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Two-Shot: Loco de amor por Tsuyume

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Notas del capitulo:

Advertencias: ¿OoC? / Lime

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Segunda Parte

Final

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La marea subía y bajaba mojando la orilla de la playa que se secaba rápidamente por los fuertes rayos de sol, los mismos que cubrían de calor toda la isla. De un lado. Lo único que se podía ver era la abundante vegetación, palmeras y frondosos árboles de una altura por demás admirable. Por otro lado, el mar, en su majestuosa inmensidad, bañaba toda la costa del lugar. Tranquilo, infinito, azul.

En medio de ese cuadro paradisíaco, un joven corría por la orilla de la playa, chapoteando en la marea del océano que llegaba hasta sus pies. Sus cabellos dorados brillaban a la luz del sol; su camisa, desabrochada en el pecho, flameaba por la suave y cálida brisa que lo acariciaba. Detrás de él, un joven de cabello corto y negro lo seguía aproximándose cada vez más. Su remera flameaba al igual que la del rubio; su cabeza recibía directamente los rayos del sol; sus ojos, de un inigualable color azul no lo perdían de vista. Ninguno detenía su nadar, ambos corrían por las orillas del mismo paraíso.

—Kise… —se oía a lo lejos pero en vez de detener al rubio éste apuraba su trote—. Kise —volvía a clamar la voz pero el rubio ni siquiera volteaba a ver—. ¡KISEEEEE! ¡VEN AQUÍ, MALDITO ESTÚPIDO!

—¡UWAAHHH!

Por más que corría, Kasamatsu no podía alcanzarlo, Kise era demasiado rápido. La ira del mayor era por demás gráfica gracias a la vena que palpitaba en su frente y los dientes que apretaba y mostraba como si fuera a atacar a alguien.

—¡TE VOY A MATAAAR, MALDITO LOCO! —atinaba a gritar mientras se sacaba uno de sus zapatos para lanzárselo.

—¡WAAAHH!

El rubio cubría su cabeza mientras aumentaba la velocidad de su huida. Pero no correría mucho más, pues el pelinegro ya se había cansado.

Kasamatsu se detenía para jadear, recuperando el aire, mientras apoyaba sus manos sobre las rodillas. Ya no podía más, llevaba horas siguiéndolo.

—¿Senpai?

Ryouta se giraba a verlo con preocupación. El capitán de Kaijo había llegado a su límite, se sentía un veterano no habiendo podido alcanzar a Kise, incluso utilizando su característica velocidad. Veía el agua mojar sus pies y un tic en su ojo izquierdo se acentuaba sin que él mismo pudiera hacer nada.

—¿Senpai, estás bien?

—¿Qué te parece? —contestó Kasamatsu, apenas subiendo la mirada con notable cansancio—. Maldición… —recuperaba la postura mirando el panorama a su alrededor.

“Una isla desierta” era lo primero que venía a la mente del pelinegro cuando se paraba a contemplar el lugar en el que estaba. Allí no había la más mínima señal de vida a parte de ellos dos. Y si hablaba de vida inteligente, solo la suya. Lo único que podían ver sus incrédulos ojos eran: vegetación —a lo Jurassic Park—, arena y agua que provenía del infinito e inmenso océano.

—¡¿CÓMO RAYOS LLEGAMOS AQUÍ?! —vociferaba al cielo tirando de sus pelos, desesperado.

—Ay, Senpai, ¿ya lo olvidaste? —decía Kise con una incrédula sonrisa—. Todo sucedió así... —comenzaba a relatar ante la mirada alterada de Yukio.

 

 

************* Flashback *************

 

Desde donde estaba, Kise podía ver perfectamente a Kasamatsu, sentado del lado de la ventanilla de aquel avión. Por más que quería, Ryouta no podía borrar esa mueca de desconsuelo que se dibujaba, sin esfuerzo, en su níveo rostro. Un par de segundos después, el pelinegro giró a verlo sorprendiendo al rubio. Pero así como aparecieron, esos ojos que tanto le gustaban, se esfumaron con la misma rapidez. Kasamatsu ya no lo miraba. En ese momento, Kise pensó que su senpai no lo habría reconocido y estaba a punto de subir al avión para decirle que sí, que era él a quien había visto, pero Ryouta no dio ni dos pasos hacia el avión cuando dos personas llamaron su atención.

