Tampoco habló o hizo el intento de hacerlo cuando ella le aplastó los dedos de las manos con sus tacones. El rodillazo que cayó sobre su abdomen tampoco lo hizo pronunciar ninguna palabra. Sin embargo, cuando Natasha se fue del cuarto y volvió a los pocos minutos con una caja de toques eléctricos, él supo que probablemente su silencio no duraría demasiado tiempo. Le amarró un pañuelo entre los dientes de forma que no pudiera morderse la lengua cuando le estuviera dando los toques. Le colocó los pares de pinzas en los brazos y en su zona íntima.

 

Lo miró con una sonrisa fría y despiadada desde su posición en la mesa y bostezó cuando encendió la máquina en el primer nivel de tortura.

 

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Estaba cepillándose los dientes cuando sintió un par de manos calientes rodeando su estómago. No necesitó voltearse para saber a quién pertenecían, al igual que esos labios que se paseaban con total libertad por su cuello y nuca como si fuera su dueño. Apartó de un manotazo para nada sutil el cuerpo mayor y se agachó sobre el lavabo para enjuagarse la boca. Tardó el tiempo que sintió necesario para dejar de sentirse débil y vulnerable ante la persona que se había colado sin tocar la puerta. Por suerte había lavado su cara y los rastros de lágrimas se habían esfumado desde hacía una hora. Los ojos rojos también estaban desapareciendo para bien de su integridad. Se incorporó después de usar el enjuague bucal y encontró en el reflejo del espejo la cara sonriente de Thor, totalmente ajeno a las circunstancias. Casi deseó estamparlo contra el objeto y retorcerle el cuello. Casi.

 

     —¿Qué necesitas? —le habló sin darse la vuelta con un tono frío e indiferente, pero las manos se posaron en sus hombros y lo giraron con brusquedad para comenzar a devorarle la boca, literalmente. Las manos grandes y toscas del rubio de barba serpentearon sin delicadeza por toda su espalda, haciéndolo sentir diferente a siempre. Se separó del agarre sin dudar de sus acciones y evitó mirarlo mientras volvía a la recámara a paso rápido—. Ahora no, Thor. —murmuró fríamente buscando en sus cajones la ropa del trabajo.

 

     —¿Por qué no? Siempre accedes, hermano. ¿Te sientes bien? —se acercó para observarlo mejor. Loki estaba evitándolo, podía deducirlo a simple vista. Vale, había veces que se había negado al sexo, pero no a un buen oral o caricias subidas de tono, ¿qué era diferente ahora? —El sexo es mejor en las mañanas, siempre lo dices. —pero tras su tono juguetón, las prendas que tenía el ojiverde entre sus manos fueron apretujadas con un sentimiento que no identificó.

 

     —Estoy perfectamente Thor, pero debo ir al trabajo y ya es tarde. —murmuró evadiendo la mano que estaba pronta a posarse en su mejilla. Pero no contó con que el rubio de barba volviera a tomarlo bruscamente y besarlo. Amaba sus arrebatos salvajes, pero éste no era el momento, y no se sentía de ánimos ni siquiera para corresponder. Es más, ni siquiera estaba dispuesto a besarlo hasta que las dudas en su mente se disiparan. Lo alejó poniendo ambas manos sobre sus pectorales. El mayor le dirigió una mirada de confusión, y estaba a punto de hablar cuando el propio Loki lo calló con un dedo sobre sus labios y le indicó la puerta. La sorpresa se pintó en las facciones del gran hombre que era Thor, pero él simplemente lo ignoró y se giró para ponerse la camisa blanca mientras escuchó la puerta siendo azotada sin delicadeza alguna.

 

Suspiró mientras evitaba de nuevo el torrente de lágrimas que sentía atoradas en la garganta. No era un chiquillo para estar llorando por estupideces. Era un adulto, y buscaría la manera de salir de esta situación. Solo necesitaba estar en el trabajo y distraerse un rato. Ansiaba estar solo y beber té mientras leía algo de Shakespeare. Sus dedos temblaron cuando abotonó su prenda, sin lograr hacer las palabras de Odín a un lado. Seguían doliéndole y lacerando su corazón tan amargamente como la noche pasada. Se sentía cansado, harto. Roto. Como si una marea hubiera arrastrado el castillo que con tanto cariño y sacrificio construyó. Probablemente de ese sueño quedaran simplemente los cimientos.

