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El tiempo entre nosotros por Sawako_chan

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Notas del capitulo:

¡Hola! He vuelto lo más pronto posible :D

Sí, nuevamente es de madrugada y tengo clases mañana, pero ¿qué importa si puedo traer la actualización antes? Y más al leer cada uno de sus hermosos y motivadores comentarios. De verdad, no saben cuánta felicidad me da el poder generarles tantos sentimientos con esta historia que en un momento pensé, sería sencilla. Cada palabra de ustedes me animó a escribir este capítulo con alegría, pero también con tristeza porque poco a poco nos estamos acercando ya al final.

Quiero que sepan que estoy muy agradecida por saber que apoyan este proyecto, y que la historia les gusta tanto. ¡Los amo!

Nos veremos en las notas finales :3

 

 

Capítulo 27.- Recuerdos fragmentados.

 

 

 

El silencio se extendió lo suficiente como para que Tony se agachara y recogiera cada uno de los papeles aventados al piso. Steve, sin inmutarse ni ayudarle, se cruzó de brazos y lo contempló con unos ojos tan severos, que el millonario se sintió como su tuviera cinco años de nuevo. Sus dedos casi temblaron al ver su rostro en tantas fotos, tantas letras que declaraban lo que él era. Sintió asco de sí mismo, de su pasado.

 

     —¿Dónde encontraste esto?, ¿quién rayos te lo dio? —atinó a preguntar para llenar aquel hueco que de repente se sentía en la sala; para tratar de cerrar la distancia que parecía hacerse más grande entre ellos. Alzó la mirada y se encontró con esos ojos celestes oscurecidos por la decepción.

 

     —¿Acaso importa? —preguntó con un deje de ironía y frialdad que dejó helado a Tony por primera vez en mucho tiempo—. Lo importante no es de dónde lo saqué, sino la magnitud de la información. ¿No te atreves a negarlo siquiera? ¿Aceptas esto? ¿Aceptas que eres un asesino? —y cada palabra era como una daga bien clavada en el pecho del excéntrico hombre, quien no imaginó jamás que aquellas frases pudieran calarle tan hondo. Y menos viniendo de Steve. Iba a tratar de defenderse, pero la masculina voz del militar volvió a resonar:—. Por tu culpa murieron muchísimas personas, familias enteras… ¡Niños inocentes! ¿Sabes cuán despreciable es vender armas ilegalmente para el terrorismo? ¿Te das cuenta de-!

 

     —¡No eres jodidamente nadie para juzgarme! —le recriminó ofendido ésta vez, porque si bien él era todo eso, Steve no conocía nada de él, ni de su vida. Sus puños se apretaron con dolor, casi con odio. Odio a todo lo que no pudo hacer, odio a todo lo que no pudo salvar. Pero no dejaría que alguien que se había entrometido en su vida hacía tan poco, se creyera con el derecho de juzgarlo:— Hago lo que me plazca, soy Tony Stark. —sonrió amargamente, tratando de sentirse tan fuerte y frío como su careta le daba a entender al otro hombre. Tratando inútilmente de que la muralla que había construido no se desmoronara ante el rechazo que sentía palpable en la habitación.

 

     —Claro, el hombre millonario puede darse el lujo de tronar los dedos cuando quiera y sus deseos se cumplen. —le dijo con amargura, paseando su vista por todo su cuerpo y rostro. ¿Podía ser tan indiferente?, ¿su grado de hombre millonario sin escrúpulos alcanzaba de verdad para tanto? Steve se sintió como si algo se hundiera en su pecho, porque ese no podía ser el hombre que se había colado en su corazón sin querer—. ¿Qué pasa con ellos? ¿Con quienes tienen que luchar diariamente para sobrevivir? ¡Eres un egoísta! —le apuntó con el dedo.

 

     —¡Fui valiente y seguí adelante!, ¡traté de componer lo que hice! ¿¡Estás contento con eso!? —de un manotazo aventó el dedo que lo señalaba, recordando a todos y cada uno de aquellos que lo hicieron en su pasado. Recordando todos aquellos rostros que lo habían mirado y desdeñado.

 

     —Los valientes son aquellos que saben a lo que se enfrentan y aún así salen a su encuentro, no quienes pagan una suma exorbitante de dinero para callar los periódicos y la prensa. Tú eres un maldito cobarde ocultándose detrás de un escritorio de empresario, tras una jodida máscara y una sonrisa perfecta. ¿Quítala y qué eres? ¡Nadie! —le escupió cada palabra al rostro, dejándole entrever lo decepcionado que se sentía al descubrir quién se ocultaba bajo esa piel. 

 

     —Y tú eres un soldadito entrenado que no sabe nada de mí. No tienes derecho. —y alzó la frente en señal de que no estaba dispuesto a dejarse doblegar por esas palabras. Sus puños e apretaron fuertemente al contorno de los papeles que deseó con todas sus fuerzas, dejaran de existir.

 

     —No he conocido más que lo que veo, y por lo visto no fue verdad. ¿Quién eres en realidad, Tony Stark?, o debo decir, ¿el mercader de la muerte, como anuncia ese periódico en el encabezado? —y tras lanzar la pregunta con veneno incluido, cegado por el remolino de sentimientos y moral destruida que iba en contra de los principios de Steve, Tony le lanzó los papeles sin consideración.

