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Quiero derretir tú frío corazón con cada una de mis ardientes caricias. por koru-chan

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Capítulo dos:


Un demonio en la cama


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Cuando emergí hacia el estacionamiento y logré divisar el característico auto de mi jefe, caminé a paso seguro hacia él. Éste, quien me esperaba apoyado de espalda contra el capó, fumaba y expulsaba sensualmente el humo de aquel cigarrillo. Cuando su vista me captó le sonreí mordiéndome el labio inferior. Éste, tan serio como de costumbre, no se inmutó. Y sin intercambiar palabras conmigo, arrojó la colilla al suelo, pisó esta con su suela y tornó hacia el interior de su auto. Me detuve oyendo el fuerte cierre de la puerta. Chisté cerrando mis ojos para luego retomar mi andar con un ligero trote en la acción. Me apresuré abriendo la puerta del copiloto y, con el aliento agitado, ingresé al interior de aquel elegante Mustang rojo.


―¿Dónde vamos a…―no al cansó a completar la frase porque lo interrumpí halando su corbata hacia mi cuerpo. Sentí su aliento impregnado en nicotina y aquello me prendió aun más. Deposité mis labios contra los suyos. Debía admitirlo, deseaba desde hace tiempo devorar su boca. Como me lo esperaba en un principio, su recibimiento fue reacio; pero poco a poco fue accediendo a aquel frote húmedo de nuestras cavidades.


En el proceso de aquel suceso, enredé una de mis manos en su cabello rubio y suave mientras acoplábamos nuestras bocas de mejor forma; casi como si nos estuviéramos entendiendo. Pero el aire nos faltó rápido y tuvimos que separarnos de forma brusca. A escasos centímetros de su rostro no podía apartar mis ojos de su boquita que respiraba agitada por aquel repentino beso. Su cara mostraba una mueca llena de incertidumbre. Dudaba que aquello fuese buena idea. Después de todo era su subordinado.


―Me encanta esa marca de cigarrillos―hablé en voz baja y sensual acariciando el delicado satín de su corbata pasando hacia la línea de los botones de su suave camisa. Esta vez, fui yo quien se aproximó y, bajo su atenta mirada, rocé sus labios contra los míos mientras pasaba, sensualmente, mi lengua por aquella piel caliente sintiendo, aún, su sabor mentolado de su boca.


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Con brusquedad lo senté sobre su cama quitándole con desespero su chaqueta y camisa―la cual ya estaba abierta por el intenso preludio hacia el trayecto a su cuarto―dejando al descubierto su pecho tostado y suave. Bajé el ritmo del beso alejando un tanto nuestras bocas para tomar el esquivo oxígeno que no nos dejaba continuar con nuestro cometido placentero de comernos a besos.


Tumbé aquel cuerpo jadeante y caliente situándome sobre sus caderas para recorrer su anatomía libremente. Deslicé mi nariz a través de su cuello para llegar a su pecho donde me sitúe encantado. Mordisqueé la zona enfatizando, descaradamente, con sus pezones los cuales tironeé, lamí y succioné a mi antojo. Me alejé escasos centímetros de él apreciando como su torso había quedado regado de hermosas manchitas rojas. Sonreí satisfecho.


Exhalé regalándole pequeños besitos húmedos mientras bajaba haciendo un caminito de saliva hasta toparme con la costura de sus pantalones. Masajeé el bultito que se estaba formando bajo la tela provocándole sutiles jadeos producto de mis ansiosas caricias. Desabotoné con lentitud su prenda inferior, percibiendo como con dificultad se alzaba, ligeramente, apoyándose de sus codos para mirarme. Respiraba agitado. Alcé mi vista chocando, de lleno, con aquellos bonitos ojos. Estos, aún, se mostraban dubitativo, pero no dijo nada y yo preferí no preguntar volviendo a su ingle donde me aventuré a sacar aquel pene semierecto.


Con su ayuda, retiré su ropa interior por completo mientras relamía mis labios para llevarme aquella carne caliente a mi boca. Sujeté, la base de aquel falo, con una de mis manos entreteniéndome con su glande mientras disfrutaba de aquella vista; las reacciones de mi amante de aquella noche, eran tan deliciosas…


Siseaba de vez en cuando, otras tantas jadeaba o gruñía con aquella boquita brillante y roja que mantenía entre abierta; sofocada por mis succiones habilidosas que le estaba otorgando. Sus mejillas ardían. Sonreí besando la punta. Me encantaba haber descubierto aquel secreto porque, si un tercero me contaba que mi jefe era gay y que, además, era sumiso en la cama, estaba seguro que me reiría en su cara.


