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I want your love por metallikita666

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Notas del capitulo:

No es difícil imaginar que estarán deseando tener un adelanto del rollo entre Juan y Pollino, así que acá estamos para complacerlas. PERO PRIMERO...

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(¡Cópienlo y entren a verlo, carajo! Que su tiempito me tomó hacer semejante mamada >.< ahsjdsdhsdk XDDD)

       Cerca de los árboles que estaban a la entrada del colegio, Yasuhiro se había detenido para desabrocharse un poco los botones de la camisa, ya que el calor no era para menos. Además, aprovechaba para rebuscar en sus bolsillos el dinero necesario para el pase, acomodándose todas las monedas juntas de un solo lado. Con el rabillo del ojo pudo distinguir a J, quien se detenía a su vera.

-¿Ya fueron a averiguar lo de la sala de ensayo?- inquirió el mayor al tiempo que se hacía una coleta. El rubio lo miró para después negar con la cabeza.

-Al gordo se le olvidó preguntar el dato durante todos estos días, y apenas hasta ayer en la noche me llamó para dármelo. Anda rarísimo…-

-Sí, ni me digas- contestó el otro. –Lo peor de todo es que creo que sé por qué está así…-

       Jun asintió con un pequeño gruñido, tras de lo cual se volteó hacia el instituto.

-¿Qué hay de Inoran?-

-Me dijo que ya venía. Se quedó preguntándole unas cosas al profesor sobre la asignación que puso- Onose bostezó, estirando los brazos hacia arriba para terminar de desperezarse. En eso, se presentó el delgado pelinegro del que habían estado hablando segundos antes, y le sonrió tímidamente a Sugizo.

-Bueno, ya saben. Nos vemos mañana en tu casa para ver de qué se enteraron. Ryu sigue muy entusiasmado con la idea de ensayar seguido y poder armar el evento- comentó Sugihara, ajustándose la correa de la mochila. –Y sinceramente, me parece que todos deberíamos contagiarnos de ese espíritu. Hasta mañana, chicos.-

       Inoue y Jun comenzaron a andar acera abajo, enrumbándose hacia las afueras de la zona. Su objetivo era abordar un autobús que se detenía en la misma parada en que el más bajito tomaba su transporte diariamente, por lo que el rubio calculó que aquel misterioso chofer del auto negro –a quien observara días atrás siguiendo a su mejor amigo- también se aparecería esa vez.

       Las jornadas subsiguientes a la de aquel episodio, el de melena teñida no se había ido detrás del menor, pues le incomodaba bastante pensar en que alguien se diera cuenta de que siempre acechaba al guitarrista. Empero, el hecho de que entonces tuvieran que irse juntos constituía la excusa perfecta para cerciorarse de qué era lo que estaba sucediendo con Shinobu y esa misteriosa persona, pues J –si bien no había seguido a Inoran- varias veces tomó atajos y comprobó que el dulce chico no llegaba a su parada justo después de salir de clases. Esas situaciones, como es entendible, resultaban demasiado intrigantes para el atlético muchacho, el cual necesitaba saber con verdadera urgencia si todo se debía al molesto sujeto en cuestión.

       El jovencito de largos mechones azabache comía en silencio un caramelo de paleta que había extraído previamente de su mochila, al tiempo que caminaba junto al rubio. Nada en él daba muestras de que estuviera esperando la aparición de persona alguna, pues iba a paso comedido y aparentemente ensimismado, como siempre. No obstante, cuando llevaban varias cuadras y Onose empezaba a relajarse pues las transitadas calles centrales estaban ya a la vista, un coche oscuro dejó sentir el peso de su sibilante motor al lado de los muchachos. Jun, quien por costumbre caminaba de lado afuera, se detuvo en ese mismo momento, siendo secundado por el menor de ambos. La ventanilla del carro descendió.

-¡Hola, Ino-chan! ¿Cómo estás?- un hombre joven, pero mayor que ellos, y de cabellos negros y ondulados que le caían sobre la nuca, sonrió desde dentro del vehículo. -¿Hoy no tienes tiempo para ir a tomar un helado?...-

       Delgado pero dando la impresión de ser alto, el tipo en cuestión tenía unas facciones envidiables: J, por dentro, se murió de rabia al tener que reconocerlo. Debía ser mínimo un universitario, pero tomando en cuenta el coche y la pinta refinada que llevaba encima, o era uno muy adinerado, o era un empresario bastante joven.

