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I want your love por metallikita666

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Notas del capitulo:

Antes que cualquier otra cosa, tengo un aclaración que hacer: MIS MARAVILLOSAS LECTORAS SIEMPRE PASAN SUS BELLOS OJOS POR TODO CUANTO YO ESCRIBO AL INICIO DE LOS FICS, Y EN EL CASO DE MIS HERMANITAS, LAS DOS REVISAN INCLUSO LOS MÁS MÍNIMOS DETALLES. LA MÁS MORENA DE AMBAS, QUE QUEDE CLARO, SE LEE HASTA LOS ASTERISCOS. Y si en algún momento dije algo distinto a eso, fue un error mío >.< xD

Por otro lado, vieran ustedes... Pasó algo curioso. Usualmente, las anécdotas de los fanfics tienen que ver más que todo con lo que va acaeciendo mientras uno escribe la historia, y no tanto con lo que sucede cuando ya la publica; pero en este caso que les cuento, así fue. Resulta que a mi amigo Julio le terminó sucediendo prácticamente lo mismo que a Shinyita en el relato -lo cual no puedo aclarar bien por motivos obvios-, y cuando le recordé la trama (porque tiempo atrás se la había mencionado), dijo que yo era bruja XD Lo más gracioso del asunto es que, dos años atrás, se atrevió a asegurar que eso a él no le sucedería LOL

Las dejo con el capi, ahora sí.

 

       La ilusión que desde el día anterior naciera en él gracias a lo que le había contado Yasuhiro, hizo que incluso no le fuera molesto levantarse temprano en la mañana, sino todo lo contrario. Arregló sus libros con mucha diligencia, además de prepararse el almuerzo mientras lucía una enorme sonrisa. Ni el hartazgo de las tareas diarias hizo mella en su ánimo optimista.

       Para llegar a clases, los chicos no se ponían de acuerdo sobre irse juntos, pues cada uno lo hacía de distinta manera: Jun caminaba ya que le quedaba muy cerca, y a Inoran su papá lo pasaba a dejar cuando iba camino al trabajo. Sugihara, por su parte, a veces arribaba en auto; mientras que Shinya lo hacía en autobús, pero tomaba uno distinto al que abordaba Kawamura.

       Una vez frente a la puerta principal del colegio, Ryuichi pudo distinguir una pequeña aglomeración de estudiantes cerca de un vehículo que estaba empapelado con las insignias de una de las empresas más importantes del mundo del entretenimiento en el país: Tokyo Pop. La multitud estaba conformada en su mayoría -y como cabía esperar- por chicas. El pelinegro pasó relativamente de largo, pues era claro para él que poco que tuviera que ver con esa industria sería de su interés, pero no pudo evitar escuchar lo que le decía una de las emocionadas muchachas a su amiga, juntando las manos y suspirando de modo anhelante.

-Ojalá sea cierto que vinieron por Ino-chan[1]… ¡Sería tan lindo que él acepte!-

“-Tokyo Pop… idols… ¿Inoran? ¿¡Pero qué demonios!?-”

       Kawamura corrió hacia los pasillos del ala donde se ubicaban los grados superiores, para ver si -como todavía no era hora de iniciar las clases- encontraba a Shinobu. Abrió la puerta de su aula pero no lo halló; solamente vio a unos compañeros del chico que lo miraron con gesto raro por presentarse así, tan atropelladamente. Luego buscó a sus demás amigos, pero al parecer era demasiado temprano para que ya hubiesen llegado.

       El colegial chasqueó la lengua, molesto al acabar con su infructuosa búsqueda. Caminó hacia los baños y se metió al de varones; una vez frente al espejo, volvió a refunfuñar y abrió el grifo para beber un poco de agua. Antes de bajar completamente la cabeza y acercar los labios a sus manos ahuecadas, pudo divisar en el espejo que una de las puertas de los cubículos se abría y alguien se asomaba. Era Inoran.

-¡Shino-chan! ¡Te he buscado por todos lad…!-

-¡Shhhh!-

       El pelinegro menor jaló al otro con él hacia dentro mientras le tapaba los labios. Solamente lo soltó una vez que hubo cerrado y trancado la puerta de nuevo.

-Habla bajito- le dijo, con voz igualmente tenue.

