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El tiempo entre nosotros por Sawako_chan

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Muchísimas gracias por sus hermosísimos comentarios, no saben cuánto me alegra que hayan seguido esta historia hasta el final paesar del tiempo que a veces tardaba en subir un capítulo. 

Este capítulo final es solamente un descenlace sencillo, pero que da pie a muchas cosas. Quise que fuera corto, para cerrar bien esta historia. Tuve algunos problemas este último par de meses, pero aquí me tienen :3 

Por cierto, hubo un comentario anónimo que me dijo que en el capítulo anterior le pareció haber leído un par de líneas parecidas en otro fic, lamento eso. La verdad sí, me inspiré en el final de otro fic para hacer el mío, y se me olvidó poner las referencias. Les dejo el nombre del fic (que por cierto es una de mis historias favoitas y estaría genial que lo leyeran) se llama "Like the high tide takes the sand" y pueden encontrarlo en Fanfiction. Una disculpa por no haber puesto este dato importantísimo :3

Ahora sí, les dejaré leer y de nuevo muchísimas gracias por todo :D

 

 

 

 

 

EPÍLOGO.

 

 

     —Deja de mirarme de esa forma, no voy a morirme, Steve. —resopló Natasha aventando su cabello suavemente detrás de su cuello. Hizo una pequeña mueca de dolor mientras se tocaba el brazo con delicadeza y giraba el volante para terminar de estacionar su coche.

 

     —No debiste hacer eso. —le recriminó con voz angustiada—. Más bien, yo no debí… fui el encargado de la misión, ¿cómo no pude darme cuenta de que había un grupo más en el ala oeste del barco? —se recargó en el respaldo del asiento, a la vez que cerraba los ojos y se sobaba las sienes con sus dedos. Estaba frustrado, molesto, y se sentía incompetente.

 

     —Estoy pensando seriamente que vivir con Stark tanto tiempo te ha convertido en un mártir. —bromeó, mientras apagaba el coche. Steve soltó una risa seca que le supo amarga, pero aún así abrió los ojos para mirarla—. He recibido balazos en peores lados de mi cuerpo, el brazo no es nada. Una vez escolté a un empresario muy importante en Afganistán. Un cowboy de terroristas nos atacaron y le dispararon a través de mí con una bala soviética. —se levantó el costado de la blusa donde tenía una cicatriz perceptible, con una forma similar a una estrella deformada—. Sin marcas, sin sonido. Adiós a los bikinis. —torció la boca en una sonrisa mordaz.

 

     —Apuesto a que te verías muy mal en ellos. —y sonrió de medio lado, sintiendo un peso menos en la espalda. Ella soltó una carcajada alegre, sosteniendo su mirada. Steve repasó cada una de sus hermosas y femeninas facciones, sintiéndola más viva y jovial. Había teñido su cabello de rubio, y lo había cortado un poco más arriba de los hombros. Con los labios pintados color coral y un suave delineado sobre los ojos, podría haberse hecho pasar por una modelo. Steve se sentía agradecido de tenerla a su lado.

 

     —En realidad se ve mal en ellos. Pero la ropa que usa para practicar yoga, le sienta de maravilla. —una voz distinta rezumbó ésta vez. Ambos sonrieron al encontrar a Clint al lado de la ventana del conductor. Natasha le dirigió una mirada afilada para que se callara, y Barton levantó las palmas de las manos en señal de paz. Steve rió ésta vez más fuerte, agarrándose la costilla izquierda a su paso.

 

Ambos se bajaron del coche para saludar al recién llegado, que llevaría a Natasha a su casa.

 

     —¿Seguro que quieres que te dejemos aquí? —cuestionó la—ahora—rubia, fijando sus ojos verdes en los azules del soldado. Él asintió con una sonrisa, despidiéndose de ambos con una mano al aire—. Podemos dejarte más cerca. —insistió de nuevo, cruzando los brazos a la altura del estómago.

 

     —Mi motocicleta está cerca de aquí, iré el resto del camino en ella. —les guiñó el ojo y se alejó un par de metros, pero la voz de Natasha llamándolo lo hizo girarse. Sintió un brazo pasar por alrededor de su cuello y de repente se sintió atrapado. Correspondió el abrazo que ella le brindaba, y con ambos brazos la estrechó contra su pecho. La quería demasiado.

