Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El tiempo entre nosotros por Sawako_chan

[Reviews - 386]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Holaaaaaaa!

¿Qué tal? ¿Cómo están? Espero que estén bien :D yo me siento muy, muy feliz porque recibí hermosos comentarios de parte de ustedes *u* y pues bueno, en ésta semana tuve mucho tiempo de sobra y me dediqué a escribir, por eso el capítulo ha quedado antes de lo que tenía planeado :D hasta me dio tiempo para pensar en los próximos capítulos xD

Les tengo una buena noticia y una mala. 

La buena es que podré actualizar en el intervalo de una semana entre cada capítulo más o menos. La mala es que el próximo capítulo no llegará hasta que ésta historia alcance las 6,000 lecturas...

Sé que soy una despiadada y eso suena bastante mal, pero ya saben, es un reto que me he impuesto ;) así que ya saben! recomienden la historia xD

Nos leemos en las notas finales, y disfruten el capítulo.

 

Capítulo 9.- Desde dentro.

 

 

Cuando Anthony despertó a la mañana siguiente, se sentía mucho mejor. Quizá solamente había sido el resfriado momentáneo por el frío de la mañana, aunque aún sentía el cuerpo un tanto pesado para su gusto. Pero era Domingo, así que prácticamente tenía todo el día para descansar. Se removió entre las cobijas y talló sus ojos con ambas manos, estirándose como un gato. Se sentó en su cama y miró a su alrededor. Las cortinas ya estaban abiertas, y la luz tenue del Sol se colaba por los vidrios. Sin pensarlo dos veces, sabiendo que no podría volver a dormir, se puso de pie y caminó con pasos perezosos hacia su baño.

 

Lavó sus dientes y se enjuagó el rostro que sentía algo pegajoso. Limpió su nariz con un pañuelo y estornudó. Frotó su nariz con el antebrazo y después volvió a su habitación para cambiarse de ropa. La ducha podía esperar para después, ahora solamente tenía hambre. Cuando salió de su alcoba, un olor bastante delicioso inundó sus fosas nasales. Aspiró el aroma todo lo que podía y sintió que su estómago se revolvía con hambre. Así que bajó las escaleras de forma algo presurosa, en busca de alimento. Esperaba encontrar a Jarvis cocinando el desayuno, pero muy al contrario, había un hombre alto de grandes músculos y firme espalda, con el cabello rubio, quien estaba en el puesto del mayordomo. Tony se quedó contemplándolo moverse de un lado a otro, dándole la espalda sin reparar en su presencia.

 

Steve meneaba un poco la cabeza al compás de la música tenue que sonaba en la radio—la cual le había costado más de una hora lograr prender—.Sus manos se deslizaban tenazmente con el cuchillo, cortando algunas verduras y luego echándolas en una olla que se calentaba con agua a fuego alto. Picaba, echaba, y tomaba otra verdura. De repente volteó con una sonrisa enorme en los labios, cuando al parecer quería alcanzar algo que estaba del otro lado, y entonces ambos ojos chocaron. Steve soltó un pequeño jadeo de sorpresa al ver al castaño parado en la puerta de la cocina, quien estaba viéndolo fijamente apoyado en la pared con los brazos y pies cruzados.

 

     —No sabía que ya habías despertado. —fue su único comentario ante la sorpresa y el susto que se había llevado—. ¿Hice mucho ruido y por eso te desperté? Siento mucho si fue así. —comentó algo apenado, rascando su mejilla derecha con el dedo índice. Tony lo miró hacer aquella acción, dándose cuenta de que Steve hacía ese gesto cuando estaba nervioso o ansioso. Lindo. Muy lindo.

 

     —No, me desperté por mi cuenta. —respondió, comenzando a caminar—. ¿Qué sucede? —le preguntó cuando se fijó en que el rubio había detenido todo movimiento. Él negó con un movimiento de su cabeza—. Jarvis no ha vuelto, ¿cierto?

 

     —No. No lo he visto en toda la mañana. —murmuró, mientras tomaba el utensilio que estaba buscando, y regresó a picar la verdura, ahora más tenso por la presencia del otro hombre.