-¿Qué haces aquí?- preguntó Ryuichi, obedeciendo la petición. -¿Qué acaso no irás a clases y te quedarás encerrado todo el día?...-

-No sé qué hacer. Apenas si pude librarme de una turba de niñas cuando llegué…-

       El mayor sonrió al ver la cara de confusión que tenía el otro. Inoue se encontraba recostado contra la pared, con las manos en los bolsillos y la mirada gacha.

-¿En serio te preocupa tanto ese asunto? Digo, puedes salir y decirles que no estás interesado, que no se molesten…-

       El ojinegro negó con la cabeza.

-Vinieron por mis datos; no a preguntarme. Van a llamar a mi casa…-  

       Entonces, el de orbes cobrizos guardó silencio.

       Como llevaba ya un buen tiempo viviendo solamente con su mamá y podía decir que ella casi no se metía con él en comparación, se había olvidado de lo que significaba estar bajo las órdenes de un padre. Los problemas habían sido numerosos, de variada índole y mucho más graves que eso, pero desde antes de que los mayores se divorciaran debido a las constantes peleas, Ryuichi siempre había sentido que su papá era demasiado exigente con él y que no confiaba en lo que el chico podía ser capaz de lograr. Debido a eso, una vez que se libró de tenerlo encima diciéndole lo que podía y no podía hacer hasta en las cosas más insignificantes, el menor se dejó crecer el cabello y comenzó a escuchar libremente la música que antes ni por asomo podía sonar en su casa.

       El necesario recuento lo hizo suspirar.

-Tu papá… ¿es muy estricto?- preguntó de forma dubitativa.

-Pues la verdad, sí… aunque también es comprensivo. Por ejemplo, nunca se ha metido con mis amigos- quien tenía la palabra se detuvo un instante. Con un aire pensativo, se llevó luego el índice derecho a los labios. –Bueno, creo que no le cae muy bien Jun, pero tampoco me ha dicho que le deje de hablar…-

-Entonces no tengas miedo y no te preocupes tanto- sonrió por fin Kawamura, colocando una mano en el hombro del ojinegro, quien alzó la mirada entonces. –Vamos a clase, que es hora. Probablemente ya haya llegado tu profesora, así que por un buen rato las chicas no te acosarán a preguntas. Nos vemos al almuerzo con los demás, ¿vale?-

       Inoran asintió, también con una sonrisa.

-¡Gracias, Ryu-chan!- exclamó feliz, echándosele encima al mayor para abrazarlo.

       Ryuichi se quedó inmóvil durante un instante al estar algo sorprendido por la efusividad de su compañero, pero al momento lo rodeó con sus brazos y lo estrechó también. Definitivamente, Shinobu -el menor de todos- era asimismo el más tierno de los cuatro. Después de soltarlo, el de Yamato miró cómo el otro se iba corriendo a su salón de clases.

 

 

       La lección de Literatura Japonesa era una de sus favoritas, por lo que no se le hizo larga ni tediosa. Desde muy niño había comenzado a escribir pequeñas piezas; unas se asemejaban más a poemas, mientras que otras parecían ser el comienzo de cuentos. Otras más, sin embargo, no calzaban en uno ni en otro apelativo, y lo más cercano a su estructura y contenido era la letra de una canción. Por otro lado, ese era uno de los componentes que -dicho sea de paso- constituía el rasgo con mayor importancia para él en la música que le gustaba, debido a lo cual siempre escuchaba una y otra vez las canciones para así poder aprenderse de memoria lo que decían.

       Conociendo esos precedentes es que no tendría por qué extrañar que -estando sumamente inspirado con los bellos poemas que algunos de sus compañeros, por petición del profesor, se turnaban en recitar- Ryuichi comenzara a garabatear algunos versos. Dicha faena, llevada a cabo al margen del libro y con caligrafía descuidada, lo hizo perder del todo la noción del tiempo.  

       Ya no quedaba nadie más en el aula. El pelirrojo se asomó, llamándolo.

-Oye, ¿qué haces ahí todavía? Hace rato que sonó la campana…-

       El ojicastaño levantó la mirada, mientras aún sostenía el lápiz en la mano derecha. En su semblante desubicado se notaba que había sido como sacado de un letárgico sueño.

-¿Ah, sí? Perdona, senpai… No me di cuenta. Es que estoy terminando algo…-

       Sugizo sonrió de lado mientras negaba ligeramente con la cabeza y se apoyaba en el marco de la puerta.

