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El tiempo entre nosotros por Sawako_chan

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Notas del capitulo:

¡Hola! 

¿Cómo están? Yo bastante feliz, porque he terminado el capítulo a tiempo. Muchas gracias a todas las personitas que comentan, de verdad :D

Éste capítulo será más corto que el anterior, pero no tengo mucho tiempo para escribir, y además tengo una historia pendiente. Por cierto, aprovecho para promocionarla LOL se llama "Nunca olvides que te quiero" (STONY-two shot) y está publicada un poco más abajo. 

Gracias de nuevo, y pues no los entretengo más.

 

Capítulo 5.- Una casa enorme y vacía.

 

 

El camino fue bastante silencioso, pero no incómodo. Steve realmente no había reparado en que iba a vivir con un extraño a partir de ese día, pero es que todo eso lo había olvidado cuando miró las luces de la ciudad. Se deleitó la vista lo más que pudo, y deseó poder recordar a la perfección cada uno de los detalles nuevos y emocionantes que veía. Pero no fue sino hasta llegar a su destino, que pudo apreciar una Torre enorme, que resaltaba de entre todos los demás edificios, no solo por la luz incandescente que desprendía, sino porque en lo más alto había unas peculiares letras que recitaban: Stark. Si no mal recordaba, ese era el apellido del sujeto que iba a su lado. Su boca se secó de la impresión. La luz que desprendía aquel letrero le lastimaba un poco la vista, y tenía que doblar mucho el cuello hacia atrás para ver bien, pues el nombre estaba muy en lo alto. Se preguntó qué tan molesto sería mirarlo de día con el Sol dándole en pleno rostro.

 

Cuando menos lo esperó, Tony que—extrañamente—se había mantenido muy callado, llevó un dedo hacia un pequeño botón rojo en su auto, y de inmediato una puerta metálica grande fue abierta para darles paso. Se sorprendió mucho por ese hecho. Entonces el carro volvió a avanzar hasta entrar en una especie de cuarto subterráneo, dentro de la Torre que él tanto había admirado. El carro se apagó y las luces exteriores fueron prendidas. Él sólo pudo exclamar una especie de jadeo, acompañado por sus cejas levantadas y su boca entreabierta. Eso que veía era realmente fascinante.

 

Era un cuarto grandísimo y silencioso, las paredes eran de vidrio, y había muchísimos coches bastantes extravagantes y para nada parecidos a los que había visto por las calles. Estos eran más sofisticados dentro de todo lo que Steve había visto hasta el momento. Entonces desabrochó el cinturón de seguridad, copiando los movimientos de Tony, pues no quería parecer un tonto a su lado. Se bajó del coche sin mirar al otro, y con suavidad cerró la puerta. El castaño le dirigió una mirada con una pequeña sonrisa pintada en el rostro, al descubrir la admiración que el rostro del rubio pintaba en ese momento. Comenzó a caminar de forma silenciosa, porque estaba seguro que Steve tenía la boca seca como para entablar una conversación. Oía el eco de sus pasos, y los del otro, siguiéndole con algo de distancia. Seguro y caminaba sin quitarle la vista de encima a los coches. Cuando llegaron al elevador que los llevaría a su casa, apretó el botón rojo y las puertas de metal se abrieron. Entonces entró, esperando que Steve lo siguiera, pero éste se quedó parado, con la indecisión marcada en su rostro.

 

     —¿Qué pasa? —preguntó con su tono habitual de burla—. ¿No me digas que te da miedo? —pero algo dentro de él quiso pensar que era eso, que Steve tenía solo miedo y que no sentía rechazo por vivir con él. ¿Acaso ya estaba pensando en marcharse? Por eso mismo había mantenido la boca cerrada, para no espantar al otro. Aunque pensándolo mejor, ojalá se regresara al departamento de Banner. Porque a él no le importaría que se fuera, obviamente. Puso una mano por donde salían las puertas, para que el elevador no se cerrara.

 

     —No, no… es que, no sé si esto sea seguro y… —pero no pudo continuar porque Tony lo jaló del brazo, introduciéndolo a su lado. Las puertas de inmediato se cerraron y Steve se pegó a la pared cuando sintió que algo en sus estomago se contraía. ¿Qué estaba sucediendo? Estaba dentro de una caja de metal que no tenía escape por ninguna parte. Ya había aclarado que él no era un claustrofóbico, pero cualquiera se sentiría intimidado al meterse en algo que simplemente no conoce. Tony, por el contrario, parecía disfrutar de su temor, porque lo miraba con los brazos cruzados y una media sonrisa, recargado del otro lado.