 

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     —¿Qué te dije sobre guardar reposo? Repite las recomendaciones del Doctor y vuelve a la cama ahora mismo. No aceptaré un no por respuesta. —su tono firme atacó sorpresivamente a Jarvis, quien estaba sentado tranquilamente en uno de los sofás de la recámara que le habían acondicionado. Dingo jugaba y revoloteaba alegremente alrededor de sus pies mientras sacaba la lengua.

 

     —Señor, con todo respeto, si usted sigue entrando sin tocar la puerta me dará otro infarto. —exclamó, poniéndose de pie lentamente. Llevó una de sus manos a su corazón para hacer más trágicas sus palabras mientras le dirigía una sonrisa al millonario para tranquilizarlo. Tony frunció los labios, viéndolo de arriba-abajo. Parecía bastante mejor a como había estado. Ya hasta se había duchado y cambiado.

 

     —Eres tan terco como yo, así que lo dejaré pasar. Pero nada de esfuerzos sobrehumanos. Harás las cosas sencillas y ya contrataré a alguien para que te ayude. No pienso dejar que vuelvas a darme un susto así. —y se encuclilló para frotar con las yemas de sus dedos la cabeza peluda del cachorro. Él se acurrucó y sacó la lengua mientras movía su cola, agradecido por las atenciones. Tony sonrió cuando volvió a mirar a Jarvis—. Tal parece que el fósil te ha cuidado bien. Mírate, te ves casi completamente repuesto.

 

     —El señor Rogers cuidó perfectamente de mí ayer, me siento muy agradecido y apenado. Haré algo especial de comer como recompensa a su gran apoyo. —y Tony le frunció el ceño, acercándose hasta él y quedando a su lado. Lo miró por algunos segundos con reproche.

 

     —¿Y qué hay de mí?, ¿quién pagó el Doctor, y las medicinas?, ¿quién se preocupó? ¡Ah, pero Rogers se lleva todos los aplausos, claro! —el tono de reproche y celos hicieron que al mayordomo lo invadieran sensaciones de calidez. Era obvio que el dueño de la casa no hablaba en serio, sólo estaba molestando. Su corazón se apretó cuando Tony lo tomó de ambos hombros y lo obligó a mirarlo—. Promete que vas a cuidarte más, Jarvis. Odio decir esto, pero ya no estás en edad de hacer esfuerzos grandes. Me gusta tu presencia en esta casa, y no quiero jubilarte por la misma razón, no porque necesite que hagas las cosas de la casa todo el tiempo. Eres como mi familia, pero no quiero arriesgarte. Puedo contratar a alguien más, pues tu salud es más importante y aceptaré si lo que quieres es retirarte y-

 

     —Señor Stark. —le interrumpió con una sonrisa que expresaba lo que tanto quería decirle—. Gracias por preocuparse tanto por mí. —y los ojos del castaño brillaron con el cariño que le había profesado siempre. Por primera vez en mucho tiempo, Jarvis se permitió a sí mismo la acción de llevar su temblorosa mano hasta los mechones rebeldes y agitarlos con cariño, como hizo tantas veces cuando el millonario era solo un niño caprichoso—. Jamás volveré a preocupar a quien siempre he querido como un hijo. —Tony se quedó sin palabras, pero su corazón pareció encogerse un poco. Bien, la escena estaba siendo terriblemente cursi, y hasta Jarvis se dio cuenta—. ¿El señor Rogers se ha marchado ya? —desvió la conversación.

 

     —…Sí. Dijo que tenía que estar en SH.I.E.L.D. por si aparecía la agente Romanoff. No la ha visto y tal parece que necesita verla. Aunque no sé para qué si esa mujer es más diabólica que Pepper cuando está estresada. —torció la boca en un gesto disconforme, sin reparar en la sonrisa que el mayordomo tenía puesta sobre los labios. El tono de Tony, ¿a qué le sonaba?

 

     —¿Está celoso, señor? —Stark lo miró alarmado—. Me atrevo a decirlo por el tono que ha empleado al referirse a la señorita Natasha. —él resopló, haciendo pasar por burla la sensación amarga que cruzó por su garganta y se instaló como un piquete a la altura de su pecho. ¿Celoso él? ¡Por favor, tony Stark no conocía esa palabra. Sin embargo, algo dentro de él pesó como una roca. Probablemente estuviese tratando de mentirse a sí mismo, pero no quería debatir sobre ese asunto. Jarvis pareció dejar ese tema de lado también, y un silencio incomodo reinó sobre ellos.