 

     —¡Cállate, Rogers! ¡Eres igual que ellos, que todos!, ¡estás en un maldito error si esperas que me hinque ante ti y pida perdón por mis actos, cosa que claramente no haré! —le reclamó tan fuerte, que se sorprendió que Jarvis no apareciera por las escaleras. Seguramente pensó que eso era problema de dos— ¿Acaso tú sabes qué hay detrás de eso?, ¿detrás de lo que me convertí? ¡Venganza! S.H.I.E.L.D., tu preciada y maldita Organización de mierda traicionó y mandó matar a mi padre, ¡querían adueñarse de sus millones y su tecnología! —y fue su turno para arder en ira, ante la cara de estupor del rubio. Steve no esperó aquello, él no… pero no reaccionó a tiempo, porque Tony de inmediato lo tomó del brazo y lo empujó hasta la puerta— ¡Largo de mi casa!

 

Y lo último que logró escuchar, fue la puerta siendo cerrada frente a él

 

o.o.o.o.o.o

 

Bostezó cuando por primera vez, se sintió con ganas de cruzar aquella puerta. El cansancio pesaba sobre sus hombros, pero la sonrisa no se borró de su cara ni un instante. Dejó su suéter en una de las sillas del comedor y anduvo a paso suave hasta la cocina. Sacó una taza y bebió algo de café antes de volver a apagar las luces y dirigirse ésta vez al pasillo. Tenía los ojos semi-cerrados y el cerebro medio trabajando.

 

     —Llegas tarde. —casi dio un brinco al oír la masculina y susurrante voz salir de una de las paredes. Se llevó la mano al corazón y respiró hondamente al ver salir a Thor de entre las penumbras que ahora era su casa. No podía enfocar bien su rostro, pero distinguió un ceño más que fruncido. Estaba enojado, pero Loki no tenía ganas de pelear. Hoy no.

 

     —No me di cuenta. —fue su simple respuesta. Evadió el gran cuerpo que se cargaba el rubio de barba y entró a su habitación. La que por cierto, ya no compartía más con su hermano. Iba a cerrar la puerta, pero una fuerte mano lo impidió. Se miraron durante algunos segundos, pero finalmente el ojiverde dejó en paz la perilla y se volvió. Thor entró y cerró la puerta tras de él.

 

     —¿Dónde estabas? No sueles llegar a esta hora. —se cruzó de brazos mientras miraba a su hermano menor ir de aquí para allá arrastrando los pies. Se quitó la camisa del trabajo y se puso en su lugar, una camiseta aguada de seda que a Thor le provocaba querer aventársele encima. Pero en esos momentos otros pensamientos ocupaban su mente. Loki se encogió de hombros y pasó a su lado, ignorándolo. Pero Thor pudo percibir el olor a alcohol.

 

     —No creí que fueras mi guardián. —soltó una risita ahogada e irónica, y amarga. Se desabrochó los pantalones y se los quitó, sustituyendo su desnudez por un pantalón de seda. El rubio siguió cada uno de sus movimientos, pero permaneció clavado en su lugar—.  Salí con un amigo a beber. —dijo finalmente, esperando que el otro se marchara para poder dormir ya.

 

     —¿Amigo? Tú no sales con nadie a excepción de Tony, y no creo que haya sido él o te habría traído a casa. ¿Con quién saliste? No quiero mentiras. —y entonces sí tomó su brazo y lo giró para mirarse directo a los ojos. Loki hizo una mueca y se soltó del agarre con un manotazo, alterándose poco a poco.

 

     —¿Quién crees que eres? No necesito darte explicaciones de nada de lo que hago, ¿ahora sí te interesa dónde estoy, o con quién? No me gusta tu posesividad, y si vas a empezar a armar una escena de celos mejor lárgate de mi habitación. —le señaló la puerta, con la voz fría e indiferente que se coló por los oídos de Thor. Alzó la barbilla con negligencia, pero el silencio reinó entre ellos pesado y absorbente. La discusión se avecinaba, Loki podía palparlo. Y si antes no tenía ganas de pelear, ahora la furia y el deseo de sacar todo de su pecho, ardían y se expandían con la fuerza que lo espantó. Pero Thor simplemente lo contempló desde su posición.

 

     —Loki, tienes razón. Sabes que he tratado de controlar mis celos pero a veces lo haces imposible. —le dio la razón. El mayor problema de su relación había sido en su mayoría la posesividad que el rubio había demostrado siempre, hostigando al otro respecto a sus relaciones amistosas. Y eso había quedado en el pasado, pero resurgía ahora. Y lo hacía porque Loki estaba diferente, raro, distante—. Si he hecho algo que te moleste, dímelo. Juro que voy a remediarlo, hermano. —casi imploró con una voz tan ligera, que se deslizó entre la distancia como la brisa. Pero aquello no calmó al ojiverde, quien frunció el ceño y apretó los puños.