 

     —Se llaman elevadores, Rogers. —comentó mientras con su dedo índice hacía una seña que abarcaba a su alrededor—. Y son bastantes seguros, porque son míos. —recalcó con algo de soberbia, haciendo que Steve frunciera el ceño—. Estamos subiendo al Pent House en este momento, así que tranquilízate. Pareces una señora a punto de dar a luz. —comentó con cierta gracia. Trataba de que el otro hombre se sintiera al menos un poco más relajado, pero no logró su cometido. Solo se ganó una mirada reprochadora y unas cejas fruncidas. Bufó con desgano y decidió desviar su vista hacia los números que se iban prendiendo en una pantalla conforme ellos subían.

 

     —¿Pent house? ¿Qué es eso? —pero cuando terminó de formular sus preguntas, las puertas de metal se abrieron, dándoles la vista a un pequeño pasillo de cristal que los conducía a una puerta de tecnología avanzada. Steve admiró el diseño básico del pasillo, pero era bastante reconfortante aquella sencillez. Miró con asombro la puerta, cuando de ésta pareció desprenderse una luz, y luego una pantalla flotante salió de ahí. No parecía tangible. Stark marcó unos cuantos números, como si de nada novedoso se tratase, y las puertas se abrieron. Steve decidió no preguntar nada más. Era mejor dejar que las cosas se quedaran así, porque estaba seguro que las sorpresas no habían acabado.

 

Y no se equivocó cuando traspasó las puertas, siempre detrás del castaño, y vislumbró su alrededor. Dándoles la bienvenida había un cuarto enorme de paredes y piso blanco, y haciendo juego, una sala beige que se extendía de forma redonda por el centro de la habitación con cojines en tonalidades cafés. Los muebles de vidrio alrededor de la estancia, combinando el estilo casual con moderno por el diseño, le daban un toque cómodo, informal, pero relajante al lugar. A Steve le pareció maravilloso. Era armonioso. Se preguntó qué era aquel gran pedazo de lo que parecía una caja negra aplastada, que se extendía por casi una pared entera, pero se mordió  la lengua. No quería convertirse en una especie de preguntón. Tony le sonrió cuando miró su rostro, seguramente con el ego inflado por tal mirada de sorpresa y maravilla.

 

     —Bienvenidos a casa, señor Stark. —una voz sonó del otro extremo de la sala, haciendo que Steve volteara con algo de sorpresa. Se le olvidó la posibilidad de que el castaño tuviese una familia, pero se encontró con un hombre alto de mediana edad, vestido con un pantalón negro y camisa blanca. Tenía una mirada tranquila, y el tono de su voz era educado. A Steve le pareció buen tipo. ¿Era su hermano? Cuando sus miradas se cruzaron, el otro hombre hizo una pequeña reverencia, haciendo que el rubio copiara sus movimientos. Stark soltó una pequeña risa.

 

     —Jarvis, él es Steve Rogers. —le señaló al rubio, quien le sonrió un poco. El hombre le asintió con la cabeza, de forma silenciosa—. Rogers, él es Jarvis, mi mayordomo. —le aclaró con una mirada fugaz. Steve asintió también, de forma mecánica. ¿Tenía un sirviente personal? Vaya ego. Tony caminó hasta un mueble de vidrio y madera, perfectamente colocado en una esquina de la sala. Tomó una botella al azar y escogió un vaso, donde vertió un par de cubos de hielo y luego el líquido de la botella. Meneó un poco antes de darle un largo trago, ante la atenta mirada de los otros dos presentes—. Jarvis, dale un recorrido por toda la casa, y enséñale cuál será su habitación. También quiero que le enseñes a usar la tecnología, ya sabes, todo eso. Y busca algo de ropa para que duerma esta noche. —demandó mientras caminaba sin mirar al rubio. Cuando sus miradas se encontraron, el castaño le dio una media sonrisa—. No te preocupes Rogers, siéntete como en tu casa. Eres libre de tocar cuanta cosa te apetezca. Ni si quiera te atrevas a pedirme permiso. —le guiñó un ojo y se perdió escaleras arriba. Steve se quedó sin palabras, ¿y ya? ¿Lo iba a dejar ahí sin añadir nada más?

