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El tiempo entre nosotros por Sawako_chan

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Notas del capitulo:

¡Holaaaaaaaaa!

¿Cuánto tiempo hace que no estoy por aqui?

No crean que me he olvidado de ésta historia, muy al contrario. Pero he tenido muchas presiones en la escuela entre proyectos y exámenes, que sólo me dejan tiempo para dormir y hacer tareas. Además la inspiración se me fue por un tiempo, y cuando tuve el capítulo listo no podía acceder a la página. Esto me parece duró como dos días, así que tuve que aplazar la actualización hasta hoy que me di cuenta que ya funcionaba. 

Por otro lado, muchas gracias por sus comentarios, de verdad me encanta saber sus opiniones sobre el rumbo de la historia. éste capítulo es un poco corto, pero por el momento es lo que tengo y quería compartírselos cuanto antes.

El título es medio rarito, pero influye mucho el hecho de que justo tengo una gripe espantosa xD

Espero que disfruten la lectura y nos vemos en las notas finales :D

 

Capítulo 8.- El resfriado.

 

 

Estornudó por decimocuarta vez. Gruñó con cierto fastidio mientras subía por el elevador de nuevo al Pent House. Había pasado tres horas buscando al rubio en las calles de Nueva York, y no lo encontró en ninguna parte. Preguntó a personas, oficiales, vendedores, pero nadie había visto a Steve. Estaba preocupado y ahora seguramente había contraído un horrible resfriado por salir con ropa tan delgada en plena fría mañana. Hizo un gesto cuando la nariz le dio comezón y volvió a estornudar, tapándose la boca con el antebrazo. Odiaba enfermarse. Pero seguía pensando en qué diablos le diría a Bruce cuando volviera. Lo primero que haría sería llamarle a Loki para que le avisara a Thor y les ayudara a buscar en compañía de su grupo de policías de tránsito. Quizá tuvieran suerte de esa forma.

 

Las puertas se abrieron e introdujo la clave en la pantalla holográfica para entrar. Dio algunos pasos adentro, y lo recibió la calidez del aire acondicionado de su casa. Sacudió su cuerpo y un escalofrío le recorrió cuando escuchó algunos murmullos en la sala, y se aventuró a descubrir quién era. Quizá fueran policías informándole a Jarvis que había encontrado el cuerpo de Steve en algún callejón. Una preocupación más grande lo invadió y se asomó casi corriendo y con el rostro algo pálido. Su sorpresa fue demasiada, haciendo que se quedara en el mismo sitio, sin poder moverse, con los ojos muy abiertos. No podía creerlo…

 

Steve veía la televisión sentado en el sillón redondo, con un vaso de jugo entre sus dedos. Miraba atentamente con una leve sonrisa pintada en el rostro y los ojos brillosos, como un niño pequeño. Sin embargo, mantenía su siempre rígida postura y la espalda recta. Tony apretó los puños sin poder creer aquello, de la idea de que fuera un espejismo, ¿Qué diablos estaba sucediendo? ¡Ese hombre estaba afuera, y perdido! ¡Perdido, joder, no en su casa disfrutando del aire caliente! Cuando se deshizo de la idea de que era una mala broma de su mente, llevó ambas manos a sus cabellos y gruñó audiblemente con frustración, ganándose que el rubio volteara a mirarlo de forma inmediata.

 

     —Stark, por fin has vuelto. —le sonrió de forma casi imperceptible, mientras Tony seguía en su estupor—. Jarvis me dijo que saliste de improviso hace algunas horas, y me preocupé un poco. —lo miró atentamente, mientras se ponía de pie y caminaba hacia él. Tony se mantuvo con los puños apretados a sus costados, tratando de regular la respiración y con sus dientes castañeando, mientras sentía un tirón nervioso justo encima de la ceja izquierda, producto del estrés y la indignación—. ¿Qué haces sin suéter? Puedes pescar un resfriado. —le regañó con una mirada severa, mientras analizaba la escasa ropa que llevaba puesta. Sus ojos azules se movieron por el cuerpo contrario, analizándolo.

 

     —¡Joder! ¡¿Dónde diablos te metiste?! —le gritó sin poder contenerse un minuto más. Steve dio un pequeño brinco en su lugar por el repentino grito, y lo miró con una rubia ceja alzada, esperando a que Tony siguiera porque no entendía de qué estaba hablando— ¡Te desapareciste tú, no yo! ¡Pensé que te habías perdido en la ciudad, o que algo malo te había pasado! ¡Joder, incluso pensé que estabas muerto o tirado y golpeado en algún maldito sitio! —volvió a gritar, con la furia creciendo dentro de él y moviendo las manos enérgicamente. Enserio quería darle un buen puñetazo por hacerle aquella broma de mal gusto.

