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El tiempo entre nosotros por Sawako_chan

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Notas del capitulo:

¡Hola! Qué gustazo volver, y más al saber lo bien recibida que fue la introducción de esta historia. Quizá tardé un poco más de lo que había planeado, pero estuve recolectando información para este fic, además que fue algo complicado escribirlo. Lo dejé pasar po unos días, y de repente, vino la inspiración y lo escribíi corrido.

Espero que les guste y que no sea corto.

Gracias a las personitas que leen, y mucho más a quienes dejan sus opiniones. GRACIAS A TODOS :D

Capítulo 2.- Embotellamiento.

 

 

 

 

Nueva York, 2013.

 

La congestión vehicular—embotellamiento, dicho de otro modo—era una de las cosas más comunes, diarias, y terriblemente estresantes que ocurrían en todo el mundo. Eso incluía la Ciudad de Nueva York a las 8:30 am. Eso incluía a la gente que trabajaba desde temprano, a los estudiantes que llegaban tarde a clases, a los turistas que salían a conocer los lugares más reconocidos desde horas tempranas, a los oficiales de tránsito, a miles de ejecutivos que, probablemente, si salieran 10 minutos tarde de casa, llegarían 1 hora retrasados al trabajo. Eso incluía a muchísima gente parada en un tránsito vial. Eso incluía a Tony Stark. A él y su apretada agenda de trabajo por hacer hoy.

 

Su flamante Acura NSX, exclusivo, y totalmente hermoso, no pasaba desapercibido para nadie. Niños, ancianos, mujeres, hombres… quien quiera que pasara volteaba a ver su coche y—obviamente—a él, con gran impresión e sus facciones. ¿Y cómo no? Su auto era de lujo, por no decir de súper-lujo. Y él… bueno, él era prácticamente una celebridad.

 

Miró una vez más hacia su lado izquierdo de forma imperceptible, solamente para ver que un grupo de chicas se paraban a admirar tanta belleza junta. Un coche y un conductor perfectos. Ellas lo sabían. Él lo sabía. Les dirigió una bella y clásica sonrisa marca Stark, y volvió a mirar al frente, solamente para poner en marcha su coche y avanzar unos cuantos metros más adelante en aquel horrible embotellamiento. Diablos, cuanto odiaba las mañanas así. En específico, ese día. Bien podría haber llamado a su helicóptero personal para que lo transportase hasta la empresa y evitarse todo aquel embrollo de carros, pitidos, y gente estresante por todos lados. ¡Pero no! Había tenido que hacer uso de su coche para manejar por las calles de esa ciudad. Y no es que no le gustara manejar, de hecho era una de las cosas que más le gustaban hacer—además de presumir ante todos sus exclusivos carros—pero no así. No en un embotellamiento. No en un día tan soleado. ¿Por qué hacía calor en temporada de invierno? En unos días comenzaría a nevar, según los reportes del clima, pero nadie en la ciudad había contado con que antes de que las primeras chispas de nieve cayeran, un Sol abrazador cubriera por completo las mañanas. ¡Era odioso!

 

No, no odiaba el Sol. Lo que odiaba era el jodido calor que hacía ahí dentro, y seguramente, afuera también. Odiaba al reportero del clima. Odiaba estar en temporada de invierno con tanto Sol. Odiaba tener que llevar traje a la oficina. Odiaba tener que usar una estúpida corbata que sentía le cortaba la respiración. Odiaba sentir que sudaba. Odiaba sentir que moriría dentro de un horno, a pesar que su coche le daba la calefacción necesaria para no tener que pasar por ese asunto del calor. Odiaba odiar tantas cosas en aquel día que, para mala fortuna, tenía miles de cosas que hacer. Odiaba el embotellamiento. ¡Ah! Pero si había una cosa que odiara más que todo eso, era precisamente el motivo por el que estaba pasando por todo aquello: odiaba a un hombre.

 

Y no cualquier hombre, más específicamente Bruce Banner. Aquel idiota que supuestamente trabajaba para él, y que no había dado señales de vida desde hacía 20 horas, exactamente. Sí, las había contado, ¿y qué? No era algo descabellado. Era su empleado, y él como jefe velador de sus intereses personales, no podía darse el lujo de perder de vista a sus más inteligentes trabajadores. No cuando la tecnología, los descubrimientos, los hallazgos, y un mundo nuevo, se abría ante ellos. No cuando necesitaba a ese sujeto y su trasero en la Torre Stark, trabajando y produciendo nuevas ideas hasta horas nocturnas.

 

Y más que un empleado, Bruce Banner entraba en rango totalmente exclusivo de las personas más cercanas a Tony. Personas que eran contadas con los dedos de una sola mano. Personas que no podían darse el lujo de desaparecer de su vista por más de un día completo. Y eso era justamente lo que el otro había hecho. No se había presentado al trabajo el día anterior, tampoco había llamado para ofrecer alguna explicación. No lo hizo durante la mañana, ni por la tarde. Así que cuando Tony se enteró de que Bruce era imposible de localizar, decidió tomar cartas en el asunto. Llamó a su casa durante toda la noche, y obligó a Jarvis a hacerlo mientras él tomaba una ducha. Una ducha que no le sirvió de nada al saber que Bruce se había esfumado como fantasma. Entonces decidió dejar de insistir con el teléfono y se encerró en su taller, como todas las noches.