Continué con mi labor sorbeteando aquel pene venoso que cada vez se volvía más duro dentro de mi cavidad. Con mi mano libre, acaricié mi pene oculto entre la molesta tela de mis prendas. Abrí, ligeramente, mis rodillas posadas sobre el colchón mientras bombeaba mi falo intentando calmar las ansias. Gruñí deseoso por aquella necesitada fricción al mismo tiempo que sacaba aquel miembro ensalivado de mi boca para gemir sin pudor por las caricias expertas que me otorgaba. Mordí mi labio inferior calenturiento mientras me frenaba para continuar.


Me llevé, nuevamente, su pene a mi boca. Esta vez lamí su extensión hasta llegar a los testículos. Por unos segundos me entretuve ahí mientras, con mi diestra, toqué su pequeño agujerito sintiendo como aquel hombre daba un respingo por mi intromisión. Junto a una sonrisita maliciosa levanté sus muslos dejándolo expuesto para mi deleite.


―¿Qué demonios… haces?―gimoteó fino. No lo dejé replicar en aquel momento porque escupí   en aquella abertura. Acaricié la apretada zona hasta que, cuidadoso, introduje un dedo. Jugueteé unos segundos sintiendo la estreches. Estaba tenso. Mordí la cara interna de uno de sus muslos metiendo, esta vez, dos de mis dígitos a su pequeña entrada al mismo tiempo que percibía como se retorcía inquieto por mí sorpresivo e invasivo actuar.


―¿Acaso es primera vez que haces esto?―hablé jocoso sacando, metiendo y estirando la cavidad mientras veía como él empuñaba, entre sus manos, las blancas sábanas bajo nuestros cuerpos.


―¿Eres… estúpido?―jadeó―. ¡Claro… que no!―me miró entre ofuscado y extasiado. No pude evitar reír.


―Tus acciones me dicen lo contrario―canturreé disfrutando de la situación. Saqué mis dígitos escupiendo, nuevamente, un poco de saliva en aquella zona para volver a introducir mis dedos―. Gírate―ordené disfrutando de aquel poder de mando. Vi como dócil se volteó dejando a la vista aquel bonito y bien formado trasero. Fui tentado: azoté una de sus nalgas. Oí como rezongó y como su rostro buscó el mío mirándome desaprobatorio. Le guiñé un ojo gustoso de su reacción.


Quité mis pantalones junto a mi ropa interior situándome sobre el suave colchón frotando, un par de veces, mi pene palpitante para acercarlo con lentitud a su dilatada entrada.


Ambos gruñimos al unísono; su estreches me iba a cercenar el pene, pero a la vez, me enloquecía sentir sus cálidas paredes envolverme y succionarme de aquella forma.


Me acomodé abriendo sus nalgas comenzando un vaivén lento y acompasado, intentando que se acostumbrara a la intromisión; aunque por los gemiditos entre cortados, aquello me decía que lo estaba disfrutando bastante.


Aprisioné su miembro con una de mis manos masturbándolo para comenzar, de esa forma, con las penetraciones más bestiales. Introduje mi pene de lleno en su trasero; lo saqué y lo volví a embutir viendo como aquel anillo ya se había dilatado y ya no cambiaba su forma cuando sacaba mi chorreante falo.


Lo tomé con fuerza de sus caderas sintiendo como sus piernas tiritaban y sus músculos se contraían al haber rozado su punto erógeno de improviso. Llevé con frenesí mis estocadas a esa zona, haciendo que se corriera sin ni siquiera haberlo estimulado más de la cuenta.


Sonreí continuando con un vaivén continuo, sintiendo como una corriente eléctrica me recorrió hasta descender de forma rápida a mis testículos. Gruñí al momento de correrme y siseé sacando mi pene de su interior mientras veía como mi esencia salía de su ano manchando parte de sus muslos. Masturbé un par de veces mi miembro viendo como aún salían algunas gotitas de semen para luego caer rendido sobre el lecho a un lado de aquel delicioso hombre.


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Capítulo tres:


Me gustaría… derretir tú frío corazón


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Sentí una mano cálida sobre mi mejilla. Abrí mis ojos desorientado por aquel gesto cariñoso. ¿No se supone que estaba con Akira? Pestañé enfocando mi vista. Efectivamente, me encontraba junto a él. Debía admitir que aquella acción me había descolocado a tal punto que, no pensé que me encontraba con aquel hombre.


―Despierta. Estamos a una cuadra―dijo mirándome de soslayo. Éste, lucía igual de aturdido que yo.


―Sí, sí. Estoy despierto―murmuré en medio de un bostezo. Tapé mis labios con una de mis manos y, mientras me acurrucaba hacia el otro lado, me di cuenta que estaba cubierto por su abrigo. Olisqueé la tela ajena sonriendo al mismo tiempo que sentía un extraño cosquilleó en mi estómago―. Que inesperado―susurré sin tener respuesta del conductor. Sentí un calorcito agradable recorrer mi cuerpo, mas no le di mucha relevancia a aquella reacción hundiéndome aún más en aquel confortable asiento de cuero negro mientras llenaba mis sentidos del aroma característico de su perfume.


