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88 Días por Ms Aria

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Notas del capitulo:

Duhduhduh, tenía pensado subir esto el lunes o martes, pero al final me he retrasado unos días por temas familiares y os lo traigo hoy~


¡Espero que os guste, y los comentarios al final, como siempre!

Capítulo 5. Día 26 (viernes)

Kai y Kyungsoo, tal y como era de esperar, no tardaron en anunciarles a sus amigos que estaban saliendo juntos y, en apenas unas horas, su relación se había convertido en la comidilla de todo el instituto. Kyungsoo suspiraba y se le quejaba a Baekhyun en voz baja al llegar a clase – por aquello de que nunca le había gustado demasiado ser el centro de atención de la gente – pero, por mucho que quisiera protestar e insistir en que quería mantener sus vidas estudiantil y privada separadas mientras estuviera en horario lectivo, toda la fuerza de voluntad se le iba por los ojos en el momento en el que las clases acababan y salía disparado de su asiento para encontrarse con Kai en todos y cada uno de los descansos.

Un porcentaje nada desdeñable del cuerpo estudiantil parecía, simplemente, adorar verlos juntos. Eran la pareja perfecta – el Rey del instituto y el ángel del coro – y, durante su primera semana de relación, decenas de ojos permanecieron clavados en ellos mientras se despedían de sus amigos para volver juntos a casa al acabar las clases, o cuando los dos compartían la comida casera de Kyungsoo en el comedor.

Baekhyun había puesto los ojos en blanco la primera vez que lo había visto. No habría sabido decir si aquello era muy sorprendente o muy cursi.

—¿Desde cuándo Kyungsoo comparte su comida con nadie? —les preguntó a Jongdae y a Chanyeol mientras esperaban en la cola para comprar sus menús—. Yo intenté que me dejara probar algo una vez y me apartó la mano del plato de un golpe. De uno fuerte.

—Tal vez si lo arrastraras al baño a traición cuando llega al instituto para darle un beso de buenos días te haría la comida—bromeó Jongdae, señalando a Kai con un movimiento de cabeza—. A él le funciona, parece.

—No, gracias —con un suspiro, Baekhyun se giró hacia Chanyeol, al que la conversación sobre la vida amorosa de su mejor amigo parecía importarle considerablemente menos que lo que iba a servirse aquel día en la cafetería, porque, en lugar de hacerles caso, estaba totalmente concentrado tratando de ver lo que ponía en el cartel que indicaba el menú del día por encima de las cabezas de toda la gente que había por delante de ellos en la cola—. ¿Qué hay para comer? —le preguntó.

Chanyeol hizo una especie de mohín que no podía presagiar nada bueno.

—Pone que es el día de la pizza. Por segunda vez en lo que llevamos de mes.

—Oh, no...

Tratando de contener un quejido frustrado, Baekhyun se puso de puntillas e intentó contrastar la información tratando de leer el cartel por encima del mar de gente, pero todo lo que logró ver fue el pelo (teñido de un color amarillo pollo nada favorecedor y sí demasiado estridente) de un estudiante que estaba de pie cuatro o cinco puestos por delante de él. Resignado a su destino de ser una persona de altura media-baja en medio de una cola llena de estudiantes altos, se giró hacia Chanyeol, que parecía estar conteniendo las ganas de echarse a reír ante sus (vanos) esfuerzos.

—Ojalá que en tu próxima vida midas menos de metro y medio —murmuró, pero su tono fue perfectamente informal, y tanto Chanyeol como Jongdae se rieron—. Aunque te perdonaré si me dices que estabas bromeando con lo de la pizza.

Chanyeol infló las mejillas.

—Ojalá, pero no. Es el día de la pizza.

Los tres intercambiaron miradas resignadas. Alguien dentro del personal de cocina del instituto había decidido que, y ya que a todos los jóvenes les gustaba la pizza por principio, lo mejor que podía ocurrírseles para hacer que los alumnos dejaran de quejarse por el menú era celebrar uno de aquellos días de la pizza de vez en cuando. Al principio, a todo el mundo le había parecido muy buena idea. Luego, habían descubierto que, pasara lo que pasase, los cocineros de la escuela parecían incapaces de cocinar algo que tuviera buen sabor, y se habían encontrado con auténticos ladrillos de masa dura como una piedra, tomate seco y jamón apergaminado en sus platos.

Y aquello era peor que la sopa color verde pantano, o que el arroz acuoso. Porque, además de horriblemente mala, la pizza de la escuela estaba dura, hasta el punto de que no había nadie que pudiera masticarla. Ni siquiera Chanyeol era capaz de acabársela, y eso que Baekhyun había descubierto durante la última semana que Chanyeol era capaz de comerse casi cualquier cosa.

—Voy a volver a casa con hambre —murmuró, rezando para que su madre hubiera decidido dejarle una cena abundante en la nevera antes de marcharse a trabajar—. Ni siquiera sé para qué voy a pagar para comprarme eso.

—Bueno, yo pensaba guardarla para lanzársela a la cabeza a Kai si sigue ignorándome veinticuatro horas al día ahora que tiene novio —replicó Chanyeol con una sonrisa divertida. A Jongdae pareció encantarle la idea, porque literalmente empezaron a brillarle los ojos.

—Más letal que cualquier pedrada; me gusta tu forma de pensar —lo animó—. Me pregunto si retirarían la pizza del menú si descubriesen que puede utilizarse como arma arrojadiza de destrucción masiva. ¿Tú qué opinas, Baek?

—Que a Kyungsoo lo haríamos sufrir más si le obligáramos a comérsela que si se la tirásemos a la cara.

—Es un buen punto.

La conversación continuó, pero, tras un par de comentarios más, Baekhyun se quedó callado. Podía bromear todo lo que quisiera sobre el tema pero, si bien era cierto que se alegraba por su amigo, el tener que compartir el tiempo de Kyungsoo con su novio le estaba resultando más duro de lo que había previsto en un principio. Si era sincero consigo mismo, era cierto que todavía pasaba muchas horas al día con su mejor amigo – se sentaban juntos en clase, comían en la misma mesa, hablaban del festival escolar – pero, de un día para otro, Kyungsoo había pasado a salir de clase en los descansos para encontrarse con Kai, quedaba con él cuando acababa el instituto e, incluso cuando estaban todos juntos, los ignoraba a favor de hablar con él de cosas que nadie más que ellos podía entender.

Eran la pareja perfecta, sí, y Baekhyun sabía que era ley de vida y que él también había dedicado menos tiempo a sus amigos cada vez que había estrenado novio nuevo, pero, por una vez, era Kyungsoo el que salía con alguien y no él, y aunque no podía – ni quería, por supuesto – quejarse por ello, no podía evitar sentirse un poquito... solo.