 

     —¡Largo de mi maldita habitación! —le gritó. Y fue un grito tan desgarrado, salido desde lo más profundo de su dolor, que Thor supo que había fallado en algo que le era desconocido. ¿Cómo iba a reparar algo que ni siquiera sabía lo que era? No quiso darle más vueltas al asunto y menos comenzar una pelea, porque ese no había sido su propósito. Caminó lentamente hasta la puerta y la abrió, balanceándose un poco sobre la perilla.

 

     —No te entiendo, Loki. —suspiró y salió, esperando ser detenido. Pero no fue así. Loki dejó que su hermano se marchara y luego se aventó a su gran y vacía cama. Se tapó el rostro con una de las mullidas almohadas blancas y dejó que las amargas lágrimas se deslizaran. Sentía vergüenza de sí mismo por llorar. Por dejar que esto le afectara. Por dejar que Thor lo hiririera de una forma que le apretaba el corazón hasta exprimirlo. Y con rabia de sí mismo, porque estaba esperando algo que no iba a llegar. Y estaba viviendo la destrucción de sus sueños más grandes.

 

o.o.o.o.o.o

 

Natasha se sirvió una copa más de vino que bebió con la misma ligereza que si hubiera sido agua. Carraspeó ante el sabor dulce y recargó la cabeza en su sofá. Frunció el ceño y luego aventó la copa con fuerza, estrellándola contra una de las paredes. Maldita sea. Todo le había salido asquerosamente mal. Cuando los papeles estaban ahí en sus manos, al igual que la misión, se dijo a sí misma que no podía destrozar a Steve. Porque era alguien honesto, sencillo, noble y de buen corazón que no lo merecía. Tony no le interesaba mucho, pero sentía algo de lastima por él. No estaba segura de lo que estaba jugando con Steve, pero de un tiempo hacia acá pudo notarle más feliz, y dedujo el porqué. Así que había ido a buscar al rubio para explicarle su misión, y que él la apoyara. Ella controlaría sus emociones para que no sufriera tanto y pudiera llegar a Tony y conseguir su objetivo sin dañar a nadie. Pero todo se había salido de control cuando regresó a su oficina y los papeles ya no estaban ahí.     

 

Obviamente fue Steve quien los tomó, quizá por curiosidad. Y en este momento probablemente estuviera desatándose una guerra de platos rotos—y algo más—en la Torre Stark. Se sentía frustrada, porque había fallado en todo. Le falló a su amigo y a su deber. Y nada le pesaba más que ser la culpable de algo inevitable a estas alturas. Se llevó las manos al rostro y trató de despejarse encendiendo la radio, pero nada la tranquilizó. Así que decidió que dormir—o tratar de hacerlo—era la mejor, y única opción que tenía.

 

Estaba poniéndose la camiseta de su pjiama cuando tocaron bruscamente en su puerta. Aquel sonido insistente le produjo una sensación de vacío en el pecho, y tomó su pistola sin dudarlo. No recordaba que nadie supiera donde vivía. Así que caminó descalza lentamente hasta la puerta, con esos golpes queriendo atravesar su puerta. Se fijó por el hoyito de la puerta que le revelaba quién estaba del otro lado y se sorprendió más de lo que dejó ver. Dejó su pistola en un mueble y abrió la puerta sin pensarlo dos segundos.

 

Un par de fuertes y grandes brazos se ciñeron en su cintura, abarcando también su espalda y sofocándola en un abrazo necesitado. Cerró los ojos y una sensación dolorosa de vacío y culpa recayó en ella cuando correspondió el gesto. Subió sus manos hasta los mechones rubios y se quedó ahí, siendo envuelta po los brazos de Steve hasta que éste pareció reaccionar y alejarse apenas un poco. Natasha notó la desolación que veía reflejada en esos ojos azules. Así que lo invitó a pasar sin decir ninguna palabra, y le preparó un café y otro para ella, porque presentía que la noche sería larga.

 

     —¿Por qué no me lo dijiste? —fue la primera pregunta que lanzó Steve cuando Natasha se sentó a su lado en el cómodo sofá. Un nudo se atoró en su garganta, pero no se permitió sentir ningún tipo de emoción hasta que arreglara lo que había desbaratado— ¿Por qué me ocultaste esto todo este tiempo? —y sus grandes manos, crispadas sobre sus rodillas, se removieron con gravedad.

 

     —Iba a hacerlo, pero te adelantaste a mí. No debiste tomar esos papeles, Steve. —fue su simple respuesta. Se acercó y acarició una de las fuertes manos. Él se veía tan vulnerable, tan deprimido. Pudo deducir que no había llorado, pero estaba sintiéndose mal consigo mismo. No pudo contener su lengua, y dejó escapar las palabras que se desbordaban por su labios:—. Eras mi misión. Stark y tú. —él giró rápidamente hacia ella, pero bajó los ojos al sentir la presión de la azul mirada. El aire se respiraba tenso, y los pulmones de Natasha se llenaron de remordimientos—. Fury me ordenó que te persuadiera, que buscara en ti un aliado para llegar a Stark y que él volviera a fabricar armas para S.H.I.E.L.D. —dejó escapar un suspiro pesado, y subió los ojos para encontrar a Steve, mirándola fijamente.

