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I want your love por metallikita666

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Notas del capitulo:

Inoran es un pollo hermoso; Ryuichi, un monito, y para todos es muy claro que a nuestra Sugi-loca se la reconoce como a una fabulosa yegua. Además, es muy probable que nuestro gordo adorable cumpla con las características de algún tipo de osito. No obstante, a partir de ahora, en las notas de este fanfiction, nos referiremos a J como Juan el wombat oxigenado. ¿Razones? Les doy dos: WUMF > WOMBAT y

 

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-Ryuichi-kun, ¿ya terminaste con las fajas y las cuerdas? Estamos a punto de cerrar esas cajas, y no podemos colocar eso en otro lugar.-

-¡Ah, caray, Sakura!- protestó el aludido, limpiándose el sudor de la frente con el reverso de la mano. Su tono molesto atrajo la atención de su interlocutor, quien se volteó hacia él. –¡Ya me lo dijiste tres veces!-

-Muchachos, no peleen- intervino Minato, quien justamente pasaba por ahí con algunos accesorios en mano, y una cajita de color rosa, la cual le entregó a Kawamura. –Hay mucho trabajo que hacer, es cierto. Pero recuerden que aún es de mañana- su sonrisa tranquilizadora minó la repentina molestia del pelinegro más joven, quien solamente se limitó a emitir un suspiro de fatiga. No obstante, al recibir la caja de manos del baterista, lo miró extrañado. Masafumi se apresuró con la explicación.

–Pon esas fajas que hay ahí junto a lo del bajo. Joe no pierde la cabeza porque la tiene atornillada al cuerpo…-

       Tapándose los labios para no carcajearse por la ocurrencia de su jefe, el colegial hizo diligentemente como el otro le había indicado, olvidando por un momento la verdadera razón de su talante irascible de ese día. Pero no le valió de mucho, pues instantes después Morrie entró a la sala llevando solamente un pantalón de mezclilla y, entre los dedos, su sempiterno cigarrillo. Se sentó en el sillón y encendió el televisor, para posteriormente darle una profunda calada a su tabaco.

       Era lunes de la semana siguiente, y después de aquel ensayo sabatino en el que sus amigos le habían pedido que ingresara en la banda de forma oficial, el de Yamato -a pesar de los problemas en casa- había estado abrigando la emoción de poder comunicarle por fin a su mentor las grandiosas buenas nuevas. Aunado a eso, durante el domingo el chico se había dedicado casi que por completo a practicar vocalización y entonación, utilizando para ello el primero de los cometidos que le asignaran sus compinches. Gracias a tan dedicada práctica, en cuestión de unas horas “Naitomea” se había grabado en su memoria como si hubiese salido de su propia inspiración.

       No obstante, ese día –contrario a la rutina de muchos otros- You y Minato habían recibido a los chicos con numerosas y puntuales instrucciones: todos y cada uno de los instrumentos y aditamentos que se encontraban en la casa debían ser limpiados, ordenados, clasificados y guardados, a excepción de una batería completa y un par de guitarras y bajos, así como dos micrófonos para Ohtsuka. La faena, por supuesto, implicaría con seguridad más de una jornada, siendo que desde que Dead End se había instalado en Hadano, jamás se había llevado a cabo un inventario de sus pertenencias.

       Por ello era que Kawamura se sentía entonces un poco incómodo respecto del trabajo, aunque no debido a que le molestara tener que hacer todas esas cosas junto a los demás. Lo que sucedía era que el de la cabellera rizada no le había dirigido más palabra que un escueto “buenos días” cuando lo vio llegar, a pesar de encontrarse en el departamento desde una hora inusualmente temprana para su costumbre.

       Tan embebido estaba el colegial en sus cavilaciones, que no se había dado cuenta de algo verdaderamente básico.

-Eh, Ami-kun…- llamó al rubio que se encontraba a su lado, quien valoraba el estado de las decenas de baquetas de Minato, para ver cuáles eran dignas de acabar irremediablemente en el cubo de la basura. El otro lo miró. –¿Tú sabes… por qué estamos haciendo todo esto?-

       Ryuichi estaba casi seguro de que el interpelado se burlaría de él por semejante pregunta; acostumbrado como siempre a ser el menos enterado de todo, o el más despistado. Pero para su sorpresa, el bajista aprendiz le pasó el brazo por los hombros, de manera que lo estrechó atrayéndolo hacia él; una vez así, era más sencillo murmurar en su oído. Por precaución, además, se alejó un poco de donde se encontraba el frontman oriundo de Himeji.

-Nadie lo sabe con certeza, pero, al parecer, habrá gira pronto…-

       En ese momento, You Adachi bajaba las escaleras dando retumbos y casi que hasta coces, intentando despojarse de una larga prolongación de su espalda. Una molesta y pesada prolongación de cabello rubio y mejillas prominentes que daba la impresión de estar pasándosela genial en su intento de jorobar al guitarrista.