 

     —Ese traidor. —murmuró para sí mismo, esperando que Steve no lo escuchara. Entonces tomó un vaso y sirvió un poco de jugo de naranja que encontró en el refrigerador, dándole un trago. Después se acercó a donde estaba el hombre más alto, y observó la facilidad con que éste movía el cuchillo y cortaba finamente los alimentos—. ¿Qué cocinas?

 

     —Sopa, como la de ayer. —le dedicó una pequeña sonrisa sin mirarlo, mientras seguía cortando y echando todo en la olla. Después caminó con paso tranquilo hacia la licuadora, donde tenía una mezcla, y la vertió también en la olla—. Te veo mejor, más repuesto. —sus ojos azules brillaron con alegría en cuanto lo miró. Tony desvió la mirada en cuanto sintió la profundidad de la misma, mientras rascaba su brazo y volvía a tomar otro trago de jugo, sintiendo una pesadez repentina en el pecho, creciendo.

 

     —¿Creíste que un simple resfriado me iba a tumbar en la cama más que unas cuantas horas? No me conoces, Rogers. —le sonrió de medio lado, mientras le guiñaba un ojo. Sus miradas se conectaron durante algunos segundos, y ninguno se apartó, por el contrario. Cada quien estudiaba con paciencia el rostro contrario, sintiéndose extraños de repente. La atmosfera se había vuelto distinta, y un aire comenzaba a nublar los pensamientos del castaño. Sin pensarlo, Anthony dio dos pasos hacia el rubio, con él expectante, tratando de adivinar su siguiente movimiento. ¿Qué era todo aquello?... Entonces Stark estornudó, y ambos parecieron salir del trance en el que habían entrado inconscientemente.

 

     —Me alegra saberlo. —fue su simple comentario, mientras era quien cedía en aquella batalla de miradas. Volvió su atención a la sopa y meneó con un cucharon. Después bajó el fuego y tapó la olla. Se quedó ahí recargado en la orilla de la estufa, mientras Tony cruzaba sus brazos a la atura de su pecho y se recargaba en el desayunador. Durante algunos minutos más, se quedaron en silencio, sin saber muy bien qué decir, pero no hacía falta. Tampoco se miraron más—. Creo que me daré una ducha. —el rubio se separó de su lugar, mientras caminaba hacia la puerta de la cocina sin mirar al otro hombre. Tony no respondió, pero Steve no esperó a que lo hiciera.

 

o.o.o.o.o.o.o.o

 

Steve suspiró en cuanto el agua caliente rozó su cuerpo desnudo. Sus músculos tensos se relajaron con gran obviedad, mientras él pegaba el mentón al pecho, sintiendo ésta vez el agua chocar contra su nuca. Sus cabellos rubios se mojaron rápidamente, mientras él paseaba con cuidado las manos sobre su cuerpo. Sus ojos cerrados le traían una gran calma que se acentuaba cada vez más con el vapor caliente que comenzaba a llenar el cuarto de baño. Frotó sus cabellos con el líquido para enjuagar, y sus pensamientos se desviaron a la noche pasada cuando dibujó a Tony. Se había quedado hasta muy tarde para poder terminar sus trazos. Había perdido realmente la noción del tiempo que había pasado. Pero es que había sido inevitable al verlo así, tan pacífico. Admitía que aquel castaño tenía un hermoso perfil, digno para ser plasmado en al menos, un trozo de papel.

 

Soltó una pequeña risita al recordar la velada del bar, donde se la había pasado realmente bien en compañía de aquel trío de hombres chiflados y desvergonzados. Habían tomado, platicado, reído, bromeado. En fin, había sido una experiencia que guardaría en su memoria siempre. Aunque ese pensamiento se desvió cuando recordó el accidente con Tony, y las palabras de aquella mujer. No creía posible que el millonario hubiese dicho todo eso de él, pero algo dentro de su corazón lo dudaba. ¿Y si era verdad? ¿Qué tenía que pensar sobre eso? Seguramente Tony solamente lo había dicho por su evidente estado de embriaguez, y no porque en realidad quisiera decirlo. A todos los hombres les sucedía lo mismo. Aunque también era cierto que era precisamente en ese estado, cuando las personas eran sinceras por completo. Ya no sabía que pensar.

