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La Teoría de la Inmortalidad por Itachi Madness

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Notas del capitulo:

¡Llegue tarde! Pero al fin pude subirlo.

Puede que mis actualizaciones sean algo lentas, ¡pero les juro que seguiré subiéndolas semanalmente!

Capítulo 1: Envueltos en la oscuridad

 

 

Cuando Yao llegó a casa de Iván y se encontró con el increíble desastre que había azotado a toda la planta baja, en vez de ayudarle a buscar la dichosa y preciada bufanda, tomó dos escobas y una se la dio a su amigo de ascendencia rusa, abrió las ventanas para que el sol pudiera entrar y entre los dos levantaron todo el desastre hasta que éste se redujo considerablemente. Para ese entonces, eran poco más de las 2 de la tarde.

 

 

-Ivan, no puedo creer que tu nevera esté tan vacía sólo hay pescado y mantequilla, ¿hace cuánto que no sales a comprar comida aru?-

 

 

En esos momentos, el chico alto se encontraba sentado en una silla observado a su amigo de ascendencia china revisar en su cocina, en una mano tenía una bolsa de pan y la otra sostenía la puerta de su refrigerador pequeño.

 

 

-Últimamente he estado comiendo solo pescado que venden en el supermercado o en la pescadería del muelle pero hoy amanecí con ganas de huevo y cuando iba a salir a comprar unos descubrí que mi bufanda había desaparecido-

 

 

El pelinegro cerró la puerta de la nevera y caminó hacia él con expresión suave pero afligida, dejando el pan en la mesa.

 

 

-Deberías cuidar más tu alimentación, no podré cocinarte toda la vida, y aunque pudiera llegar a hacerlo necesitas aprender a comer verduras y frutas, no sólo carne aru… No quiero que te debilites-

 

 

El chico se paró frente a su compañero y puso ambas manos en las mejillas del más alto. A veces no parecían amigos por el modo en que se trataban.

 

 

-Yao siempre me cuida, eres un buen hermano mayor pero ya deberías saberlo, yo soy más fuerte, no debes tratarme como a un niño, si no, tus hermanos se pondrán celosos-

 

 

El más bajo empezó a reír e Ivan pensó que su querido amigo siempre lograba mantenerlo calmado en cualquier situación, incluso cuando él mismo era el que sufría los problemas.

 

 

-Bien, salgamos ya, con suerte y aún sigue en la floristería aru-

 

 

ooo

 

 

En ese mismo instante, Antonio y Lovino andaban por un parque, la gente allí estaba comenzando a poner puestos para Halloween y los niños se paseaban alegres, como si el incidente de la noche pasada se hubiera quedado en el olvido. El joven de ascendencia española caminaba alegremente varios pasos más delante del otro, el gemelo italiano tenía el rostro mirando para abajo con un notable sonrojo. Lo que veía era su mano entrelazada con la del español.

 

 

-Lovino… pareces un tomate-

 

 

El más joven respingó y lo miró. Antonio lo estaba viendo de reojo con su gran sonrisa que siempre le pareció estúpida pero bella y agradable.

 

 

-N-no me mires así… bastardo…-

 

 

Justamente luego de decir eso, su sonrojo aumentó cubriéndole toda la cara. Era tan obvio, su lenguaje corporal no mentía. Se sentía muy felíz pero también confundido… era su primera vez caminando por la calle con alguien que no fuera su hermano, tomados de las manos voluntariamente y no tenía idea de cómo comportarse. Pero amaba a ese español estúpido y sólo por eso le dio la oportunidad de llevarlo así por la vía pública.

 

 

El hombre de ojos verdes lo llevó a un mercado ambulante donde compraron muchos mariscos, algunas verduras y azafrán. Lovino miraba todos los puestos con interés, pero Antonio se paseaba por entre ellos sin mirarlos realmente, como si supiera exactamente a cuáles debía ir solamente y a veces lo jalaba para que no se quedara muy atrás.

 

 

-¡Woah! ¡Qué almejas tan grandes, son perfectas!-

 

 

Entusiasmado, el español llevaba en una bolsa los moluscos, sonriendo con emoción, con un brillo especial en sus ojos y halagando a las almejas con una voz aguda.

 

 

Él también sonrió, de lado y divertido, porque sólo él conocía esa cara y eso lo hacía sentir maravilloso.

 

 

Cada vez que Francis o Gilbert llegaban presumiendo algo en apariencia “magnífico”, Antonio sólo sonreía tranquilo y decía cosas como: “Sí, es genial”, “no había visto algo como eso antes”, “tuviste mucha suerte en encontrarlo”, “ese videojuego es muy bueno”, “qué envidia, lo conseguiste antes de que se agotaran”, “el chaleco te queda muy bien”, “ese color te va, lástima que a mí no”.

 

 

Y ese par de idiotas tan encandilados con sus posesiones nunca se daban cuenta que a él ni siquiera le importaban. A veces se preguntaba cómo era posible que él fuese amigo de esos dos “fracasados”.

 

 

Primero estaba Francis, el maldito francés con complejo de diva cuyos comentarios acerca del sexo y el amor lo único que hacían era confundirlo, y cuando se pegaba demasiado a SU Antonio y le preguntaba: “¿Qué te parecen los Menage A Trois Lovino-kun?” sólo le daban ganas de matarlo, pero ese bastardo también le daba miedo y sólo por eso no se le aventaba a molerlo a golpes, ¿qué tal si de pronto se convertía en rana y se lo comía? …Bueno, esa era una idea bastante idiota, pero de ése tipo todo se podía esperar.

 

 

Y luego estaba Gilbert, el maldito hermano el maldito Macho Patatas. Siempre gritando y alegando ser el mejor de lo mejor, refiriéndose a sí mismo como el “Ore-sama” que todo lo sabe y que es el más fuerte aunque sea igual de miedoso que él. Pero dejando de lado lo escandaloso del maldito alemán, debía admitir que era amable, le gustaban mucho los videojuegos, coleccionaba muchos pero era compartido, los dejaba jugar porque él mismo había comprado con su propio dinero tres controles para jugar al play-station y aunque perdía y hacía rabietas era un buen perdedor porque no era rencoroso y el enojo se le pasaba muy rápido, además le gustaban muchas cosas que a él también… ¡pero aún así era el hermano del Macho Patatas! ¡Aquél que irrumpió en la cabeza de su estúpido hermano menor y ahora siempre habitaba en sus pensamientos como el ser más grandioso del mundo! ¡Pero debía olvidarlo! ¡Ya lo tenía a él, a él, su brillante hermano gemelo! …Y a Antonio… ¡pero más a él!