 

     —¿De qué hablas, Stark? He estado aquí todo el día. —rebatió con tranquilidad, para tratar de transmitir ese sentimiento al otro hombre, a quien no parecía calentarlo ni el aire acondicionado. El castaño lo miró con el ceño notablemente fruncido y molesto con él. ¿Qué había hecho? Porque aún no comprendía nada. Tony respiró una, dos, tres veces, tratando de regular la respiración y las emociones que lo dominaban.

 

     —Jarvis me dijo en la mañana que no te había visto desde ayer en la tarde. —comenzó a relatar un poco más tranquilo—. Y yo no recuerdo gran parte de lo que pasó ayer, mejor dicho, no recuerdo nada después de coquetear con una mujer, y bueno… —cortó sus palabras de golpe cuando estuvo a punto de decir que había estado preocupado y por eso había salido a buscarlo. Así que trató de recomponer la frase extremadamente horrible que le había salido de los labios fríos por el clima de afuera—. No quiero ser el culpable de tu desaparición, ya sabes. Bruce me mataría. —terminó ante la atenta mirada de Steve, quien solamente soltó una exclamación con algo de sorpresa, y luego una mueca divertida se plantó en su luminoso rostro.

 

     —¿Saliste a buscarme, entonces? —preguntó con una pequeña sonrisa, la cual se ensanchó en cuanto Tony asintió con un gesto rápido de la cabeza. Le parecía muy tierno de su parte, a pesar de que el otro hombre fingiera estar tan enojado. Era alguien totalmente contradictorio—. Lo siento, pero yo estaba en la biblioteca, arreglando y limpiando. Me levanté muy temprano hoy, así que lo hice. No me crucé con Jarvis en ningún momento, quizá fue por eso que él no me había visto… tampoco quise despertarte. —comentó como si nada, y Tony sintió que toda la sangre abandonaba su cuerpo al comprender la situación. Se miraron durante algunos segundos, pero Steve fue el primero en desviar la mirada. Un sentimiento extraño se instaló en su pecho al rememorar las palabras de Stark. No recordaba nada. Y ese nada implicaba la escena del bar, donde se le había arrojado prácticamente a los brazos de forma extraña. Por esa misma razón se había pasado toda la mañana encerrado en ese lugar tan pacífico, tratando de auto-convencerse de que nada malo ocurría y que el castaño seguiría siendo como siempre. Así que ahora se sentía un poco mejor al saber eso, pues no quería que una extraña atmosfera se instalara entre ellos por ese suceso. También había estado tratando de meter la idea en su cabeza de que era por el exceso de alcohol todo lo que había ocurrido. Sólo por el exceso de alcohol y nada más.

 

     —Quiero pastillas ahora, Jarvis. —fue lo único que comentó, sintiéndose estúpido de repente. ¿Por qué no se le había ocurrido primero buscar de nuevo en la casa? Cualquier persona sensata lo habría hecho, pero ¡No! Tenía que hacer todo por sus malditos impulsos. La próxima vez no haría nada, joder, ni se preocuparía por nadie. Estornudó nuevamente, y frotó su nariz con las yemas de sus dedos. Comenzaba a sentirse un poco mal y con el cuerpo cansado, y una horrible jaqueca lo amenazaba, así que caminó hacia las escaleras. Necesitaba una buena ducha y luego tumbarse en su cama por el resto del día.

 

     —Stark. —le llamó Steve desde el pie de las escaleras, haciendo que el mencionado lo mirara por sobre el hombro cuando iba por la mitad del camino. Steve traía una sonrisa brillante sobre el rostro, y sus ojos transmitían calidez, a pesar de los gritos que había recibido—. Yo también me preocuparía por ti si desaparecieras de repente. Gracias. —y rascó su mejilla derecha con el dedo índice. Sus pestañas se movieron con soltura cuando parpadeó para enfocarlo mejor. Tony lo miró irritado por ese simple gesto, ¿tenía que ser tan perfecto? Joder, eso le frustraba demasiado.

 

     —¡¿Quién dice que estaba preocupado por ti, idiota?! —gritó con el enojo nuevamente fluyendo por sus venas, pero con las mejillas y las orejas completamente rojas, cosa que quiso atribuirle al cambio de temperatura de su hogar. Se perdió a paso rápido por el pasillo de la planta alta, ante la atenta mirada color azul, sin dignarse a mirar al rubio nuevamente. Al parecer la vergüenza se le había ido a ese militar de la noche a la mañana, junto con la formalidad. Ya hasta lo tuteaba, vaya hombre. Jarvis se acercó por detrás de Steve, habiendo visto toda la escena desde lejos. Sin poder contenerlo, sonrió casi imperceptiblemente al notar algo extraño en todo ese ambiente. Su jefe jamás se comportaba así. Quizá la llegada de ese hombre a la vida de Stark sería un ajuste en su complicada existencia.

