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El príncipe de la muerte y el hielo por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de The rise of the guardians (El origen de los guardianes) pertenece rigurosamente a Dreamworks. Película basada en la serie de libros de William Joyce, 'The Guardians of Childhood' (Los Guardianes de la Infancia). Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

 

Personajes: Bunnymund, Jack Frost, Toothiana, North, Sandman.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, humor, Lemon, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

Secuela de El origen de los guardianes: Las crónicas de la muerte

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

El príncipe de la muerte y el hielo

 

 

Capítulo 04.- En sus manos

 

 

 

[Destino observó a su hermana, mientras ésta vendaba su mano, a unos pasos; Muerte hacía lo mismo por Cosmos. Una esfera oscura, de gran tamaño se encontraba a espaldas del mayor. Caos, su padre, había sido derrotado horas atrás.  Suspiró; sabía que no podrían retenerlo por mucho tiempo.

 

Fijó su atención en sus hermanos menores: Vida, era sorprendente lo mucho que ella se parecía a su padre: caótica, ruidosa; la razón principal, por la que no podrían retener mucho a Caos. Por otro lado, Muerte; silencioso, equilibrado.

Destino sonrió; su hermano menor apenas tenía unos cuantos siglos de edad, un recién nacido en los estándares que Vida había impuesto a sus creaciones y sin embargo, él estaba por poner una pesada carga en sus hombros.

 

—¡Definitivamente no! —gritó Cosmos. Oh, Muerte había tardado menos de los que Destino pensó. —Yo seré quien selle a Caos en su interior.

—Estás cansado. Caos necesita ser sellado en un cuerpo, cuya mente sea tranquila; Vida heredó  mucho de él y si ambos entrarán en contacto… sería una catástrofe; Destino ya de por si es un manipulador —el aludido carraspeo, un tanto ofendido por las palabras del menor.

—Y tú te fortaleciste con las muertes de las creaciones de Vida —dijo el hacedor del destino. —Él es nuestra única opción, Cosmos.

—Y demasiado joven para tener tanta responsabilidad.

—Puedo hacerlo —Cosmos se acercó a su hermano menor. Su apariencia en ese momento era lo que Vida llamaba un niño de 8 años; tenía el rostro redondo, grandes ojos violeta, como los suyos. Su mirada vacía, natural en él.

Azymo

—Déjame hacerlo —Cosmos era débil al menor; por Muerte, haría cualquier cosa. El infante besó la mejilla de su hermano y le sonrió. —Quiero ser yo quien te proteja está vez.

 

Destino supo esconder su satisfacción; Muerte había logrado desarmar a Cosmos y salirse con la suya.

 

 

 

 

Los días se volvieron semanas, las semanas meses y éstas a su vez años, hasta volverse en siglos; eones. Destino pintaba el camino que las creaciones de su hermana debían afrontar. Con el tiempo y para hacer que Caos permaneciera encerrado; Cosmos ordenó a Vida que todas sus obras tuvieran bien y mal y la capacidad de distinguir entre ambas, después de todo, si sólo existía bondad o maldad, tarde o temprano traería el desequilibrio, como lo comprobaron con la existencia del reino de la noche.

 

Destino paseaba por Edad de Oro (la mejor creación de Vida, luego de la tierra), invisible a los ojos mortales; a lo lejos divisó a un hombre; sonrió, estaba a unos pasos de convertirse en la destrucción de su mundo y llevar el terror a otros mundos. Iba de la mano de una pequeña niña, su hija: la futura Madre Naturaleza.

 

—En dos días… todo comenzará —dijo Destino y sonrió.

 

El rey sombra surgió, dando fin a lo que fue un magnifico y próspero mundo, del que solo sobrevivieron unos cuantos.

 

 

La tierra era un lindo lugar, se notaba que Vida dedicó gran parte de su tiempo y esfuerzo en su creación, era una pena que Pitch y esos monos estuvieran arruinándolo.

Destino y Muerte se encontraban en el palacio de su hermana. Sobre sus cabezas había esferas de diferentes tamaños suspendidas en el aire, en su interior, había un humo que cambiaba de color.

 

—Es interesante, ¿no crees? —dijo Destino. Muerte observaba, curioso, una de las esferas. Desde que selló a Caos en su interior, creció en pocos días, tomando la apariencia adulta; sus sentimientos por Cosmos desaparecieron, así como la mayoría de sus recuerdos y emociones; todo lo que le importaba era el equilibro… hasta ahora.