 

Así que hoy se había levantado con la idea en la cabeza de ir hasta la casa de ese insensible, patear su trasero hasta la empresa y obligarlo a trabajar de forma extenuante hasta altas horas de la noche, sin descanso, y sin goce de sueldo. Sí, era un poco exagerado, pero ¿y qué? Él era Tony Stark. Y hacía lo que le viniera en gana, incluso explotar como esclavo a su amigo. Porque se lo merecía, joder, ¡por su culpa estaba atrapado en ese embotellamiento! El insensible no era Tony por lo que planeaba hacer, obviamente.

 

Lo único que quizá lo calmaba en esa apretada, movida, y horrible mañana del Miércoles, era la música que sonaba a todo volumen en su estéreo de tecnología avanzada. Porque claro, tener un coche exclusivo, implicaba tener un estéreo exclusivo. Tamborileó los dedos sobre el volante, cerrando por un momento los ojos que estaban cubiertos por sus carísimos lentes oscuros, cuando el cantante comenzó a recitar las primeras estrofas de la canción. AC/DC, y la canción que formaba parte de su excelente repertorio: TNT. Lo justo para comenzar el día laboral.

 

     —See me ride out of the sunset, on your colour TV screen, out for all that I can get, if you know what I mean… —estaba cantando a todo pulmón sin importarle ni siquiera que sus vidrios estuvieran abajo, o la gente pudiera mirarlo de forma extraña. A él le gustaba ese tipo de música, y al diablo lo demás. Sus gustos eran excéntricos, como lo era su vida, su forma de pensar, e inclusive de sentir.

 

Cantar ese tipo de canciones hacía que se liberara de toda la tensión que acumulaba, e igual le ayudaba a mejorar su memoria y enfocarse en lo que hacía. En este momento la usaba para distraerse en algo y no salir del coche a asesinar gente. Estaba pensando seriamente en comprar o fabricar un tanque para que cuando este tipo de cosas indeseables ocurrieran, simplemente pasar por encima de esos coches estorbosos sin ningún problema. Obviamente avisando de forma previa a la gente que abandonara los vehículos. Iría a la cárcel, de lo contrario. Aunque bueno, iría a la cárcel por usar un tanque en vías públicas, si lo miraba desde otro punto de vista que no fuera el de un hombre estresado y atrapado en un embotellamiento.

 

¿Cuántas veces había pasado por su cabeza esa palabra? No las había contado hasta ahora, pero le haría pagar a Bruce Banner con creces todo lo que le estaba haciendo pasar hoy, estaba seguro. Y no sólo de eso, ya que no sabía por qué, pero presentía que su mal día apenas estaba comenzando.

 

 

o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o

 

 

Sentía todo el cuerpo entumido y los ojos realmente pesados. Sonidos vagos, algo agudos. La respiración era bastante irregular, y se preguntó dónde diablos estaría. Estaba consciente, eso era más que obvio, pero la cuestión era simplemente: ¿Dónde? Entonces llegó a su mente el último suceso que había tenido antes de caer dormido, y eso fue lo que le impulsó a abrir los ojos que, realmente, quería mantener cerrados.

 

Bien, pues deseo nunca haberlo hecho. Y probablemente, no volver a abrirlos.

 

Miró con ojos abiertos, expectantes y sorprendidos el panorama que se mostraba ante él. Era… era… no tenía palabras para aquello. ¿Qué especie de mundo, dimensión, o vida paralela—como fuera que se llamase—era eso? Se incorporó un poco sobre sus brazos que también dolían, y se sintió ofuscado. Ofuscado y confundido. ¿Dónde estaba? ¿Por qué estaba en una especie de habitación si él había caído al mar con el otro hombre que…? ¡Un momento! ¿Y el otro hombre? Sus ojos se pasearon por la habitación una vez más, y no lo encontró. Se puso de pie con dificultad, y miró dónde había estado acostado quién sabe por cuánto tiempo. Era una especie de sofá, pero mucho más extenso. Tampoco parecía una cama… sintió que el frío recorría su cuerpo y miró hacia abajo. Estaba descalzo.

 

Después vinieron imágenes de lo último que recordaba, y entre ellas aparecía el hecho de que se quitó los zapatos él mismo para perseguir al supuesto ladrón. Ese que le había dicho cosas raras, y con quien había caído al mar. Llevó ambas manos a sus sienes cuando éstas comenzaron a punzar, y se dio suaves masajes. Su traje estaba medio roto, pero no le importó mucho aquello. Quería saber dónde diablos estaba y por qué todo lo que había a su alrededor era extraño y diferente. Pero como si alguien invocara sus dudas, el ladrón apareció detrás de una puerta y le miró con una pequeña sonrisa.