 

o.o.o.o.o.o.o.o

 

Tony salió del baño con una toalla blanca y pequeña cubriendo su desnudez, y otra más sobre el cuello. Secó sus cabellos con ágiles movimientos, sintiéndose renovado, pero no menos enfermo. Estornudó, y resopló con bastante fastidio y una mueca de desagrado. Entonces tomó algunas prendas del armario—las primeras que encontró—y se las colocó con pesadez. Un suéter de rayas y un pantalón de chándal bastaban para lo que restaba del día. Maldito clima. Maldita temporada de invierno. Ah, sí, y maldito Steve. Dos leves toques se escucharon en la puerta, pidiendo permiso para entrar.

 

     —¡Adelante! —gritó, mientras se acomodaba en su cama y se cubría con las cobijas totalmente. No quería hacer nada, sentía el cuerpo pesado y le dolía la cabeza. Esperaba que fuera Jarvis con las pastillas porque ya se estaba desesperando. Pero cuando miró hacia la puerta al no escuchar movimiento alguno, se encontró con una sorpresa: Steve estaba ahí, mirándolo fijamente, pero algo cohibido en su puesto, sin dignarse a entrar o salir.

 

     —¿Cómo estás? —preguntó en un tono algo apenado, por sentirse indirectamente el culpable por el estado actual del castaño. No se movió de su sitio, pues sabía que el otro seguía enojado con él. Aunque algo dentro de su pecho se removió al pensar que ese hombre engreído se había preocupado tanto por él que había salido en poca ropa a buscarlo. Era un gesto muy amable de su parte. En verdad lo era.

 

     —Me siento tan bien que me quiero quedar en cama todo el día. —ironizó con la voz un poco ronca—. ¿Qué no es obvio, Rogers? Me siento jodidamente mal. —le recriminó con cierto reproche en la voz, que hizo que Steve bajara la mirada y él sintiera un estrujamiento en el pecho. Pero desechó la idea de sentirse culpable, porque el único que tenía toda la responsabilidad era el otro, al preocuparlo de aquella forma.

 

     —Uhm… Buscaré a Jarvis. —se había quedado sin nada que decir, y no es como si quisiera seguir teniendo la mirada tan pesada del hombre de barba sobre él. Así que con una pequeña sonrisa y sin hacer contacto visual, salió cerrando la puerta tras de sí. Se recargó en la pared más cercana, mientras suspiraba audiblemente. Se sentía algo culpable, lo admitía. Y veía que el castaño no se sentía bien, pues estaba algo decaído físicamente. Le sorprendía que el resfriado lo hubiera atacado tan rápido. Bajó con algo de rapidez las escaleras en busca de Jarvis, pero no lo encontró en ninguna parte. Después de que Tony hubiera subido las escaleras, el mayordomo había salido a comprar pastillas y había vuelto algunos quince minutos después. Luego había desaparecido, y Steve supuso que estaría en la habitación de Tony, pero no estaba ahí. Quizá estuviera en la cocina.

 

Así que lo buscó ahí, pero tampoco estaba. Jarvis se había esfumado. Y cuando estuvo a punto de salir de la cocina, una nota sobre el desayunador llamó su atención. Se acercó y leyó mentalmente las pocas palabras escritas en perfecta caligrafía. Después su mirada se desvió hacia una pequeña bolsa negra con medicamento dentro. Según la nota, Jarvis había tenido que salir de urgencia a ver a un familiar que había sufrido un accidente, dejándole la responsabilidad a él de cuidar del dueño de la casa. Le había dejado escritas también las instrucciones sobre las pastillas, y las horas a las que se las tenía que dar al millonario. También había dejado un escrito adicional informándole que no podría llamar a Pepper para que cuidara de Tony, pues esa misma mañana había llamado para avisar que salía de viaje a California por unos asuntos de la empresa. Steve suspiró cuando se dio cuenta que le tocaba cuidar de Anthony Stark durante algunas horas, y posiblemente, el fin de semana entero.

