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I want your love por metallikita666

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Notas del capitulo:

¿Cómo habría sido nuestro lindo Inoran de idol? Cuesta imaginárselo de solista pop o en algún grupito de prepúperes cantores y/o danzantes, pero de lo que sí estoy segura es de que habría sido una hermosísima sensación... como de hecho, acabó siéndolo en el mundo que él eligió. Lo bueno de la historia verdadera es que lo hizo en un campo que no le cortaría las alas una vez que la juventud se le fuera (aunque decir eso en el caso de los chinos es medio impreciso; uno nunca sabe dónde acaba tal período); y que, por otra parte, le permitiría explorar todas las posibilidades de su enorme talento y verdadera vocación. Un destino labrado por sí mismo, y no previamente hecho y diseñado por otros.

Ah, y por cierto; el dato de que Pollino tiene dos hermanitos de menos edad, es real. Desde el lugar de quien arma un relato donde él es el pequeño del grupo, pensar en que además sea oniisan de alguien, se me hace bastante dulce. Así como su amor por Totoro <3

En fin. Pasado el primer gran desafío en la senda del menorcito de nuestros héroes, todavía queda mucho por ver y descubrir en los caminos de los demás. 

       El mayor de los colegiales acabó de escuchar aquel nombre que tan bien conocía -dado protocolariamente por su dueña- para luego pronunciar el suyo e inclinarse al mismo tiempo que la castaña. Tras incorporarse, ella se quedó mirándolo y sonrió.

-¿Y adónde iremos, Yamada-senpai?...-

       De pronto, la conversación con Ryuichi volvió a la mente del baterista.

 

“-A las chicas les gusta ir al cine, a los parques de diversiones o a tomar un helado… Como sea; ellas prefieren que uno decida.-

Kawamura había llevado la diestra a la parte trasera de su cabeza para rascársela, logrando con ello que semejante ademán no confirmara en modo alguno sus palabras. ¿Sería acaso que el colegial menor no había salido ni siquiera una vez con alguien del otro sexo?...”

 

       El pelilargo desvió la mirada al enrejado de un jardín contiguo, sintiéndose en aprietos al no haber pensado ni por asomo en una cuestión tan básica como esa. Para empeorar el asunto, sus informantes externos eran de todo, excepto coincidentes.

 

“-Anda, Joe, ¡no te hagas el idiota!- exclamó Minato a causa de las risas introvertidas de su rubio interlocutor, que muy a propósito había truncado la continuación del relato que narraba. –Cualquiera se imagina perfectamente a qué sitio acabaste llevando a Miyuki…-

Shinya, quien tensaba los parches de toms y bombos en el momento mismo en que se desarrollaba dicha plática, advirtió de reojo que el bajista negaba con la cabeza, gesticulando con los labios una de sus usuales y cómicas muecas, tras de lo cual volvió a reír.

-¡Pues te equivocas! Me creas o no, terminamos en un bar hasta que amaneció. Las chicas ahora quieren mandar en todo, y bueno, ¿qué remedio? Sólo queda seguirlas…-“

 

       Más confundido todavía, el castaño se decidió rápidamente –y para más seguridad- por una respuesta que combinara ambas sugerencias. Sin pensarlo dos veces, dijo

-¿Qué te parece el zoológico? ¡Los animales son muy divertidos!-

       Un silencio de parte de la chica lo hizo temer lo peor. Ya el jovencito estaba mordiéndose el labio, arrepentido por su imprudencia; pero en eso, las comisuras de la rosada boca ajena comenzaron a alargarse suavemente.

-¡Claro! Es una muy buena idea- dijo ella, sonriendo.

       La ojiámbar -vestida con falda corta, zapatos planos de muñeca y blusa holgada- caminaba despreocupadamente al lado del de rolliza contextura. La propuesta había sido perfecta desde todo punto de vista: ciertamente, a ella le gustaban mucho los animales –prueba de ello eran los dos perros que había en su casa-; pero lo más acertado de todo era que aquel lugar, abierto y lleno de gente, se prestaba muy poco para que su cita pretendiera lograr un acercamiento significativo.

       Todo se sucedía a la perfección en aras de llevar a cabo lo que la colegiala había pensado la tarde anterior, durante la cual el pelinegro recién llegado al colegio y a la ciudad –verdadero blanco de sus iris color miel- le había hecho tan inusual propuesta.