—Ya está todo está listo, señor —explicaba una joven azafata.

—¡Válgame! ¡Van a despedirme por esto! —se lamentaba un hombre castaño apurando su paso junto a la joven—. ¡Oh, maldición, olvidé la planilla del gerente! ¡Voy por ella; avise que ya estamos por despegar!

—Sí, señor —la joven seguía su camino hacia el interior del avión mientras el hombre se daba media vuelta hacia una parte exclusiva del aeropuerto.

Por lo que pudo observar Kise, el hombre en cuestión era uno de los pilotos y al parecer había llegado tarde. Para colmo, olvidó la valiosa planilla, obligándolo a regresar hacia el vestuario para buscarla.

—¡Bingo! —sonreía el piloto al encontrar lo que buscaba.

Sin embargo, justo cuando estaba por darse la vuelta para salir, ve que la puerta se cierra y hace un sonido demasiado conocido.

—¿Qué? —intenta abrir la puerta sin éxito—. Qué demonios… —la habían cerrado con llave.

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—¿Solucionado, señor? —preguntaba una azafata que esperaba al piloto en la puerta.

—Eh… Sí, claro —Kise sonreía lo más normal que le salía.

Habiendo tomado prestado uno de los uniformes que vio en el vestuario, Kise usaba un impecable traje de piloto. Por otro lado, el pelo castaño no fue problema pues consiguió la peluca de un señor que se había quedado dormido en la sala de espera que tenía el aeropuerto.

Acto seguido, la sonriente mujer cerraba la puerta completando con el protocolo, ya listos para el despegue.

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—Hasta que llegas, Maki —saludaba el copiloto al recién llegado Kise que lo miraba con cara de “a quién le hablas” para luego darse cuenta que era a él.

—Ah, sí. Es que tenía ganas de ir al baño… —contestaba, haciendo que el joven lo mire con cierto asco.

—Bueno… al menos llegaste a tiempo —sonreía burlón sorprendiendo a Ryouta—. Pensé que tendríamos que cancelar el vuelo… ajajaja.

—¿Cancelar? Mierda… —susurraba un incrédulo Kise al darse cuenta de que se hubiera ahorrado el cosplay de piloto. Pues con encerrar al original hubiera estado bien.

—Anda, toma el micrófono e informa que ya salimos —pedía el copiloto que terminaba de ajustarse el cinturón.

Con una sonrisa de feliz cumpleaños Kise tomó el micrófono para hablarle a los pasajeros y en especial a cierto senpai.

Señores pasajeros ajústense los cinturones que estamos a punto de despegar… Sujétate senpai~”, Kise sonreía por demás entusiasmado.

—Bien, ya está todo listo. ¿Despegamos? —sonreía mirando al “cosplay de piloto” sentado a su lado.

—Jejeje. Claro —sonreía confiado—. ¿Qué tan difícil puede ser? —se preguntaba en voz baja mirando los mil botones y palancas que tenía en frente.

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—¡Oye, es fácil! —comentaba Kise a su copiloto después de haber despegado sin problemas, pues al rubio solo le bastó con copiarlo.

La sensación en el pecho de Kise cuando por fin estuvieron en el aire no se comparaba con nada. Apreciar las nubes frente a tus ojos lo había dejado maravillado. En él, una mezcla de libertad y adrenalina hacían de las suyas para que no deje de sonreír ante el increíble paisaje. Moría de ganas de que Kasamatsu conozca algo así.

—Señor, tenemos un problema —entraba en la cabina una de las azafatas.

—¿Qué sucede? —se adelantaba a preguntar el copiloto.

—Uno de los pasajeros se desmayó —comunicaba—. No sabemos bien qué tiene, pero el pasajero que lo tenía al lado nos dijo que, durante el despegue, se lo veía por demás alterado. Es un joven. Está registrado como Kasamatsu Yukio.

—¡¿Qué?! ¡Senpai! —se asustó el rubio dejando su puesto y parándose de inmediato para ir a buscarlo.

—¡¿Adónde demonios vas?! —gritaba el copiloto viendo como se iba.