 

     —Vamos, dilo. —le animó, frotándose las sienes con dos yemas—. Sé que hay algo que te inquieta, y si no me lo dices ya no habrá otra oportunidad porque estaré en el taller todo el día. ¿Qué atormenta a mi mayordomo? —y tomó asiento donde antes había estado el hombre viejo. Se le quedó mirando, notando la indecisión sobre sus facciones masculinas y maduras. Los años, claramente, no pasaban desapercibidos. Él fue testigo de ver nacer cada una de las suaves arrugas que ahora surcaban ese rostro cansado.

 

     —El señor Rogers volverá a su época? —lanzó la pregunta directamente, fingiendo acomodar los almohadones de la cama donde había descansado, evitando así los escrutadores ojos chocolate de Tony. Él guardó silencio por algunos momentos, analizando la respuesta, y contestó:

 

     —Probablemente… —fingió dudar, apoyando su barbilla en una mano con gesto pensativo—. Seguro que sí, Jarvis. Esa pregunta es bastante tonta. El hombre volverá al tiempo al que pertenece. ¿Vas a extrañarlo, acaso? —cuestionó burlonamente. Jarvis le dirigió una larga mirada, y después tomó asiento en la cama. Los pequeños ladridos alegres del perro fueron los únicos que hicieron eco en la habitación.

 

     —Sí. El señor Steve es un buen hombre y echaré de menos su presencia en la Torre. —aceptó. Después frotó las manos sobre sus rodillas y decidió que podía seguir preguntando, porque Tony no se había movido de su puesto y lo miraba atento, esperando—. ¿Y usted señor?, ¿Va a extrañar al Capitán Rogers? —su mirada tan profunda atravesó a Tony Stark dejándolo sin palabras. Bien, eso era algo que no esperaba. El golpe le llovió, al parecer. Abrió y cerró la boca para tratar de evadir a los inquisitivos ojos, pero terminó por rendirse.

 

     —¿A dónde quieres llegar con esto? —cuestionó frunciendo el ceño, dejando un tenso silencio entre los dos. Jarvis no retiró la mirada, incluso cuando Dingo comenzó a morder las agujetas de sus zapatos—. No, no me pongas esa cara. Esos ojos de borrego no me van a ablandar. —se acomodó mejor sobre el sofá. La conversación estaba tomando un cauce diferente, y lo adivinó cuando el otro volvió a hablar.

 

     —Creo, si me permite la indiscreción, que debería hablarle de su pasado. —y la tensión en el cuerpo del millonario se hizo ésta vez notoria. Frunció las cejas, juntó las manos, dobló una pierna y la colocó encima de la otra. Jarvis siguió cada movimiento con ansiedad disimulada.

 

     —No lo haré nunca. —habló firme y sereno, tratando de aparentar que no estaba algo impactado por la magnitud de la frase de Jarvis. ¿Hablarle a Steve sobre él? Bien, había considerado un poco—solamente un poco—hablarle sobre su pasado a ese hombre, pero desistió de la idea casi de inmediato—. Alguien como Steve jamás perdonaría algo así. —y lo dijo con clara amargura y realidad. Pero su pasado tenía tantos matices oscuros que no podría mirar a los ojos a Rogers y decirle la verdad. Simplemente… no. No quería ver aquella mirada de nuevo, la misma que vio en Pepper años atrás. Decepción.

 

     —Usted ha pagado muy caro por sus acciones del pasado. No hay nada que pueda hacer al respecto para reparar los daños. —incitó. Él sabía todo sobre la relación que esos dos le trataban de ocultar. No hacía falta ser un gran observador para identificar los sentimientos de ambos a través de sus miradas. Jarvis pensaba, y tenía la idea, de que cuando Tony por fin lograra revelarle su pasado a Steve, éste brincaría la barrera que lo detenía. Necesitaban un empujón para darse cuenta de lo que ambos—sí, ambos—sentían por el otro. Las heridas podrían volver a abrirse, pero ellos se ayudarían mutuamente a cerrarlas. Y él confiaba plenamente en esa idea.

