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I want your love por metallikita666

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Notas del capitulo:

Buen día, respetables y queridas lectoras. Ante todo, pido disculpas por la irremediable tardanza, la cual acaeció a pesar de haberme comprometido previamente a no dejar muchos días entre actualizaciones. 

Les anuncio que se encuentran a las puertas de un capítulo dramático y triste, pero que -de acuerdo con la consigna de esta historia- no deja de ser una gran lección para su protagonista.

A mi Ivana bella le digo que espero que esta actualización pueda al menos reconfortarla un poco, y le reitero todo mi cariño y apoyo.

Espero que todas y todos disfruten de la lectura. Sin más por ahora, les dejo con el texto. 

       Inexplicablemente fría y ventosa, la tarde de ese domingo no daba cobijo a la misma cantidad de gente que solía frecuentar el parque los fines de semana. Tal vez se debiera precisamente a dichas condiciones inusuales para la época; aunque algunas personas, como la castaña, no veían problema alguno en ello y se resguardaban del viento con un abrigo ligero. Aun así, y un poco para seguir desafiando el entendimiento masculino de su acompañante, la parte inferior de aquel menudo cuerpo estaba cubierta por una de las queridas e infaltables faldas cortas de su dueña.

-Amor, has estado muy callado hoy- Kumi, acercándose al barandal del estanque de los patos, se soltó de la mano de su novio para tomarse de la antigua madera. Su mirada, sin embargo, buscó el horizonte.

-Tengo que hablar contigo, linda. Es decir, tenemos que hablar.-

       De igual forma, Shinya, a su lado, dirigió los ojos al frente, pero momentos después agachó la cabeza. Ella apretó el barandal con fuerza; sin embargo, por única respuesta siguió al mayor hacia una banca.

       Una vez estando ahí, ambos se acomodaron de lado, aunque ligeramente vueltos uno hacia el otro. Unos cuantos segundos de silencio mediaron entre sus acciones, los cuales parecieron recrudecer la tensión que –si bien era tácita- no por ello se sentía menos imperante. Antes de ese día, de la misma manera en que había sucedido en las jornadas precedentes a la cita anterior, otros muchos fueron testigos de su distanciamiento.

       El roadie, tomando una pequeña bocanada de aire, hizo amago de dar inicio a sus palabras; pero a la hora de intentar permitirles salir por entre sus labios, un nudo le cerró la garganta. De forma automática, el blanco entrecejo bajo su frente, al fruncirse, no le dejó duda a la pequeña de ojos claros acerca de cuál era el motivo de aquella plática. Y ella, temiéndolo una y otra vez, había contribuido sin saberlo a la separación entre ambos, prefiriendo no comunicarse con el chico de melena castaña bajo ningún pretexto.

       Por otro lado, la relación de la muchacha con su mejor amiga había permanecido tal cual, obviando cualquier referencia al tema del baterista cuando estaban juntas. Con sólo el pasar de los días, una cuestión tan normal para un par de colegialas parecía haber caído en el olvido, incluso como si nunca hubiese existido del todo.

       Y es que tal vez nada de eso habría sido de extrañar de no ser porque Sano –si bien anteriormente se rodeó de pretendientes- no había tenido nunca una relación seria como aquella que mantenía con su senpai. Era cierto que la fama a sus espaldas distaba mucho de la de una “masculina” Aya, pero eso no quitaba que para sus padres ver a un chico en casa fuera una experiencia totalmente nueva, y que la madre de Kumi jamás le hubiera preparado bocadillos a ningún jovencito que estuviera interesado en su hija.

       Su corazón jamás había acogido a nadie; y su alcoba –durante la ausencia de sus progenitores- mucho menos. Pero todo eso había cambiado desde que, casi por equivocación y como una burla de ese destino que ella quiso embaucar primero, se había enamorado de Shinya Yamada.

