Ha pasado un tiempo desde aquel día en que nos separamos. Aquel día en el que te murmuré un “adiós” entre sollozos, y tú me abrazaste diciendo “no es un adiós, es un hasta luego”.
Ha pasado un tiempo en el que no he sentido tus brazos alrededor de mi cuerpo, rodeándome de calor.
Ha pasado un tiempo desde que no rozo mis labios con los tuyos, desde que me despierto solo en la cama, revuelto entre unas sábanas que ya no huelen a ti.
Ha pasado un tiempo en el cual he vivido estancado en un mismo momento: el momento de la despedida.
Hoy, vuelves a mí.
¿Me recordarán esos ojos inquietos, traviesos, con un brillo malicioso? ¿Se acordarán de mi cuerpo esas manos que tantas veces lo recorrieron? ¿Conocerá aún tu pecho mi frente, mi boca y mi nariz?
Las dudas llenan mi mente, y mi cabeza sufre punzadas de dolor por momentos. Los chicos me han ayudado mucho. Me han ayudado a vivir sin ti, porque yo no sabía. Y aún no sabría hacerlo si no fuera por ellos.
Por eso, cuando te veo sonreírme en la distancia –de apenas cinco metros, pero que parece la más grande que he tenido que recorre jamás- e inclinarte en una reverencia de noventa grados hacia mí, me quedo congelado.
¿Cuándo me has respetado de esta manera? Jamás te comportaste así ante mí.
Sin embargo, cuando miro tus manos, están en una posición extraña, señalando la puerta. Dirijo mi mirada hacia allí y veo, oculto entre gente de nuestra confianza, los directivos; nuestros jefes. Entonces, sonrío levemente y me inclino –en una reverencia menos pronunciada- hacia ti.
-¿Por qué nos han reunido aquí?-pregunta Kris al manager en susurros- Estamos muy cansados del viaje y sólo queremos dormir…
El manager le contesta algo breve que no logro entender y, acto seguido, ellos entran en la sala.
Allí de pie no parecen tan imponentes como lo hacen cuando estás sentado en frente, cara a cara. Se turnan para dar un largo discurso sobre lo mucho que han echado de menos a los de M, y lo mucho que nos hacían falta. Bueno, en eso no miente.
Luego, comienza a enrollarse con lo difícil que está la industria musical y no sé qué más. Es odioso. Pasan los minutos, siempre caminando, aunque parece que hoy lo hacen más despacio.
Sin embargo, ya casi al final de su prolongado discurso, acapara nuestra atención con una simple frase, que para mí parece como sacada del cielo:
-En conclusión, viviréis los doce con el manager, y a partir de mañana empezaréis a trabajar en la nueva canción juntos. Promocionaréis todos a la vez en Corea.
Abro la boca más que sorprendido, y por unos segundos mi máscara de seguridad total se deshace, dejando paso a una estúpida alegría infantil. Con un par de segundos más y un codazo de Suho vuelvo a recomponerme.
Treinta minutos, tres peleas por la ventanilla en la furgoneta y un par de pucheros más tarde, ya estamos llegando a la que será nuestra nueva casa. El manager nos explica que todo está colocado; es una casa lista para mudarse.
Nuestros objetos personales se irán trasladando con el paso de los días, y nuestro hyung dice que ya podemos dormir hoy ahí.
-No trasnochéis. Mañana empiezan los ensayos de la nueva canción y no me gustaría que parecieseis zombies- Sin embargo, la expresión de su cara es de resignación, como si supiese que no le vamos a hacer caso-. Kris, mañana a las ocho os quiero en pie.
El líder chino asiente y Suho finge enfadarse porque el manager no confíe en su capacidad de poner orden en los miembros, pero una sonrisa y un hoyuelo por parte del bailarín principal de M provocan que se olvide de su enojo.
-Comportaos bien- suplica, antes de salir del nuevo departamento en dirección al viejo. Él ya irá empacando algunas cosas.
Durante tres segundos, nadie dice nada, todos demasiado cohibidos como para moverse. Pero, de repente, estalla.
BaekHyun y KyungSoo se lanzan a los brazos de Chen, que los recibe con la sonrisa más abierta que tiene. A ese abrazo se unen MinSeok y ChanYeol, que los coge a todos en sus brazos y los intenta levantar. No lo consigue, y ya tenemos a cinco miembros desparramados por el suelo, que brillaba hasta hace un momento.
Kai abraza a Tao, que llora disimuladamente y balbucea en un coreano pésimo cuánto nos ha echado de menos a todos. Kris, casi con la palabra “PADRE” escrita en la frente, intenta levantar a los miembros del suelo, pero desiste cuando ChanYeol se cuelga de él como un koala.
Suho y Yixing están en una esquina del salón, muy apartados de todos, fundiéndose en un abrazo que podría derretir ambos polos del planeta a la vez. Puedo ver cómo cada uno le quita las lágrimas del rostro al otro, y sonrío cuando unen sus labios brevemente, muy avergonzados.
Luego, te miro a los ojos por primera vez en tantos meses que me apetece llorar todo lo que he aguantado este tiempo. Me sonríes, sólo para mí, y me encanta pensar eso.
En menos de dos pasos estoy tan cerca de ti que respiro tu aliento. No me atrevo a tocarte, aterrorizado de que al hacerlo te esfumes ante mis ojos, como si este día no hubiese llegado al fin. Como si todo fuese mentira.
Sin embargo, todas mis dudas se disipan al sentir cómo ahuecas la palma de tu mano contra mi mejilla.
-Eres tú…- murmuras.
Y oír esa voz suave y dulce de nuevo me vuelve loco, no me deja pensar con claridad. Aunque estemos delante de diez personas –que luego se burlarán de vosotros- rodeo tu cintura con los brazos y te acerco hacia mí, hasta que nuestros vientres se tocan entre sí.
Hundo mi nariz en tu pelo e inhalo tu aroma, ese que tanto echo de menos.
-Te amo- sonríes contra la curva de mi cuello-. Pero eso ya lo sabes.
Cojo tu cara entre mis manos y te beso, vertiendo todos mis sentimientos en mis labios, enseñándotelos de esta manera.
Las largas noches frías y oscuras en mi habitación, la añoranza de tus sonrisas cada mañana, la nostalgia a tus besos. Tú también me lo muestras, y puedo saber que te sentías de la misma manera que yo.
Me como, literalmente, tu boca. Te muerdo los labios hasta que te oigo jadear del gusto, y me tiro en el gran sofá contigo sentado encima de mí.
-¡¡Exhibicionistas!!- grita Chen, que ha conseguido escapar de los abrazos de oso de ChanYeol.
Murmuras algo contra mis labios antes de separarte, y con mi cutre sabiduría sobre el chino puedo entender algo como “envidia”, “Xiumin”, “gritos” y “todos estos meses”.
Sonrío de nuevo, estúpidamente feliz de tenerte entre mis brazos.
-Yo también te amo- te susurro en la nuca cuando te sientas entre mis piernas y apoyas tu espalda en mi pecho.
Puedo sentir tus leves temblores, y pienso que podría acostumbrarme a esto el resto de mi vida, que podría estar en esta posición días enteros, sin moverme.
Mientras reposo mi frente en tu hombro y beso suavemente tu espalda, pienso que esta nueva época que nos espera nos dejará totalmente satisfechos.