 

     —Ese es el problema, Jarvis. —murmuró perdido entre sus recuerdos más amargos. Todo estaba grabado a fuego en su memoria, como si acabase de ocurrir. Él era un monstruo. Su pasado era tan deplorable que estaba seguro que si Steve se enteraba saldría huyendo en lugar de ayudarlo. Y con justa razón. Tony Stark sentía asco de sí mismo—. Todos tomamos decisiones en la vida, y eso está bien. La cosa difícil es vivir con ellas, y no hay nadie que pueda ayudarte con eso. —vio al cachorro acercarse hasta donde estaba la alfombra del piso, y comenzar a juguetear con ella. Cerró los ojos por un momento y suspiró—. Me pregunto si el niño que alguna vez fui se avergonzaría del adulto que soy ahora. Tan desesperado por querer intentar ser diferente.

 

     —Yo estoy orgulloso de usted, señor. —su tono suave de voz y la emoción implícita en sus palabras, solo lograron que en el rostro de Tony se formara una mueca con intento de sonrisa.

 

     —Siempre tan modesto, Jarvis… pero no voy a aumentar tu sueldo. —y tras la sonrisa vacía, tan característica que ponía siempre que quería huir, se levantó como un resorte y salió de la habitación. Estaba pálido y abatido. Jarvis se preguntó si había sido buena idea recomendarle aquello.

 

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Frotó su cuello mientras fruncía el ceño con gesto cansado. Todavía no lograba conseguir que el hombre al que estaba torturando hablara. El muy idiota se había desmayado después de la pequeña sesión de electroshocks. Pero no iba a rendirse. Generalmente sus víctimas se hacían las fuertes, pero terminaban cediendo rápido. Esperaba que ésta fuese una de esas veces. Y para colmo, Nick Fury quería verla en su oficina.

 

Tomó el camino más largo, queriendo así alargar el tiempo de su visita, pero estaba claro que sólo estaba perdiendo el tiempo. Sabía sus responsabilidades, y estaba segura que la reunión se debía sólo para ejercer presión. Lo corroboró cuando entró a la oficina y se encontró con un ceño fruncido a través del escritorio. 

 

     —Señor, buen día. —él respondió con una seña de la cabeza. La pelirroja tomó asiento y guardó silencio por un minuto, antes de seguir hablando:—. El hombre que capturé no ha querido decir ninguna palabra todavía, pero estoy segura que no pasará de hoy o mañana. Su nivel de desesperación ha ido incrementando rápidamente y-

 

     —Agente Romanoff. —le interrumpió—. Usted y yo sabemos que ese no es el motivo de esta reunión. Estoy consciente que está tratando de evitar su misión, así que seré directo. ¿Debo reemplazarla? Porque si usted sigue postergando la orden que le dí, voy a moverla de departamento. —ella frunció los labios. Su garganta se secó y recordó porqué ese hombre era el Director. Él no sólo era inteligente. Era precavido y sabía bien el terreno donde pisaba. Conocía a cada uno de sus agentes y no había manera de lograr engañarle. Incluso ella.

 

     —No, señor. Cumpliré con mi deber. —la voz le tembló un poco, pero tuvo el valor suficiente para ver su ojo negro. Él asintió buscando en su rostro algún indicio de mentira, pero al no encontrarlo simplemente tomó con su mano derecha un folder con papeles dentro y lo azotó de forma brusca frente a ella.

 

     —Sabe muy bien qué hacer con esto. Puede retirarse. —asintió rígidamente y tomó el folder entre sus manos cubiertas por los guantes negros de cuero. Salió rápidamente de la oficina, y caminó hasta encontrar un pasillo vacío en el que pudiera revisar el contenido sin ser vista. El eco de sus botas resonaba por todo el lugar, y de vez en cuando se cruzaba con algún agente que la saludaba. Entonces lo encontró. Miró hacia ambos lados y se internó en el pasillo por el que nadie circulaba jamás. Ahí podría estar tranquila.