—¡Señor, vuelva a su puesto! —chillaba la azafata.

—¡Pero es que…! —caminaba por uno de los pasillos cuando ve que, de frente, venía Kasamatsu por demás alterado.

—¡A un lado! —lo empujaba yendo hacia la cabina del piloto con notable enojo.

—¡Senpai!~ —llamaba Kise viendo que no lo había reconocido.

Ni bien lo escuchó, Yukio sintió nacer su instinto asesino. Lentamente se giró hasta encarar al pseudo piloto que tenía enfrente. Pero justo cuando estaba a punto de abalanzarse sobre él, otro tipo con las mismas intenciones apareció.

—¡Es un impostor! —salió de la cabina de equipaje el verdadero piloto que había logrado subir al avión.

—¡UWAAHH! —Kise se vio descubierto.

—¡Atrápenlo! —ordenaba el piloto que contaba con la ayuda de las azafatas que lo reconocieron enseguida.

—¡Nunca! —Kise tomaba a Yukio de la mano y comenzaba a correr por el pasillo ante la mirada exaltada de los pasajeros que no sabían qué sucedía.

—¡No dejen que escape!

—¡Kiseeee!

Kasamatsu gritaba pidiendo que se detenga, incluso se había aferrado a una maleta para soltarse de él, pero terminó llevándosela consigo.

—¡No nos van a separar senpai! Wajajaja —reía cual maniático, asustando al pelinegro.

—¡Espera! ¡¿Qué vas a hacer, Kise?! —decía incrédulo viendo como Ryouta había visto los paracaídas cerca de la puerta.

—Oye… esto nos puede servir… —sonreía en el rubio mirando a Kasamatsu, que no borraba su cara de estupefacción.

 

************* Fin FlashBack *************

 

 

—Y luego nos tiramos con el paracaídas y… ¡aquí estamos!

—¿Dónde se supone que estamos? —continuaba Kasamatsu con un notable tic en el ojo.

—Bueno… —Kise miraba a su alrededor— Yo diría que es una isla…

—¡Por supuesto que es una isla, cabeza hueca! —le gritaba colérico— ¡Ahora hay que buscar algo de comer antes de que me ponga de mal humor y termine usándote de bote para salir de aquí! —reclamaba, caminando a zancadas hacia la jungla en busca de alimento.

—¿Todavía no estás de mal humor?

Se preguntaba un incrédulo Kise. Pero en ese momento, algo llega a la orilla de la playa golpeando sus tobillos. Cuando el rubio bajó la mirada se encontró con una maleta y, por un segundo, se extrañó de verla ahí pero luego recordó que Kasamatsu la tenía cuando cayeron en el paracaídas.

—Ah… esto es de senpai…

Recordaba sentándose en la arena para luego abrirla. La idea de encontrar ropa o incluso comida, se esfumó de inmediato. El rostro de Kise tomó un color rojizo y sin darse cuenta, una sonrisa pervertida se dibujó en él. En la maleta de senpai solo podían verse varios “sex toys”, además de una manta y una almohada.

—No sabía que eras de “esos”, senpai… —habló de pronto llamando la atención de Yukio que no se había alejado demasiado.

—¿Qué cosa?

—¿Quieres jugar? —Kise sonreía cual sexy modelo al tiempo que sacaba un látigo negro que jugaba en sus manos.

—¡Pero qué demonios! —se sonrojaba el capitán— ¡¿De dónde sacaste eso?!

—Pero si tú lo traías… —explicaba el incrédulo rubio.

—¡ESO NO ES MÍO, ESTÚPIDO!

—¡Lo saqué de tu maleta!

—Qué…

El consternado Yukio se acercó y reconoció la maleta, era la misma a la que se había aferrado en el avión para soltarse del entonces desquiciado de Kise pero que terminó llevándose.

—¿Podemos quedárnosla? —sonreía el rubio moviendo una cola inexistente.

—¡¡NOOOO!! —vociferaba un rojo Kasamatsu aturdiendo a Kise, que parece que volaría con la tempestad de su voz.

De inmediato Yukio le quitó la dichosa maleta para luego revolverla buscando algo realmente útil. Al ver que no tenía nada comestible, más que ropa interior, se la llevó al mar.

