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88 Días por Ms Aria

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Notas del capitulo:

¡Hola de nuevo a todos y bienvenidos a un nuevo capítulo de 88D! *baila*


¿Sabéis qué? Son las 4:24 de la mañana. ¿Y sabéis qué más? Que por alguna extraña razón estoy aquí actualizando mi fic cuando debería estar durmiendo :'D


Esta vez, el capítulo es largo (pasa de 9.000 palabras), así que espero que os guste, y nos leemos en las notas finales :D

Capítulo 8. Día 48 (sábado).

 

La lluvia no paró de caer en toda la tarde del viernes, así que la biblioteca del instituto, considerando el día y la hora, estaba inusualmente llena. 

Baekhyun levantó la cabeza del esquema de física que estaba dibujando con su mejor letra y se masajeó las sienes con los dedos, deseando terminar con aquello de una vez, salir de allí, encerrarse en su habitación y meterse bajo las sábanas con un té con limón caliente durante lo que quedaba de día. A su alrededor, la mayoría de mesas estaban ocupadas aunque, por suerte, en la suya solamente estaban Jongdae y él. Después de una semana encerrado en aquel lugar, lo último que le apetecía era ser sociable.

—¿Qué, Byun Baek? ¿Estás cansado? —su amigo levantó la cabeza de lo que estaba leyendo (un maldito cómic; Baekhyun creía que era Ironman) y lo miró con una sonrisa de preocupación tan falsa que el chico sintió el deseo pasajero de estrellarle su carpeta en las narices.

—Me duele el cuello —dijo en su lugar, optando por ser un buen amigo. Jongdae arqueó las cejas.

—No es de extrañar, hombre. Llevas ocupando todo tu tiempo libre de los últimos cinco días en sentarte en esta mesa, cargar con libros de consulta que nadie entiende de un lado para otro y hacer resúmenes en cinco colores. ¿Y sabes qué es lo mejor? Que ni siquiera son para ti. No te haces idea de la gracia que me hace. 

Baekhyun tapó su subrayador verde con desgana. A aquellas alturas se desmayaría sobre la mesa o algo así si no tomaba un descanso, aunque fuera pequeño.

—No es gracioso —protestó, pero Jongdae no parecía opinar lo mismo.

—Uy, ¿no? Baekhyun, desde que te conozco jamás has hecho resúmenes para estudiar tú, y de repente estás sacrificando todo tu tiempo libre para hacérselos a Park Chanyeol, de entre todas las personas del mundo —replicó—. ¿Tanto quieres que se vaya a América que has pensado que tal vez no lo consiga él solo y por eso lo ayudas, o qué pasa?

Aquel no era el caso, precisamente, y Baekhyun trató de protestar, pero no supo cómo. Había sido sincero al decirle a Chanyeol que era capaz de hacer unos resúmenes especialmente bonitos y claros, pero también era verdad que terminarlos le llevaba horas, y que solía cansarse de trabajar en ellos antes de acabar. Aquella era la primera vez que había hecho tantos, y en tan poco tiempo. Y la mejor parte era que Baekhyun ni siquiera estaba seguro de por qué se estaba esforzando tanto, si todo lo que iba a conseguir como recompensa era que Chanyeol se marchase del país durante cuatro años, y eso era precisamente lo que no quería él que pasara.

Tal vez habría tenido aunque fuera un ápice de lógica si Baekhyun hubiera sido una persona desinteresada, altruista y generosa, pero la buena persona solía ser Chanyeol y no él. La única explicación que le quedaba, por lo tanto, era que debía de estar volviéndose medio idiota y masoquista. Pero eso, claro, no podía decírselo a Jongdae.

—Es... complicado —murmuró, aunque a su amigo aquello no pareció valerle.

—No, no lo es —replicó—. Chanyeol va a examinarse, aprobar e irse, y tú lo ayudas porque estás contento—. Baekhyun sintió que las comisuras de los labios se le curvaban hacia abajo e, instantáneamente, se maldijo por el poco control que tenía últimamente sobre sus expresiones faciales, porque Jongdae lo miró, parpadeando—. Espera... Porque tú estás contento, ¿no? Quieres que se vaya.

Atrapado entre la espada y la pared, Baekhyun no supo que decir. Estaba empezando a tomar aire para negarlo todo (porque como Jongdae se enterara de aquello, estaba muerto) cuando su amigo soltó una carcajada de tal volumen que los alumnos de todas las mesas a su alrededor se giraron para mirarlos y la bibliotecaria, que ya los estaba observando como si fueran criminales por atreverse a perturbar el silencio de su sagrada biblioteca con su conversación en susurros, le lanzó un “chsssst” que el chico se apresuró a ignorar.

—No puedo creerlo —dijo, cubriéndose los labios con el cómic de Ironman y tratando visiblemente de no echarse a reír otra vez—. Byun Baekhyun, en ocasiones me sorprendes.

—¿Qué?

—Si ya lo decía yo... ¿Ves cómo, de tanto odiarlo, ibas a acabar echándolo de menos cuando se fuera?

Baekhyun empezó a desear fervientemente que la tierra se abriera e hiciera el favor de tragárselo y ahorrarle tanto sufrimiento. Aunque, en el fondo, tal vez Jongdae estuviese en lo cierto y lo que le pasara fuera que se le hiciese inconcebible no tener a nadie a quien odiar. Sólo que él no odiaba a Chanyeol. Ya no.

—No lo entenderías —gruñó, pretendiendo dar la conversación por zanjada—. Y, de todas formas, ¿qué es lo que se supone que haces tú aquí? ¿No tienes nada mejor que hacer que perder el tiempo en la biblioteca?

Jongdae se encogió de hombros.

—Me gusta venir a leer aquí a veces.

—Ya veo que libros no.

Nah. Los libros normales tienen pocos dibujos —Jongdae le guiñó un ojo, y Baekhyun se sintió incapaz de adivinar si estaba hablando en serio o no—. De todas formas no es el hecho de leer, sino el sitio. Empecé a venir el año pasado; se está bien.

Por regla general, nadie en su grupo de amigos creía nada de lo que saliera de la boca de Kim Jongdae, especialmente cuando lo decía con una expresión tan solemne, así que el arquear las cejas y mostrarse claramente escéptico fue una respuesta natural para Baekhyun.

—¿En serio? ¿Y por qué yo no lo sabía?

—Porque nunca has preguntado. Y porque eres un inculto y nunca vienes a la biblioteca salvo que sea para prestarle tu inestimable ayuda a nuestro amigo Chanyeollie.

—Eres idiota, Jongdae.

—Ah, puede. Pero lo que digo es verdad y por eso te molesta.

Cada vez más convencido de que sus amigos eran una especie de enviados del demonio compinchados para complicarle la vida, Baekhyun decidió que ya era hora de aprovechar aquel pequeño descanso para estirar las piernas y, tras lanzarle a Jongdae una mirada enfurruñada, agarró los resúmenes que ya había terminado y se levantó.