       El bajista de blondos cabellos se había quedado como en stand-by, cavilando un montón de consideraciones atropelladas, y la siguiente más que la anterior lograba enfurecerlo de gran manera. Y es que entre otras cosas, aquel sujeto tenía un parecido con alguien que no lograba recordar, pero cuya sóla evocación encendía su mal genio en un abrir y cerrar de ojos.

-No, hoy no, Satoshi-san- repuso el joven interpelado, sosteniendo la paleta con su mano para poder hablar sin tener que estar lamiendo el dulce dentro de su boca al mismo tiempo. –Tengo que encargarme de algo.-

       Cuando Shinobu terminó de hablar, y tal cual si hubiera despertado bruscamente, Onose cayó en cuenta de todo lo que había sucedido. ¿”Ino-chan”? ¿Había escuchado bien cuando el hombre ese se dirigió a su mejor amigo de semejante manera? ¡Faltaba más! Por lo menos el menor se había abstenido de su costumbre de llamar a chicos incluso un poco mayores con el tratamiento de más confianza, la cual practicaba con sus amigos muy cercanos. Eso, al menos, le indicó al rubio que de parte de Inoran no había exceso de familiaridad.

       El apuesto extraño del coche levantó las cejas.

-Oh, es una pena…-

       Así es que J, formando el puño en la siniestra, cogió la de Inoue con su mano derecha; contacto al que el pelinegro no se resistió. O al menos eso pudo advertir Jun, quien entonces no lo miraba, pues el menor no rehuyó su cercanía.

-Sí, una pena- recalcó el del bajo, metiéndose a empellones en la conversación en la que, a todas luces, no había sido incluido desde el principio. –Ahora, si nos disculpas, tenemos que irnos.-

       Dicha la última frase con bastante y evidente ojeriza, Jun avanzó unos pasos tomado de la mano con Inoran. Todo se había aclarado en su mente después de unos instantes: la persona a la que aquel engreído hombre le recordaba –tanto por su rostro como por su porte- era nada más y nada menos que el gran ídolo y secreto amor platónico de su hermano de infancia: Ichiro “Cipher” Takigawa, guitarrista de D’erlanger[1]. Ah, tenía que admitir que musicalmente también admiraba mucho a ese sujeto. No obstante, apenas que –producto de la sinceridad transparente y espontánea que producía el alcohol, o debido a un arranque de inspiración- el introvertido Shinobu comenzaba a alabar las bondades estéticas y artísticas de su adoradísimo Cipher, todo el amor del rubio por La Vie En Rose y el Basilisk se iban directamente al carajo.

-Vaya, con que hoy te acompaña tu novio…- J, no bien escuchó aquella palabra, se detuvo en seco y se paralizó. El tal Satoshi, por su parte, les seguía a velocidad mínima; la suficiente para no rezagarse tras sus pasos, pero sin pretender adelantarles todavía. –Ni modo, hermoso. Otro día será. ¡Nos vemos!- y pisando el acelerador, el atractivo joven desapareció entre las calles.

       Onose seguía como petrificado.

-¿Jun?...- Inoran, a su lado, se dirigía a él por primera vez desde hacía un buen rato. Desde las clases, para ser exacto. –¡Psss, ey!-

       El más bajito movía la mano contraria delante del rostro de su blondo amigo; la otra, por su lado, continuaba unida a la de él. Cuando J volvió en sí, lentamente volteó el rostro, buscando con su todavía perdida mirada la de su compañero. Luego, y con mucha delicadeza, le soltó la mano; tal cual jamás lo habría hecho antes. Oh, bueno; comenzando por el hecho de que nunca, previo a eso y desde que estaban "grandes", había llevado a cabo dicho gesto en público ni en privado.

-¿Quién… era ese tipo?- mirando a su interlocutor al rostro, el bajista articuló aquello en una voz tenue, acompañando su faz de extrañeza con un inesperado y muy hermoso sonrojo que brotó en su cutis apenas se deshizo con bastante tacto de la unión de sus manos. La pregunta, por cierto, pareció entonces hecha a propósito para mitigar aquel incómodo silencio.

       Por toda respuesta, en los labios de Inoran se dibujó una pequeñísima sonrisa, y el chico dio un paso al frente, con la intención de seguir su camino. El más alto de ambos, quien todavía no se movía, parpadeó un par de veces y se dispuso a seguir al pelinegro; un poco molesto, por cierto, pues su interrogación había sido claramente ignorada.