 

     —¿Fingiste amistad hacia mi todo este tiempo? —le cuestionó con algo de amargura e impresión— ¿Todo era un treta?, ¿tratar de utilizarme y así convencer a Stark de volver a ser lo que fue?, ¿¡también me mentiste!? —alzó el tono de su voz cuando comprendió que todo este tiempo, donde él había creído encontrar amigos, sólo había estado siendo cazado. Donde había creído recibir un nuevo siglo, sólo había encontrado gente hipócrita, mentirosa. Nunca le urgió tanto volver a casa como en ese momento.

 

     —¡No, no! Steve, yo… yo te quiero, de verdad. Te convertiste en un amigo cercano, y pospuse esta misión todo el tiempo que pude porque no podía hacerlo, no podía dañarte, y yo… —se trabó con sus propias palabras y la magnitud de sus sentimientos pegándole patadas en el corazón. Pero era sincera, lo estaba siendo. No era tiempo de guardarse cosas cuando estaba desmoronándose la especie de amor fraternal que se había forjado entre ellos—. Yo no quería que sufrieras, así que pensé que si yo te lo decía, todo sería mejor. Que pudieras comprender a Tony, y así…—

 

     —Y así ayudarte a completar una misión, agente Romanoff. —completó la frase con indiferencia. Se levantó, sacudió sus pantalones y salió de la casa rápidamente sin mirarla de nuevo.

 

Natasha se dejó caer una vez más contra el respaldo del sofá, ahogando un grito de impotencia. Pero no fue detrás de Steve porque no tenía fuerzas para mirarlo y descubrir que había destruido todo. Lo que más le afectaba, es que ésta vez, Natasha se había fallado a ella misma en el proceso.

 

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Tony aventó todo a su paso. Derribó proyectos, planos, piezas metálicas. Toda y cada una de las cosas cayeron sin tapujos sobre el suelo de su taller. Estaba furioso, enojado, dolido. ¿Por qué? ¿Por qué carajos le dolía Steve de entre toda la gente? Pudo soportar reproches, miradas, desdeños de parte de todos. Se sorprendió que no le hiciera ni cosquillas aquella indiferencia. Y la única persona a quien él había pedido perdón por sus crueles actos, había sido Pepper Potts. Pero ahora, justo ahora cuando pensó que todo estaba enterrado, aparecía Steve con su sonrisa de niño bueno y lo juzgaba. Con esos ojos azules, con esa clara decepción.

 

Rugió y pisoteó todo lo que encontró, desató su furia contra sí mismo. Por primera vez, sintió que todo lo que hizo para remediar sus culpas no había sido suficiente. Se llevó las manos a la cabeza y jaló su cabello con una gama de emociones que lo desbarataron. Si él le hubiera dicho al rubio antes, si le hubiera abierto las puertas de su pasado desde su punto de vista, quizá… quizá Steve no se habría marchado. ¡Pero joder! También le habían enojado sus palabras, golpeó su ego y laceró la herida que ya dolía, en lugar de escucharlo.

 

Abrió una de sus alacenas y sacó de ahí adentro dos botellas de su mejor licor.

 

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Se levantó temprano por la mañana, cuando el Sol apenas estaba saliendo, y huyó de casa. Ni siquiera desayunó, esperaría a llegar al Café para beber algo y calmar la jaqueca que tenía. No había dormido mucho, apenas y cerró los ojos un par de horas cuando el cansancio se hizo tan evidente que ni su dolor lo mantuvo despierto. Esperaba no verse tan mal, al menos la ducha lo había arreglado un poco. Sí, bueno. Tomaría un té y se sumergiría tanto en el trabajo que apenas le quedaría tiempo para leer. Hoy no iba a pensar en Thor.

 

Pero sus planes se vieron desbaratados cuando se acercó a la entrada y distinguió a un hombre afuera, sentado y con las manos en el rostro apoyándose en sus rodillas. No le sorprendió el hecho de encontrar a alguien ahí, pues muchas veces algunos vagabundos decidían acampar fuera de su local. Fue quién era lo que le obligó a ir más rápido. Steve se veía igual de mal que él, con la ropa descompuesta y la mirada cansada. A juzgar por las bolsas debajo de sus ojos, dedujo que no había dormido.

 

     —¿Qué haces aquí? —posó una de sus manos en su hombro con familiaridad, logrando que Steve saliera de su escondite y lo mirara con cansancio y culpa. Su corazón se apretó un poco cuando sintió que aquello no significaba nada bueno. ¿Qué había pasado entre él y Stark?

 

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Pepper suspiró al sentir que su tiempo de paraíso en el Spa se agotaba. Envuelta en su bata blanca y bebiendo un batido de fresa con kiwi, no quería que aquella paz en la que se sentía a gusto, terminara. No había llevado teléfonos con ella, ni su agenda, ni nada. Se había perdido por un lapso de varias horas, pero Tony no pensaría algo malo, le había dejado una nota en su oficina. ¿Estaría mal que se tomara un poco más de tiempo para disfrutar?