 

o.o.o.o.o.o.o.o

 

Tony se revolvió entre las cobijas algo frustrado, estirando el cuerpo y sintiendo como su cabeza dolía y punzaba. Tenía una migraña horrible, añadiéndole la resaca de la noche pasada, y por si fuera poco, Jarvis no aparecía con las malditas pastillas. ¿Acaso era tan complicado ir a la farmacia a pedir medicamento? Algo dentro de él comenzaba a pedirle que llamara  a su médico personal, pero era un simple resfriado, así que no lo hizo. Miró por la ventana y se dio cuenta que la noche estaba anunciándose afuera. Había pasado ya mucho tiempo. Respiró profundo y se limpió la nariz con los pañuelos que había dejado a su alcance. Escuchó que la puerta se abría, y casi grita de alegría, pero estaba muy cansado como para si quiera mirar o hacer algún movimiento.

 

     —Jarvis, dame la pastilla. —ordenó. Esperó durante dos minutos enteros,  pero su mayordomo nunca se acercó. Entonces se incorporó un poco con el ceño fruncido, y luego lo cambió por una cara de sorpresa inmediata. Steve estaba frente a él con una pequeña sonrisa en el rostro, sosteniendo entre sus manos una bandeja grande. Se acercó a paso tranquilo, y dejó la charola en un pequeño mueble—. ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Jarvis? —cuestionó con una ceja alzada, cruzándose de brazos. Se incorporó quedando sentado sobre su cama, mientras Steve rascaba de forma nerviosa su mejilla con el dedo índice.

 

     —Uhm, el señor Jarvis ha tenido que salir de forma urgente. —informó, mientras se quedaba de pie en su sitio, observando al castaño y su nariz un poco roja. Tony estornudó, y volvió a gruñir de fastidio. Al parecer los resfriados lo ponían de mal humor. Eso, o el hombre era bipolar. Quizá tuviera problemas de identidad… Después el millonario lo miró con una ceja alzada, no comprendiendo sus palabras—. Al parecer uno de sus familiares sufrió un accidente, y-

 

     —¿Familiares? ¿Qué rayos dices? —Stark lo miró como si fuera un loco, y después de unos momentos en silencio, gimió abatidamente mientras se apoyaba en el cabecero de su cama, comprendiendo al fin. Pasó ambas manos por sus cabellos castaños con frustración—. Jarvis no tiene familia alguna, está solo completamente. —comentó con fastidio. Se sentía plenamente traicionado hasta por su mayordomo. Y Steve no se sentía de forma tan diferente, pues nuevamente había sido usado como un conejillo de indias. Se sintió mal al saber que hasta ese hombre que parecía tan recto y sincero, le había mentido cínicamente—. ¿Y Pepper? ¿Ya le has llamado? —cuestionó, pero Steve negó con un gesto de la cabeza—. ¿Qué esperas para hacerlo? La quiero aquí, ahora. —le ordenó con voz demandante.

 

     —No soy tu sirviente, Stark. —le gruñó con el ceño fruncido y las cejas algo juntas. Ese comentario lo había ofendido bastante. Era cierto que se sentía culpable, y que le habían dejado la responsabilidad para cuidar de Tony, pero de ahí a recibir órdenes suyas de una forma tan soberbia y alzada, había una diferencia enorme—. Y la señorita Potts ha viajado esta mañana a California por cuestiones de la empresa. —entonces volvió a escuchar un gemido lastimero provenir de la otra garganta. Era bastante molesta aquella situación—. Creo que lo mejor es que me vaya. —le dijo en tono algo brusco, cruzando sus brazos sobre su pecho y comenzando a caminar hacia la puerta.

 

     —¿Y luego quién va a cuidarme? Ahora te harás responsable, Rogers. —le recriminó con voz culpable, mientras sus ojos examinaban con apremio la ancha espalda marcada tras esa playera ajustada que Pepper—bendita sea Pepper—había comprado para él. Ojalá su armario tuviera más de aquellos ejemplares y él pudiera ser testigo de cada uno de ellos. Carraspeó intentado opacar algunos pensamientos que estaba formulándose. Después sus ojos se desviaron a un mueble en especial cuando Steve se dio media vuelta para encararlo de nuevo—. ¿Qué hay en esa bandeja que trajiste? —preguntó con una ceja alzada, señalando el objeto del que hablaba. Steve siguió su mirada, y entonces carraspeó un poco.

 

     —Es comida, para ti. —fue su simple comentario convertido en un murmullo.