—¡Espera, senpai!

—¡Nada, pervertido! —terminaba de gritar para luego tirarla al océano y dejar que la corriente se la lleve.

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—Tengo hambre…

Se quejaba Ryouta volviendo a tirar de la playera de Yukio, que caminaba igualmente sin rumbo.

—¡Ya te dije que yo también!

Respondía el pelinegro mientras corría las plantas del lugar para así poder pasar. Llevaban horas buscando algo de comer pero solo encontraban plantas y más plantas, ninguna con bananas o cocos como en las películas. Ni siquiera un suculento monito. Estaba anocheciendo y todavía no habían probado bocado. Kasamatsu caminaba al frente, apartando la maleza, mientras Kise se aferraba a él con una mano para no perderse, y con la otra arrastraba el paracaídas, la manta y la almohada que había salvado de la maleta antes de que Yukio la tirara. Él no quería dormir en el suelo.

—Tengo mucha, mucha hambre… —volvía a decir como disco rayado— ¡Al diablo con la dieta! —rezongaba como niño caprichoso.

Ante la mirada extrañada de Yukio, Kise acomodó el paracaídas y la manta en el suelo para sentarse sobre ellos y sacar de sus bolsillos varias golosinas. Un par de chocolates, varias barritas de cereal, y dos alfajores eran todo su arsenal. Fue lo único que logró tomar del avión pero su dieta de modelo no lo había dejado probarlas. Sin embargo, el hambre ya lo estaba fastidiando demasiado, así que no le quedaba otra más que comerse las golosinas y después bajar el exceso de calorías en el gimnasio.

—¿Quieresh, shenpaai? —con la boca llena de chocolate ofrecía al desencajado pelinegro que lo miraba con un aura asesina.

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—Pero la traje para mí… —lloraba, el rubio, al ver que Kasamatsu se había quedado con la almohada.

—¡Tú tienes la manta! —se quejaba dándole la espalda.

Ya había anochecido y no tuvieron más opción que detenerse. Les sería imposible y por demás peligroso moverse por la jungla en la oscuridad de la noche. Ambos se acostaron sobre el paracaídas y usaron la almohada y la manta que Kise había arrastrado todo el camino. Sin embargo, al rubio no le era fácil compartir. Después de todo, Yukio estuvo por tirarlas, así que no veía la razón por la que ahora se quiera quedar con alguna.

—¡Pero no puedo dormir con el suelo en mi cabeza! —volvía a gimotear el rubio.

—¡Pues usa la manta de almohada!

—¡Me congelaré!

—¡No hace frío, Ryouta!

—Qué… —el rubio no creía lo que había escuchado de senpai.

—Cállate…

Kasamatsu escondía su rostro dándole más la espalda. Ese “Ryouta” había sonado demasiado confianzudo para Kasamatsu, que apenas podía ocultar el rubor que le generó llamarlo así.

—¡Senpaaaii, me dijiste Ryouta! —lo abrazaba por la espalda, inmensamente feliz.

—Cá-lla-te…

—Senpai… me hace tan feliz que me llames así… ahora que no sé qué será de nosotros… —confesaba Kise, aferrándose más a él.

No pasó ni dos segundos, cuando Kasamatsu sintió el lloriqueo del rubio en su espalda. El pelinegro se sorprendió, pues durante todo el tiempo Kise fue el más entusiasta de los dos pero en la oscuridad de aquella cálida noche, había sonado como el más débil.

Sin mediar palabra, Kasamatsu se fue girando hasta quedar enfrentado con Ryouta, que no dudó en aferrarse a su pecho tratando de calmar su vergonzoso gimoteo, no queriendo que lo vea llorar, no en ese momento. Pronto, dos brazos lo envolvieron al tiempo que sentía el mentón del mayor sobre su cabeza. Kise no esperaba un gesto semejante, ante la sorpresa que le provocó su accionar, alzó la mirada para encontrarse con la calidez de los ojos de Kasamatsu.

—Deja de llorar, tonto… —su voz sonaba más suave de lo usual.

