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I want your love por metallikita666

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Notas del capitulo:

Ha llegado por fin el momento de colgar el capítulo postrero de esta historia, y de conocer gracias a él el desenlace escrito de lo tocante a la senda de Ryuichi. 

Deseo dedicar esta actualización a mi adorada Alex, y manifestarle con ella, una vez más, mi absoluto amparo y mis más puros y sinceros sentimientos. Confío, mi cielo, en que al igual que el principal de nuestros héroes aquí y emulando fehacientemente a tu amado fénix Sawada, quien se levanta de las cenizas y renace dentro de nuestro corazón día con día, lograrás superar el trago amargo por el que ahora te ha tocado atravesar. Porque sos vos la guerrera incansable y fuerte de la que yo me enamoré, y eso no se te debe olvidar nunca. 

Que Taiji y Hide te acompañen siempre, durante toda tu vida. 

       Las dos semanas de descanso que los miembros de la banda del Dead Line planearon para ellos y sus ayudantes antes del inicio del tour, habían terminado. En la noche de la víspera al viaje a Tokio –sede del concierto de apertura- todo el road crew y los cuatro músicos se habían reunido en una especie de fiesta, mas no del tipo que los dejaría exhaustos y algo fuera de sus cabales. Se tenía la intención de terminar de definir los detalles postreros durante la velada, pero también se pensó en que la ocasión sirviera para mentalizar sosegadamente a los involucrados respecto del trabajo de grupo que muy pronto daría inicio. A causa de ello, casi todos prefirieron pasar por alto la manera totalmente neurótica y fuera de sí en que se le había visto comportarse al líder pelinegro.

       No obstante, Morrie con seguridad no fue el único razonablemente preocupado y molesto esa noche: Ryuichi, luego de que se marchara una vez acabado el último día de trabajo, no había vuelto a comunicarse, y los mayores tampoco pudieron ubicarlo después de que consiguieran su número de teléfono. Mejor dicho, llamarlo ni siquiera había sido necesario, pues tras dar con Shinya en aras de solicitarle el dato y pedirle que fuera a buscar a su compañero para poder tener razón de su actitud, el desconcierto de la banda terminó en estupefacción. Yamada les respondió a sus jefes que como él y sus amigos llevaban días sin ver a Kawamura -y por ende, sin ensayar- ya se habían dado a la tarea de localizarlo, y que quedaron atónitos cuando descubrieron que en casa del muchacho no había absolutamente nadie. Los vecinos les refirieron que, al parecer, madre e hijo habían vuelto a Yamato.

       Por ello fue que, apartado de los demás durante la reunión, Ohtsuka bebía y fumaba sentado sobre su tatami, en el aposento adjunto a la sala principal del departamento. Del de Himeji –tan particular en la mayoría de cosas respecto de los otros seres humanos a su alrededor- no podía decirse que cierto día en específico estuviera esquivo a razón de su forma primaria de comportarse, sino por lo que se determinase una vez que se le dirigiera la palabra. Ello por un sencillo motivo: siempre que deliberadamente no tuviera que aguantarse los inconvenientes de la compañía humana en pos de obtener algo a cambio, a Motoyuki Ohtsuka se le hallaría solo.

       Así que aquella noche de la víspera del viaje, sus compañeros de banda ya sabían acerca de su talante gracias a los breves y nada fructíferos intercambios comunicativos que habían tenido con él. Empero, un testarudo Joe, quien parecía no haber aprendido nunca a respetar las extravagancias de su líder y –más importante aún- no estar dispuesto a hacerlo jamás, irrumpió en el escondite del de oscura melena. Al abrir la puerta, el ruido de la reunión contigua se coló durante un momento, lo cual logró crisparle los nervios a quien se hallaba en el interior y lo perturbó violentamente; mas la calma se recuperaría en parte una vez que el límite blindado volvió a sellar la entrada.

-¡Suficiente con todo esto! ¡Yo no me pienso seguir quedando de brazos cruzados!-

       Instantes después, y sólo porque con el rubio le nacía inexplicablemente una especie de extraña conmiseración, Morrie volteó lento el rostro, exhalando el humo de la última calada que le había dado al tabaco.