Cuando detuvo el auto, me percaté que el débil sol de invierno ya no me daba en el rostro y que todo estaba un tanto más oscuro. El sonido del cinturón de seguridad al ser desabrochado, me hizo alzar mi cabeza. Estiré mi cuerpo intentando despabilar, completamente, mi cuerpo entumido.


Le tendí el abrigo a mi amante secreto y tomé mi bolso para bajarme del auto. Lo esperé mientras sacaba algunas cosas del maletero. Akira me miró de sesgo. Idealmente, prefería que llegásemos de forma separada a la oficina; pero él sabía lo obstinado que era.


Cerró la maleta y bloqueó su carro ignorándome mientras marchaba rápido hacia los ascensores. Lo seguí de cerca hasta que al final apresuré mis pasos llegando a su altura para, juguetonamente, rozar una de sus manos y entrelazar nuestros dedos. Pero mi osco jefe, retiró su palma de la mía como si esta tuviese lepra. Lo sabía. Era consciente que odiaba que tuviera gestos “románticos” en lugares públicos, pero amaba descolocarlo. Aunque, a veces, anhelaba sentirlo un poco más...


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Estábamos con la soga al cuello, la entrega de la propuesta final estaba por cumplirse y aún faltaban detalles importantes que mi equipo no lograba resolver. Bufé buscando una paleta cromática acorde con el proyecto. Estaba cansado de la monotonía; necesitaba distraerme. Miré su despacho y tras guardar el original me puse de pie. Habían pasado tres días y, aparte de hablar de trabajo en aquel lugar, no nos habíamos vuelto a juntar. Así que decidí invitarlo, por primera vez, a cenar. Siempre que nos juntábamos teníamos sexo y, eso, era todo; frío y fugaz.  Pero yo quería un poco más. Cada día que pasaba, deseaba entrar un poco más en él―y no en forma literal―para tener un lazo firme y no efímero.


Habían pasado dos meses en los cuales sólo nos acostábamos y… estaba algo aburrido. Nunca me había pasado. ¿Estaba harto del sexo? No jamás. Sólo anhelaba conocer los detalles más estúpidos de aquel hombre. Sentía como si hubiéramos empezado al revés y, la verdad, nunca había empezado una relación de forma “normal”, además, tampoco había durado tanto tiempo tirándome a la misma persona. Si era sincero conmigo mismo, estaba sintiendo cosas más allá por él; esperaba no ser el único que se estuviera involucrando sentimentalmente.


―¿Puedo pasar?―llamé su atención golpeando sutilmente la puerta de vidrio que estaba entre abierta y la cual me mostraba a mi jefe trabajólico inmerso en la pantalla de su computador.


―Siempre pasas sin mi permiso―me carcajeé por su contestación. Lo miré mientras cerraba la puerta detrás de mí. En ningún momento quitó sus ojos de la brillante y adictiva pantalla. Y yo quería que me mirara. Me acerqué animoso a su escritorio para posicionarme detrás de su silla para abrazarlo y hundir mi nariz en su cuello.


―Tengo privilegios―entoné en un ronroneo―. ¿Quieres que te traiga algo?―pregunté sintiendo que se tensaba con mi gesto dulzón y cariñoso.


―Ese es el trabajo de mi secretaria―se alejó de mí áspero como siempre.


―Bueno, déjame ser tu secretaria por unos minutos―sonreí buscando su boca para besarlo con diversión―… Así podría estar a tu disposición, señor Suzuki―pero éste se movió y sólo pude besar la comisura de sus labios.


―Puede entrar alguien―me reprendió―. Déjate de tonteras y vuelve a tu trabajo. Ya me enteré que tu equipo está bastante atrasado―hice un fugaz puchero mientras hablaba molesto. Mi atención fue omiso y, mientras rodaba mis ojos, me senté sobre su escritorio frente a él.


―Yo estoy perfecto con mi tiempo―recalqué―. Además, estoy cansado. Necesito una distracción―dije pensativo―. ¿Quieres ir a mi casa a cenar y ver una película?―pregunté mirándolo ansioso mientras fregaba una de mis piernas en su muslo de forma sensual y le guiñaba uno de mis ojos.


―Tengo mucho que hacer. Es imposible―me rechazó. Hice una mueca de medio lado prediciendo su respuesta. Era obvio, había trabajo que hacer, pero llevábamos días esclavizados en lo mismo. Unas horas de esparcimiento no mataba a nadie.  


Dejaría que las cosas se calmaran un poco, ya vendrían días más tranquilos y me podría desquitar con mi rubio mal humorado.