Tal vez porque siempre había tenido a su mejor amigo para él, y ahora estaba obligado a compartirlo. Tal vez porque, desde que había salido con su primer novio a los catorce años, había tenido sus buenas dosis de recreos pasados en el cuarto de las escobas, besos robados en el portal de su casa y manos por debajo de la ropa, pero jamás nadie lo había mirado como aquellos dos se miraban el uno al otro cuando creían que el otro en cuestión no los veía. O tal vez se tratara de su siguiente audición, que se acercaba más y más cuando Baekhyun no tenía ni idea sobre qué poder hacer para no suspenderla como las otras. Porque, quizás, fuera cierto que el chico necesitara hablar con alguien, pero no quería bajar a Kyungsoo de su nube de felicidad solamente para agobiarlo con sus problemas. Llevaba cansándolo con ellos toda su vida, y tampoco creía que compartir lo que lo preocupaba fuera a servir de mucho en aquella ocasión, por mucho que se sintiese como si necesitara decírselo a alguien.

Así que se estaba agobiando, sí, sólo un poquito. Y conforme los días y las horas pasaban, se sentía cada vez más perdido.

Aquel día, ni siquiera la textura casi pétrea de la pizza que les sirvieron – y las muecas de Chanyeol y Jongdae al tratar de comérsela – o la clase no demasiado aburrida de literatura por la tarde lograron que Baekhyun dejase de pensar, o que atendiera a lo que se decía, en cualquier caso. Se suponía que cantar era su sueño y superar aquellas audiciones, su objetivo. ¿Por qué no podía hacerlo? ¿Por qué fallaba siempre? Si fuese su destino, tendría que haber sido fácil. Si aquel fuera su futuro, habría sabido qué hacer.

Estaba dudando, y no le gustaba dudar. No de aquello. Porque hasta hace poco tiempo, no había dudado nunca.

Cantar era lo que había querido hacer. Ahora, cantar era difícil.

—Baek, ¿estás bien?

Ante el sonido de aquella voz, el chico alzó los ojos. Todo lo que vio a su alrededor fueron árboles, el cielo nublado sobre su cabeza y a Chanyeol mirándolo desde la media cabeza que le sacaba.

Era curioso, porque Baekhyun nunca había pensado que pasaría, pero, desde aquel primer día en el que se lo había encontrado en la calle, se había convertido en una costumbre para los dos ir y venir juntos a clase. Había empezado prácticamente como una casualidad, en la que uno de ellos siempre se encontraba (sin querer pero queriendo, en el caso de Baekhyun) con el otro por la mañana, y decidían por unanimidad ir juntos hasta el instituto. Ahora, tenían una especie de acuerdo tácito en el que siempre se encontraban en la misma esquina, a la misma hora. Y, teniendo en cuenta que Kai y Chanyeol ya comían con ellos todos los días, y que Chanyeol y Baekhyun estaban en la misma clase, el volver juntos a casa a aquellas alturas parecía, sencillamente, el siguiente paso en la progresión lógica de las cosas.

Si alguien le hubiera dicho a Baekhyun hace un mes que se encontraría un día en medio del parque que siempre cruzaba, volviendo a casa con nada más y nada menos que Park Chanyeol, no habría sabido si reírse o enfadarse. Ahora, sin embargo, era algo habitual. Chanyeol solía ir por ahí con Kai; él, con Kyungsoo. Sus dos mejores amigos habían empezado a salir juntos, y ellos se habían quedado descolgados y un tanto solos. Cualquiera consideraría normal que fuese lógico que Chanyeol y él hubiesen empezado a hablar más.

O, más bien, a hablar mucho.

Porque, si se le daba cuerda, Baekhyun hablaba demasiado. Y Chanyeol podía ser un desastre que se reía muy alto, sonreía como si el mundo fuese perfecto y gesticulaba como si estuviera borracho, pero al chico le daba la impresión de que nunca lo juzgaba, dijera lo que dijese él. Y era agradable, que simplemente lo escucharan a uno, como si lo que tuviera que decir fuera interesante.

—¿Baek? —Chanyeol repitió su nombre, y el chico parpadeó.

—Ah, ah, sí, perdona —el chico sacudió la cabeza y le dedicó a su vecino una sonrisa de disculpa que le salió sola—. ¿Qué estabas diciendo?

—¿Estás bien?

Baekhyun no supo qué decir, así que asintió y sonrió mucho. En aquella época del año, el parque estaba precioso. En momentos como aquel, casi podía creerse que había vuelto por aquel camino durante años enteros sólo porque lo relajaba, y no para evitar encontrarse con Chanyeol de vuelta a casa. Era lo que le había contado a él, cuando su vecino le había preguntado sobre el tema. De todas formas, aquel camino le gustaba, y Chanyeol le había sonreído y se había tragado su mentira de un modo absurdamente sencillo.

—¿Bien? ¿Yo? —repitió, haciéndose el sorprendido—. Claro que estoy bien. ¿Por qué no iba a estarlo?

—Llevas todo el día... No sé, ¿ausente? Creo que ni siquiera escuchas cuando te hablo.

—¿Y se supone que eso es algo raro? Nunca te escucho, ¿no? —Baekhyun intentó bromear, pero el modo en el que Chanyeol lo estaba mirando, con los ojos entrecerrados y los labios levemente fruncidos, lo hizo tartamudear—. Es... Te digo que estoy bien —mintió—. Puede que sea el stress. Por los exámenes.

—¿Sí? —Chanyeol tenía en la cara un gesto de preocupación casi infantil y, al verlo así, Baekhyun se sintió ligeramente culpable por haber estado atajando por un parque para evitarlo. Había hecho todo lo posible para esconder que tenía algo en la cabeza y, aún así, su vecino se había dado cuenta a la primera.

Era curioso, porque él siempre había pensado que Chanyeol era idiota hasta el punto de no enterarse de nada.

—¡Claro que sí! —volvió a mentir—. Es nuestro último, después de todo. ¿Qué ocurre, que los genios no se ponen nerviosos cuando tienen exámenes? ¿No te asusta perder el número uno en el ranking escolar? Imagina qué tragedia. Park Chanyeol, número dos del instituto.

Durante un instante, Chanyeol lo miró, con aquellos ojos que ponía de vez en cuando, muy grandes y muy solemnes, como si supiera que Baekhyun no era sincero del todo, y el chico se sintió raro. Después, le sonrió con tantas ganas que un ojo se le había cerrado más que otro, y el chico se sintió sonreír con él porque, dios mío, menuda cara de idiota. Era casi adorable. Casi.

—No voy a perder el número uno en el ranking —declaró en voz muy alta, alzando el puño en el aire y saltando como si quisiera asustar a todas las palomas del parque—. Soy bueno.

—¡Yah! ¿Y todo ese ego?

—No es ego. Sólo confío en mi mismo. Nací con mucha confianza; confianza desbordante —Chanyeol volvió a sonreír. Sonaba tan ridículamente alegre que Baekhyun no supo si hablaba en broma o simplemente estaba muy contento—. Aunque, si digo la verdad, la beca de Estados Unidos sí que me asusta un poco más. Sólo se da una plaza a nivel nacional. Eso es poco. Muy poco, y estamos hablando de todo el país.