 

Así que deshaciéndose de esos pensamientos que no tendrían por qué estarle rondando en su cabeza, salió de la ducha. Envolvió en sus caderas una toalla, mientras tomaba otra y secaba sus bíceps y el abdomen. Después secó sus cabellos y el cuello. Suspiró satisfechamente mientras caminaba al ropero y tomaba un par de prendas cómodas. Tomó una camiseta que él había elegido de entre todo lo que habían comprado, y la contempló con una sonrisa cuando se la puso. Cepilló su cabello, y como comenzaba a acostumbrarse, lo dejó un poco rebelde. La ducha le había venido de maravilla después del desvelo que sufrió la noche anterior por dibujar.

 

Encontró a Tony en la cocina, paseándose con un vaso de jugo de un lado a otro. Éste sintió otra presencia tras de él y volteó, encontrándose a Steve completamente vestido y bañado. Sus cabellos aún mojados se mecían un tanto rebeldes, y sus ojos azules se veían relucientes, junto con el rostro luminoso y fresco. Paseó la vista por  la ropa que usaba, y se recordó que en verdad tendría que subirle el sueldo a Potts por tan excelentes prendas. Entonces su vista se quedó fija en su camiseta de mangas cortas, admirando el camino que hacían sus marcados músculos en los brazos, y cómo estos se acentuaban más donde empezaba la zona de los hombros. Sus muñecas eran gruesas, masculinas, y tenues vellos rubios cubrían los antebrazos. Entonces reparó en el diseño de la playera, y ahogó una pequeña risita que pugnaba por salir de sus labios cuando se dio cuenta del diseño.

 

     —¿Qué sucede? —Steve lo miró con una ceja alzada cuando se dio cuenta de que el otro quería reír. No sabía qué era tan gracioso. Tony frunció los labios hasta formar una delgada línea con ellos, con una mueca por demás divertida y los ojos brillantes por algo evidentemente gracioso que él no veía.

 

     —Joder, Rogers, ¿es enserio? —cuestionó con una ceja alzada, y una mueca burlona cínicamente plantada en el rostro—. Pepper te llevó a las mejores tiendas de la ciudad, y tú compras eso. —le señaló la camiseta que portaba mientras resoplaba, dejando escapar el aire que había contenido para no reír.

 

     —Es bonita, yo la escogí de entre todas las cosas. —comentó murmurando, con las mejillas levemente rosadas. Sentía un golpe en el ego por aquello. Él de verdad había querido comprar esa playera, aunque Potts ya le había dicho que no era la mejor opción si quería librarse de los comentarios de Tony. Él había dicho que no importaba, pero ahora estaba sufriendo las consecuencias—. ¿No te gusta?

 

     —Es demasiado patriótico para mi gusto. —hizo una mueca—. Si la bandera que cubre todo el pecho viniera acompañada por alguna buena frase, entonces me gustaría. Pero bah…—y le restó importancia con un gesto de la mano, mientras se acercaba a palmearle el hombro con soltura, como reconfortándolo—. Jefe militar, amante de tu país, y ahora esto. Creo que debería llamarte Capitán América a partir de hoy. —y soltó una ligera carcajada, arrancándole una pequeña sonrisa a Steve, quien solo negó con un gesto resignado y caminó hacia la olla de la sopa. La destapó con ayuda de un pañuelo, y sonrió.

 

     —La sopa está lista, ¿quieres comer ahora? —preguntó mientras sacaba los platos y vasos.

 

     —¡Vaya! Pensé que tendría que hacer dieta hasta mañana. Muero de hambre, chef. —bromeó un poco, pero hablando enserio. Steve le asintió con una sonrisa y comenzó a poner todo en la mesa, y Tony no soportó más quedarse ahí parado y le ayudó. Bien, quizá la enfermedad estaba afectándole sobre algunas cosas. Tendría que hacerse un chequeo médico, porque Tony Stark jamás ayudaba en el asunto de acomodar platos y vasos.

 

Cuando terminaron, Steve le indicó a Tony que tomara asiento mientras él servía la sopa caliente en ambos platos, y llenaba los vasos con jugo. Después acercó dos platos más grandes con carne y ensalada. Tony estuvo a punto de comenzar a comer, pero decidió espera a que el otro tomara asiento. Maldita educación. Sonrió en cuanto vislumbró la cantidad de comida, sumando al delicioso olor que se colaba por sus fosas nasales. De verdad se veía apetitoso. Así que sin esperar más tiempo, cortó un trozo de carne y se lo llevó a la boca para disfrutarlo.