-Está bien, pero no te tardes. De todas formas, hoy tendrás que sacrificar tu almuerzo. Shinya está afuera esperándote. Dijo que no podía venir a otra hora.-

-¡Oh, avísale por favor que en un momento estaré con él!-

       El menor releyó rápidamente las líneas que había escrito, corrigiendo una o dos palabras; mas decidido a acabar con eso luego. Cerró el libro de texto y guardó el lápiz en su mochila, para finalmente levantarse de su asiento y salir de la clase.

       Cruzó el silencioso pasillo, pero cuando pasó frente a la puerta del aula de Jun e Inoran, pudo discernir unas voces. De inmediato, se quedó quieto.

-…es que no puedo creer que lo hicieras, ¡que lo negaras sin ningún reparo! ¿Qué acaso no te cruzó por la cabeza cómo podría sentirse él? ¡Lo tenías justo al lado!-

       Era la voz de Yasuhiro.

-Me fastidias, Sugizo. ¿Entonces lo que debí hacer era admitir a grandes voces y frente a todos que Shinobu y yo somos novios? ¡Pfff, hazme el favor!-

       Ryuichi se pegó a la pared del lado contrario al que una persona tomaría si, saliendo de aquel salón de clases, deseara dirigirse hacia afuera del instituto. El adolescente sabía que lo que hacía no estaba del todo bien, pero se sentía muy curioso respecto de aquella situación tan inusual a la que nadie parecía querer referirse en su presencia. Lo más lógico de pensar era que los otros muchachos, a pesar de sentir que congeniaban grandemente con él, no le tenían aún la suficiente confianza para hablar con total soltura del asunto.

       No obstante, el pelinegro había ignorado hasta ese momento un hecho muy importante; el cual -al develarse para él seguidamente- lo llevaría a entender que ese no era un tema del que se pudiera hablar con naturalidad incluso al interior de aquel círculo de cuatro miembros.

-No es justo, Jun… No fue para eso que acepté hacerme a un lado y dejar que ustedes dos continuaran. ¡Te dije que nunca te perdonaría si llegabas a lastimar a Inoran!-

       Hubo un silencio, mientras todavía se podía escuchar la agitada respiración del mayor de los interlocutores.

-Te hiciste a un lado porque entendiste que no te quedaba de otra; que él nunca escogería quedarse contigo, porque es a mí a quien quiere. ¡Date cuenta de una maldita vez y deja de tomarte atribuciones que no te corresponden!-

       El portazo hizo que Ryuichi diera un violento respingo y se quedara frío de sólo imaginar lo que pasaría apenas J lo encontrara con las manos en la masa; pero para su alivio, el rubio salió en la otra dirección sin siquiera voltear. Sin embargo, al caer en cuenta de que muy probablemente Sugihara no tardaría en abandonar aquella aula también, Kawamura se apuró a irse, recordando de inmediato que el castaño baterista estaba esperándolo afuera desde hacía rato.

-¡Hasta que llegas, eh!- Shinya se acababa su segundo takoyaki[2]. -¿Te dejaron castigado?-

-Pues… no- repuso el menor, allegándose a su lado. –Es que estaba terminando una tarea. Ya sabes, para tener tiempo después.-

-Vaya, ¡qué aplicado! ¿Sueles sacar buenas notas, Ryuichi-kun?-

-Sólo en lo que me gusta y para lo que siento que soy bueno. Las matemáticas las detesto…-

-¡Ya somos dos!-

       Yamada sonrió despreocupadamente, botando luego la envoltura de su comida en un cesto cercano.

-Ven, sentémonos aquí- dijo, refiriéndose a una especie de alféizar que había en el muro que rodeaba uno de los jardines laterales del colegio. –Me dijo Sugizo que querías que te ayudara a entrar también de roadie con Dead End…-

-Así es- aseveró el ojicastaño, centrándose de lleno en el asunto. –Como ya les había contado el día en que nos conocimos, se trata de mi banda favorita, y jamás pensé que tendría tan cerca una oportunidad como ésta. Así que te lo ruego, senpai, dame una mano- Kawamura se puso de pie y se inclinó solemnemente frente al mayor. –Prometo hacer a cambio lo que me pidas.-

       Shinya levantó las cejas en clara señal de asombro.