 

Se dijo a sí misma que merecía estas vacaciones desde hacía años, porque su nivel de estrés estaba llegando al máximo, según su masajista. ¿Y a quién engañaba? Quería quedarse ahí un tiempo más. Así que terminó de beber su licuado y caminó tranquilamente hasta la recepción para pagar por un día más su habitación y el servicio completo.

 

Se emocionó cuando le informaron que su ducha en las aguas termales estaba lista.

 

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El sepulcral silencio se instaló cuando Steve terminó de contar todo lo que había pasado. No omitió detalles, tampoco palabras, y mucho menos acciones. Y Loki simplemente bebía de su té, tranquilo y apacible. Sus ojos verdes brillaban, seguramente reteniendo lo que estaba a punto de decir porque quería darse el placer de beber su té caliente. Steve trató de imitar la calma del otro, y tomó su taza con ambas manos, tomando un trago largo del café preparado por el ojiverde. La verdad es que ni siquiera tenía hambre por todo lo que estaba ocurriendo, así que el pastel que había servido Loki para ambos estaba intacto en su plato.

 

     —Puedo deducir que eres un idiota, al igual que Stark y esa mujer. —fueron sus primeras palabras lanzadas con filo. El rubio se encogió sobre su asiento un poco al escucharlo—. Estabas enojado por lo que descubriste, Tony también lo estaba por lo que le dijiste, y Natasha… ella es una arpía. —y mandó callar al ojiazul cuando le previó las intenciones de defenderla—. No la he tratado mucho, pero tampoco es como si quisiera hacerlo. Ha destruido lo que tenías con Tony. ¿O no?, ¿qué piensas ahora de él? —volvió a tomar un trago de su té.

 

     —Fue una gran decepción enterarme de todo lo que hizo. —suspiró finalmente, viendo con ojos distantes el café humeante en su taza—. Pero también fue el hecho de que él no haya confiado en mí lo suficiente como para decírmelo; si yo lo hubiera escuchado de su boca, de sus palabras… no me habría sentido de esta forma, ¿me entiendes?. No pensé que siguiera siendo un extraño con el que es necesario mantener la distancia. —sonrió un poco, pero aquel gesto no alcanzó sus ojos.

 

     —No te sientas especial. Stark es un hombre de barreras fuertes. —repuso fielmente con una sonrisa leve que tranquilizó un poco a Steve—. Mira, no sé lo que pase entre ustedes dos… Bueno, sí lo sé, es imposible no deducirlo. Sus encuentros casuales de sexo han derivado a algo más profundo, si no me equivoco, y es precisamente eso lo que les pesa a ambos. No aceptarlo. —el rubio se sonrojó notablemente ante aquello, y casi se atragantó con su bebida. Se quedó sin palabras ante aquello, porque toda la noche en la cual vagó sin un rumbo específico, se había puesto a pensar precisamente en ese detalle. Que el sexo no era sólo sexo ya—. Y la falta de confianza ha repercutido en esto. ¿Tú le has hablado de tu pasado a Stark?, ¿de algo importante? —

 

     —Sólo de Bucky y Peggy. —se encogió de hombros—. Pero nada tan… íntimo, supongo. Aún así era importante que me lo dijera. —se frotó el puente de la nariz con frustración. Loki le dio una mirada de condescendencia y posó una de sus frías manos sobre la rodilla de Steve.

 

     —No estoy defendiéndolo. Ambos se equivocaron. Eres un buen hombre, Rogers, supongo que los prejuicios van más allá de ti, y es precisamente lo que has hecho. Te dejaste guiar por noticias amarillistas que distorsionaron tus pensamientos. —Steve asintió lentamente, aceptando que se había equivocado. La culpa cayó como un balde de agua fría sobre sus hombros—. No dejes que esto los afecte. Ve, busca a Tony y arregla esto. —

 

     —¿Cómo lo haré? Me corrió de su Torre. —un amago de sonrisa intentó sobresalir, pero fue desechada de inmediato porque la situación era muy irónica. Steve estaba pensando que hacía lo correcto, él siempre lo hacía. Y ésta vez se había equivocado en algo que posiblemente no tuviera remedio. Había juzgado antes de tiempo a la persona más cercana que tenía en este siglo—. No me quiere cerca. —

 

     —¿Y te darás por vencido? Porque si es así, no eres lo que yo pensaba. —entonces el rubio apretó su mano, dándole la señal que Loki esperaba y haciéndolo sonreír. Stark le debía una.

 

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Steve cruzó la puerta de la Torre con la respiración acelerada. Había corrido tan rápido como sus pies le habían dado, porque tomar un taxi a plena mañana en un lugar como lo era Nueva York, le restaría tiempo valioso que no pensaba desperdiciar. Ni siquiera se molestó en no hacer ruido, pero a mitad de su camino se topó con Jarvis limpiando los muebles. De repente sus rodillas temblaron cuando los ojos grises del mayordomo lo atravesaron.

