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I want your love por metallikita666

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Notas del capitulo:

Luego de una pequeña pausa en la publicación, vuelvo a ustedes emocionada y les anuncio que esta será una actualización doble. 

Por lo que, sin más por el momento, las invito a leer. 

       El jueves por la tarde, Shinya -tras salir del trabajo- se dirigió al que fuera su colegio, y al cual sus amigos todavía asistían. No obstante, su objetivo no fue encontrarse con ellos, sino con su bella –y ya para entonces- novia de ojos ambarinos. La colegiala le había pedido por teléfono la noche anterior que al día siguiente fuera a recogerla a la salida de clases, pues además deseaba presentarle a alguien muy importante.

       El castaño, por su parte, se puso nervioso al considerar que pudiera tratarse de los padres de la muchacha, si bien estaba completamente consciente de que debía esperarse dicha petición en cualquier momento a partir de que le propuso noviazgo a Kumi. Sin embargo, había algo que le decía que el asunto no tenía que ver con sus nuevos suegros, además del inusual sitio del compromiso. Sabía muy bien que –de la misma forma en que sucedía muchas veces con los hombres- las chicas valoraban más a algunas otras personas cercanas para ciertos asuntos. Por lo tanto, era altamente probable que se tratara de una amiga suya.

       No muy contento con la idea de ver que su encuentro con la castaña sería estorbado por un inoportuno tercero, Yamada exhaló resignado, allegándose a la verja de la entrada principal del instituto. Levantó la mirada para cerciorarse de que la campana en el gran reloj del edificio estuviera por sonar, pues ya la manecilla larga se acercaba a la hora. Posteriormente, estrujó entre sus dedos la bolsita de papel que contenía una bonita rosa hecha de chocolate negro y blanco, la cual había conseguido para su querida kouhai; esa vez, no se trataba de un regalo proveído por sus jefes. Aun así, no pudo evitar refunfuñar entre dientes.

       Los adolescentes comenzaron a salir del lugar al tiempo que muchos otros, provenientes de secundarias aledañas, se acercaban a las puertas. El roadie pelilargo continuaba apostado de espaldas a la pared, con la siniestra en el bolsillo y la mano contraria asiendo el pequeño presente. Miraba a las jóvenes parejas que prorrumpían gozosas, aprovechando que la cercanía con sus maestros quedaba atrás para así poder tomarse atrevida y furtivamente de las manos o cogerse del brazo, lo cual sólo le provocaba al músico más ansias de ver por fin a su pequeña.

-¡Shinya-kun!-

       Reconoció la voz de inmediato y se volteó con una sonrisa en dirección de aquélla, encontrándose asimismo con los brillantes ojos miel de Kumi. Las pupilas negras de la joven, enmarcadas por sus iris áureos, centelleaban de emoción.

-Hola, hermosa- dijo el mayor, aproximándose a la chica para luego levantar la mano izquierda y colocarla en el sedoso cabello ajeno, dejando que sus dedos resbalaran por éste y sintieran su agradable suavidad. Todo, sin dejar de mirarla. –Toma. Es para ti.-

       Le alargó el paquetito y ella, sorprendida y con los ojos muy abiertos, se aprestó a abrirlo. Al hallar el dulce sonrió agradecida, alabando con una exclamación su delicada forma. Por último, la de menos estatura se inclinó graciosamente tras asir el presente con ambas manos y atesorarlo contra su pecho, motivando con ello que los latidos en el del baterista se hicieran más rápidos.

-Ven. Quiero presentarte a alguien.-

       Kumi tomó al pelilargo de la mano e hizo que la siguiera unos pasos, hasta que se detuvieron frente a otra persona. Shinya –quien miraba el suelo- suspiró instintivamente, aceptando de forma resignada que tendría que fingir una amabilidad que no le nacía, al menos durante un rato; tiempo en el que estarían en presencia de la amiga de su novia. Un dejo de malicia afloró en su mente rápida y pilla, al considerar que era muy probable que se tratase del patito feo de la generación: como todas las chicas hermosas y populares, Kumi tendría que tener una amiga que no compartiera sus atributos, y que por conocer desde el jardín de niños o la primaria, estuviera todavía en su círculo.