 

     —Te estás tomando esto muy enserio. —murmuró limpiando las comisuras de sus labios con una servilleta. La carne estaba deliciosa—. En verdad pensaré que eres un chef. Estás amenazando el puesto de Jarvis, no te conviene si no quieres ganarte su odio. —y el resultado de su frase halagadora, fue una sorpresiva risa fresca proveniente del rubio. Tony admiró las tenues arrugas que se formaban en las esquinas de sus ojos con alegría, y los tiernos hoyuelos en sus mejillas, mientras Rogers se llevaba una mano al costado derecho justo debajo de su costilla para seguir riendo cómodamente. El sonido de esa masculina voz inundó el lugar, y Tony no pudo evitar acompañarlo después.

 

     —Descuida, sólo es temporal. —dedujo, mientras daba un largo sorbo a su jugo para refrescar su garganta después de reír tanto. Simplemente el comentario de Tony lo había tomado por sorpresa, y para nada lo había ofendido, al contrario, muy al contrario. Algo cálido inundó su pecho al sentir que el otro hombre lo reconocía. Se sentía extrañamente bien esa sensación.

 

     —Eso si Jarvis vuelve, claro. —contestó juguetonamente, mientras cortaba otro trozo de carne y veía a Steve con una sonrisa involuntaria.

 

o.o.o.o.o.o.o.o

 

     —Tienes que ver ésta, es muy buena. —Tony le pasó una caja rectangular a Steve, mientras éste estaba sentado en el sillón redondo, viendo con ojos críticos todo lo que el castaño le daba—. Toma ésta… y ésta otra… ¡Ah! No puedes permitirte ignorar ésta película, seguro igual te gustará. —y más y más cajas con CDs dentro iban cayendo de forma precipitada en las manos del rubio, quien en un momento dado, solo pudo dejarlas al lado suyo. Tony estaba muy emocionado pasándole películas de todo tipo de índole y año, para que él se actualizara en el mundo del cine. Después de comer habían platicado un poco sobre las películas en los tiempos de Steve, y de la forma en que éstas se reproducían, con extraños aparatos que tardaban mucho en funcionar, así que Stark—presumiendo de su avanzada tecnología—lo había convencido para que vieran una cinta. Y allí estaba Rogers, entre cajas y cajas con películas que el millonario parecía sacar de un cajón enorme.

 

     —Ehh… creo, creo que tomaré ésta primero. —Steve tomó al azar una de las tantas películas que yacían en su regazo y en toda la extensión del sofá, y Tony se giró para ver su elección. Sonrió satisfecho dando dos asentimientos seguidos con la cabeza, y arrebatándole el CD al rubio de las manos. Hizo a un lado todo lo que había sacado de su cajón, y comenzó a poner la película. Después tomó asiento al lado del rubio, dejando una distancia prudente entre ellos. Tomó el mando de la televisión, y apagó las luces con un botón personal que él había instalado en el control. Escuchó un exclamo de sorpresa en el otro hombre, y ladeó el rostro para verlo, dándose cuenta de cómo salía la admiración por los bellos ojos azules del otro sujeto. Sin pensarlo realmente sonrió internamente.

 

No es que él tuviera un plan, pero a cada cinco minutos que pasaban de la cinta en su pantalla plana—enorme y de alta definición—miraba de reojo a Steve. No es que a él le gustara mirarlo, simplemente estaba analizando sus reacciones. Veía como se asombraba a ratos, como su tono cambiaba a cada paso de la película, sus exclamaciones de sorpresa, y sentía el sofá moverse a causa de sus brincos involuntarios. Casi soltaba una carcajada, y era casi, porque no quería que Steve se enojara y todo aquel circo que lo mantenía entretenido parase. Y no era para menos, pues la cinta que había escogido Steve, de entre todos los temas que su colección poseía, era una película con temática de terror. Terror del bueno, y no suspenso simplemente. Así que era obvio que al otro le diera miedo, y más con el volumen a todo lo que daba. Y cuando Tony menos lo pensó, se dio cuenta de que Steve estaba prácticamente pegado al lado de él, quizá con algunos diez centímetros de diferencia entre sus brazos. El millonario se permitió sentir la calidez de ese cuerpo, que sobrepasaba su espacio personal. A él no le daba miedo aquella película boba, pues la había visto ya cientos de veces—sin exagerar, pues era de sus favoritas—así que no sentía ninguna especie de temor. Trató de mantener el rostro sereno, apacible, pero con una sonrisa involuntaria sobre el rostro al sopesar las reacciones involuntarias del otro. Sus pensamientos volaron hacia otra parte, entonces. No se dio cuenta cuándo fue que terminó la cinta, ni cuando comenzaron a correr los créditos en la pantalla, ni cuándo fue que Steve prendió las luces y se acercó de nueva cuenta, pasando una mano frente a él al no reaccionar.