 

     —¿Y qué esperas? Tráelo. —volvió a ordenarle, y Steve casi quiso arrojarse encima de él y darle un buen golpe por tanta soberbia empleada. Odiaba que la gente se sintiera superior a las demás, así fuera en pequeños detalles como estos. Trató de tranquilizarse, diciéndose que si él no cuidaba a Tony nadie más lo haría, y estaba seguro que Loki y Thor no acudirían a su casa solo para verlo enfermo. Así que usando toda su paciencia y autocontrol caminó hasta la bandeja y la tomó entre sus grandes manos. Había tenido peores días en el retiro militar. La llevó hasta el castaño y la acomodó entre sus piernas de forma paciente. Tony aspiró el delicioso olor de la sopa caliente, y de la demás comida ligera que había allí—. ¿Jarvis lo ha dejado para mí? —preguntó, pero no recibió respuesta—. Esto no lo ha hecho él, ¿cierto? —cuestionó con curiosidad, pero nuevamente no obtuvo respuesta alguna. Buscó la mirada de Steve, pero éste miraba atentamente el piso como si de repente fuera la octava maravilla del mundo—. Jarvis no cocina ésta sopa. ¿Fuiste tú? —y la respuesta la obtuvo al ver el pequeño sonrojo en las mejillas del rubio—. Espero que no tenga veneno. —comentó con una sonrisa sobre el rostro para no perder la esencia, pero sintiéndose extrañamente bien. Nunca nadie había hecho eso por él… ni siquiera Pepper. Se sentía bien. Bastante bien, de echo.

 

     —¿Veneno? ¿Qué cosas dices? —lo miró con el ceño fruncido, un gesto que Stark comenzaba a tomar por habitual cuando estaba en su presencia. Casi quería llevar sus dedos hasta ese tumulto de carne y deshacerlo en suaves movimientos para que Steve dejara de tener esa expresión de cara de pala siempre. Su sonrisa burlona tras ese apodo solo ocasionó que Steve gruñera por lo bajo al no entender, y se diera la media vuelta dispuesto a irse.

 

     —¿Te vas tan pronto? —cuestionó mientras tomaba una cucharada de la sopa que le había traído el rubio. No recibió respuesta, pero Steve detuvo sus pasos sin voltear a mirarlo—. Puedes quedarte si quieres, no me incomoda tu presencia. Claro, mientras no hagas mucho ruido. —aclaró, y cuando la intensa mirada azul se posó en su persona solamente se encogió de hombros mientras tomaba una cucharada más. La sopa estaba deliciosa, tenía que admitirlo. Y en verdad, no le importaba la presencia del rubio.

 

Steve dudó durante algunos segundos, sin decir palabra alguna, pero finalmente asintió con un gesto de la cabeza, regresando sobre sus pasos y sentándose en uno de los sofás individuales que poseía la enorme habitación. Se permitió relajarse al sentir que el castaño no lo veía de forma reprochadora. Así que se estuvieron en silencio durante algunos minutos, mientras Tony terminaba sus alimentos. Éste, que ingería la sopa con verdaderas ansias, veía de vez en cuando al rubio, quien parecía muy entretenido con una libreta que había traído. Según le había dicho, Pepper se la había comprado para que dibujara. Lo observó atentamente durante todo ese rato, porque sentía que algo se le escapaba. Él era un buen tomador, y rara vez olvidaba las cosas que hacía aunque estuviera borracho, pero esa cerveza, sumada al vino y el estresante día en la empresa, lo habían noqueado por completo. Aunque sospechaba que algo había ocurrido, y no sabía por qué, solo tenía un ligero presentimiento. Decidió no pensar más en eso.

 

     —¿Cocinabas? —fue la única pregunta que lanzó el castaño, cuando hizo a un lado la bandeja vacía de cualquier alimento. La migraña se había esfumado. Steve lo miró durante algunos segundos, para luego regresar la vista al cuaderno y seguir dibujando. Le asintió con un gesto—. Pensé que eras militar.

 

     —Sí, pero de igual forma aprendí las tareas del hogar. —respondió algo dubitativo—. Cuando eres militar no solamente debes saber disparar, sino también cuidarte solo, así que tuve que aprender a hacerlo. Pasaba meses, y a veces años, fuera de casa. —sonrió de forma melancólica, mientras seguía marcando trazos delgados en la hoja de papel. Tony guardó silencio por algunos minutos, comprendiendo aquello. Un hombre totalmente independiente, vaya.

 

     —Pues hasta ahorita no me ha hecho daño la sopa, así que supongo y tienes mi aprobación. —le sonrió, siendo recibido con el mismo gesto por parte del rubio. Era su manera de darle las gracias e informar que la comida le había gustado. Steve lo sabía—. ¿Te gusta dibujar? —volvió a preguntar con curiosidad, mientras volvía a limpiar su nariz con un pañuelo. Steve le asintió—. ¿Hacías eso en tu tiempo libre?