 

     —¿Él es así siempre? —cuestionó mirando al otro hombre, sintiéndose de repente solo. Esperaba que al menos fuera el castaño quien le diera el recorrido, pero luego recordó que él solo era un intruso temporal. No es como si fuera un invitado o algún amigo. Él había llegado ahí solamente de forma espontánea, y no es como si planeara cambiar el ritmo de la vida de aquel hombre. Al parecer Tony pensaba lo mismo al dejarlo ahí. No pudo evitar que un sentimiento de pesadez se instalara en la boca de su estómago.

 

     —La mayoría del tiempo, señor Rogers. —contestó Jarvis, con su usual tono educado, para después acercarse un poco más a él, con algo de confianza—. Pero descuide, el señor Stark no es una mala persona. Sólo no está acostumbrado a recibir inquilinos. —le sonrió de forma apenas perceptible, y Steve asintió algo más relajado. Entonces el recorrido por la casa comenzó.

 

Rogers nunca pensó que aquel departamento que parecía pequeño, en realidad fuera una especie de mansión diminuta. Era bastante enorme. Los espacios eran inmensos para cada lugar. Detrás de la sala se encontraba el comedor, y un poco más al fondo, la cocina—todos enormes—los cuales, curiosamente, compartían el color blanco en el piso y las paredes, y una gama de colores cafés para los muebles modernos. En una esquina de la sala había un ventanal enorme, que conducía hasta una terraza bastante grande y hermosa, desde donde podía vislumbrarse la gran ciudad. Era fascinante ese lugar en especial. Del otro lado de la sala se encontraba un pasillo que los llevaba a una planta subterránea, pero Jarvis alegó que no lo llevaría ahí porque era un espacio privado para Stark. Así que lo condujo escaleras arriba hacia un pasillo enorme, donde había al menos diez puertas. Supuso que la habitación del fondo sería de Tony, porque era la puerta más grande de todas.      

 

Se sorprendió aún más cuando Jarvis le dio a conocer su recámara. Era enorme, y bastante bonita. Volvió a notar el curioso detalle del color blanco junto con el café presentes, y supuso que a Tony le gustaban mucho aquellos colores. La cama estaba en el centro de la gran habitación, y era de una dimensión bastante grande. Era como tres veces la cama de su época—era como diez veces el sofá donde había dormido la noche pasada, de hecho—. Los muebles eran hermosos, y una gran alfombra adornaba el centro por debajo de la cama, junto a un pequeño sofá individual. Había dos muebles a cada lado, y dos puertas en una de las paredes. Una pertenecía al baño, y la otra a un ropero. Una ventana enorme se encontraba del lado derecho, junto con hermosas cortinas marrones. Cuando abrió el baño, sintió que soñaba: era grande, y bastante bonito. ¿Qué parte de la casa no era bonita y moderna? Incluso tenía un jacuzzi donde fácilmente podría caber un grupo de más de veinte personas.

 

Jarvis lo esperaba con un rostro serio, pero expectante a sus reacciones. Él se rascó la nuca con algo de confusión, mientras caminaba por la habitación. Entonces vislumbró, que al igual que en la sala y en la mayoría de los cuartos que el mayordomo le había mostrado, una especie de caja negra y plana estaba pegada en una pared, frente a la cama. Se acercó y las yemas de sus dedos las paseó con sutileza por la superficie. Jarvis se acercó hasta llegar a su lado, y tomó una especie de caja negra, pero con botones, obviamente, más pequeña.

 

     —Esto es un control remoto. —contestó el mayordomo a su muda pregunta. Él asintió mientras veía aquel aparato—. Y eso, un televisor de pantalla plana. —señaló lo que Steve tocaba, y él no entendió del todo. Pero sus ojos se iluminaron en cuanto Jarvis apretó un botón del control y la caja negra se encendió. Le pareció maravilloso.

 

Sin darse cuenta había pasado algún par de horas con ese hombre, descubriendo todo aquel nuevo mundo. Preguntando y respondiendo. Le pareció maravilloso todo lo que Jarvis le enseñaba, pero la pareció aún más grande la paciencia con que le hablaba, porque incluso cuando él no entendía algo, el otro volvía a explicarlo sin enojarse. En algún momento se sintió frustrado cuando llegó el momento de usar el “horno de microondas” como le había llamado el otro hombre, pero todo mejoró al pasar unos cuantos minutos. O quizá muchos. Realmente había perdido la noción del tiempo.

