A pesar de todo, Fuji siempre prefirió la amistad de Tezuka por sobre su amor. Desde que lo había conocido se le había hecho difícil construir aquella amistad, que gracias al cielo continuaba hasta el presente, por lo tanto no pretendía arruinarla declarándole sus sentimientos.
Además, como nunca había visto a Tezuka con una chica no sabía cuáles eran sus gustos, había una muy baja probabilidad, desde su punto de vista, de que el capitán correspondiese sus sentimientos, y también existía el riesgo de que Kunimitsu fuese homofóbico y lo rechazara tanto en el ámbito del amor, como la amistad.
Sin embargo, el hecho de mantener guardados sus sentimientos le pesaba cada vez más. Lo ama con todo su corazón, pero dolía, porque habían muchas veces, diferentes actitudes, en diferentes ocasiones, que Tezuka era un gran hijo de perra y a Fuji le daban ganas de matarlo.
Ocasiones en las cuales el “maduro” Tezuka Kunimitsu lo ignoraba sin razón alguna, o en algunos casos, la razón era una estupidez tan grande como que Fuji se hubiese puesto las zapatillas al revés. Y eso no era todo, esta actitud podía durar hasta semanas completas. Habían días en que todo parecía ir tan bien y de un momento a otro, todo estaba mal. Acordaban jugar dobles juntos y de pronto, Tezuka iba y lo cambiaba por Oishi o Kaidoh.
Se comportaba igual que un niño pequeño, pero aun así, Fuji se tragaba los malos ratos y continuaba a su lado, amándolo. Nunca había perdido las pocas esperanzas que tenía, de que fuese Tezuka quien se acercara diciendo que sentía algo por él. Aquellas miradas que se dedicaban, las sonrisas, esa curiosa reacción de siempre estar al lado del otro continuaban diciéndole que no tenía que rendirse con sus sentimientos.
A medida que avanzó el tiempo, esos “signos” se hicieron ligeramente más notorios. Comenzaron las indirectas bastante directas, roces de manos intencionales, abrazos e incluso citas, que aunque no significaban más que salir y hablar de tenis y del colegio, eran citas a fin de cuentas.
La llegada de los Nacionales de Tenis justo en esa época donde los sentimientos parecían recíprocos, fue el rayo que iluminó el camino. Era el lugar específico donde todas esas indirectas debían desaparecer y los sentimientos debían ser dichos cara a cara.
Pero nada pasó como Fuji lo esperaba.
Tezuka estuvo lejos de él todo el tiempo. Desde que salieron de Tokio, la estadía en Osaka y el regreso a su ciudad. Los momentos en los cuales logró estar junto a él solo hablaban de tenis y de los jugadores. Que Seigaku esto, que Ryoma lo otro.
¿Qué había hecho mal? Finalmente todas las esperanzas se derrumbaron, y aquello dejó en clara evidencia de que se trataba de amor unilateral. Amor que no sería correspondido.
Fuji, realmente cansado de aguantar esos altos y bajos que no comprendía, y aun sabiendo que su actitud hacia el capitán seguiría siendo la misma, decidió renunciar completamente a él.
Fue ahí donde Shiraishi apareció.
Kuranosuke Shiraishi era el capitán del club de tenis del Shitenhouji. Le había tocado como compañero de habitación junto a Yukimura, y teniendo los tres una afición por las plantas ayudó a que establecieran más rápido un lazo, haciendo más amena la estadía en Osaka.
Una vez finalizado el torneo, compartieron sus números telefónicos y los tres continuaron juntándose después de eso.
Pero hubo un día en el cual Yukimura no pudo acompañarlos y Fuji salió solo junto a Shiraishi, y esa salida pareció cambiar un poco las cosas. Comenzaron a ser más frecuentes las llamadas entre ambos, los mensajes de texto, y las salidas sin el capitán del Rikkaidai.
A Fuji no le molestaba aquello, aunque no había vislumbrado que el otro se traía algo entre manos. Y hacía tres semanas había caído en la cuenta de lo que aquellas acciones significaban.
El castaño se encontraba en su habitación hablando a través de mensajes de texto con el capitán del Shitenhouji, cuando un mensaje de éste lo desconcertó.
“Mira por la ventana”
Extrañado, apartó las cortinas y abrió la ventana. Kuranosuke estaba parado fuera de su casa con una sonrisa. El clima no podía ser peor, llovía a cántaros y él en lugar de estar en Osaka, se encontraba en Tokio, haciendo de las suyas.
- ¿Qué te trae por aquí? – preguntó amistosamente – Si no entras, te enfermarás.
- Fuji-kun – sonrió – ¡Me gustas!
Aquello lo tomó por sorpresa. Se sintió confundido, ya que, haciendo una introspección rápida, no podía negar que había una conexión especial entre los dos, aunque la confesión iba más allá de sus expectativas.
Abrió la boca para responderle, pero Shiraishi desapareció, adentrándose en el jardín de su casa. Escuchó un ruido y luego vio una escalera alzarse hacia su ventana. La sostuvo mientras el muchacho de Osaka subía por ella.
Quedaron ambos frente a frente. Fuji lo miró divertido.
- Se puede saber, ¿qué clase de locura estás haciendo?
- Lo que ya oíste, he venido a declararte mis intenciones románticas – sonrió – estoy esperando tu respuesta.
Fuji no le respondió de inmediato.
- ¿Viajaste desde Osaka solo para esto?
- No, si solo hubiese querido declararme te hubiese enviado un mensaje, o te hubiese llamado y acordado una cita. Si lo hubiese hecho de ese modo hubiese bastado, pero no es suficiente para mí.
- ¿Ah, no? – rió – con semejante confesión, ¿quién podría negarse?
Shiraishi ensanchó su sonrisa y se abalanzó sobre el castaño, cayendo al suelo de la habitación, uno sobre el otro, compartiendo un abrazo. El capitán se incorporó, tocando su mejilla con suavidad.
- Viajé desde Osaka para esto.
Dijo antes de besarlo.
Esa noche, mientras su ahora novio dormía en la habitación de al lado, se permitió pensar en Tezuka. No podía evitar los remordimientos, ya que lo que sentía por el chico de anteojos era mucho más fuerte que lo que sentía por Shiraishi. Claro que esto no quería decir que no lo quería, Kuranosuke era alguien especial que se había ganado una parte de su corazón, pero con Tezuka era diferente.
Se reprendió a sí mismo, sabiendo que ya no debía guardar esos sentimientos, y con el pensamiento y el corazón divido en dos, cayó profundamente dormido.