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Maestro en fantasmagorías por sleeping god

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Notas del capitulo:

Gracias a los que me acompañaron en esta historia, a mi humilde parecer quedó muy bien, pero la desición no es mía.

Lo dedico especialmente a  MAGG1827 que me apoyó-presionó para acabar lo que empiezo.

 

He recibido, escuchado y dicho frases tan útiles y típicas como: “es lo mejor”,  “no me hagas esto más difícil”, “cometimos un error al estar juntos”, “sabíamos que este día llegaría”, etcétera; sin embargo ninguna pudo salir de su boca ni aunque me retorciera en el piso, víctima de una agonía que más bien parecía la muerte.

-no me dejes—pido nuevamente y él, mi dios y mi rey, se niega a tener misericordia. Sonríe con pesar, como la risa de un reo que le informan que morirá en vez de él su amigo de celda, salvarse de algo terrible aunque no sea correcto. Yo sé que estaba salvándose dejándome… Pero… lo amo. Es una droga desde el primer día en esa cama donde le tuve más miedo a Grimmjow que a mi vacío existencial. El miedo me llevó caer en sus brazos, en sus ojos de asesino, en el sexo frenético, en todo; yo le tengo un terror que me deja extasiado, embelesado, loco de atroz amor.

Me acaricia el rostro y en sus ojos apagados sé que lo estoy dejando seco de a poco, más se siente muy bien su tacto sudoroso y frio.

-recuerda que te amo y de alguna manera siempre estaré contigo—dice alejándose de mí.

Las lágrimas siguen corriendo por mis mejillas, si no hablo es porque pedir algo no servirá.

Me duele.

No debió enamorarme si no me aceptaría, con todo lo que yo conllevo.

-te odio—le digo en un arrebato de celos a que se quiera más a sí mismo.

-¿Qué quieres que haga?—reclama en voz muy baja, avergonzado y humillado. Es un felino despojado de su sagacidad porque está derrotado y sabiéndolo no puede ni darnos la cara.

-quiero estar…

-¡es tu culpa!—me grita enfurecido y espantado de elevarnos la voz-¡tú eres el que no me ama! ¡Me odias! ¡Lo has dicho! Me estás matando… Ichigo… yo sé que me estás matando—cae al piso y, caminando en sus rodillas, termina aferrándose a mi playera, pálido como un hueso calcificado, con los ojos de alguien que no quiere ver más y a la vez con una curiosidad necesaria para seguir con vida que le abraza a mí—¿Quién es? ¿Qué quiere de mí?

-¿no puedes verla?—le pregunto por fin deteniendo el llanto pues ella limpia mis lágrimas como lo ha venido haciendo por años.

-¿ella? ¿Esa cosa es una mujer?—señala a mi espalda y sólo por un breve segundo puedo ver al demonio oscuro, sin forma, que atormenta a Grimmjow, después es mi madre: una bella  y agraciada dama amorosa tanto en vida como en muerte.

Se levanta el peliazul impresionado a la visión de mi dulce madre.

-¿Qué diablos…?—se aleja mas su miedo se redujo y con eso sonrío.

-sólo deben llevarse bien, Grimmjow. A ella no le agradas pero tienes que esforzarte.

-estás loco.

-¿Qué?—digo yo y mi mamá.

-que estás loco… ¡¿no le agrado?! ¡Quiere matarme, por todos los cielos!

-sólo quiero lo mejor para mi hijo—dice ella en tono maternal mientras me abraza—lo mejor.

-puedes ser mejor, Grimm.

Se transforma en el hombre que me aterra, lleno de fuerza y una decisión que doblega a la mía. Esa que me hace hacer lo que diga.

-sal de mi casa—me pide con el ceño fruncido en actitud de ataque pero sudando, con la ropa pegada y la frente perlada, controlando sus espasmos de las manos y las piernas que quieren ceder.

Nuevamente empiezo a llorar.

-no quiero—digo mientras mi madre me dice que ella se encarga y que me verá en casa.

-vete con ella—gruñe el felino acercándoseme y… besándome frente a mamá, quien odio vernos demostrándonos amor—o quédate conmigo. Renuncia a ella.

¿Qué? Jamás lo pensé.

-no puedo—me quejo pues por ella sigo bien, desde que murió a estado conmigo, protegiéndome, guiándome y enseñándome como si estuviera viva.