-Nunca había visto a nadie tan convencido de algo… ¿Sabes que tendrías que dejar de venir al colegio, no? Eso mientras los jefes estén en la ciudad, porque cuando salgan de gira y si es que te eligen, es claro que hay que pasar días y noches fuera de casa…-

-Estoy consciente- contestó el kouhai[3], incorporándose –y haré lo que sea para convencer a mi madre.-

       El castaño, al escuchar eso, volvió a sonreír con esa afabilidad que lo caracterizaba. Subió un pie al alféizar y se recargó en la rodilla, levantando la ceja derecha de forma pícara.

-En ese caso, te diré en qué consiste mi condición para hablarle a Minato-sama de ti. Siéntate.-

       Al menor le resultó un poco extraño tanto misterio; no obstante, hizo lo que se le pedía. Notó que el de contextura rolliza miraba en dirección de un grupo de colegialas que se habían juntado cerca de la reja de la escuela, y que conversaban con sus amigas de otro instituto; cosa evidente por los diferentes uniformes que portaban.

-Hay una chica en tu clase… que me gusta muchísimo- Shinya devolvió la mirada hacia su interlocutor. –Tiene el cabello café y los ojos color miel. Supongo que ya la habrás visto… Se llama Kumi Sano.-

       El pelinegro se quedó en silencio: hasta donde recordaba, ni siquiera había reparado en cuántos estudiantes tenía su grupo. Realmente no sabía qué cara poner y, mucho menos, qué decir. Así que sólo atinó a sonrojarse.

-Ehh… yo…-

-Ahhh, ¡con que las prefieres rubias! ¡Quién lo diría, eh Ryuichi-kun!...-

       El baterista golpeó ligeramente el hombro del menor en son de broma, divirtiéndose con la reacción ajena, aunque malinterpretándola del todo. Luego de unos instantes, bajó el pie de donde lo tenía y colocó ambas manos sobre el cemento de la banca y a los lados de su cuerpo, con las palmas abiertas. Sonrió con seguridad y declaró tranquilamente

-Entonces verás, quiero que le hables y que me consigas una cita con ella.-

       Kawamura lo miró como si le estuviera diciendo la cosa más descabellada del mundo, y sus ojos se abrieron al máximo.

-P-pero… eso que me estás pidiendo… ¡es demasiado difícil! ¡Yo en mi vida le he dicho algo a esa chica! ¡Ni siquiera sé quién es!-

-¿Y tú crees que convencer a Minato-sama va a ser sencillo?- Yamada chasqueó la lengua repetidamente, mientras negaba con la cabeza y entrecerraba los ojos. –Más aún por el hecho de que ya estamos completos. Voy a tener que inventarle que tú eres lo mejor de lo mejor para que te conceda una entrevista…-

       El senpai sacó de su bolsillo un paquete de Pockys[4], y tras tomar uno y colocárselo entre los labios, le alargó el resto al chico menor, quien ya no podía con los nervios. El de melena azabache tomó uno de los palitos saborizados y lo mordió con angustia, sabiendo que de no aceptar ahí mismo el trato que le proponía el mayor, podía irse despidiendo de su sueño dorado. Shinya continuaba sonriendo como si nada hubiera sucedido, a la espera de una respuesta.

-Aish… de acuerdo. ¡Tú ganas!-

       No del todo convencido, el de Yamato se encogió de hombros y suspiró con pesadez. Su estómago rugió pero decidió ignorarlo, aunque se acordó de que aún tenía en su mochila –la cual se encontraba en el salón- el almuerzo que se había preparado esa mañana. Ya vería cómo hacer para comerlo después de la salida y antes de llegar de nuevo a casa, pues estaba claro que su tiempo de mediodía tendría que destinarlo por completo a la plática con el castaño; pero tampoco es que pensaba aguantar hasta la tarde sin probar bocado.

-Por cierto, senpai, ¿te enteraste de que unas personas de la Tokyo Pop estuvieron aquí?...- el menor volteó mientras preguntaba, encontrándose con que el otro le daba el primer mordisco a un emparedado de jamón que parecía haber sacado de la nada.

-Ey, ¡no me veas así! Es la hora de almuerzo, ¿no?...-

       Los dos se miraron durante unos cuantos segundos en completo silencio, el cual fue roto abruptamente por las risas del pelinegro. Estas, provocadas por el tonto gesto de extrañeza en el campechano rostro del mayor, fueron secundadas a su vez por Yamada. Shinya finalmente le ofreció un poco de su sándwich a su compañero, quien gustoso le dio una buena mordida.

