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El tiempo entre nosotros por Sawako_chan

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Espero que estén muy bien :D esta Lapton me ha dado un montón de lata en este tiempo que he tardado, pero bueno...

¿Qué puedo decir? No saben lo inmensamente feliz que me siento al saber que ustedes me aceptan, y que sobre todo, me hayan abierto también sus puertas, revelado sus nombres. ¡Es grato saber que hay personas del Estado de México! y de otros países también, de verdad :3 estoy emocionada por su apoyo, por sus atenciones. 

Son unos amigos lectores excelentes, y me siento mucho más cercana ahora teniendo esta relación de escritor-lector más allegada. 

GRACIAS. A quienes comentan, a quienes leen. GRACIAS a quienes han puesto esta historia en favoritos. GRACIAS a quienes descubrieron esta historia hace poco y a quienes han ido llegando. GRACIAS a todos. 

¡Disfruten la lectura! :D

 

 

Capítulo 30.- Dos amantes corazones.

 

A nadie le cabía en la cabeza que hace una semana atrás todo estuviera completamente diferente a como estaba ahora. Obadiah detenido, Pepper recuperándose, Bruce y Clint de regreso, Thor y Loki separados. Y Steve a punto de irse.

 

Loki le prometió al Doctor Banner explicarle después lo que había sucedido entre el militar y el millonario, porque él francamente aún no terminaba de comprender porqué nadie se había alegrado cuando había comunicado la noticia de que Steve volvería pronto a su época. El ojiverde se ofreció porque ansiaba contar con punto y coma la aventurilla que se había desatado entre sus amigos, pero también para huir en cierto modo, de Thor. Sabía, por su mirada azul clavada en él, que estaba buscando el momento preciso para acercarse y hablar. Pero Loki tenía la excusa perfecta para evitar otra charla, que terminaría probablemente en otra pelea.

 

Thor lo vio marcharse junto a Bruce, orillándolo a quedarse sentado y observarle marcharse, igual que al resto de sus compañeros. Clint partió escaleras arriba con Natasha, porque también quería saber las grandes noticias que parecía haberse perdido en las semanas que estuvo fuera. Thor aún no comprendía cómo es que funcionaban juntos aquellos dos mercenarios. Steve le dio un fuerte abrazo antes de marcharse con Tony, quien pasó a despedirse de Pepper. Después toda la sala de espera quedó hundida en un silencio que lo abrumaba.

 

Derrotado, en la silla de metal, se pasó las manos por los largos cabellos rubios y después por la barba, dejándolas finalmente sobre sus rodillas. Dobló su espalda en gesto cansado, agotado. Todo estaba saliendo mal. Todo. Cerró los ojos y esperó algún tiempo, guardando la leve esperanza de oír los pasos de Loki a través del corredor, verlo asomarse y llamarle con una sonrisa. Pero después de casi una hora, nadie apareció.

 

Estaba levantándose para ir de nuevo a su puesto de trabajo, cuando su celular comenzó a sonar. Estaba tan ensimismado entre sus propios pensamientos que no había notado la vibración. Tenía cuatro llamadas perdidas en lo que iba del tiempo que había estado ahí tumbado. Le sorprendió haber absorbido el tiempo, sobre todo porque su hora de descanso estaba pasándose también.

 

     —Padre, ¿ocurre algo? —fueron sus primeras palabras cuando atendió la llamada, llevándose el celular a la oreja mientras recorría lentamente los desolados pasillos blancos de SH.I.E.L.D. Se asomó por ambos lados esperando encontrar a su hermano, pero seguían silenciosos y tranquilos. Hizo una mueca al darse cuenta que Loki no aparecería. Se había marchado. Seguía enojado con él.

 

     —No sucede nada hijo. Sólo llamo para avisarte que Frigga se ha puesto enferma y regresaré a Asgard en este mismo momento, ya estoy en el Aeropuerto. No es algo grave, pero quiero estar con ella. He estado fuera de casa durante algún tiempo y estoy preocupado por tu madre. —sin detenerse, la fuerte, imponente, y dura voz de Odín, se dejó escuchar a través de la bocina del teléfono. A él le sorprendió que su padre, siendo tan fuerte e indomable, se sometiera ante la decaída de su mujer. Que el dolor de ella fuera también el suyo. Era grato descubrir que tantos años de matrimonio no habían destruido su sólida relación y su flamante cariño, que podía distinguir aún a través de esos ojos experimentados por los años.

 

     —Llámame en cuanto llegues, por favor. Loki y yo necesitamos saber sobre su salud. —se recargó contra una de las pulcras paredes. Apoyó su cabeza también, y dejó que sus rubios cabellos resbalaran por los costados de su frente y mejillas—. Ten un buen viaje, padre. —y relajó su respiración. Frigga seguramente estaría bien, era una mujer fuerte y de carácter. Quería ir a verla, sí, pero quería ir con Loki. Que ambos visitaran a su madre porque sabía cuánto cariño guardaba el ojiverde para ella.

 

     —Ven a visitarnos un día no muy lejano, tu madre lo agradecerá. —durante algunos segundos, pareció que la llamada se había cortado, pero la voz de su padre se dejó escuchar de nuevo, ésta vez con una nota de júbilo en la voz:—. Salúdame a esa muchacha, Jane. Espero que no seas un tonto y la dejes ir. Es muy bonita e inteligente. Suerte con ella. —ésta vez sonó el chillido que indicaba que la comunicación había sido cortada. Thor dejó escapar un suspiro y se guardó el celular en el bolsillo del pantalón.  

 

No entendía—o no quería entender, mejor dicho—el significado de las últimas palabras de Odín.

 

o.o.o.o.o.o.o

 

Hacía tanto que la música de AC/DC no sonaba tan fuerte en su taller, que Tony se sintió transportado a épocas pasadas, quizá un año atrás, cuando su vida iba en perfecta línea. Cuando no sabía que había sido engañado por Obadiah, cuando Pepper no había sufrido un intento de violación, cuando… cuando aún no había llegado Steve a su vida.