-¿Qué mierda le pasa llamándote “Ino-chan”, eh? ¡Es un pesado!-

-Lo conocí hace unos días, y a decir verdad, todavía no sé mucho de él- repuso el menor con su habitual tranquilidad. –Pero ha sido amable conmigo.-

       A Jun se le agolparon todas las palabras en la garganta; sin embargo, cual si tuviera un nudo allí, ninguna de ellas logró escapar, y el sonido ininteligible que articuló a consecuencia fue bastante gracioso.

       Su reacción natural era la de siempre: preocupado y celoso –e incapaz de olvidar que aquel infeliz insinuó abiertamente que él y Shinobu alguna vez fueron a tomar juntos un helado- quería exigirle a su amigo todos los detalles de semejante encuentro. Deseaba moler a golpes al sujeto por tal atrevimiento, claro está; pero al mismo tiempo, tampoco podía desterrar de su mente que si Inoue se encontraba dirigiéndole la palabra y caminando a su lado para ocuparse de un encargo, era porque su ilusión con lo de la banda seguía siendo tan grande como para no olvidarse de él tal cual parecía hacer en el colegio.

       De esa manera, si bien fueron muchas las preguntas y recriminaciones (además de las poderosas maldiciones dedicadas al gallardo Satoshi) que pretendieron salir de entre sus labios, lo único que logró franquear tal barrera fue una sola palabra.

-Inoran- dijo el rubio con una potencia un tanto extraña; firme pero benevolente, al tiempo que casi suplicante. Con ese encarecido ruego que provoca la inquietud.

-¿Sí?- el interpelado se detuvo al oír esa voz, volteándose con los ojos muy abiertos. El rostro de Onose volvía a teñirse de aquel impensado arrebol.

-Ten cuidado. Te lo pido…-

       Una vez más, la dulce sonrisa del jovencito de perfilados rasgos brotó con suavidad, intensificando con ello, asimismo, el rubor ajeno.

-No te preocupes, Jun. Satoshi-san es un chico muy guapo, pero no me gusta- aquella respuesta tomó por sorpresa al otro, quien de todas maneras se mantuvo en silencio. –Ven, apresurémonos a llegar al lugar que nos dijo Shin-chan, porque según le oí alguna vez, esos sitios cierran agenda cuando las reservaciones se han llenado, aunque sigan abiertos por más tiempo. No podemos arriesgarnos: hay que conseguir los espacios, mínimo para esta semana.-

       El privilegio de poder apreciar el brillo inconfundible que se encendía en los oscuros pozos del rostro del pequeño guitarrista cada vez que se planeaba algo concerniente al grupo, era razón suficiente para intentarlo hasta el final. No importaba si su propia terquedad y torpeza se empeñaban en confabularse para que su inseguridad lo echara todo a perder: J estaba seguro de que mientras le fuera lícito observar ese aliciente, haría todo lo posible por mantener el sueño vivo. Su propio sueño, al fin y al cabo.

       Una vez en el lugar indicado y después de echarle un vistazo a los aposentos, fue Inoran quien de entre ambos negoció los espacios, atendiendo a lo que previamente le había dicho el resto de sus amigos acerca de sus momentos libres. Había que hacerlos coincidir a todos en cierto día y a cierta hora, y verdaderamente no era Onose el más recomendable para la faena, pues se desesperaba pronto cuando no parecía tan sencillo cuadrar los horarios de los cinco con los cupos disponibles en la agenda de la sala. Y debían contratar esa, pues era verdad que tenía un precio asequible y un aspecto bastante decente para su presupuesto.

       J tomó asiento en uno de los sofás del pequeño salón de espera, observando de largo cómo el otro colegial reservaba los días junto con la encargada. A decir verdad, todavía no había podido apartar de su mente el episodio ocurrido en la calle antes de que llegaran, y cómo hasta la misma actitud de Inoue al respecto se constituía en una que le tomó por sorpresa del todo.

       Sí, ese hombre era el mismo que había abordado al de melena oscura el día en que él lo siguió tras su extraño y temprano retiro del colegio, y a quien el muchacho había parecido evitar esa primera vez. Cómo demonios se había enterado de su existencia y quién era en realidad, además de qué pretendía, eran cuestiones que no dejarían de darle vueltas en la mente esos días, o al menos hasta que su amigo se las aclarara. Sin embargo –y desafortunadamente para él- esa opción no era ya algo factible, por cuanto el chico de los hermosos ónices le había dejado bastante en claro la brecha establecida entre sus personas desde los últimos incidentes en lo que a trato y confianza se refería, así como la implícita y delgada línea que separaba ese nuevo estado de un final irreversible.