 

o.o.o.o.o.o.o.o

 

Tony se movía de un lado a otro en su taller. Revolviendo papeles, leyendo información en su computador, tratando de descifrar logaritmos y uno que otro calculo físico para poder avanzar en su proyecto de virtualidad. Ansiaba poder tener aquella tecnología avanzada totalmente en su poder, porque sinceramente, le simplificaría mucho las cosas. Aunque había comenzado por buen camino, ya que su prototipo estaba funcionando a la perfección en sus puertas sin hackearse.

 

Tomó un trago de su tercera copa de whisky, mientras sobaba su cuello con la mano derecha. Estaba algo cansado, el día había sido bastante agotador. Así que estirando los brazos como si fuese un gato, se puso de pie y caminó por todo su taller, de forma pensativa. La música resonaba bastante alto, pero él apenas y escuchaba. Tenía otras cosas en mente. ¿Qué estaría haciendo aquel rubio allá arriba? ¿Estaría shockeado? ¿Quizá histérico? ¿Pegado en una esquina con las manos en la cabeza y negándose a ese nuevo mundo? ¿Destruyendo todo? Bueno, eso último no lo permitiría ni se lo perdonaría, obviamente. Nadie aparte de él tenía derecho a destruir su casa. Aunque sería algo bastante divertido de ver. Casi se reprochaba no haberle enseñado él mismo la casa, porque era su deber. Aunque sinceramente los deberes se los pasaba por… bueno, no le importaba ser un maleducado. No sabía cómo tratar con inquilinos porque jamás había tenido uno. Sin embargo, algo dentro suyo le movía la curiosidad.

 

Así que sin pensárselo dos veces para evitar dolores de cabeza innecesarios, dejó lo que estaba haciendo y se dirigió escaleras arriba cerrando previamente su taller. Mientras avanzaba por el pasillo que daba a la sala, escuchó leves murmullos, pero no lograba identificar voces conocidas. Agudizó más su sentido, pero no lograba oír algo coherente. Así que como si solamente se paseara por su sala de forma casual, llegó hasta ahí y vio al rubio, sentado rectamente en el sofá redondo con los hombros rígidos, alternando la vista entre el control remoto y la pantalla encendida del enorme televisor. Ahora sabía de dónde venían las voces distorsionadas. Estaba tan absorto que ni si quiera lo había escuchado. Así que con una sonrisa avanzó hasta su mini-bar.

 

     —¿y Jarvis dónde está? —cuestionó en voz alta mientras servía un poco más de licor en su vaso, haciendo saltar de su lugar a Steve, quien volteó a verlo de forma sorprendida. Ahogó una carcajada, simulando continuar con su seriedad al darle un sorbo a su bebida ya preparada. El rubio se puso de pie con total formalidad, sin soltar el control de su mano. Por poco y se le caía de las manos al oír al castaño.

 

     —N-No lo oí llegar, señor Stark. —murmuró apenado, dándole un rápido vistazo al más bajo. Iba vestido con otra ropa, muy diferente al traje con el que lo había visto. Ésta parecía más casual, y su rostro se veía un poco sucio—. El señor Jarvis se ha marchado ya. —contestó con algo de nerviosismo.

 

     —¿Te dejó ropa para dormir? —Steve asintió—. ¿Qué haces? ¿Aprendes a usar la tecnología? —cuestionó con su tono habitual de burla, que Steve comenzaba a tomar por normal. Quizá no se estuviera burlando de él y simplemente así era aquel hombre de barba, quiso suponer. Le asintió con un ligero movimiento de su cabeza, y tomó asiento cuando el moreno lo hizo del otro extremo del costoso sofá, algunos momentos después—. Bueno, ¿y cómo vas con ese asunto? ¿Te has familiarizado con algo? —cuestionó cuando el silencio comenzó a reinar entre ellos. No le gustaba preguntar cosas, pero se sentía en la necesidad de hacerlo, más porque el otro hombre era un misterio. Algo recatado y soso, para su gusto.

 

     —El señor Jarvis ha sido muy amable conmigo. Me ha enseñado toda la casa y también cómo usar algunos aparatos, como esto. —levantó el mando de la televisión—. Su casa es muy bonita, señor Stark. —comentó con una bella sonrisa, que hizo que los cabellos del mencionado se erizaran. Obviamente por el alago. Obviamente. Tony se aclaró la garganta y dio un gran sorbo a su bebida. Después se acomodó mejor en su sitio, pasando uno de sus brazos por el largo del sofá como acostumbraba a hacerlo.

