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El príncipe de hielo.. por JayStomp_virus

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No importaba cuantas veces repitiera la misma frase o de cuantos grados era la reverencia, Kim Sungkyu no le prestaba la mínima atención. 
En su mente, Sungyeol, había contestado de mil maneras ya a su propia disculpa y hasta se había pedido que dejara de estar en aquella posición tan incómoda. Era algo que solía pasar, con frecuencia se metía en líos y su amo gritaba e ignoraba cualquier escusa. Todavía no entendía cómo, a diferencia de con Woohyun, era tan frío con él.
Recordaba que el día que llegó a palacio todo le había parecido mucho mejor que en su anterior hogar, pero con el paso del tiempo había empeorado poco a poco. Cierto es, que era mejor que todos los lugares por los que había pasado, ya que nunca había tenido suerte. Solía, en los ratos que compartía con el chico moreno e infantil, hablar de las experiencias que habían pasado, reír entre anécdotas y bromas; pero en su interior Sungyeol siempre había envidiado de Woohyun que jamás lo habían vendido de noble en noble. 
Ciento ochenta y un centímetros de piel tostada por el sol, ojos rasgados pero saltones, labios ligeramente gruesos en el centro, pelo oscuro y largo. Cualquiera podía cumplir a la perfección esta descripción entre los plebeyos pero, en Viewtiful, así sólo era Sungyeol. Un joven lleno de ilusiones y algo torpe, que con su sonrisa era capaz de animar a quién se lo propusiera. No solía estar triste, tampoco es que pensara mucho en sí mismo, trabajaba cada día y por la noche estaba tan cansado que caía rendido en un segundo.
Cuando Sungkyu lo mando de vuelta a su cuarto, obedeció caminando lo más rápido que sus largas piernas podían y cerró la puerta .Golpeó el suelo con los pies enfadado y bufó malhumorado. Siempre sería menos que todo pero cuando lo infravaloraban de aquella manera tenía que contener sus ganas de gritarle al de dientes de conejo que no era tan importante.
Un golpe lo sacó de su propio problema y abrió la puerta cabizbajo por si su patada se había escuchado fuera de la habitación. Aliviado, dejó pasar a Woohyun y lo miró esperando a que hablara.
— Sungyeolshi, he hecho todo lo que he podido pero… —se había detenido fatigado y mirando apenado a su amigo. Ya que a lo largo de los últimos años se había formado entre ellos una relación casi de hermanos.
— Pero ¿por qué? — contestó nervioso, sabía que no había sido el mejor siervo pero pensaba que, en el fondo, Sungkyu a lo largo de todo ese tiempo ya se había acostumbrado a él. 
El moreno nervioso abrazó fuerte al más alto y negó con la cabeza aguantando las lágrimas contra su pecho. En el fondo, pensaba que Sungkyu, también se había acostumbrado a Sungyeol.
— Dijo que hoy será la última noche que pasarás aquí… la pasaremos juntos, ¿de acuerdo?
— Ah...sí — contestó nervioso y apretó contra su cuerpo a ese enano que siempre estaba a su lado.
Todo tiene un final, Sungyeol lo sabía pero quería creer que ese era su lugar, que no terminaría. Abrazado a Woohyun sintió que sus últimas horas en palacio estaban en marcha. Ambos, tumbados en el suelo, compartiendo secretos y sueños que jamás se cumplirían, se durmieron.


Todavía no podía creer lo que, su amigo, le había hecho. Resignado decidió caminar por el jardín y despejar la mente antes de dormir.
Myungsoo no era un gran fan de la botánica pero amaba la naturaleza. Desde pequeño había sentido una profunda admiración por la vida, las plantas, los animales, los seres humanos… todo era fascinante. Y desde la lejanía anotaba en su cuaderno cualquier cosa que a su parecer fuera digna de mención.
Aquella noche, apoyado sobre la hierba, terminó tumbado observando las estrellas. El contacto de las palmas de sus manos con los hierbajos le hacía estremecerse, la brisa que despeinaba su oscuro cabello, el silencio que sólo era completo si cerraba los ojos, las estrellas que parpadeaban reflejando su existencia, todo era hermoso. Pero el corazón de Kim Myungsoo estaba vacío.
Vacío, ausencia total, estas palabras estaban grabadas en cada centímetro de su cuerpo. Admiraba la belleza, analizaba cada rincón que le rodeaba y tomaba nota de las maravillas que encontraba pero no sentía nada.
Algunas cosas le gustaban, otras prefería evitarlas, pero cada vez que, ya en sus aposentos cerraba los ojos, se daba cuenta de que después de aquella jornada seguía sin sentir nada. Porque todo se iba y su corazón no retenía las emociones más de dos segundos.
Tras un largo descanso, Myungsoo se pasó la lengua por los labios y se levantó sacudiendo la ropa para que estuviera impecable, subió hasta su cuarto y ya dentro sacó del baúl su cuaderno. 
Anotó:
« Jazmín, luna nueva» 
Ya en cama volvió a ver hacia la ventana, que estaba justo en frente, se frotó la cara y se dispuso a dormir.
Frunciendo el ceño y bostezando, el príncipe de hielo, salió de la cama y procedió a hacer lo de cada día hasta que, por fin preparado bajó hasta la cocina. Allí se acercó a la jaula que encerraba a su prisionero y le acarició colando un dedo entre los barrotes, se acomodó en el comedor y desayunó.
A mediodía, cuando se encontraba leyendo, el servicio interrumpió, suspirando y apartando el libro hacia un lado indicó que pasara el invitado. Sungkyu sonriente entró acercándose a él y le agarró por el hombro.
— Tengo un regalo para ti, ya me lo agradecerás —alardeó su amigo vendiendo perfectamente aquello que menos quería.
Sin embargo Myungsoo no estaba nada contento con aquel regalo sorpresa tal y como expresaba también su cara. Resignado tras la insistencia que hizo el chico de ojos casi inexistentes accedió pero con una condición.
— Si en el plazo de un mes...Me es totalmente inútil, me desharé de él también, no quiero estorbos.
Sungkyu satisfecho, sonriendo de oreja a oreja sin poder disimular añadió:
— No te arrepentirás, tranquilo.
Ambos caminaron en silencio por el pasillo hasta la entrada trasera del palacio, uno feliz y el otro molesto. Allí un muchacho larguirucho y escuálido con el pelo largo esperaba cabizbajo moviendo un pie con nerviosismo sobre las piedras. Cierto era, que los siervos nunca tienen una buena apariencia, estaban para ser subordinados y vivir por y para su amo, su aspecto era secundario.
Cuando por fin llegaron hasta él tras un par de minutos de incómodo silencio, Myungsoo lo analizó de arriba abajo y despidiéndose de Sungkyu con un suave movimiento de cabeza le indicó a su nuevo inquilino que lo siguiera.

Notas finales:

Comentar porfi!^^


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