       No obstante, más equivocado no pudo haber estado el rollizo percusionista.

       Vistiendo el uniforme de otro colegio, la chica que tenía de frente era delgada como la ojiámbar, pero ligeramente más alta. Sus ojos eran negros y su cabello de un tono rubio oscuro, hasta los hombros; la faz redonda y, en ella, unas cejas castañas perfectamente perfiladas, que resaltaban con lo claro de su tez. La muchacha se veía un poco mayor de lo que en realidad era.  

-Ella es mi amiga Aya Ishiguro- le dijo Sano al mayor. Inmediatamente, la otra se inclinó, recibiendo a su vez el gesto del roadie y pronunciando con voz reposada

-Mucho gusto, Yamada-senpai.-

       Los tres jóvenes se dirigieron entonces a uno de los sitios más visitados por personas de su edad: un karaoke. Particularmente, a Kumi le gustaba mucho entonar las últimas melodías de sus idols favoritos, y aunque era claro que Shinya tenía un muy patente conflicto con ese tema, lo hacía por complacer a su novia. La tercera en el grupo, sin embargo, no se había manifestado todavía sobre el asunto.

       Los colegiales, luego de hallar un cubículo desocupado, pidieron bocadillos y unos refrescos. La chica de los áureos ojos se apuró a buscar en la lista de canciones de la consola alguna de su agrado, cosa que no tardó en completar. Los más recientes éxitos de Kyoko Koizumi y Shizuka Kudo[1], dos de sus cantantes predilectas, estaban –como era de esperar- en la máquina, y no tardaron en comenzar a sonar. Ella asió el micrófono con determinación y dio inicio a su canto.

       Shinya arrugó el entrecejo de forma casi imperceptible, añadiendo uno más a sus motivos para lamentar la compañía de la otra muchacha, a pesar de tener claro para entonces que la situación no sería un suplicio visual: de haber estado solos los novios, su entusiasmada kouhai no habría tenido oportunidad de cantar. En ese momento, sólo le faltaba que Ishiguro se peleara con ella su turno, y estaba convencido de que, de ser así, esa se convertiría en una de las peores tardes de su vida.

       Pero la más alta de ambas no se había movido de su asiento. La joven camarera regresó con los refrescos, los dulces y las galletitas de arroz, y Aya todavía no se había acercado a Kumi. Yamada alzó una ceja, al tiempo que estiraba una mano para alcanzar una galleta.

-¿No te gusta el pop?-

       La ojinegra lo miró, y en sus labios se dibujó una pequeñísima sonrisa.

-Para nada. Pero lo que es Kumi-chan, parece que no puede vivir sin él, ¿no es así?-

       La aludida se volteó y sonrió también de forma cómplice, sin dejar lo suyo, recibiendo de su amiga el mismo mohín. No obstante, Shinya no salía de su asombro, al no haber conocido nunca una adolescente a la que no le gustara la música de las populares agrupaciones cuya imagen se hallaba por todos lados. Y aunque era cierto que por su edad y género no solía rozarse con muchas chicas, ese era –por supuesto- un importantísimo detalle que su mente novata omitía del todo.

-Y entonces, ¿qué es lo que escuchas?- repuso el mayor, bebiendo un poco de su refresco de cereza. -¿Oyes música?- agregó, con un tono ligeramente sarcástico.

       Aya cogió la botella de su gaseosa y comenzó a verter el contenido en el vaso con hielo, tras de lo cual lo revolvió con el popote. Su semblante continuaba tranquilo y relajado, como si –adelantándose a las intenciones de su interlocutor- pudiera adivinar la curiosidad que yacía debajo de aquel tono. Acercó también el plato de dulces y tomó uno, el cual mordió.

-Por supuesto que sí, senpai. Tampoco soy tan extraña…- acabó de comer el bocadillo y miró de reojo a la tercera del grupo, quien programaba ya otra melodía. –Me gusta la música tradicional; el ryuukouka y el enka[2], por poner algunos ejemplos.-

       Kumi dejó sonando una canción y se acercó a la mesa para tomar lugar entre su amiga y su novio. Bebió un sorbo del vaso y engulló una galleta, levantando luego el dorado atisbo para colocarlo en el baterista.