 

     —Sí. Yo mismo hice el diseño de esta casa, y de la Torre en general. —comentó con un tinte de orgullo en la voz. Steve le sonrió un poco, mientras lo veía de forma fija—. ¿Jarvis ya te ha mostrado tu habitación? ¿Qué te pareció? —cuestionó con un deje de interés bailando sobre su lengua. No sabía por qué le interesaba la opinión de un extraño, porque ciertamente no es como si fuese a cambiar algo si al otro le disgustaba. Pero ese hombre rubio tenía un brillo especial en la mirada cada que hablaba de cosas nuevas, o veía algo distinto, que lo hacía querer indagar.

 

     —Sí. Es muy bonita, gracias. —le sonrió, con sus mejillas algo coloreadas en una tonalidad rosa que apenas se vislumbraba—. Pero es un tanto… ostentosa. No me importaría dormir en un lugar más chico, señor Stark. No quiero dar molestias y—

 

     —¿Molestias? —le interrumpió— ¿De qué hablas, Rogers? además, no hay ninguna recamara más pequeña que la tuya. Todas poseen el mismo tamaño. —comentó mientras tomaba otro trago. Se le hacía bastante boba la actitud y modestia de ese hombre, sin embargo no le molestaba, al contrario. Era diferente a todas las personas que él había conocido. Al parecer no le importaba cual habitación era más grande, o cual poseía una mejor vista a la ciudad. No. A ese rubio solo le interesaba pasar la noche bajo un techo y ya, sin importar el tamaño o la comodidad. Eso le hizo sentirse algo frustrado. Carraspeó en cuanto notó que se había perdido por unos cuantos minutos, y retomó el hilo de la conversación—. No te preocupes por nada, ya te lo dije. Quizá no te di yo el recorrido por la casa, pero espero que Jarvis haya hecho bien su trabajo. —sonrió. Steve asintió algo emocionado.

 

     —Sí, ha sido muy amable conmigo. —le sonrió, recordando al mayordomo. Y Tony sintió una pequeña opresión en el pecho. Sabía que esa sonrisa iba dirigida para su mayordomo y no para él. Y se preguntó de forma inconsciente qué se sentiría que aquel hombre le sonriera de aquella forma—. Pero… he notado que la casa se basa en tonalidades algo frías. Además no posee mucho decorado. —comentó mientras frotaba con algo de insistencia las palmas de sus manos sobre sus rodillas. Estaba algo nervioso, no lo negaba. La presencia del castaño era bastante poderosa y algo intimidante.

 

     —No me gustan las cosas estrafalarias en lugares grandes. Quizá para fiestas o reuniones, pero para mi casa me gustan los colores sobrios, que traigan algo de armonía. Tampoco me gustan los decorados, me hacen sentir hostigado. —mencionó con simpleza, como quien habla del clima. Steve asintió, entendiendo su punto de vista.

 

     —Supongo que su esposa comparte sus gustos, señor Stark. —comentó con una pequeña sonrisa, mientras miraba de forma distraída a su alrededor. Su comentario se basaba en que era una casa bastante enorme como para que aquel hombre viviera solo, sin esposa e hijos. Se veía algo fría, a simple vista. Aunque pensándolo bien, no había visto indicios de niños corriendo por ahí, o la mención de una mujer en la explicación de Jarvis.

 

     —¿Esposa? —Tony casi se atragantó con su bebida. Pasó el trago de un solo movimiento y soltó una carcajada singular. Steve sonrió al escucharlo, recordando que lo había escuchado reír de esa forma cuando él noqueó a Thor. Ese sonido era bastante reconfortante. Lo hizo sentirse menos tenso—. ¿Tengo cara de tener esposa, o hijos? —le cuestionó con una ceja alzada, mientras se ponía de pie—. Tal parece que Jarvis no te ha dicho absolutamente nada, Rogers. No tengo esposa, hijos, mascotas o algo por el estilo. Vivo solo. —comentó poniéndose de pie, caminando de nueva cuenta hasta tomar la botella y servir más de ese líquido en su copa, ante la atenta mirada azul—. ¿Quieres un trago? —

 

     —No, gracias. —contestó con educación. Una duda surgió de repente, y no se detuvo en preguntar:— ¿El señor Jarvis tampoco vive aquí? —seguía con una mirada atenta los movimientos de aquel hombre. Si no tenía familia, debería ser un vividor. En su época, así se les llamaba a los hombres que no tenían ninguna especie de compromisos, y eran bastantes seductores en su entorno, además de poseer un sentido del humor bastante sarcástico. Viéndolo mejor, sí, aquel castaño encajaba perfecto con la definición.