 

     —Me alegro que hayas regresado, Steve. —le murmuró contra su pecho, con sus dedos aferrándose a la espalda del soldado. Ese hombre era su apoyo, su amigo, su hermano. Daría la vida por él, lo sabía. Durante todo este tiempo habían aprendido el uno del otro sus defectos y secretos, y no había nada que se ocultaran. Ella tenía fama de ser una chica ruda y fría—y era cierto—pero Steve, quien había logrado derribar esa barrera que la cubría, había descubierto a la chica amable y preocupada que se escondía en su interior.

 

     —Yo me alegro de haber vuelto, Nat. —le respondió con una sonrisa suave. Depositó un beso en su frente y se alejaron. Se verían la próxima semana en otra misión, aunque quizá ella no participara por el balazo en su brazo. Le acarició por última vez la mejilla y se alejó ésta vez sintiéndose pleno y feliz.

 

Cuando Natasha regresó al lado de Clint, él estaba recostado en el costado de su flamante Porsche negro. Tenía el ceño ligeramente fruncido y observaba fijamente a Steve alejándose por la acera de la avenida principal. Ella lo miró durante un tiempo y ambos se subieron al auto, poniéndose los cinturones de seguridad.

 

     —¿Qué sucede? —por fin preguntó, más por obligación que por gusto, porque obviamente ya sabía lo que ese imbécil estaba pensando. Clint giró a la derecha e ignoró la pregunta durante un par de calles más, hasta que finalmente pareció no poder aguantar más las palabras que pugnaban por salir de su boca.

 

     —Creo que Steve y tú son muy cercanos. Demasiado cercanos e íntimos. —se puso los lentes de Sol para evitar verla y que ella leyera lo que él en verdad estaba sintiendo. Durante todos esos años de relación él se prometió a sí mismo jamás ponerse celoso de los hombres que cortejaban y hablaban con Natasha, y todo había ido viento en popa… hasta que llegó Steve. Era estúpido, lo sabía. Porque Steve y Tony tenían una relación y—al parecer—ambos iban en serio. ¿Entonces por qué sentía ese repentino golpe de asquerosos celos? Si seguía así, se convertiría en una de esas chiquillas fastidiosas y acosadoras con sus novios.

 

Ella resopló con burla mientras le daba un pequeño—pero duro—golpe en el brazo. Después esperó a que el semáforo se pusiera en rojo para atraer a Clint por el cuello y darle un beso en la boca.  

 

Ella lo sabía. Y Clint también.

 

Se amaban.

 

o.o.o.o.o.o.o

 

El mundo gira, incontenible, y los vientos de cambio soplan con fuerza en el verano de la gran ciudad.

 

Mientras Steve viaja por la carretera en su motocicleta, acelera y se siente de una forma extraña. Extraña pero bien. Estará en casa en un par de horas, quizá, y no puede evitar sentir ese nudo de nervios y anticipación que se forma en la boca de su estómago. Vivir con Tony y amarlo es así.

 

No sabe lo que vendrá, y sin embargo, no tiene miedo.

 

o.o.o.o.o.o.o.o.o

 

El tiempo es triste, y el Sol está escondido entre las nubes grises que cubren el cielo. Pronto comenzará a llover.  

 

Loki no sabe si es el viento, o los susurros de las personas, lo que hace que las hojas de los árboles se agiten con fuerza. Quizá ambos.  

 

Sabe que Asgard es una tierra llena de prejuicios, y que las voces a sus espaldas los tienen como protagonistas a ellos. Sin embargo no se inmuta, no tiene porqué sentir vergüenza del amor que siente por Thor. Sus manos unidas firmemente lo demuestran. Le hacen saber al mundo que están dispuestos a luchar contra todo y todos. ¿Es acaso el amor homosexual un pecado, una prohibición? No lo cree y no le interesa.

 

Suspira y cierra los ojos cuando lanza su flor blanca hacia el hoyo de tierra frente a él. Casi puede escuchar el sonido que ésta hace cuando choca suavemente contra la caja de madera pulida que se encuentra ahí abajo. Thor hace lo mismo, frunciendo los labios hasta transformarlos en una línea tensa. Loki aprieta más el agarre que mantiene sus manos unidas y el rubio de barba le responde. El apoyo mutuo es lo que necesitan ahora. Frigga se acerca por el otro lado y lanza una flor roja y un par de lágrimas dolorosas se deslizan por sus mejillas. Se arrodilla y llora un poco más, pero alguien la levanta con dulzura para que puedan comenzar a cubrir el hoyo con la tierra que han sacado.