Chanyeol estaba en la mesa en la que él lo había visto la primera vez, enterrado en una montaña de libros y absolutamente concentrado en lo que quiera que estuviese haciendo. En aquella última semana, Baekhyun se había enterado de que su vecino estudiaba con tapones en los oídos porque decía que, si no se aislaba completamente, le era difícil mantener la concentración. Esa, también, era la razón por la que, el primer día que habían bajado juntos a la biblioteca, Chanyeol le hubiera pedido – con mucha cara de pena, por cierto – que se sentara con Jongdae en otra mesa en vez de hacerlo con él. “Me distraigo muy fácil, Baekhyunnie”, le había dicho, y, mientras se acercaba a él sorteando estudiantes, sillas fuera de lugar y estanterías, Baekhyun creyó que aquello era muy injusto, porque el que se distraía últimamente cuando Chanyeol estaba cerca era él, y no al revés.

—Yeol —lo llamó al llegar a su lado, posándole una mano en el hombro para captar su atención. Al notar el contacto, el otro chico dio un respingo, pero no tardó en sonreír en cuanto lo reconoció. Baekhyun hubiera podido jurar que sintió el movimiento de los músculos de su hombro cuando subió el brazo para quitarse los tapones de los oídos y apartó la mano, tal vez un poco demasiado deprisa como para que el movimiento resultara natural—. Toma. He acabado con estos esquemas —añadió, tratando de no sonar demasiado estúpido.

Si Chanyeol notó algo extraño – por no decir un tanto patético – en su actitud, no lo dejó traslucir. En lugar de eso, dejó los tapones sobre la mesa, encima de un libro abierto, y se levantó con los ojos oscuros brillándole con lo que a todas luces era una excitación casi infantil. A juzgar por su expresión, parecía que jamás hubiera visto un esquema antes.

Lo cual era incierto, porque Baekhyun llevaba dándole resúmenes como aquellos toda la semana. Maldito Park Chanyeol y su manía de exagerarlo todo.

—¡Wow, Baek, están perfectos! —exclamó, en una voz tan alta que la bibliotecaria volvió a chistar—. Aún sigo sin saber cómo lo haces.

—Tengo un don natural para escribir en línea recta, cosa de la que tú careces —Baekhyun sonrió y se encogió de hombros, aunque no tardó en suspirar—. Pero, de verdad, no es nada. Ni siquiera sé si te están sirviendo para algo.

—Tsk, no te quites méritos; claro que sí —Chanyeol se rió y, antes de poder evitarlo, Baekhyun tenía su manaza en la cabeza, revolviéndole el pelo, y el sabía que el gesto tendría que haberle molestado, pero, en lugar de eso, su estómago empezó a hacer cosas raras.

—¡Yah! He estado peinándome durante cuarenta minutos esta mañana.

Chanyeol no pareció arrepentido en absoluto.

—Oops.

Baekhyun empezó a plantearse seriamente maneras de asesinarlo sin que se notara pero, finalmente, decidió que lo mejor que podía hacer era preguntarle lo que había venido a preguntar.

—¿Te falta mucho para terminar con lo que tienes que estudiar para hoy? Se está haciendo tarde.

Chanyeol observó por el rabillo del ojo su libro abierto.

—Me gustaría dejar un par de temas acabados antes de marcharme, así que tardaré un rato, pero tú puedes irte ya a casa si quieres. No me importa volver solo si estás cansado.

—¿Quién dice que yo esté cansado, Yeol? —Baekhyun bufó, rogando al cielo para que su mentira fuera creíble. De poder, se habría tirado sobre la mesa y se habría echado a dormir allí mismo—. Deja de decir tonterías y vuelve a ponerte a estudiar, que a mí me quedan muchos esquemas por hacer.

—Claro, Baek. ¿Te veo luego?

—Por supuesto que me verás. Ven a buscarme cuando termines, ¿vale?

—Sí —Chanyeol asintió con un enérgico movimiento de cabeza y volvió a su sitio, dejando a Baekhyun de pie junto a su mesa, mirándolo. Ya no tenía nada que hacer allí, así que dio media vuelta y regresó despacio a su mesa, maldiciéndose mentalmente por haberse condenado de modo voluntario a dos horas más de hacer resúmenes por no querer irse a casa sin Chanyeol.

Cuando se sentó en la silla que había ocupado durante toda aquella tarde debía de tener una expresión extraña en la cara, porque Jongdae levantó la cabeza de su cómic de Ironman y ahogó una risita.

—¿Qué pasa ahora? —gruñó Baekhyun. Jongdae volvió a hundir la cara entre las páginas.

—Nada, nada.

—En serio te digo que a veces no sé por qué soy amigo tuyo.

—Porque mis pómulos son perfectos. Y por mi maravilloso sentido del humor.

Baekhyun decidió que ya había tenido suficiente Jongdae por lo que le quedaba de día y, tras decidirse a ignorarlo durante el resto de la tarde, destapó su colección de bolígrafos y subrayadores y volvió al trabajo.

Las horas pasaron lentamente, la lluvia dejó de caer al otro lado de los cristales y los estudiantes, poco a poco, comenzaron a marcharse. Cuando, cinco resúmenes después, Baekhyun levantó la vista de sus papeles, la voz cascada de la bibliotecaria estaba empezando a anunciar por megafonía que cerrarían en cinco minutos, y Chanyeol ya estaba recogiendo todos sus libros al otro lado de la habitación.

—Vaya, parece que ya nos echan —comentó Jongdae, bostezando y lanzando los cómics que había estado leyendo, uno a uno al interior de su mochila. Antes de haber terminado, Chanyeol ya había llegado a su mesa—. Hola, Yeol.

El otro chico alzó las cejas y pareció increíblemente contento al ver lo que su interlocutor aún tenía en las manos.

—Oh, Ironman. ¿Me lo dejarás algún día?

—En tus sueños. Me gusta cuidar mis cosas. Y hablando de cosas, llévate a Baekhyun. La pobre criatura lleva encerrada aquí tantas horas que está empezándosele a poner la cara de color cartón.

El interpelado puso los ojos en blanco, pero, en su fuero interno, agradeció la idea. Tras tenderle a Chanyeol los esquemas que había logrado terminar desde que había ido a verlo, prácticamente saltó de la silla y se puso la americana del uniforme sobre la camisa. Él estaba más que dispuesto a irse ya, pero Chanyeol pareció recordar algo.

—¿Tú no vienes, Jongdae?

Su amigo fue todo sonrisas e inocencia cuando respondió.

—Oh. Oh, no. No me gustaría interrumpir vuestro idílico paseo a casa con mi presencia. Y, además, vivo en la otra dirección.

Chanyeol pareció entre cohibido y confuso.

—¿Idílico? —repitió, y Baekhyun decidió que ya había tenido bastante y, aferrándolo del antebrazo, tiró de él hasta la salida.

—Adiós, Jongdae. Nos vemos el lunes.

En la calle, ya era noche cerrada, y los terrenos de alrededor del instituto estaban prácticamente desiertos. Cuando llegaron al parque que siempre cruzaban, el aire olía a tierra húmeda y el viento estaba frío contra su rostro y sus manos, y Baekhyun tembló, pero lo agradeció, después de tantas horas sufriendo el calor opresivo de la biblioteca.