 

     —No. Él llega por las mañanas, hace el almuerzo y se está aquí todo el día. Se va a su casa como a estas horas. Esa es la rutina. —y cuando vio una duda más bailando sobre las orbes azules, agregó:—. Tampoco creas que soy un desalmado. Jarvis vive en esta Torre, pero dos pisos más abajo. —sonrió. Aquel hombre recatado era bastante extraño, porque a pesar de venir de una época bastante atrasada, era muy abierto al nuevo mundo. Estaba claro que se había sorprendido por todo aquello, pero se había comenzado a hacer a la idea de estar ahí aunque fuera algunos días.

 

     —¿Hay más pisos? —cuestionó con un toque de asombro en su voz. ¿Todos los pisos serían iguales? ¿Así de ostentosos? Además estaba seguro que los muebles no eran para nada baratos. Aunque obviamente, ese hombre tendría que tener mucho dinero para poseer una Torre con su apellido en la cúspide.

 

     —¡Pues claro! Y no solamente son casas, sino pisos para proyectos, ya sabes: investigación. El Doctor Banner trabaja aquí, de hecho. —le sonrió, mientras se acercaba al rubio con pasos lentos, tranquilos—. ¿Ya viste la biblioteca? —le preguntó, llamando la atención de Steve. Él negó con un gesto, y Tony le sonrió—. ¿Pues qué esperas? Vamos. Es mi turno de ser tu guía. —y le jaló del antebrazo con un gesto algo tosco, pero sin llegar a ser grosero. Steve simplemente se dejó llevar, asimilando aquellas palabras.

 

Steve no encontraba el motivo para que alguien viviera en una casa tan grande y sola. El lugar era bastante bonito, pero no poseía ese toque de hogar. Le hacía falta vida. Se preguntó si Tony no notaba la soledad que albergaba en su casa. Entonces se sintió un poco mal al saber que no era muy bienvenido ahí. Quizá al castaño le gustase estar solo, y él sería un poco más que una terrible molestia por quién sabe cuántos días. Y justo cuando iba a proponerle al moreno que regresaría al departamento del Doctor Banner para no causarle molestias, se vio frente a una gran puerta de roble que hasta el momento no había visto.

 

La madera rechinó cuando fue abierta, y con sus pasos, el eco retumbó por el lugar. Steve quedó sorprendido y anonadado por lo que veía. Era un lugar hermoso, y con un olor bastante agradable. Olor a conocimiento. Estantes se expandían por las paredes de aquel cuarto con forma hexagonal, donde reposaban muchos libros de colores. El olor a tinta inundó sus fosas nasales, y dirigió su vista hacia el escritorio, que reposaba frente a una gran ventana cubierta por pesadas cortinas. Era el único cuarto totalmente rústico de la casa, porque todo era de madera pura, incluso el piso. Se sintió algo emocionado cuando se topó con un sofá largo y enano, debajo de éste una alfombra rectangular, y enfrente lo que parecía ser una chimenea. Su sonrisa se amplió, y caminó por el lugar como si fuese suyo de cierta forma.

 

Anthony miraba desde la puerta el gesto sorprendido del rubio, y no pudo evitar que una sonrisa adornara también sus labios. Aquel lugar era intocable, incluso para Jarvis. Nadie iba ahí excepto él, y ahora Steve. No sabía qué carajos lo había movido a hacer aquello, solo sabía que quería ver más de esos ojos brillantes y la sonrisa, y por eso le había mostrado ese pedazo de casa que estaba muy bien guardado. No recordaba cuánto tiempo había pasado desde la última vez que él había puesto un pie ahí dentro. Suspiró tranquilamente mientras se cruzaba de brazos y pies, viendo al rubio dar vueltas y vueltas por la alcoba. Parecía un niño pequeño en dulcería.

 

     —Es bastante bonito. —habló Steve, rompiendo el cómodo silencio que se había instalado en la habitación—. Es diferente a toda la casa, por muchas cosas… —murmuró mientras sus dedos vagaban por los libros. Todo estaba ordenado alfabéticamente, y ningún libro estaba en malas condiciones, hasta parecía que no habían sido leídos en mucho tiempo, porque una ligera capa de polvo adornaba el escritorio y todos los muebles—. Me gusta mucho aquí. —sonrió.