 

 

Por último estaba el tipo inglés Arthur, ni siquiera sabía si realmente era o no amigo de Antonio, pero vivían bajo el mismo techo así que debían de llevarse de algún modo. No era que no le agradara, era sólo que… sus cejas eran como imán de ojos, simplemente no puedes ignorar lo enormes que son.

 

 

Su compañero volteó a verlo sosteniendo un par de manzanas y le dio una.

 

 

-Así evadiremos el hambre por un rato… ¡te mostraré la deliciosa paella que hago!-

 

 

Lovino sonrió muy levemente y le dio una buena mordida a la fruta, volviendo a caminar para ésta vez ir junto al español, no adelante, no atrás.

 

 

-¿Y tus compañeros de apartamento también van a comer?-

 

 

-¡Claro! Gracias a mí es que Arthur y Francis no se matan, pero podemos invitar a Feliciano-chan para que nos acompañe si quieres-

 

 

Muchas parejas se hubieran desilusionado luego de saber que la comida que su novio preparaba no era para una cena romántica, sino para una en grupo con los amigos, pero para él eran lo mejor. Desde siempre había sido muy tímido y retraído en ese aspecto, un completo retrasado en lo romántico, Antonio era su primera pareja, oficial y sólo tenían medio mes de noviazgo. Para muchos, su historia amorosa era algo desconcertante, ya que llevaban enamorados más de cinco años. Y nunca se había formalizado su relación por sus terribles trastornos “tsundere”.

 

 

Había aprendido ese término en uno de los mangas del amigo de Feliciano, Kiku. Una persona de buen corazón o de buenas intensiones pero que no sabe expresar bien sus emociones y suele responder de forma violenta, grosera, desagradable o contraria, sobre todo cuando su objeto de deseo está cerca, los llena de nervios y terminan a veces lastimando a la otra persona.

 

 

Le tomó dos años enteros aceptar que él tenía una pequeña inclinación a comportarse tsundere con Antonio, ¡porque no debería existir ninguna otra cosa que lo haga comportarse así! Y una vez que aceptó ese hecho y la verdad de que amaba al español, todo se arregló entre ambos y comenzaron a ser pareja.

 

 

Hasta ahora todo había sido maravilloso, las salidas al parque o de compras, las largas caminatas por los muelles que habían cerca de allí, las citas en semi-románticos lugares, nada lo suficientemente romántico como para ponerlo nervioso y que comenzara a hacer estupideces. A veces se sentía triste por no poderle hacer realidad la fantasías de una cena enteramente para ellos dos y muy romántica con su novio, pero la realidad era, que con esas cenas o sin ellas, los dos eran muy felices, sabían que se amaban, sus amigos sabían que se amaban, los aceptaban y los apoyaban, y con eso era suficiente.

 

 

Cuando salieron del mercado, pasaron por un par de calles para evitar el tránsito peatonal de los sábados por la tarde, justamente hoy estaba mucho más lleno todo que de costumbre, y luego se encontraron con la nada grata sorpresa que una calle muy utilizada por la gente estaba bloqueada con tiras amarillas que la policía utilizaba en las escenas de los crímenes. No había ningún policía allí, así que no creía que hubiera algo valioso o importante que necesitara ser prevalecido. Si bien recordaba, las calles donde encontraron a la gente asesinada tenían las siluetas de los cuerpos, ésta no tenía ni una sola y aún así estaba clausurada.

 

 

-¡P-pero esa es la calle por la que siempre regresábamos de la escuela a nuestra casa! ¡¿Por qué la cerraron?!-

 

 

-Creo que es una de las escenas del crimen-

 

 

-¡Pero si allí no pasó nada, no tienen por qué bloquearla si no encontraron a ningún maldito muerto!-

 

 

El italiano se alejó del español para caminar hacia la calle clausurada, con paso seguro y expresión molesta, tiró de una de las bandas hacia arriba y se pasó por en medio.

 

 

-¡Lovino!-

 

 

Antonio corrió hacia él pero se quedó al otro lado, el gemelo del rulo derecho se giró para verlo con su típica expresión de “nada me parece”.

 

 

-¡Ningún idiota uniformado va a estar cerrando las calles que siempre usamos, no me importa que sea la escena de un suicidio en masa, yo voy a pasar porque se me da la gana!-

 

 

Su acompañante sólo puso una mueca de incredulidad, miró hacia ambos lados esperando no encontrarse con algún policía, y bajó las cintas para pasar sobre ellas y así alcanzar a su pareja.

 

 

A unos metros, Lovino comenzó a desacelerar su paso, de repente se sintió rodeado de una atmósfera pesada, fría y tenebrosa. Miró a su alrededor con desconfianza, como si de repente alguien saliera a atacarlo de la nada, pero lo que sucedió lo dejó completamente paralizado.

 

 

Vió algo correr en sentido contrario, una cosa o un ser que rápidamente tomaba la forma de alguien muy conocido. Cuando ésa entidad pasaba junto a él, el tiempo pasó en cámara muy lenta, dándose cuenta de que quien corría huyendo de algo era él mismo. Y ése Lovino estaba llorando. Ése otro él, corría todo lo que sus piernas le daban, tenía rasguños en su mejilla, en su brazo, tal vez en más sitios. Su chaqueta verde estaba rota, sus ojos llorosos y su boca abierta y jadeante sacaba lamentos que sonaban como eco.  Justo luego de pasar junto a él, la entidad se descompuso y desapareció.

 

 

Se encogió en sí mismo. Esa alucinación había sido aterradora. De repente sus piernas entumecidas ya no tenían la suficiente fuerza para sostenerlo e inesperadamente sintió una mano sobre su hombro que lo puso alerta.

 

 

-¿Lovino, pasó algo?-

 

 

Allí estaba Antonio, a su lado, con esa expresión preocupada que detestaba ver. Cerró los ojos recomponiéndose rápidamente y siguió con su camino, sacando fuerza de quién sabe dónde.

 

 

-Estoy bien bastardo, ya vámonos, éste sitio me pone los pelos de punta-

 

 

ooo

 

 

No muy lejos de allí, Arthur, el joven universitario de baja estatura, ojos verdes y cejas pobladas estaba sentado a orillas del muelle observando el mar. Tenía una expresión intrigada y tensa, poco para llegar a lo asustada.

