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El príncipe de la muerte y el hielo por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de The rise of the guardians (El origen de los guardianes) pertenece rigurosamente a Dreamworks. Película basada en la serie de libros de William Joyce, 'The Guardians of Childhood' (Los Guardianes de la Infancia). Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

 

Personajes: Bunnymund, Jack Frost, Toothiana, North, Sandman.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, humor, Lemon, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

Secuela de El origen de los guardianes: Las crónicas de la muerte

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

El príncipe de la muerte y el hielo

 

 

Capítulo 06.- Invitación

 

 

Eitel se encontraba sentado en el trono que una vez le perteneció a su padre; jugaba con una carta de papel oscuro que recibió minutos atrás.

El emblema de Cosmos fusionado con el de Muerte relucía en el reverso de la hoja. En su interior guardaba la invitación que anunciaba el próximo enlace de sus padres.

No podía estar más feliz. Después de tantos eones, por fin estaban juntos; para el joven príncipe (así como para los otros primarios), no era un secreto el amor incondicional que Cosmos sentía por Azimo, ni lo mucho de lo que seria y fue capaz de hacer por que fuera feliz; la existencia misma de Eitel era una prueba inherente de eso.

 

Eitel se preguntó qué pensaría su madre, los guardianes y el resto de los espíritus al enterarse del matrimonio entre el soberano de todo y el señor de los muertos. No es que a sus padres o su familia les importara lo que ellos pensaran o dejaran de pensar; la mayoría de ellos ni siquiera fueron mortales, pero los que estaban al servicio del Zar Luna eran una historia diferente y los únicos a los que Eitel le importaba su opinión, especialmente la de Jack, su madre.

 

El príncipe sabía de los prejuicios en uniones de hermanos. Los mortales de ese reino que habitaban la tierra lo consideraban inmoral, asqueroso y vil.

 

¿Lo verían como una aberración?

 

Sabía que sus padres (por qué Cosmos también lo era), poco o nada les importaba lo que pensaran de ellos, —aunque, siendo sinceros, dudaba que alguien en su sano juicio manifestara su inconformidad a menos claro, que deseara un destino peor que la muerte —, pero él, Eitel, no podía evitar sentirse nervioso, ya que su situación era similar: estaba enamorado de su hermano, de su mellizo y Nicolás le correspondía.

 

Una sonrisa se apoderó de él; tan atípica como una nevada en medio del desierto.

 

Nicolás le correspondía.

 

—Buen día, Alteza —La expresión de Eitel regresó a ser la carente de emociones. La mujer caballero sonrió suspicaz.

—¿Qué sucede, Sirrah?

—Debo suponer que la alegría de mi príncipe no es por el pronto enlace de su padre —comentó ella, cruzándose de brazos.

—Lo es —dijo desviando la mirada, no quería sentirse expuesto delante de su amiga. Ella dejó escapar una risilla. Su joven Señor era tan transparente.

—¿Enserio? Hace ya un mes terrestre que cierto conejito se lanzó a tus brazos; declarando sus sentimientos a mi querido príncipe —dijo en tono pícaro —, ¿eso no tiene nada qué ver?

—Por supuesto que sí. Amo a Nicolás y estoy agradecido de que comparta mis sentimientos —Sirrah contempló el rostro del príncipe, su amigo, a quien conocía desde hace 99 años terrestres. Podía leerlo como un libro abierto: Tenía miedo y estaba preocupado.

—No comprendo por qué en algunos mundos el incesto es considerado “malo” o “depravado”, pero esas limitaciones y tontos tabúes no nos afectan a nosotros, los inmortales —se encogió de hombros, restando importancia al asunto.

—No todos aprecian las orgías, como ustedes, los caballeros —Sirrah dejó escapar una pequeña risita, no podía negar lo divertido que eran las fiestas de la orden, en verdad las extrañaba.

—Los mortales son tan aburridos —se quejó ella con tono infantil —, tendrían que dejarse llevar un poco. Sus vidas son tan… efímeras, y las desperdician con miedos y tabúes irracionales.

—Sin límites, los seres llegan a cometer actos terribles —era cierto, muchas guerras, genocidios e infinidad de barbaries, se habían cometido por que unos cuantos decidieron transgredir las leyes de sus civilizaciones, por sus deseos egoístas.

—Las limitaciones de los mortales son tan tediosas y la mayoría de ellas, estúpidas —comentó la guerrera —, las únicas leyes que importan son las que su excelencia, el rey Cosmos ha creado.

 

Eitel guardó silencio. Pensando. Meditando si debía o no expresar lo que su sentir.

 

—¿Crees que mi madre y los otros me odien? —preguntó preocupado, haciéndolo ver tan pequeño y frágil, como un niño —. ¿Crees que me alejen de Nicolás?

—Si se atreven a hacerle daño a mi príncipe, borraré su existencia —dijo Sirrah tan seria y fría que asustaría hasta el más valiente, pero no Eitel, al contrario, le hacía sentir seguro.

—Te agradezco, pero no quiero que asesines a mi familia —ella hizo un puchero, pero asintió.