 

     —¿Stark?... ¿Tony? ¿Estás bien?... Oye…— Steve agitaba su mano derecha tratando de llamar la atención del otro, quien parecía perdido en un mundo lejano, pero con una media sonrisa que le informaba que algo no andaba muy bien en el otro. En un momento dado, Tony volvió en sí y alejó la mano del rubio con un manotazo, y se puso de pie gruñendo con fastidio al darse cuenta de que por culpa de ese hombre se había perdido. Estúpido Rogers. Ahora estaba enojado.

 

     —Estaré en mi taller. No molestes. —le ordenó, mientras sin voltear a verlo una vez más, salía de la sala con paso apresurado. No dejó que Steve comentara algo más al respecto, simplemente desapareció por un pasillo. El rubio se quedó parado, confundido, y sin saber qué hacer al respecto. ¿Qué había pasado? ¿Tony se había molestado por algo, quizá? Eso no lo sabía, pues rememorando en las cosas que habían pasado en el día, no había ninguna razón—por más absurda que fuera—para que el otro estuviese molesto.

 

Suspiró cansadamente y se dispuso a tratar de acomodar las películas de nueva cuenta en su lugar de origen. Había visto la forma en que el millonario había metido ese extraño artefacto en una caja negra, así que haciendo muchos intentos fallidos, logró sacar el objeto redondo, meterlo en su caja de origen, y devolverlo a salvo con las películas. Apagó la TV como le había enseñado Jarvis. Definitivamente, él no era amigo de la tecnología.

 

Sin saber realmente qué más hacer, recordó que cuando Stark se encerraba en su taller—el que él jamás había visto—no salía de ahí hasta el día siguiente. Después vino a su pensamiento que el otro seguía teniendo un resfriado. Con convicción renovada fue a la cocina, y siguiendo las instrucciones que Jarvis le había dejado escritas para hacer uso de la estufa y demás artefactos en la cocina, logró hacer café. Según Jarvis, era la bebida favorita de Tony—después del alcohol. Aunque eso Steve aún no lo sabía—. Sirvió el líquido en una jarra grande de porcelana fina, y tomó dos tazas. Colocó todo en una charola grande y se dedicó a buscar a Tony, yendo por el pasillo que el otro había tomado para huir. Eso le condujo a una especie de escaleras subterráneas, y sin pensarlos dos veces, las bajó. Encontró al fondo entonces el taller. Las paredes eran de vidrio, cosa que le permitió ver al millonario sentado en la silla, al parecer trabajando en algo, dándole la espalda. Sus ojos curiosos se movieron alrededor de todo lo que podía ver, y sin quererlo, sonrió.

 

Golpeó seguidamente donde parecía ser la puerta, con leves toques. Stark se giró hacia él con una clara mueca de sorpresa, y la recompuso para darle pie a un ceño fruncido. Se volvió a girar para seguir trabajando, pero algo dentro de él pareció removerse. Quizá la culpa. Y entonces se puso de pie y caminó hacia la puerta, marcando una contraseña, y ésta enseguida se abrió con un sonido suave. Steve mantenía una pequeña sonrisa, y cuando los ojos color chocolate se posaron en la charola entre sus manos, no pudo sentirse menos que cohibido. Tony le miró durante un par de segundos a los ojos, antes de desviar la mirada hacia un lado.