 

 

-¿Por qué de repente le tengo miedo al mar si en Yorkshire teníamos un yate?-

 

 

Se preguntaba en parte molesto consigo mismo. Suspiró entristecido y se abrazó las piernas. Justo hoy se le había ocurrido ir a la bahía que estaba a pocos kilómetros de su casa a recordar un poco sus días en Inglaterra cuando aún vivía con sus hermanos mayores y el más grande de todos se había comprado un pequeño yate que luego les enseñó a manejar a todos. Él había resultado ser bastante buen navegante y cada fin de semana pasándola allí, él manejaba el yate e iban a pescar algo al mar.

 

 

-Pero claro… nunca aprendí a nadar-

 

 

Cerró con tristeza sus ojos, recordando hace pocos minutos que se paseó por la orilla como normalmente lo hacía, con sandalias, aún siendo otoño, bermudas y una delgada chaqueta de algodón verde de mangas largas y capucha. Y al ver el mar lo primero que llegó a su mente fue la sensación de sofoco, un terrible miedo salido de la nada y una alucinación increíblemente real de si mismo metido en el agua luchando por salir a la superficie, pero no lo lograba, sólo pataleaba y agitaba los brazos torpemente intentando mantenerse a flote, luchando contra el agua de forma desesperadamente estúpida consiguiendo únicamente tragar agua y comenzar a ahogarse.

 

 

Se encogió más en sí mismo tomando la forma de un ovillo y sus manos terminaron abrazando su cabeza. De sólo recordar eso se encogía y temblaba.

 

 

-¿Arthur?-

 

 

Subió rápido la cabeza, se quitó la expresión asustada y se levantó de un salto, para volver a tener su expresión de limón agrio de siempre.

 

 

-Alfred…-

 

 

El rubio mellizo de ojos azules y un mechón levantado, ésta vez vistiendo una chamarra tipo aviador, unos pantalones holgados y unos lentes caminó hasta encontrarse con el inglés. Una vez uno frente al otro, Alfred se veía  media cabeza más alto y fornido gracias a sus ropas grandes y toscas.

 

 

-What are you doing here? (¿qué haces aquí?)-

 

 

-It´s obvious! ¡Me gusta pasear por el muelle los fines de semana! Idiot!-

 

 

-So cruel! Yo sólo quería ver el mar, ¿por cierto, has visto a Matti por aquí?-

 

 

-Not today (hoy no), ¿salió y no lo encuentras?-

 

 

-Dijo que iba a buscar algo por las canchas de la escuela, cree que se le perdió algo allí, pero eso fue hace dos horas, y como es fin de semana la escuela está cerrada, no entiendo por qué se tarda tanto-

 

 

-¿Por qué no le llamaste?

 

 

-Al parecer lo que se le perdió fue el celular-

 

 

El inglés se cruzó de brazos e hizo una pose pensativa antes de ver a Alfred y luego al mar de reojo. De todas maneras ya no tenía razones para quedarse ahí.

 

 

-Te acompañaré para ir a buscarlo-

 

 

-Really?!-

 

 

-Of course (Por supuesto), con tu nula capacidad de orientación si vas solo terminarás en China y todavía pensarás que sigues en Osaka-

 

 

-¡¿Cuándo me vas a perdonar de que pensara que Manchester era una clase de queso manchego?!-

 

 

-¡NEVER! (¡NUNCA!)-

 

 

ooo

 

 

Matthew caminaba rodeando el colegio buscando alguna abertura para entrar, pero todo estaba completamente cerrado al público, molesto, se pegó a los barrotes que envolvían la escuela para ver los lugares detrás de ellos, enteramente vacíos. Se separó rápidamente pensando en un modo de entrar sin ser visto, pero no se le ocurría nada, dio un giro y continuó su patrullaje. Después de otras insistentes cuatro vueltas más, bufó frustrado y se rindió. Había estado buscando su celular desde hace horas y nada, no podía pasar a los salones o buscarlo por los patios con todo asegurado con candados y si alguien lo descubría saltándose las rejas de seguro pensarían que iba a cometer algún acto de vandalismo y llamarían a la policía, pero era el único sitio que le faltaba por buscar y seguía sin encontrarle la pista a su bendito móvil. Derrotado, se sentó en la banqueta dándole la espalda al edificio, mirando el cielo rojizo. El día les había durado tan poco…

 

 

De pronto apareció una figura, sonrió al reconocerlo y se levantó para correr y alcanzarlo.

 

 

-¡Francis!-

 

 

El rubio de barba que estaba dándole la espalda se volteó en seguida, y al encontrarse con él, sonrió con calidez.

 

 

-¡Matthew!, no esperaba verte por aquí hoy, que faisiez-vous ici? (¿qué hacías aquí?)-

 

 

-Creo haber dejado mi móvil dentro del colegio, pero como es fin de semana no puedo entrar a buscarlo- Dirigió una rápida mirada otra vez al edificio y regresó a ver al francés, que ahora que lo tenía enfrente, pudo ver que cargaba un cuaderno y un gis entre las manos, pero por el momento no dijo nada de ellos.

 

 

-Eso es extraño en ti, normalmente tienes muy buena memoria-

 

 

-L-lo sé… como ayer fue un día extraño decidí buscar en todos los lugares que pude haber visitado pero no tuve mucha suerte… ¿Por cierto, qué dibujas?- Intentó rápidamente cambiar de tema.

 

 

-Ahh… Sólo el atardecer, ¿quieres verlo?-

 

 

El más pequeño asintió y el francés volteó la hoja del cuaderno mostrándole el dibujo del cielo que justo ahora los estaba cubriendo, la perspectiva mostraba la luz del sol desde arriba que bañaba a los postes de luz poco antes de caer en rojo. Era un dibujo coloreado con gises pastel hecho de una forma brillante, con cada detalle perfectamente plasmado, los colores parecían unirse a los del cielo original y confundirse. Ciertamente era un dibujo maravilloso.

 

 

-C´est beau (es bello), las cosas que haces son hermosas, maman siempre pensó que te convertirías en un gran artista-

 

 

-Merci… Angelique siempre tuvo la razón en todas sus predicciones, incluyéndonos a nosotros- Francis esbozó una sonrisa melancólica y miró el cielo cada vez más rojo. Matthew también observó del mismo modo hacia arriba, comprendiendo rápidamente después de ver el sol cercano a los edificios en el horizonte que pronto oscurecería.