 

     —Por fin despiertas, comenzaba a preocuparme. —se asomó completamente, caminando hacia él con pequeños pasos, como si le temiera. Debería ser al contrario, ¿no? Aunque claro, había sido él, el primero en atacar, era obvio que el otro hombre tuviera sus precauciones—. ¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¿Tienes hambre? —preguntó con un tono de voz que a Steve le sonó más para tranquilizarlo y llenar el vacío del momento incómodo que los rodeaba.

 

     —¿Dónde estoy? —era la única pregunta que tenía. No pensaba responder al  otro por más buena educación que tuviera. Él le sonrió con un poco de frustración, y entonces comenzó a sospechar que algo no iba bien— ¿Qué es todo esto? —con su dedo índice señaló a su alrededor, seguido por la vista del más bajo. Ese que tomó asiento en el sofá frente a él, y con un gesto le indicó que hiciera lo mismo, en donde momentos antes había estado acostado. Él obedeció un poco frustrado por no obtener respuestas, pero en el ejército le habían enseñado a obedecer y escuchar antes de hablar o tomar una decisión.  

 

     —“Esto” como tú lo llamas, es el futuro… bueno, en teoría es el futuro para ti, para mí es el presente. —le explicó con tranquilidad, estando a la expectativa de los movimientos del rubio. Sabía que no lo asimilaría fácil, pero tenía que intentarlo, al menos hasta que…

 

     —¿Sigue con eso del futuro? En el puente me dijo que creía en esas cosas, pero no creí que lo llevara a tanto. —mencionó el otro integrante del lugar, mirando detenidamente a su alrededor, y luego cayó en la cuenta de algo—. Un momento. ¿Usted está usándome, verdad? ¡Sí, claro! ¡Soy un hombre metido en un cuarto del “futuro” que es totalmente falso, para ver como reacciono ante la idea descabellada! ¡Planean usarme de nuevo como conejillo de indias! ¡Son unos…! —

 

     —¡No, no! ¡Cálmate! —Bruce se puso de pie en cuanto vio que el otro comenzaba a agitarse. Esa era la parte que se temía. El descontrol. Trató de serenar su mente en cuanto el hombre de ojos azules volvió a guardar silencio y respirar profundamente—. Esto no es un experimento, como tú lo llamas. Es el futuro, ya te lo dije. Este es mi presente…

 

     —¿Su presente?, ¿Mi futuro?... ¿Cómo explicaría eso de viajar en el tiempo? Es imposible hacerlo—Steve lanzó las preguntas seguidas. Las dudas comenzaban a aglomerarse en su cabeza, y tenía que ir resolviendo las cuestiones que se formulaba, siendo consciente también de que esas respuestas darían pie a más preguntas. Iba a ser una explicación muy larga. Y convincente, esperaba.

 

     —Pues al parecer no es imposible. —susurró el más bajo, atrayendo la atención del rubio.

 

Si a Steve Rogers le hubieran dicho y asegurado que las fantasías sobre viajar en el tiempo y alterar el espacio eran verdaderas, él sólo habría atinado a reír con cortesía para no parecer grosero con el informante, y alejarse lo más pronto posible. Después anotar en su lista mental no volver a acercarse a ese tipo de gente. Lo habría hecho, claro que sí, si el destino no hubiera decidido jugarle chueco.

 

Porque era justo lo que estaba pasando.

 

 

o.o.o.o.o.o.o.o.o

 

 

Miró su reloj de oro con frustración y una cara que pintaba para asesinar a cualquier persona que se cruzara en su camino. Eran las 10:20 am, y él apenas estaba estacionando su lujoso auto en aquel estúpido edificio que conocía de sobra. Así que sin perder más tiempo, bajó de su coche con un elegante movimiento, y de un manotazo sutil lo cerró y le echó llave. Sacudió su cabello, sintiendo como las hebras más largas rozaban su frente y nuca. Tenía que ir a recortar su cabello uno de estos días.

 

Como si recién acabara de levantarse, y sabiéndose solo en aquel abandonado estacionamiento, se estiró cual gato sin importarle llevar un incómodo traje, que retuvo sus movimientos, haciéndole gruñir. No le importó perder algo de formalidad, pero llevó dos de sus dedos hasta el nudo de su corbata y la bajó un poco más, con un gesto bastante común entre todos los hombres con traje, para poder sentir que respiraba de nuevo. Odiaba el calor. Y odiaba muchas cosas más, pero ya no quería volver a repetir la lista larga de cosas que había comenzado a odiar desde esa mañana. Incluyendo el embotellamiento.

 

Alisó su perfecto traje negro, y miró su corbata azul con puntos grises un poco floja, pero no le importó, siempre podría arreglársela antes de llegar a la oficina y oír un regaño por demás innecesario. Así que guardó las llaves de su auto en el bolsillo de su pantalón, y ajustó sus lentes oscuros sobre sus ojos. Dio un respiro largo antes de intentar calmar las ansias que lo devoraban por patear traseros, y se dirigió a la entrada del edificio, donde un chico lo recibió en la recepción.