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Había pasado una semana y hoy, por fin, se había entregado todo a la imprenta―con uno que otro contra tiempo―y mañana era el día que nos iban a dar el nuevo proyecto. Ahora, simplemente, me relajaría. Me dolía la cabeza producto del estrés, la mala alimentación y el exceso de café. Aquel día me fui temprano a casa. Sabía que Akira estaría en una reunión hasta las cuatro de la tarde, por lo que dormiría un poco y luego lo llamaría para invitarlo a cenar; hoy no había excusa.


Con el cuerpo reposado, le mandé un mensaje antes de entrar a la ducha. Estaba expectante por una pronta respuesta; pero dejé mi teléfono a un lado mientras, absorto, pensaba en que ropa elegiría para esa tarde en medio de mi tranquilo tránsito hacia el baño.


Estaba feliz y ansioso.


Con una sonrisa miré mi reflejo mientras secaba mi castaña cabellera, cuando mi atención viajó a mi olvidado aparato sobre mi cama. Lo escuché vibrar y sonar de forma estridente. Corrí hacia el, pero ya era tarde. Tenía una llamada perdida y un mensaje. Me senté en la cama tras percatarme de quien se trataba. Lo iba a llamar de vuelta, pero, antes, preferí leer aquel texto que parecía ser su respuesta:


“No puedo. Estoy ocupado esta noche”. 


Mi alegría se fue junto aquel suspiro dolido que se me escapó de la boca. Segundo rechazo. Bufé recordando que yo actuaba de la misma forma con los chicos que sólo querían sexo y nada más. Acaso, ¿era el karma y ahora me tocaba a mí?


Había aprendido que el rechazo duele y quizás, ¿debía dejar de intentarlo…? Sonreí triste a mi teléfono.


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Aquella misma tarde, decidí salir al centro a comprar algunos víveres porque mis alacenas estaban áridas. Al menos no me iba a quedar en casa lamentándome e iba a hacer algo productivo por mi bien estar nutricional.


Estaba molesto, no lo negaría. Pero también sabía que había sido invasivo. Mi táctica iba a cambiar de forma definitiva. Sea lo que sea que estaba haciendo con Suzuki, no estaba funcionando; ser un loco desesperado por atención no era mi estilo. Iba a esperar por él, quizás, necesitaba tiempo para darse cuenta que YO era el amor de su vida…


―Soñar es gratis―exhalé aquello que terminó, más bien en un resoplido. Continué mi marcha por aquella calle. Estaba, completamente, abstraído en mi mente al mismo tiempo que―y sin darle mucha importancia―miraba las vitrinas y pequeños restoranes elegantes de aquel barrio. En aquello, fruncí mi ceño cuando mi vista se topó con un apareja de rubios…


Me detuve y retrocedí. La chica sonreía divertida cubriéndose la boca coqueta mientras, con la otra, golpeaba juguetona uno de los brazos de… ¿Akira Suzuki?


Mierda, ¿él era su acompañante?


Éste reía auténtico igual que la mujer quien parecía tener bastante confianza con el hombre. Mi corazón se apretó y mis oídos zumbaron…


Él sonreía, se divertía con aquella mujer. Ambos estaban gustosos de su amena compañía. Apreté mis puños de manera furiosa. Lo reconocía. Estaba actuando de forma visceral; idiota e impulsiva.


Me acerqué, a aquel café refinado que tenía una bonita terraza, a paso firme. Tenía entre ceja y ceja a aquel mentiroso hombre; de mí nadie se burla menos de aquella forma.


Abrió, desmesuradamente, sus ojos al mismo tiempo que dejó de reírse cuando estuve en su campo visual. Su sorpresa, tras verme en aquel lugar, era un cuadro de horror. Cuando me paré en frente de él su perfil buscó el rostro de la fémina quien, extrañada, intentaba entender que le había pasado a su cita tras aquel brusco cambio. Luego, éste nos miró a ambos, seguro más preocupado que avergonzado porque mí presencia iba a arruinar su romántica velada.


―¿Qué estás ha…


―Mentiroso―no alcanzó a terminar lo que iba a decir porque mi palma, que se dirigía a su bonito rostro, resonó de forma seca contra su mejilla provocando que el lugar se volviera silencioso cuando el eco se perdió. Lo miré unos segundos completamente desencajado de la realidad. Aquella piel, ligeramente tostada, se fue enrojeciendo de forma paulatina. Éste, mientras el sonido ambiente volvía, llevó su mano hacia su piel afectada y como si todo fuese en cámara lenta, sentí como alguien me tomaba con brusquedad del brazo para sacarme de aquel lugar mientras veía como la mujer que acompañaba al rubio me gritoneaba. No entendí lo que decía porque estaba inmerso en los ojos pardos de aquel hombre; que, como nunca, había sentido que me lastimaban cruelmente. Jamás dejaba que estas cosas me afectaran, pero todo había pasado tan rápido que ni yo entendía mi forma de actuar…


 


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Capítulo cuatro:


Palabras innecesarias


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―¿Podrías contestar esa cosa? Me está comenzando a doler la cabeza―me encontraba desparramado sobre la mesa escuchando como Takashima gruñía. Alcé la vista refunfuñando mientras rebuscaba mi ruidoso teléfono para apagarlo, pero antes de aquella acción, me percaté que era mi jefe quien me llamaba.