—Ay, me duele todo —la voz grave de Chanyeol rompió el silencio, y el chico se giró hacia él con una sonrisa—. Estar tan torcido estudiando tiene que ser malo para la espalda. Esas mesas están demasiado abajo.

—No, a mí me vienen bien. Tú eres el que está demasiado arriba.

Los dos se rieron, pero Baekhyun no pudo menos que darle la razón a Chanyeol en lo que respectaba a estar hecho un desastre. Su vecino había pasado en la biblioteca aún más horas que él, y por primera vez desde que lo conocía, parecía cansado. Por no decir que estaba hecho un caos – más de lo habitual, que ya era decir – con la camisa arrugada y por fuera de los pantalones y la corbata torcida hacia un lado. Baekhyun apretó los puños a ambos lados del cuerpo, tratando de resistir el impulso de colocársela bien. Se suponía que cómo llevara la corbata Chanyeol no era asunto suyo.

—Oye —comenzó en su lugar, carraspeando—, sé que es tarde, pero creo que necesito tomar el aire. ¿Te apetecería dar un paseo por aquí antes de subir al autobús?

Chanyeol pareció cogido por sorpresa, pero no tardó en asentir. A Baekhyun le hubiera gustado pensar que parecía un poco menos exhausto que hacía cinco segundos.

—Te gusta mucho este parque, ¿eh? —respondió con una sonrisa—. Pero por mí, bien. Vamos, si quieres.

No tardaron mucho en desviarse del camino principal e internarse por uno de los muchos senderos de tierra que se perdían entre los árboles, en un silencio que no era opresivo, sino cómodo. A aquella hora, la mayoría de jóvenes de su edad muy posiblemente estuvieran en el centro, divirtiéndose, y no ahí y, para cuando llegaron a un segundo camino asfaltado, algo más pequeño que el principal, todavía no habían visto a nadie, salvo a una parejita que, al cruzarse con ellos, habían lanzado un grito y una risita y habían corrido a esconderse entre los arbustos.

Chanyeol había parecido ligeramente incómodo al verlos, y Baekhyun se había preguntado por qué. Había sido entonces cuando, al ir a girar una curva, sus brazos habían rozado el uno contra el otro, y Baekhyun había sentido una especie de descarga de electricidad y se había dado cuenta de que estaban solos. 

Los dos. En un parque desierto en mitad de la noche.

Y no debería haber sido importante, porque eran vecinos, y venían de estudiar, y eso era todo lo que estaba pasando allí, pero ahora que se había dado cuenta de hasta qué nivel aquello podía malinterpretarse, el chico estaba empezando a ponerse... bueno, nervioso.

Y aquello era raro, porque Baekhyun había salido con alrededor de la mitad de los hombres sexualmente atractivos de su instituto y nunca, jamás, se había puesto nervioso. Salvo que, en aquella ocasión, no estaba allí con uno de sus novios, sino con Park Chanyeol, así que no sabía lo que estaba haciendo comparando una cosa con la otra, porque no era igual.

Últimamente, su cabeza no razonaba bien. Muy posiblemente por la presión de tener que esperar los resultados de su audición. Así que, al ver que Chanyeol se había detenido debajo de una farola solitaria y lo miraba, con la expresión suavizada por la luz amarillenta, dijo lo primero que se le ocurrió.

—Creo que estás estudiando demasiado —murmuró, y la afirmación le sonó especialmente ridícula porque llevaban cinco minutos sin hablar y nadie le había preguntado su opinión. “Estupendo, Byun Baek, te has cubierto de gloria” —. A cada tarde que pasa estás más cansado. Uno de estos días te vas a quedar dormido en clase.

Chanyeol lo miró arqueando una ceja, pero se tomó el comentario a bien.

—Bueno, cuando empezamos a hablar, dijiste que pensabas que yo sacaba sobresalientes sin estudiar —bromeó—. Espero haberte demostrado que soy un hombre de provecho.

—No seas idiota, eso lo sé desde hace semanas —semanas, pero no meses, ni años. Baekhyun avanzó hasta rozar el cuerpo metálico de la farola ante ellos con los dedos y se estremeció porque estaba frío al tacto. Tras unos segundos, tomó aire e hizo la pregunta que llevaba queriendo hacer desde que había pasado la tarde del domingo pasado en el suelo de su casa, con la mano hundida en el pelo y apoyado contra la puerta del salón—. Lo que no sé... ¿Por qué quieres marcharte a un lugar como Estados Unidos? ¿Desde hace cuánto quieres irte tan lejos?

Durante un segundo, Chanyeol dudó. Luego esbozó una sonrisa tranquila, suave.

—Me propusieron la opción a finales del curso pasado, aunque no empecé a estudiar en serio para los exámenes hasta el principio de este año —explicó—. Cuando me recomendaron la beca no quería ir, y estuve pensando en rechazarla, pero luego lo pensé mejor, y ahora la idea me encanta. Corea está bien, pero también me gustaría vivir en el extranjero un tiempo, así que...

—¿Hubo un momento en el que no querías marcharte? —Baekhyun hizo la pregunta antes de poder detenerse, y se maldijo mentalmente por ello, y por lo estúpidamente desesperada que había sonado su voz.

Chanyeol observó la farola con aire abstraído, y revolvió la tierra a sus pies con la puntera del zapato.

—Tenía dieciséis años y otros planes en mente —dijo simplemente—. Había ciertas cosas que no quería dejar atrás pero, al ver que no estaba yendo a ningún sitio con respecto a ellas, terminé pensando que sería mejor probar otras opciones y acepté empezar a estudiar para estos exámenes.

—¿Así que esta beca era tu Plan B? —preguntó Baekhyun, sintiendo lo que a todas luces era una chispa de esperanza en el pecho.

—Al principio, sí. Luego empecé a leer el programa, y a ver dónde estudiaría, y qué asignaturas tendría, y ahora es mi único plan.

Baekhyun se mordió el labio, sin saber muy bien qué decir. Sentía el metal frío de la farola contra los dedos, y el viento helado contra la piel.

—¿Cuál era el plan A?

El chico habría esperado muchas cosas – que Chanyeol se riera, que le dijese que no importaba, que le contestase con cualquier estupidez o que cambiase de tema – pero jamás en la vida habría supuesto que su vecino, que siempre estaba sonriendo y hablando muy alto fuera a cerrarse de golpe, mirándolo con los ojos entornados y los labios fruncidos como si él hubiera dicho algo que lo hubiese molestado. Cogido por sorpresa, Baekhyun soltó la farola y retrocedió un paso, pero Chanyeol no pareció ni inmutarse.

—Tonterías de niño, Baekhyun. No merece la pena ni que las mencione.

—Vamos... No puede ser para tanto, yo sólo quería saber...

—No —la respuesta de Chanyeol fue rotunda, y el chico lo observó con los ojos abiertos como platos—. ¿Para qué iba a valer contártelo? ¿Para que te rieras de mí y me dijeras que apunto por encima de mis posibilidades? El único que lo sabe es Kai, y porque se enteró por su cuenta. No voy a contártelo, Baekhyun.