 

     —Buenos días, señor Stark. —le saludó con una bella sonrisa y las mejillas teñidas en un color carmín. Él devolvió el saludo con un gesto de la mano, y sin decir palabra alguna presionó el botón del elevador que se encontraba al fondo y esperó a que este abriera las puertas para meterse ahí dentro y presionar el número 10. Antes de que las puertas se cerraran escuchó un audible suspiro, y sonrió mentalmente. Sabía que aquel chico que atendía la entrada estaba colado por él. ¿Y cómo no estarlo? Era guapo, inteligente, millonario, y otras cualidades interesantes. Se consideraba un hombre abierto de mente, obviamente, y había tenido algunas experiencias sexuales con hombres, siempre siendo el de arriba. Diablos, no se imaginaba siendo el de abajo. Más tarde le pediría su teléfono a Bruce, sólo para salir un rato de la rutina. ¿Qué? Él también tenía derecho a divertirse.   

 

Cuando las puertas del elevador se abrieron, dio un paso afuera y luego dobló hacia la derecha, sabiendo de memoria donde estaba ubicada aquella puerta. Tocó con su puño tres veces seguidas, pues no le gustaba tocar el timbre, y esperó con poca paciencia. Esperaba en verdad que Bruce estuviera en casa, porque estaba seguro que de no ser así pondría a la misma policía a buscarlo, traerlo de vuelta, y luego frente a todos, obligarle a pedirle perdón por irse y recibir como premio su renuncia. Pero todos aquellos pensamientos asesinos que estaba comenzando a crear su mente algo retorcida, se vieron esfumados cuando la puerta se abrió. Bruce Banner estaba frente a él con una mueca de sorpresa pintada en el rostro. Al parecer no lo esperaba.

 

     —¿¡T-Tony!? —cuestionó alarmado, y con debida razón. No esperaba visitas, y ojalá eso no sucediera hasta que solucionara el problema que tenía en su departamento con aquel hombre, pero la vida era tan impredecible, que no solo le mandaba más problemas, sino que estos venían envueltos en un repertorio en particular: Tony Stark.

 

     —¿Quién más si no yo? —preguntó medio en broma, medio serio. Lo miró fijamente de arriba hacia abajo, preguntándose mentalmente porqué diablos no se había presentado al trabajo si se veía en perfectas condiciones. Tal vez lo comprendería si estuviera enfermo, tal vez…—¿Y bien? ¿No vas a invitarme a pasar? —cuestiono de brazos cruzados cuando el otro se quedó parado en la puerta sin decir ni hacer nada, y con la mirada nerviosa.

 

     —V-Veras, Tony… hoy no es un buen día para venir, y… —no pudo seguir, porque de un leve empujón sin la más mínima intención de hacerle daño, Tony lo hizo a un lado para adentrarse en su vivienda. Se preparó psicológicamente para lo que vendría a continuación.

 

    —¿Qué dices? ¿Qué no es un buen día? ¡Claro que es un buen día! ¿Acaso no ves el jodido Sol que hace en pleno invierno? ¡Una maravilla del clima! —comentó con ironía y molestia mientras caminaba hacia la sala con pasos seguros, y las manos en los bolsillos de su pantalón— ¡He venido hasta aquí porque faltaste al trabajo ayer, y te has desaparecido por 20 malditas horas, Banner! ¡Quiero tu trasero en la empresa ahora mismo! —volteó a verlo con el ceño fruncido, y sus ojos todavía cubiertos por los lentes oscuros. Banner le dio alcance y lo jaló suavemente del brazo hacia la puerta. Si corría con suerte, Tony no se enteraría de lo que había en su sala.

 

     —Lo siento, haré todo lo que me pidas mañana y trabajé horas extras hasta el amanecer, no importa. —trató de darle por el lado que a Stark lo convencía: trabajar muchas horas sin dormir—. Ahora vete, necesito dormir. —le dijo cuando estuvieron a dos pasos de la entrada, pero de inmediato el otro cuerpo se puso rígido y supo que había cometido un error muy grave. Stark no obedecía órdenes. Jamás obedecía órdenes que no fueran de él mismo. A veces, incluso, dudaba sobre eso.

 

     —Algo ocultas, Doctor Banner. —lo miró con el ceño fruncido de nueva cuenta, y soltándose de su agarre, volvió sobre sus pasos hacia la sala, gritando: —¡Sea lo que sea que ocultes voy a descubrirlo, porque tu ausencia en el trabajo es ilógica, y cuando lo descubra, lamentarás…! —pero sus palabras murieron sobre sus labios al ver aquello que estaba en la sala. Era… ¡Era un hombre!

 

Era rubio, fornido, alto. Su expresión parecía algo perdida, y quizá ni se había dado cuenta de que él estaba ahí, porque parecía perdido en su mundo al tener las cejas fruncidas. Paseó su vista lentamente sobre su cuerpo. Tenía que admitir que estaba bien formado y tonificado. Y no es porque él hubiera querido mirar, pero el hombre portaba ropa bastante sucia, anticuada y… ¿Rota? ¿Desgarrada? Eso le llevó a más dudas, pero de inmediato su mente se fue por otro camino y sonrió lentamente, mirando hacia atrás con dirección a Banner, que se encontraba a pocos pasos.

