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I want your love por metallikita666

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Notas del capitulo:

Y acá estoy de nuevo, con otra actualización más de este relato que, según todo indica, les está gustando bastante. Y eso, mis preciosas, no saben cuánto me llena.

Deseo enviarle un gran saludo a mi mamita, que aunque sé que no lo verá en esta semana porque ella va un poco más despacio con la historia, se alegrará de encontrar cuando pase por este capítulo. Quiero felicitarla por la lectura tan minuciosa que está haciendo, gracias a la cual se ha dado cuenta de que si bien el fic en apariencia tiene que ver con un mundo que no es exactamente el suyo ni el de sus intereses, lo va disfrutando mucho. Y eso porque, como te dije alguna vez, querida mía, a la larga la ficción siempre tiene que ver con temas que como seres humanos, nos competen a todos.

Y ahora, vamos con la continuación. 

       La dura bola se deslizaba por la madera al tiempo que un par de ojos oscuros se clavaban en ella, casi como si quisieran empujarla. Uno a uno, los nueve bolos cayeron con rapidez; pero el décimo se resistía, tambaleándose sin cesar. Al no querer esperar más, Shinya se volteó, listo para emitir un suspiro de resignación y restarle toda la importancia al asunto con gran elegancia, preparando incluso su retórica en aras de justificar la inevitable pérdida. Pero las inmediatas protestas de las chicas lo alertaron de –por el contrario- su súbita victoria.

-¡Bah, no es justo! ¡Era obvio que ibas a ganar tú!...- se quejó Aya, cruzándose de brazos y desviando la mirada una vez que se dejó caer en su asiento. El mayor no pudo evitar sonreír.

-Oh vamos, ¡no seas tan dramática!- exclamó él, riendo. Kumi había ido a ponerse a su lado, ya que si bien el equipo de ella y su amiga había sido el perdedor, era su novio el que celebraba el gane. –¡Además, fueron un digno rival, eh! Lógicamente, no lo iba a decir en media partida para que se crecieran y bajaran el ritmo, ¡pero me la pusieron difícil!...-

       Tentada por el tono de voz burlón, además de ridícula y falsamente preocupado que empleara Yamada, la rubia farfulló alguna maldición entre risas que no pudo contener, mientras que el músico, sabiéndose vencedor también en aquel desafío, besó a su novia con cariño y una gran sonrisa dibujada en los labios. Se la había pasado excelente, y las muchachas también. Tan embebidos estuvieron los tres en el juego que ni siquiera se acordaron de pedir nada para comer, por lo cual los bocadillos que le regalara su suegra al colegial acabaron siendo el blanco de todos.

       En aquel momento, la hora de la cena se acercaba y a ellos se les terminaba el tiempo reservado en el boliche.

-Bueno, ni modo. Un día nos organizamos y traes a tus amigos- le dijo la más baja al baterista, para luego mirar a Ishiguro. -Tal vez nosotras podamos decirles a otras chicas también, y así hacer los equipos mixtos- agregó, al tiempo que acomodaba las bolas que se encontraban en el dispensador con meticuloso y obsesivo orden: esto es, con los hoyitos hacia arriba. Su amiga enarcó una ceja, para después bostezar, poniéndose en pie.

-Tendrás que decirles tú a tus otras amigas, porque yo ya no tengo más…-

       El comentario captó la atención del roadie. Tal vez no se había equivocado tanto el día en que había sido presentado con la colegiala, al pensar que debía tratarse del patito feo amiga de su novia; sin más amistades que ella y sin prácticamente nada que decir. Excepto por que Aya Ishiguro no era para nada poco agraciada, y una conversación a su lado podía ser de todo, menos aburrida. De reojo la vio colgarse el bolso, y luego atarse el claro cabello en una coleta rápida.

-¡Está bien!- repuso la castaña, acabando de cambiarse de zapatos. –¡A lo mejor y termina haciéndose otra pareja! Aunque bueno…- Sano dirigió la mirada hacia los orbes de la otra adolescente -¡Eso es porque a ti no te interesa salir con nadie, eh! ¡Que yo a la primera a la que le buscaría novio es a mi mejor amiga!...-

       Ambas –completamente sonrientes aun después del aparente previo hastío de Aya- compartieron un atisbo de tan profunda complicidad y camaradería que Shinya, quien se les había quedado viendo con dejo curioso, no pudo evitar sentirse un poco apenado y fuera de lugar, por lo que retiró el atisbo de sobre ellas. Era como si pudieran decirse muchísimas más palabras que las que salían de sus labios, valiéndose de éstas mismas, así como de los tonos de su voz y los gestos. De haber sido él quien estuviera hablando con uno de los de su grupo, tenía por seguro que apenas y si habría entendido la información básica… En verdad que las mujeres podían resultar seres de otra galaxia, pensó para sus atribulados adentros. Y también, que a lo mejor y algunos de los chicos de su círculo sí habrían logrado sortear semejante dificultad, gracias a sus distintas preferencias y maneras de ser.