 

     —Jarvis, sé que estarás pensando mal de mí, y tienes todo el derecho, pero yo-

 

     —Me alegro que esté aquí, señor Rogers. —le sonrió calmadamente, dando un par de pasos en dirección al rubio—. no soy nadie para juzgar los actos de los demás, y menos los de alguien tan bueno como usted. Pero… —giró la vista al pasillo que daba al taller de su jefe—. No ha comido nada desde ayer, no habla. No se ha duchado y tampoco ha dormido. Y está bebiendo demasiado. Considero que su comportamiento está siendo autodestructivo e irresponsable. —Jarvis se cruzó de brazos, cuando terminó de decir aquello. Steve sintió que una piedra caía en su estómago al saberse culpable. Todas las fuerzas que traía se vieron opacadas por un sentimiento que le supo amargo—. No es su culpa, señor. Pero Tony necesita su ayuda. —

 

     —Me encargaré de eso, Jarvis. Por favor que nadie nos moleste. —le pidió con algo más de confianza en sí mismo y se encaminó por el lugar hasta dar con la puerta del taller. Esperaba que Tony no hubiera cambiado la contraseña. Introdujo dígito por dígito y la puerta se abrió con un ruido casi imperceptible. Caminó lentamente observando los papeles tirados, las revistas, el rostro de Tony por todas partes. Había botellas vacías también, y pudo ver piezas metálicas tiradas, planos arrugados. Lo encontró tirado en una esquina del taller al lado de una alacena abierta. Aún consciente, Tony bebía tragos largos de su sexta botella. Sus ojos chocolates lo miraron.

 

     —¿Has decidido volver, soldadito de plomo? —rió bajito alzando la botella—. Porque no te quiero aquí. No, no, no. —intentó ponerse de pie, pero las piernas le fallaron y volvió a caer, rompiendo a reír nuevamente. Steve se acercó para ayudarlo, pero Stark le dio un manotazo y lo alejó—. No necesito tu ayuda. —hacía ademanes y la lengua se deslizaba pesada por su paladar, signo claro de su embriaguez. Ésta vez tuvo éxito en ponerse de pie y volvió a beber un trago largo de su botella. Steve no lo soportó más y se la quitó de las manos, arrojándola contra la pared y estrellándola en el acto. Tony alzó las cejas con diversión. Sus ojos volvieron al mar azul del que era dueño el rubio.

 

     —No hagas esto, Tony. No a ti. —le pidió. El castaño sonrió y se alejó tambaleante, pateando cada cosa que encontraba a su paso. Se sentía aturdido por la gran cantidad de alcohol que bebió, y casi olvidaba todo pensando que había sido un sueño, pero no lo era. Apretó los puños y su sonrisa se desvaneció.

 

     —¿Te gusta lo que ves? —extendió los brazos generalizando el lugar—. Mira todo lo que hay por ahí regado, ¿qué crees que es? —se tambaleó sobre su lugar, apoyándose con una mano sobre su mesa de trabajo—. Todo esto, Steve, todo lo que ves tirado, son inventos de mi padre. Esos que me robaron su atención toda mi vida. Esos que he guardado para recordarme que nunca he sido digno de su asombro, o su cariño. —cerró los ojos, y le temblaron las manos—. ¿Qué haces? —susurró cuando fue envuelto en un par de fuertes y masculinos brazos que lo estrecharon contra un pecho duro y cálido que había extrañado demasiado.

 

     —No estarás solo, Tony, nunca más. No dejaré que te sientas de esta forma. —suspiró sobre sus cabellos y dibujó círculos imaginaros en su espalda con sus palmas. Apretó más el abrazo si es que se podía, sintiendo por fin, y siendo consciente, que el hombre que tenía entre sus brazos era más frágil que lo que siempre dejó ver—. Voy a ayudarte. —se separó un poco para depositar un beso en su frente—. Déjame escucharte. Te juzgué antes de tiempo, y no sabes lo culpable que me siento… por favor, Tony. —y el mencionado tardó unos momentos en reaccionar, pero finalmente estrujó la chaqueta del más alto entre sus dedos, y permitió que las palabras aún adormecidas por su estado, se deslizaran lentamente.

 

     —Cuanto tenía doce años María murió en un accidente automovilístico, en donde viajaba con su amante. El gran Howard no soportó la idea de ser engañado, y se volvió alcohólico. —cerró los ojos nuevamente y se dejó acunar por los cálidos brazos del rubio—. Me odiaba porque veía a mi madre en mí. Siempre quise que él se sintiera orgulloso, y lo intenté tanto tiempo que incluso entré a trabajar a Industrias Stark para estar cerca de él. Ni siquiera tenía la mayoría de edad cuando conocí al socio principal de Howard: Obadiah. Él me apoyó más que incluso el hombre que me engendró. —suspiró cuando las manos volvieron a hacer su trabajo de hacer círculos en su espalda para tranquilizarlo. Se permitió una sonrisa.

 

Steve lo tomó por los hombros y lo condujo hasta el sofá del taller, donde se dejó caer y permitió que Tony se acostara a lo largo y posara su cabeza sobre sus piernas. Entremetió sus largos dedos por el cabello castaño, dándole una caricia suave, pero de tanto apoyo que Tony se sintió abrumado y más sobrio cada vez.

