IV.-
Más tarde en la casa Kusama-Kamijou, Nowaki, Chibi-tan y Nana-sama tenían una amena charla: Nana-sama era la abuela de Hiroki, muerta de forma natural hace diez años, y había llegado a la casa antes que ellos. Asimismo Nowaki había montado junto a Hiroki la ofrenda de años pasados para Nana-sama y algún ánima olvidada, por eso ella lo conocía. Por otra parte era la primera vez que Chibi-tan llegaba a ese pueblo, pues como ánima olvidada y sin destino fijo tenía que ir a donde quiera que pudiera vagabundear.
–¡Qué bonito altar ha hecho Kamijou-san!
Sobre un altar de tres niveles cubiertos con papel blanco, descansaban varias veladoras, frutas como cañas, mandarinas, naranjas, guayabas, algunas calaveras de azúcar bellamente decoradas, flores de cempasúchil, nube y cresta de gallo, el sahumerio y otras tantas cosas que se distribuían estratégicamente sobre los primeros dos niveles. Cuatro hilos convergentes en un punto del techo sobre el altar se separaban hasta las esquinas, y sobre ellos se prendían varias piezas de papel picado de todos los colores. En el nivel más alto se encontraban las fotografías de Nowaki y Nana, la imagen de la Virgen de Guadalupe y un Cristo de madera (22).
–Hmmm… Kamijou-san hace un mole de-li-cioso –decía Chibi-tan después de darle un bocado a un tamal (23) bañado en mole
–¿Quién crees que le enseñó? –espetó Nana-sama
–Podrías venir para el año siguiente –propuso el ojiazul– Así podrías comer cuanto quieras
–Yo… no… de verdad no quiero ser una molestia, yo…
–Vamos, muchachito, no seas quisquilloso –Nana le revolvía los rebeldes cabellos castaños– Imagínate cuántas ánimas olvidadas quisieran tener familia o amigos que les recuerden
Miyagi casi se desmaya de la impresión cuando vio a una figurita cobrar forma hasta hacerse visible a sus ojos: era un muchachito de unos 17 años, de grandes ojos color gris, cabello corto y dorado cual trigo, piel blanca y tersa, vestido únicamente con una túnica gris con bordados en hilos de oro, y unas sandalias color oro.
–¿Tú e-eres Shinobu? –tartamudeó, evidentemente muerto de miedo
–Así es… ahora dime ¿Qué estás haciendo en mi casa?
–¿Tu casa?
–¡No, la del vecino! –espetó con sarcasmo– ¡Por supuesto que mi casa! ¡¿Qué haces aquí y qué hiciste con el estúpido disfraz de conejo que Risako…?!
Una sonora carcajada llenó el lugar, lo cual no le cayó en gracia al ojigris.
–¿De qué fregados te ríes?
–¡Definitivamente he perdido la razón! Estoy platicando con un muerto… –decía entre risas– y no cualquiera ¡con mi ex-cuñado!
–Aun no me respondes ¿Qué le hiciste al disfraz? –el menor perdía la paciencia
–¿No lo sabes?
–¿Enterarme de qué?
–Risako se mudó al otro lado del pueblo–el mayor dejaba de reírse, pero todavía había cierta burla en su voz– ¿Apoco no lo sabías? Con eso de que los muertos nos vigilan desde el más allá…
–¡No te burles! –la cara de Shinobu mostraba indignación– Dios nos deja venir al Mundo de los Vivos una vez al año, en la única temporada en que la muralla entre el Mundo de los Muertos y el de los Vivos es tan delgada que podemos traspasarla ¡¿Cómo se supone que sepa lo que pasa el resto del año?! –lo último lo hizo sonrojar, pues evidentemente se había equivocado de casa
Miyagi estaba asombrado. Había escuchado y leído tantas cosas respecto al más allá, pero no se comparaba con saberlo directamente de un ente proveniente de ese lugar. Consumido por su curiosidad, le pidió al difunto le contara sobre su mundo, no sin antes instarlo a tomar asiento en el petate y ofrecerle un poco de calabaza en tacha (24). El ánima veía con embeleso las expresiones de curiosidad y asombro que ponía el mayor conforme hablaba; asimismo el adulto se maravillaba ante los gestos que hacía el menor. Ambos inconscientes de que dentro de sus corazones brotaba un cálido sentimiento.
–Está equivocada –refutó Akihiko a la mujer– Nadie que ame con tanta devoción a su hermano como él lo hizo le olvidaría en un santiamén
–Es cierto –bufó ella– Pero hay algo que usted y casi todo el pueblo ignoran al respecto… –eso captó la atención del menor, y con un gesto la instó a continuar– pero antes de seguir, quiero mostrarle algo, sólo si usted está dispuesto a escuchar sea cual sea la respuesta a su pregunta
–De acuerdo –musitó con voz fría
Fue conducido hasta una pequeña choza de carrizos a las afueras del pueblo, oculta entre árboles y malezas. Suspiró pesadamente pensando en que pudo haber traído el auto. Una vez frente a la pequeña casita, la mujer hizo a un lado la cortina hecha con semillas y condujo al joven al interior, que era iluminado por la tenue luz de las velas puestas en una mesita con cuatro sillas.
–¿Y bien? –inquirió Usami secamente
–No coma ansias, Akihiko-kun… primero siéntese y ahorita le traigo un champurrado (25) y unos tamalitos, hay mucho de qué hablar
–Está bien –musitó, resignado
V.-
Hiroki ya había terminado de revisar los exámenes de sus alumnos. Iba a servirse un poco del mole que hizo, cuando escuchó algunos murmullos provenientes de la pequeña sala donde montó la ofrenda.