-Ante todo, Kumi, por favor… perdóname.-

       Al oír el pesar con el cual el mayor a duras penas pronunció semejante inicio, la hermosa chica se colocó las manos sobre el rostro, cubriéndose con ellas la nariz y la boca. A partir de entonces, todos y cada uno de los esfuerzos que hiciera por retraer sus lágrimas serían en vano. De sus orbes brotaba el cálido efluvio, pero ella se había quedado inmóvil.

-Es por Aya-chan… ¿no es así?-

       El muchacho, sorprendido, no se atrevió a mirar a su interlocutora. De todas maneras, ella tampoco había dirigido hacia él su vista. Por el contrario, se había inclinado sobre sus muslos, posando en ellos los codos. Su hermoso cabello cobrizo le caía a los lados de la cabeza, alcanzando la alabastrina piel de sus piernas.

       El corazón del baterista dio un vuelco al ver así a su novia, porque si bien se imaginó que la necesaria conversación no sería fácil, la reacción que tendría la chica había sido para él un enigma. Kumi era dulce y cariñosa, y aparte de uno que otro pequeño episodio normal de disgusto entre ambos, nunca la había visto triste o enojada.

-Ella… no tiene la culpa, y nunca hizo nada para que yo me fijara en ella- angustiado, el joven roadie no sabía si acercarse a la ojimiel o si resultaría mejor mantener la distancia. Deseaba abrazarla, pues era claro que no le gustaba verla llorar. La quería, y el hecho de que durante muchos ratos debió debatirse consigo mismo hasta dar con la decisión que había logrado tomar, no cambiaba eso. –Por favor, intenta… intenta entenderlo. No debes enojarte con ella, y… yo no quiero que dejen de ser amigas. Porque la verdad, dudo mucho que ella quiera saber algo de mí ahora.-

       Kumi levantó la mirada, retirándose las manos del rostro poco a poco. Su pronta y anterior interrupción en la plática, la cual había dado como resultado un ahorro de engorrosas introducciones tanto para ella como para Shinya, no tomó en cuenta un hecho que la chica evidentemente no se esperaba.

-¿Qué dices?- bajando las manos hasta colocarlas encima de sus piernas, la castaña cerró los dedos en torno de los largos puños acampanados de su suéter. -¿Pero entonces tú y ella no…? ¿¡A qué te refieres con eso!?-

       El momento de mostrar parte de su cólera por lo sucedido había llegado, aunque más bien daba la impresión de que ella se había molestado por no entender lo que el percusionista intentaba decirle. En su mente, una sola opción era posible; una, en la que el cariño por su amiga y el amor a su novio eran las solas razones que refrenaban el enojo que sentía de saberse traicionada. Empero, si aquella separación no implicaba que el chico se uniría a Ishiguro, ¿qué sentido tenía entonces? ¿Qué acaso no se daba cuenta de que le estaba provocando un dolor innecesario? Azorada, la kouhai de dorado atisbo apretó los puños y levantó finalmente su linda y juvenil faz, en donde podía leerse el desconcierto en sus ojos.

-Si no vas a estar con ella… ¿por qué terminas conmigo, senpai?- Al acabar la frase, un sollozo se coló tras sus palabras. -¿Por qué?... ¿¡Por qué!?- la violencia de la segunda interrogación desconcertó del todo al jovencito, pues era la primera vez en que Kumi le reprochaba algo de semejante manera. Sus ojos, abiertos de par en par, la miraban mientras él sencillamente no sabía qué decir, y solo podía sentir una angustia inmensa. -¿¡Que no te das cuenta de que me estás rompiendo el corazón a cuenta de nada!?-

       El amago que hiciera la de menor edad por levantarse de la banca fue detenido por el roadie, quien tomó a la chica del brazo. No obstante, ésta alejó bruscamente de ella la mano ajena.