—Justo cuando acababas de decirme que habías nacido con una confianza desbordante. Yeol, no me decepciones.

—Nunca. Ya verás; te escribiré desde San Francisco el año que viene.

—Así me gusta.

Los dos continuaron caminando en silencio un rato más – Chanyeol con las manos en los bolsillos de la chaqueta del uniforme y la mirada perdida en el cielo; Baekhyun intentando no quedarse atrás porque sus piernas, maldita sea, eran más cortas – a través de los cuidados caminos de grava. Todo era agradable: el tiempo, el olor de los árboles, el paisaje, e incluso la presencia de Chanyeol, distraído, a su lado, pero, repentinamente, Baekhyun se sentía un tanto consternado. Se preguntó cómo sería San Francisco, y si Chanyeol le escribiría de verdad cuando estuviera allí.

Casi como si una fuerza superior tirara de él, no pudo evitar mirarlo, y se lo encontró pensativo.

—Eh, Baek —le dijo al ver que el otro chico lo miraba—, tengo una idea.

—¿Una idea? ¿Tú? Socorro.

Chanyeol se rió.

—¿Sabes? Tú estás nervioso por los exámenes, y a mí se me está viniendo encima la beca. Tal vez deberíamos hacer algo para relajarnos —propuso—. Salir por ahí o algo así.

Baekhyun se sintió aturdido por un momento, como si su cerebro no hubiera acabado de procesar bien la información.

—¿Quiénes? —masculló—. ¿Tú y yo? Es decir... No creo que...

—¿Eh? No, tú y yo solos no —explicó Chanyeol de modo inmediato, como si la sugerencia le hiciera mucha gracia—. Con Kai, Kyungsoo, Luhan, Jongdae... Todos los otros. ¿Qué te parece?

Oh, pensó Baekhyun. Oh. Y se sintió muy idiota, tanto que trató de disimularlo golpeando con la puntera del zapato parte de la gravilla del camino, lanzándola por los aires y manchándose el pie de polvillo blanco.

—¿Desde cuándo nos hemos convertido todos en un grupito de amigos común? —murmuró.

—Desde que Kai y Kyungsoo han establecido una alianza por matrimonio —replicó Chanyeol—. Antes éramos reinos separados. Ahora somos uno.

Baekhyun se detuvo en seco pero, muy a su pesar, se río. Un hombre que paseaba un perro estuvo a punto de chocarse contra su espalda, pero lo esquivó en el último momento, lanzándole una mirada furibunda que el chico ignoró por completo. Todo lo que había delante de él eran Chanyeol y sus chistes horribles.

—Me parece un argumento con el suficiente peso —dijo, llevándose una mano al pecho y tratando de parecer muy serio—. Lo aceptaré si me cedes el asiento con ventana en el autobús de vuelta a casa.

Chanyeol adoraba el asiento con ventana, pero no dudó en asentir.

—Hecho.

Y Baekhyun sintió que su preocupación por la audición se desvanecía un poco, aunque sólo fuera por aquella tarde.

--

A Baekhyun no le extrañó en absoluto que, al día siguiente, Jongdae lo interceptara de camino a clase de ciencias para proponerle un plan en grupo en su casa para el viernes por la noche.

—Adivina lo que tengo: la casa vacía y una Wii —le dijo—. Dime que no te tienta.

De lo que estuvo tentado Baekhyun fue de rechazar su plan amablemente – Jongdae y una Wii juntos no solían ser muy buena idea – pero, finalmente, puso los brazos en jarras y suspiró.

—¿Ha sido idea de Chanyeol?

—Ha sido una idea conjunta —Jongdae lo señaló con un dedo—. Yo me aburro mucho últimamente, y Yeol dice que tú estás tenso, o más de lo normal, en todo caso. Ha dicho que te relajarás si te diviertes, pero pensaba que si te informaba él del plan directamente, te negarías a ir. Así que aquí estoy yo para hacerlo en su lugar.

—¿Y no crees que rechazaré el plan igual si me cuentas que es él quien te manda? —replicó Baekhyun.

Jongdae se encogió de hombros con una sonrisita divertida en los labios.

—No es mi problema, Baek. Kai, Kyungsoo y Luhan ya han confirmado que van a venir. No me voy a quedar sin fiesta porque tú no estés. Yo te invito con todo mi cariño y te aviso de que Yeol va a estar. Tú haz lo que quieras.

Y aquel era Kim Jongdae, maestro en el arte de decir verdades terribles a la cara con un tono perfectamente amigable y una sonrisa encantadora en los labios. Y no es que Baekhyun creyera que era el alma imprescindible de todas las fiestas, pero tampoco le hacía gracia saber que sus amigos podrían pasárselo igual de bien sin él si no acudía a su reunión del viernes.

—Vuelvo a casa desde el instituto con Chanyeol todos los días —protestó, levemente ofendido—. Puedo tolerarlo en la misma habitación que yo durante una fiesta.

—Ah, ¡cómo le brillarían los ojos si te escuchase decir eso! —exclamó Jongdae—. Pobre chico, es como un perrito. A veces me dan ganas de darle un hueso a la hora de comer.

Baekhyun se llevó una mano a la frente, sin saber muy bien qué había hecho para merecer un amigo así.

—De lo que me dan ganas a mí es de recomendarte un buen psiquiatra —respondió—. Pero de acuerdo, sí, iré a tu casa el viernes.

Con un aspecto enormemente satisfecho consigo mismo, Jongdae se recolocó la pila de apuntes que llevaba en las manos para que no se le cayeran y giró airosamente sobre sus talones. Baekhyun se preguntó qué clase tendría ahora y cómo se las apañaría para aprobarla, teniendo en cuenta que, siendo como era el hombre con mejor suerte del planeta, su amigo nunca jamás estudiaba nada.

--

El viernes no tardó mucho en llegar y Baekhyun se encontró aporreando el timbre de Jongdae tan pronto como cayó la noche. Todos los demás ya estaban allí – él se había entretenido terminando unos recados que le había encargado su madre con mucha insistencia – y, para cuando subió al apartamento en cuestión, Kyungsoo estaba terminando de convertir las sobras de la nevera de Jongdae en una cena decente, Kai lo estaba ayudando y los demás estaban tirados sobre el sofá del salón, echando una partida al Mario Kart y comiendo patatas fritas.

—¡Baek! —exclamó Jongdae con alegría—. ¡Llegas justo a tiempo! Nos falta un jugador, y te hemos reservado a la Princesa Peach.

Baekhyun hizo una mueca mientras se sacaba el móvil del bolsillo del pantalón. Todos los demás, tal y como pudo ver, llevaban jerséis o sudaderas de manga larga, una opción más que razonable teniendo en cuenta el tiempo que hacía en la calle. Por lo que parecía, él era el único idiota que había salido pronto aquella tarde, en camiseta, y se había olvidado de coger algo de abrigo para después.

—Creo que te has dado un golpe en la cabeza si piensas que voy a jugar con la Princesa Peach —replicó, acercándose al sofá—. ¿Quién va ganando?