 

     —Sí, a veces… Bueno, dibujaba mucho antes de entrar al ejército, después no volví a marcar un solo trazo, excepto el de las estrategias de ataque. —soltó una risita melancólica y algo amarga ante los oídos del otro—. Extrañaba bastante esto. —sonrió mirando su dibujo. Con soltura paseó el lápiz sobre el dibujo, comenzando a marcar las sombras de lo que estaba imprimiendo a base de sus recuerdos. Suspiró con algo de tristeza cuando lo contempló terminado, algún tiempo después.

 

     —¿Qué dibujas? —preguntó con la curiosidad desbordando de su mente. Pues en la habitación no había ningún objeto interesante por dibujar, y estaba seguro que Steve sabía perfectamente lo que hacía—. Vamos, quiero ver, enséñame. —le pidió mientras estiraba su mano. Steve se puso de pie y con un gesto algo dubitativo le entregó el cuaderno—. ¡Oh! —fue la única exclamación de sorpresa que hizo al ver el excelente dibujo a base de trazos con lápiz que había hecho Steve. Sin duda alguna, tenía bastante talento para aquello—. ¿Qué lugar es éste? —preguntó. La construcción estaba bien plasmada, al igual que los detalles y las sombras. Una hermosa fachada de tres pisos se extendía por un terreno parecido a un campo, con árboles rodeándole, y un Sol de media tarde plasmado en el fondo. Le había fascinado el dibujo.

 

     —Es mi antigua casa. —sonrió, mirando también el dibujo a lápiz. No estaba acostumbrado a enseñar sus dibujos a los demás, porque realmente no confiaba en su talento para dibujar.

 

     —Es muy bueno—completó la frase, aun mirando las delicadas líneas—. ¿Por qué no fuiste pintor o algo así? Tienes talento, Rogers. —le mencionó con una sonrisa, pero el rostro contrario oscureció un poco tras esas palabras. Rayos, había jodido el momento, lo sabía. Aunque Steve debería de agradecerle, porque rara vez Anthony admitía que algo era bueno o estaba bien… Bueno, siempre y cuando no estuviera fabricado con sus propias manos.

 

     —En realidad no tengo talento alguno. —trató de reír, y luego recompuso su mueca cuando los ojos castaños destellaron contra los suyos—. Me gusta más el ejército. —desvió la mirada un tanto incómodo, y Anthony sospechó que algo no andaba bien ahí. Sin embargo no quiso indagar en los asuntos del rubio porque no le incumbían. Quizá más adelante se lo preguntara. Así que trató de ir por otro lado, para dejar a un lado aquella tensión que sentía en el otro cuerpo.

 

     —¿Te divertiste anoche? —preguntó de forma divertida, mientras le regresaba la libreta con el boceto. Le dio una última mirada antes de que Rogers cerrara la libreta y la dejara en un mueble. Quiso guardar en su memoria aquellos trazos. En verdad le había sorprendido tal soltura y delicadeza para plasmar algo, sobre todo teniendo unas manos tan grandes y firmes como aquellas. Se preguntó si Steve dibujaba también personas. ¿Qué se sentiría ser dibujado por él? Seguramente sería una experiencia emocionante. O quizá, ser tocado por aquellas firmes manos, esa sería una experiencia aún más…

 

     —Sí, bastante. —contestó el rubio sacándolo de sus pensamientos que comenzaban a ir por otro lado. Tony carraspeó volviendo a la realidad—. Aunque… —dudó un poco en continuar, decidiendo guardar silencio mientras tomaba asiento de nueva cuenta en el sofá individual. Desvió la mirada al piso para no encontrarse con los observadores ojos color chocolate. Un fragmento de la noche anterior voló sobre la memoria del rubio y le produjo una sensación de calor interno.

 

     —Aunque, ¿Qué?, ¿Hubo algo que no te gustó? —lo incitó a continuar.

 

     —Bueno, todos fueron muy amables conmigo, y de verdad me divertí anoche con ustedes. —le sonrió de forma cálida, haciendo que un hormigueo recorriera la nuca de Tony, mientras algo en su pecho se presionaba. Decidió ignorar aquello, enfocándose en escuchar al otro. Aunque maldita sea, ese hombre tenía una sonrisa deslumbrante, no podía concentrarse de aquella forma—. Pero… me di cuenta de algunas cosas. —selló sus labios, mientras sus mejillas tomaban una tonalidad rosada. Tony decidió guardar silencio, esperando que el rubio volviera a hablar. Quizá había sido mala idea llevarlo ahí, después de todo—. En el bar anoche, yo… ehh… vi… vi a dos hombres, uhm, besarse y tocarse. —soltó, sintiéndose estúpido al momento de ver al castaño y vislumbrar una media sonrisa en su rostro. No era fácil hablar sobre ese tema, sobre todo cuando al final de la noche había pasado algo curioso entre ellos dos.