 

Se sentó bruscamente en su silla de trabajo, y apoyó las manos sobre su mesa de vidrio y metal. ¿Por qué, joder? Justo ahora. El destino era malditamente cruel con las personas felices, que habían encontrado un motivo para sonreír que no fuera material. Aún sentía algo atorado en la garganta al recordar el tenso viaje que habían tenido de regreso a la Torre, nada comparado a otros momentos cuando iban escuchando música o contándose cosas. Esto se había sentido fuera de lugar. Y era obvio, él mismo se sentía de esa forma.

 

Gruñó y subió aún más el volumen de la canción, para que sus pensamientos se vieran de repente invadidos por algo que no lo atormentara. No sabía dónde estaba Steve, y en este punto no le importaba. ¿Estaría haciendo las maletas?, ¿brincando en su cama?, ¿contándole a Jarvis? Había corrido a su taller como un niño a su refugio, porque no quería ver nada de eso. No quería estar presente cuando la sonrisa de Rogers le iluminara el rostro al decir que volvía a su época en un par de días. Él no… no estaba listo para enfrentar la noticia.

 

Empezó a transportar material, a soldar metales y buscar algo que reparar en ese taller para entretenerse un rato mientras la conmoción se le pasaba. Las noticias le habían caído como bombas seguidas, como si la vida le hubiera declarado una guerra de repente. Supuso que eso le pasaba a todas las personas. Supuso que en el mejor punto, donde piensas que no hay nada que te pueda derrumbar porque eres feliz, aparece una pequeña astilla que se transforma en un palo y te hunde. Te golpean tan fuerte que de repente piensas que todo lo bueno fue solo un sueño. Tony se sentía rodeado de una niebla espesa.

 

Removió todo a su paso, quería tirar algunas cosas y planos que no le servían, y limpiar. ¿Por qué no? era buen momento. Tampoco quería aparecer por la sala y robarle a Rogers su momento de efímera felicidad. Y ahí estaba de nuevo, pensando en él. Pateó un estante con todas sus fuerzas a causa de la frustración, hasta que vislumbró algo que llamó su atención. Era una caja de tamaño mediano situada justamente arriba de donde estaba pegando. Nunca la había visto antes. Así que movido por una curiosidad extrema—quizá no tanta, sólo trataba de apaciguar sus pensamientos girando en torno a Steve—tomó una escalera para poder alcanzarla.

 

Estaba llena de polvo, y era sencilla. Tomó asiento en su sofá negro, abriéndola ya. Encontró una cinta de vídeo, parecía muy vieja y tenía grabado un destinatario. Uno que era él. ¿Quién le haría un vídeo? Siguió rebuscando entre algunos planos y cacharros y encontró algunas fotos: en una, Howard y María vestían de blanco, ambos en lo que parecía ser un barco, sonriendo. Buscó la fecha y encontró que en esa época sus padres eran novios; en otra la de su boda, con su madre enfundada en un elegante y hermoso vestido de novia, con Howard a un lado tomándola de la mano vestido con un esmoquin elegante; una más. En ésta, María estaba en la camilla de un hospital, con Howard a un lado de ella de pie. Ambos miraban a un bulto entre los brazos de ella, donde sobresalía un rostro diminuto y sonrojado de lo que parecía ser un bebé.

 

Las yemas de Tony se pasearon lentamente por el contorno de las caras de ellos, como si pudiera sentir la textura de su piel bajo sus dedos. La diferencia de edad se hacía visible en las tres fotos, pero no por ello la hermosura de su padre y el porte de Howard se habían desvanecido. Tony hizo una mueca semejante a una sonrisa cuando se observó. ¿Quién diría, que treinta y seis años después estaría viendo esa foto? Anhelando el cariño y el amor de unos padres que se fueron antes de tiempo.

 

Tomó de nuevo la cinta y recordó que todavía conservaba uno de esos viejos aparatos donde podría reproducir la antigua cinta de carrete. Así que no perdió tiempo en instalar todo y apagar las luces, dispuesto a averiguar qué era lo que estaba grabado ahí dentro. Tuvo una ligera sospecha, pero refirió conservar el corazón frío para no llevarse una desilusión. Se puso cómodo, y cuando todo estuvo listo y oscuro, acomodó la cinta y ésta comenzó a rodar.

 

En la pantalla algo movida y un poco borrosa—con algunas líneas de falla atravesándola verticalmente—se dejó ver a un hombre de mediana edad. Tony lo reconoció de inmediato: era Howard. Vestía un sencillo pantalón beige con tirantes negros, y una camisa blanca a juego con la corbata marrón. De pie, apoyado en su escritorio personal, miraba directamente a la cámara. Tony tenía todavía el recuerdo de ese lugar, de donde tantas veces fue echado. Las paredes estaban llenas de planos, los estantes repletos de libros, y su gran mesa contenía la maqueta arquitectónica de Nueva York. 

 

     —Hola, Tony. —saludó con un ademán de su mano a través de la proyección—. No sé si algún día mires esto, tampoco sé la edad que tendrás cuando lo hagas. Ni si quiera sé por qué he decidido grabar esto y ponerlo en una caja junto con algunas cosas sin valor y planos. —el hombre se movió, algo nervioso. Caminó un par de veces dándole vuelta al escritorio, y finalmente se sentó encima de éste—. Hay veces en la vida en que las decisiones que tomamos parecen imposibles, o estúpidas. Pero finalmente, no es sólo tomar un camino, es hacer algo con él. Obadiah me ha estado mintiendo todo este tiempo, o tratando de hacerlo. Sé todos los trucos de ese hombre, pero… yo sólo quiero protegerte.  Ahora eres un adolescente al que no se le pueden imponer reglas. —se pasó una mano lentamente por el bigote, cambiando ligeramente su posición sobre el escritorio—. No puedo imponerte una educación o regañarte por tus acciones. Perdí el privilegio de hacerlo cuando dejé de ser un padre para ti, hace mucho tiempo, y de eso sólo yo tengo la culpa. —un silencio breve se instaló por algunos segundos.