       Ya estando fuera del establecimiento, los tres adolescentes caminaban entre la gente a paso lento. Al ver un viejo anuncio de un concierto pegado en un poste del tendido eléctrico, Aya se volteó hacia el mayor.

-¿Y qué tal te está yendo con la banda que tienes con tus amigos, Shinya-senpai?-

-Ohh, ¡muy bien! Hoy en la mañana tuvimos nuestro más reciente ensayo- repuso el otro, emocionado –y ya por fin le pedimos a Ryuichi-kun que se nos uniera. Estoy seguro de que será para bien. Ryuichi tiene mucho potencial…-

-¡Cuánto me alegro!- sonrió la rubia, sin dejar de andar. –Kumi-chan, ¿tú has ido a verlos practicar?-

-Mmm no todavía…- contestó la más baja, un poco apenada, siendo interrumpida inmediatamente por Ishiguro.

-¡Cuando vayas, llévame contigo! Me encantaría estar en el ensayo de una banda. Nunca he ido a uno.-

       La ojiámbar no necesitó levantar la vista, pues casi le fue posible sentir cómo Shinya y Aya se sonreían y miraban uno al otro tras las últimas palabras.

       Deteniéndose de repente, la colegiala apretó la mano de su novio, de la cual iba tomada, para después alzar la cabeza y darse una palmada en la frente.

-¡Ahh, qué tonta soy! ¡Olvidé por completo que había quedado con mi madre de verla a las siete en el centro comercial! Mañana es el cumpleaños de papá, y queríamos buscarle un regalo…-

       Los dos muchachos restantes, quienes habían suspendido su marcha también, la miraron preocupados. La rubia se buscó el reloj en la muñeca, y tras comprobar que no había sido tan garrafal el olvido de su amiga, acercó a ella el brazo, mostrándole el aparato.

-Sólo han pasado quince minutos. Si tomas un taxi, llegarás rápido y sin problemas.-

-¡Tienes razón, Aya-chan! Ahora sólo necesito…- la de los ojos dorados se volteó a un lado y luego hacia el otro, intentando dar con uno de aquellos automóviles. Su novio, no obstante, ya se había adelantado, por lo cual se encontraba cerca del límite de la acera deteniendo el transporte público para la chica.

-¡Mira! ¡Justo a tiempo!-

       Sano asintió, esbozando una ligera sonrisa. El mayor abrió la portezuela de la cabina para que ella pudiera entrar.

-¿Quieres que te acompañemos, hermosa? Me daría pena con tu madre no ir a dejarte…-

       Un dejo de nerviosismo se apoderó de la castaña. Empero, ella se negó amablemente al ofrecimiento, manteniendo el leve mohín de hacía un instante. De su amiga se despidió con un abrazo, mientras que a Yamada le dio un pequeño beso en los labios. Presurosa, se subió al taxi, dándole rápidamente las indicaciones al chofer, quien arrancó de inmediato.

       Aún mirando el auto alejarse, Shinya suspiró, rascándose la cabeza.

-¡Qué extraño! No escuché que su madre le dijera nada cuando nos fuimos de su casa… Lo mejor hubiera sido que me pidiera que la acompañara al salir del boliche, ¿no te parece?-

       Aya sonrió ante la simpática inquietud de su interlocutor.

-De seguro hablaron de ello antes de que tú llegaras. Pero no te preocupes tanto, el centro comercial está cerca. En lo que hablamos, ya debe de haber llegado.-

       Colocando las manos en sus bolsillos, el baterista se mostró de acuerdo, sintiéndose un poco más tranquilo. No obstante, apenas el silencio se instaló entre ambos, cayó en cuenta de una cosa.

-Aya-chan, al menos… permíteme acompañarte a ti de vuelta. No quisiera que tú también te vayas sola…-

       Era la primera vez que se encontraba con Shinya sin contar con la presencia de su amiga. Habían salido juntos varias veces ya, mas siempre en grupo; y al volver, ella usualmente se separaba de la pareja para concederles su espacio. Las mejillas de la muchacha se tiñeron de un rubor muy leve que la hizo titubear.

-Por favor…-

       Después de que ella aceptó y de haber desandado el camino que les restaba, tomaron juntos el metro. Al subirse al tren, y a causa de la cantidad de gente que ocupaba los asientos, no tuvieron más opción que viajar de pie, asidos de las barras. El roadie sonrió de lado tras haber mirado a la chica una última vez, cosa que su interlocutora captó de inmediato.

-¿Qué?...- inquirió curiosa, levantando una ceja, al tiempo que se aferraba al pasamanos.