-Sí, sí supe. Sugichan me contó. Al parecer tiene algo que ver con Inoran…-

-¿Tú crees que su papá lo obligue a aceptar… convertirse en un aidoru?...- preguntó Ryuichi tortuosamente y bajando la voz. –Sería… lo peor que le podría pasar…-

-Lo dudo mucho, la verdad- contestó el castaño, con las mejillas un tanto abultadas al no haberse tragado todavía el último bocado. –El padre de Shino-chan puede parecer severo, pero te juro que en el fondo son mucho más rígidos los míos. Ahí donde los ves, nunca han podido aceptar a Sugizo…-

-De veras que no entiendo por qué- acotó el otro, alzando un poco ambas cejas y arrugando el entrecejo instantes después. –Es decir, ¿qué tiene él que lo haga tan distinto a ti, o a cualquiera de nosotros? No es que seamos tan diferentes después de todo…-  

-Tú lo has dicho. Tiene el cabello largo igual que yo, igual que todos nosotros, y nuestros gustos también son parecidos. Pero a mis papás les impresionó mucho que cuando entramos a la secundaria, Sugichan se “rebelara” y comenzara a aprender a tocar la guitarra por su cuenta. El sueño de sus padres era que tocara en una sinfónica justo como ellos lo habían hecho, y por eso lo formaron como violinista desde muy pequeño…- Yamada se esculcó los bolsillos infructuosamente, no pudiendo evitar un gracioso puchero al no hallar en ellos nada más para comer. –Bueno, eso, y que sospechan un poco acerca de sus gustos…-

-Sus… ¿”gustos”?...-

-Sí. Mis papás son algo anticuados en algunas cosas.-

       Shinya miró su reloj de pulsera y se puso en pie de pronto, con gesto visiblemente preocupado.

-¡Diablos, ya se me hizo tarde!- exclamó, rascándose la cabeza. –¡Me voy! ¡Que no se te olvide lo que hablamos, Ryuichi-kun! En estos días volveré para contarte qué dijo el jefe. Mientras tanto, tú empéñate en lo tuyo, ¿de acuerdo?- le sonrió con renovada travesura, alejándose unos pasos. –Diles a los chicos que si puedo, vendré a la salida para ir a casa de Ino-chan. ¡Nos vemos!-



[1] Lo concerniente al episodio de Inoran con la Tokyo Pop en el cual se basa este pasaje se reseña en la información de dominio público que hay sobre el guitarrista en internet; sin embargo, en la que existe sobre la mencionada empresa, no se habla de que ésta se haya dedicado alguna vez a la música de agrupaciones o solistas idol. No obstante, en este relato se dejan de lado las posibles discrepancias y se recoge el incidente acaecido en la juventud del músico de Luna Sea por la relevancia que tiene desde el punto de vista de los ejes temáticos de la historia.

[2] Es el nombre de una comida nipona hecha básicamente de harina de trigo y unos trozos de pulpo, en forma de bola.

[3] Contrario al senpai, es el estudiante o aprendiz que está en un nivel inferior respecto de otro.

[4] Pocky es una golosina del País del Sol Naciente que consiste en un palito de pan cubierto con chocolate (y hay también de otros sabores), la cual es producida por Ezaki Glico Company.

Notas finales:

Tengo un enredo mental fantástico con las fechas, y estaba por dedicarle la actualización de hoy a la Araña. Pero no; el sábado 14 habrá nuevo capítulo, y ese sí será en nombre de él <3

No sé por qué, pero desde ya me estoy oliendo los improperios que le dirigirán calurosamente al Juan... Jajajaja, ¡con calma, muchachas! ¡Que todo el mundo tiene derecho a tener sus traumas y represiones! ¡Ayyy, creyente ese, que tampoco se salva de nuestras pachotadas! XDDD

Y bueno, como parte de los créditos que siempre me siento obligada a dar, las pongo al tanto de que el conflicto presente acá entre el Pollo hermoso y Juana de Dios Guadalupe Onose tiene su origen en el fic que para cuando yo estaba redactando este, Lunita escribía. Y que como buena acólita acérrima de la pareja, sentí que debía recuperar, porque además quedaba perfecto *-*

Espero que el adelanto haya sido de su agrado, mis niñas; y como siempre, gracias a todos por leer. Son ustedes amor.


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