 

Tony paró la cinta y se puso de pie, dispuesto a quitarla. No quería esto ahora. Un vídeo de Howard disculpándose, y quizá, tratando de justificar sus errores. Unas palabras tiradas en una cinta no podían hacer que todo su dolor se fuera, no. Las cosas que importaban no eran así. Tony se pasó las manos nerviosamente por sus cabellos castaños, balanceándose entre la duda y la incertidumbre. Finalmente volvió a tonar asiento y dejó que la cinta siguiera su curso.

 

     —Te pareces mucho a tu madre. María fue una buena mujer y yo- aún la sueño. Todos los días. También sueño contigo. Con esos pequeños momentos de orgullo y felicidad cuando notaba un nuevo avance tuyo, cuando corrías a decirme tus perfectas calificaciones y excelentes notas. Nunca lo hice obvio, pero me sentí, y me siento, orgulloso de ti, hijo. No sé en quién te vayas a convertir en un futuro, pero eres un buen hombre, y no puedo pensar en ti sin reprocharme todo el tiempo que desperdicié. Pero ahora ya es demasiado tarde, por supuesto. Tal vez sea ese el castigo de los duros de corazón: comprenderlo todo cuando ya nada se puede hacer. Ahora sólo puedo pedirte que me perdones. Y me siento estúpido porque todo lo que puedo dejarte es una empresa que construí a base de abandonos, a base de un cariño que no supe expresarte. Espero que no pienses que pretendo comprar tu perdón, es solo que todo esto te pertenece. No fui un buen padre para ti en la vida. Tal vez pueda serlo tras mi muerte. —se levantó, caminó de nuevo por todo el lugar, con sus pasos haciendo eco. Después se acomodó de pie, dejándose ver de cuerpo completo frente a la cámara—. Mi momento de morir está cerca, quizá. Nadie tiene la vida comprada. Fue ese sentimiento de levedad lo que me ha orillado a decirte todas estas cosas que no querrás oír en persona. Eres un gran hombre, espero que tomes el camino correcto. Nunca es demasiado tarde, o demasiado pronto, para ser quien quieres ser. Empieza cuando quieras. Puedes cambiar o no hacerlo. Espero que siempre veas algo que logre sorprenderte, que sientas cosas que nunca hayas sentido. Espero que conozcas a personas con otro punto de vista. Vive una vida de la que te sientas orgulloso. Y espero, sobre todo, que encuentres el amor, Tony, porque te lo mereces. Te quiero. —y la cinta terminó.

 

Si se sintió pequeño, desfallecido, abrumado, Tony no lo dejó ver a pesar de hallarse sólo en su taller. No encendió las luces. Lo único que lo iluminaba a medias tintas era la pantalla del proyector. Se sirvió un poco de whisky en un vaso con tres cubitos de hielo. Se sentó en silencio, escuchando el leve repiqueteo de su reloj al pasar segundo tras segundo la manecilla. Quizá fueron sólo minutos, pero él lo sintió todo como si hubiese transcurrido una semana entera o más. Se vió a sí mismo, más joven, más resentido. A Howard. A los dos. Encarcelados. Sufriendo. A él sacrificando su vida. A los años que siguieron. A la empresa. A él en el poder. ¿Había desperdiciado su vida? Todas sus malas acciones, todo era tan penetrante en su corazón. ¿Estaría Howard avergonzado del hombre que era?, ¿estaba orgulloso de cómo estaba cambiando gracias a Steve? Se pasó una mano por el rostro.

 

     —Howard… papá. —murmuró con un nudo en la garganta; fue apenas audible su susurro. Una palabra casi desconocida. No recordaba lo que se sentía saborearla entre sus labios, deslizarla fuera. No se acordaba bien que llevaba más de diez años sin pronunciarla. Una pequeña lágrima acompañó al trago amargo de su bebida alcohólica. Y luego otra. Y otra.

 

o.o.o.o.o.o

 

Dos horas después, se sentía algo más repuesto. Y deshidratado. Llorar como un niño pequeño no era una de las cosas que Tony hacía con frecuencia, y ahora que las lágrimas se habían deslizado sin su permiso, podría decirse que estaba vacío por dentro.

 

Buscó a Steve y a Jarvis por toda la casa, pero no halló a ninguno. Estuvo a punto de darse por vencido cuando encontró una figura alta y masculina en la terraza. Sigiloso como sólo él sabía serlo, se acercó hasta donde Steve. Aunque de nada servía, ese militar sabía que él estaba justo detrás. La noche ya estaba cayendo, convirtiendo a Nueva York en una ciudad sumergida en luces de tamaños y colores. El sol se escondía ya bajo los lejanos edificios y casas, mientras las estrellas brillaban.

 

     —¿Dónde está Jarvis? —cuestionó, situándose al lado del hombre más alto. De reojo observó su perfecto y jodidamente guapo perfil. Sus ojos estaban absortos en la ciudad, como si quisiera grabarla a fuego en su memoria. Probablemente eso es lo que quería. Recordar a Nueva York antes de volver a los cimientos. Steve tardó algún tiempo en contestar, pero finalmente desvió la mirada y sus ojos se cruzaron.

 

     —Se fue hace rato. Dijo que le dolía un poco el pecho y la cabeza, así que le recomendé una siesta. —Tony asintió, con la boca seca. Tenía tantas cosas que decir, pero ninguna salió de su boca. Las preguntas se atropellaban en su garganta, pero él las tragaba rudamente junto con su saliva. No quería empezar un tema del cual no estaba preparado. Steve lo miró atentamente y luego se giró hacia él—. ¿Te ha sucedido algo? —preguntó, tomándolo de las mejillas y acercando su rostro. Stark sintió que de repente todas las murallas se desvanecían, que se arremolinaban en el piso como escombros de una coraza pasada. Necesitaba sacarlo, así que prefirió ser sincero.