 

 

-Aún ahora la sigo extrañando mucho- El francés giró la cabeza para encontrarse con la entristecida mirada del más joven, pero rápidamente se modificó, sus labios se curvearon en una pequeña sonrisa y los ojos violetas lo observaron directamente. –Por cierto, ¿cómo sigue la academia?-

 

 

-Me va bien, algunos profesores me ponen a dibujar como si tuviera cuatro brazos, es bastante cansado, pero me gusta mucho, ¿y tú cómo sigues en el instituto? Ya estás por terminarlo, ¿ya has pensado en estudiar algo?-

 

 

-Pues… he pensado en varias opciones pero aún no me decido por ninguna-

 

 

-Mon petit Matti, debe de haber algo que te interese lo suficiente como para sufrir los estudios por puro gusto, ¡como yo! Intenta encontrar algo que te apasione que ya sólo te queda un año más de instituto-

 

 

-S-sí… juro que seguiré buscando, Francis-oniisan-

 

 

El mayor sonrió bastante divertido por el sufijo que le dio a su nombre, miró los brillantes ojos violetas del pequeño que casi siempre miraban hacia abajo avergonzados y se percató de algo inusual en él, sus lentes siempre tuvieron un muy pequeño adorno de una hoja de maple en cada pata, y éstos no los tenían, abrió la boca para preguntar qué había ocurrido con sus adornos, pero el grito de una estridente voz bastante conocida por los dos cortó el agradable ambiente que habían formado hace poco.

 

 

-¡Mattiii! You were here all this time! (¡Estuviste aquí todo este tiempo!)-

 

 

-Al…- Susurró el canadiense con sorpresa observando a su hermano biológico correr hacia él acompañado de otra persona rubia la cual pudo reconocer fácilmente por sus enormes y oscuras cejas. –Arthur…¿qué hacen aquí?-

 

 

Alfred tomó impulso y terminó sobre su hermano abrazándolo posesivamente. -¡Buscándote, estaba preocupado!  Oh, y Arthur me estaba acompañando-

 

 

-¡¿Cómo que sólo te acompañé?! ¡Prácticamente me rogaste para que te ayudara! Don´t be liar, you little bastard! (no seas mentiroso, pequeño bastardo)-

 

 

 El inglés se les unió también, enviándoles miradas filosas al mellizo mayor americano y al francés quien estaba “poseyendo”  la atención del canadiense y lo primero que pensó fue que por su culpa el otro no había encontrado todavía su celular.

 

 

ooo

 

 

La floristería de la esquina que siempre había otorgado un ambiente lleno de vida y colores a esa calle, ahora mismo había sido opacada por las mismas cintas amarillas que se encontraban encerrando el paso hasta ella. La anciana dueña del lugar veía esas cintas como señal de una tragedia y con toda la amabilidad del mundo, aún sin que el cuadrado cerrado tuviera las siluetas blancas, dejó un pequeño ramo casi en la entrada.

 

 

Tanto Yao como Ivan observaban eso atentamente. El joven chino se sentía conmocionado y apretaba sus puños cerca de su pecho, junto a él, Ivan se mantenía imperturbable como siempre, pero con una mirada de lástima que era más visible sin su bufanda que siempre cubría su cuello lleno de viejas cicatrices, y barbilla.

 

 

-Pobre gente, lamento que hayan tenido que ver esto- Ella se giró para encarar a los dos que la habían acompañado. –Y lamento también decepcionarte Ivan-kun, ayer ustedes dos pasaron por aquí pero aún la tenías puesta… Debo de admitir que me alteré al saber que el tiroteo se había dado mas o menos a la misma hora en que ustedes se pasearon por aquí, verlos a salvo me dio un gran alivio-

 

 

ooo

 

 

Kiku había salido  de su casa, rumbo a un parque donde había muchos columpios. Se fue a sentar a uno de color rojo hasta la orilla y comenzó a balancearse un poco mirando un poste con un gran reloj de manecillas. Armado con ropa de calle típicamente japonesa, a veces bajaba su mirada para encontrarse a los niños jugando juntos entre los juegos de metal que había por allí cuando se aburría del constante movimiento del segundero. Estaba algo confundido. Esa tarde luego de que le dijeron del tiroteo que todo el mundo escuchó menos él, quiso averiguar el por qué. Tal vez  fue porque estaba muy cansado para recordar, tal vez el día anterior en el festival había salido muy tarde y muy agotado, o en vez de eso él y sus amigos se habían ido del colegio a seguirse divirtiendo, eso era lo más seguro. Pero había algo que lo seguía poniendo nervioso y eso era la falta de recuerdos de la noche anterior.

 

 

Estaba acostumbrado a olvidar algunas cosas esporádicas o poco importantes, como el desayuno o la cena del día anterior, pero literalmente, ayer se había borrado como si jamás hubiese existido, dejándolo con pequeños pedazos rotos y sin unir que sólo dejaban escenas e imágenes incompletas.

 

 

Uno de esos fragmentos de memoria fue ver a uno de sus compañeros, Heracles Karpussi durmiendo sobre las bancas que habían en la cancha de deportes al aire libre, él iba hacia el joven de nombre griego pero el recuerdo terminaba y enseguida comenzaba otro de Feliciano caminando de forma grácil, como si bailara y diera algunos giros diciendo como en murmullos lejanos lo emocionado que estaba del festival, que irían a muchos juegos, que comerían helado y jugo de litchi y onigiris dulces o bailarían bajo las luces de colores. El recuerdo de nubló, reapareciendo ellos con ropas ya no de instituto, de calle, cada uno a su propio estilo, era de noche, Feliciano estaba lejos y al verlo tomó de la mano a Ludwig y lo jaló hacia su dirección, una vez cerca, abrió sus labios y movió la boca, pero no escuchó nada salir de ella. El recuerdo se desvaneció de forma rápida, ahora estaba guardando su katana de madera cuando encontró a sus amigos corriendo hacia él una vez más. Se sintió al sí mismo del recuerdo sonreír, y emprendieron la caminata fuera del colegio sumergido en la penumbra luego de que el festival terminara. El siguiente recuerdo inició con Feliciano cantando una canción pegajosa y luego las imágenes en movimiento volvieron, y lo que veía era al italiano caminar alrededor de un círculo dándole varias vueltas mientras cantaba “Marukaite chikyuu, marukaite chikyuu, marukaite chikyuu boku wa…”. De pronto el recuerdo se destrozó, como si fuera la lente de una cámara, una tenue luz apareció, parpadeando como la luz de una bombilla, antes de que creciera lo suficiente para iluminar su mente y lo que primero que sintiera fuera angustia y desesperación. Estaba él pegado a una pared asomándose con toda precaución a una calle por donde iban dos figuras a contraluz. Giró su cabeza y allí se encontraban Ludwig y Feliciano con su misma expresión. Feliciano, estaba abrazado el brazo del alemán y temblaba descontroladamente…

 

 

Y allí era cuando ya no podía recordar nada más. Sus recuerdos se cortaban y de nuevo quedaban en penumbra.