 

Odín está muerto.

 

Un infarto a su corazón lo ha hecho desfallecer, quizá, demasiado pronto.

 

Loki no sabe si él ha pagado por las cosas que ha hecho, pero no puede culparlo. Era su tiempo, y si pagó en vida—o no—todo el dolor que le causó, no es más que una circunstancia del destino. No se siente culpable por no haberlo visto en todo ese tiempo, desde aquella vez que discutieron. Irónico encontrarse ahora, después de todo, en un cementerio.

 

El tiempo ha hecho lo suyo, y aunque sus heridas siguen abiertas y a veces lo sueña todavía, sabe que puede seguir adelante. Que el rechazo, el odio y las humillaciones, no fueron más que obstáculos que pudo sortear con éxito. Así que simplemente mira cómo poco a poco se cubre de tierra aquella caja que guarda a quien jamás verá de nuevo. Quien jamás lo juzgará, quien jamás le pedirá disculpas por sus malos tratos. Aun así, él siente que hacer esto es un paso más en su vida. Quiere hacerlo. Quiere decirlo:

 

—Te perdono, Odín. —

 

Y la primera gota de agua cae justamente en la mano que estira.

 

o.o.o.o.o.o.o.o

 

     —Buenas noches, Capitán Rogers. —la primera cosa que hace Steve es agarrarse a la puerta con firmeza porque aquella voz robótica y algo siniestra le ha causado un buen susto. Aún no ha terminado de acostumbrarse a la voz del IA de Tony, a pesar de llevar ya dos años escuchándolo. Extraña al mayordomo, al hombre, al consejero y al amigo. Y sabe que Tony también lo hace. Le echan de menos, pero la vida es así de impredecible.

 

     —Buenas noches, Jarvis. —responde aunque se siente algo tonto. No hay nadie parado enfrente, ni atrás, ni en ningún sitio, en realidad. La voz de Jarvis no es más que una Inteligencia que vive en todas las casas y la oficina de Tony. A veces se olvida de que él está ahí, y entonces suceden este tipo de situaciones en las que le pega un susto de muerte—. ¿Tony está en casa? —se quita la chaqueta y la arroja con cuidado sobre el sofá de piel. Se dedica un momento a observar los retratos que cuelgan de las paredes: Howard y María con Tony, sus propios padres dibujados a mano en otro cuadro. Incluso hay una foto de ellos dos juntos besándose en plena nevada el año pasado. Es un hogar.

 

     —El señor Stark se encuentra en la cocina, Capitán. —él asiente en modo de respuesta—como si el asistente de Tony pudiera verlo—y camina hacia el lugar indicado. Lo ve de espaldas, moviendo la cabeza mientras hace quién sabe qué.

 

Sin que el otro le note, camina y suavemente rodea su cintura con los brazos, depositando un suave beso en su nuca, que a Stark le eriza la piel. El millonario deja de hacer lo que está haciendo, y durante diez segundos se dedican a disfrutar del abrazo improvisado—. Espero que no estés experimentando como la última vez. Estuve en el baño por dos horas, Tony, dos horas. —intenta regañarle, pero no le sale como quiere. Porque su voz se inunda con la alegría de verlo de nuevo después de un largo tiempo.

 

     —Lamento echarte a perder el chiste, pero ésta vez la cena me ha quedado deliciosa, ¿no es cierto Jarvis? —se suelta del abrazo de Steve y se gira para mirarlo. Ambos encuentran sus ojos al instante y se quedan ahí, viéndose como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Cuando están juntos eso parece.

 

     —Si usted se está refiriendo al restaurante al que ha pedido la comida a domicilio, entonces debo confirmar que sí, la cena será deliciosa esta vez. —la voz robótica de Jarvis es lo único que suena en el silencio de la casa, con ese toque sarcástico y bien perfilado que le sienta de maravilla. Ambos saben que no es el verdadero Jarvis, y que jamás lo será, pero este tiene un algo que les gusta. A Steve le agrada pensar que hay alguien al nivel sarcástico de Tony como para retarlo. Aunque sigue acostumbrándose a él.