 

     —Vi una cinta de Howard echa para mí. Me pidió disculpas por no ser un buen padre, y me deseó una vida feliz. Dijo que estaba orgulloso. —hizo amago de una sonrisa, que salió más bien como una mueca torcida por el dolor que palpitaba dentro y profundo. Steve asintió lentamente, comprendiendo de pronto el significado de aquello. El viento sopló frío y firme, erizándoles la piel que sus camisetas de manga corta no alcanzaban a cubrir. Steve depositó un beso en la frente del millonario y se alejó a penas unos milímetros para hacer contacto con sus miradas.

 

     —¿Lo has perdonado? —murmuró suavemente. Sus pulgares se pasearon lentos por sus labios, luego recorrieron sus mejillas y el puente de su nariz. Delineó cada una de las pequeñas y finas arrugas que se comenzaban a marcar en las esquinas de sus ojos. Le parecían perfectas a simple vista, y le daban el toque maduro a un hombre guapo como él. Dejó sus dedos en su cuello y lo acercó para darle un abrazo cuando distinguió el miedo y la incertidumbre que hicieron presa a Tony de sus sentimientos encontrados—. No voy a juzgar tu respuesta, tonto. —susurró y le dio un pequeño beso en la esquina de la mandíbula.

 

     —Yo… lo intento. De verdad lo hago. Digo, es mi padre, después de todo. —un bufido se le escapó en su vano intento de no sentirse indefenso. Pero era tarde ya porque Steve había encontrado la forma de hacerlo ceder y sincerarse. Así que simplemente cruzó los brazos por la cintura estrecha del mayor y lo atrajo y apretó con un poco de fuerza—. Pero no puedo perdonarlo. Es imposible cuando la herida no ha cerrado y parece abrirse con cada nuevo golpe. Fue conmovedor escucharlo, y me siento estúpido e insensible por no poder sentir el sentimiento de perdón, pero… —sus palabras murieron en el pecho fuerte que lo acunaba. Dejó que los dedos de Steve se deslizaran por su cabello, como le gustaba hacerlo.

 

     —Está bien, Tony. No tienes que hacerlo si no quieres. El hecho de que alguien te pida perdón, no te fuerza a disculparlo, ¿entiendes? Si no lo sientes en tu corazón no puedes hacer nada, salvo dejar al tiempo hacer su trabajo. —depositó pequeños besos en su cabeza, y luego lo obligó a alzar el rostro para unir sus labios. Tony se agarró de su camiseta y le tiró más cerca, más profundo. Sus respiraciones se aceleraron poco a poco, en una danza sensual que envolvía a sus lenguas. Las manos de Steve recorrieron su espalda y bajaron lentas y perezosas por su trasero, hasta meterlas en los bolsillos de sus pantalones y apretujarlo.

 

La leve brisa que sopló y se convirtió en una lluvia rápida e inclinada, los obligó a separarse entre risas torpes y gimoteos por las gotas frías que se penetraban en su ropa. Steve le tomó la mano para entrar a la casa, pero Tony se negó con una sonrisa algo desvanecida. Lo atrajo por el cuello de nuevo para seguir besándolo, sin importarle tomar un resfriado ahí mismo.

 

o.o.o.o.o.o

 

Sus ojos azules clavados en la ventana mientras miraba la lluvia, dos lágrimas corriendo por sus mejillas y acompañando la tarde-noche que caía ya sobre Nueva York. Posó la mano sobre su pecho, echa un puño, y guardó silencio. No había hablado desde que Tony se marchó horas atrás. Dos toquidos en la puerta de su habitación la hicieron volver súbitamente y limpiarse con el antebrazo las lágrimas que había dejado escapar. Se tapó con las cobijas y se acomodó mejor sobre la camilla de cómodos cojines.

 

     —Buenas noches, Señorita Virginia. —se quedó algo sorprendida y pasmada al ver frente a ella a Bruce Banner, y no a la enfermera, como había pensado en un principio—. ¿Puedo pasar? Serán sólo cinco minutos… Oh, creo que estaba durmiendo y la he despertado. O volveré mañana, si lo prefiere, o-

 

     —Descuide, Doctor. —trató de formar una pequeña sonrisa—. Sólo estaba descansando un poco. Pero pase, por favor. —él asintió con gesto nervioso y movió una de las sillas has acomodarla a un costado de su cama, manteniendo una distancia prudente. Virginia observó cada movimiento lento, como si él supiera que ella no se encontraba bien. Como si quisiera darle la confianza suficiente para que supiera que él no haría lo que Obadiah. Aquello la conmovió.

 

     —Eh… no estoy seguro por dónde comenzar, o si mis palabras pueden llegar a lastimarle, pero… Señorita Virginia, quiero que sepa que la apoyo, y que lo que menos quiero es que usted se sienta incómoda. Todo lo que pasó no volverá a ser nombrado. No he dicho ninguna palabra ni pienso volver a hacerlo… —sus palabras rápidas, casi inaudibles y atropelladas, hicieron que la primera sonrisa a media luna se formara en el atractivo rostro de la mujer. Ella le estiró la mano, y él con duda la tomó en un gesto delicado.

 

     —Tengo que darle yo las gracias, Doctor, por… pues por todo. Si usted no hubiera llegado, ese hombre… —sus palabras se atoraron y no pudo seguir hablando. La mano que le tendió a Banner tembló un poco cuando ella lloró silenciosamente. Una única lámpara alumbrara la habitación, pero ella no pudo esconder su llanto de la mirada fija y compasiva de él—. Perdón, yo… no debería…y-yo… —gimoteaba cosas ininteligibles, sintiéndose estúpida por llorar de esta forma. Alguien la atrajo por la espalda, y cuando se dio cuenta, su rostro estaba acunado en el pecho cálido de Bruce. Sintió nervios, algo de pánico y asco revueltos. Sin embargo no lo apartó, porque necesitaba sacar aquello que la estaba carcomiendo.