 

 

Cuando se dio cuenta, abrió sus ojos con lentitud sintiendo gotas frías deslizarse con sus pálidas mejillas.

 

 

¿Qué les había ocurrido? ¿Quiénes eran esas personas y por qué se estaban ocultando de ellas?

 

 

Una canción de Vocaloid llegó hasta sus oídos, giró los ojos hasta su bolsillo y encontró su celular parpadeando y vibrando. Lo tomó con rapidez y abrió la tapa encontrándose con el nombre “Feliciano” en la pantalla. Había recibido un mensaje.

 

 

“Kiku, Lovino se fue a pasear con su novio y Ludwig dijo que Gilbert también se había ido, ¿tu hermano no está en casa, cierto? ¿Quieres venir a mi casa? ¡Antonio me regaló cosas que trajo del mercado e hice lasaña de mariscos! Puedes traer calpis o lo que quieras para beber, ¡espero tu respuesta!”

 

 

El pelinegro hizo una suave y alegre sonrisa, tecleó rápidamente escribiendo el correo de respuesta.

 

 

“Puedo llevar té chai, seguramente caerá mejor una bebida caliente para la comida”

 

 

Envió el mensaje, y sólo unos segundos después le contestaron.

 

 

“¡Mejor así! Serviremos la cena en 20 minutos, ¡nos vemos!”

 

 

Kiku cerró la tapa del móvil, lo guardó en su bolsillo y se levantó del columpio. Los niños fueron recogidos por su familia, ya era tarde. Él volvió a ver el gran reloj del parque y se dio la vuelta para irse.

 

 

ooo

 

 

Una lata de té helado se abrió. Yao bebía de él y a su lado se encontraba Ivan con una lata sin abrir. Los dos estaban sentados en la banqueta, ya era de noche oficialmente y no habían encontrado la bufanda todavía.

 

 

El chino dio un profundo trago a su bebida refrescante y miró con pena a su amigo ruso que tenía la mirada clavada en el aluminio de la lata, sus cejas hacían una expresión de decepción y tristeza, y él lamentablemente no podía hacer nada para cambiarla. Todo el día estuvieron recorriendo la ciudad pesquera, buscando en las calles y negocios más cercanos y visitados por ellos, habían preguntado a casi toda la gente con la que habían chocado, y nada.

 

 

-Ivan… no te preocupes, vendremos a buscarla mañana después del trabajo aru-

 

 

El más pequeño puso una mano sobre el hombro del otro y éste sólo suspiró perdiendo la esperanza. Yao se sintió peor, volteó a otra parte como esperando encontrar mágicamente la dichosa bufanda con tanta importancia sentimental para el ruso apareciendo colgada o tirada en el piso a salvo como si siempre hubiera estado allí y los dos nunca se hubieran dado cuenta de su presencia.

 

 

Su insistencia, algo absurda lo llevó a subir la cabeza hasta el edificio más grande de esa parte de la ciudad. Una persona común no sería capaz de ver tan nítido las ventanas del piso ventitantos, pero él siempre había tenido muy buena vista, y justamente en esos momentos sus ojos estaban concentrados en una ventana en especial que por eso era capaz de distinguir hasta el color de las persianas… de pronto la ventana estalló y las luces de ese piso se apagaron. Después, sólo vio una figura a contra luz caer.

 

 

-¿Qué…?-

 

 

ooo

 

 

Feliciano tenía un verdadero don para la cocina. A Ludwig y a él les encantaban sus platillos, estos siempre eran deliciosos y además al italiano le gustaba hacerlos en gran cantidad para compartirle a todo el mundo.

 

 

-Ve~ Kiku, gracias por el té, huele delicioso-

 

 

-Danke Kiku, es realmente agradable beber esto-

 

 

En esos momentos, los tres estaban sentados en sus sillas en medio de la cocina-comedor, con los platos hondos rebosantes de comida frente a ellos y con un poco de té servido en tres tazas, el resto de la bebida seguía en una bonita tetera. Los amigos del joven japonés sonreían disfrutando de sus bebidas mientras él adicionaba aún más sal a su pasta.

 

 

-Etto… Kiku, recuerda que debes cuidar tu consumo de sal, luego te duele la cabeza en la escuela-

 

 

Feliciano lo miró preocupado, pero el pelinegro lo ignoró. Él amaba la sal y todo con lo que pudiera usarla, ni aunque su doctor le haya prohibido el consumo de sus alimentos salados favoritos iba a dejar de disfrutar una deliciosa comida con los amigos, ¡con mucha sal!

 

 

-Feliciano tiene razón, tu doctor te lo dijo, si sigues comiendo tanto vas a terminar con problemas renales-

 

 

-Pero… yo-

 

 

Ludwig se levantó de la mesa, en una especie de “modo capitán” y azotó las manos sobre ella. -¡Nada de peros! ¡Ahora mismo bajas ese salero!-

 

 

-¡Waaa! ¡Ludwig, Kiku, no sean tan drásticos!- El italiano también se levantó tomando con los brazos el cuello del alemán intentando detenerlo, porque cada vez que se ponía así le daban aires de militar agresivo.

 

 

-¡No, es mío!-

 

 

-¡Que me lo des soldado!- El ojiazul se removió estirándose al lugar de Kiku que todavía intentaba llenar su plato con ese mineral, aún teniendo a su amigo subido en la espalda, con su musculatura formada con el tiempo y los entrenamientos, el cuerpo de 70 kilogramos de Feliciano repartidos en su esbelto cuerpo no eran ningún obstáculo.

 

 

-¡Ya paren los dos!-

 

 

La canción de “Romeo and Cinderella” detuvo todas las acciones de los tres. Kiku soltó el salero y sacó de nuevo su celular, lo destapó y en seguida contestó la llamada.

 

 

-¿Mei, qué pasa?-

 

 

-Soy Xian, Mei está ocupada ayudando a Im con la tarea-

 

 

Del otro lado, el  ya no tan calmado joven de grandes cejas y cabello castaño sostenía un móvil rosa proveniente de la hermana del rizo. Estaba observando la ventana en esos momentos.