-¡Kumi-chan! Te lo ruego, nena, ¡no te pongas así!-

-¡Basta! ¡Eres cruel, Shinya-kun!- contestó ella, alejándose unos cuantos pasos más para que el baterista no pudiera rozarla, colocándose las manos a los lados de la cabeza con el objetivo de que el fuerte viento dejara de levantarle el cabello; pero también, con un gesto típico de quien se encuentra desesperado y no desea escuchar nada de lo que tengan que decirle. No obstante, la siguiente réplica de su entonces todavía novio la impactaría como nunca se lo hubiera imaginado.

-No, ¡te equivocas! Eso es justamente lo que no deseo ser contigo, ¡porque tú no te lo mereces!- Yamada se levantó, y a los costados de su cuerpo sendos puños se formaron, delatando una gran molestia que era causada por lo que diría a continuación. –¿Pero es que te sientes tan poca cosa como para creer que es mejor para ti tener a tu lado a alguien, sólo porque éste no ve la manera de estar con quien realmente quiere? ¡Cielos, hermosa! ¡No puede ser que sientas que vales tan poco!-

       La colegiala de los ojos color miel simplemente no podía creerse lo que acababa de oír, pues en su vida pensó que escucharía de un muchacho un parlamento semejante. De pronto, experimentó una recriminación muy grande hacia sí misma por haberse permitido querer a aquel chico; preguntándose si, por el contrario, el tímido Ryuichi Kawamura habría sido capaz de herirla con una línea tan dura como esa. Turbada, y temblando ligeramente a causa del llanto, la castaña bajó la mirada, limpiándose las mejillas con el dorso de sus manos.

-Jamás pensé que tú te enamorarías de mí… Y mucho menos, que yo también te llegaría a querer tanto- el castaño sonrió con tristeza, reconociendo en su interior que, tal y como Sugizo se lo había anunciado, acabó por sucumbir a los estragos resultantes de su incorrecto proceder pasado, a pesar de haber hecho después y en verdad, lo necesario para enmendarlo. -Sencillamente, todo este tiempo… me pareció un sueño. Uno del que yo era claramente indigno.-

       Se sentía horrible confesando tal cosa, pues a pesar de que los argumentos de su descargo fueran por completo verdaderos, eso no dejaba de aludir directamente a su antiguo error. El cual, durante los momentos en que había reflexionado acerca del asunto, supo que era el que entonces pagaba con creces a causa de la justa negativa de Aya a reconocer sus sentimientos. De la manera más severa, había entendido finalmente el sentido de todas las reprimendas de su mejor amigo, y aunque lo que más habría deseado en ese instante fuera evitar el dolor de Kumi, eso era algo que no estaba en sus manos detener.

-Yo tampoco creí que eso llegaría a suceder. Y lo que es peor aún: actué con la intención de llegar a alguien más.-

       Con el pesar reflejado en su faz, la revelación ajena –si bien había sido como una bofetada para la chica- la impelió a sincerarse también. Sin embargo, y contrario a lo que pudiera creerse, sus motivos no habían sido evitar darse por menos con ello, lo cual quedó patente momentos después.

-Pero mi justo merecido recibí, porque aunque desearía justificarme con lo que me has contado y mostrarte que no me importa ni en lo más mínimo que ya no quieras estar junto a mí, yo… no puedo.- Al llegar a ese punto, la colegiala de corta estatura, quien ya había logrado estabilizar un poco el tono de su voz, volvió a ser presa de aquella repentina desesperación. -No puedo, porque yo... sí te amo… como tú amas a Aya-chan.-

       Los ámbares en su rostro le observaban entre lágrimas, mas no con reproche o resentimiento, sino con un absoluto desamparo. De nuevo, el frágil corazón del chico de cabellos lacios retumbó pesaroso, importándole muy poco enterarse del dolo con el que asimismo había actuado la más pequeña, pues reconocía que en aquel juego desalmado, cualquiera de los dos habría podido salir perdiendo. Ciertamente, y a como él veía las cosas, ninguno resultaba ganador, pues sus ansias de quedarse junto al objeto de su cariño no llegarían a concretarse.