Como era de esperar teniendo en cuenta cómo se había desenvuelto en el arcade hacía dos semanas, Chanyeol levantó la mano desde su esquina.

—¿Jongdae va segundo? —preguntó Baekhyun. Cuando Chanyeol asintió con la cabeza, absolutamente concentrado en el juego, el chico se dejó caer a su lado y le puso una mano en el hombro—. Machácalo, Yeol. Hazlo por mí.

Chanyeol dio un respingo y su personaje se salió fuera de la pista y cayó de cabeza al agua. Aún así, y a pesar de las risas de todos, se las apañó para ganar en el último minuto.

Jongdae acababa de convencer a Baekhyun para que se uniera a ellos en la siguiente partida – “no tienes por qué ser Peach, Baek; siempre te quedará Bowser” – cuando Kai apareció en el salón con un mantel de cuadros echado sobre el hombro.

—Dice Kyungsoo que ya está la cena —informó, antes de que su novio en persona apareciera en el umbral con un puchero de algo que, pese a tener un aspecto bastante indefinido, olía extraordinariamente bien.

—¿Qué es eso? —preguntó Baekhyun arqueando una ceja.

Kyungsoo esperó a que Kai hubiera colocado el mantel sobre la mesita de café para dejar el puchero en el centro y girarse, después, a apagar la televisión. Jongdae, que todavía tenía el mando de la Wii en la mano, lanzó un quejido ahogado, pero Kyungsoo lo ignoró completamente y se giró para mirar a Baekhyun.

—Son todas las sobras que he podido encontrar, metidas dentro de una cazuela y con salsa.

—No suena nada apetecible.

—Está bueno.

Todavía sentado a su lado, Chanyeol alargó un brazo para coger uno de los packs de palillos sobre la mesa y, tras desempaquetarlos, los hundió en el puchero para pescar un trozo de carne.

—Está bueno —confirmó.

Baekhyun puso los ojos en blanco, pero lo imitó, y en apenas unos segundos, todos estaban comiendo como si les fuera la vida en ello. Durante unos instantes, todo fue sonido de platos y murmullos de gracias al cocinero por la comida. Jongdae, sin embargo, fue el primero en aburrirse y levantar la cabeza, dirigiéndoles una mirada burlona a Kai y Kyungsoo, que estaban sentados muy juntos en medio del sofá.

—¿Y bien? —preguntó—. ¿Cómo os va la vida de casados?

Kyungsoo, que acababa de terminar su segunda ración de comida-indefinida-pero-buena, se detuvo a mitad de camino de llenar su plato otra vez.

—No estamos casados —protestó en un tonó tan cómicamente ofendido que incluso Luhan se rió—. Solamente llevamos saliendo dos semanas. Menos, incluso, si cuentas los días.

—Y, aún así, ya te las has apañado para que el Rey de nuestro instituto esté encantado de servirte de ayudante de cocina. Felicidades, ‘Soo. Tendrías que haber visto qué servicialmente ha venido a poner el mantel, como si llevase haciéndolo toda la vida.

Kyungsoo se ruborizó al mismo tiempo que Kai, sin moverse del sitio, le dedicaba a Jongdae una de aquellas miradas suyas, entre somnolientas, impertinentes e indiferentes que le habían valido el título de alumno más atractivo del instituto.

—¿Hay alguna razón por la que haya que hablar de nosotros? —quiso saber.

A Jongdae su miradita no pudo importarle menos, porque siguió comiendo tan tranquilo.

—Sois los únicos en esta habitación con una vida amorosa interesante —contestó, encogiéndose de hombros—. Lo otro único que cabe destacar es que Byun Baekhyun, ahí donde lo veis, lleva un mes entero sin novio.

Esta vez, todas las miradas se dirigieron hacia el chico, que aferró sus palillos con fuerza y decidió que la lámpara sobre sus cabezas era sumamente interesante.

—No veo por qué eso es información destacable —acabó diciendo al bajar los ojos y ver que Jongdae seguía sonriendo y Chanyeol lo miraba como si esperara que dijese algo—. No he encontrado a nadie que me guste, eso es todo. No es necesario tener novio siempre.

—Baekhyun, tú nunca has aguantado sin novio más de tres semanas seguidas —intervino Kyungsoo. Cuando Baekhyun le lanzó una mirada resentida por estarlo traicionando (porque estaba claro que el único objetivo de su amigo al hablar de aquello era que Jongdae dejase de hablar de Kai y de él), todo lo que hizo fue parpadear con aquellos ojos enormes suyos, como si jamás hubiera roto un plato—. Tú prácticamente necesitas que te canten serenatas y te compren cosas para sentirte satisfecho contigo mismo.

—No es para tanto, y no últimamente —Baekhyun torció el gesto. Era cierto que, desde el último fiasco hacía casi un mes, no se había sentido con ganas de empezar una relación, ni había echado de menos el no tenerla. En realidad, ni siquiera se había acordado de todo lo que solía gustarle que lo sacaran a cenar, lo invitaran a todo lo invitable y le dijeran lo guapo que era. Probablemente fuera debido a la presión que llevaba encima, a aquella lista continua de fracasos. De lo último que tenía ganas era de encontrarse las manos de alguien que no le importaba en absoluto encima de su piel en la oscuridad de un portal, y eso era para todo lo que le habían valido los novios a él—. Tal vez esté madurando, ¿no creéis?

Jongdae se rió.

—¿Madurando, tú? No.

Tanto el propio Jongdae como Kyungsoo parecían dispuestos a comenzar una enumeración de por qué no podía considerársele una persona madura, así que Baekhyun decidió poner en práctica la misma táctica que su mejor amigo había utilizado antes con él y enfocar la conversación en otra persona. Una que, desde que habían comenzado a hablar de relaciones amorosas, se había mantenido convenientemente callada, masticando la comida en su plato y sentadito en su rincón.

—¿Sabéis que Oh Sehun ha vuelto a declararse a nuestro Luhan esta mañana? —soltó de golpe, ganándose una exclamación de felicidad por parte de Jongdae y una mirada asesina por parte del propio Luhan—. Lo rechazó de nuevo, por cierto.

—Pobre chico. Cómo lo intenta. Alguien debería darle una estrellita dorada por la perseverancia.

—Vive cerca de mi casa —comentó Chanyeol, que se había mantenido en cuidadoso silencio hasta entonces, como si le diera miedo que le preguntaran por su inexistente vida amorosa en cuanto abriera la boca—. Solía huir de mí en el autobús al principio, pero ahora me saluda todas las mañanas. ¿Por qué no te gusta?

Luhan se lo quedó mirando con la boca abierta, como si no pudiera creer que todos se hubiesen aliado contra él.

—No es que no me guste, es que no quiero salir con nadie —protestó en voz tenue—. Y va a primero. Es decir, por lo que sé, aún juega a Pokemon. No puedo...

Chanyeol le dedicó una sonrisa muy luminosa y tan altamente estúpida que Baekhyun estuvo seguro de que lo estaba haciendo a propósito.