 

 

-¿Pasó algo?-

 

 

-Ya es de noche y Aniki no contesta las llamadas, no sabemos qué le pudo pasar-

 

 

-…Iré a buscarlo, llámenme si saben algo-

 

 

Sin decir o esperar nada más colgó. Frente a él, Ludwig y Feliciano lo observaban preocupados.

 

 

-¿Pasó algo con tu hermano?- Preguntó el italiano, aún abrazado a Ludwig.

 

 

-No ha regresado a casa y tampoco contesta las llamadas-

 

 

-Después del tiroteo de anoche nadie debería estar fuera tan tarde- El joven alemán se enderezó y el italiano lo soltó.

 

 

-¿Qué vas a hacer?-

 

 

-…No puedo ignorar esto, tengo que ir a buscarlo-

 

 

-¡Déjanos acompañarte! Si vamos juntos habrá menos posibilidad de que suceda algo malo-

 

 

-…Feliciano-

 

 

-Kiku, no te preocupes, como tus compañeros, es nuestro deber nunca dejarte marchar solo -

 

 

El japonés vio con una mezcla de sentimientos a sus dos queridos amigos que por tantos años estuvieron a su lado. No pudo haber tenido mejores camaradas que ellos. Sonrió y momentáneamente cerró los ojos.

 

 

-Gracias…-

 

 

ooo

 

 

No sabía cómo todo terminó en esto…

 

 

-¡IVAN, DETRÁS DE TÍ!-

 

 

El joven ruso dio un rápido giro hacia la derecha lo suficientemente rápido como para quitarse del camino del atacante. El agresor aterrizó en el piso luego de haber saltado intentando fallidamente atrapar a Ivan, luego se giró aún en sus cuatro extremidades en dirección a Yao que en ese momento estaba pegado a una pared cercana, y atacó.

 

 

Yao se movió rápido y el ser golpeó con el muro de ladrillos, se levantó y removió su cabeza para espabilarse, se giró para localizarlos y se los encontró juntos otra vez a unos metros, en posición de pelea.

 

 

La oscuridad no les permitía a la pareja, ver a su atacante con claridad. En esos momentos se encontraban bajo un farol esperando su próximo movimiento, cuando el agresor saltó hacia ellos como ambos se habían imaginado, la figura humanoide al fin fue revelada ante la luz.

 

 

Ambos hicieron una mueca de sorpresa e incredulidad al ver a la bestia iluminada por el foco arriba de ellos. Tenía la piel gris, los ojos blancos con pupilas muy dilatadas, una boca muy abierta y un cuerpo enfundado en un traje empresarial.

 

 

Se separaron al último segundo y el hombre de cabellos revueltos chocó contra el poste, doblándolo con el impacto, pero eso no lo detuvo. Bajó únicamente sus pies al piso y con sus manos separó su cabeza golpeada y marcada del metal. Su frente, naríz y boca tenían sangre que rápidamente se oscureció y las heridas de la cabeza se cerraron en segundos frente al par de ojos incrédulos.

 

 

El chino lo miraba fijamente con asombro y miedo, y dio unos pasos hacia atrás mientras que Ivan se quedaba tieso observando al hombre aún sin poder creer lo que estaba viendo. ¡Porque simplemente eso no era posible! ¡No podían estar siendo atacados por un monstruo, los monstruos no existían!

 

 

-Ivan… ¿qué hacemos? No podemos seguir así por mucho tiempo- Susurró el chino.

 

 

-En cuanto vuelva a atacar nosotros lo rodeamos y corremos hasta la avenida -

 

 

No se necesitó escuchar la respuesta del otro para saber que estaba de acuerdo, ambos sabían que era su única alternativa, si tomaban cualquier otro camino sólo se encerrarían más con la bestia. Tenían que llegar a otro sitio, más abierto donde se pudieran mover mejor y hubiera gente que pudiera ayudarlos.

 

 

Cuando la criatura saltó, ambos se movieron perfectamente sincronizados, rodearon al hombre y salieron corriendo en dirección al callejón para salir a la avenida que comúnmente a estas horas seguía transitada. Corrieron todo lo que sus piernas dieron y llegaron a esa zona abierta, pero resultó que todo el lugar estaba lleno sólo de autos estacionados y alguna que otra farola titilando entre la penumbra.

 

 

Yao comenzó a escuchar un suave “Kolkolkolkol…” proveniente de su amigo que lo recitaba inconscientemente cada vez que se enojaba o algo no le salía como lo había planeado.

 

 

-Está muy abandonado todo aru…-

 

 

Ivan observó a su amigo angustiado, pensó rápido en un plan nuevo y le señaló uno de los tantos autos. -¡Ocultémonos allí!-

 

 

El hombre salió al fin de la callejuela angosta por la que habían salido sus presas y se encontró totalmente solo. En vez de salir corriendo a buscarlos, levantó la naríz y comenzó a olfatear los aromas a su alrededor hasta reconocer el olor de los dos. Una vez localizada la dirección de sus objetivos, se puso en marcha.

 

 

Detrás de un auto azul, los amigos se encontraban sentados en el suelo, con las espaldas pegadas a las llantas completamente en silencio. Sólo escuchaban el sonido de unos zapatos acercándose, no podían medir la distancia recorrida del otro personaje debido a los fuertes latidos de sus corazones que invadían todos sus sentidos y temían que llegaran a ser escuchados por la criatura. De pronto escucharon el fuerte y repentino golpe en el techo del auto anterior al que se escondían, abollándose. Yao se cubrió la boca por instinto impidiéndole gritar a pesar de que estaba tan nervioso que ningún sonido hubiera podido salir de ella, e Ivan se pegó aún más a la puerta intentando hacerse aún menos visible.

 

 

El monstruo encima de un auto gris, se acomodó para saltar al próximo coche, pero algo lo detuvo. Giró su cabeza hacia donde se oían sonidos de pisadas, tres pares diferentes para ser más exactos.

 

 

Bajo un farol, apenas a una calle de allí, comenzaron a aparecer unas sombras alargadas y la bestia supo entonces que había encontrado nuevas presas. Bajó del techo de un salto y su cambio confundió a los otros dos que seguían ocultos.

 

 

-¡Yao-san! ¡Ivan-san!-

 

 

El chino sufrió un nuevo mini ataque al reconocer esa voz. ¡Era la de Feliciano! ¡El amigo de Kiku!