 

     —Joder, Bruce. Hubiera sido más fácil llamar y decirme que estarías teniendo sexo salvaje—y vaya salvaje a juzgar por la ropa—durante 20 horas con un hombre, y yo pacíficamente dejaría de tomarme estas molestias de venir a tu casa. —los colores subieron por el rostro del otro, que negó inmediatamente ante las cosas atrevidas que había dicho Tony. ¿Qué clase de ideas tenía ese hombre?

 

    —No es como piensas Tony, este hombre… —pero antes de que siguiera hablando, una pequeña risita cómplice escapó de los labios de Tony, haciéndolo callar.

 

     —Vamos, no diré nada sobre tus extraños fetiches por desgarrar ropa… y quién sabe qué cosas más. Mira cómo lo has dejado, eres un desconsiderado. —y al ver la cara de total pudor del otro, solo pudo soltar una carcajada muy a su manera singular, olvidándose del otro presente que hasta el momento ni había reparado en su presencia, pero que por ese motivo, ahora lo estaba mirando.

 

Steve estaba confundido, porque antes de que aquel ladrón comenzara a explicarle las cosas que él no creía, la puerta había sonado y el otro prácticamente había corrido para ver quién era. ¡Él no podía estar en el futuro! ¡Era incomprensible! No podía… era una broma, y una de muy mal gusto. Además, la tecnología para esa clase de inventos aun no era descubierta, y él lo había probado con la estúpida maquina en la que se metió y apenas cabía. Y justo estaba pensando en eso, y tan abstraído estaba que no se dio cuenta de que había regresado Bruce a la habitación, hasta que escuchó una carcajada inusual, que lo hizo volver al presente, ¿o al futuro? ¡Ya no sabía en qué tiempo estaba!

 

Su mirada se paseó por el nuevo inquilino que estaba en esa habitación. Era bajito, algunos dos o tres centímetros más alto que aquel hombre Bruce, pero obviamente, no alcanzaba ni de puntillas su estatura. Su piel era algo bronceada, pero sin llegar a ser moreno, no podía decir si era fuerte físicamente porque traía puesto una especie de traje demasiado raro, y sin sombrero, como se acostumbraba a hacerlo. Entonces subió un poco más y encontró su rostro: una boca algo alargada, de labios delgados pero a simple vista suaves, la nariz afilada, y una curiosa especie de barba recortada con simetría, que estaba acompañada por un bigote bien definido, sin llegar a ser muy largo. Sus cejas eran algo pobladas, pero bonitas. El cabello lo portaba algo rebelde, un poco largo para su gusto, pero no al grado de exageración. Y luego venían unos lentes oscuros que no le dejaban mirar sus ojos.

 

Y como si el otro hubiera escuchado, retiró aquel objeto de sus ojos con un gesto arrogante, y entonces sus miradas se encontraron. El azul de sus ojos vibró cuando lo vio de forma directa e intensa. Aquel hombre tenía en verdad una mirada bastante profunda, con sus ojos color chocolate y las pestañas grandes, pues se veían desde lejos. Eran… bonitos. Bastante bonitos y expresivos. ¿Qué? ¿Cómo podía pensar que los ojos de un desconocido eran bonitos? Y peor aún, los de un hombre. Quizá de una mujer, pero…

 

Tony lo miró fijamente. Ahora que aquel hombre le miraba de frente por fin podía ver su rostro sin impedimentos. Vaya vista: su barbilla marcada, los labios algo gruesos pero de un color llamativo en rosa, su nariz no perfecta, pero afilada, sus cejas y cabello rubio que parecía tener brillo propio, pero con un corte bastante anticuado. Apreció su porte recto, y por fin sus ojos. Azules e intensos como el cielo que era dueño del sol que hasta hacía unos minutos seguía brindándole un calor agobiante. Pero diferente tipo de calor del que sentía ahora. Aclaró su garganta para no dar a demostrar que estaba algo impresionado por aquel sujeto, caminó con pasos seguros hasta él, quien no bajaba la vista.

 

     —¿Quién eres? Yo soy Tony Stark. —le sonrió, extendiéndole la mano que le otro no tardó en estrechar, pero con las cejas levemente fruncidas, como analizándolo. Sus ojos azules no se despegaban de él y eso comenzaba a inquietarle un poco. Estaba acostumbrado a recibir atención exagerada de los desconocidos, pero aquello comenzaba a sentirse más como una especie de acoso. Lo ponía nervioso, y eso le molestaba. ¿Tendría que añadir aquello a la lista de cosas que odiaba ese día?... ¿Ya había mencionado el embotellamiento?

 

     —Steven Grant Rogers. —mencionó mientras apretaba aquella mano cálida, a diferencia de la suya. Su piel era bastante suave, y el tacto bastante agradable. Retiró su mano lo suficiente para no darle a demostrar al otro que quería seguir estrechando su mano. Sus ojos azules seguían sin perder ningún movimiento del otro. No sabía por qué, pero aquel hombre en verdad le intrigaba. Mucho más que aquel hombre que estaba varios pasos detrás.