 

     —Creí decirte que no molestaras. Quizá lo pensé, y por eso no entendiste. —le regañó con un tono de fastidio, pero aún así se hizo a un lado después de algunos segundos de estarlo pensando, dejando el camino libre—. Pasa… supongo. —y sin esperar que Steve entrara, regresó a su puesto de trabajo, pero escuchando las pisadas del otro al internarse. Steve no hizo ruido alguno, simplemente depositó la charola en una mesa que encontró casi vacía, y tomó ambas tazas. Depositó una en la mesa donde trabajaba el castaño, haciendo que éste pusiera total atención en ello. Algo en el interior de Tony se agitó al contemplar el líquido que había dentro. Sus ojos viajaron a la figura del más alto, que se mantenía rígido con otra taza de café. De pie. Sin decir o hacer nada—. No te daré las gracias. —fue lo único que comentó al sentirse vulnerable de repente.

 

     —No estoy esperando que lo hagas. —contraatacó, encogiéndose de hombros. Stark desvió la mirada y tomó entre sus dedos la taza de café. Tomó un sorbo largo, sintiendo como el líquido amargo recorría su interior un camino que le llegaba probablemente, más allá del estómago. Alcanzaba su corazón. Y no se refería especialmente al cálido café. Sino más bien a la calidez de las acciones de Steve. Sus ojos siguieron el humeante café, y las ondas que se desprendían con los imperceptibles movimientos de sus manos. Volvió a ingerir otro sorbo, disfrutando el sabor perfecto que tenía. Estaba justo como le gustaba. Sin mucha azúcar, con bastante cafeína, y no muy caliente. ¿Cómo sabía Steve eso? Nadie, excepto Pepper y Jarvis, sabían justamente cómo tomaba su café.

 

     —¿Qué haces? —preguntó Steve, sintiéndose de repente curioso al ver planos y hojas con letras raras sobre la mesa de trabajo del otro. Quizá estuviera en algo de mucha importancia y él había interrumpido. Stark salió de sus pensamientos desviados—como los venía teniendo—y enfocó su mirada chocolate en los profundos pozos azules.

 

     —Trabajo en algo. —contestó monótonamente a la pregunta de Steve, desviando su mirada y depositando la taza de nueva cuenta sobre la mesa de trabajo. Tomó un bolígrafo y regresó a escribir ignorando al otro. Quiso volver a hacer lo que estaba planeando antes de la intromisión de Steve. Éste se sintió echado de ese lugar, y comprendió que Stark quería estar solo. Se dio media vuelta, dejando la otra taza en su lugar para que Tony terminara de tomarla, pero antes de tomar la charola entre sus manos y retirarse, la voz masculina del otro hombre lo hizo detener—. Puedes quedarte, Rogers. Solamente no destruyas nada ni hables. Tampoco preguntes. —y eso bastó para que Steve tomara asiento en un sofá de cuero negro al fondo del taller, cuando la noche estaba haciéndose presente.

 

o.o.o.o.o.o.o.o

 

Varias horas después, el sol comenzaba a colarse entre las ventanas del taller. A ninguno de los dos pareció importarle eso, pues aunque Tony había terminado sus cálculos y avanzado de más en sus proyectos, y concluido cerca de las dos de la mañana, ambos habían comenzado a entablar una charla. Steve había escuchado atentamente sobre los proyectos tecnológicos del otro, quien le explicó sobre sus sueños a futuro con la virtualidad—cosa que Steve apenas y comprendía—y sobre Industrias Stark. Le habló sobre sus contratos internacionales que se iban extendiendo poco a poco, sobre los deseos de que su empresa fuera reconocida a nivel mundial, y sobre la posibilidad de lograr avances en campos importantes como la física y la biología.

 

Las horas habían transcurrido sin más preámbulos, con ambos devorando el café que él había llevado en la jarra, para no quedarse dormidos. El rubio se dedicó a escuchar al otro, pues le gustaba la parte en que Tony se abría ante él, y aún más, cuando sus ojos brillaban con descubrimiento, con hambre de conocimiento. Tony Stark era como un niño pequeño, al igual que el taller donde trabajaba.

 

Ya entrado el medio día del Lunes, salieron a comer algo y ducharse, y con una muda invitación de Stark—muy a su manera—ambos volvieron al taller. Steve se paseó también por todo el lugar, al principio algo cohibido, pero cuando Tony comenzó a mostrarle sus inventos recientes y pasados, se olvidó de la vergüenza, volviéndose un partícipe de todo aquello. Juntos movieron cosas de lugar, incluida la mesa de trabajo del castaño, quien le había dicho quería una remodelación de su taller. Estaban sudados, hambrientos, y cansados. Así que se tumbaron en el sofá negro, y siguieron hablando sobre la tecnología, ésta vez siendo el turno de Steve de platicar cómo era ésta en su tiempo. Hablaba con ademanes, con efusividad no propia de él, sobre los avances, y sobre cómo se sentía orgulloso de que algún día todo fuera como la Nueva York actual.   