-déjala ir—me ordena apretándome los hombros—escógeme a mí—pide con desesperación en su rostro a la mujer que detrás nuestro se ha mantenido a partir de celos a los que se me acercan. Siento su odio a Grimmjow, un odio que es capaz de llevarlo al fondo más profundo del infierno a cocerlo y comérselo aun tierno.

-¡ALEJATE DE MI HIJO!

Es sólo una sombra de lo que realmente fue. Se ha convertido en una mentira, un cascaron, un ser atrapado por mis ganas de no madurar… y es tan grande que me sobrepasó, que ya no la veía destruyéndolo, pensando que era una prueba para que lo aceptara, que viviéramos los tres juntos ¡Que incauto! Tiene razón, yo lo estoy matando, no ella. Mato a ambos en esta y la siguiente vida por mi egoísmo narcisista.

Y veo a mi madre en él, detrás, como una sanguijuela que chupa su divinidad. Caminando a paso redoblado a un espejo, lo rompe con el puño y con torturante lentitud y precisión, se cercena el pecho a rebanadas delgadas de piel.

-te daré su corazón, hijo. Eso es lo que quieres—me informa con su masculina voz y una sonrisa que le ha deshecho.

Salgo corriendo sin mirar atrás porque no puedo escoger. Es decisión de mi madre y ahora que estoy frente a las opciones sólo puedo aplazarlo, dejarlo atrás, pensar que se solucionara sin mí.

Sin mí. Sin él. Sin mamá.

Creo que he matado a los tres.

 

He vivido en lo terrenal, después en el cielo con Grimmjow y esta noche es una temporada en el infierno. Me quema, arde, sufro desde adentro hasta salir por los poros de mi cuerpo. Castíguenme, he cometido un pecado y delito. Merezco sufrir pero si pudiera me vengaría de quien me manda esta moral que me hace castigarme, de quien me puso un corazón en la mitad del pecho para tener sentimientos humanos y de mi nacimiento en general. Al diablo conmigo y con todos. Todos menos Grimmjow. Lo siento. Perdóname, fui cobarde pero si sobreviviste al infierno más tiempo que yo debes ser más fuerte.

Mamá no ha vuelto ¡Maldito sea por encargarse de ella! ¡Lo odio! ¿Cómo? ¿Escogió por mí? ¿Dónde está?

Estoy tan solo, tanto que lo que busco no es a ninguno de los dos, ni una mano amiga, sino que la verdad que posiblemente no pueda soportar como una vida en el infierno terrenal.

Cuando lo veo a cambiado, luce recuperado y feliz, disfrutando el sol matinal dorado, sentado en una banca de un parque.

-me dejaste—recrimina en cuanto me ve.

-no sabía qué hacer—me justifico sentándome a su lado. Sigue siendo aterrador, aun más, cada vez más-debí escogerte.

-debiste quedarte a…

-cuidarte.

-cuidarla—replica—nadie es más que yo. La confronté en su plano y ahora yo soy tu fantasma eterno. Aunque no me dejó en las mejores condiciones.

Su voz es tétrica y escalofriante, eso que siento, las personas a mi alrededor también lo perciben por no verlo. La risa se filtra por el hueco de su estómago donde apagó miles de cigarrillos, se traba y rechina al igual que un tren oxidado su mandíbula hecha colmillos de animal y su pecho pelado se quedará rosa y jugoso ¡y aquí está el infierno! Se burla de mí. Él se venga porque nadie se burla de un rey, ni siquiera a quien ama. Él ya no teme porque los muertos no tienen pesadillas. La divinidad no puede ser maldecida. El rebelde de la muerte.

-pensé en ti, me dije que tenías una maestría en fantasmagorías que me volvió loco por completo, me aterraba y me atraía.

Por ti morí, por ti me quise morir de miedo. Tú y tu catedrática práctica me arrastraron al fondo del estudio con el que naciste. Y ahí me quedé por mi voluntad.

Se oscurece todo cuando tapa con su cabeza el sol y a los ojos de los mortales mi boca sangra siendo obra de sus dientes de mortal y colmillos de felino hambriento en un beso mortal y dulce.

Me da la bienvenida a nuestra vida juntos en la eternidad medida por un dios, uno de muchos, al cual nadie venera, sólo yo.

Notas finales:

Gracias por leer y hasta pronto.


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