 

     —¿Enserio? Pues puedes estar aquí el tiempo que quieras, y las veces que te apetezca. —pero su comentario murió en sus labios. ¿Qué estaba haciendo? Dejando que un extraño entrara en una parte tan profunda, porque aquello no era simplemente la biblioteca de su casa. Steve lo miró con algo de asombro, pero pareció darse cuenta de lo mismo, porque de inmediato negó con un balbuceo. Tony le iba a decir que se retractaba, pero sabía que a pesar de la negación, había un tinte de curiosidad bailando sobre aquel cielo en los ojos del otro—. No me digas que no, Rogers. Además, te aburrirás mucho los días que estés aquí, sería una buena idea que leyeras un poco, algo que te interese. Hay libros de historia, para que te actualices. —y pensó que se sentiría mal tras decir aquello, porque simplemente no permitía que nadie tocara esos libros, pero curiosamente, se sintió mejor. Porque la sonrisa que el rubio le dirigía ahora, era sólo para él. Entonces contestó su pregunta. Ser dueño de una sonrisa tan sincera como aquella, le hacía sentir algo cálido en su pecho. Decidió ignorarlo.

 

     —¿De verdad? Muchas gracias, señor Stark. —comentó sin quitar la vista de aquel par de ojos color chocolate. Se había negado porque vio un destello de arrepentimiento en aquel hombre al proponerle aquello, y él no quería ser un invasor de privacidad, sin embargo ahora se veía bastante convencido. Lo primero que haría sería limpiar, no podía permitirse ser tan grosero con aquel sujeto. Stark le regresó la sonrisa.

 

     —Bien, debo volver al trabajo. —comentó borrando la expresión de su rostro, mientras meneaba la copa entre sus dedos. Carajo, incluso se había olvidado que había vuelto a llenar su copa. Dio un sorbo largo y se dio la media vuelta, pero antes de perderse por el pasillo, la voz del rubio detuvo sus pasos.

 

     —¿Lo espero para merendar, señor Stark? —estaba parado en medio de la biblioteca, y Tony lo maldijo internamente por verse tan jodidamente bien ahí dentro. Como si aquel espacio hubiese estado destinado para ese rubio soso. Se lamentó un poco el tener que volver al taller, porque en verdad ansiaba dentro de él poder cenar en compañía del otro hombre y preguntarle algunas cosas más, pero ya tendría tiempo para eso. Porque nadie conseguía que Tony Stark dejara su trabajo a un lado, ni si quiera un sensual rubio con mirada inocente.

 

     —No. Y será mejor que tampoco me esperes despierto. Estaré trabajando, así que no me molestes. —inquirió con su toque soberbio en la voz, pero con un tinte frío que descolocó a Steve. ¿Ahora qué? Por un momento lo llevaba hasta ahí, le dejaba entrar en un lugar privado, y luego simplemente volvía a ser un hombre de comentarios crueles. Quizá tenía problemas de identidad, bipolaridad, o algo. Se quedó parado, contemplando como el otro volvía a girar para irse, pero igual se quedó en su lugar—. Ah, Rogers. —le llamó, mirándolo por sobre el hombro izquierdo—. No me digas “señor” me haces sentir viejo. Intenta tutearme, estos son otros tiempos. —

 

     —Sí, señ… —sus palabras murieron en su boca al darse cuenta que había caído en el error. Tony rio un poco, negando con un gesto y dándole la espalda, por fin. Sus mejillas se colorearon de un tono rosado.

 

     —Si vuelves a decirme señor, daré por hecho que serás un sirviente más. Así que no lo hagas o me veré obligado a decirte Jarvis 2. —y con una sonrisa se perdió por el pasillo, dejando otra en el rostro de Steve. Ese hombre era bastante peculiar.    

 

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     —¿Crees que es una buena idea que Steve  se haya ido con Stark? —cuestionó el rubio mientras encendía el televisor. No es que no confiara en el millonario, pero dudaba sobre la salud mental del hombre que venía del pasado. Ya tenía bastante con haber viajado en el tiempo—algo que él no había comprendido del todo— como para ser orillado a compartir casa con aquel hombre soberbio. Loki le sonrió, quitándole importancia con un gesto de la mano y sentándose a su lado con una taza de té.

 

     —No creo que sea un gran problema que esos dos vivan juntos. Además, a Stark ya le hace falta algo de compañía, ha vivido mucho tiempo solo. —comentó acomodándose mejor. Thor lo miró de reojo, transmitiéndole su preocupación sin necesidad de palabras—. Vamos, no creo que Steve se vuelva loco a su lado. Incluso nosotros aprendimos a soportar a Tony, nada malo pasará. —le sonrió mientras posaba la palma de su mano en el fuerte muslo del rubio y le daba un suave masaje.