 

Abrió lentamente el folder y comenzó a hojear cada hoja con información. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando cayó en cuenta de lo que se trataba. Lo cerró como si el simple contacto la quemara. Lentamente se recargó en la pared y cerró los ojos con frustración. ¿Estaba dispuesta a hacerlo? Esta misión implicaba más que cualquier otra, era personal. Haría daño a dos personas, de las cuales Steve era quien más le importaba. Recordó lo bueno que él fue con ella, la forma en que la llamó amiga y el cómo salvó su vida poniendo la suya propia en peligro. No merecía esto. No lo merecía. Sin embargo, la misión había estado dada desde antes que ella forjara un lazo con el rubio, y la aceptó. Todo era su maldita culpa.

 

     —Agente Romanoff. —se sobresaltó al escuchar la voz. Estaba tan metida en sus pensamientos que no notó cuando el hombre se acercó a ella con una leve sonrisa—. Rogers te está buscando. Date prisa, lleva un rato dando vueltas por ahí. Parece que ansía verte. Le dije que estabas en los cuartos de tortura. —y se dio media vuelta, marchándose por donde llegó. No le dio tiempo a contestar nada. Pero ahora no podía huir porque Steve ya sabía que se encontraba en S.H.I.E.L.D. Y seguramente ya hasta sospechaba que estaba huyendo. Miró de nueva cuenta el folder y no hizo más que apretarlo con un poco de fuerza con la mano que tenía bien. Miró ahora su brazo enyesado.

 

El corazón se le apretujó al imaginar la cara de Steve. Pero una misión, siempre era una misión.

 

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Pepper gruñó totalmente frustrada frente a su tecnológico y avanzado computador portátil. Estaba sentada en el gran sofá de la oficina de su jefe, esperándolo en vano. Él había llamado brevemente para anunciarle de forma descarada que no iría a trabajar porque quería jugar en su taller un rato. Había añadido, cínicamente, que no se olvidara de sus tres gotas de calmantes diarios. No le dio tiempo a gritar cuando la llamada se cortó.

 

Así que ahora, gracias al irresponsable de Tony, tenía el doble de trabajo. No solamente saldría tarde de Industrias Stark, sino que sus horas de sueño estaban claramente reducidas. Quería ahorcar a ese hombre, de verdad. Pero por el momento no había nada que pudiera hacer, ¿o sí? Una sonrisa cruel se dibujó en su fino y elegante rostro, y caminó a paso lento hasta encontrar su agenda telefónica. Estaba segura que había anotado ese número en alguna parte. Cuando lo encontró después de pasar algunas cuarenta páginas repletas de nombres importantes, sonrió victoriosa.

 

     —Señorita, buenas tardes. —saludó mirando su reloj—. Quiero hacer una cita para hoy en la noche hasta mañana en la tarde. Sí, 24 horas de servicio. —esperó a que respondieran del otro lado, mientras tanto seguía trabajando en los papeles que ahora tenía que leer. Hacer más de una o dos cosas a la vez era su especialidad—. Ah, no se preocupe por eso. Quiero la suite presidencial, las tres comidas y… ¡perfecto! Todo el paquete entonces. Sí, no importa el precio. Ponga la cuenta a nombre de Anthony Stark. Hasta luego. —y colgó la llamada sintiéndose un poco culpable. ¿Pero a quién quería engañar? Se merecía esto. Era una forma de venganza hacia su jefe, y él dijo que debería tomarse unas vacaciones.

 

Sólo sería una noche, pero pensaba disfrutarla al máximo. ¿Qué importaba? La suma de dinero no era tan exorbitante como lo que acostumbraba a pagar su jefe en sus lujosos viajes. Y ella era su amiga y asistente, así que era como una recompensa por tanto estrés.

 

Recordó entonces que aún no había visto los archivos que guardaba Obadiah. Dejó el USB en su casa por precaución. Ansió ver ya lo que ocultaba ahí, pero la pila de papeles que Tony le había botado para que ella los revisara le aseguraba un trabajo sin descanso. Después tenía la cita en el Spa. Bueno, de todas formas no creía que aquello que Obadiah resguardaba fuera tan importante.

 

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Loki cerró el libro de golpe. Era la quinta vez que leía el párrafo y no podía concentrarse porque sus pensamientos lo distraían. Leer a Shakespeare no era difícil, pero se complicaba un poco cuando las cosas no andaban bien con él. Decidió dejar eso por un rato y sólo dedicarse a tomar su té. Estaba moviéndolo lentamente con la cuchara, escuchando el suave repiqueteo de ésta al chocar con la cerámica fina de la taza. No fue consciente de cuando alguien se acercó hasta su mesa.