—Si tanto miedo tienes de enfrentar a esos mortales, deberías pedirle ayuda a Su Alteza, el rey Cosmos para que te acompañe cuando les confieses la verdad.

—No creo que tener a los Guardianes y a mi padre en una misma habitación sea una buena idea —Cosmos seguramente haría algo aun peor de lo que Sirrah pudiera hacer, sin contar que él no sabía nada sobre su amor por Nicolás, solo su papá (Muerte).

—¿Entonces por qué no el príncipe Azymo? —Eitel negó con la cabeza; él y Aster no estaban en buenos términos y no quería que su relación empeorara aún más. Sus tíos tampoco eran buenos candidatos. Destino era un manipulador descarado y Vida, era demasiado… enérgica. Quizás su abuelo podría ayudarlo, siendo él, tan paciente y sabio, podría ser su mejor opción.

 

 

 

 

Contarle a su abuelo sus temores fue tan sencillo como hablar del clima. Padre Tiempo tenía esa cualidad (algo que pocos mortales aceptaban), de aligerar los corazones y aliviar sus penas.

 

—Solo díselos —aconsejó el hombre al tiempo que acariciaba el rostro inexpresivo de su nieto —. Son tu familia y te aman.

—Temo que alejen a Nicolás —Eitel bajó la cabeza. Sus ojos tenían un brillo de tristeza, la única muestra de sentimientos que el joven mostraba.

—Solo él puede decidir si se aleja de ti, es el mismo Nicolás —dijo dejando escapar una leve risilla —. Ustedes literalmente están hechos el uno para el otro —Eitel bajó la mirada, estaba ligeramente sonrojado.

—No se lo he dicho a padre, solo papá sabe.

—Cosmos es alguien de fuertes convicciones y un horrible temperamento —comentó a modo de broma —, pero aun así sería capaz de cortarse cada extremidad de su cuerpo si con eso logra hacer feliz a Azymo y por supuesto, a ti.

 

Eitel guardó silencio, pensando, analizando las palabras de su abuelo; sabía que Cosmos le quería y amaba como a un hijo y que lo apoyaría incondicionalmente; aunque no estaba seguro si estaría enojado por no tomarlo en cuenta desde el principio, por sentir algo por el hijo de las dos personas que más le han desafiado, ¿tardaría demasiado en perdonarle?

 

—¿Crees que se enoje? —Padre Tiempo sonrió. Pasó una mano por la cabeza de su nieto, dándole una caricia gentil.

—Oh, definitivamente se va a enojar —Eitel dio un respingo poco natural en él, lo que ocasionó que su abuelo se riera con ganas. —Estará enojado, sí, pero no por lo que tu corazón decidió, no, lo hará porque no tuviste la confianza de acudir a él en primer lugar; pero su furia no será contigo, será…

—Con él —Padre Tiempo asintió.

—Estará enojado consigo mismo por no ser lo suficientemente bueno como padre…

—Eso no es cierto. Él es increíble —el anciano sonrió abrigando a su nieto en un cálido abrazo.

 

 

Eitel sentía que había sido una de sus peores ideas invitar a los Guardianes a tomar el té en su palacio, aunque en su defensa, era un lugar donde se sentía seguro, en especial, teniendo a Sirrah de pie detrás suyo y a su abuelo junto a él.

 

Miró a cada miembro de su familia: Norte trabajando en un nuevo juguete, Thootiana daba órdenes a sus pequeñas hadas, Meme conversaba con Padre Tiempo, Aster y Jack hacían lo propio, mientras Nicolás estaba apartado de todos y lucia nervioso.

 

 

—Yo… me alegra que pudieran aceptar mi invitación —dijo Eitel. Estaba nervioso, pero agradecía que su naturaleza ocultara sus emociones. Los Guardianes sonrieron.

—Gracias a ti por invitarnos —respondió Conejo. —¿Podemos saber por qué? No es que nos moleste, nos alegra pasar tiempo contigo hijo, es solo que…

—No es común que sea tan repentino —finalizó North. Eitel se mordió el labio, miró a su abuelo, quién solo le sonrió, asintiendo con la cabeza.

—Pronto se anunciará la unión de dos Primigenios.

 

La mesa quedó en silencio, nadie parecía saber qué decir o qué hacer; ¿Cómo abordar el tema sin lastimar a Eitel?, Él parecía feliz con la noticia, lo que era bueno, pero los Primigenios eran hermanos, la unión entre ellos estaba mal, era incorrecta… asquerosa.

 

—¡Que buena noticia! —exclamó Nicolás. Él también estaba incómodo, pero por razones distintas al resto de su familia.

—Eh… si… que… buena noticia… jeje… —Hada tartamudeo antes de optar por tomar té para evitar decir algo indebido.

—Y… ¿Quiénes se casan? —cuestionó Jack mordiendo el interior de su mejilla.

—Cosmos y Muerte por fin se decidieron a dar el paso —respondió Cronos con jovialidad. Aquello fue como un balde de agua fría para el Guardián de la Diversión, quién se excusó para dejar la mesa e ir a tomar un poco de aire.