—Ah, yo... —el chico empezó a decir algo, pero perdió el hilo en mitad de la frase, y sus palabras se disolvieron en una bocanada de aire. Siempre había pensado que alguien como Chanyeol, que lo había idolatrado desde pequeño, estaría casi deseando contarle cualquier cosa, no que se cerraría así, dejándolo fuera, ni que lo acusaría de reírse de él si le contaba la verdad. Porque Baekhyun podría no haberlo tratado bien, podría haberle gritado, o ignorado, y aquello estaba mal, pero jamás se había reído de él. Y entendía que Chanyeol pensara así, pero el mero hecho de que pudiera llegar a hacerlo le hacía daño de una manera que no hubiera podido llegar a describir—. Si es lo que quieres, espero que apruebes, Chanyeol. Lo espero de verdad.

“No quiero que te rechacen como me rechazaron a mí siete veces”

La expresión de Chanyeol se suavizó y, para cuando Baekhyun quiso darse cuenta, le estaba sonriendo y todo él volvía a ser amabilidad, sinceridad y ojos brillantes.

—Gracias, Baekhyunnie —le dijo, y él apartó la vista—. Pero no te preocupes; estoy seguro de poder aprobar.

El chico se forzó a sí mismo a sonreír, con un humor que no sentía.

—¿Tal y como estás? ¿Sin mis esquemas? Porque aún me falta por resumirte dos libros enteros. ¿Seguro que podrás aprobar sin ellos?

Chanyeol hizo amago de apoyarse en la farola a su espalda, con tanta mala suerte que estuvo a punto de golpearse en la cabeza con la superficie de metal. Aún a pesar suyo, Baekhyun se rió, y los restos de tensión entre ellos desaparecieron en el aire frío de la noche.

—Pues, fuera de bromas, me ayudan mucho —Chanyeol le dio a la cartera del instituto, que llevaba colgada del hombro, un par de golpecitos con los dedos—. Es una pena que no pueda tenerlos todos  para antes del lunes, pero me las apañaré.

—Te los acabaré mañana.

—Pero mañana es sábado. ¿No vas a salir?

Baekhyun se encogió de hombros. Luhan y Jongdae habían dicho que querían ir al cine, y muy probablemente Kyungsoo y Kai también se apuntaran al plan, pero él ya había tomado una decisión.

—Me quedaré en casa y los terminaré.

Decidiendo no dejarle tiempo a Chanyeol para que le discutiera, Baekhyun regresó al camino de grava y comenzó a caminar, buscando la salida del parque. A su vecino le costó un poco reaccionar, pero no tardó en alcanzarlo, considerando que tenía unas piernas mucho más largas que las suyas.

—Deberías salir con los otros.

—No quiero.

—¿Y vas a quedarte solo? ¿En fin de semana?

—Sí.

—Baekhyun...

—¿Qué quieres? No vas a convencerme, ¿sabes?

—¿Por qué no vienes a mi casa mañana?

¿Qué?

Chanyeol lo adelantó y le dirigió una sonrisa por encima de su hombro y, antes de que hablara, Baekhyun supo que estaba vendido.

—Es una tarde de sábado; no vas a quedarte sólo y aburrido en casa. Tú puedes hacer todos los resúmenes que quieras y yo puedo estudiar. Mis padres se van fuera de la ciudad hasta la noche, y, aunque mi hermana estará por la casa, no suele hacer mucho ruido, así que no nos molestará nadie. ¿Qué te parece?

Que qué le parecía. Como si Baekhyun hubiera podido decirle que no.

—De acuerdo —cedió, mientras maldecía su debilidad mental—. Me pasaré por la tarde. ¿Te viene bien?

--

Era ya casi media tarde cuando Baekhyun se paró delante de la puerta de casa de los Park y llamó al timbre sin estar muy seguro de si estaba haciendo bien.

En realidad, había pretendido estar allí temprano y llegar alrededor de cuarenta minutos antes pero, a la hora de abrir el armario para vestirse, no había sabido qué ponerse (todo era, o cómodo y demasiado viejo, o demasiado simple, o ropa que sí, le quedaba muy bien, pero definitivamente no era adecuada para ir a estudiar a casa de su vecino, que era lo que iba a hacer él) y había permanecido parado delante de su cajón de las camisetas durante más de media hora. Al final, había resistido las ganas de golpearse la cabeza contra la pared más cercana por estar pediendo el tiempo con aquella estupidez y había terminado escogiendo una de sus camisas favoritas y unos pantalones relativamente nuevos y se había marchado, echándose la cartera que usaba para el instituto al hombro y explicándole a su madre dónde se marchaba antes de salir a la calle.

Y ahora estaba allí, parado delante de aquella puerta, y pasando el peso del cuerpo de un pie al otro, un tanto nervioso, percatándose por primera vez desde que había aceptado la invitación el día anterior de que aquella iba a ser la primera vez desde que lo había conocido – hacía más de diez años – en la que él entrara en casa de Chanyeol.

Por supuesto, y a lo largo de toda su infancia, su vecino lo había invitado muchas veces. Hasta el fiasco de su catorce cumpleaños, Chanyeol lo había perseguido cada noviembre para informarle de que iba a celebrar una fiesta en su casa y pedirle que viniera, pero él siempre se había negado y le había gruñido más o menos dependiendo de su humor. Jamás hubiera podido pensar que, tanto tiempo después, fuera a estar ahí parado, como un idiota, esperando a que le abrieran y lo dejaran entrar.

—¡Un momento! —exclamó una voz desde el otro lado de la puerta, mientras se escuchaba el sonido de pasos y de un pestillo al descorrerse. Un instante después, la puerta se abría y la figura de una mujer joven aparecía en el umbral, mirándolo de arriba a abajo con unos ojos muy grandes —. ¡Ah, Baekhyun! Creo que no te veía bien desde hace años. ¡Hay que ver lo cambiado que estás desde que eras un niño!

Baekhyun sonrió a modo de respuesta mientras se dejaba guiar hacia el salón. Si no recordaba mal, la hermana de Chanyeol se llamaba Yura, llevaba ya varios años estudiando en la universidad y se parecía tanto a él que daba la impresión de que alguien los hubiera clonado. Nunca habían tenido demasiado trato – quizás porque ella era varios años más mayor y él se había pasado media vida tratando de huir de su hermano - pero Baekhyun siempre había pensado que parecía amable.

—Chanyeol te estaba esperando —le informó—, pero no sé dónde está. ¿Yeollie? —llamó, dando un par de pasos tentativos hacia el pasillo—. ¡Byun Baekhyun acaba de llegar!

Nadie respondió, y Yura arqueó las cejas.

—¿Dónde se habrá metido? Seguro que está en su cuarto con la música puesta. Ven conmigo.

Tras hacerle un gesto con una mano, la joven se internó en el pasillo, seguida por Baekhyun, que observaba todo lo que había a su alrededor con curiosidad. La casa, con las paredes pintadas de color crema y los muebles de madera clara, era tal vez un poco más grande y más lujosa que la suya, pero parecía normal. Acogedora. El pasillo salía del salón, y, a aquella hora del día, estaba sumido en una suave penumbra. La primera puerta por la que pasaron, sin entrar, desembocaba en una cocina forrada de azulejos blancos, y la segunda era un baño. A partir de ahí, comenzaban las habitaciones, y Yura pasó de largo una puerta más antes de llamar con los nudillos a otra.