–¿Y a qué te dedicabas, Kusama-san? –preguntaba Chibi-tan
–Yo era médico del pueblo, verás…
Algunos años atrás, Nowaki abandonó su vida en la gran urbe para brindar sus servicios a ese pueblito. Un día un hombre llegó muy malherido, al parecer había sido golpeado. Unas curaciones, un intercambio de miradas y algunas palabras después, inició una bonita amistad que más tarde se convirtió en un apasionado romance y se selló en un admirable matrimonio. Sin embargo, como en toda historia, el mal no soportó ver tanta felicidad entre dos seres: un incendio en la pequeña clínica donde trabajaba había arrasado con las vidas de varias personas, entre ellas la suya.
Un par de lágrimas se deslizaron por las mejillas de Hiroki, quien se encontraba tras la puerta escuchando todo. Normalmente se hubiera aterrado por escuchar los murmullos cuando no había nadie, pero reconocía perfectamente esa voz, por lo que un nudo se formó en su garganta impidiéndole reaccionar. Aquello no pasó desapercibido para Nana, quien lo llamó.
–¿Abuela? –el castaño miraba para todos lados
–Aquí, en el petate junto al altar
Cuando volteó, vio unos manchones que poco a poco tomaban forma. El primero correspondía a una anciana de finas facciones, ojos color avellana, cabello largo y plateado recogido en un chongo, vestida con una túnica verde oscuro con grecas (26) bordadas en hilos de plata, y unas sandalias del mismo color. El segundo era nadie más ni nadie menos que su amado esposo Kusama Nowaki, quien portaba una camisa y un calzón de manta (27) con detalles bordados en azul metálico, y sandalias negras. Por último pero no menos importante, un castañito ojiverde de unos 17 años, con una túnica blanca con detalles en varios colores, que traía en tobillos y muñecas varios brazaletes hechos de semillas, además andaba descalzo. Más lágrimas brotaron de sus hermosos orbes sin poder evitarlo.
En la casa de Miyagi Yö sucedía otra cosa. Shinobu terminaba su relato, que básicamente hablaba sobre su viaje de dos días a través de un río muy caudaloso y peligroso, los estratos del inframundo por los que pasaban antes de llegar al Limbo, y lo importante que era para las ánimas del Mundo de los Muertos que sus vivos les recibieran. También narró la forma en la que murió: una noche de tres años atrás salía con unos amigos a pedir 'quinto a la calavera' (28), con los disfraces que Risako diseñó y les obligó a ponerse. El grupo de chicos iba muy alegre, sin percatarse que el ojigris había sido raptado por un desconocido en un callejón, para luego ser abusado y estrangulado ahí mismo.
–Oh, por Dios –el mayor estaba horrorizado. Esa no era la versión de la historia que la familia Takatsuki y él conocían, pues tenían entendido que un animal ponzoñoso mordió al muchacho en el trayecto y el veneno actuó tan rápido que perdió la vida en un callejón.
–Más te vale no contárselo a ella –sentenció el ánima gélidamente– aunque es odiosa, es mi hermana y no necesita sufrir más de lo que ya ha hecho
–Pero…
–¡Si te conté esto fue porque me inspiraste confianza! Y por ello confío en que lo dicho no saldrá de tu boca –y luego agregó, un poco más relajado: –Además si se lo dices y te pregunta quién te dijo, no te creería si le explicaras que yo lo hice
–Está bien –bufó resignado– tú ganas
–Por cierto, las personas de la foto…
–Mis padres y mi sensei, a quien estimé mucho
En la chocita, Akihiko y la anciana, de nombre Xóchitl, se encontraban en la mesita tomando los alimentos. Xóchitl ya le había relatado algo: un año antes de la muerte de Takahiro, el mismo año en que Akihiko tuvo que salir del país, el hermano menor de Kyoukou desapareció del pueblo sin dejar rastro. Durante ese año Takahiro y los demás dejaron de mencionarlo como si se hubiera ido junto con sus recuerdos, como si nunca hubiera existido.
–¿Y cómo lo sabe? –preguntó Akihiko, no creyendo que todo mundo, excepto ellos dos, se olvidara del menor
–Como dije, usted se encontraba fuera del país, y yo había ido de viaje a visitar a un chamán (29) que vive a cinco días de aquí. En mi camino de vuelta a casa escuché los rumores de su desaparición, pero al quinto día simplemente dejó de ser nombrado.
–Déjeme entenderlo… ¿Me está diciendo que él no murió físicamente, sino que simplemente fue olvidado por Takahiro y los que permanecieron en el pueblo? –Xóchitl asintió– Aun así… cuando Kyoukou murió, él no estuvo en el funeral –dijo con rabia contenida– ¿Qué le costaba a ese mocoso presentarse al funeral de la persona que lo sacrificó todo por él? Kyoukou fue quien lo olvidó, no al revés
–Ese es el problema, Akihiko-kun
Xóchitl se levantó de la mesa e instó a Usami que la siguiera a una pequeña habitación que se encontraba repleta de velas. Una vez abierta la puerta el hombre se quedó petrificado ante la imagen: sobre una cama hecha con piedras, se encontraba el cuerpo de un muchacho de unos 17 años, de complexión pequeña, piel inmaculada y ligeramente morena, cuyas agraciadas facciones eran enmarcadas por la rebelde cabellera castaña que caía sobre su frente y a los lados de su cara. Notó que traía puesta una túnica blanca con detalles de colores y varios brazaletes hechos de semillas en tobillos y muñecas.
–Usami Akihiko-kun… le presento al hermano menor de Takahiro-kun: Takahashi Misaki-kun
CONTINUARÁ…