—Yo juego a Pokemon —declaró solemnemente, y Baekhyun se rió y asintió con la cabeza.

—Nunca pensé que admitiría esto delante de vosotros, pero yo también.

—Lo cual quiere decir que estáis fuera de la lista de novios perfectos de Luhan. Qué lastima —intervino Jongdae, levantándose de un salto del sofá—. ¿No queréis jugar un rato a la Wii para consolaros? Todos sabéis que es el momento estrella de la noche.

Nadie tuvo tiempo de aceptar o rechazar la propuesta, porque, tan pronto como hubo terminado de hablar, Jongdae salió disparado del comedor, sólo para regresar minutos después cargando con una caja de plástico blanco repleta hasta arriba de juegos. Apartándose por primera vez en toda la tarde del lado de Kyungsoo, Kai cruzó la habitación para arrodillarse junto a ella, observando el contenido con interés.

—¿A qué vamos a jugar? —preguntó. Jongdae, que, a juzgar por su expresión, estaba esperando la pregunta, dio una palmada y sacó un juego de la caja, que sostuvo con tanto cuidado como si fuera un recién nacido.

—Por supuesto, al Just Dance —exclamó—. ¡Ah, no sabéis cuánto tiempo he estado esperando el momento de hundiros a todos en la miseria con mis fantásticos pasos de baile! Llevo ensayando desde que me lo compré, y ha llegado la hora de que mordáis el polvo.

Aún arrodillado a su lado, Kai sonrió, tan seguro de su propia victoria que parecía irradiar luz propia. Chanyeol, todavía sentado al lado de Baekhyun, puso la misma cara que si le hubiesen dicho que tenía que saltar a través de una ventana en llamas, y el chico lo recordó intentando bailar End of Century en la máquina de DDR del arcade y fallando miserablemente y sonrió para sí.

—¡Me encanta este juego! —confesó él, y se levantó para coger uno de los mandos con los que sus amigos habían estado jugando antes de cenar.

Jongdae, que acababa de introducir el juego en la consola, se apresuró a aferrar otro.

—Me alegro, Byun Baek, porque voy a machacarte. ¡Es tú contra mí, uno contra uno!

La música y los gritos de ánimo de sus amigos no tardaron en llenar el pequeño salón. Cuando la canción acabó, Baekhyun había conseguido una puntuación de cuatro estrellas. Jongdae, a pesar de todos sus ensayos, se había quedado en una.

—¡Eh! No es justo —protestó Jongdae—, ha sido la suerte del principiante. ¡Ya verás, ya verás a la próxima!

Y así fue como se desató el caos.

--

Durante las siguientes horas, Jongdae perdió muchas veces. Perdió desastrosamente contra Kai – era de esperar –, contra Kyungsoo, contra Luhan y contra Baekhyun, a quien pidió la revancha en cinco ocasiones. Increíblemente, perdió también contra Chanyeol, que sacudía el mando como si le fuera la vida en ello y, aún así, se las apañaba no hacer ni un solo paso bien.

Baekhyun, que había acabado caído en el suelo de la risa en el momento en el que Jongdae y Chanyeol habían comenzado su cuarto duelo, había logrado quedar tercero en el ranking de sus amigos, cosa que no estaba nada mal teniendo en cuenta que Kai estaba allí. Por eso, cuando Jongdae se cansó de ser constantemente humillado y decidió que era hora de guardar el Just Dance y sacar el Singstar de su caja, gritó y aplaudió junto a los otros.

—¡Es mi turno de lucirme! —exclamó Jongdae, agarrando uno de los micrófonos.

—Veremos —replicó él— ¡Ya verás cómo vas a volver a perder!

La partida comenzó, y se extendió hasta más allá de medianoche. Kyungsoo, como era de esperar, era alarmantemente bueno, y el hecho de que estuviera empeñado en cantar a dúo con Kai, que, después de tantas horas de gritos, desafinaba bastante, hizo que todos acabaran tirados en los sofás, riéndose hasta que les dolió el estómago. Luhan, para no estar en clase de coro, se las apañaba bastante decentemente, y Chanyeol se defendía para no perder, generalmente, por demasiados puntos.

Baekhyun, como ya había esperado, perdió contra Kyungsoo. Cuando Jongdae lo retó, fue bastante más reacio a coger el micrófono que como había estado al empezar a jugar pero, ante la insistencia de todos sus amigos, acabó haciéndolo y cantando. Al final de la partida, la puntuación de Jongdae parpadeaba bajo el rótulo de ganador y la suya quedaba etiquetada junto al segundo puesto en un color amarillo apagado.

—¡Ja! Esto es la revancha —exclamó Jongdae, brincando por la habitación—. Parece que esto es lo único que siempre puedo hacer mejor que tú, Baek. Se siente.

Baekhyun asintió y se sentó sin responder, tendiéndole el micro a Luhan, y la partida continuó, ruidosa y llena de risas e insultos murmurados en tono de broma. Todo habría sido perfecto y divertido de no ser porque Baekhyun ya no tenía ganas de jugar a nada.

Estaba claro que podía defenderse bastante bien si se trataba de estúpidos juegos de baile pero, a la hora de la verdad, y cuando se trataba de cantar, perdía siempre.

“Es solamente un videojuego” quiso pensar, “no significa nada”

Pero, aún así, los gritos y las risas de la habitación se habían convertido en un sonido demasiado fuerte, y Baekhyun se encontró levantándose, casi por impulso, y saliendo a escondidas del salón en un momento en el que todos estaban distraídos porque Chanyeol había retado a Kai a un duelo musical. Nadie lo llamó, nadie lo oyó marcharse. Ahora, sólo necesitaba un lugar donde poder disfrutar de un poco de calma hasta que lo encontraran y todo estaría bien.

La casa de Jongdae no era muy grande, y Baekhyun había estado allí muchas veces antes. Había un baño pequeño en mitad del pasillo, y tres dormitorios al fondo. La cocina estaba enfrente de la puerta de entrada, forrada de azulejos blancos y con los fogones inmaculados – muy posiblemente gracias a que Kyungsoo tenía la costumbre de limpiar después de cocinar, y no a que Jongdae fuera especialmente cuidadoso con el mobiliario de su casa. Tratando de orientarse a oscuras, Baekhyun traspasó el umbral y cruzó el cuarto de parte a parte, lanzando un vistazo a una única cazuela sucia en el fregadero antes de alcanzar la puerta de la terraza al otro lado de la habitación. Cuando la abrió, una ráfaga de aire frío lo golpeó en la cara, y el chico fue vagamente consciente de que seguía estando vestido solamente con una camiseta, pero lo último que quería ahora era tener que volver al interior de la casa, así que ignoró el castañeteo de sus dientes y salió fuera.