 

     —Jarvis querido, no me quemes. Al menos yo corté las zanahorias para la ensalada. —el castaño rueda los ojos al verse descubierto patéticamente por su propia creación. Luego recompone una sonrisa y pasa los brazos por el cuello de Steve, bajándolo unos centímetros a su altura para darle un beso en la nariz. Su lengua tibia y traviesa se desliza por su mejilla y cae hasta la comisura de los labios del rubio, para terminar con un pequeño lametón en el labio inferior—. Amo el sabor que te dejan las misiones… y tu barba de tres días. Debería ser ilegal tenerla, me entran unas ganas enormes de hacerte una mamada. —le dice juguetón, y Steve suelta una gran carcajada al sentir las orejas calientes por lo que le ha dicho sin un gramo de vergüenza.

 

     —Siempre tan romántico. —le susurra antes de besarlo con ansiedad. Sus labios se encuentran y al poco tiempo sus lenguas hacen lo mismo. El militar pasa sus manos por el trasero de Tony y lo pega a su cuerpo, sintiéndolo rebotar con un gemido que muere en medio de su apasionado beso. Las manos de Tony no se quedan quietas y se mueven hasta que tocan sus músculos debajo de su camiseta con sudor. Se separan cuando el teléfono del castaño comienza a sonar.

 

     —Es hora de la cena. —murmura, pero se niega a despegarse del mayor. Muy al contrario de lo que muchos piensan, él también tiene sus momentos, así que simplemente dice:—. Te extrañé. —y luego se para de puntitas para alcanzar la frente del ojiazul y depositar un beso ahí—. Si te vas dos meses de nuevo a una estúpida misión de Fury, pediré el divorcio y me quedaré al niño. —y luego se separa, con la dignidad muy en alto y una sonrisa autosuficiente que no desaparece hasta que Steve sale de la cocina para comenzar a poner los platos en la mesa.

 

La sonrisa tampoco se va del rostro de Steve hasta que está de regreso en la cocina, mirándolo con esos ojos azules tan profundos y misteriosos como el mar. Entonces Tony levanta su mano izquierda, donde reluce un anillo sencillo de oro. Steve se pregunta cómo ha pasado tanto tiempo desde que prometieron estar juntos por medio de ese par de anillos—porque en su dedo reluce uno exactamente igual—y todavía se sigue sintiendo avergonzado, porque no puede evitarlo. Esto es lo que el amor hace, supone: que las sensaciones sean siempre las mismas así haya pasado un tiempo indefinido. El amor no se extingue, no se gasta.

 

     —¿Dónde está nuestro niño? —cuestiona mientras toma los cubiertos y sale de nuevo a ponerlos donde corresponde. Tony le sigue un poco después con la comida—todavía en las cajas del pedido que hizo por teléfono—y le dedica una sonrisa mordaz a Steve.

 

     —De vacaciones con su tía Pepper y su tío Bruce. —es su simple respuesta. Steve asiente y juntos, como una coreografía, toman asiento y abren todo dispuestos a cenar—. Creo que no le gustaba lo que le daba de comer, quizá por eso prefirió huir con esa traidora de Potts. —bebe un sorbo de vino, mientras espera la respuesta de Steve.

 

     —Quizá tampoco le gustaron tus experimentos en la cocina. —indica, señalándolo con el tenedor—. Dingo no es cualquier niño, Tony. Eres un peligro para la sociedad. ¿Sabes lo que el veterinario dijo cuando le llevé al perro? Que estaba intoxicado. ¿Qué diablos le pusiste a su comida? —pero Tony simplemente agita la mano en señal de no darle mucha importancia.