 

     —Es una mujer fuerte, Señorita Virginia. Ese hombre estará sufriendo ya, no se preocupe más por él. Hay cosas que no podemos cambiar, pero podemos seguir adelante con todas las fuerzas que nos quedan. —apretó un poco más el agarre, temiendo lastimarla o espantarla. Sabía de ante mano que los abusos físicos traían consecuencias secundarias, como el rechazo por un cuerpo ajeno. Pero ella se aferró con sus manos a sus antebrazos y lloró tendidamente por más de una hora. Cuando por fin lo dejó libre, él le pasó un pañuelo para que sorbiera su nariz, y utilizó uno para secar él mismo sus lágrimas.

 

     —Gracias por todo, de verdad. —sus ojos chocaron a través de la luz de la lámpara, y ella lo vio formar una pequeña sonrisa y murmurar algo que no alcanzó a escuchar. Él acomodó su almohada, le pasó su té y esperó a que lo bebiera con la pastilla. Sabía que era para evitar algunas pesadillas que pudiera tener. Después la ayudó a recostarse y secó una vez más sus lágrimas ya casi secas. La arropó bien debajo de las cobijas porque la noche se sentía fresca gracias a la lluvia. Pepper comenzaba a caer, presa de la droga que había tomado, pero aun así alcanzó a distinguir a Bruce, quien tomó su mano derecha y depositó un beso de despedida.

 

o.o.o.o.o.o.o

 

     —Oh, por Dios, ahh… —su voz entrecortada se hundió al igual que sus dientes cuando depositó un fuerte mordisco sobre la piel tesar del cuello. Un ligero pero doloroso golpe se asestó en su hombro izquierdo como respuesta, pero Clint sólo lo sintió como lo más placentero en medio de su orgasmo. Enterró sus manos en las caderas de Natasha mientras ella seguía balanceándose sobre él, exprimiéndolo totalmente. La sintió perder el ritmo, cerrarse a su alrededor. Ella se acercó a su oreja y mordió con algo de saña, gimiendo largo y tendido sobre él. Bajó la cabeza y besó cada uno de sus pechos perfectos y firmes, después dejó que ella se moviera para aterrizar a su lado.

 

     —Has estado mejor que nunca. —fue lo único que Natasha comentó, mientras se despejaba el cabello y el sudor de la frente. Barton soltó una carcajada ante el tono pícaro y coqueto de ella. Se pasó la mano por la cara y luego la observó de reojo.

 

     —Estar allá arriba sin sexo y con las pelotas congeladas por el frío me hicieron valorar lo que tengo en casa. —un golpe cayó justo en su costilla, pero él lo tomó como un simple juego. La tomó de sus mechones rojos y la hizo rodar hasta quedar encima de él—. Admite que me extrañaste, Nat. —la mujer negó con un gesto suave de la cabeza, pero no escapó de sus ojos el brillo esperanzador y la diminuta sonrisa que trataba de ocultar—. Esperaba que dijeras que sí, porque yo te he extrañado mucho… eres tan hermosa. —murmuró mientras pasaba el dedo índice por su nariz y le daba leves golpecitos. Sus cabellos rojos caían sobre su rostro haciéndole cosquillas a él en el pecho. Sentir el cuerpo desnudo de Natasha contra el suyo después de tantos días era una bendición. Le gustaba no solo por su cuerpo perfecto, ni por su mente fría. Natasha era la mezcla perfecta para soportar y querer a un hombre como él. Y también para sobrepasarlo. A él le encantaba su inteligencia, su sarcasmo. Su todo.

 

     —Me alegra que el Doctor y tú sean amigos de nuevo. —murmuró, apoyando su mejilla derecha sobre el pecho de Clint, a la altura de su corazón. Cerró los ojos escuchando sus suaves latidos. Natasha no lo admitiría jamás, pero estos momentos cursis que sucedían con poca frecuencia la ponían a temblar. Ella no estaba acostumbrada a los gestos amorosos, a las demostraciones. Pero esto era un grado de intimidad más fuerte, más profundo. Clint bajó una mano, acariciando los desnudos hombros y posando finalmente su palma sobre la espalda femenina.

 

     —Quizá Tony y tú puedan reanudar su amistad ahora que él sabe toda la verdad, Nat. —ella se mordió el labio inferior, porque todavía tenía que contarle cómo había arruinado todo con la misión de Fury. Pero estaba tan tranquila, escuchando la lluvia que caía como un manto sobre las calles de Nueeva York, que prefirió guardar esa información para después. Clint no la juzgaría, ni le reprocharía. Así que subió el rostro y depositó un beso pequeño sobre la barbilla del hombre que la sostenía entre sus brazos, para después murmurarle:

 

     —Te extrañé. —

 

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     —Si no vas a comer, será mejor que dejes la comida como está. Harás un batidillo con eso. —Jane trató de llenar el silencio que se había dejado caer sobre Thor y ella. Estaban en su apartamento, cenando. Se había enterado que Odín estaba fuera ya de Nueva York, y pensó que hacerle compañía a Thor no era una mala idea. Llevó comida y una botella de vino, pero al parecer no funcionó nada. Thor hizo un gesto, como una sonrisa, pero no levantó los ojos de su plato. No había comido nada—. Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad? —acercó su silla al otro, y posó su mano encima de la contraria.

 

     —Loki y yo peleamos. —soltó de repente. Jane por un momento pensó que era una broma, hasta que la mueca desolada de Thor le informó que él estaba lejos de bromear. Se acomodó sobre su silla.

 

     —Ustedes han peleado siempre, tonto. Pero terminan reconciliándose siempre, son hermanos. —trató de tranquilizarlo con palabras que pensó, lo harían sentir mejor. El rubio de barba se hundió un poco en su silla, evitando mirarla. Ninguno dijo nada por unos minutos, mientras la lluvia caía afuera, refrescando la noche. Probablemente no pararía hasta muy entrada la madrugada.