 

Tony, en algún punto de la conversación, había tomado asiento en la alfombra, sentado en pose india y con el mentón apoyado en ambas manos. Escuchaba atento la manera en que Steve se desenvolvía, teniendo la oportunidad de mostrarle con frases un mundo antiguo que él no conocía, pero que le hubiera gustado ver. Sus ojos seguían las líneas que eran las cejas rubias, y las pestañas espesas que se movían con soltura cuando el ojiazul parpadeaba. Era difícil ponerle atención sin desviarse en esos pequeños detalles. Ninguno tocó jamás temas personales como la familia y el amor.

 

Fue después de un par de horas más cuando Tony se puso de pie y le mostró a Steve algunas fotos antiguas de Nueva York, sacadas de la red. Buscó información y le habló sobre las construcciones de varios puentes, centros culturales, y demás cosas que se habían llevado a cabo en casi todo el siglo. Steve miraba encantado, queriendo absorber toda aquella información tan relevante. Dado un punto en su conversación, Tony le había molestado con el tema de sus músculos.

 

     —Ni siquiera haciendo pilates toda mi vida lograré algo como eso. —le señaló con tono dolido uno de sus grandes músculos que se remarcaban bajo una playera que Pepper le había recomendado—obligado—comprar. Steve se rascó con un dedo la mejilla derecha, como hacía cada vez que estaba nervioso, ansioso, o no sabía cómo responder. Tony había logrado adivinar aquel ademán y su significado.

 

     —¿Pilates? ¿Qué es eso? —pero Stark le había restado importancia con un gesto de la mano, volviendo al tema del entrenamiento arduo para lograr músculos como aquellos. Entonces Steve le había confesado que le gustaba hacer ejercicio y mantenerse en forma, era parte de su vida. Jamás le contó acerca de su pasado, o sobre su entrada forzada al ejército. Esos eran temas delicados que Steve aún no estaba tan preparado para sacar de su interior.

 

Eran heridas donde prefería no poner el dedo.

 

o.o.o.o.o.o.o.o.o

 

Loki tomó un sorbo más de su café, mientras desde la barra, observaba a los clientes. Algunos pedían café o té para llevar, y otros tomaban asiento para ingerirlo ahí mismo. Era muy curioso saber la forma en que la gente disfrutaba más algunas cosas que otras, en que algunas iban más deprisa, más distraídas. Era bastante diferente la forma en que cada quien tenía la percepción del tiempo, pues mientras que para unos era de vida o muerte tomar el primer tren o esperar al próximo, así lo era para otros pedir el café para llevar o tomarlo ahí mismo. Loki prefería disfrutarlo, cuando estaba humeante y recién hecho. Cuando el café mantenía la esencia era más delicioso, más benévolo. Justo como disfrutar una buena compañía.

 

Se preguntó cuánto tiempo había dejado correr al tiempo, irónicamente. Cuánto tiempo había desperdiciado sus horas, sus días, formulándose odio a sí mismo y a las personas que le rodeaban. El tiempo no lo había perdonado, ni le había regresado las horas desperdiciadas. Le había cobrado con creces sus malas acciones, desperdiciando años de su vida, tiempo de su tiempo. Suspiró con audible melancolía, y tomó un sorbo más del líquido caliente. Era una tarde fría, muy fría. Llena de pensamientos que dolían más que cualquier herida física.

 

La campanilla de la tienda sonó, y sus ojos verdes se movieron con rapidez solamente para identificar al nuevo inquilino. Sin poder evitarlo, las comisuras de sus labios se elevaron, dándole la bienvenida a Thor, el que le devolvía el gesto con mirada brillante, caminando hacia su dirección, mientras el Sol y sus últimos rayos caían sobre la ciudad. Loki sintió que una paz interna lo invadía, cuando el otro hombre le sonrió y sus ojos se conectaron en una muda complicidad.