-No dudo de que Aya-chan no me haya fallado. Ella es una buena amiga- Shinya, levantando la mirada, observó la incipiente sonrisa que su interlocutora esbozó al referirse a la rubia, al tiempo que volvía a retirarse la humedad de los ojos. –Pero necesito tiempo para estar sola.-

       Inquietándose por lo que esa última frase podría significar, el rollizo músico agachó la vista de nueva cuenta y se mordió el labio inferior al sentir tanta preocupación e impotencia, ya que la inmerecida separación de las amigas era una de las cosas que fervientemente deseaba evitar a toda costa. Luego de disculparse, fue lo primero que le había solicitado a Kumi, pues se empecinaba en no ver razón alguna para que la relación de las muchachas saliera afectada por su maldita culpa.

       Pero se sentía seguro de que había algo que no estaba entendiendo, de la misma manera en que ya se encontraba más que convencido de que eso sucedía a menudo. En aquel corto tiempo y debido al trato con las chicas, había aprendido a no apresurarse a pensar; y mucho menos, a actuar o a hablar.

       ¿Sería que él también habría asumido la misma actitud si hubiera estado en la posición de Kumi, al enterarse de que su novia y uno de los de su círculo tenían sentimientos fuertes el uno para el otro, y que eso, naturalmente, no lo incluía a él? Le costaba imaginarse el cuadro completado por su mejor amigo dadas las razones obvias, pero y si en vez de Sugihara… ¿Ryuichi, por ejemplo? De inmediato, el puño en su diestra volvió a tensarse, y el castaño percibió una desagradable sensación en el estómago. Rápidamente, la imagen de Jun pasó por su mente, y los constantes episodios de peleas entre éste y el pelirrojo a causa de lo relativo a Inoran se le hicieron mucho más entendibles, siendo aquel un buen ejemplo de dos camaradas que no habían perdido el contacto del todo, a pesar de las circunstancias y del necesario distanciamiento.

       Pero no. Algo había fallado en su planteamiento desde el principio, porque Aya, según lo que el roadie fue capaz de comprender, no correspondía en igual medida a su sentir.

       Cuando Shinya levantó la mirada para intentar reponer algo ante las consecuentes reservas ajenas, la muchacha de los ojos miel ya se había ido. El perfume de su piel todavía permanecía en el aire, mientras que el viento había dejado de soplar tan fuerte, como si su objetivo en aquel momento en que ella ya conocía el destino de su fallido amor fuera consolarla con caricias, allá donde estuviera alejándose con adoloridos pasos.

       Yamada, quien volvió a la banca, se dejó caer en ella con la vista perdida y posteriormente se tomó la cabeza con ambas manos, inclinándose hacia adelante. En su interior no había nada más que un vacío enormemente grande.

Notas finales:

Y bueno, ¿qué tal estuvo, corazones? No puedo negar que es el tipo de conflicto que me gusta muchísimo relatar, aprovechando el narrador externo para mostrar de la mejor manera posible las perspectivas de los personajes.

Menuda cátedra de vida y de relaciones interpersonales recibió nuestro gordo adorado; la cual, si bien le fue anunciada por Sugizo, debía experimentar por sí mismo. Uno a uno, los chicos han ido teniendo que aterrizar en sus respectivas realidades, y pues claramente y de la misma forma, también los personajes secundarios que han tenido que ver con ellos. La existencia es un largo camino donde se falla y se acierta, y por supuesto que es válido -y más que eso, necesario- equivocarse. Lo que no debería ser admisible es negarse a aprender de todo cuanto nos pasa. 

Complacida por haberles traído un episodio más de esta historia, me despido recordándoles que la próxima vez tendremos el gusto de juntarnos para el gran final. Como supondrán, todavía nos queda por ver qué sucederá con el personaje focal de entre los protagonistas de este relato.

Que tengan un maravilloso día, y gracias por su atención y su tiempo <3


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