Seguro estaba despedido.


Bufé hundiendo mi rostro entre mis palmas para ocultar mi cara demacrada de los presentes de aquel bar―. ¿Para esto me llamaste? ¿No dijiste que te querías divertir como en los viejos tiempos?―refunfuñó. Luego hizo una pausa pensativo―. ¿Sabes?, no te entiendo. Hace unos meses me dijiste que no ibas a salir más conmigo porque estabas con este sujeto Suzuki y ahora… ¿Qué pasó? ¿Qué hacemos acá?―guardó silencio unos segundos.


―Creo que esto se llama despecho. Por eso decidí volver, supongo―balbuceé. Sinceramente no sabía qué hacía en ese lugar. Estaba bastante malogrado para interesarme en otro cuando apenas habían pasado un par de horas desde lo ocurrido; todo, aún, estaba muy fresco. El sujeto frente a mí me miró sin entender―… Tiene novia―aclaré.


―Ya y… ―movió su mano para que prosiguiera mi “aburrido” relato.


―… Me terminó gustando el hijo de puta… De hecho, más de lo que pensaba―fruncí el ceño volviendo a hundir mi rostro entre mis palmas. Mi acompañante se quedó pensativo mirando hacia un punto inexistente―. ¿Nada qué agregar? Dame un consejo o algo… ―imploré suspirando. Estaba decaído; sin ánimos. ¿Qué hacía ahí rodeado de personas alegres? Desentonaba completamente.


―¿De qué tipo de gustar estamos hablando?―preguntó intrigado.


―Principio de enamoramiento―esbocé, por primera vez, en voz alta. Vaya… estaba enamorado de él. Emití una carcajada corta con tintes tristones.  Mi amigo frotó mi hombro y mientras balbuceaba banalidades sobre el amor no correspondido, quité mi vista de él mientras asentía a lo que sea que estuviera diciendo. Posé mi codo sobre la madera de la mesa y mi mano en mi barbilla analizando la acotada periferia hasta llegar a la barra. Mis ojos se detuvieron ahí cuando vi a mi… ¿jefe? ¿Era él? Me quedé pasmado observando como bebía una copa completamente relajado mirándome con suma intensidad―. ¡Mierda!―susurré


―¿Qué pasó?―se alertó mi acompañante volteándose para ver lo que estaba observando―. Estaba hablando intensamente y a ti, al parecer, ya se te quitó el “enamoramiento“―. ¿Viste a alguien interesante?―miré desaprobatoriamente a mí castaño amigo, pero mis ojos volvieron al rubio quien decidió acercarse. Mierda, mierda, mierda…


―Después de lo que hiciste ni siquiera te dignas a contestar mis llamadas―se me erizó la piel al escuchar su voz dirigida a mí. Lo observé serio, pero luego llevé mis ojos hacia Takashima para pedirle “ayuda” de forma muda.


―No quiero hacer mal tercio, así que los dejaré hablar―entonó mi amigo. Vi con terror como éste me dejaba sólo.


―Hijo de perra―gruñí mostrándole el dedo de en medio groseramente mientras miraba molesto al rubio quien tomaba asiento donde anteriormente estaba el castaño. Bufé viendo como sólo estaba sentado sin mirarme y sin articular palabra alguna.


―¿Puedes decirme qué quieres?―me crucé de brazos mientras la suela de mi calzado picoteaba la cerámica. Estaba tan colérico. La situación era tan malditamente predecible. Seguro iba a mencionar algo como un: “Fue bueno mientras duró” o un: “Lo siento, pero no puedo seguir con esto”.  Que miserable basura. Juro que, si me decía alguna estupidez similar, era capaz de darle una segunda bofetada y una buena patada en las bolas.


Mi palma picoteó y formé un puño con mi diestra. Lo miré molesto mientras él seguía en silencio analizándome tan estoico como siempre―. Bueno, ¿vas a decir algo?―resoplé―. Además, no sé qué hace un tipo como tú perdiendo el tiempo en este bar gay―hice un ademán con mi mano―. No deberías estar con tú nueva noviecita―contraje mi quijada―. ¡Imagínate como se va a sentir cuando se entere que su varonil y totalmente heterosexual novio le gusta que se la metan!―hablaba entre dientes venenoso.