 

     —Cariño, pensé que si le ponía un poco de químicos el perro mejoraría, ya sabes. Más rápido, más inteligente, que no se le cayera tanto el pelo, qué voy a saber yo…—trata de desviar el tema porque lo cierto es que se siente culpable. Dios, pobre animalito. Él sólo quería modificar un alimento para que fuera más nutritivo para su niño, y resultó todo lo contrario. Un perro intoxicado que le tenía miedo a sus comidas—. ¿Te ha gustado la cena que preparé? —

 

     —Me encanta, sobre todo porque tú picaste las zanahorias. —decide dejar el tema de Dingo a un lado y se dedica a picar a Tony con sus mismos comentarios. El castaño resopla una carcajada y luego le toma de la mano, con una suavidad que no es ni fingida ni incierta. Sólo verdadera. Hay un brillo especial en sus ojos cuando le mira, y entonces dice:

 

     —Por eso te amo tanto. —y Steve siente que puede morir con un trozo de carne atorado en la garganta por lo que acaba de oír. Es raro y poco común que Tony lo diga así, de la nada, aunque use el tono sarcástico para confundirlo. La mayoría de veces que demuestra su cariño con palabras es cuando su estado etílico es muy diferente de este, pero se alegra que pueda hacerlo. Que poco a poco el hombre que ama se vaya abriendo ante él, más extenso y más intrigante cada vez. Tony Stark es una caja llena de sorpresas. Toma agua para calmar la sorpresa del momento y entonces toma la mano del millonario y besa su palma abierta, con sencillez y especial delicadeza. Entonces lame la yema de su dedo índice y luego muerde un poco.

 

     —Demasiada sinceridad te hace parecer falso. —y ésta vez es el turno de Tony para atragantarse con su comida.

 

o.o.o.o.o.o.o.o

 

Más tarde, cuando ya la Luna de plata se impone sobre el cielo, Steve se dedica simplemente a trazar pequeños círculos fantasmas en la espalda de Tony—que está dormido prácticamente encima de él—mientras observa con especial atención las estrellas que relucen soberbias tras el vidrio de la gran ventana.

 

Cuando regresó al siglo XXI traía la incertidumbre pegada en la espalda. Natasha fue la primera en darle la bienvenida con un golpe bien puesto en el brazo, para después abrazarlo con mucha fuerza. Thor y Loki también se unieron al abrazo, y de repente se sintió rodeado por muchos brazos de los que ahora eran sus amigos, incluyendo a Barton y Bruce. Apenas y se había instalado de nuevo en la Torre Stark, cuando Nick Fury apareció con el contrato en la mano.

 

Durante su primer medio año fue agente encubierto trabajando en misiones cortas y entrenamientos de niveles altos y estrategias múltiples. Aprendió artes marciales mixtas: parkour, jiu-jitsu brasileño, karate y boxeo. Entonces se ganó la aceptación de la Organización para convertirse en el Capitán de un equipo formado por él, Natasha, y Falcón. Un hombre que había conocido mientras corría una mañana por DC. Inmediatamente habían congeniado.

 

Aunque este nuevo rango le daba aventuras y actividades, y poder salvar a gente inocente, también le brindaba constante peligro y alejarse de casa por días, semanas, e incluso meses. Tony no había concordado con la idea de tenerle lejos mucho tiempo, pero después comprendió que no podía imponerle reglas, porque eso era lo que era: Steve era un Americano con sentido del deber y amaba a su patria. Eso, quizá, había logrado que su relación fuera más sólida.

 

Los planes comenzaron, al igual que los viajes y las mudanzas. De repente se encontraron con una rutina encantadora: la semana la pasaban en Nueva York—porque la oficina central de Tony estaba ahí—y los fines de semana se escapaban a su casa en Malibú para estar solos sin ruidos, sin gente. Alejados en un pequeño—o gran—nido. Como ahora, que es Viernes y están alejados de todo al lado de la bella playa.

 

Acaricia los mechones de Tony mientras se pone a analizar con melancolía todo lo que ha pasado con ellos estos dos años que lleva viviendo en el siglo XXI: peleas, discusiones, sexo en lugares peligrosos—ascensores, un parque, el coche, la oficina de Tony, el baño de una fiesta de gala, la playa a mitad de la noche—momentos que él no puede olvidar jamás. Ha habido dificultades, pero eso los hace agarrarse más fuerte, comprender que esto es para una vida completa.

 

Su anillo de oro reluce y se siente cursi y estúpido, y feliz. Porque Tony ha aceptado ese anillo como símbolo de un compromiso y un matrimonio fantasma. No es que le desagrade la idea de casarse, pero un papel no avala la felicidad. Lo hacen los hechos, las circunstancias y la constancia. Se aman, y ese anillo lo simboliza. Aun se ríe de la cara que puso el castaño cuando se arrodilló frente a él y le pidió ser su compañero, amante y enemigo. Cuando le pidió que estuvieran juntos para superar las dificultades, juntos para reír, juntos para caminar. Se siente enfermo de amor cuando recuerda a Tony diciéndole que esos anillos son feos y seguramente se oxidarán. Pero aún lo trae, y no se lo quita ni cuando trabaja en el taller.