—Es un alma como cualquier otra; algún día llegará a mi reino y será juzgada —habló aparentando no importarle.

—Jamás pisará tu reino —bufó Vida, mirando a su hermano con molestia. Le quitó la esfera que contenía la nueva alma. —Será un espíritu, aunque todavía no decido su propósito.

—Deja que sea mía. Protegerá el paraíso.

 

Pero Vida no lo hizo. Cosmos supo que Muerte no era el único que quería esa alma; Zar Luna también la deseaba, quería que fuese un Guardián.

 

No quiero que Azymo se quede con esa alma. Hagan lo que sea necesario para que no suceda —Destino se sorprendió; Cosmos jamás le negaba nada a Muerte, aunque eso significara romper las leyes que él mismo creó.

—Deben ser… celos —se dijo Destino, pero aun así, él y Vida cumplieron el mandato de su hermano.

 

Por supuesto que Destino tampoco se esperó que Muerte brindara a Pitch, aliados para conseguir su objetivo, pero bueno, sus hermanos no estaban atados a sus designios, no como los mortales.

 

 

 

 

El alma nació entre los mortales, su nombre: Jack. Los años fueron pasando y Muerte permaneció cerca, incluso se dejó ver un par de veces. Cuando el chico fue tragado por el agua helada, Muerte lo tocó con su manto, protegiéndolo del dolor que conllevaba su destino fatal.

 

El mortal dio paso a Jack Frost: un espíritu del invierno, guardián de la diversión. Muerte intentó en muchas ocasiones acercársele, pero los servidores de Vida estaban protegidos por ella y él no podía llegar a Frost, a menos que éste fuese quien diera el primer paso.

 

—Bueno. Creo que es momento —dijo Destino y comenzó a preparar el camino para que Jack conociera a Muerte.

 

Oh, y vaya que lo logró, pero nunca se imaginó lo que ese encuentro ocasionaría. Muerte perdidamente enamorado de Jack, el Conejo de Pascua vuelto humano; confusiones, miles de vidas cegadas. Caos a nada de liberarse; Cosmos tomando el lugar de su hermano, pero lo que Destino no se esperó jamás, fue lo que el rey dijo antes de la fiesta de despedida:

 

—Tomen el corazón de Azymo y creen un… niño que sea de él y de… Jack Frost —Destino y Vida observaron a su hermano, aunque se veía tranquilo, sabían que por dentro estaba destrozado. —Quiero que mi hermano tenga algo, aunque sea un poco del ser que ama.

 

Así de grande era el amor de Cosmos.

 

Fue fácil para Vida robar el corazón de Azymo y cambiarlo por una imitación, para que Jack no se diera cuenta. Todo lo que tenía que hacer, era fundirlo y tomar un poco de la esencia del Guardián de la Diversión y esperar un poco.

 

—Dos almas imposibles deben crearse —se dijo Destino. Un “ying” no podía existir sin un “yang”; no podía haber un arriba, sin un abajo y no habría equilibrio con solo el hijo de Muerte, por eso, manipuló los porvenires de Jack, Conejo y aun el de la Cigüeña, para que ésta hiciese el trabajo sucio y diera origen a no uno, sino dos huevos.

 

Destino se encontraba con su hermana, ambos, aguardaban el momento para tomar a su sobrino.

 

—¡Mi señora! —gritó un ave blanca de largo pico amarillo y delgadas patas: una cigüeña, la encargada de llevar las nuevas vidas a los vientres de sus futuras madres.

—¿Qué sucede?, ¿Por qué haces tanto escándalo? —dijo Vida molesta.

—Lo lamento mucho, mi reina —se disculpó haciendo una reverencia —. Es acerca de Jack Frost y la orden de su Alteza Cosmos —tanto Vida como Destino lo miraron con atención.

—¿Qué sucede con él?, ¡habla ya! —le exigió exasperada.

—Como usted me ordenó, fui a dejar el huevo donde está el hijo de Lord Muerte y de Jack Frost, pero… —Vida comenzaba a perder la paciencia, si algo malo le había pasado a ese preciado objeto, Cosmos no sólo la iba a regañar, también la castigaría.

—¿Qué pasó con el huevo?, ¡responde! —gritó agitando violentamente a la pobre cigüeña.