 

     —Buenas tardes. —le saludaron. Sus ojos chocaron con un par de ojos grises, grandes y serenos, profundos—. ¿Puedo tomar asiento contigo? Las demás mesas están ocupadas, y tengo que checar algunos archivos mientras tomo mi café, y bueno… —sus mejillas adquirieron un leve tono rosado—. Eres la única persona que está sola y pensé que… —ya no pudo continuar porque Loki le asintió sin querer escuchar más explicaciones baratas—. Soy John Wheist. Un placer. —le sonrió tomando asiento frente a él.

 

     —Loki Laufeyson. El dueño. —respondió brevemente en tono frío. Él volvió a sonreír con algo de vergüenza por las molestias, y sacó de su portafolios una notebook en la que comenzó a teclear con rapidez. Al parecer llevaba prisa. Pidió un café solo y pareció ignorar por completo la presencia del ojiverde. A él no le molestó para nada aquello, pues odiaba a la gente hostigante. Lo prefería de esa forma. Repasó con sus verdes ojos la figura masculina de ese hombre con traje. El indicio de barba le sentaba bien al igual que el cabello negro y las cejas tupidas. Ni hablar de su tez acanelada levemente.

 

     —¿Es la primera vez? —por primera vez en lo que iba de su presencia, el hombre se atrevió a mirarlo con sus profundas gemas. Loki alzó una ceja sin admirarse por la pregunta, pero sin entenderla. Él soltó una risita, avergonzado de no explicarse bien—. Noche de Reyes, me refiero. Es una obra bellísima. Qué triste que sea poco conocida. —relamió sus labios antes de beber un sorbo de su café.

 

     —Sí, lo sé. Las personas sólo han leído o escuchado de Romeo y Julieta, o Hamlet, y sienten que pueden comprender su prosa. Va más allá de eso. Él siente e identifica, lanza y sueña. —y sonrió suavemente, rememorando las horas y horas que había pasado a lo largo de sus años devorando ávidamente cada uno de sus libros una y otra vez.

 

     —“No temáis a la grandeza; algunos nacen grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza le es impuesta, y a otros la grandeza les queda grande.” —citó una frase del libro—. Es mi pasaje favorito de toda la obra, aunque ésta se compone de grandes frases. —y tras otra sonrisa, bebió más café. Loki lo acompañó bebiendo de su té.

 

     —¿Lo has leído? —cuestionó con algo de admiración. No era fácil encontrar a una persona que leyera también a Shakespeare. Es más, ni siquiera era usual que un hombre de traje lo hiciera. No estaba discriminando, pero pensaba que los hombres de oficina se ocupaban más de asuntos administrativos y no gozaban del tiempo suficiente para la lectura.

 

     —Unas tres o cuatro veces. Es de mis favoritos. —su mano se movió ágilmente hasta su bolso. De ahí sacó, para sorpresa de Loki, el mismo libro que él tenía. Aquello lo hizo sonreír sin poder evitarlo, alternando la mirada entre el libro y John—. El trabajo no me deja mucho tiempo libre, pero cuando tengo, lo aprovecho en la lectura. Es un hábito que tengo desde que era pequeño. —Loki mordió su labio inferior y miró el reloj de su Cafetería.

 

     —¿Tienes que regresar pronto al trabajo? —cuestionó intentando sonar casual. Él miró su reloj de mano, tecleó algo en su notebook y la apagó. Entonces la guardó en su portafolios y volvió la vista hacia él.

 

     —No creo que mi secretaria se moleste si llego algo tarde. Siempre hay una primera vez para todo. —y tras corresponder la sonrisa blanca del ojiverde, se acomodó mejor sobre la silla—. ¿Quieres tomar otro té? Porque me apetece otro café. —

 

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     —¿Nat? —la voz de Steve resonó por toda la oficina. Había dado dos toques antes de entrar, pero tarde se dio cuenta que estaba vacía. Se había llevado toda la mañana entrenando y buscándola. Le habían dicho que estaba en los cuartos de tortura sacándole información a un hombre que había querido matarla. Eso lo ponía más preocupado todavía, porque con eso era claro que el accidente que ellos habían tenido en la misión había sido más que una simple trampa. Alguien quería deshacerse de ella.