La pequeña terraza de la cocina de Jongdae había sido su refugio otras veces. La habitación estaba orientada hacia la calle, y su amigo vivía en un piso lo suficientemente alto, así que desde allí se veían las luces tenues del barrio residencial donde vivía, muy cerca; los neones de las zonas más bulliciosas de la ciudad más allá y, sobre su cabeza, las estrellas. Era agradable, porque desde la ventana de Baekhyun, de noche, solamente se veía un cielo muy negro, y la luna entre las nubes. Poder distinguir las estrellas más allá siempre lo había ayudado a calmarse, y por eso le gustaba aquel lugar.

Se quedó allí durante minutos enteros, observando el cielo, temblando levemente a causa del frío de medianoche y con la mente en blanco. Aun a pesar de estar fuera, las voces de sus amigos se escuchaban en algún punto a su derecha, en un murmullo alborotado y sordo que se escapaba a través de la ventana entreabierta del salón. Baekhyun cerró los ojos, se recostó sobre el pasamanos y trató de concentrarse en aquel sonido, que, a aquella hora, era la única constante sobre el silencio.

Cuando la puerta corredera del balcón se abrió, unos momentos después, el ruido que hizo al rodar sobre los goznes le pareció tan discordante que lo hizo soltar una exclamación sorprendida.

—¿Qué...? —comenzó a decir, girándose.

—¿Baek?

Baekhyun conocía aquella voz. Hacía un tiempo, habría fruncido el ceño y habría vuelto dentro, gruñéndole a su dueño – el señor Park Chanyeol en persona, nada más y nada menos – por aparecer allí de repente, tal y como tenía costumbre, y arruinar el único momento de paz espiritual completa que había tenido en días. Sin embargo, aquella noche no estaba de humor para nada, ni siquiera para enfadarse con él como hacía siempre.

Se preguntó si a Chanyeol también le gustarían las estrellas.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Ah, llevas más de un cuarto de hora desaparecido del salón, así que quería ver si estabas bien —Chanyeol permaneció en el umbral con medio cuerpo dentro de la cocina y medio fuera, y los dedos sobre el cristal de la puerta—. Jongdae ha dicho literalmente que “habrías ido al baño y te habría devorado el retrete”, así que quería comprobar que no, por si habías ido a parar a las alcantarillas y había que llamar a la policía.

—Creo que os está empezando a afectar demasiado el calor de la otra habitación—respondió Baekhyun, esbozando una sonrisa tenue que se convirtió en un suspiro al llegarle a los labios—. Estáis haciendo un ruido de mil demonios ahí dentro, así que he salido aquí. El retrete sigue en su sitio, gracias, y no ha cobrado vida ni devorado a nadie, que yo sepa.

—Me alegro —Chanyeol pareció dudar durante un momento pero, tras lanzar una mirada fugaz hacia la cocina a oscuras, se encogió de hombros y salió por completo al balcón, cerrando la puerta de cristal tras de sí. La terraza era pequeña, apenas lo suficientemente grande como para que los dos pudieran estar de pie frente al pasamanos sin llegar a rozarse entre sí, y Chanyeol lo miró de arriba abajo, frunciendo el ceño—. Hace frío, ¿no? ¿No sería mejor que volvieses dentro?

Baekhyun sintió una punzada de su irritación habitual para con Chanyeol burbujearle en la boca del estómago.

—¿Y a ti qué más te da? —gruñó—. Que tenga frío o no es mi problema, no el tuyo.

En cuanto hubo dejado que las palabras abandonaran sus labios, se arrepintió de haberlas pronunciado. Chanyeol, a su lado, estaba poniendo esa cara, en la que parecía una especie de perrito al que su dueño hubiera lanzado a la cuneta de una patada. Chanyeol, que había sido el único de todos los idiotas del salón que había ido a buscarlo y que debía de tener el rostro más expresivo de toda la historia de la expresividad facial.

—Estás temblando —le dijo, como si así explicara algo, y Baekhyun se mordió el labio, porque, después de todo, lo que Chanyeol decía era cierto.

—Estoy bien —mintió—. Volveré al salón en un rato, no te preocupes.

—Uhm... Te importa si... ¿Me puedo quedar contigo?

Baekhyun abrió la boca para decirle que se marchara. Luego se dio cuenta de que no, no le importaba, y se encogió de hombros.

—¿Tan mal cantan? —murmuró, y Chanyeol se rió entre dientes.

—No te haces idea.

—Llevan años siendo amigos míos; no sabes hasta qué punto me hago idea. A veces son los amigos más indignos del mundo.

Chanyeol volvió a reírse y, durante los siguientes segundos, minutos, incluso, los dos permanecieron quietos, sin decir nada, con el rostro vuelto hacia las luces de la ciudad, más allá del edificio, y los brazos apoyados sobre el pasamanos de metal.

Baekhyun había cerrado los ojos cuando Chanyeol habló, en una voz tan inusualmente suave y tan grave que hizo que un temblor le recorriera la columna vertebral de arriba abajo.

—Te lo dije el otro día. Llevas... apagado una semana. Y por mucho que digas, no es por los exámenes, ¿verdad?

El chico se sintió contener la respiración, y, sorprendido, alzó la cabeza para mirar a Chanyeol, que tenía la vista clavada en las luces al otro lado de la calle y una sonrisa tenue en los labios.

—¿Cómo?

—Es obvio, Baekhyun, aunque intentes que no se note. Se te da muy mal mentir.

Baekhyun se mordió el labio, suspirando. Se preguntaba hasta qué punto su modo de actuar había sido obvio y, si todo había estado tan claro para Chanyeol, por qué nadie más había parecido darse cuenta.

—Te estás imaginando cosas —musitó—. Ni siquiera me conoces tanto.

Si a Chanyeol le molestó la afirmación, no lo dejó traslucir. En lugar de eso, se separó del pasamanos y lo miró señalándolo con un dedo, los ojos muy brillantes y una sonrisa enorme en la cara. Por un momento, Baekhyun se sintió tentado a creer que se había vuelto loco del todo, pero cuando el otro chico habló, lo hizo en el tono ilusionado del que ha tenido una idea estupenda.

—¿Sabes lo que necesitas? —preguntó, sin dejarle siquiera tiempo a responder—. Contarle tus problemas a alguien a quien no puedas soportar.

—¿Eh?

—Si te preocupa lo que tus amigos vayan a pensar de ti si les cuentas lo que quiera que te pase, lo que deberías hacer es hablar con alguien cuya opinión no te importe, ¿no? Así te dará igual lo que te diga. Parece lógico.

Baekhyun sintió el impulso de decir que el plan maestro de Chanyeol era cualquier cosa menos lógico, pero tuvo que mostrarse de acuerdo en que no quería que Kyungsoo y Jongdae se enterasen de por qué estaba preocupado, que se sintieran culpables por ser mejores que él cuando aquello no era justo.

—¿Se supone que eso es alguna especie de excusa para que te cuente mis problemas a ti? —protestó, sin embargo.

Chanyeol se llevó una mano al pecho en actitud teatral.

—Me has pillado —bromeó—, pero es cierto que probablemente yo sea la persona de por aquí a la que más odias, así que puede que te sirva.