Era común ver los ojos de Kise bañados en lágrimas, pero esas que derramaba en esos momentos no eran de las que Kasamatsu esté dispuesto a dejar pasar. Mientras uno de sus brazos hacía de almohada del rubio, su mano diestra soltaba el costado de Kise para limpiar sus ojos. Ante la anonadada mirada del modelo, Kasamatsu secó sus lágrimas y corrió su cabello para contemplar su rostro. A la luz de la luna, la poca luz que lograba filtrarse entre las hojas de los árboles, Kise lucía como nunca antes su belleza natural.

—Modelo tenías que ser… —susurraba en forma de burla.

Al oírlo, Kise no pudo evitar que un suave sonrojo se apodere de sus mejillas y más aún cuando lo vio aproximarse hacia él. Tomándole del mentón, Kasamatsu también acercó el rostro del rubio para terminar de acortar la distancia entre ambos y así poder besarlo. El solo hecho de posar sus labios sobre los suyos, hacia que Kasamatsu no se conforme y quiera sentirlo todavía más. Volvió a acariciar su mejilla y sin dejar de besarlo lo fue recostando, posicionándose lentamente sobre él. Kise se aferraba a su playera sin ánimos de detenerlo. Ninguno de los dos estaba seguro acerca de qué era lo que pasaría con ellos, su única certeza era sobre lo que pasaría esa noche.

—Es tuya… —susurró Yukio después de acomodar la cabeza de Kise sobre la almohada.

El rubio se sonrojó al sentir ese susurro en el oído y se puso como un tomate al sentir la lengua del mayor en su cuello. Su piel sentía como los besos se multiplicaban, de la misma forma en que las caricias se adentraban en su ropa. Pronto, la necesidad fue mayor; la ropa estorbaba y ésta era desprendida sin dar marcha atrás. Los ojos de ambos se embriagaban con el cuerpo del otro. Kasamatsu endulzaba sus oídos con los suspiros del rubio y éste disfrutaba de los besos y las caricias del mayor. La sensación, indescriptible e inolvidable, de sus cuerpos juntos, uno contra el otro, erizaba la piel de ambos. El dolor de Kise poco a poco se fue apaciguando pues Kasamatsu lo besaba como nunca antes lo había hecho, lo acariciaba como nunca se imaginó, dejándose llevar por la pasión del momento, por el amor que siempre allí estuvo.

El suave vaivén se había hecho desenfrenado, los suspiros se habían vuelto gemidos y el sudor comenzó a cubrir sus pieles tal y como el sonrojo lo hacía con sus mejillas. Kise no podía pensar en nada más, Kasamatsu estaba haciendo de él mucho de lo que imaginó, pero la realidad del momento superaba al más dulce sueño.

Kasamatsu mordió el hombro de Kise evitando gritar mientras que Ryouta no se calló. Mitad por la mordida, mitad por el placer, Kise se desahogó en un sonoro gemido al sentir lo que le provocó la última estocada de Kasamatsu.

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Los rayos de sol que llegaban hasta ellos —pasando entre la vegetación que tenían como cielo— demostraban como ambos dormían sobre la misma almohada y se cubrían con la misma manta, dejando al paracaídas como “colchón”.

A lo lejos podía oírse uno que otro pájaro pero el silencio gobernaba por lo general. La luz del sol comenzaba a inquietar a Kasamatsu pero lo que terminó de despertarlo fueron los besos de cierto rubio modelo. Kise no pudo evitarlo, teniendo el cuello de Kasamatsu a su merced solo era cuestión de acercar sus labios a él.

Yukio entreabrió sus ojos y se movió un poco haciendo que Ryouta ya no pueda besarlo. Se sentó dejando que el rubio lo imite. Luego, se giró a verlo con la cara de dormido con la que se encontraba en esos momentos y lo besó sin previo aviso para evitar que proteste por cualquier cosa.

—¿Ustedes también aquí?

Preguntó de la nada una voz, sorprendiendo a Kasamatsu y Kise que de inmediato dejaron el beso de lado para mirar al extraño.

Kagami alzaba una ceja incrédulo y enseguida llegaban con él Momoi, Kuroko y Aomine, sorprendiendo a la recién despierta pareja. Kise creía que se habían salvado y no podía borrar su sonrisa mientras Kasamatsu se había puesto rojo como un tomate al verse descubierto en semejante situación.