-Aya-chan y yo nos conocimos en la primaria cuando ella recién se había mudado de Sapporo, y nos hicimos amigas. Jamás hemos compartido gustos musicales- dijo la colegiala, mirando a la otra muchacha con una sonrisa –pero eso es apenas un detalle, porque tenemos muchas cosas en común: la escuela, los programas de televisión, los paseos, la ropa, los zapatos y el maquillaje; y por supuesto, los chicos… Oh, apuesto a que tú tampoco te la pasas sólo hablando de música con tus amigos, ¿verdad, Shinya-kun?- inquirió, posando su vista en la de él para agregar énfasis. –Me imagino que mucho menos cuando con ustedes está Onose-senpai…-

       El castaño suspiró de manera resignada ante el último comentario, sabiendo perfectamente que éste no reflejaba sino la opinión colectiva y equivocada que el rubio del grupo se había encargado de motivar. ¡Y si la chica ojiámbar supiera que en su círculo íntimo de amistades hablar de mujeres era prácticamente un tema imposible, pues el único con el que sería dable hacerlo era el reservado Ryuichi, y ya ni de eso estaba tan seguro! Pero el de rolliza complexión dejó esos pensamientos de lado, ubicándose en el entonces presente: una cosa era su pandilla de compinches, y otra muy distinta, su novia.

-Yo no sé qué tanto le miran las chicas al tal Jun- comentó Aya improvisadamente, acabando con una de las galletas. –Yo lo he visto, y es como cualquier otro muchacho, sólo que lleva el cabello teñido. Aparte de eso, está demasiado delgado, tiene los dientes chuecos y habla raro.-

       El rostro de Yamada se contrajo de forma visible en una mueca de extrañeza no bien oyó semejante acotación, y sus orbes oscuros se posaron en la joven más alta, quien todavía continuaba mirando cómo se extinguían las burbujitas de su bebida una vez que hubo terminado de verterla en el vaso de cristal. Ella ni se daba por aludida respecto del atisbo del mayor, hasta que fue golpeada en el costado por el codo de su amiga: Kumi se tapaba los labios con la otra mano y tenía los ojos muy abiertos todavía, al no poder creerse lo que había escuchado segundos antes.

-¡Ayyy! ¿Qué te pasa?- protestó Ishiguro, volteando hacia la otra para finalmente ubicar la mirada en Shinya, quien no había podido quitar su expresión de asombro.

       Pasados unos segundos, la rubia cayó en cuenta de la indiscreción que había pronunciado respecto del susodicho ex capitán del equipo del fútbol frente a uno de sus mejores amigos, por lo que se quedó completamente en silencio e inmóvil, con la vista clavada en la del mayor. Instantes después, sin embargo, la risa afloraba con repentina naturalidad tanto en Aya como en Shinya, quienes prorrumpieron en carcajadas en el mismo momento, como si el sólo hecho de estarse viendo fijamente hubiera sido la cosa más graciosa del mundo.

-¡Jamás pensé que escucharía a una chica decir algo así de J!- profirió el roadie luego de que sus risas cesaron un poco.

       En las mejillas de la rubia no dejó de posarse un muy suave sonrojo mientras todavía sus labios se estiraban en un vago mohín, al tiempo que Kumi exhalaba aliviada.

       Y fue en ese instante en que un nuevo tono en la consola atrajo su atención.

-Ahhh, ¡”Paradise ginga” de Hikaru Genji[3]!- Sano, muy entusiasmada, se levantó de sopetón para ir hacia la máquina ante la mirada de sus interlocutores, que la observaban atentos. Empero, no bien llegó frente a la pantalla, la castaña se dio cuenta de la hora que era, por lo que se volteó con un bonito puchero en sus labios.

-Ya es tarde y tenemos que volver a casa, Aya-chan. Además de que ya casi se termina la hora que reservamos…- dijo la chica, dejando el micrófono en su lugar para después retornar a la mesa.

-Las acompaño, linda- repuso Yamada, levantándose de su asiento. Y para que no fuera a sonar extraña o sospechosa dicha propuesta, aunque en realidad no tenía ni idea respecto de la cercanía de las residencias de las muchachas, agregó –Viven cerca… ¿no es así?-

-Sí, a un par de calles, nada más.-

       Kumi se colocó su mochila en la espalda y esperó a que su amiga cogiera la suya, mientras Shinya –como buen caballero en ciernes- dejaba sobre la mesa unos cuantos yenes para pagar la comida y el lugar; no en vano había recibido su sueldo semanal. Cuando estuvieron todos listos, se encaminaron al exterior.