 

     —¿Y?... ¿Te pareció repulsivo algo así? —preguntó sintiéndose más interesado de pronto. Así que por eso había estado todo pálido en cuanto él llegó al bar. Sintió como si una piedra cayera en su estómago, sintiéndose de pronto ansioso y nervioso por la respuesta del otro. No sabía por qué diablos le interesaba su opinión, pero quería escucharlo. Tenía una sensación de desosiego. Vio un poco de vergüenza en aquellos ojos, y frunció un poco el ceño al darse cuenta que definitivamente algo había pasado allí. Odiaba no poder recordarlo.

 

     —¿Qué? ¡No, no!, repulsivo no. —rebatió negando con un gesto de la cabeza, mientras veía sus manos como si fuera lo más interesante del mundo en esos instantes—. Es sólo que… bueno, nunca pensé que esas cosas pudieran hacerse públicamente, y menos entre dos hombres. No tengo ninguna clase de repulsión, es sólo que… me sorprende bastante. —terminó su frase, sintiendo algo aliviado al poder decir aquello. Realmente todo era verdad. La mirada de Tony sobre él le anunciaba que algo sospechaba, y se maldijo por haber sacado el tema. Ahora tenía tanta pena y vergüenza. ¿Y si Stark estaba recordando algunas cosas y pensaba que él había sido el aprovechado? No quería ni pensar en esa posibilidad. Sobre su mente sólo pasaban las palabras del otro, y su aliento chocando contra su piel.

 

     —Ah, vaya. —Tony también se quedó sin nada que decir por primera vez, y los comentarios sarcásticos abandonaron su mente. Se sentía algo contento por el simple hecho de que aquel hombre no sintiera repulsión alguna por las relaciones homosexuales, y le sorprendía lo bien que lo había comenzado a aceptar. Ser un hombre con un siglo atrasado en información era una historia difícil. Pero él era diferente, era abierto de mente. Eso le gustaba de Steve. Alguien dispuesto al cambio, por lo que había comenzado a observar.

 

     —Thor y Loki mantienen una relación íntima, ¿verdad? —cuestionó mirándolo de reojo—. Lo descubrí por… bueno, ellos tampoco son muy discretos. —escuchó la risa suave que soltó Tony, y aquello le dio un poco de confianza para mirarlo. Los ojos color chocolate lo miraban con expectación, y una sonrisa marcada en el rostro pronunciada aún más por la forma simétrica de su barba. Inevitablemente se contagió de eso, y se encontró a si mismo sonriéndole de igual manera. Respiró profundo y relajó los tensos músculos de su espalda y brazos.

 

     —Así es. Son hermanos pero… bueno, es algo complicado, así que si quieres saber más tendrás que preguntarles personalmente. No me gusta contar la vida de otras personas. —pero Steve le asintió, dándole a entender que tampoco quería ahondar en ese tema algo delicado—. Estos son otros tiempos, Rogers. No estamos en 1800 ni algo por el estilo. La gente ahora es libre para expresar su orientación sexual, ahora es más simple. —comentó.

 

     —Sí, me alegra saber eso. —sus ojos azules brillaron con emoción y aceptación—. En mi tiempo todo es más complicado, y cosas como éstas son dignas del rechazo social y la deshonra familiar. Me alegra saber que el tiempo ha cambiado la forma en que la gente piensa y juzga. —después se puso de pie, caminando hacia su libreta. Tony siguió sus pasos, y algo dentro de él se revolvió. Sí, le gustaba la forma abierta de pensar de ese hombre, definitivamente—. No pienso que es repulsivo, porque a fin de cuentas es amor. Sonará cursi, pero es la verdad: cuando lo sientes, no tienes por qué ocultarlo. —sonrió un poco, extrañamente melancólico, dándole vueltas al lápiz con el que había dibujado.

 

Se quedaron en silencio durante algunos minutos, mientras Tony solamente podía pensar en que un grado de admiración comenzaba a crecer en su interior por Steve. Porque, joder, el hombre era perfecto. Un maldito príncipe sacado de un cuento. Era caballeroso, amigable, respetuoso, sabía cocinar, una mente abierta, e infinidad de cualidades más que aún no había descubierto. Eso sin contar su espalda, y sus manos… ¿ya había dicho algo sobre su sonrisa? Enmarcada en esos gruesos y rosados labios que podría morder, lamer y… y… y era mejor que tomara una siesta. Así que bostezó despejando su retorcida mente, y se revolvió en la cama, alcanzando el par de pastillas y el vaso de agua. Se las tomó rápidamente de un trago y luego se acostó dispuesto a dormir.