-¡Ahhh, maldita Josefa! ¡Quítate de encima!-

       Todos los presentes voltearon a mirarlos, atraídos por la gritería. Todos, excepto el vocalista de Dead End, quien continuaba imperturbable viendo las noticias. Yuuji avanzó hasta el sillón, no hallando más remedio para aliviarse de su fastidiosa carga que echarla sobre el sofá, haciendo que parte del cuerpo de Tadashi cayera encima del vocalista de las blancas extensiones.

-¿¡Pero es que son imbéciles ustedes!?- bramó Morrie, de una manera en que hasta sus mismos compañeros de banda se asustaron momentáneamente. Ryuichi, por su lado, apretaba los labios en la más ridícula de las muecas, sabiendo que podía darse por muerto si un solo sonido que pareciera una risa llegaba a escapársele. A una patada del ex Rajas, el cigarrillo recién encendido del mayor había ido a dar al suelo, ensuciándole y quemándole los dedos en el proceso. -¿¡Se puede saber qué estupidez sucedió ahora!? ¡Mierda, alguien diga algo!-

       Minato, curioso, se asomó desde la cocina. Sin todavía articular una sola palabra, tanto Masumoto como Adachi se señalaron mutuamente, permaneciendo así por unos segundos. Los nervios del pelinegro mayor iban a reventar.

-¡Este inútil está empeñado en que les encarguemos a los chicos ordenar y clasificar también el vestuario!- dijo por fin el guitarrista de cabello lacio. -¡No puede ni siquiera ocuparse de sus cuatro mugrosas bragas!-

       Haciendo todos los esfuerzos humanamente posibles por no tomar a ambos implicados y colgarlos de la viga del techo artesonado, Ohtsuka inspiró profundamente, cerrando los ojos y colocándose la diestra sobre la cara. El baterista de la banda -al leer en los bonitos orbes del rubio de melena ondulada que tal ademán del líder no había sido lo suficientemente claro para hacerlo desistir de cualquier contacto- se acomodó contra el marco de la puerta.

-Oh vamos, Morrie… Somos rockstars, ¿no?...- agregó Tadashi con tono meloso y acercándose lentamente al mayor. –No tiene nada de malo que…-

-¡Suficiente!- exclamó el otro, poniéndose en pie de inmediato -¡Me largo!-

       Instantes después, un violento portazo se escuchó en el segundo piso, y un puchero tomaba forma en los labios del bajista. You se sentó a su lado, sobre uno de los descansabrazos del sillón. Los roadies, por otra parte, lentamente volvían a sus ocupaciones.

-Tengo hambre- sin dejar sus característicos e inconscientes mohines, Crazy Cool Joe se recargó en el sofá, apoderándose del control remoto para cambiar los canales. –Pidamos algo de comer…-

-Como prácticamente todos los días de la semana pasada mandaron a comprar comida, ya casi no quedó dinero- comentó Minato mientras abría una lata de cerveza. Previamente y al llegar a la sala, les había entregado una bebida al rubio y otra al guitarrista, quienes entonces hacían lo propio, escuchándole. –Aun así, alcanza para una pizza.-

       Unos pasos se oyeron nuevamente, provenientes de las escaleras. Morrie se había puesto una chaqueta sobre el torso desnudo, y junto a sus botas, sus gafas oscuras y el pantalón de antes, era lo único que llevaba.

-Saldré a almorzar.-

       El corazón de Ryuichi empezó a latir rápidamente apenas se percató de los planes del vocalista. Muchas veces, el apuesto pelinegro –acompañado de alguna de sus tantas admiradoras- se ausentaba a mediodía, y no regresaba incluso hasta pasada la tarde. Fue por ello que el chico cobró agallas en ese mismo instante, viendo que frente a él pasaba la esbelta figura del mayor.

-Morrie-san, yo…-

       Endureciendo su faz de forma perceptible incluso detrás de sus gafas ahumadas, el de Himeji se detuvo, e interrumpió con ello las palabras ajenas. No había necesidad ni de una sola de las suyas; quien le conociera bien, sabría ahorrárselas. Y aunque en ese mismo momento y al verle cruzar el umbral de la salida sintiera un vuelco en el pecho, el colegial de cabellera negra ya le conocía lo suficiente.

 

 

       En el salón de clase del tercer grupo de onceavo año, los colegiales tomaban su lección de biología. Abrumado por la cantidad de materia de una de sus asignaturas menos queridas, Jun levantó el rostro para averiguar el origen del sonido que fácilmente lo había distraído de su lectura: Inoran, dos pupitres a la derecha, se levantaba de su silla.

       El pelinegro se había enrumbado hacia el escritorio del profesor, lo cual no era de extrañar ya que la puerta para salir del aula quedaba también en esa dirección. Onose  pensó que, probablemente, se dirigiría al baño. No obstante, Shinobu no volteó hacia la salida, sino que por el contrario, se allegó más al maestro. Y habló con él.