—Iré con él —dijo Aster, pero Eitel le dijo que se encargaría, necesitaba saber qué estaba mal. Sirrah lo acompañó en silencio, manteniendo una distancia prudente.

 

No fue difícil encontrar a Jack. El eterno adolescente se encontraba en la gran terraza que daba a la fuente congelada.

 

—¿Mamá? —Jack le daba la espalda en ese momento, lo que le impedía ver su rostro y lo que este reflejara —¿Te sientes mal?

—¿Desde cuándo Muerte y Cosmos son pareja? —preguntó sin sentimientos. Eitel se acercó a su papá y le contó del gran amor que ellos sentían, de como Caos provocó su separación y como Azymo poco a poco fue recuperando sus sentimientos.

—Así que solo me usó… —murmuró abrazándose a sí mismo.

 

Eitel se quedó callado, lo que Jack había dicho lo tomó por sorpresa y le confundieron. ¿Acaso Jack…?

 

—Papá te amó —le aseguró el joven gobernante —. Creó un corazón que sirvió para dar origen a mi existencia.

 

Jack miró a su hijo, una mezcla de tristeza y enojo gobernaban el azul de sus ojos.

 

—Mamá, ¿aún estás enamorado de papá?

 

Si Frost iba a responder, Eitel no lo supo pues Aster escogió ese momento para entrar.

 

—¿Jack?, ¿Te encuentras bien? —el aludido respondió, alegando que solo había sentido calor y al ser débil a las temperaturas altas, necesitaba refrescarse un poco. Aster lo miró extrañado, pues no había sentido ningún cambio en la habitación que pudiera incomodar a su pareja (más allá de la noticia), sin mencionar que se encontraban en el inframundo.

—Lo siento mamá, yo también sentí el cambio, pero como no me sentí enfermo, no quise hacer un revuelo y me olvidé de que tú no tienes la misma resistencia que yo —Jack le sonrió, agradecido con su hijo por cubrirlo. —¿Regresamos? Le pediré a los sirvientes que pongan más atención al clima.

 

 

La incomodidad no se había disipado en la mesa, en especial, por qué Nicolás se atrevió a preguntar si dos hermanos podían casarse, aprovechando que Cronos también se ausentó.

 

—Es incorrecto. Está mal —dijo North y Meme asintió con la cabeza, pero el menos no se dio por vencido, él quería saber la razón por la que su unión con Eitel sería mal vista.

—Bueno… los hermanos no pueden casarse porqué comparten sangre, son familia… es… asqueroso —las palabras de Hada hicieron que Nicolás tuviera ganas de llorar, pero se contuvo lo mejor que pudo.

 

Sirrah frunció el ceño, su mano se cerró alrededor de la empuñadora de su espada, pero Eitel la detuvo con un gesto. Esta era su lucha.

 

—Es gracioso que lo digas, abuela Toothiana —Eitel había regresado a la mesa junto con Jack y Aster. Estaba enojado, pero sabía ocultar sus emociones tan bien que solo Sirrah podía leerlo.

—¿A qué te refieres Compañerito? —Eitel miró de reojo a Conejo y con tono condescendiente dijo:

—Ustedes son hermanos —no quería hacerlo, en verdad no era su deseo, pero sus palabras estaban lastimando a Nicolás y eso, eso sí que no lo permitiría.

—¿De qué estás hablando? —cuestionó Jack, tan confundido como todos los demás.

—Zar Luna le dio sus poderes. Zar Luna es quién los hizo lo que son ahora —dijo Eitel al tiempo que ocupaba nuevamente su lugar y Sirrah se apresuraba a servirle té. —Su poder corre por sus cuerpos, uniéndolos de la misma forma que la sangre —el Señor de los muertos dio un sorbo a su té —. Así que, Aster y Jack son hermanos, a fin de cuentas.

 

Las expresiones de los Guardianes no tuvieron precio, lo que hizo sentir bien y culpable a Eitel por partes iguales.

 

—No son humanos, son espíritus, ustedes no están atados a los prejuicios de ellos —hizo una pausa para mirar a Aster y Jack —. Si así fuera, ustedes no podrían estar juntos por infinidad de razones.

 

No había necesidad de decir lo que ya sabían. Aster era un conejo, un animal, y Jack un humano (zoofilia), los dos eran hombres (mal visto, aún en estos días), Frost era un adolescente y Bunny un adulto (pedofilia), pecados que en algunos casos se consideraba más graves o asquerosos que el incesto mismo.

 

—Por suerte no son humanos —finalizó Eitel antes de marcharse junto con Nicolás y Sirrah detrás de ellos. No pensaba dejarlo con ellos, no estando en tal estado.

 

Continuará…

 

 

….

 

¿Sigo viva? ¡Sigo viva! Jejeje, bueno, estoy tratando de retomar mis fics abandonados, pero recientemente entré a la escuela los domingos y trabajo de lunes a sábado, así que no tengo mucho tiempo.

En fin, espero les guste y espero tratar de terminar este fic en uno o dos capítulos.


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