 

     —Ésta vez es diferente. Hemos tenido una pelea muy fuerte, y… se fue de la casa. No creo que vuelva, y yo no sé cómo arreglarlo. No sé qué es lo que hice mal, Jane. —y la miró con esas gemas escondidas tras sus pequeños párpados. Esa angustia que se reflejó en ella y no supo si sentirse alagada porque tuviera confianza para contárselo, o abrumada por la intensidad dirigida hacia Loki. Ella retiró un mechón que había escapado de la coleta del rubio, y se acercó lentamente a él. Entreabrió sus labios, para poder besarlo—. No, no. —le murmuró muy cerca, pero como no la vio detenerse, interpuso las yemas de sus dedos entre ellos. Jane abrió los ojos, algo sorprendida.

 

     —¿Qué sucede?... Espera, sí. Tienes razón. Soy una estúpida, yo-, sé que la pelea con Loki te tiene turbado, y que Odín haya regresado a Asgard también… perdón, ¿sí? No es el momento y… —se levantó torpemente de la mesa, dejando un silencio incómodo entre ellos. Sus ojos marrones de humedecieron un poco por el rechazo—. Creo que me iré a casa, y hablamos luego, sí, eso debo hacer… —murmuraba cosas más para sí que para él. Alcanzó su abrigo y se lo puso, pero no logró llegar a la puerta. Thor la tomó por un brazo y la giró despacio para que lo mirara.

 

     —Lo siento tanto, Jane. Eres una excelente mujer, inteligente y hermosa. —en sus ojos se leía el arrepentimiento, pero también la sinceridad. Jane pasó saliva y formó una sonrisa rota—. Yo no quería que este cariño y la amistad que nos ha unido por años se malinterpretara, yo… —se mordió el labio inferior. No quería herirla, pero era justo que ella se desengañara—. Estoy enamorado de alguien más. —apretó fuerte la mandíbula, mientras veía las amargas lágrimas deslizarse por el rostro de la chica.

 

      —¿Es… bonita? Supongo que sí. —trató de reír, cortando ella misma todo intento de una escena que se le antojaba vergonzosa y absurda. Nunca debió hacerse ilusiones con él. Nunca. Alzó la mirada esperando la respuesta, pero encontró un rostro sereno, casi trémulo y cabizbajo. No parecía avergonzado. Parecía orgulloso.

 

     —Es Loki. —y su voz fue como una daga que se enterró en el corazón de ella. Las piernas le temblaron y quiso echarse a llorar ahí mismo, pero no lo haría. ¿Por qué él?, ¿por qué su propio hermano? Quería llenarlo de preguntas, de reproches quizá. ¿Por qué de un hombre? Pero no era su asunto, y el de él tampoco. Cuando el corazón elegía dueño, no podías hacerlo cambiar de opinión. Quiso tirarse ahí mismo y llorar y patalear, y sentirse desdichada y que él lo notara. Pero jane era una mujer madura que aceptaba haber perdido. Que aceptaba que el amor era una puerta cerrada y abierta. Se llevó una mano a la boca y ahogó el gimoteo que quiso escaparse. Sí, era muy sensible ante las noticias. Thor no lo abrazó, no se acercó más. Tampoco se alejó.

 

     —No sé por qué no lo adiviné antes… —murmuró, aún parada en el corredor casi llegando a la puerta. Sus ojos encontraron los de Thor y los dejó ahí—. Toda tu sobreprotección, tus palabras, tus gestos. Cada que hablas de él es como si algo maravilloso te envolviera y… —guardó silencio de nuevo cuando una onda de lágrimas nuevas escaparon por sus ojos—. Pero, ¿sabes? Te merece. Y tú lo mereces a él. Estoy segura que el cariño de ambos es fuerte, y llegarán lejos si dejan de pelear. Tienes que hablar con él y arreglarlo, si lo amas en verdad. —le aconsejó, tomando su bolso y su abrigo.

 

Ésta vez Thor no la detuvo.

 

o.o.o.o.o.o.o

 

     —Ahhh… S-steve mghahhhoh, por todos los… —ahogó sus vergonzosos gemidos con una de sus manos, mientras era sacudido por la increíble felación que el rubio le estaba dando. Habían permanecido bajo la lluvia más tiempo del que hubieran deseado, en un cómodo silencio que los llenaba. Pero al entrar a casa habían sentido por fin las consecuencias de quedarse bajo el frío, y Steve había recomendado la ducha. Y ahí estaba Tony recargado contra las baldosas, mientras el rubio, hincado, le proporcionaba un placer increíble. Tomó sus cabellos mojados, estrujándolos con la mano libre—. Sigue ahhh, más, más profundo… Dios, vas a volverme loco si, ahh… —sus rodillas temblaron un poco cuando la lengua se atrevió a hundirse en su hendidura.

 

Steve se puso de pie de repente, dejándolo con su miembro duro y palpitante. Estuvo a punto de reclamarle, pero todo intento de discusión se fue al carajo cuando observó sus gemas azules, ardientes. Su cabello mojado se pegaba a su cabeza, y por su cuerpo seguía cayendo agua caliente. Steve lo tomó por los hombros y le dio media vuelta, estampándolo delicadamente contra la pared.

 

     —Quédate así. —le murmuró, lamiendo su oreja. Repasó con sus dientes la nuca, bajando lento por la espalda. Tony hizo puños sus manos por las sensaciones, cerrando los ojos. Gimió inevitablemente cuando Steve posó sus manos sobre sus nalgas y las apretó. Besó cada una y las mordió, disfrutando del temblor de su cuerpo agitado. Su erección pegaba contra las baldosas tibias de la pared. Abrió sus nalgas y mojó sus dedos con el agua que caía sobre ellos, llevándolos a su entrada. Los metió sin avisar, juntos. Stark se removió soltando un gruñido agudo que le supo a gloria cuando los dígitos se movieron lentos dentro de él. Sus caderas comenzaron a ondearse cuando Steve se puso de pie y se pegó a su cuerpo. Sentía el pecho pegado en la espalda, ese duro miembro sobre su nalga derecha, los dedos dentro.