—¿Yeollie? —dijo de modo tentativo, probando suerte. Al ver que nadie respondía, se encogió de hombros y giró el picaporte, pasando a entrar en el dormitorio como tanta naturalidad como si fuera el suyo propio y no el de su hermano pequeño. Baekhyun dudó un instante, pero la siguió—. Aish, míralo, pobrecito.

La habitación estaba hecha un desastre, tanto como la de cualquier chico de su edad. Debía de haber unas cinco sudaderas sobre la cama, por no hablar de un portátil abierto que ya había entrado en standby y una auténtica colección de libros, papeles y apuntes, parte de los cuales se habían caído al suelo. Las estanterías también estaban llenas de libros, cómics y videojuegos, y las paredes estaban forradas de pósters y fotografías – Chanyeol de pequeño con un hurón, Chanyeol con su hermana, Chanyeol el año pasado, con una permanente en el pelo y Kai, que parecía estar muriéndose de sueño, y Chanyeol con dos chicos muy altos a los que él no conocía, entre otras. Junto al escritorio descansaba la guitarra con la que habían estado ensayando, guardada en su vieja funda. Y recostado sobre aquella misma mesa, con el rostro apoyado en los brazos, medio cuerpo sobre el mismo libro gordo que probablemente había estado estudiando, los ojos cerrados y las gafas resbalándosele por la nariz, estaba Chanyeol, tan profundamente dormido que ni siquiera se inmutó cuando entraron.

—Hay que ver —Yura se río entre dientes, cruzando la habitación para pararse a un lado de su hermano—. Míralo. ¿Te parece esto normal? Está agotado; el pobrecillo ha estudiado más para esto que yo para toda la carrera en la universidad.

Baekhyun se acercó sin decir nada. Nunca había visto a Chanyeol dormir y, mirado así, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, parecía alarmantemente joven, y el chico fue súbitamente consciente de que era él quien era medio año más mayor, a pesar de ser considerablemente más bajo y más pequeño.

—Je, está adorable —comentó Yura con una sonrisa que era en parte orgullosa y en parte burlona—. Aunque no creas que es siempre así. Normalmente se mueve en la cama, y acaba con medio cuerpo fuera. Y, además, ronca.

—¿Tal vez deberíamos... dejarlo dormir?

—No. Si duerme ahora, no dormirá por la noche, así que déjame hacer los honores —llevándose un dedo a los labios y con una sonrisa que era cualquier cosa menos inocente curvándole las comisuras de los labios hacia arriba, Yura se acercó a su hermano dormido e, inclinándose sobre él sin hacer ruido, utilizó dos dedos para taparle la nariz. Chanyeol frunció el ceño en sueños, e hizo una especie de amago de respirar por la nariz, sin lograrlo. Al principio, no pasó nada. Después, abrió los ojos y se incorporó de pronto, con los ojos abiertos como platos y tomando una bocanada de aire con tanto ímpetu que Yura estuvo a punto de caerse al suelo de la risa—. ¡Buenas tardes, dormilón!

Chanyeol siguió respirando por la boca durante unos instantes más, tan sorprendido como si le hubieran tirado encima un cubo de agua helada. Después empezó a tantear la mesa en busca de las gafas, que habían terminado de caérsele al despertarse.

—¿Es que quieres matarme del susto? —protestó, volviendo a colocarse las gafas en su lugar. En cuanto lo hizo, y dejó de ver borrosa la escena ante él, arrugó la nariz y parpadeó—. ¿Baekhyun? —murmuró, estupefacto, y el chico sonrió.

—Te juro que no he podido impedir que lo haga.

Repentinamente muy poco preocupado por el intento de asfixia parcial por parte de su propia hermana, Chanyeol miró a su alrededor. Sus ojos viajaron desde la pila de ropa sobre la cama al lío de papeles sobre el suelo, y su expresión cambió a una de ligero pánico.

—Oh, no, ¿cuánto tiempo llevo dormido? —murmuró, lanzando una mirada un tanto triste a su reloj de pulsera—. Quería recoger la habitación; todo está hecho un desastre.

—Ya verás cuando se entere mamá de que has recibido a tu invitado con tu cuarto hecho una pocilga —canturreó Yura mientras se dirigía a la puerta—. Te castigará a lavar los platos durante un par de semanas. Puede que incluso un mes.

—¡No si no se lo dices! —Chanyeol puso una cara de pena tan falsa que tanto su hermana como Baekhyun se echaron a reír. Yura se encogió de hombros, vocalizó algo similar a “te fastidias” con una sonrisa y salió de la habitación tras saludarlos con la mano. En cuanto hubo cerrado la puerta tras de sí, Chanyeol se llevó las manos a la boca, en forma de altavoz improvisado, y protestó—.¡Eres cruel!

Todo lo que se oyó desde el otro lado de la puerta fue una risita ahogada.

—No sé de quién ha sacado esos genes —dijo Chanyeol en cuanto se hubieron quedado solos, dirigiéndose a Baekhyun con una sonrisa que, a pesar de todo, denotaba más cariño hacia su hermana que fastidio ante su actitud—. Lleva abusando de mí desde que nací. Supongo que le gustaba más ser hija única.

—Yo creo que en el fondo te quiere.

—Muy, muy en el fondo —Chanyeol suspiró y apoyó la cabeza sobre el respaldo de la silla en la que todavía estaba sentado—. Aunque tiene razón: tú eres mi invitado, y mira todo este desastre.

Baekhyun se encogió de hombros.

—Mi cuarto está peor a veces, Yeol. Soy un chico de diecisiete años, no una princesa; podré seguir viviendo con el recuerdo de ese montón de sudaderas sudadas que hay encima de tu cama grabado en la memoria.

Torciendo el gesto, Chanyeol se levantó y, tras cruzar su habitación, cogió la pila de sudaderas y se dirigió al armario. Baekhyun creyó verlo olisquear las prendas mientras abría la puerta, y ahogó una risita, pero pronto toda aquel montón de ropa había desaparecido en las profundidades oscuras del armario.

—No estaban sudadas —protestó Chanyeol, volviendo junto a la cama y comenzando a recoger los papeles desperdigados por el suelo—. Estaban recién lavadas.

—¿Y qué más da?

Aprovechando que Chanyeol había dejado el sitio libre, Baekhyun se dejó caer sobre la silla del escritorio, girándose hasta volverse de cara a la ventana y sonriendo al ver el patio al otro lado, y la ventana de la habitación de su hermano un poco más allá.

—Es curioso —comentó—. Ver tu cuarto desde este lado de la ventana, digo.

El chico se giró justo a tiempo para ver a Chanyeol, que seguía ordenando sus papeles, dirigirle una sonrisa un tanto pícara.

—¿Qué pasa, Baek? ¿Que te dedicas a observar mi habitación desde el cuarto de tu hermano muy a menudo? ¿Es que ahora me espías sin que lo sepa yo?