Mi desventaja número uno: No sabía afrontar este tipo de inconvenientes amorosos. Por eso las evitaba; por eso llevaba tanto tiempo sin darme licencia en sentir algo por alguien y, por ese motivo, me había vuelto superficial. Mi ansiedad tomaba el control y este terminaba en vómito verbal. Me carcajeé malicioso―. Me encantaría ver su cara asqueada cuando se entere que te gusta abrirte de cul…


Abrí mis ojos desmesuradamente cuando su boca, sorpresiva, atrapó la mia callándome en aquel instante.  Con desespero, interpuse mis manos en su pecho para alejarlo, pero fue inútil―. ¡Basta!―corrí mi rostro sofocado, pero este atrapó mi nuca forzándome nuevamente. Debía admitirlo, me estaba derritiendo; estaba cediendo…


Con la respiración entre cortada, volteé mi rostro viendo como se alejó. Suspiré intentando calmarme, pero era difícil cuando, aún, sentía su sabor en mi boca. Pasé, disimulado, mi lengua por mis labios―. Idiota… No tienes ningún derecho―bajé la voz terminando de hablar entre dientes mientras limpiaba con brusquedad mis labios recientemente ultrajados con tanta brusquedad.


―Disculpen. ¿Tiene algún problema con este hombre?―se acercó el sujeto del bar con aquel tono tan amable mientras me miraba con preocupación―. Si es así, le pediría que se marchara―se dirigió a mi jefe el guapo hombre junto a una sonrisa cínica. Aquel barman pasaba cerca cuando todo ocurrió y, tras conocerme se aproximó a nuestra mesa mirando con sumo recelo a Akira quien tenía una expresión de hiel frente al “intruso” y atractivo tipo que servía los tragos normalmente en la barra. Parecía que mantenían una pequeña guerra de miradas, Aquel rubio frente a mí se levantó brusco. Temí que, ahí mismo, se armara una trifulca épica como aquellas en la antigüedad cuando los caballeros se peleaban por la mano de la doncella… ¿Era yo la doncella?


―No, Kai. No ocurre nada―le sonreí coqueto y me interpuse entre los dos dándole la espalda a mi jefe riéndome avergonzado por la situación al sentir las miradas de los clientes sobre nosotros. Estábamos dando un vergonzoso espectáculo. Resoplé.


―Nos vamos de aquí―escuché a mis espaldas sintiendo, tras sus palabras, como aprisionaba mi muñeca de forma ruda al mismo tiempo que me halaba hacia la salida del bar.


―¡Mierda, Akira! ¿Qué estás haciendo?―tironeé para soltarme de su agarre mientras intentaba frenar su paso de una forma bastante inútil―. ¡Me tienes harto! ¡Suéltame, hijo de puta!―refunfuñé llegando al exterior luego de sortear todos esos cuerpos que miraban curiosos nuestro tironeo― . ¿Qué se supone que quieres? Acaso, ¿verme la cara? ¡Ya basta!, entendí el mensaje. Sino tienes nada que decir, está bien. Entiendo. Me queda claro que prefieres las vaginas en vez que te la meta, sobre todo un tipejo como yo―parecía un loco gritoneando palabrotas en la calle, mientras intentaba no tropezarme y dar de lleno con el pavimento producto de los forcejeos que ya me estaban sacando de quicio.


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Bufé completamente hastiado al encontrarme en frente de la puerta de su departamento; ese que frecuentábamos siempre que deseábamos tener sexo.


Encendió la luz haciéndome pasar. Al final… lo había seguido en silencio a su casa.


Desde la cocina me preguntó si quería algo de beber. No respondí; y, simplemente, me fui a sentar a la sala con un semblante decaído.


Después del forcejeo y mi incontinencia verbal, me introdujo en su auto y manejó hacia acá. Su estoico y excesivo silencio se me había pegado. Decidí que, si tenía algo que decir, lo dejaría hablar; lo escucharía y me marcharía.


Me tendió una copa de jugo y yo lo recibí sin deseos de beberlo. Éste se sentó en uno de los sillones individuales de la sala mientras bebía de su vaso. Me quedé unos segundos mirando el cristal que se estaba empañando por el frío líquido entre mis palmas.


―Aquella mujer… es mi hermana―sentí como si aquel recipiente húmedo casi se me caía de las manos al oír aquellas palabras. Lo dejé en la mesita de centro buscando sus ojos con incertidumbre. Éste pareció entender que, o no había escuchado bien o, no había entendido―. La mujer del café es mi hermana menor―me informó nuevamente mirándome sin ninguna expresión en su rostro mientras yo parpadeaba una y otra vez sintiéndome idiota por la situación.


―Qué vergüenza―balbuceé mientras sentía mi cara arder―. Acaso, ¡¿no me podías haber dicho antes?!―le grité. Y ahí estaba yo explotando nuevamente. Me puse de pie mirándolo irritado. Estaba tan enojado con él. Bueno… estaba enojado conmigo también. Ambos teníamos cierto grado de culpabilidad.