—Vida, tranquilízate por favor —le pidió Destino separándola del ave. —Ahora, dinos que pasó con exactitud.

La cigüeña tragó grueso, aunque Destino conocía de sobra los detalles, debía aparentar lo contrario.

—Había… había dos huevos, uno contiene al hijo de Lord Muerte y el otro… al de E. Aster Bunnymund…

—¿Qué? —gritó Vida, más pálida que la nieve, se dejó caer en una silla que Destino creó para evitar que su hermana se hiciera daño. —Es mi fin. Cosmos me encerrará en la más profunda y oscura prisión… no volveré a ver la luz, ni los colores, ni…

 

Mientras su hermana balbuceaba, Destino se preparaba para la furia de Cosmos, cuando éste se enterara de lo sucedido, aunque, evidentemente, ambos huevos ya se encontraban en el interior de Jack, y no era posible interferir en el proceso, a menos que el guardián recurriera a un aborto.

 

—No importa, seguiremos de acuerdo al plan —dijo Destino con calma. —, cuando el feto cumpla la edad correcta, lo sacaremos sin que Jack se dé cuenta.

—No podemos —habló Vida un poco más calmada —, esos niños están unidos, si sacamos a nuestro sobrino, mataremos al otro y Jack se dará cuenta —suspiró derrotada.

 

De acuerdo, Destino no pensó que eso ocurriría, bueno, al menos no era una de las posibilidades que más le preocuparon

 

—No. Debemos decirles. Cuando nazcan, nos llevaremos al hijo de nuestro hermano, Jack tendrá al hijo de Aster y todos contentos.

 

 

Ambos, Destino y Vida, sabían que las cosas no serían tan fáciles como ella las decía; Jack no permitiría que le quitaran a su hijo o existía la posibilidad de no querer seguir con el embarazo, aunque los dos lo descartaron; Destino se iba a encargar de eso].

 

 

Destino observó a su sobrino abrazar a Nicolás, sonrió. Él había escrito para Eitel, permanecer con los Guardianes durante su infancia, pero una vez más, su familia era inmune o casi, a sus poderes. Sonrió cuando ambos hermanos se dirigieron a la terraza para estar a solas.

 

—De tal padre —dijo Destino sonriendo. Era una lástima que Cosmos hubiera perdido a quien amaba y peor aún, a manos de un mortal, razón por la que los odiaba.

 

Vida se acercó a su hermano, tenía el ceño fruncido y observaba la dirección que Eitel y Nicolás habían tomado.

 

—A Cosmos no le va a agradar —dijo la mujer. —Y te va a culpar —Destino miró a su hermana entre asustado y confundido.

—¿Por qué a mí? —Vida entrecerró los ojos, pero no aclaró las dudas de su hermano.

 

Destino suspiró. En el último siglo; Cosmos había adoptado una actitud demasiado… paterna para con Eitel, a quien sobre protegía, incluso más que a Azymo cuando era pequeño.

 

—Espero que Muerte no quiera unírsele —suspiró Destino, derrotado.

 

 

 

 

Nicolás observó a Eitel; su hermano lo había llevado a la enorme terraza, desde donde se podía ver parte del inframundo.

 

—Eitel —el aludido le sonrió, aunque sus bicolores ojos no mostraban sentimiento alguno, Nicolás sabía que su hermano estaba feliz.

—Te he extrañado —dijo el actual señor de los muertos. De entre sus ropas, sacó un pequeño cofre de madera que Nicolás reconoció inmediatamente —. Ha pasado un siglo desde nuestro último cumpleaños juntos —Eitel suspiró —. Feliz cumpleaños.

 

Nicolás sonrió; sus ojos cristalinos y cargados de felicidad. Abrazó a su hermano por el cuello y le besó la mejilla.

 

—Mi mejor regalo es tenerte de regreso. Te quiero —el príncipe sonrió. Un beso fue colocado en la frente del joven conejo.

—Siempre me han gustado tus orejas —susurró Eitel, atreviéndose a acariciarlas y haciendo que su dueño se sonrojara.

—Tonto —bufó, separándose, pero no parecía molesto. —Regresemos o mamá se enojará —sonrió. Su papá, Cosmos era igual (aunque no le diría a su hermano, ni a los Guardianes sobre la relación que su tío, su padre y él tenían, no quería que pensaran que los había cambiado por ellos), siempre preocupado por él.

 

 

Continuará…


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