-¿Y qué vas a hacer, a ver? ¿Saldrás a buscar al mocoso irresponsable, sin siquiera saber dónde demonios se pudo haber metido?- Los puños de Masumoto, a los lados de su cuerpo, se tensaban más conforme el otro destilaba desde el cerco de sus blancos dientes las palabras que parecían estar hechas de un aceite pesado y corrosivo. –Entiéndelo. El muy imbécil, además de habernos mentido y visto la cara durante todo este tiempo… se largó sin más, abandonándolo todo como el mayor de los cobardes.-

       Negando repetidamente con la cabeza, pero sin poder evitar sentirse molesto, contrariado y hasta agraviado como el resto de los músicos mayores, el de las cuatro cuerdas miraba hacia todos lados. Finalmente, acabó por llevarse una mano abierta a la frente, haciendo que los rizos del flequillo se colaran por en medio de sus dedos.

       Entreabría los labios como queriendo decir algo, pero no articulaba cosa alguna en concreto. La verdad era que todos los de Dead End, al enterarse de la situación que Ryuichi les había estado ocultando durante tanto tiempo a ellos y hasta a sus propios amigos, no podían dar crédito a lo acontecido. Todavía menos por el hecho de que tuvieran que descubrirlo a sólo días antes del comienzo del tour.

-Es que yo no lo puedo creer… ¡No puedo creer que haya sucedido así, de la nada! Algo tuvo que haber pasado, porque el chico trabajó con muchas ganas siempre, jamás faltó a las prácticas contigo, y según lo que contó Minato, estaba muy emocionado cuando le dio la noticia…-

-Haz el favor de no hablarme de ese otro inútil tampoco. ¡Mira que creerse de buenas a primeras que el crío iba en último año sólo porque se lo dijo!...-

-¿Y qué querías, Morrie? ¿Qué le pidiera una constancia por escrito, o peor aún, que fuera él mismo a buscarla, para confirmar si era cierto? ¡Ten al menos la imparcialidad de ser más consecuente con lo que dices!- Apenas escuchó la justa amonestación, el cantante de las blancas extensiones retorció con furia la colilla del cigarro en el cenicero y se puso de pie, todavía sin voltearse hacia el bajista. -…¿Estás seguro de que esto no fue producto de alguna de tus reprimendas excesivas o innecesarias, o de un ataque de divismo salido de control?...-

       Descalzo a como acostumbraba, sin camisa y con solamente su melena cubriéndole aparte de los pantalones, Ohtsuka se detuvo delante de Tadashi. Hincándole la mirada sin suavizar el gesto en ningún momento, mantenía las manos en los bolsillos y los labios apretados.

-Deja de hablar estupideces, ¿quieres? Que la diva oficial de Dead End no es otra que la que tengo al frente…-

       El atisbo fiero e insistente del de cabellera rizada y oscura obligó a su interlocutor a desviar el suyo, y el rubio sintió cómo las prominentes mejillas se le encendían poco a poco.

-Nadie mejor que yo puede comprender tu angustia, Joe, y hasta me atrevo a decir que más bien eres tú quien se solidariza conmigo, por lo que como líder estoy pasando. Pero ninguno de ustedes debería tener la cara dura de venir a cuestionarme a mí por lo que hizo ese niño, y más aún cuando decidieron esperar hasta el final a ver si el muy insolente aparecía. Tuvimos la opción de reportar el problema apenas lo descubrimos todo, y sí, parecer unos informales ante la disquera y las promotoras; pero al menos de esa manera no habríamos tenido que pasar ahora por la incomodidad y la mentira mayor de declarar a nuestro roadie enfermo a último minuto, y de buscar uno en Tokio. Pero con ustedes tres y su maldito paternalismo, no se puede.-

       Aunque el empeño puesto bajo su ceño fruncido era recobrar con la suya la mirada del de blonda cabellera, éste no caería en el juego. Suspirando lánguidamente para después ser él quien se volteara, Tadashi Masumoto –conocido en todo Japón con el stage name de Crazy Cool Joe- exhaló el último parlamento antes de retirarse de la sala.