Bufé aproximándome a su figura mientras revoloteaba mis cabellos con desespero como si, aquel acto, alejara todos mis pensamientos destructivos. Cuando estuve lo suficientemente cerca, vi como cambió su semblante a uno enojado, mas una risita divertida se dibujó en sus bonitos labios―. ¿De verdad era tú hermana…?―pregunté ya más calmado mirándolo de forma intensa. Algo dentro de mí se sintió aliviado.


―Sí. Llegó hoy a Japón. Estuvo trabajando seis meses fuera de Tokio. Me pilló de sorpresa cuando me llamó y me dijo que estaba en la ciudad. De improviso me pidió que nos juntásemos en aquel café y mientras conversábamos de la vida, apareció un pequeño hombre que, celoso, me abofeteó furioso. ¿Sabes?, aún me duele la cara―llevó una de sus manos a su mejilla afectada haciéndome sentir pésimo. Chisté.


―No soy celoso―advertí. Quizá algo posesivo, medité―… Pensé que teníamos algo―susurré, pero luego negué―. Lo siento. Pero, también es tú culpa, ¿por qué no me contaste sobre esto? Me senté sobre su regazo, con ambas piernas situadas a cada lado de su cadera mientras besaba tiernamente su mejilla y me perdía mirando sus orbes color miel que parecían más intensos esa noche―. No, no tienes porqué darme explicaciones. Nosotros… no tenemos ninguna clase de relación. Que tonto soy―reí tímido luego de haber procesado mis palabras.


―… ¿Y lo que llevamos hace dos meses? ¿Eso no significa nada para ti?―me quedé con la boca abierta e internamente me sentí tan confundido. Tuve intenciones de alzarme de aquella posición, pero él me cogió de la cintura apegándome hacia su cuerpo.


Sentí su aliento chocar sobre mi boca y su intensa mirada me penetró hasta la médula. Enmudecí sin saber qué decir―. Pensé que no era necesario decir con palabras lo que tenemos―miró mis labios sensualmente haciendo que con este simple hecho mi respiración se agitara―. Tampoco pensé que fueras tan inseguro―y no aguanté más; necesitaba sentirlo.


Devoré su húmeda cavidad jugueteando, de inmediato, con mi lengua la cual, ansiosa, recorrió aquella boca ajena. Mi jefe, tomó el control mientras apretujaba mi trasero con sus manos provocando que se me escaparan pequeños jadeos; producto de aquello, el beso se cortó. Pero su boca no perdió el tiempo y se deslizó por mis mejillas, mentón, y cuello haciendo un caminito caliente.


Aturdido, percibí como me tomó en vilo recostándome sobre el sofá doble provocando, con sus caricias, que mi cuerpo reaccionara exageradamente.


Acarició mi pene oculto debajo de mis pantalones haciéndome temblar. Flexioné una de mis piernas con desespero sin saber que hacer. Aquel doble estímulo me estaba haciendo tocar el cielo. Su boca recorrió la sensible zona de mis pezones mordisqueando mi pecho llegando hacia mi vientre donde se topó con la hebilla de mi ajustado jean.


―¿Me la vas a chupar?―hablé juguetón. Éste alzó su cabeza, la cual estaba entretenido mordisqueando mi cadera, y me sonrió. Sus ojos destellaban fuego. ¡Mierda!, pensé que me correría al ver aquel gesto tan sensual.


Se acomodó entre mis piernas sin decir nada. Desabrochó el botón de mis pantalones, bajó el cierre y deslizó el borde elastizado de mi ropa interior. Gemí al sentir la tela de mis prendas rozar la punta de mi pene hipersensible. Con una mano tomó la base de mi miembro masturbándolo un par de veces de forma lenta percibiendo como mi vientre se contraía al intentar apaciguar mis sucias ansias de ver su boquita engullirse mí pene. Humedeció sus labios acercándose a la cabeza a la cual le otorgó una lamida y aquello fue suficiente para hacer que mi espalda se arqueara seguido de un jadeo descontrolado.


Enredé mis dedos en su cabello mientras hundía mi cabeza en los cojines de aquel sofá sintiendo como mi cráneo bullía calenturiento por aquellas succiones acompañadas de soniditos húmedos que me estaban haciendo perder la poca cordura que me quedaba.  


Jadeé sintiendo como engullía por completo mi pene en un sube y baja continuo, el cual iba subiendo el ritmo cada vez. Curve mi espalda al sentir como un cosquilleo bajaba hasta mi ingle provocando que intentara cerrar mis piernas para calmar aquellas sofocantes sensaciones, mas mi amante no me lo permitió dejándome casi sin hálito cuando sus succiones se volvieron más delirantes. Tomé, con brusquedad, sus cabellos gimiendo descontrolado al sentir como mi semen salía sin poder contenerlo más.