Odio. Una palabra que Baekhyun había utilizado mil veces, cuando había creído que no podría conservar la cordura si se quedaba más de cinco minutos seguidos en la misma habitación con Chanyeol. Ahora, a solas con él en aquel balcón, tan cerca que podría rozarlo con los dedos si alargaba la mano, el término le pareció una chiquillada, y le hizo sentir una punzada de culpa, y de algo más, tal vez, más adentro.

—Ah, oye, Chanyeol, escucha —comenzó a decir, sin saber muy bien cómo iba a hacerlo sin parecer rematadamente estúpido—. Es... Yo no te... Sólo para clarificar, yo no te odio. No como odio, odio, supongo. No así. Es distinto, yo...

Su interlocutor formó con los labios una “o” perfecta, y Baekhyun tuvo la desagradable impresión de que iba a empezar a reírse de un momento a otro, lo cual sólo sirvió para que las palabras se le trabaran más.

—¿Es distinto? —repitió Chanyeol—. Ah, ¿es que tienes un tipo propio de odio que sólo utilizas para mí? Odio de Byun Baekhyun: Edición Limitada para Coleccionistas.

Todo lo que pudo hacer el chico fue mirarlo con los ojos como platos.

—¿Qué? ¡No! —cuando Chanyeol soltó una carcajada, Baekhyun se dio cuenta de que su queridísimo vecino se había estado riendo de él, y se sintió ruborizarse—. ¡No seas idiota! ¡No es eso lo que quería decir!

Chanyeol sacudió la cabeza, tratando visiblemente de no echarse a reír otra vez.

—De acuerdo, de acuerdo. Así que no me odias.

—Es... No.

—Y eso se traduce en que...

—No sé —Baekhyun volvió a trabarse—. Eres un dolor de cabeza a veces, pero supongo que... te... te tolero, o algo así.

La sonrisa traviesa de Chanyeol se convirtió en una línea tenue en sus labios cuando se giró de nuevo hacia la calle.

—Qué amable por tu parte —susurró, en un tono divertido que no le alcanzó los ojos—. Aunque eso quiere decir que hemos hecho progreso, al menos. Tú y yo.

Una ráfaga de viento helado sacudió el balcón, y Baekhyun se sintió temblar de nuevo. Cuando trató de entrar en calor frotándose los brazos, descubrió que tenía carne de gallina en la piel, y se obligó a creer que era sólo por el frío. Acababa de decidir que había refrescado demasiado como para seguir a la intemperie con tan poca ropa cuando escuchó el susurro de tela y, al alzar la cabeza, un guiñapo de tela gris y suave le cayó en la cara.

—¿Qué...? — preguntó, quitándose lo que fuera aquello de delante y alejándolo un poco de sí para observarlo mejor—. ¿Tu sudadera, Chanyeol? ¿Por qué me das tu sudadera?

—Te lo he dicho antes: estás temblando —le explicó él, sonriéndole como si fuera obvio. Y lo habría sido, pensó Baekhyun, si no fuera por el hecho de que ahora que se había quitado la sudadera que llevaba puesta para dársela, Chanyeol estaba parado en medio de aquel balcón glacial en manga corta.

—¿Es que quieres morir de hipotermia o qué? —le espetó—. No voy a aceptar tu sudadera; te vas a congelar.

Chanyeol se rió, y su risa sonó tan auténtica que los dedos de Baekhyun se relajaron sobre el pasamanos.

Nah. Si hay algo que debes saber de mí, ahora que ya no nos odiamos, es que soy como una estufa humana. Nunca tengo frío. Y cuando digo nunca quiero decir nunca, así que no te preocupes y póntela —cuando Baekhyun se la deslizó por la cabeza, sin embargo, esbozó una sonrisa de disculpa—. Aunque, claro, después de la tardecita que hemos pasado, probablemente apeste a sudor. Perdona.

—Da igual—la sudadera, en efecto, sí que olía a algo, a una mezcla de jabón, suavizante y algo más que era excesivamente agradable y casi intoxicante a partes iguales. Baekhyun trató de ignorarlo y, en lugar de eso, le mostró a Chanyeol sus manos, que le habían quedado tapadas por completo con las mangas de la sudadera—. Esto me queda enorme—protestó.

—Eso es porque eres pequeñito.

—Y tú eres raro. Y muy alto.

—Si tú lo dices...

—Lo digo.

La conversación volvió a morir, pero el silencio que llegó fue amable. Chanyeol, que había vuelto a apoyar los antebrazos en la barandilla, tenía el rostro alzado hacia el cielo, y contemplaba las estrellas, y Baekhyun se encontró observándolo a él por el rabillo del ojo. La luz de la luna parecía blanquearle la piel, agrandarle los ojos en la semioscuridad, y el chico se preguntó qué demonios tendría la penumbra para hacer parecer a su vecino tan distinto del idiota con la corbata mal puesta que entraba saludando a gritos en clase todas las mañanas. Incluso sus dedos parecían distintos mientras tamborileaban sobre el pasamanos: más grandes y más largos que los suyos, pero cálidos. Baekhyun recordaba que Chanyeol le había puesto una mano sobre los labios una vez, cuando se habían topado con Kai y Kyungsoo en el centro comercial, y las yemas de sus dedos habían estado ligeramente ásperas contra su piel.

—Baek —la voz de Chanyeol lo sacó de sus pensamientos otra vez, y el chico lo miró alarmado, prácticamente esperando que el otro chico le hubiera leído la mente con algún superpoder extraño y fuera a reírse de él por estar pensando en sus malditas manos sin que viniera a cuento—. Yo tenía razón, ¿sabes?

—¿Eh? ¿Cómo? ¿En qué?

—Contigo. Cantas muy bien.

Al principio, Baekhyun no supo a qué demonios venía aquello, pero luego cayó en la cuenta. Sus estupendas actuaciones en el Singstar, en las que había tratado de versionar a Lady Gaga – prácticamente por orden de Jongdae, que había estado ensayando Paparazzi por alguna razón desconocida para el resto – y había fallado estrepitosamente. Durante un instante, estuvo tentado de reírse y decir alguna tontería, pero acabó suspirando.

Necesitaba contárselo a alguien, de todas formas, por mucho que quisiera empeñarse en que no.

—Siempre me ganan, ¿no? —dijo en voz baja—. Jongdae y Kyungsoo. Da igual que sea a la hora de conseguir mejores papeles en clase de coro, en el reparto de becas o jugando a videojuegos. Hay alguien que tiene que quedar último, siempre, y ese último soy yo.

—¿Importa, acaso? ¿Necesitas superarlos por alguna razón? —preguntó Chanyeol, girándose a mirarlo. No fue una pregunta acusadora, ni despectiva; fue una pregunta sin más, en tono neutro, hecha, simplemente, para que Baekhyun respondiera.

—No, no es eso. Ellos tienen su vida, su futuro, y yo tengo lo que tengo. Es sólo que... Kyungsoo y Jongdae son especiales, tienen talento, todos se lo dicen. A mí también me gustaría no perder siempre; que alguien me dijera también que valgo para esto alguna vez, pero nunca lo hace nadie. Y es difícil.