 

     —Es un nombre muy largo, ¿no crees? —preguntó con una sonrisa, mientras hacía puño su mano ahora vacía de aquella acción, y la llevó hasta el bolsillo de su pantalón, queriendo guardar para sí aquella sensación de la otra mano. La voz de aquel rubio era varonil, sutil, pero firme. De cerca era guapo. Guapísimo. Pero no más que él, obviamente.

 

     —Mis amigos cercanos, o la familia, me dice Steve. —respondió en un susurro, rascando su nuca con algo de confusión aún. Aquel sujeto era raro. Vestía de forma rara, con un traje bastante informal y de los que no confeccionaban en Nueva York, un peinado bastante rebelde y que le causaría graves problemas allá afuera, y sus zapatos eran bastante inusuales y de colores, no había visto jamás unos así, ¿qué eran? Además su actitud despreocupada lo descolocaba. ¿Estaba permitido hablarse así en Nueva York? Había pasado mucho tiempo en el ejército, pero cuando volvió a casa todos se hablaban de usted, y nadie se tuteaba, excepto la gente mayor para con los menores, pero este tipo…

 

    —Entonces asunto solucionado. Te llamaré Steve Rogers. Ahorrémonos saliva. — y con una media sonrisa, dio la vuelta para encarar al otro sujeto, aquel que lo había llevado hasta ahí—. Y bien Doctor Banner, ¿qué hace este sujeto con la ropa desgarrada? —cuestionó mientras se dejaba caer en el sillón de forma despreocupada, ante la atenta mirada azul. Se sintió algo observado.

 

    —Tony… este hombre…—revolvió sus cabellos con una mano, mientras la otra la posaba en si cintura, tratando de calmar su corazón. Estaba bastante nervioso, ¿Cómo le explicaría eso a Tony? ¿Cómo se lo tomaría? Pero no había vuelta atrás, las cosas ya habían sucedido—. Este hombre viene del pasado. —habló con calma, frotando sus manos mientras tomaba asiento en otro sillón, haciéndole una seña al rubio para que hiciera lo mismo. Bien, al menos ya sabía que se llama Steve. Ni si quiera se había tomado la molestia en preguntárselo, siendo lo primero que debió hacer. Una carcajada firme, totalmente divertida y llena de emoción retumbó por la sala.

 

     —¿Es enserio? —cuestionó aun sonriendo, con una mueca burlona—. Bruce, creo que la vida laboral te afecta. Ahora sé por qué has dejado de ir al trabajo. Tómate un tiempo, descansa esa cabeza tuya, y vuelve cuando te sientas listo. No es necesario que inventes este tipo de cosas, ahora comprendo todo. Y olvídate de la reprimenda, recupérate pronto, y haremos como si nada de esto pasara. —dedujo mientras se ponía de pie, intentando huir de aquella situación. ¿Era enserio? ¿Chico del pasado? No tenía que inventarse esas excusas baratas y sin sentido. Iría a la oficina y olvidaría este mal rato. Tenía muchas cosas por hacer ahí.  

 

     —No es una broma, Tony, estoy hablando enserio. Este chico viene del pasado. —se puso de pie también, intentando detener al otro hombre que prácticamente estaba huyendo de él, ¡no estaba loco, de verdad! Pero el rubio, que hasta ese momento se había mantenido en silencio, también los acompañó, poniéndose de igual forma de pie.

 

     —Concuerdo con usted, señor Stark, esto no puede ser el futuro para mí. Estoy seguro que estamos en una especie de cabina, y que soy un experimento para estos locos. Aún estamos en Nueva York de 1876, pero este hombre insiste en que… —

 

     —¿Qué cosas dices? —el castaño interrumpió sus palabras con un gesto de la mano, haciéndole callar de inmediato al verle con una ceja alzada— ¿Tú también eres parte de este maldito circo que se ha montado este chiflado? —señaló a Bruce, quien sólo rodó los ojos, cruzándose de brazos—. Vaya que ustedes lo han planeado todo muy bien. Banner, ya te dije que no necesitas este tipo de cosas, basta con que llames a la oficina y te reportes como enfermo. —señaló algo molesto ahora. ¿A quién querían tomarle el pelo? Él no era estúpido.

 

     —¿Qué? ¿Circo?... ¿No está bromeando usted? ¡Estamos en Nueva York de 1876! —alzó la voz un poco más de lo que deseó en un principio, pero eso lo ameritaba. El ofendido no era ese castaño, era él, ¡Era él! Quien merecía una explicación a eso, y salir de esa especie de cuarto no era nadie más que él. Comenzaba a frustrarse y querer aventar todo, ¿Qué pasaba con ellos? Pero el castaño le devolvió la mirada, esta vez con el ceño fruncido, y se acercó hasta las cortinas cerradas y las abrió de un solo movimiento, dándole la luz de lleno a él y la habitación en su totalidad. Steve miró sorprendido ahora y se acercó hasta la gran ventana, con la boca abierta y los ojos expectantes, ante la atenta mirada de los otros hombres—. Esto, es… —su garganta se secó cuando vislumbró el mundo que había allí afuera, tras ese vidrio. Posó sus manos sobre éste, sintiéndose de repente mareado. Todo aquello… los edificios enormes, las casas, las calles, la gente, y eso... ¿Qué era eso que pasaba por las calles? ¿Cajas de metal con ruedas?... Un momento, eran… ¿coches? Miró un poco más, no había caballos, no había gente tranquila paseando. Había gente amontonada, vestida de formas raras y colores extravagantes, pasando a toda prisa por las calles, corriendo de un lado a otro. ¿Qué era aquella pesadilla?