—¡Por supuesto que no! —Chanyeol se echó a reír, y Baekhyun se volvió de nuevo hacia la ventana, sintiendo que toda la maldita sangre de su cuerpo se le subía a las mejillas. Su vecino no iba a saberlo nunca, nunca, nunca, pero tal vez fuera un poquito cierto que él se había colado en el cuarto vacío de su hermano más de una vez y más de dos para ver si estaba despierto, dormido o estudiando. Desesperado y sumamente avergonzado, buscó algo con lo que cambiar de tema cuando sus ojos se toparon con un pequeño calendario de mesa que descansaba sobre una esquina del escritorio, con los días del mes que ya habían pasado tachados con rotulador negro y anotaciones bajo prácticamente todos los números—. ¿Y esto?

—¿El qué?

—El calendario. Tiene cosas escritas por todas partes.

—Ah, sí. Lo utilizo para apuntar todo lo que tengo que hacer. Es casi como si lo usara a modo de agenda.

Baekhyun observó el pequeño calendario, sosteniéndolo entre las manos con aire inquisitivo. El domingo de hacía una semana aparecía rodeado con un círculo, y con la anotación “audición de BH” escrita al margen con la letra terrible de Chanyeol. El viernes siguiente también estaba señalado, con las palabras “exámenes finales” apuntadas a un lado. Sin embargo, lo que más le llamó la atención a él fue el hecho de que, debajo de cada día del mes apareciese un pequeño número anotado en tinta roja – sólo eso, nada más, sin ninguna anotación al respecto – como si Chanyeol estuviese llevando la cuenta de alguna cosa. Bajo aquel sábado, y un tanto emborronada, aparecía la cifra “48”.

—¿Y esto, Yeol? ¿Qué es?

El interpelado se acercó y apoyó las manos en el respaldo de la silla en la que estaba sentado Baekhyun. Parecía tranquilo, divertido, casi.

—Ah, eso. Estoy contando los días para algo —antes de que el chico pudiera hacer nada para evitarlo, le había quitado el calendario de las manos y le había golpeado con él con suavidad en un hombro—. Pero tú... ¿no se suponía que habías venido aquí a ayudarme a estudiar? Pues deja de fisgar mis cosas y ponte a ello, Baek.

Baekhyun decidió olvidarse del calendario – otra de esas muchas cosas raras que hacía Park Chanyeol, parecía ser – y resignarse a pasar otra tarde aburrida de silencio y esquemas. Levantándose de la silla con desgana, caminó hacia la cartera que había tirado al suelo al entrar en la habitación y extrajo su carpeta y su juego de rotuladores del interior.

—No cabemos los dos en tu mesa —observó.

A modo de respuesta, Chanyeol cogió el libro sobre el que se había quedado dormido antes y prácticamente saltó sobre su cama, haciendo rebotar al ordenador portátil, que todavía estaba ahí, sobre el colchón.

—Toda tuya —le cedió—. Tú necesitas escribir y yo tengo que leer, así que la cama es para mí.

Baekhyun puso los ojos en blanco, pero aceptó el modo en el que su vecino había repartido los puestos y, a los pocos minutos, le había pedido el libro que había estado resumiendo en la biblioteca y había comenzado a hacer esquemas otra vez, tal y como llevaba haciendo toda aquella maldita semana.

El tiempo pasó, y el cuarto se sumió en un silencio solamente roto por el sonido de Chanyeol pasando de página del libro cada poco tiempo. Y, como de costumbre entre ellos últimamente cuando no tenían nada que decir, era un silencio cómodo, casi como si hubieran estado así siempre. Casi como si hubiesen podido ser amigos.

A Baekhyun nunca le había gustado tener que lamentarse por lo que ya estaba pasado – como le gustaba recordarle a Kyungsoo cada vez que le decía que no pensaba en las consecuencias de lo que hacía – pero aquellas semanas no hacía más que preguntarse cómo habría sido; qué habría ocurrido si, aquel primer día, cuando había ido a aquella misma casa con su madre, hubiese decidido darle una oportunidad a Chanyeol en vez de pensar que era demasiado raro y que no quería tener nada que ver con él.

Tal vez, y de haber sido todo distinto, los dos hubieran podido pasar todos sus años de instituto estudiando así. Tal vez, entonces él no habría suspendido economía. Tal vez así él no estaría sentado allí, prácticamente echando de menos algo que no había tenido nunca.

—¿Baek? ¿Baekhyun? —la voz de Chanyeol lo sacó de sus pensamientos, y el chico se dio cuenta de que se había girado en la silla y se lo había quedado mirando leer. A aquellas alturas, estaba seguro de que se había aprendido de memoria el modo que tenía de fruncir el ceño al estudiar, su manera de repetir una palabra o una fórmula en un susurro apenas audible cada vez que no la comprendía—. ¿Estás bien?

Lo estaba. Sí. Suponía que lo estaba. Bien.

—Sólo estaba pensando.

—¿En algo malo?

—No, no. Yo sólo... —mordiéndose el labio, el chico trató de respirar con calma, y luego sonrió. Fue una sonrisa pícara, divertida, del estilo de las que solía usar Jongdae justo antes de uno de aquellos comentarios que hacía de vez en cuando y que les daban ganas a todos los demás de golpearle con un objeto contundente en la cabeza—. Estaba pensando en que no tendrías por qué estudiar tanto, ¿sabes?

Chanyeol parpadeó sin comprender, y él se echó a reír.

—¿Eh?

—Deberías robar el examen, este también. Infiltrarte donde quiera que guarden los exámenes de esta beca, al estilo Misión Imposible, y escaparte de allí con él. Seguro que te iba a salir más seguro que estudiar tanto, ¿no crees?

Ante esto, Chanyeol arqueó las cejas, tratando visiblemente de no sonreír. Si en algún momento había pensado que Baekhyun estaba preocupado por algo, probablemente en ese instante se le olvidó.

—Baek, por favor —protestó—. ¿Otra vez?

El chico sonrió y se encogió de hombros.

—Ya sabes, tenía que intentarlo.

--

Para cuando Baekhyun quiso llegar a darse cuenta, ya era de noche al otro lado de la ventana, y la hora de cenar se acercaba. Chanyeol tenía una pila de libros concienzudamente leídos y subrayados al lado de la cama, y él había escrito, subrayado y coloreado tanto que prácticamente no sentía los dedos – por no decir que había gastado la tinta de la mitad de sus rotuladores.

Todavía les quedaba trabajo por hacer, pero todo estaba casi acabado. Con suerte, podrían acabar en dos o tres horas.

—Baek, voy a buscar algo comestible a la cocina. ¿Tú quieres que te traiga alguna cosa?

Con una sonrisa, Baekhyun dejó el bolígrafo sobre la mesa y se giró hacia él.

—Es la quinta vez en una hora que vas a buscar comida. ¿Es que tienes un agujero negro en el estómago o qué pasa?

—Necesito energía para estudiar —replicó Chanyeol, levantándose de la cama de un salto—. Ya solamente me queda repasar un par de libros; no voy a flaquear ahora, ¿no?