       Empero, lo que el ex capitán del equipo de fútbol no imaginaba del todo –claramente ignorante de su propia inhabilidad para desgranar la mies más allá del tallo- era que en ese mismo instante, y aunque le veía conducirse con la parsimonia y gracia de siempre, Shinobu hacía lo posible porque su estupefacción interna no fuera apreciable para nadie.

       Aun estando ocupado en encargarse del asunto de los ensayos, la memoria de Inoue tampoco se despegaba de aquel instante en que había sentido unos dedos furtivos apoderándose de su mano izquierda. Y tal cual se hace paradójicamente con aquellos eventos que uno piensa que lo someterían a la activa reacción, él se había quedado inmóvil, solamente dejándose hacer. Durante uno tras otro de los segundos en que había tenido lugar ese gesto del todo inesperado para el bello muchacho, su corazón se resistía a creer lo que estaba presenciando: no solamente Jun le había tomado la mano en público, en plena calle y cerca del colegio, sino que además lo hizo frente a otra persona. Había llevado a cabo la acción a propósito para desafiar a un tercero –aunque también de forma inconsciente- pero llegó incluso a pasearse unos momentos con el más joven de esa manera. Aunado a ello, no desmintió con furia la afirmación que de su relación con Inoran hiciera el seductor hombre.   

       Cuando el menor de los chicos terminó de negociar las reservaciones, dio gracias a la joven que estaba tras el mostrador, inclinándose respetuosamente para luego –y como siempre- ganarse la admiración ajena por sus modales, su trato y su innegable atractivo. Si la fascinación femenina era una constante alrededor de su figura, ¿cómo no iba a serlo también de parte de su mismo género? Suspirando, el de melena rubia le vio ir a su encuentro mientras él se ponía en pie e intentaba infructuosamente hacer a un lado en su cabeza tan poco alentador pensamiento.

-¿No hay que… dejar nada por adelantado?- preguntó Onose con cautela y en voz baja, metiéndose las manos en los bolsillos. El más bajito negó, guardando en su mochila el papel que la chica le había dado.

-No. Podemos ir cancelando uno a uno los días, y siempre que no haya retrasos con ese método, nos permitirán reservar muy por adelantado y mantener la prioridad en las citas. Es una suerte…- Inoran caminó junto al otro hasta que ambos estaban por llegar a la puerta, allegándose a su mejor amigo al tiempo que modulaba todavía más la voz -…¡pues fuera de los pases, no me cargo ni un yen más encima!…-

-¡Ni yo!- respondió el otro con el mismo tono, llevándose el puño a los labios para cubrirse ligeramente la amplia sonrisa que había compartido con el pelinegro.

       Una vez fuera del establecimiento, J se detuvo a los pocos pasos, y su compañero hizo lo mismo. Todavía con la diestra dentro de los pantalones, el alto jovencito levantó su mano contraria e instintivamente se rascó la nuca, retirando un poco la mirada en el instante en que se dispuso a decir algo.

-En realidad, también tengo los pases de mañana, pero no hay ningún problema con caminar.- Y devolviendo momentáneamente la vista al frente, escondió una vez más la mano izquierda. -No sé… estaba pensando… Tal vez podríamos ir juntos a tomar un helado…-

       Por un segundo, aunque fuera por un brevísimo intervalo, un radiante Shinobu se decidía a creer que J había sido capaz de determinar que “Ino” no era solamente el inicio de su apellido, sino de su sobrenombre también. De ese pseudónimo que tan cerca del corazón llevaba, pero con el que le gustaba presentarse en circunstancias inevitables, donde no debía ver comprometida su verdadera identidad.

Sí, a lo mejor y sí lo había notado.



[1] Esta gran reverencia, como posiblemente ya sepa el amable lector, es totalmente veraz y ha sido confirmada siempre por el mismo Inoran. Asimismo, recordemos que dentro de la mencionada línea de atractivos pelinegros se encuentra Jimmy (de 44Magnum) como inspiración de Cipher, y cuyo nombre es precisamente Satoshi Hirose. 

Notas finales:

¿Y bien, mis pequeñas? ¿Nos hemos fangirleado? A mí, al menos, me pasa cada vez que leo el capi; no lo puedo evitar. Porque aunque tengamos otras parejas más preferidas para ellos, estos dos juntos son una cosita linda. Que nadie me lo niegue <3

Acá dejo un par de links para aquellas que quieran mirar fotitos de

Jimmy http://metallikita666.tumblr.com/search/jimmy

y

Cipher http://metallikita666.tumblr.com/search/cipher

 

Mil gracias por leer, y hasta la próxima ;D :3

 


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