 

     —Un día, Howard tenía que dar una demostración de su nuevo proyecto armamentista, y quise acompañarlo. Me empeciné tanto que él terminó cediendo y llevándome. —continuó, con los ojos cerrados porque aún le dolía recordar lo que pasó después:—. Estábamos a mitad de la nada en Afganistán, y atacaron el cowboy en el que íbamos. Nos secuestraron. —las caricias pararon por la repentina información que Steve recibió—. Eran encapuchados que querían armas que nadie tuviera. Iban a matarme porque el único a quien querían era Howard, pero les confesé que yo formaba parte de sus proyectos e inventos, así que me dejaron con vida. —el tono de su voz se volvió amargo, como si saboreara hiel contra su lengua—. Nos torturaron día tras día, hasta que respirar se convirtió en un preciado regalo dentro de aquellas cuevas. —

 

     —¿No intentaron escapar? —preguntó con voz suave, incitándolo a que siguiera cuando sintió que el silencio comenzaba a volverse difícil de digerir. Se sentía helado tras la historia de Tony, aquel excéntrico millonario que iba a todos lados con una sonrisa. Se alegraba que tuviera los ojos cerrados, porque no sabía si seguiría siendo fuerte para contener las emociones que lo invadían.

 

     —Sí, lo intentamos. No tuvimos éxito, obviamente. Y Howard recibió un balazo en la pierna que lo dejó con fiebre por una semana. Pero aun así tuvimos que trabajar en las armas más rápido, porque se dieron cuenta que estábamos retrasando lo que podríamos haber construido en un par de días. Nos golpearon hasta la inconsciencia, nos privaron de comida, agua y luz. Howard pareció mejorar, pero no era así. Sólo estaba ocultándome la gangrena que lo hacía comenzar a cojear. —se detuvo un momento y pasó saliva. Se llevó el antebrazo para cubrir sus ojos, evitando que las lágrimas traicioneras se deslizaran por su rostro—. Un día uno de ellos quiso violarme, y Howard por supuesto lo impidió ganándose una paliza que duró tantas horas como si hubiera sido un día completo.

 

     —¿Cuánto tiempo estuvieron en cautiverio? —preguntó con voz ahogada. Algo emergió dentro de él al imaginarse a un pobre niño como Tony siendo mancillado y maltratado, casi violado. ¿El mundo estaba tan corrompido y ansioso de poder para llegar a esos extremos?, ¿de verdad todo estaba así de distorsionado?

 

     —Seis meses. —confesó en un susurro—. Howard murió de fiebre e infección en la pierna dos semanas antes de cumplir el medio año dentro de esas cuevas. Escapé gracias a una bomba que construimos juntos en sus momentos de lucidez. Estaba buscando una salida cuando descubrí los rostros de los secuestradores: eran soldados. Portaban en sus brazos el escudo de S.H.I.E.L.D., la Organización para la que Howard trabajó toda su vida y que ayudó a fundar. Lo traicionaron. —apretó sus manos hasta volverlas puños, sintiendo que la ira lo consumía—. La venganza fue lo único que me mantuvo vivo el año que vagué sin rumbo fijo entre la selva y los pueblos de Afganistán. Después encontré a una pequeña organización de personas que luchaban por vivir y conocí a Clint. Lo salvé un día de morir. Volví a Nueva York cuando tenía veintiuno y el mundo entero se sorprendió. Obadiah me recibió con los brazos abiertos, y conocí a la chica de las copias: Pepper. Fue la única que creyó que alguien sin pies ni cabeza como yo podría sacar adelante la empresa, así que se volvió mi asistente y amiga. Tomé cartas en el asunto y rompí contratos con S.H.I.E.L.D., me volví tomador y mujeriego, y dejé de creer en el amor y la familia.         

 

     —¿Alguien más sabía lo de la traición a tu padre? —sus dedos volvieron a acunar los mechones rebeldes y sedosos del castaño. Él negó con un gesto y suspiró. El silencio se expandió nuevamente con un toque diferente ésta vez. La melancolía pesó tanto, que podría palparla si sus dedos no estuvieran ocupados.

 

     —Sólo Obadiah. Él me propuso la venganza perfecta: causarle a S.H.I.E.L.D. el mismo daño que me habían causado. Así que tomé cartas en el asunto y comencé a vender mi armamento a los terroristas. La fortuna de la empresa creció de forma exorbitante, y de un momento a otro yo estaba en la cima del mundo. Sabía que no era dinero limpio, que mis armas causaban destrucción, pero nunca supe hasta qué punto lo harían. Llevaba años haciéndolo cuando entró la agente Romanoff a trabajar en mi empresa. Era inteligente y ágil, pero una espía. Se ganó mi confianza y luego entró a mis archivos y descubrió que era yo quien vendía armas al mercado negro y quien le estaba causando dolores de cabeza a S.H.I.E.L.D. —soltó una pequeña risa amarga, y se dejó envolver por las suaves manos que ahora se paseaban por sus brazos y su pecho. 

 

     —¿Te delató? —cuestionó, sintiéndose cada vez más y más absorto en su lago de culpabilidad. ¿Cuánto había sufrido Tony?, ¿por qué la vida era así de injusta?