—¡Chicos! —sonreía el rubio.

—Qué… Qué… ¡¿Qué demonios hacen aquí?! —vociferaba el furioso y por demás rojo capitán.

—¿Esta no es una isla desierta? —preguntaba de pronto Kise al surgirle la duda.

—Jaja. No, qué va —sonreía Momoi.

—Ah, bien que les gustaría —Aomine sonreía pícaro.

—¡¿Cómo llegaron aquí?! —espetaba nuevamente Yukio.

—Ah bueno, es que todo sucedió así... —comenzaba a relatar Momoi— Una cosa llevó a la otra…

 

 

************* FlashBack *************

 

Aomine había logrado zafarse de Momoi mientras Kagami corría por su vida, así, ambos se encontraban corriendo por todo el aeropuerto con la pelirrosa y el peliceleste siguiéndolos de cerca. Por más que no fueran veloces como las “luces” de sus equipos, Momoi intuía dónde se podían esconderse, mientras Kuroko se les aparecía cual fantasma para sacarlos de sus escondites. Tarde o temprano les cobrarían lo que le hicieron a Kise.

—¡WAAAAHHH, AUXILIO! —gritaban ambos chicos, a todo pulmón, corriendo por los pasillos del aeropuerto.

—¡NO, KUROKO TEME, VAS A HACER VOLAR EL LUGAR EN MIL PEDAZOS! —Kagami comenzaba a espantar a los pasajeros y la gente del lugar. Pero el “Mini Goku” no daría marcha atrás— ¡Waaahhh! ¡Huyan todos, nos vamos a morir!

De pronto todo era un caos y los oficiales de seguridad llamados por las autoridades de aeropuerto ya tenían a los revoltosos en la mira.

—¡Ven aquí, Ahomineee-kun! —la pelirrosa agitaba su puño en alto.

—¡AUXILIO, ESTA LOCA ME QUIERE MATAAR!

Los cuatro corrían por todo el lugar, gritando y asustando a todos los presentes que perdían la calma de inmediato.

—¡Acorrálenlos! —ordenaba uno de los sujetos de seguridad ya habiendo visualizado a los culpables: la loca que quería matar al pobre chico de pelo azul y el pelirrojo que asustaba a los usuarios.

—¡Waaahh! ¡Qué demonios! —gritaba una sorprendida Momoi al ver como dos oficiales la habían inmovilizado.

—¡Rápido! ¡Ayúdenme a sujetar a esta loca peligrosa! —uno de ellos pedía refuerzos.

—¡Suletenmeeee! —la pelirrosa se movía tanto que sin querer hizo que uno de los oficiales la tocara de más— ¡Waahh! ¡Pervertido! ¡Me tocó! —chillaba sonrojada, cubriéndose los senos que el guardia, en medio del arrebato, había chocado sin querer.

—¡¿QUEEEE?! —Aomine veía al guardia, sonrojado y nervioso, con mirada asesina. —¡Te voy a matar, degenerado acosador! —con ese grito de guerra, el moreno se lanzaba a golpearlo.

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—Tengo derecho a una llamada.

Exigía Momoi, que se encontraba en la sala de detención del aeropuerto junto a Aomine, Kagami y Kuroko que, si bien nadie lo habían visto hacer nada, las cámaras de seguridad lo atraparon tomándose la malteada de una señora que, en medio del caos, dejó en el bar.

De manera que los cargos para Momoi, Aomine, Kagami y Kuroko eran: “resistencia a la autoridad”; “atentar contra un oficial de seguridad”; “generar disturbios en el aeropuerto” y “hurto”, respectivamente.

—¿A quién vas a llamar? —preguntaba Kagami sin tener idea de quién podría hacer algo para sacarlos.

—A mi papá —decía la pelirrosa con una sonrisa confiada para luego salir del lugar e ir a hacia el teléfono que le facilitaron.

—¡Uy, genial! —Aomine frotaba sus manos sonriendo entusiasmado— No se instalen porque en unas horas salimos —avisaba igual de confiado, sorprendiendo a Kagami y ganando la mirada de nada de Kuroko.