 

 

Sin pensarlo, puso ambas manos en el suelo a segundos de impulsarse con ellos hacia arriba para levantarse y salir de inmediato a advertirles a los demás. Ivan se movió también, pero para agarrarlo del brazo y así detenerlo. Ambos se miraron con angustia en una muda discusión, Yao preocupado por el chico italiano que de seguro estaba acompañado de su hermano y del otro chico alemán, e Iván por la propia seguridad del otro que estaba siendo ignorada por su instinto de protección hacia los menores.

 

El rugido de la bestia y un grito agudo despertaron a Yao de su letargo, se zafó de Ivan y salió corriendo.

 

 

-¡KIKU!-

 

 

ooo

 

 

Los tres habían recorrido la ciudad preguntando con el hermano del japonés, una anciana dueña de la floristería les dijo que estaba con su amigo Ivan buscando una bufanda y les mostró el camino que siguieron después de eso.

 

 

Kiku les explicó a sus amigos sobre el tipo ruso compañero de su hermano, que eran muy amigos (aunque eso no le gustara mucho a él ni a sus demás hermanos) y ese tipo siempre, desde el primer día en que lo vio, llevaba una bufanda en el cuello. Yao le había contado que era el regalo de su hermana mayor que vivía en Ucrania, y como la extrañaba mucho, nunca se despegaba de ella.

 

 

La noche no les era agradable, había algo siniestro en el ambiente y la oscuridad no les permitía ver mucho.

 

 

Se pasearon por muchas calles y en algún momento creyeron haberse perdido, pero siempre volvían al camino. De pronto, a Feliciano se le ocurrió gritar el nombre de su hermano y el de su amigo, creyendo que así los encontrarían más rápido.

 

 

Inesperadamente, justo al girar de dirección hacia la izquierda, lo que se encontraron fue a un terrorífico hombre de piel gris, cabellos castaños, ojos blancos y ropa de ejecutivo sucia y rota correr hacia ellos. La impresión lo enmudeció repentinamente y cuando la bestia saltó hacia ellos, Feliciano no pudo evitar gritar.

 

 

Ludwig pensó rápido, tomó del brazo al italiano y lo jaló a su lado, esquivando el primer ataque.

 

 

El hombre cayó de forma tosca pero perfecta y se giró a verlos simultáneamente. Encontró en Kiku un objetivo más sencillo al estar solo y cuando estaba a punto de atacar…

 

 

-¡KIKU!-

 

 

Absolutamente todos se giraron en dirección a los autos. Un desesperado Yao corría hacia ellos con un Ivan molesto a pocos centímetros.

 

 

La criatura dejó de ponerle atención a los dos y retomó su atención hacia Kiku para aventársele, pero nunca llegó porque Ludwig, rápido y astuto, lo alcanzó a agarrar del tobillo y con sus dos fuertes brazos lo jaló, haciendo que terminara estampándose con el duro y frío suelo.

 

 

Feliciano sonrió, apunto de elogiar al alemán por lo inteligente y musculoso que era, pero la criatura se removió, utilizó ambas manos para separar su cara del concreto y Kiku observó la naríz del ser, rota, sangrar una sangre que rápidamente se coloró de negro, y unos feos raspones que tenía en las mejillas se regeneraron.

 

 

-¡ALÉJENSE DE ÉL!-

 

 

La fuerte voz de Ivan los sacó de sus pensamientos. Kiku salió corriendo hacia su dirección, y una vez más, Ludwig pensó rápido y se llevó jalando al despistado Feliciano con él.

 

 

Yao lo primero que hizo fue abrazar posesivamente a su hermano menor, comenzando a lloriquear.

 

 

-¡Niño idiota aru! ¡No vuelvan a asustarme así o si no, hermano mayor se enojará muchísimo aru!-

 

 

Ivan puso su mano sobre el hombro del chino y lo apretó con un poco de rudeza, devolviéndolo a la realidad. Seguían en una situación de peligro.

 

 

-¿Qué es esa cosa?- Preguntó Ludwig observando al hombre gris acomodándose y mirándolos a ellos con sus ojos que comenzaban a tornarse rojos por los vasos sanguíneos rotos dentro de ellos.

 

 

-Algo que se recupera sin importar cuánto lo golpeen-

 

 

Susurró Ivan, mirando fijamente a la bestia que comenzaba a acercarse a ellos.

 

 

-P-pero si siempre se recupera, ¿cómo lo vencemos?- Feliciano estaba fuertemente agarrado al brazo alemán, siempre se sentía seguro cuando estaba cerca de él.

 

 

-No podemos… nuestra única salida es huír- Le corrigió Ivan, aún sin perder de vista a la bestia, desafiándolo con la mirada.

 

 

-¿Cuál es su estrategia entonces?-Ludwig comenzaba a pensar en algo. Ese tipo podía saltar como un animal salvaje que atacaba a diestra y siniestra. Pero aunque fuera inmortal no creía que fuera lo suficientemente mortífero si los llegaba a herir, sus dientes, por lo que veía no tenía los colmillos lo suficientemente grandes ni filosos, sus uñas ennegrecidas tampoco estaban tan largas y filosas, sus pies estaban cubiertos con zapatos y tal vez, unidos, ellos serían capaces de herirlo lo suficiente como para escapar mientras él se recuperaba.

 

 

-Por el momento, ninguna- Contestó rápido el ruso, viendo cómo el monstruo comenzaba a caminar en su dirección.

 

 

-Antes estaban en desventaja, pero ahora somos 5 contra uno, si logramos herirlo lo suficiente…-

 

 

-No podrá perseguirnos mientras se regenera- Lo interrumpió Yao, sonriendo al comprender su plan. Se giró para ver al ruso y éste rápidamente le correspondió con una infantil.

 

 

Cuando la bestia se les lanzó lo suficientemente cerca, todos se dispersaron. El monstruo no supo a cuál perseguir primero y sólo vio cómo todos escapaban. Cayó al suelo y rápidamente se volteó, saltó una vez más y comenzó a correr a gran velocidad, como un león persiguiendo a una pequeña manada de gacelas.

 

 

El grupo giró hacia la derecha y el hombre no giró a tiempo. Se derrapó por la calle y una vez recuperado fue de nuevo a su caza.

 

 

Todos corrían como locos, tomados de las manos, aún muy asustados.

 

 

Pero la bestia se les acercó demasiado rápido. Iba directo al más alejado de los demás, Ivan que también estaba más cerca. Yao se percató de esto. Sin pensar otra vez en las consecuencias, soltó la mano de Kiku y dio media vuelta, colocándose frente a Ivan y recibiendo el ataque del monstruo.

 

 

Éste lo tiró, haciendo que por el impulso se golpeara en la nuca, dejándolo fuera de combate momentáneamente. El hombre abrió su boca y encajó sus dientes en el hombro del chino, dándole una fuerte mordida.