 

Buscarla por todos lados y no encontrarla estaban comenzando a frustrarlo. Porque también había otra opción que no descartaba: estaba evitándolo. Aunque la razón no la sabía. Llevó ambas manos a sus caderas y las puso en jarras. Bueno, ahí tampoco estaba. ¿Dónde se había metido esa mujer? S.H.I.E.L.D. era o bastante grande para entretenerlo buscándola por todo el día. Pero cuando consultó la hora en su reloj se dio cuenta que debía volver a casa para comer con Tony. Una sonrisa pequeña surcó su rostro cuando lo recordó. ¿Qué tenía ese hombre que ejercía un fuerza invisible sobre él?

 

Iba a darse media vuelta y marcharse, pero algo llamó inevitablemente su atención. Era un folder de pasta amarilla puesto descuidadamente sobre el escritorio de la Agente. Quizá alguien lo había dejado ahí, o quizá hubiese sido ella quien lo olvidó. No quería abrirlo, pues no quería que lo tacharan de fisgón si lo descubrían, pero la curiosidad lo invadió. Quizá encontrara ahí dentro una pista sobre el paradero de la pelirroja. Tomó el folder y lo abrió. Sus ojos se entrecerraron y después frunció los labios. ¿Por qué en ese folder…?  Salió de la oficina cuidándose que nadie lo viera y buscó un lugar tranquilo para leer los papeles que acababa de encontrar.  

 

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Tony se revolvió incómodo en su asiento. Trató de embonar una pieza que hacía falta para aumentar la velocidad del motor de su coche, ese que casi había olvidado por el poco uso que le daba. Pero simplemente no podía quitarse del pensamiento las palabras de Jarvis. Ni siquiera la música resonando por el taller a todo volumen logró hacer que escapara.

 

Frustrado, aventó la pieza hacia el suelo y caminó hasta desparramarse sobre su sofá negro. Apagó la música y todo quedó en un silencio tan hondo, que ni su respiración se escuchaba. Sólo el suave pasar de los segundos en su reloj. Bien, ya era más de media tarde y pronto la noche iba a caer sobre la ciudad que no dormía. Steve debería llegar pronto a casa. Algo botó en su interior y se apretó. Qué estúpido se sentía. Sólo quería que… diablos, ¿a quién engañaba? Quería ver al rubio y besarlo, recorrer con sus manos aquel fuerte y firme pecho, lamer cada rincón de sus músculos, chupar su delicioso miembro y después meterlo en su interior. Sentirlo moverse, escuchar sus exquisitos jadeos, su acelerada respiración, y… joder. Apartó sus pensamientos cuando sintió un pinchazo en su intimidad. Podría hacer todo aquello realidad cuando Steve volviera a casa.

 

¿Decirlo u ocultárselo? Claramente ya había considerado revelarle a Steve su pasado. El problema es que no sabía la reacción de éste, y aunque le dolía aceptarlo, le dolería ver su desprecio en sus ojos azules. Además Steve volvería a su época, ¿no? Así que no le dio más importancia al asunto y decidió cerrar los ojos y dormir un rato mientras Steve llegaba.

 

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Loki estaba haciendo las últimas cuentas de las ganancias del día cuando dos toquidos en la puerta llamaron su atención. Se acercó con algo de duda sobre si era buena idea o no abrir la puerta, pues ya estaba oscureciendo y los empleados se habían ido. Negó con un gesto, quitándose la paranoia de un asalto o secuestro. Cuando abrió la puerta se encontró con el impasible rostro de John.

 

     —Eh, hola. —le saludó él con una sonrisa tenue—. Me alegra encontrarte todavía, ¿estabas cerrando ya? —cuestionó dando una hojeada al interior del negocio. Loki asintió.

 

     —Sí. Justo estaba a punto de irme. —respondió. Lo invitó a pasar y tomó su abrigo del perchero, guardando su libro dentro de su maletín.  El otro no perdió pista de lo que hacía, y sin poder evitarlo, se puso algo inquieto. Nunca había sido observado por tanto tiempo por alguien que no fuese Thor. Aquello le hizo detenerse un momento al recordarlo. Espabiló y siguió guardando sus cosas—. ¿Necesitabas algo? ¿Se te olvidó alguna cosa?