-Te recuerdo que tú tampoco insististe con ese último recurso.-

 

 

       Una vez acabada la totalidad de los arreglos en la residencia temporal de Dead End en Hadano, las horas pasaron tal cual corresponde a la indiferente naturaleza de la humana invención que es el tiempo. Con los preparativos culminados, ya para la mañana hasta las valijas personales de los miembros de la banda del Shambara se encontraban en los sillones de la sala, a la espera de ser acarreadas junto con lo demás hacia los autobuses de gira.

       La promotora había decidido que la mayor parte del equipo viajaría por tierra, y que se incluiría en este lo necesario para los conciertos en sitios con capacidad promedio. Por otro lado, las fechas en arenas más grandes serían reforzadas con el cargamento trasladado en avión, por tratarse de las de menor número dentro de la apretada agenda.

       Morrie salió de la habitación con el cabello húmedo y suelto, vistiendo un jeans de color negro y botas oscuras. Llevaba la parte superior de su cuerpo descubierta, pero tal condición no se prolongaría demasiado: apenas el pelinegro bajó las escaleras del todo, ya había terminado de colocarse la camiseta blanca que portaba anteriormente en la mano.

       El silencio dentro de la casa no dejaba de ser inquietante, si bien de afuera provenía un murmullo de voces desconocidas y sonidos de vehículos. Una vez más, parte de las ocupaciones usuales de un líder no eran consideradas como tales por el de Himeji, pues el fornido chico lo único que sabía era que esa misma tarde partirían hacia la capital; no conocía al resto del staff aportado por la producción, ni le interesaba en lo más mínimo hacerlo. Al saber eso, era más fácil comprender y valorar la relación que establecían los de Dead End con sus roadies; pero sobre todo, el significado que el o los jovencitos allegados especialmente al vocalista podían llegar a tener para él.

       Ohtsuka, de pie detrás el ocupado sillón de tres plazas, bebía el café que había traído de la cocina instantes antes, olvidándose muy pronto de la extrañeza que le causara no encontrarse con ninguno de sus compañeros de banda una vez que descendió al primer piso. A lo lejos, el molesto conjunto de voces previo parecía tomar a veces un poco más de forma y el cantante se figuraba que era capaz de distinguir a Masafumi; empero, confirmarlo no era algo que lo desvelara, ni mucho menos. Por ende, el paradero de los otros dos asumía en aquellos momentos una categoría de absoluta irrelevancia.

       La mente del oscuro letrista se detuvo al recordar, entre otras cosas inevitables dado el momento, que durante ese tour no visitaría su ciudad natal; y que, por ende, no iría a casa. Al considerarlo, una de sus comisuras se estiró vagamente en un gesto agridulce: “casa” siempre era una mejor opción que “hogar”, y al menos en un principio, sugería más la propia edificación que las personas que la habitaban.

       El siempre fiel y escrupuloso Tadashi se había admirado de saber que ambas fechas en Hyogo se restringían a dos clubes distintos en Kobe, pero fuera de llamar la atención sobre el hecho para confirmar que no se trataba de un error, se había limitado a guardar silencio respecto de la decisión en sí. Y es que de todas maneras, no era como que el rubio necesitase explicación alguna sobre una cuestión harto conocida para él; lo que lo molestaba, por otro lado, era ver que su líder no se había dignado a actuar con Ryuichi con la misma consideración que guardaba para sí mismo respecto del tema de sus padres.

       Los dedos del atractivo cantante se cerraron con fuerza en torno de la taza de cerámica, a pesar de la sensación punzante que el calor del líquido en su interior emanaba a través del envase. El último sorbo que había tomado quedó preso en su garganta, y cuando fue demasiada la incomodidad de retenerlo, dejó que siguiera lento su senda, sólo para notar cómo adquiría de inmediato un regusto amargo. Sin pensarlo dos veces, Morrie caminó unos cuantos pasos y se dejó caer en un pequeño espacio que hiciera en el sillón de forma maquinal segundos antes; la taza se posó pesadamente sobre la mesa de centro, y sus ojos, enfocados en las cajas que seguían afuera, ni siquiera las veían.