Me recosté exhausto sobre los cojines mullidos de cuero llevando una de mis manos a mi frente sudorosa intentando controlar mi respiración y mi pulso disparado. Pero sus labios no me dieron tregua. Sentí como estos, nuevamente, se paseaban por mi cuello expuesto donde, sin tapujos, mordió varias veces la zona al mismo tiempo que terminaba de desabotonar mi camisa. Me erguí sintiendo su respirar sobre mi clavícula. Con desespero busqué su boca y, cuando la encontré, nos besamos necesitados mientras nos sentábamos sobre el sillón uno en frente del otro.


Acaricié su pecho tomando su corbata para quitársela. Con lentitud solté su camisa rozando, mis dedos, en su suave piel dorada. Una vez abierta se la quité dejando al descubierto su apetecible dorso marcado y trabajado. Recorrí con regocijo su dermis, regándola de cálidos y tiernos besos mientras deslizaba mis manos hasta tocar la hebilla de su cinturón, el cual abrí y toqué deseoso el bultito que se escondía izado por mis caricias. Bajé el cierre introduciendo mi mano bajo la tela sintiendo la calidez de aquella carne gruesa y venosa. De fondo escuché leves suspiros de aquel hombre, lo miré fugaz. Dios, me tenía loco.


―. Te quiero sentir―exhalé en voz baja rozando el lóbulo de su oreja con mis húmedos labios ―… dentro de mí―me alejé sonriendo coqueto al ver su rostro pasmado, pero rápidamente pude ver como este cambió junto a una sonrisa cargada de lujuria. Siseó de gusto viendo como me acercaba a su rostro y como besaba, repetidas veces, su boca rojita.


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Enredé mis brazos en su cuello sintiendo como, poco a poco, introducía la cabeza de su pene en mi pequeño agujero. Si bien, no era inexperto en la acción, había pasado mucho tiempo desde que no era el pasivo.


―¿Estás bien?―gruñó en mi oído. Podía sentir como sus músculos se marcaban por el esfuerzo que hacía al reprimir sus deseos de penetrarme con violencia.


―Muévete. Estoy bien… Sólo me tengo que acostumbrar―dije en voz baja buscando su mirada, la cual chocó con la mía de forma dubitativa.


Poco a poco me comenzó a embestir en movimientos lentos mientras yo aprisionaba sus caderas entre mis muslos y no reprimía mis gemidos―. Más rápido―imploré en un exhalé clavándole mis uñas en su espalda sudorosa recibiendo una estocada que me hizo perder la escasa cordura. Arquee mi espalda casi al borde del clímax. Ya no daba más.


Enredé una de mis manos en su cabello sintiendo como volvía a penetrar aquel punto una y otra vez. Aquello provocó que una especie de corriente recorriera mi espalda y, esta, se terminó de derramar en mi entre pierna. Contraje mi cuerpo haciendo gruñir al hermoso rubio sobre mí, quien siseó al sentir como me volvía a correr manchando nuestros abdómenes.


Jadeante e inerte, quedé recostado sobre la tela de aquel sofá percibiendo como Akira quitaba su miembro de mi interior sintiendo, al mismo tiempo, como algo viscoso se derramaba fuera de mi dilatada entrada.


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Desperté en medio de la noche sintiéndome cálido y confortado por una dulce mano que me abrazaba protectoramente de la cintura atrayéndome hacia su cuerpo. Mi espalda estaba posada en su pecho, sintiendo su pulso pausado y tranquilo. Giré, levemente, mi cabeza observando su tierno perfil dormir sereno. Me di vuelta acurrucando mi cara sobre su pecho regalándole un par de besitos sutiles en la piel expuesta de su torso.


Cogí una de sus manos posadas en mis caderas, entrelazando nuestros dedos para acercar el dorso de su extremidad a mis labios besándola con dulzura―. Te amoesbocé en voz baja sintiendo como aquel hombre me apegaba a su cuerpo y como besaba mi desnudo hombro provocándome cosquillas y una sonrisa enternecida. Esa era su forma de decir: Yo también te amo…


Porque, a veces, no era necesario decir, con palabras, los sentimientos. Recién estaba aprendiendo que los gestos simples demostraban más que vagas frases que, con el tiempo, perdían su significado. Yo no lograba ver que ambos estábamos comenzando a sentir algo más profundo. Besé con sutileza sus labios recibiendo, con gusto, aquellos sentimientos que tanto temor me daban y que tanto anhelaba.


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fin

Notas finales:

Gracias por leerme♥

y mil gracias a las personitas que me dejarón un bonito comentario en el cap anterior THK! :3

Reviews?♥

c:

 


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