       Tras intercambiar algunas palabras, aquel sensei pareció dar su consentimiento respecto de algo, pues el menor se inclinó e inmediatamente volvió a su sitio. Luego de coger sus cosas y despedirse en silencio de su compañero más próximo salió del recinto, portando su mochila. J, nervioso, frunció el entrecejo y llevó su mirada al reloj de pared. Faltaban cinco minutos para el receso.

       El hecho de que el chico menor no esperara el sonido de la campana para retirarse no dejaba de intrigar al rubio. Tomando en cuenta que Inoue no solía detenerse a conversar con nadie que no fueran sus amigos más cercanos, y que Sugizo -el único de ellos quien todavía se encontraba en el colegio- estaría también en clase en esos momentos, cinco minutos significarían demasiado camino andado. Así que, fingiendo ir al baño, el delgado jovencito de cabello teñido cedió unos instantes tras la partida de su amigo, para finalmente seguirle.

       Con los pasillos desolados en esos momentos, el más alto debía ser cauteloso. Desde su última plática el sábado anterior en casa de Onose, Inoran había racionado todavía más sus palabras para con el otro. Lo cual significaba, dicho de mejor manera, que aparte de saludarlo al llegar, ni siquiera había volteado a mirarlo nuevamente. De la misma forma, el más pequeño se había mantenido ajeno a toda plática con cualquier otra persona. Por todo ello era que, si incluso siendo uno de sus mejores y más cercanos amigos resultaba complicado entender lo que pasaba por la mente del hermoso adolescente, la distancia entre ambos muchachos –a pesar de los pocos días- se estaba volviendo para el mayor algo simple y sencillamente insoportable.

       Al salir del colegio, el joven guitarrista encaminó sus pasos por la senda que diariamente le llevaba hacia la parada de su autobús. Empero, no bien pisó la banqueta, fuera ya de la entrada del instituto, un auto negro que estaba aparcado allí encendió, siguiéndole lentamente en su andar. Jun, que iba detrás, experimentó un escalofrío.

       Después de unos metros, la marcha sospechosa del vehículo se tornó evidente hasta para el distraído Shinobu, quien entonces se detuvo. Con su acostumbrada forma, el pelinegro volteó lánguidamente para mirar de soslayo, pero al parecer, eso era justo lo que deseaba el conductor del misterioso automóvil, pues la ventanilla de su lado descendió de inmediato.

       Con las ansias devorándole los nervios, J se maldijo internamente por haber seguido al menor. Recordó en ese momento todas aquellas veces en que, estando junto a él, muchas personas habían confundido a su mejor amigo con una chica. Debido a su cabello largo y sus bellas y finas facciones, así como por su estatura y complexión, era algo a lo que Inoran ya prácticamente se había acostumbrado; pero la posibilidad de que fuera esa la razón de lo que entonces presenciaba, enfurecía mucho al rubio. ¿Qué acaso no portaba Inoue el uniforme masculino? Escondido tras unos arbustos, el mayor se quedó mirando la escena.

-Mierda, ¡no escucho nada!- masculló el bajista para sí una vez que se dio cuenta de que la persona al interior del sospechoso automóvil le estaba hablando a Inoran, si bien éste se mantenía sin responder. Tras unos segundos más, el pelinegro agachó la mirada y se dispuso a continuar su camino, pero quienquiera que estuviera dentro del auto pareció insistir. Maquinalmente, el rubio apretó el puño derecho.

-¡Sal de ahí, maldición!... ¡Da la cara!-

       En la mente fraternal y preocupada de Onose, semejante acontecimiento no podía ser sino inquietante. Aparte de ser su mejor amigo y la persona más cercana a su corazón desde hacía tantos años, Shinobu en parte representaba para él ese hermano querido que nunca tuvo. Para Jun, la referencia directa al cariño fraternal jamás había sido aquella ajena Mika –distante tanto en edad como en afecto-, sino su pequeño Inoran. Ese jovencito tierno y dulce cuya fragilidad parecía siempre pedir a gritos la protección de los demás; su protección, en especial. Sí, era eso exactamente: nadie podría cuidarlo como sólo él sabía hacerlo. Nadie, ni siquiera sus sinceros amigos.

       Con todas aquellas tribulaciones ocupando su mente en ese instante, el rubio colegial devolvió su atención de golpe a la escena que tenía en frente no bien observó que su amigo –después de lo que parecían haber sido unas brevísimas palabras- se inclinaba profundamente, para luego correr lejos de ahí. Onose no pudo evitar sentir un alivio cuando el menor se alejó de aquel auto y éste no pareció querer seguirlo. Quienquiera que estuviera dentro se encontraba más que obligado a entender, tras la disculpa del adorable pelinegro, que no tenía absolutamente ningún derecho de continuar con su atrevimiento. Razón por la cual, si bien para el bajista dichos modales eran una consideración excesiva, los reconocía como absolutamente propios de la siempre bienintencionada forma de ser de su hermano de infancia.

Notas finales:

#ForeverFregandoAMamertoHastaEnLosFics

 

¡Gracias por leer! xD


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