 

 

-¡¡AHHH!!-

 

 

Yao trató de empujarlo, pero estaba muy arraigado y la mordida le dolía demasiado. De repente el hombre fue separado de un tirón y recibió un puñetazo en la mejilla.

 

 

Ivan estaba con el brazo estirado y con el puño ensangrentado. Yao quiso agradecerle, pero se percató de algo en la mirada del otro.

 

 

Tenía una mirada filosa y escalofriante.

 

 

No conforme con haber apartado al monstruo de su mejor amigo y haberle roto la mandíbula, Ivan no se detuvo, estaba colérico por la herida que le causó a Yao, fue hasta la bestia que trataba de recomponerse y le dio otro golpe que lo mandó volando hasta otro poste de luz cercano, el cual se dobló tanto por el impacto que el extremo contenedor del foco terminó en el piso, rompiéndose y llenando la calle de vidrios rotos.

 

 

-¿Sabes que comerse a la gente está mal?-

 

 

Dijo con voz terroríficamente aniñada, su sonrisa tranquila era todo menos sana, lo observaba con una mirada tan filosa y fría que parecía que cortaba. Tomó el tubo doblado del farol y con muy poco esfuerzo terminó por desprenderlo del resto.

 

 

Los demás, que habían corrido a ayudar a Yao, veían eso incrédulos.

 

 

El ruso levantó con ambas manos el poste y dijo casi divertido.

 

 

-¡Te daré una lección para que nunca lo vuelvas a hacer!-

 

 

Le estampó el tubo justo en medio de los ojos. El fuerte impacto le rompió el cráneo y mucha sangre ennegrecida salió de la cabeza.

 

 

Yao se había recuperado, estaba sentado con una mano haciendo presión en su herida sangrante mientras observaba a su mejor amigo golpear una y otra vez a la bestia, destrozándolo pedazo por pedazo, aplastándolo hasta hacer un picadillo sanguinolento lleno de fragmentos de huesos y materia gris. Lo peor de todo fue ver entre tanto caos, la sonrisa psicópata de Ivan divirtiéndose matando, y eso, más que otra cosa en toda esa noche fue lo que en verdad le aterró.

 

 

Una vez más dejó de pensar en sí mismo, puso sus manos en el suelo como esa vez atrás del coche, y se levantó para salir corriendo. Llegó hasta su amado amigo y lo envolvió en brazos intentando sacarlo de ese frenesí.

 

 

-¡YA BASTA! ¡IVAN, YA BASTA!-

 

 

Sus gritos fueron suficientes. El ruso recuperó su consciencia y se encontró con el hombre a sus pies, con la cabeza completamente destruída, y el cuerpo totalmente inmóvil.

 

 

Bajó lentamente sus brazos y un tiempo después, soltó el tubo que sonó pesado al chocar con el pavimento, aterrado ahora de sí mismo, puso sus manos temblorosas y ensangrentadas sobre su rostro, empezando a sollozar. Sus lágrimas corrían como riachuelos, sus ojos no dejaban de observar el cadáver como alguien observa el resultado de una masacre. Acababa de matar a alguien a golpes.

 

 

-Soy un asesino…-

 

 

-¡No Ivan! …No lo eres aru… ¡no lo eres aru!-

 

 

Yao lloraba pegado a su espalda, desesperado, repitiendo su última frase intentando tranquilizarlo a él y a sí mismo.

 

 

Ivan se giró rápidamente y abrazó también al más pequeño, elevando el volumen de su llanto, desesperado por recibir consuelo. Habían pasado por demasiado para una sola noche, por tanto terror, por tanta angustia. Sus cansadas mentes ya no podían más.

 

 

Kiku seguía tieso, con la mirada fija en el cuerpo y en la pareja. Acababa de presenciar el asesinato de alguien, o algo. Había estado a punto de sufrir un daño exponencial, había visto a su hermano ser herido tratando de proteger a otros y al ruso matar para salvarlo.

 

 

Puso una mano en su frente húmeda otra vez por el sudor frío. Debía calmarse, si no, iba a terminar en estado de shock, o incluso podría perder el conocimiento después de tantas emociones fuertes en tan sólo un par de minutos. Se dio la vuelta para ver a sus amigos y se encontró al pobre de Feliciano oculto en el pecho de Ludwig abrazándolo casi con desesperación y temblando. El alemán tenía los ojos cerrados, también abrazando con fuerza a su compañero… Tal vez él debió hacer lo mismo y cubrirse los ojos para evitarse ver tanta violencia.

 

 

Una vez que normalizó su respiración, observó a su hermano y al ruso tomados de las manos y con las cabezas juntas. Ya habían llorado lo suficiente y lograron apaciguarse.

 

 

Pero no podían dejar todo por olvidado con un cadáver junto a ellos.

 

 

-Lamento de verdad volver a sacar este tema cuando ya nos habíamos librado del peligro pero… tenemos que hacer algo con el cuerpo-

 

 

Todos le pusieron atención. Cayendo en cuenta de que no sabían qué hacer ahora con él. ¿Podrían explicarle todo lo sucedido a la policía? ¿Les creerían? ¿Y si los culpaban de homicidio?

 

 

Un sonido nuevo los alertó, el de algo desmoronarse. Fijaron ahora su vista en el cadáver cuya sangre negra se había vuelto gris. Kiku fue el único que se atrevió a acercarse para ver mejor y entonces descubrió que la sangre negra se había convertido en tierra.

 

 

Luego de la sangre, la piel se desmoronó también, los músculos y los huesos le siguieron y finalmente sólo quedaron las ropas sucias y destrozadas.

 

 

Yao e Ivan se separaron, descubriendo que ya no había manchas de sangre tampoco en su cara ni en sus manos.

 

 

Si todo esto había sido una pesadilla… por favor que terminara ahora

Notas finales:

¡Gracias por leer!

Para aquellos que no sepan qué es el té chai, es un té muy distribuído en la India.

Sus orígenes se remontan a los días en que la India era una colonia británica y los ingleses obligaban a sus esclavos a cultivar sus hierbas para su té negro.

Como a los hindúes les gustan mucho las especial, el té negro inglés les sabía horrible, así que tuvieron la idea de agregarle 6 especias para darle sabor: Cardamomo, clavo, pimienta, anis, jenjibre y canela

Personalmente, pienso que sabe delicioso y además es muy saludable

 

¡Gracias por leérme, hasta la próxima!


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