-No sé por qué, pero tú me recuerdas mucho a mi amigo Sugizo…- comentó Yamada. –Es como si yo fuera Kumi y tú fueras él. Y viéndolo así, ya no me extraña tanto su amistad. Te juro que el primer día no entendía cómo dos personas tan distintas como ustedes habían llegado a ser tan amigas.-

-¡Ahora que lo dices, entonces Sugizo-senpai ha de ser un chico adorable, eh!- respondió ella, provocando la risa de ambos. Su espontaneidad hizo que algunos de los que viajaban junto a ellos voltearan a mirarlos, pero a los colegiales no les importó en lo más mínimo. –Nah, ya en serio… ¿En qué nos parecemos, según tú?-

-Oh bueno, tanto tú como él son más altos que Kumi-chan y que yo… Uhm… son delgados y… esa forma de hablar que tienen…- finalizó, mordiéndose los labios por el comentario.

-¿“Esa forma de hablar”? ¡Anda! ¿A qué te refieres?- siguió ella, divertida por cuanto había mencionado el otro.

-¡Sabes bien lo que quise decir!- rió el castaño. –¡Es tan difícil encontrar chicas a las que les guste el sarcasmo!...-

       Ishiguro asintió, quedándose en silencio por unos instantes. Después, desvió la vista lentamente hasta descolocarla por completo.

-Bueno, ahí tienes la respuesta de por qué casi no tengo amigas, por si te lo estabas preguntando. En general, siempre me he llevado mejor con los chicos. Y Kumi…- continuó, atrayendo más la atención del mayor, al tiempo que devolvía sus ojos hacia el frente –ella me entiende, y no le molesta que sea así.-

       Yamada se mostró de acuerdo, ampliando su hermosa sonrisa de manera totalmente inconsciente.

-Justo como Sugichan y yo…-  

       Cuando arribaron, la zona residencial en la que vivían ambas colegialas se veía muy tranquila. Iban a ser las ocho, por lo cual las familias ya se encontraban juntas alrededor de la mesa, listas para compartir la cena. Los dos jóvenes caminaban con paso relajado, aún disfrutando de su plática, entre sonrisas y bromas. Había sido tal el grado de afinidad que Shinya descubrió entre ambos, que se aventuró a preguntarle a la muchacha acerca de una de sus mayores dudas respecto de ella desde que la había conocido, motivada por aquel comentario primero sobre Jun.

-Oye, ya que estamos hablando de todo un poco…- comenzó el castaño, rebuscándose alguna golosina en los bolsillos, por inercia. -¿Cómo te gustan a ti los chicos?- Ishiguro abrió los ojos, muy sorprendida por aquella interrogación que, para ser sinceros, nada tenía que ver con lo que venían conversando. La situación tan atropellada, por supuesto, le provocó sonreír de nueva cuenta. Y el mayor, ruborizado y casi como si leyera su mente, agregó

–Es que todavía recuerdo lo que dijiste sobre J-kun el día en que nos conocimos…-

       Deteniéndose frente a la puerta de su casa, la rubia se colocó una mano sobre la cintura. Su mirar decididamente inquisitivo se posó sobre el baterista, quien ya sentía las consecuencias de su curiosidad hacer estragos en su estómago.

-Vaya… ¿En serio todos ustedes piensan que Onose-kun es una especie de supermodelo, o algo así?- inquirió ella, ladeando la cabeza. –A mí me gustan los chicos que me atraigan con su forma de ser, sin importar si son bajos, altos, delgados o un poco rellenos. Cuando estoy junto a alguien, me agrada que me hagan reír, y ese es el tipo de compañía que buscaría… en caso de querer tener novio. Créeme Shinya-kun, es claro que todavía no conozco a todos tus camaradas, pero estoy segura de que debe de haber alguien en su grupo muchísimo más atractivo que tu amigo el rubio…-

       Hincados en aquellos ojos negros de reluciente brillo, los orbes del mayor fueron incapaces de moverse hacia otro lado. La duda acerca de si en aquel punto el paralelismo entre Aya y Sugizo que el chico había encontrado se cumplía también –el cual tenía que ver con la atracción hacia su mismo género- se disipó en un abrir y cerrar de ojos. El silencio imperante en el vecindario contribuyó a mantener esa atmósfera calma que, sin ellos saberlo, había provocado que una vez más sus miradas se juntaran y se perdieran una en la otra.

       Pero de pronto, la imagen de su amiga apareció en la mente de la jovencita, con esos ojos miel que centelleaban, tal cual se los había visto minutos atrás, al momento de dejarla. Sintiendo las pulsaciones sanguíneas en los suyos propios, la alta muchacha de cabellos blondos se inclinó profundamente, evitando con ello cualquier prolongación del contacto visual hasta entonces mantenido. Y no lo renovaría incluso después de levantarse.

-Gracias por haberme acompañado.-


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