 

     —No. hizo algo peor. Me enseñó en el terror que se habían convertido mis creaciones, mis armas. Me mostró la miseria, las muertes, el terrorismo que tantas veces evité. Me quitó la venda de los ojos que yo mismo puse sobre mí. —se miró las manos intentando encontrar una respuesta—. Pero las cosas se salieron de control y a las pocas horas, la prensa sabía quién estaba detrás de todo: yo. El mercader de la muerte, me nombraron. Y soné durante meses enteros en las revistas y los periódicos. La mayoría de la gente no lo creyó, pero algunos sí lo hicieron y me juzgaron. No sabes cuántas veces vi la decepción en los ojos de todos, y de Potts también. Ella, sin saberlo, me ayudó a construir un imperio sucio. Entonces me sentí asqueado por todo en lo que me había convertido, y decidí cerrar la parte armamentista, enfocándome solamente en las áreas de ciencia y tecnología. Tuve que pagar una suma muy grande de dinero para salvar algo de dignidad de lo que una vez fue Industrias Stark. — 

 

Steve no sabía, dentro de todo lo que había escuchado, cómo se sentiría odiar a tu propia familia, tu historia. Y sin embargo, rogar por el amor de quien te dio esa historia, al mismo tiempo. ¿Cómo es que nunca había visto el cisma dentro de su corazón?, ¿cómo nunca se dio cuenta que por todas las partes fuertes y sarcásticas de Tony, también había partes heridas y rotas?

 

     —Perdóname. —fue todo lo que pudo decir. Stark sonrió levemente y le palmeó la rodilla, antes de ponerse de pie. La sobriedad había regresado casi con totalidad a su cuerpo, cosa sorprendente a juzgar por las seis botellas que había bebido. Supuso que el dolor de los recuerdos y las heridas abiertas eran las que lo mantenían con los pies en la tierra. Se levantó tratando de huir de aquella atmosfera que se tornaba diferente, pero apenas dio unos cuantos pasos, cuando de nuevo esos brazos regresaron a su labor de apretujarlo con necesidad.

 

     —No necesito tu lástima, Rogers. —trató de ser distante, y saborear la idea de que el rubio sólo estaba abrazándolo porque lo veía débil. Por esto mismo no quería decírselo. No quería verse vulnerable y dejar escapar y derrumbar las murallas que mantenían su corazón roto. Pero Steve estaba ahí, brincando sus trampas y colándose en su corazón. 

 

     —Deja de pensar que todo el mundo está cerca de ti por lástima. La gente que te rodea te quiere de verdad. —le susurró, dándole media vuelta lentamente y acunándolo de nuevo—. Hay algo que no ha sido inventado todavía. La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo es un abrazo. —murmuró sobre su frente, depositando un tierno beso que se le antojó cursi, pero poco le importó.

 

     —Puedo intentar crearlo, ¿te imaginas? Me volvería bi-billonario. —respondió con la voz ahogada, aspirando fuertemente el olor corporal de ese hombre que lo abrumaba con cada palabra. ¿Qué estaba haciéndole Rogers? el susodicho ahogó una risita, y Tony se permitió bajar sus defensas y dejarse envolver como un niño pequeño. Quizá eso era. Se sentía débil y cansado, pero si Steve estaba ahí para sostenerlo, todo estaría bien.

 

o.o.o.o.o.o

 

     —¡Maldita nieve del carajo! —Clint gruñó, frotándose los brazos para darse calor ante la tormenta que se avecinaba. Siguió escalando al paso de Bruce, quien ni siquiera se inmutó ante sus insultos— ¡Tengo nieve hasta en las bolas!, ¡serán azules en menos de una hora! —pero la ventisca que lo recibió, le hizo castañear los dientes inevitablemente, haciéndolo maldecir de nueva cuenta. Estaba a punto de soltar más maldiciones e improperios, pero un guante se posó con fuerza sobre su hombro—. ¿Ahora qué jodidos pasa, Doc? —resopló.

 

     —No creí que el frío te pusiera de tan mal humor. —intentó bromear, pero la mirada de Clint fue severa. Entonces decidió que ese era el momento para hacerle saber que todo estaba mejor que nunca. Le enseñó su aparato rastreador que brillaba con una pequeña luz rojiza, pero su compañero lo miró con una ceja alzada sin comprender. Entonces recordó que tenía que ser más explícito:—. Es aquí. Hemos encontrado el Iridio, Barton. Es hora de regresar a casa para que Steve pueda volver a su época. —y la sonrisa que adornó su rostro, fue acompañada con el grito de gozo del rubio.

 

 

 

Notas finales:

¿Les gustó? Espero que no haya quedado ninguna incongruencia por ahí D: de todas formas ya saben que cualquier duda, comentario, que tengan serán bien recibidos :D 

Sobre el one-shot que les había mencionado, ya lo pueden encontrar entre mis historias. Espero que nos leamos muy pronto, porque este fic está pronto a cumplir ya un año de su publicación y quiero subir capítulo ese día :3 (el 25 de Junio esperen la actualización)

 

¡Un beso enorme a todos!


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