Baekhyun hizo amago de soltar un suspiro considerablemente exagerado pero, en el fondo, estaba de un humor demasiado bueno como para abusar del sarcasmo.

—¿Qué es lo que me queda por resumirte a mí? Me gustaría acabar antes de volver a casa.

—Ah —Chanyeol miró a su alrededor antes de señalar un libro que descansaba, solo, en la balda más alta de una estantería. Estaba muy arriba; tanto que Baekhyun no habría podido alcanzarlo por mucho que estirara los brazos—. Es ese. Dame un momento, y cuando vuelva de robar algo de la nevera te lo bajo.

—Puedo bajarlo yo —replicó Baekhyun. Porque solamente era media cabeza más bajo que aquel idiota y, definitivamente, no le parecía nada bien que a alguien se le hubiera ocurrido poner las estanterías tan altas—. Soy una persona de talla media; te digo que llego perfectamente bien.

Chanyeol le lanzó una mirada divertida desde el umbral de la puerta.

—Claro que sí, Baek. De talla media. Más bien de talla medio baja. Prueba a saltar un poco; a lo mejor lo alcanzas.

Gruñendo algo, Baekhyun le lanzó un rotulador pero, para cuando éste quiso alcanzar la puerta, el otro chico la había cerrado y se había marchado tarareando algo por el pasillo. Ofendido, se giró hacia la estantería y la observó con aire crítico.

Definitivamente, estaba muy arriba. Y aunque estirara los brazos o intentara saltar – cosa que Chanyeol nunca iba a descubrir que había hecho, porque era humillante – todo lo que conseguía era rozar el lomo de aquel maldito libro infernal con los dedos.

Tras un par de intentos fallidos en los que maldijo a toda la gente anormalmente alta del universo, Baekhyun decidió que, fuera como fuese, iba a conseguir bajar aquel maldito libro de allí y, tras echar un vistazo a su alrededor en busca de algo que pudiera servirle de ayuda, arrastró la silla en la que había estado sentado hasta ponerla bajo la estantería, y sonrió con satisfacción al darse cuenta de que podía mantener el equilibrio sobre ella con facilidad.

De repente, el suelo estaba muy abajo, y el libro infernal, a su alcance. Estirando una mano, lo aferró con cuidado, tratando de no desestabilizarse, y suspiró con tranquilidad al comprobar, una vez lo tuvo en sus manos, que no era un volumen muy grueso, ni muy pesado – lo cual quería decir que tampoco tendría mucho que resumir.

“Sistema de análisis de computadoras” rezaba el título, y Baekhyun recordó vagamente que la beca a la que se presentaba Chanyeol tenía algo que ver con las ciencias, o los ordenadores, o la programación. Por mera curiosidad, el chico hojeó el interior, torciendo el gesto ante los dibujos de ordenadores destripados y las fórmulas en binario que salpicaban las páginas.

—¿Cómo demonios puedes estudiar esto sin morir? —murmuró para sí, tratando de leer un párrafo (entendiendo lo que decía) y fallando miserablemente.

Estaba a punto de cerrar el libro y bajar de allí antes de romperse la cabeza cuando vio lo que a todas luces era un pedazo de cartón de colores, oculto entre dos páginas del último capítulo.

“Vaya cosa más rara que ha estado usando como señal” se dijo, sacándolo del libro para mirarlo. Cuando fue a hacerlo, se percató de que el papel estaba roto, partido toscamente por la mitad. Frunciendo el ceño, le dio la vuelta.

Y entonces fue cuando se percató de lo que era aquello.

La parte trasera de aquel cartón había sido uniforme, sin letras, únicamente impresa en colores brillantes. La delantera tenía el dibujo de unos globos. Y, justo debajo, un único mensaje, escrito en letras de color azul chillón, y que había quedado partido limpiamente en dos cuando el cartón se había roto.

“¡Por favor, ven a mi cumpleaños!”

—Oh, dios mío. No, no puede ser.

Baekhyun sintió que el libro que había estado sosteniendo se le resbalaba de los libros, súbitamente entumecidos, y lo oyó golpear contra el suelo. El sonido fue seco, fuerte, pero él apenas lo escuchó, concentrado como estaba en observar lo que tenía en las manos, en abrirlo con dedos temblorosos para acabar de confirmar lo que ya sabía.

Aquello era una invitación de cumpleaños, firmada por Park Chanyeol, dirigida a Byun Baekhyun y partida en dos mitades. Y, si bien el nombre de Chanyeol estaba escrito con aquella letra suya de siempre, apelotonada y horrible, la caligrafía con la que aparecía el suyo era casi delicada, con líneas rectas y trazos redondos, como si quien hubiera escrito aquello allí se hubiera pasado sus buenos diez minutos para asegurarse de que quedaba lo suficientemente bien.

Era un gesto extrañamente tierno, e increíblemente doloroso, y Baekhyun volvió a verse en la calle, algo más de tres años atrás, diciéndole a Chanyeol que lo dejara en paz y partiendo aquel mismo papel en dos, tal y como estaba ahora, sin ni siquiera mirar lo que había escrito dentro.

En su momento, se había sentido ligeramente mal durante una semana, y lo había dejado correr, con la conciencia más o menos tranquila, al ver que Chanyeol no había tardado mucho en sonreír como siempre lo hacía. Sólo ahora, al ver escrito allí su nombre en caligrafía inmaculada y redonda, y cómo las palabras estaban partidas en dos, sin medio posible para poder repararse, se dio cuenta de que, muy probablemente, le había roto el corazón a un niño de trece años que no había hecho otra cosa que querer ser su amigo.

Recordaba a Chanyeol agachándose, recogiendo los pedazos del suelo sin decir ni una palabra, y cómo no le había dado al gesto mayor importancia. Jamás se le hubiera ocurrido pensar que su vecino los hubiese guardado todo aquel tiempo.

Hasta entonces, siempre había pensado que Chanyeol estaba demasiado contento, que su mundo tenía que ser idílico y perfecto, pero nunca se le había pasado por la cabeza preguntarse si era o no feliz.

El mundo se tambaleó bajo sus pies, y Baekhyun se agarró a la estantería con tanta fuerza que los nudillos se le quedaron blancos. Sólo entonces se percató de que estaba temblando, como si no pudiera tenerse en pie; como si estuviera a punto de caerse al suelo y dejar de moverse.

—¿Baek? ¿Qué haces ahí arriba? ¿No te dije que ya me encargaba de bajar el libro yo?

Baekhyun se giró y ahí estaba él, preocupado, y confuso, y perfecto. Park Chanyeol, que lo miraba desde el umbral con aquellos ojos tan grandes, sin entender lo que ocurría; por qué no le respondía él.

—¿Todavía tienes esto? —dijo en un susurro, casi más afirmando que preguntando, y alzando la invitación rota para que el otro chico la viera.

Hubiera podido aceptar cualquier cosa – que Chanyeol se riera, que le gritara, que le quitara leña al asunto o que lo culpase por ello, tantos años después – pero no pudo soportar el modo en el que su rostro se cerró, como ya había ocurrido en el parque; cómo sus ojos se entrecerraron y perdieron brillo y la expresión se volvió vacía, neutra. Era como si no pasara nada, como si no sintiera nada, y aquello estaba mal.