       Había intentado hacer de él alguien más fuerte; líder o no, pero un frontman no sólo de su banda, sino de su vida entera. Y el día en que se descubrió la verdad y pudo enterarse por fin de todo lo que llenaba la mente de su pupilo –cosa que éste le refirió únicamente al de más edad entre sus amigos, pidiéndole que guardara el secreto- la mentira no le sorprendió tanto cuanto le molestó. Pero el desconcierto sí fue grande, porque siempre había creído que el mocoso era un consentido hijo único lleno de inseguridades debido a esa misma causa. Un cambio de ideas tan abrupto no era algo que le viniera bien a un ser taciturno, inclinado -a cualquier hora del día- al paralizante frío de la noche.

       Mas por un breve espacio de tiempo tuvo ganas de saber cómo sería esa mujer sin nombre que apocaba egoístamente el corazón de su hijo, o ese padre distante, en el que detestaría con toda el alma encontrarse algún rasgo del crío. ¿Actuarían concertándose sin saberlo en detrimento de la calma de su vástago, tal cual lo había vivido Ohtsuka mismo en su caso, o sería más bien cada uno el centro de sus propios mundos orgullosos? Desgraciadamente, ni la armónica y briosa voz del jovencito se lo contaría, ni podría leerlo entre líneas cuando le tuviera de frente, evitándolo. La vorágine paterna parecía haberse tragado a Kawamura y, a diferencia de las cosas de las que el mayor había podido enterarse con tan sólo escuchar furtivamente las conversaciones de quienes trabajaban para la banda, Ryuichi jamás se había referido a ese asunto estando con sus compañeros.

       En ese momento, se produjo un ruido proveniente de la puerta principal, pero el vocalista de esculpido cuerpo supuso que se trataría de alguno de sus camaradas y decidió no voltearse. La voz que oyera a continuación lo descolocó completamente.

-Siento la tardanza, Morrie-san. En verdad me habría gustado llegar antes, pero la situación no me lo permitió…-

       Si bien no podía dar crédito a lo que sucedía, Ohtsuka se tomó su tiempo para levantarse y, lentamente, llevar la mirada hacia su interlocutor. Su respiración se tornó más sonora y algunos de los músculos en su rostro se tensaron, lo cual fue más notorio para el adolescente cuando por fin su ídolo se dignó a posar en él sus ojos. La cabellera del chico –otrora luenga y lacia- estaba larga todavía pero rizada a punta de permanente, y su vestimenta también había cambiado, pues iba todo de negro y con una camiseta sin mangas.

       La rabia que el mayor sentía viajó pronto desde sus fieros ojos hasta su puño derecho, pero sus intenciones fueron interpretadas de inmediato por Ryuichi. El colegial, apartándose del lado izquierdo los mechones que caían sobre su cara, levantó el semblante, y fue entonces cuando se pudo distinguir con claridad el moretón que llevaba en el pómulo.

-Tal y como puede ver, sensei, ya he recibido uno de esos hace poco, así que me temo que tendré que pasar por la pena de declinar muy amablemente su oferta de emparejarme las mejillas. Y aunque el que me hizo este regalo era el hombre más importante en mi vida, disculpará que no pueda permitirle a usted, quien sigue en esa lista, que autografíe también mi piel de esa manera.-

       El vocalista de Dead End, sabiéndose descubierto incluso de forma tan anticipada, se vio obligado a relajar la mano, pero sus pupilas seguían clavándose en el de menor edad.

–En este momento, de mi padre sólo me queda el apellido; dependo de ella para volver a llamarla alguna vez “madre”; y probablemente, al volver, no tenga más hogar que el que mis amigos puedan darme. Pero una gira nos espera, así que más le vale dejar de lado su apatía, estrechar las manos de los demás y poner dentro del autobús al menos una mísera caja. Una sola.-

Notas finales:

Como ya les había avisado previamente de forma personal o a través de estos mismos comentarios, les recuerdo que este relato posee epílogo. Así que les invito a dar clic en "siguiente".


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