 

     —“Esto”, Steve, es Nueva York de 2013— pronunció Stark viendo al rubio de forma detenida. Parecía sorprendido, como si de verdad no conociera la ciudad. Supuso entonces que sería un excelente actor para fingir aquellas emociones que veía claramente en sus ojos, o pudiese que fuera verdad. ¡No! No era verdad. Tal cosa como los viajes en el tiempo no existían, y pensaba que faltaban aun muchísimos, muchísimos años para que algo como eso diera un paso adelante. El otro no respondió, simplemente se dedicó a mirar la ciudad, y cuando pareció tener suficiente, atrapó sus ojos azules sobre los suyos. Ambos se miraron con curiosidad, como si buscaran la mentira en el otro, pero al no encontrar nada, se dirigieron a la única persona que tenía la explicación.

 

Bruce suspiró. Sería un día largo.

 

 

o.o.o.o.o.o.o.o.o

 

 

Una de las cosas que se sumaba a la lista de cosas que Tony había odiado en esa mañana, era el dolor de cabeza. Y lo odiaba aún más cuando se trataba de un asunto serio, incomprensible, extremadamente ilógico, pero real. Había escuchado la historia de Bruce y Steve, sobre cómo habían peleado en el puente cayendo ambos al mar, y luego el botón de un control se había activado para regresarlos a la actualidad. No le había quedado bien claro a pesar de ser un genio en varios campos. Había escuchado cómo llegó hasta ahí y cómo se transportó con Steve, pero no había escuchado cómo diablos había logrado viajar al pasado. Ese estúpido Banner y sus inventos. Hacía posible lo imposible.

 

     —Es algo difícil de explicar. —comenzó Bruce, con un tinte de temor y duda bailando sobre sus palabras, pero sentados cómodamente en los sillones, Stark y Rogers no parecían querer moverse de su lugar, atentos a él. Así que decidió continuar: —Hace algunos meses encontré entre mis cosas algunos planos e investigaciones científicas. Estaban entre las cosas que eran de mis padres, y me pareció bastante extraño no haber visto eso antes. Así que comencé a leerlos, y resultó ser una investigación hecha desde hace mucho tiempo atrás, pasando de generación en generación en mi familia. Mi padre quería que yo los tuviera. Cuando los abrí me di cuenta de lo que se trataba: una máquina del tiempo. —hablaba con voz suave pero firme, queriendo que los otros hombres que lo observaba, no se alteraran—. Me interesó mucho todo este asunto, así que decidí recomenzar las investigaciones, pero descubrí algunos errores que eran casi imperceptibles… yo no planeaba hacer esto, pero movido por la curiosidad lo hice. Y dio resultado. Viajé al pasado, y traje conmigo de regreso a él. —señaló a Steve, que escuchaba atento la historia.

 

     —¿Cómo fabricaste esa cosa? —preguntó Tony, asimilando y procesando la información. Viajar a través del tiempo, ¡qué locura! Pero una bastante buena. ¿Qué se sentiría hacerlo? ¿Tener la posibilidad de viajar al pasado y mover una cosa, por mínima que fuera, para cambiar por completo el transcurso del tiempo? Si él tuviera esa oportunidad, habría muchas cosas que cambiaría. Bastantes cosas, a decir verdad. Pero no sabría si en verdad quisiera cambiar su vida. ¿Cómo sería? ¿Qué cosas conservaría? ¿Cuáles guardaría? Y entonces vino un solo rostro a su mente, pero despejó sus pensamientos enfocando su atención en la plática. No tenía tiempo para eso… no para él.

 

     —Es complicado. —mencionó mientras paseaba los dedos de sus manos por su ropa—. Ni si quiera yo lo sé muy bien. Sólo sé que funcionó…seguí las instrucciones de los planos aún sin comprender todo a la perfección, añadiendo algunas cosas. —movía las manos exageradamente mientras hablaba, dando a demostrar que estaba nervioso.

 

     —¿Por qué paseabas por las calles, aún con la lluvia? —preguntó Steve, quien se había mantenido en silencio hasta entonces, ganándose la atención de los otros dos hombres—. ¿Por qué no volviste simplemente a esta época cuando descubriste que lo habías conseguido? —

 

     —Rogers, tú no comprendes cómo funciona la mente de un científico. —sonrió Stark, regalándole una fugaz mirada llena de brillo, como si comentara acerca de algo que le apasionara—. Nuestra mente trabaja al momento, no solo enfocándonos en lo que vemos, sino en lo que hay más allá. Tenemos un sexto sentido que nos impulsa a querer descubrir cosas nuevas, y si él viajó en el tiempo con éxito, bien querría descubrir el mundo en aquella época, ¿cierto, Banner? —el otro asintió.