 

     —Por favor, Steve. Métemela, la necesito. Te necesito dentro. Sólo, oh. —suspiró cuando aquellos dedos dejaron su interior. Su entrada se contrajo con anticipación, haciéndolo jadear más fuerte. Iba a darse la media vuelta, pero una mano sobre su nuca se lo impidió. Steve lo tomó de los cabellos y jaló su cabeza hacia atrás, dándole un beso salvaje mientras se la metía toda de una sola estocada. Le impidió a Tony romper el beso, mordiéndole los labios y llenándolo al mismo tiempo. Las embestidas comenzaron duras, profundas. El castaño no soportó el ritmo y movió sus caderas hacia atrás provocadoramente, rozando su piel con las caderas de Rogers. Las grandes manos aterrizaron sobre su cintura y lo movieron—. Ahh, mmgh Rogers, está tan adentro, tan dura, tan, ahhh… —abrió la boca y dejó que una tras otra, las palabras obscenas se deslizaran fuera, hacia el exterior.

 

      —Vas a matarme si sigues hablando así, Tony, vas a mgh… —gimió contra su nuca ante la excitación de las palabras dirigidas hacia él. El cuerpo contrario le encantaba, ondeándose hacia él buscando más contacto. Resbalaban a la perfección gracias al agua, y estaban calientes. Muy calientes. Las embestidas se transformaron en pequeños saltitos de ambos, y en un intercambio de gemidos y besos. Steve llevó una mano al miembro de Tony y lo acarició en el glande, haciéndolo llegar. Apretó tanto su interior que lo hizo derramarse dentro antes de poder sacar su miembro. A Tony no pareció importarle.

 

Se terminaron de duchar y limpiar entre risas y besos, y algunos mordiscos juguetones también. Cuando por fin salieron del baño con el cabello húmedo, se tumbaron en la cama desnudos, y se taparon con las cobijas. Tony se acurrucó de nuevo contra el pecho de Steve, sintiéndolo cálido y protector. Depositó un beso en los pezones de Rogers, sintiéndolo agitarse con una suave risa. Las grandes manos se pasearon por sus mechones castaños como era ya su costumbre, y no lo dejaron escapar. Tony alzó la vista, sin poder contener un poco más su curiosidad. Ninguno de los dos había querido decir nada al respecto de las palabras de Bruce. Pero Stark lograba ver ahora mismo la indecisión marcada en los rasgos masculinos del militar, la duda sembrada en su corazón. Pero también estaba ese destello de alegría y esperanza que albergaban sus ojos. Ese deseo efímero de volver a casa.

 

Tony prefirió cerrar los ojos y dormir.

 

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Loki abrió la puerta esperando ver del otro lado a Tony Stark haciéndole algún mal comentario, o a Steve, preocupado. Pero encontró frente a él a Jane Foster. Se veía algo cansada y con ojeras, como si no hubiera dormido. De hecho, él mismo se sentía de esa forma.

 

     —¿Puedo saber qué quieres en mi casa a las siete de la mañana? —se cruzó de brazos sobre el marco de la puerta, impidiéndole de alguna forma entrar a su casa en la Torre. ¿Qué jodidos hacía ella ahí? Que alguien se apiadara de él y dejaran de torturarlo. Tenía suficiente ya con ver a Thor u oír de él. El día anterior había huido de todo contacto humano tras haberle contado a Bruce la aventura de amor de Steve y Tony, y se había refugiado en su piso en la Torre para descansar y lamentarse. Sí, era un masoquista.

 

     —Necesitamos hablar. —respondió sin tartamudear. Sin pedir permiso si quiera, pasó al lado de Loki y abrió la puerta del apartamento. Sí, estaba un poco intimidad por el hombre y su lengua filosa, y porque todo lo que dijera iba a dañarla de sobre manera, pero estaba decidida. Se había pasado la mitad de la noche llorando, y la otra mitad tratando de tranquilizarse. Pero apenas había salido el Sol, tomó la decisión que tanto le había rondando por la cabeza. Sintió los pasos de Loki tras ella—. Ayer intenté besar a Thor. —su voz se escuchó entre el silencio y sus respiraciones. Al parecer tomó desprevenido al ojiverde, porque él trastabilló dos pasos hacia atrás y se pegó con una mesilla.

 

     —¿Para qué vienes a decírmelo?, ¿quieres que te diga qué tipo de besos le gustan más? —preguntó con una falsa sonrisa amigable. Estaba harto de fingir que no entendía, harto de todo. No mas máscaras respecto a Thor. Jane pareció pensarlo un momento. Él tenía un cuchillo enterrado en el corazón tras las palabras de la mujer.

 

     —Él me rechazó. —comentó bajando el tono y también la mirada. La alfombra era elegante, y seguramente costosa. Sus ojos se pasearon por las formas desiguales que la hacían parecer una pintura abstracta—. Me rechazó, ¿y sabes por qué lo hizo? Porque ama a alguien más. Y ese eres tú. —apretó los labios y lo miró. Loki estaba esperando que ella riera, que se burlara en su cara, pero ninguno de los dos estaba jugando. Entonces cayó en cuenta de lo que le había dicho—. Intenté besarlo para confesarle mi amor, pero él se negó. No me quiere de la forma en que te quiere a ti. —esperó alguna palabra, pero de Loki no salió nada hasta tres minutos después.

 

     —Si has perdido tu dignidad frente a él no me interesa. No vengas a arrastrarte aquí diciéndome esto. —le rugió con violencia, haciéndola retroceder un paso. Sus miradas se cruzaron, firmes, enemigas de algo que bien sabían los dos lo que era. Jane alzó la barbilla en gesto desafiante y apretó su bolso entre sus dedos largos y cuidados.