 

     —Dormiré un poco. —informó, dando el tema por zanjado, mientras cerraba poco a poco los ojos sin importarle que el otro hombre siguiera ahí—. Despiértame para la siguiente pastilla mañana. —le ordenó cayendo cada vez más y más en un profundo sueño que en realidad necesitaba con urgencia. No podía seguir pensando estupideces.

 

Steve no dijo nada más, sintiendo como de pronto su perspectiva de ese hombre cambiaba y se modificaba. Era alguien bastante extraño. Por un lado, era soberbio, ególatra, creyendo que todos besaban el suelo que pisaba, soltando comentarios sarcásticos e hirientes, y comportándose de forma infantil. Por otro lado, parecía ser un hombre interesante, inteligente, bondadoso, y digno de una buena y amena plática, con la mente abierta, y objetivo. ¿Problemas de identidad? Quizá sí. También era curioso, y sus ojos brillosos demostraban cuando algo de verdad le importaba, como un niño pequeño. Lo miró atentamente cuando oyó su respiración pausada. Ya estaba dormido.

 

Entonces sin esperar más tiempo, y movido por un impulso repentino, tomó su libreta de dibujos que estaba en blanco—excepto por el dibujo de algunos minutos atrás—y la abrió en una de las últimas hojas. Apagó la luz de la recámara para que el otro pudiera dormir mejor, y encendió la lámpara del costado. Era la única luz del lugar, pero era perfecta para aquella visión, porque daba las sombras necesarias y perfectas que acentuaban aquella figura masculina. Algo dentro de él se movía por hacer aquello. La noche pasada se había retractado, pero ahora sólo sentía la necesidad de hacerlo. No lo pensó dos veces.

 

Afiló el lápiz y comenzó a trazar suavemente sobre la hoja de papel, haciendo líneas difusas y tenues, remarcando después y borroneando los errores que tenía. Alzaba la vista y luego la volvía a posar en la hoja con trazos delicados. Era bastante cómodo hacer aquello, y también simbolizaba algo nuevo para él, pues nunca había dibujado con la luz de una lámpara iluminando, y menos a mitad de la noche. Se acomodó mejor sobre el sofá encontrando la posición correcta. Miró el suéter de rayas que traía el castaño y sonrió, comenzando a dibujar solo la zona del hombro y el cuello. Cuando tuvo el boceto listo, se dedicó a hacer algunos detalles, como la forma de la nariz, de los labios delgados y algo largos. Marcó la barbilla y las cejas, y después comenzó a trazar las líneas rebeldes de su cabello castaño en el rostro dormido del otro hombre. Se dedicó a dibujar con lentitud las pestañas, dándole el largo perfecto a las mismas, y ansiando poder dibujar la profundidad de sus bellos y grandes ojos, pero eso era bastante pedir. Estaba seguro que si esos ojos estuvieran abiertos, ni siquiera estaría haciendo algo tan loco como dibujarlo.

 

No le importó la hora, ni tampoco el sueño que comenzaba a invadirlo. No le importó que la mano le doliera un poco por dibujar tanto tiempo seguido, pero no podía esperar. No tendría otra oportunidad como ésta. No sabía por qué, pero de repente había querido plasmar el rostro de ese hombre en un pedazo de papel. Giró la muñeca lo suficiente para comenzar a trazar las sombras que se formaban por la falta de luz, comenzando por la barbilla. Durante todo el tiempo que estuvo allí, agradeció mentalmente que el millonario no se hubiera movido ni un poco de su sitio, pues aún mantenía la respiración pausada y la mitad del rostro enterrado en la almohada blanca. Se veía tan sereno, tan indefenso. Tan humano…

 

Como último detalle le puso fecha al dibujo, acompañado por su firma en la esquina inferior derecha, y cuando menos se dio cuenta, tenía en su libreta de bocetos plasmado el rostro dormido de Anthony Stark.

 

 

 

Notas finales:

¿Qué tal? ¿Les ha gustado? Es corto el capítulo, pero me encantó escribirlo :33 espero que nos podamos leer muy pronto ésta vez, realmente no quiero atrasarme tanto D:

De todas formas, me gustaría mucho que me dejaran sus ideas, apoyo, comentarios, opiniones, críticas, consejos, etc etc, todo es bienvenido.

Los quiero mucho y que disfruten sus fiestas patrias (en caso de México, de donde soy)

Un beso enorme!!! :*


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