       En el trayecto, el castaño pelilacio se mantuvo en silencio casi que todo el rato, escuchando la conversación de las chicas, la cual era dominada principalmente por su novia. Dicha plática tenía que ver con los acontecimientos acaecidos ese día en el salón de ella. No obstante, de cuando en cuando el mayor miraba de reojo a Aya, pues todavía en su interior no había salido del asombro que le provocara lo que de su peculiar forma de ser conoció esa tarde.

       Había obtenido la respuesta a la interrogante acerca de la música predilecta de la rubia, por lo cual ya no se encontraba tan asombrado a ese respecto. Al fin y al cabo, muchos adolescentes crecían escuchando las canciones que les gustaban a sus padres –que como ellos, alguna vez fueron jóvenes e interesados en ese asunto- y no era raro que a más de uno acabaran apasionándolo dichos géneros. Pero al pelilargo seguía dándole vueltas en la cabeza el que fuera el comentario final de Ishiguro. Si a la amiga de su novia no le gustaban los muchachos atléticos y populares como su blondo kouhai… ¿entonces cómo los prefería?

-¿Y cuándo vas a presentarle a Yamada-senpai a tus padres, amiga?- inquirió la más alta de las colegialas, inclinándose un poco hacia adelante en el asiento del tren para poder mirar al baterista y a la otra jovencita, quienes también voltearon hacia ella. –Te lo pregunto porque los conozco, y no me gustaría que te fueran a regañar por no haberlo hecho a tiempo…-

       Sano bajó la mirada en el mismo momento en que jugaba con los dedos sobre el regazo.

-Pues aún no sé… Pero puede ser un día de estos, ¿verdad, cariño?- Tomó la mano de su novio y lo miró. –Podrías… venir a almorzar con nosotros a mi casa. ¿Qué te parece?-

       Pronto, Shinya repasó en su mente aquella conversación que había tenido lugar días atrás con su mejor amigo, en la que éste lo conminaba a tomar una decisión respecto de su relación con la ojiámbar, pero que no fuera a dañarla a ella tras el acontecimiento de su encuentro íntimo. Al percusionista le pareció entonces que, para Sugizo, opinar de esa manera era lo más fácil del mundo, ya que después de todo no sería él quien tendría que vérselas con sus futuros suegros y responder a las posibles exigencias de éstos. No obstante, la hosca faz que el pelirrojo habría exhibido ante tal queja apareció en su imaginación de forma fehacientemente vívida, como si lo hubiera tenido delante en aquellos momentos.

       Sus labios sonrieron porque sintió que podía escuchar al mayor negando el cargo y aleccionándolo con sus razones expuestas siempre con exageración, mas casi nunca erradas. Como el hermano mayor que nunca tuvo –y siendo el castaño el pequeño que le faltó a él-, Sugihara había estado presente en muchos momentos cruciales de su vida, donde no habría podido recurrir con la misma confianza a nadie más. Y era tanto lo que lo conocía, que a veces sentía que acababa preguntándole su opinión para confirmar las sospechas que tenía; pero que, por lo acertado de éstas, en realidad no hacía falta.

       Como en ese mismo instante, cuando recreaba en su mente el decidido tono de voz de Yasuhiro, quien le repetía una vez más que debía considerarse un tipo con suerte al haber tenido acceso de primera entrada a su propia elección en la música, a diferencia de lo que le había sucedido a él en su tierna infancia. No obstante, “el violín antes que la guitarra”[4] le decía siempre, dándole a entender que las cosas en la vida no tendrían por qué ser tan fáciles en adelante. Eso, además de que en sus ojos cobrizos habría leído con seguridad la determinación necesaria para garantizarle que, de haber sido él Jun Onose, jamás se habría acobardado en presencia de los padres de Inoran.