El padre de la pelirrosa, si bien no tenía intuición, también manejaba mucha información y tenía importantes influencias. Apenas se enteró de que su hija y el vago de Aomine estaban en problemas, no dudó en llamar a un par de amigos abogados que enseguida pusieron en jaque al personal del aeropuerto. Ellos eran menores y, las pobres criaturas, habían sufrido el abuso policial de modo que reclamaban un pago por “daños y perjuicios”. Ante el escándalo que podía significar para la empresa, los gerentes de la misma les regalaron pasajes a esa isla paradisíaca como recompensa y… ahí estaban…

 

************* Fin FlashBack *************

 

 

—¡Y aquí estamos!

Explicaba la sonriente Momoi ante la mirada aburrida e incrédula de Kise y Kasamatsu que seguía sonrojado por la situación en la que todavía se encontraban. Sin embargo, agradecía haber obligado a Kise a que se ponga los pantalones al igual que él. La escusa de “se te va a meter un bicho, Kise”, lo había asustado lo suficiente para hacerle caso.

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Después de un merecido baño y almuerzo, todos estaban en la playa. Kasamatsu y Kise veían el mar frente a ellos y todavía no podían creer todo lo que les pasó. Entre tantas cosas, solo una los hacía sonrojar. Sin embargo, el encanto no duraba mucho pues en las orillas del mar Kagami, Aomine, Kuroko y Momoi jugaban entre ellos como niños, gritándose, tirándose arena y corriéndose por toda la playa. Mientras, sentados sobre una manta Kise y Kasamatsu veían incrédulos al cuarteto dinámico.

—Senpai… Tú… —empezó a hablar Kise ante la sorprendida mirada del pelinegro— ¿Me amas? —terminó de decir mientras se giraba a verlo, teniéndolo más cerca.

Kasamatsu lo miró unos segundos, pensando en qué decirle y solo se le ocurrió una cosa. Sin darle tiempo a nada, se aproximó y lo besó aferrando sus manos a su rostro.

—¿Te respondí? —pregunta Yukio, apenas separándose unos centímetros.

El rubio niega con la cabeza, juguetón, esperando una respuesta más convincente, haciendo que el capitán lo vuelva a besar pero esta vez con más entusiasmo.

—Claro que te amo, Ryouta —confesó sorprendiendo a Kise que se fundió en su pecho para abrazarlo y sentir que Yukio lo abrazaba también.

—Sé que no deberías estar aquí, senpai, pero… al fin y al cabo son vacaciones, ne.

—Pues creo que sí…

—Este año ya no te tengo en Kaijo, así que… disfrutaremos de esto… —deseaba Kise sin separarse de su pecho.

—Sí, pero con aquellos —bufaba Kasamatsu, señalando con su mirada aburrida como Momoi, Aomine y Kagami se lanzaban al mar, desesperados, pues Kuroko se había metido y no salía. Pero lo que no notaron era que el aludido estaba apenas detrás suyo, tomando una malteada.

—¡Waaahh! ¡Tetsu-kun, yo te salvo! —gritaba Momoi, lanzándose al mar sin miedo alguno.

—¡Kuroko temeeee! ¡¿Dónde estás?! —buscaba Kagami, arrojándose igualmente al mar.

—¡Oi, Tetsu! ¡No te asustes, que ahí vamos a salvarte! —Aomine también se lanzaba a la búsqueda.

El aburrimiento de Kuroko no daba para más; siempre era lo mismo. Por otro lado Kise y Kasamatsu tampoco podían creer que fueran tan despistados de no girarse a verlo a un par de metros atrás de ellos. Recién era el primer día, y no sabían que tanto tendrían de “vacaciones” con aquellos desquiciados.

—¡Eso se puede arreglar! —Kise tomaba a Kasamatsu de la mano y comenzaba a correr con el desorientado capitán.

—¡¿Adónde vamos?!

—¡Jeje, hay un avión que sale en media hora! —afirmaba con una resplandeciente sonrisa ante la mirada sorprendida de Yukio.

—¡Pe-Pero no tenemos pasajes!

—Jeje, ¡yo ya me metí una vez, senpai! ¡¿Qué podría pasar?!

—¡KISEEEEE!

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FIN

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Notas finales:

¡Gracias por la lectura!


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