 

     —Cierren ustedes por mí, chicos. —le murmuró a los hombres que estaban atendiendo las mesas y la caja registradora, quienes le asintieron cuando vieron al rubio cerca de su jefe. No necesitó decir nada más para quitarse el delantal donde se leía el nombre del local. Lo aventó sin mucha conciencia, y tomando su abrigo, se aventuró a las calles frías e invernales de Nueva York al lado de su hermano y amante.

 

El tiempo había transcurrido, lo sabía. El tiempo no lo había esperado, lo sabía. Y tampoco perdonado. Pero Thor lo había hecho. No le había regresado sus horas, pero había conseguido hacer que cada minuto de su existencia valiera la pena desde su llegada. El tiempo al lado de su hermano, simplemente desaparecía. Loki lo agradecía, de verdad. Era un hombre nuevo, y todo era gracias a Thor y sus minutos, sus segundos, sus horas. Su tiempo y sus sonrisas.

 

o.o.o.o.o.o.o.o.o.o

 

La tarde había caído ya cuando Tony y Steve salieron del taller. Ambos con ojeras visibles, cansados físicamente y los cabellos revueltos. Pero todo había valido la pena porque las horas que habían pasado juntos eran quizá de las que jamás olvidarían. Habían logrado conocer un poco más del otro, sus gustos y pensamientos. Stark agradecía que alguien estuviera a su altura, y a disposición para escuchar sus locas ideas. Steve por otra parte, agradecía el tiempo que había podido ser útil, sintiéndose bien. Parecía algo tan relativo, y la vez tan íntimo para ambos.

 

Tony ni siquiera había reparado en que era Lunes, y obviamente habría tenido que ir a la oficina. No se acordó de aquello hasta que la voz de Pepper al otro lado del teléfono le devolvió a la realidad de la que había querido escapar estando encerrado con el rubio en su taller. Tenía deberes como jefe de una empresa. Esos a los que había ignorado y ni siquiera había reparado. Los días se le habían escurrido como agua de las manos. Sin embargo, a pesar del enorme trabajo que seguro tendría al otro día, se sentía bien. Satisfecho y realizado gracias a Rogers y su compañía.

 

Jarvis no había vuelto, y eso había comenzado a preocupar un poco a Stark, y justo cuando estaba a punto de llamar a Thor y su equipo de policías para buscarlo por la ciudad, la puerta se abrió, dándole paso a su mayordomo. El que lejos de lucir apenado, se veía como siempre. Sereno, con un aura de tranquilidad despidiendo de su fuero interno. Steve le recibió con una cálida bienvenida, para después retirarse a una siesta que le hacía mucha falta, despidiéndose también de Tony, cosa que no pasó desapercibida para su mayordomo, quien lo miró por largos y angustiantes minutos cuando Steve se perdió escaleras arriba.

 

     —¿Qué? —fue la pregunta que lanzó cuando los ojos de Jarvis no dejaron de taladrarle. El otro hombre negó con un gesto, yendo hacia la cocina y verificando que todo estaba en completo orden, y su jefe, completamente repuesto del resfriado. Un peso que cargaba en sus hombros se fue junto con la culpa de haber dejado solos a aquellos dos. Se había negado a marcar y preguntar por la salud de su jefe, pero se alegraba haberlo dejado en buenas manos. Jarvis pocas veces se arrepentía de sus decisiones. Tony lo miró con el ceño fruncido cuando no recibió disculpas de parte de su sirviente, y suspiró—. Traicionero, eso eres, Jarvis. Te costará mucho conseguir mi perdón. —y sin decir ninguna palabra más, también se perdió escaleras arriba al percibir la pequeña sonrisa de su empleado. No quería saber el significado de ésta.

 

Jarvis se apoyó sobre un mueble, mirando silenciosamente cómo su jefe seguía siendo el mismo de siempre, pero con una chispa de alegría sobre los ojos que él fácilmente pudo atribuirle a Steve Rogers.

 

 

Notas finales:

¿Les ha gustado? Espero que sí *u* obviamente me gustaría mucho saber lo que piensan :D espero que la historia no la sientan pesada, pero he decidido ir de forma lenta con ellos dos, no se van a enamorar my rápido, así que tienen que tener paciencia :33

Por el momento no tengo nada más que decir. Y saben que las sugerencias, opiniones, consejos, etc etc, son bienvenidos. A la autora la hacen inmensamente feliz los comentarios *u*

Un beso enorme!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).