 

     —Ehm, no. Venía a verte. —los ojos verdes de Loki viajaron hasta su interlocutor con algo de sorpresa—. Me preguntaba si querías ir por ahí a cenar, ya sabes. Me ha gustado mucho platicar contigo y quisiera que nos conociéramos más. —y tras otra mirada larga que recibió, se sonrojó un poco y se apresuró a decir:— ¡Oh, no! No hay dobles intenciones, Loki. —y se pasó nerviosamente una mano por sus mechones negros. 

 

     —Claro, ¿por qué no? —se encogió de hombros y se colocó debidamente su abrigo. Después John le ayudó a cerrar el negocio y ambos caminaron por las—aún—frías calles de Nueva York, al sonido del saxofón que nunca dejaba de sonar.

 

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Tarareaba una cancioncilla alegremente mientras se servía una taza de café. Las siete de la tarde estaban corriendo rápidamente, y de Steve ni sus luces. Tony hizo una mueca disconforme, suspirando. Que llegara cuando quisiera, no le importaba. Tomó una cucharilla y vertió la cantidad de azúcar necesaria. Jarvis estaba en su recámara descansando, y él… bueno. Estaba ahí desde las seis esperando al soldado. Qué patético se sentía.

 

Escuchó el sonido de la puerta ser abierta y cerrada con fuerza y brusquedad. Sonrió ligeramente sin darse cuenta. Salió al encuentro de Steve sin esperar un momento más, quien estaba parado a la mitad de la sala, dándole la espalda. No percibió que el ambiente había dado un cambio ligero. Repasó su cuerpo y se acercó más a paso lento, comenzando a hablar:

 

     —Llegas casi una hora tarde, soldado. —bromeó seductoramente, pero Steve se dio media vuelta y lo encaró. Se detuvo en seco observando su mirada. Esos ojos que lo miraban con frialdad, firmeza y decepción. Algo se atoró en su garganta y tras eso, un presentimiento oprimió con rudeza su corazón. Entonces percibió los hombros tensos y la respiración algo acelerada del otro. Llevaba entre sus manos apretadas un montón de papeles—. ¿Te sientes bien?, ¿sucede algo? Porque no pienso soportar a un soldadito a quien le ha ido mal en una Organización de locos como S.H.I.E.L.D. —intentó aligerar el ambiente, pero sólo consiguió que Steve frunciera el ceño hasta que sus cejas casi se juntaron. Tardó algunos minutos más en hablar.

 

     —¿Por qué…? —su pregunta se hundió entre sus labios de forma casi amenazante. Repasó con una de sus grandes manos el rostro y sus cabellos, despeinándose de forma brusca. Trató de serenarse, pero cuando volvió la vista a los papeles que tenía en la mano, su furia y todos los sentimientos encontrados que tenía, volvieron a emerger al recordarlo todo. Se sentía decepcionado, turbado por tanta información. Pero no había tiempo de dudar, pues los informes era oficiales. Así que se acercó hasta donde estaba el millonario y aventó los papeles al piso, esparciendo éstos al instante sobre la alfombra costosa. Tony bajó los ojos y éstos se abrieron con sorpresa cuando identificó su rostro en varias hojas. No sólo había información, sino también recortes de periódicos y revistas amarillistas. Cerró los ojos. No fue necesario mirar más para saber los encabezados, los sabía de memoria. Steve le miró adolorido, antes de volver a hablar:—. ¿Por qué no me lo dijiste?... ¿¡Por qué jodidos ocultaste que eres un maldito asesino!?

 

Y las palabras golpearon crudamente como una bofetada la cara del castaño. Sintió frío, una roca en el estómago. Las piernas le temblaron y sus puños se apretaron tan fuerte como sus ojos al oír la clara decepción marcada en cada palabra. Steve había descubierto, por fin, al hombre oculto detrás del nombre de Tony Stark.

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado :33

Si ustedes siguen comentando como hasta ahora, el próximo capítulo (que ya estoy escribiendo) vendrá en menos de una semana, ahora sí lo prometo :3

Además tengo dos sorpresas. 

La primera es que tengo un one-shot en proceso, que está casi listo. Me esperaré para subirlo junto con el próximo capítulo, como regalo por la espera :3

La segunda, es que no perdí tiempo y me puse a estructurar un nuevo fic. Será ammm algo larguito también, y lo comenzaré justamente cuando éste termine. Espero todo su apoyo!

¡Un beso enorme y espero leernos pronto! <3 

 


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