 

     —Pero… yo no sabía a qué época viajaría, por eso quise descubrir dónde estaba metido. Tampoco tenía la certeza de regresar a ésta época. —suspiró con pesadez. Era cierto. No sabía a dónde iría a parar cuando presionara aquel botón, y tampoco a dónde regresaría—. No tenía idea de nada, y mucho menos, de traer compañía. —le dirigió una mirada a Steve, quien le regresó el gesto con una mueca torcida sobre sus labios. Al parecer tampoco le agradaba la idea de estar ahí.   

 

     —Ahora que sé que esto no es Nueva York de 1876, ¿podría hacerme el favor de regresarme a casa? —cuestionó Steve, mientras se ponía de pie. Estaba agradecido en cierta parte porque aquel hombre se había portado de forma educada con él, dándole incluso algo de comer, que por cierto estaba bastante rico. Pero ya tenía suficiente sobre eso. Sentía el cerebro hinchado por tanta información, y sentía de nuevo esos asquerosos mareos. Por primera vez, quería regresar a casa y abrazar a su tío… ¡Un momento! ¡Su tío, y su compromiso! Su rostro palideció, y al parecer fue notado por sus acompañantes.

 

     —¿Te sientes bien, Rogers? —preguntó Tony, mientras se acomodaba mejor sobre el sofá. El otro le asintió con pesadez. Vaya, así que ese hombre venía del pasado. Ahora era bastante comprensible su actitud de buen chico, guardando silencio y hablando en momentos con voz suave, sin querer interrumpir, ah, y su peinado y lo que quedaba del traje, anticuados— ¿Por qué quieres regresar a casa tan pronto? Banner puede hacerlo cuando quiera, ¿no quieres descubrir cómo es este lugar? Porque es bastante bueno, debo recalcar. —el otro negó de forma rápida.

 

     —No puedo. Tengo un compromiso importante. —le dirigió una significativa mirada a Bruce, quien asintió poniéndose de pie y perdiéndose de la vista de ambos. Tenía que devolverlo a su mundo/época ahora. Le había prometido a su tío volver a media noche, y había transcurrido ya más de medio día. ¿A qué día regresaría?

 

     —Vaya, pues qué amargado. —mencionó el castaño poniéndose de pie y estirándose como un gato, como si acabara de despertar. Aflojó su corbata un poco más, sintiéndose de repente liberado. El calor se había esfumado, pero seguía teniendo esa sensación cálida sobre él. Sentía la mirada fija del rubio encima, y comenzó a sentirse incómodo de nuevo— ¿Qué me ves? —le cuestionó cuando los ojos azules parecieron brillar con un tinte que no supo definir. El otro simplemente desvió la mirada con un suave tono rosado sobre sus mejillas, susurrando unas disculpas. Entonces todo el aire se volvió incómodo y pesado. Harto de esperar, tomó sus lentes negros y volvió a ponérselos—. ¡Oye, Doctor Banner! —gritó para que el otro pudiera escucharlo donde quiera que estuviera— ¡Ya me voy! ¡Regresaré en la noche para que me cuentes como regresaste a esta pieza de museo a su época! —y se dirigió a la salida sin voltear a verlo o despedirse si quiera.

 

¿Pieza de museo? ¿Qué quería decir con eso? Steve frunció el ceño con clara indignación. Ese hombre era un maleducado, ya empezaba a caerle mal. Bueno, no le había caído precisamente bien desde que lo vio, y menos con su actitud arrogante y comentarios fuera de lugar, pero le surgía una gran curiosidad por él. Además ni si quiera se había despedido, vaya tipo… y antes de que pudiera decir algo, unos pasos rápidos se hicieron presentes y Bruce se asomó por la puerta. Estaba pálido. Steve y Tony se miraron alternadamente, eso no era una buena señal, ¿verdad? 

 

     —¡El control ha desaparecido! —gritó.

 

 

 

 

 

 

Y sumado a la larga lista de cosas que Tony Stark había odiado durante la mañana, se sumaba el hecho de haber pensado que ir a casa de Bruce a buscarlo había sido la mejor opción.  Nunca más volvería a preocuparse por sus amigos. Y odiaba más el hecho de saber que el día apenas comenzaba y tenía más de un problema encima. Sabía, de antemano, que no era un buen día. Odiaba todo. Odiaba a Bruce. Odiaba a Steve. Odiaba al estúpido calor. Odiaba al tipo estúpido del clima. Odiaba que, seguramente, en un par de minutos más, Pepper comenzaría a llamar totalmente histérica para saber por qué no había llegado a la oficina todavía. Odiaba haber conducido su Acura NSX en lugar del Audi R8. Odiaba haberse puesto ese tonto traje. Odiaba llevar corbata… ¿Ya había mencionado que odiaba el embotellamiento?

 

 

 

Notas finales:

¿Y bien? ¿Qué tal? Espero que el capítulo les haya gustado, y ya saben que cualquier duda, aclaración, consejo, etc etc es bien recibido y contestado. Muchas gracias y nos leemos en la actualización.

Un beso.

 

Sawako_chan


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