 

     —No he venido a pedirte nada, ni a rebajarme. He venido a avisarte algo: eres un idiota. —avanzó un par de pasos hacia él hasta quedar a unos treinta centímetros de distancia—. Thor te ama, y si tú no vas y le dices lo que sientes él jamás va a comprenderlo, porque también es un idiota. Hemos sido amigos por años y él jamás había sospechado mis sentimientos a pesar que todo el mundo lo sabía, incluso tú. Y si no le dices lo que guardas aquí —le picoteó el pecho con el dedo índice—, él jamás va a entenderte. Eres una estúpida diva que piensa que todos correrán tras de ti. Es tiempo de que te pongas pantalones y seas sincero con él y contigo. Quítate el orgullo y ve a decirle que lo amas. Lucha por esto que él siente por ti. —sus ojos almendrados lo taladraron durante mucho tiempo, hasta que Loki no soportó más y ladeó la mirada.

 

     —¿Por qué vienes a decirme esto? —cuestionó con un deje de sentimientos revueltos que envolvió en burla para pasar desapercibido el cómo se sentía de abrumado.

 

     —Porque soy una rival digna y limpia. Te he dicho ya lo que Thor siente, pero no creas que me daré por vencida. Seguiré intentando, porque si dejas ir a Thor, estaré yo esperándolo. ¿Y sabes por qué? Porque también lo amo y no pienso perderlo. —y tras esas palabras que cayeron como una lluvia fría sobre el ojiverde, Jane pasó a su lado y abrió la puerta de su casa, cerrándola instantes después.

 

Se dejó caer en el sofá y se llevó las manos al rostro, cubriendo las lágrimas que se desbordaron vergonzosas por sus ojos.

 

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     —¿Bruce aquí? ¡Imposible! —Tony se revolvió en la silla del cuarto. Pepper lo miró desde su lugar con el ceño algo fruncido—. Ok, está bien, te creo. —alzó las manos con una sonrisa en símbolo de paz. Después se dejó caer sobre su asiento y bostezó. Ese día tenía que ir temprano a la empresa para mover todos los papeles y quitar a Obadiah de Industrias Stark. Pero primero había pasado a ver cómo estaba su amiga. No pudo evitar alzar la ceja cuando la escuchó hablando más animada acerca del Doctor. Le contó cinco veces lo que había pasado, y su vergüenza al llorar entre sus brazos como una niña.

 

     —¿Cómo vas con Steve? —cuestionó para cambiar el tema, porque ya se sentía un tanto incómoda hablando nada más de Bruce. Tony le había contado ya que le había confesado su secreto al militar, y todo lo que se había suscitado después entre ellos y Natasha. Pepper no podía creer que pasar un día en el Spá había hecho girar tanto los acontecimientos en la vida de su amigo. El cuerpo le dolía un poco, pero estaba más repuesta y había desayunado bien. Quizá desahogar sus penas con Bruce había sido una buena idea.

 

     —Vamos como siempre. El sexo es excelente, por si quieres saber. —alzó juguetonamente las cejas. Pepper le aventó un cojín, que él atrapó en el aire, riendo un poco—. ¿Por qué preguntas? —cuestionó, acercándose a su camilla y sentándose en la orilla, tomando a Pepper de la mano cuando ella lo llamó. Pero aquellos ojos azules clavados en él con tanta firmeza, lo hicieron desviar la mirada hacia algún punto inexistente.   

 

     —Porque estás enamorado de ese hombre, ¿es que no te das cuenta? —le reprendió como una madre a su hijo. Palmeó con sus manos las rodillas de Tony y lo obligó a mirarla con ese simple gesto—. No puedes seguir evitando tus sentimientos, no más. ¿Sabes por qué? Porque Steve va a irse pronto, y si tú no haces algo al respecto, te lamentarás toda tu vida. —suspiró, abatida. Como si fuera su propia situación y no la de él. Al millonario le sorprendió la facilidad con la que Pepper podía ponerse en sus zapatos.

 

     —Él se irá, porque tiene a alguien a quien ama ahí. Y esa persona no soy yo. Sólo compartimos… somos como amigos con derechos, sí, eso. —la miró con una sonrisa, pero Virginia sabía que estaba tratando más de convencerse a sí mismo que a ella de sus palabras. Se echó el cabello hacia atrás y luego le sonrió—. El tiempo entre nosotros se ha terminado, ¿entiendes? Fue una buena experiencia, pero ya sucedió y ahora-

 

     —Ahora te resignarás a que se marche. —le reprochó—. No puedes basar tu vida en huir de los sentimientos y las personas. Steve te ha enseñado mucho, me atrevo a decir que ha logrado más que yo, incluso. Mírate ahora, Tony, eres otro. Sólo quiero verte feliz. Quiero que le digas tus sentimientos de una vez y te dejes de tonterías. El amor es importante en la vida de todos y cada uno de nosotros, y mereces darte la oportunidad de sentirlo. —y sus labios fueron sellados por el dedo índice del millonario, que se cernió sobre ella con delicadeza, callándola para que no siguiera hablando.

 

     —Incluso si el amor es importante siempre da miedo, querida Pepper, siempre. —susurró lentamente, porque sus palabras eran ciertas. Tony sonrió con tristeza. Todo era culpa suya. Si era sincero consigo mismo tenía que admitir que generalmente así era. Aunque esta vez no se sentía culpable por ello.

 

 

 

Notas finales:

Espero que el capítulo les haya gustado :3

A este fic le faltan algunos cinco capítulos seguín mis cálculos, o quizá seis. Espero no demorar tanto en las siguientes actualizaciones porque tengo una historia en puerta :D 

Yo escribo por gusto, porque me encanta hacerlo, y sobre todo para que ustedes puedan tener una escapada del mundo que a veces se nos vuelve complicado y monótono. Muchas gracias de nuevo por sus increíbles palabras, por todo su apoyo. 

Los quiero muchísimo.

¡Un beso enorme!


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