 

Sin darse cuenta se queda despierto toda la noche, admirando al hombre que tiene entre sus brazos. Y entonces los primeros rayos del amanecer se cuelan tras la ventana. El tiempo pasa realmente rápido cuando amas a alguien y le piensas mucho. 

 

Se levanta con cuidado, y se mete al baño para asearse. Se refresca el rostro y sale un poco más despierto. Observa a Tony desde el marco de la puerta del baño, en silencio. Está tendido sobre su costado, con pequeños haces de luz sobre su piel. Una sábana blanca está enredada entre sus piernas y sus ojos están cerrados. Él está durmiendo pacíficamente, y no hay ni un solo movimiento que delate algún mal sueño. Simplemente duerme como el niño que Steve piensa—y confirma—a veces que es.

 

Quiere repasar el contorno de su cuerpo con sus labios y su lengua, pero teme despertarlo, así que se queda donde está. Bebe en la visión de su piel bronceada y suave, una combinación perfecta para el sol.

 

Está a punto de salir de la habitación para preparar el desayuno y salir a correr, pero los ojos de Tony se deslizan suavemente y se abren, notando sus intenciones.

 

     —Steve, —dice en voz baja— ¿a dónde vas? Vuelve a la maldita cama. —se revuelve un poco y se da cuenta que está ocupando casi todo el espacio de la cama, así que se acomoda para darle espacio al rubio. Él no duda ni un segundo en regresar al lado de Tony.

 

Lo estrecha entre sus brazos y siente que el castaño murmura algo en su cuello.

 

     —¿Qué dijiste? —pregunta, mientras le da un beso en la frente y se acomoda mejor. El castaño vuelve a subirse a su cuerpo y el calor corporal del millonario lo invade con una sensación cálida. Tony se aferra a él como si fuera un oso de peluche gigante, y no planea separarse hasta conseguir que el rubio se quede más tiempo. Él se da cuenta de inmediato y simplemente ríe bajito—. No me iré, Tony. A ningún lado, hoy ni nunca. —acaricia sus mechones una vez más y cierra los ojos, acomodándose para dormir un poco.

 

A Tony le gusta el trasfondo de la idea. Steve va a seguir allí mañana. No va a desaparecer. No se está arrepintiendo. Es casi una promesa.

 

Steve se pregunta, no por primera vez, qué vio Tony en una persona sin rumbo como él. En un símbolo de cosas que dejaron de existir hace más de una década. Que tal vez no existieron nunca, o que son ahora simplemente una marca difusa en un libro de rayones coloridos. Tony es el futuro, la fuerza de cambio de un mundo nuevo. Y Steve probablemente nunca dejará de sentir nostalgia por el pasado, pero no quiere volver. Quiere crecer, avanzar. Quiere estar con Tony porque es lo que el amor hace. No puede aferrarse a una comodidad que no lo hace ni la mitad de feliz que lo que es con Stark. Y tiene que apretarse el corazón con melancolía porque sabe que ha renunciado a su época, que será un chico perdido y huérfano. Que si las cosas van mal con Tony quedará desamparado. Pero confía, y pone el corazón en ello, en que eso nunca pase.

 

Steve sabe una sola cosa: ha tomado la decisión correcta.

 

 

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer este cierre de la historia que se ha llevado una gran parte de mi corazón :3

Tardaré un tiempo más todavía en publicar otra historia, porque este año habrá mucha presión en la Universidad, aunque me daré espacios para poder seguir escribiendo. Me dedicaré a leer fics, así que me gustaría que me dejaran sus favoritos en los comentarios (o los suyos) y yo me pasaré a leerlos con muchísimo gusto :3

Espero que tengan felices fiestas y el año próximo les traiga muchos éxitos, proyectos, felicidad. Recuerden que los obstáculos son solamente pruebas que podemos superar si confiamos en nosotros mismos. Luchen por lo que quieren, cumplir los sueños es lo más hermoso que existe.

¡Los quiero mucho!


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