—¿Eso? Lo metería ahí hace años; se me había olvidado que estaba.

—No —replicó Baekhyun—. No —aquello estaba dentro de uno de los libros de Chanyeol, de uno de los que estaba estudiando ahora. Durante un momento, se sintió tentado de decirle que no sabía mentir, pero luego se percató de que lo había estado engañando durante más de tres años—. Yo no...

—Baek, baja de ahí y dame eso. Vas a caerte si sigues subido a esa silla.

Chanyeol se acercó a donde estaba él, pero Baekhyun negó con la cabeza. Quería que se acercara, y que se fuera de allí. No sabía lo que quería.

—No —repitió, incapaz de decir otra cosa.

—Dámela, Baekhyun. Por favor.

Todo lo siguiente ocurrió muy deprisa. Chanyeol, que ya había llegado a su lado, trató de aferrarlo por la muñeca, y Baekhyun retrocedió, ahogando una exclamación. Lo siguiente que supo era que la tierra – o la silla – se estaba moviendo bajo sus pies y él caía hacia delante, con los ojos cerrados, hasta chocar con algo cálido, y después, el suelo, mientras la silla hacía un ruido de mil demonios al golpear contra la pared. Su cerebro estaba sumido en una especie de neblina, la sangre le martilleaba en los oídos, llenándole la cabeza de un ruido sordo, y lo siguiente que supo fue que lo que a todas luces eran unas manos lo apartaban del cuerpo cálido contra el que estaba apoyado y lo sacudían, como si quisieran hacerle recuperar un sentido que no había llegado a perder nunca.

—¡Baek! ¿Estás bien, Baek? ¿Te has hecho daño?

El chico abrió los ojos y vio a Chanyeol – no al Chanyeol de ojos duros y expresión neutra, sino al Chanyeol de siempre, sólo Chanyeol – mirarlo con los una expresión casi de pánico en la cara, como si temiera que se hubiera roto algo, a pesar de que Baekhyun hubiera caído prácticamente encima de él. Estaba muy cerca de su propio rostro, y tenía los ojos entrecerrados, y el chico se percató de que no veía bien.

“Las gafas” pensó. “Se le han caído las gafas”. Aquellas gafas que habían ido a parar al regazo de Baekhyun, que había aterrizado en el regazo de Chanyeol, que parecía empeñado en comprobar que no tenía ningún golpe.

—Estoy bien —murmuró, colocándoselas sobre la nariz, devolviéndole la vista. No llegó a rozarle la piel con los dedos, pero el gesto fue extrañamente íntimo, y el aire volvió a cargarse, a hacerse denso y pesado entre los dos. Súbitamente, Baekhyun fue plenamente consciente de dónde estaba, y de que allí no había nadie más—. Yo quería...

—Baekhyun —la voz de Chanyeol sonó ronca, y el chico no pudo dejar de mirarlo. Lo recordó otra vez, de niño, recogiendo los pedazos de una invitación rota antes de marcharse en silencio a su casa y quiso decir algo, tuvo que decir algo. Su cerebro ni siquiera parecía estar en sincronía con su cuerpo; todo estaba borroso.

—Yo no quería hacerte daño —susurró, su voz apenas un murmullo, un tanto suave, un tanto desesperado. Algo que, no sabía por qué, necesitaba decir.

—No. Me querías lejos.

—Pero ahora estoy aquí, ¿no? Estoy aquí.

—¿Lo estás?

No había sido una acusación, sino una simple pregunta, y Baekhyun asintió. Al hacerlo, se mordió el labio, y creyó ver cómo los ojos de Chanyeol seguían el movimiento, grandes, brillantes y oscuros. Su cerebro mandó una señal de alerta, su cuerpo mandó otra muy distinta, pero, confuso como estaba, fue incapaz de identificar ninguna de las dos. Todo lo que sabía era que quería que Chanyeol entendiera, y que su vecino olía sorprendentemente bien, y que necesitaba acercarse más a él.

Así que lo hizo. Y cerró los ojos, justo cuando empezaba a notar la cadencia de una respiración cálida contra su piel.

Baekhyun no sabía qué era lo que había estado esperando, pero estaba seguro de que unos golpes ensordecedores contra la puerta de la habitación, no. El súbito sonido fue como un jarro de agua fría, devolviéndolo de golpe a la realidad y haciéndole soltar una exclamación y apartarse de Chanyeol de un salto. Cuando lo miró, el otro chico parecía tan estupefacto como él, todo él ojos como platos y labios entreabiertos.

Ninguno de los dos dijo nada, y fue una tercera voz la que habló.

—Chicos, ¿estáis bien? He oído un golpe muy fuerte ahí dentro.

Ahora el cerebro de Baekhyun iba demasiado deprisa, pensando demasiado, a mil revoluciones por segundo. Recordó que Chanyeol tenía una hermana, y que estaba en la casa, y que la silla había chocado contra la pared cuando se había caído él.

—¡No ha sido nada! —respondió Chanyeol, levantándose del suelo tan deprisa como si le quemara—. Baekhyun se ha subido en una silla y casi tiene un accidente, pero estamos bien.

En cuanto hubo acabado de hablar, la puerta se abrió y Park Yura entró en la habitación como una tromba, observando primero a su hermano, pero caminando directa hacia él.

—¡Mamá va a matarnos como nuestro vecino se rompa la cabeza dentro de casa! —exclamó, riñendo a Chanyeol antes de sonreírle y tenderle una mano a Baekhyun, que la aceptó por puro instinto—. ¿Estás bien?

El chico asintió, y pronto Yura estaba hablando, diciéndole que no era seguro subirse a las sillas, y que tenía que velar por su seguridad. Estaba siendo amable, sí, y lo que decía tenía lógica, pero Baekhyun se sentía incapaz de escucharla, tratando, todavía, de descifrar lo que había sucedido un momento atrás.

Había estado fuera de sí, y se había caído, y Chanyeol lo había cogido. Hasta ahí bien. Pero lo que había ocurrido después... Había sido casi... Era como si... Algo que no podía ser.

“¿Se puede saber qué demonios está pasando conmigo?”

Notas finales:

Y... señoras y señores (si hay alguno :'D), me han dado las 5:15 de la mañana *llora*

Voy a estar muerta mañana en clase, pero vosotros tendréis un capítulo, aaaasí que más os vale dejarme comentarios, reviews y amor para agradecérmelo u otra vez me iré a dormir a una hora normal y os dejaré con la intriga durante un día más :D

Y hablando de reviews, me quedan dos por contestar. Me pongo a ello y me duermo.

Como detalle, decir que:

Primero: ¡Ya está publicada más de la mitad del fic! ¡Yay!

Segundo: A partir de aquí, todo va a ser ya trama, trama y más trama. ¡Así que podéis estar preparados para que la historia avance más deprisa a partir de ahora!

Dicho esto, volver a repetir que los comentarios me dan la vida; hacedme feliz y despedirme hasta el siguiente capítulo ;u;

R&R!


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