-Me parece bien, Kumi-chan- respondió el roadie, apretando suavemente la mano ajena mientras observaba la alegría en el rostro de la menor. –Tú nada más avísame cuándo.-

       De vuelta al momento, los tres colegiales descubrieron que como se habían quedado más rato en la calle luego de que las chicas salieran de clases, el viaje a casa tardó menos de lo previsto, pues la afluencia de estudiantes en el metro era mucho menor. En pocos minutos habían podido tomar un vagón aceptablemente vacío, el cual los condujo con velocidad a su destino. Pero, a pesar de ello, Shinya se había quedado repasando sus cavilaciones de hacía unos momentos, por lo que una vez en la calle, la voz de Aya lo tomó por sorpresa.

-Está bien si me acompañan hasta aquí; no se preocupen- dijo la chica, deteniéndose. –Mi casa es la de allá, al final del camino- agregó, señalándole la vivienda al mayor. –En realidad, debería disculparme… por haberlos interrumpido durante tanto rato.-

       Ante el sonrojo de la más baja, la rubia –con una traviesa sonrisa- se inclinó para despedirse y se fue de ahí, caminando acompasadamente mientras movía su mochila de atrás hacia adelante. Los dos jóvenes restantes se quedaron viéndola durante unos segundos.  

-Te cayó bien Aya-chan, ¿verdad?- interrogó la castaña, sonriendo tenuemente al tiempo que hablaba. –Yo la quiero mucho. Es una de mis mejores amigas, y por ello necesitaba que la conocieras.-

       El mayor reanudó sus pasos junto a su acompañante.

-Sí, nena; me cayó bien. Es simpática. Gracias por presentármela.-

       La de los áureos ojos se detuvo en la esquina, y tras escuchar aquellas palabras y recibir un cariñoso gesto semejante al suyo, declaró

-Déjame aquí, que no quiero que por accidente mis padres vayan a verte antes de que vengas de forma oficial.-

       En sus orbes del color del oro, las pupilas emocionadas resplandecieron. Ella, luego de acercarse, se alzó de puntillas frente al mayor, quien le tomó el suave rostro con ambas manos para, finalmente, allegar el suyo y depositar un dulce beso en aquellos labios rosados y tersos.



[1] Ambas artistas aquí nombradas son cantantes de pop y actrices que comenzaron su carrera en los ochentas. En el caso de Kudo, dos de las anécdotas que interesan además al fanático del visual kei es que ella fue pareja de Yoshiki de X en algún momento, y que –casi irónicamente- ha sido siempre muy admirada por Dynamite Tommy ex COLOR.

[2] Por ryuukouka se entiende en la actualidad la música popular japonesa de los últimos años de la década de 1920 hasta 1960, y algunas de sus raíces se remontan a la música clásica occidental. Por su parte, el enka puede designar, por un lado, un subgénero del ryuukouka; o por el otro y modernamente, música de balada sentimental, inaugurándose dicho período en 1969 cuando Keiko Fuji hizo su debut.

[3] Otro grupo idol a cargo del ya mencionado Kitagawa. Ellos estuvieron activos de 1987 a 1995.

[4] Esta alusión, junto con la que se había hecho ya anteriormente al final del tercer capítulo, corresponden a un episodio real en la vida de Sugizo que el lector conocedor identificará de inmediato, pues fue ese el orden en que el guitarrista aprendió a tocar sus instrumentos durante su infancia y adolescencia. Por otro lado, el impacto emocional que se produjo en él por la situación con sus padres debido a la manera en que debió hacerlo, se integra en este relato como insumo real, pero dándosele un tratamiento propio. 

Notas finales:

Es imposible no amar con locura a Aya, de ahora en adelante, a causa de su comentario estrella sobre Juan. HE DICHO XD

Además, y por si alguien necesita referencias visuales para completar su cuadro imaginativo, he aquí dos fotos de la ex Morning Musume: 

http://sayunii.files.wordpress.com/2009/08/ishiguro_aya_2641.jpg

Y esta, donde aparece en compañía de uno de los preciosos retoñitos que procreó junto al gordo 

http://images4.wikia.nocookie.net/__cb20120912140844/morningmusume-german/images/6/61/Ishiguro_aya_2008.jpg

Pues bien, y debido a que la lectura esta vez no acaba aquí, les animo para que cliqueen en el botón de "siguiente"...


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