 

     —La diferencia es que nosotros conocemos a Stark desde hace mucho tiempo y pues, ya sabes… las cosas por las que ha pasado. Será bastante difícil para Steve tratarlo sin tener conocimientos de su vida. —Loki sonrió y se acercó a él, para depositar un suave beso en la comisura de sus labios. Lo sabía muy bien. Sabía que Tony había tenido una vida bastante complicada, y que su lazo de amistad se había fortalecido gracias a esos acontecimientos desagradables. Y quizá esa fuera la razón por la que pudieron volverse amigos. Recordaba que en la escuela él no soportaba a Tony.

 

     —Estará bien, Thor. —le murmuró en el oído, mientras dejaba su taza de té sobre la mesilla, y seguía sobando su muslo. Sintió como el otro cuerpo se tensaba—. Dejemos de hablar de ellos, comenzaré a sospechar si sigues preocupándote por ese hombre del pasado. —y escuchó la suave risa provenir de su pareja. El rubio tomó su nuca con ambas manos y lo atrajo para darle un beso profundo, demostrándole que no tenía nada que temer.

 

Él lo sabía. Sabía que con Thor jamás tendría que preocuparse realmente por nada. Siempre lo había protegido a pesar de sus desplantes, de sus venganzas, de sus malas acciones en el pasado. Se separaron y se miraron con devoción, mientras Loki sonreía, sentándose a horcajadas encima del rubio.

 

     —¿Y esto a que se debe? Generalmente tú no tomas la iniciativa, hermano. —murmuró el de barba, mientras comenzaba a frotar con su palma aquella zona que era tan íntima para el pelinegro. Loki se revolvió encima suyo y ahogó un jadeo cuando lo sintió abarcar todo de él. Mordió su labio inferior como una invitación.

 

     —Te voy a castigar por haber sido tan maleducado. —contestó, mientras desabrochaba con paciencia la camisa del más grande, siempre teniendo encima la mirada ansiosa de Thor. Él le sonrió de forma lasciva, mientras seguía sus movimientos, y sus grandes manos se deslizaban hasta el trasero de Loki, para atraerlo más a él.

 

     —Sigo pensando en que fue una mala idea de Banner. Steve podía quedarse con nosotros, o quizá en el piso de Bruce, sin necesidad de irse a vivir con Stark a su Torre. —pero sus palabras murieron en sus labios en cuanto notó que Loki comenzaba a moverse sugerentemente encima, cada vez más cerca. Atrajo su cuerpo con sus manos y comenzó a besar su cuello con desesperación. Las manos de Loki se deslizaron por su pecho, con apremio.

 

     —¿Para qué? ¿Para que nos cortara momentos como éste por querer saber cómo utilizar la estufa, o el horno? —cuestionó de forma picara, mientras sentía aquellas manos deslizarse dentro de su playera. Reprimió un gemido cuando esos dedos traviesos alcanzaron sus pezones y comenzaron a pellizcarlos. Thor le besaba con pasión, con desesperación—. No voy a marcharme, Thor. —murmuró con cierto tinte de burla al sentir las acciones apresuradas de su hermano. A pesar de su tono, sabía que lo decía enserio. Él no iba a marcharse a ninguna parte, ya no volvería a hacerlo. Porque ahora estaba con ese rubio idiota y falto de modales, pero que era el único por quien daría la vida.

 

Thor lo miró directo a los ojos y Loki comprendió a través de esa mirada fiera, que no es como si tuviera la oportunidad de huir, porque el rubio lo encontraría. No hacían falta las palabras para que él supiera eso. Porque Thor ya había ido al fin del mundo una vez para encontrarlo, y estaba seguro que no dudaría en hacerlo de nuevo. Sonrió con algo de ternura al traer aquellos recuerdos, y besó su bronceada frente con cariño. Ese hombre grande y musculoso que parecía un troglodita, lo había hecho comprender muchas cosas. Le había enseñado los sentimientos más sinceros que jamás creyó encontrar. Le había mostrado un camino nuevo para caminar a su lado. Le había hecho replantearse muchas, muchísimas cosas; entre ellas, que su taza de té podría esperar un poco más. No importaba realmente si se enfriaba.

 

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado, enserio. Sé que no hay un gran avance, pero veremos los cambios, no se preocupen. Si alguno de ustedes quisiera que algún tipo de situación pasara entre ellos, no duden en hacérmelo saber, puedo meterla en la historia ;3 

Espero actualizar pronto.

Un beso.


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