Una vez lo hubo dicho, le sonó rematadamente estúpido. El pobre, pobrecito Baekhyunnie, que demandaba atención para sentirse seguro, que necesitaba que sus profesores le dijeran lo bueno que era o seguiría fallando, audición tras audición. Era patético, y probablemente Chanyeol lo pensara así. De haber sido otra persona quien se lo hubiera dicho a él, él lo hubiera pensado.

Todo lo que hizo su vecino, sin embargo, fue encogerse de hombros.

—¿Quieres que te diga lo que creo? —preguntó—. Que lo que es especial o no para alguien es subjetivo—Baekhyun quiso quejarse, pero Chanyeol sacudió una mano para indicarle que guardara silencio—. Si te sirve, a mí me gusta tu voz más que la de ellos. Y habrá más gente como yo, y seguro que alguno de ellos asigna becas en alguna parte. Tener talento o no no depende del profesor que reparte los solos en coro, ¿no? Ni de los jurados de las becas que ya te han rechazado. Lo único que tienes que hacer es no tener miedo de perder y presentarte al próximo examen con la cabeza muy alta. No vas a ganar si crees que tienes menos posibilidades que el resto, Baek. Eso es todo lo que hay.

Baekhyun no pudo evitar resoplar ante la respuesta. Aquel era el maravilloso e ingenuo mundo de Park Chanyeol, donde todo era posible si uno se esforzaba mucho, y no la realidad, donde te hundían más y más por querer hacerlo.

—¿Y qué propones que haga, entonces? ¿Escribir cien veces “soy el mejor” en un papel al levantarme de la cama cada día?

—No —Chanyeol pareció pensarlo y, tras unos segundos, volvió a sonreír—. ¡Ah, ya sé! Practica con alguien.

—¿Qué tiene eso que ver?

—No sé. Quizás otra persona pueda ver qué es lo que haces bien y lo que haces mal mejor que tú mismo, si ensayas con ella. ¿Por qué no le preguntas a Kyungsoo, o incluso a Jongdae? Podrían ayudarte.

Durante un instante, Baekhyun creyó que la idea era buena y que, de hecho, podría funcionar. Luego suspiró y hundió los hombros.

—No puedo —protestó—. Kyungsoo me ayudaría, pero pasa todo su tiempo libre con su novio, y no quiero que Kai me odie por quitarles horas juntos ahora que están empezando; y Jongdae... Si se lo pidiera me haría el favor, pero se reiría de mí por toda la eternidad. Y, no, no voy a pedírselo a nadie más. No quiero que nadie se entere de esto.

Chanyeol se llevó una mano al mentón en actitud pensativa. Y, de repente, estaba sonriendo, con una sonrisa enorme que se le extendió por toda la cara hasta prácticamente partírsela en dos. Parecía un niño pequeño al que hubieran ofrecido una bolsa de caramelos, y Baekhyun no sabía si aquello era bueno o no.

—Ya sé. Pídemelo a mí.

Baekhyun parpadeó.

—¿A ti? Pero, ¿en qué puedes ayudarme tú, si tú no cantas?

La sonrisa enorme de Chanyeol mutó hasta convertirse en la misma mueca traviesa con la que el otro chico lo había mirado antes, cuando le había hablado de odio de edición limitada.

—¿No confías en mí? —preguntó, acercándose más a él y agarrando con aire abstraído uno de los cordones que ajustaban la capucha de la sudadera que llevaba puesta Baekhyun. Era tan alto que el chico tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo, y su cuerpo, a pesar del frío y la manga corta, parecía irradiar calidez; y Baekhyun quiso apartarse de él, sólo un poco, sólo un poquito, para recuperar su espacio vital perdido, pero justo entonces se percató de que la sudadera que llevaba puesta olía exactamente como él y se quedó quieto—. Te aseguro que soy un hombre lleno de sorpresas. Ya verás.

Todo lo que Baekhyun logró decir fue una especie de “ah” murmurado, y Chanyeol se rió, sacudió la cabeza y volvió a su esquina del balcón. El aire de repente volvía a estar muy frío, y Baekhyun sintió que la cabeza le daba vueltas.

—¿Me dejarás intentarlo? ¿Puedo ayudarte a ensayar?

Baekhyun quiso decir que sí, que no, que no sabía, pero, de repente, la puerta de la terraza se abrió, y el sonido de la puerta de cristal al golpear contra su tope fue tan fuerte que todo lo que salió de sus labios fue una exclamación que a sus oídos sonó absolutamente indigna. Apenas un segundo después, la cabeza de pelo revuelto de Jongdae asomaba desde la cocina.

—¡Ah, aquí estáis! —exclamó, girándose luego hacia Chanyeol—. Su Alteza Real Kim Jongin te está buscando. Dice que quiere la revancha por la paliza que le has metido hace un rato al Singstar.

—¿En serio? No sabe lo que hace, va a volver a perder —Chanyeol se separó de la barandilla, frotándose las manos, y se giró hacia Baekhyun—. ¿Vienes? Con sudadera o sin ella, te vas a quedar frío aquí.

Baekhyun sacudió la cabeza.

—Id yendo. Ahora voy yo, no te preocupes.

Chanyeol no pareció muy convencido, pero en cuanto Jongdae comenzó a tirarle del bajo de la camiseta no tardó en dejarse hacer y ser arrastrado al interior, dejando al otro chico solo en el balcón. El aire estaba helado, y Baekhyun lo agradeció, porque su cerebro acababa de sufrir una especie de cortocircuito del que aún no se había recuperado del todo, y aquello era malo, muy malo.

Prácticamente apoyándose por completo en la barandilla de metal del balcón, que estaba fría contra su piel, cerró los ojos, tratando que la mente se le calmara, y pensó que no podía comprender aquello, que no podía comprender nada.

En primer lugar, no entendía a Park Chanyeol, ni su modo de pensar, ni de hacer las cosas. No sabía por qué era tan ridículamente optimista, ni por qué insistía en seguir viniendo a hablar con él, ni por qué le prestaba la única sudadera que tenía y se ofrecía a ayudarlo cuando él no le había dado nada a cambio.

Pero eso no era lo peor de todo. Porque, a pesar de todas sus dudas, Baekhyun siempre se había creído capaz de entenderse a sí mismo. Y, sin embargo, era incapaz de comprender por qué, cuando Chanyeol se había acercado a él, había agarrado el cordón de la sudadera que llevaba con dos dedos y le había preguntado con aquella voz tan grave si confiaba en él, a él se le había quedado la boca repentinamente seca.

Notas finales:

Uhm, y eso es todo por hoy.

¿Opiniones? ¿Pedradas? ¿Comentarios en general? :3 :3 :3 *pone ojitos*

El capítulo es largo, así que si veis alguna cosa mal escrita o que quede rara y se me haya pasado corregir al revisar, avisadme :D

Dicho lo cual, creo que no tengo mucho más que añadir, así que hasta el próximo capítulo y estaré esperando vuestros comentarios :DDDD


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