       La bella chica, aunque no sin algo de extrañeza, había aceptado la petición de su compañero de clase pues, si bien Shinya no le parecía particularmente apuesto, seguía siendo un chico mayor y era amigo cercano de dos de los alumnos más atrayentes del colegio: el rubio deportista y el tímido pero hermoso ojinegro. No obstante, y a pesar de su simpatía, estos dos últimos se perfilaban como paradójicamente inalcanzables para el resto de la comunidad escolar femenina. Aun así, ni Jun ni Inoran eran para Kumi lo que ella veía en Ryuichi, quien también había resultado ser camarada de los demás anteriormente mencionados.

-Kumi-chan, ¡mira! ¿Quieres que lleve una para que alimentemos a los pingüinos?- le preguntó su visiblemente emocionado senpai, quien sostenía en la mano una bolsa de peces pequeños, empaquetados para aquel fin.

       En ese momento, se hallaban al interior de la tienda de artículos del zoológico; y en la cual, además de objetos alusivos al lugar, se conseguía lo indicado para aquellos animales a los que estaba permitido alimentar. Sano miró una vez más la amplia y graciosa sonrisa del pelilargo, tras de lo cual se acercó a él.

-Sí me gustaría, pero realmente prefiero tomar un helado una vez que estemos dentro.-

-¡No te preocupes!- respondió el otro, cogiendo con seguridad la bolsa de peces. -¡Haremos ambas cosas!-

       Los adolescentes comenzaron el recorrido por el lado de los felinos, donde la chica obtuvo su postre en una de las confiterías. Prefirió hacerlo así ya que estaba segura de que no se acercaría demasiado a las jaulas y estancias de los peligrosos gatos, por lo que entonces podría prestarle suficiente atención a su comida. El siempre risueño roadie, por su parte, la secundó con una malteada enorme y un paquete de galletas de chocolate, en el cual -a veces y disimuladamente- la muchacha metía también la mano.

       Luego de eso, la zona donde se encontraban los mamíferos y las aves más grandes constituyó la segunda parte del camino. Tanto Yamada como la joven de cabello café –quien recordaba haber ido por última vez a un lugar como ese hacía ya algunos años- se admiraron nuevamente por las dimensiones de elefantes, rinocerontes, hipopótamos y avestruces. Sus impresiones, por otro lado, eran aderezadas al instante con los chistes que salían de manera espontánea de labios del mayor, y que versaban sobre todo acerca de comparaciones entre sí mismo y los paquidermos. Así fue que, con tan solo un rato de estar juntos, las expectativas de Shinya se cumplieron, pues su linda kouhai sentía que no podía parar de reírse.

       Y es que aunque en un principio Kumi se había tomado casi con resignación estoica el compromiso adquirido, la verdad era que se la estaba pasando muy bien. La relación con el de más edad, fuera la que terminare siendo, necesariamente debía llevarla a Ryuichi –pensaba ella-; pero qué mejor si la senda se tornaba agradable. En eso, el muchacho la tomó por una de las muñecas y ambos corrieron hacia el estanque de los grandes pingüinos emperador.

-¡Pon atención!- comenzó el mayor, cercando a su acompañante con los brazos entre su propio cuerpo y la valla del hábitat hechizo, tras de lo cual sacó el paquete de pececitos de la mochila. –Tienes que mirarlos fijamente antes de lanzarles la comida. Una vez que sientas que ellos también te están viendo a ti… ¡les tiras el pescado!-

       E ilustrando con acciones sus palabras, Shinya arrojó el cebo directo al pico de una de aquellas patosas aves; la cual, para sorpresa de la atenta castaña, aleteó vistosamente y completó así la pirueta que le proveería su recompensa. Tras ello, el baterista se alejó un poco de la colegiala y entonces ésta pudo voltearse, emocionada como se encontraba.

-¡Vaya, eso estuvo genial! ¿Me dejas intentarlo, senpai?-

       Sus ojos amarillos se iluminaron con franco anhelo, lo cual fue recibido por el chico de muy buena manera. Y es que, si bien era cierto que se había acercado a la joven de forma algo atrevida –considerando lo poco que llevaban de conocerse-, ella no había parecido molestarse; es más, estaba propiciando que se juntaran de nuevo. Yamada le tendió la bolsa de pescado, mirándola al lindo rostro con evidente embeleso.

-Por supuesto que sí, hermosa.-

       Ella se sonrojó levemente, así que al tomar el paquete se volteó con rapidez y colocó su mirada en uno de los grandes pingüinos que se habían acercado a la orilla del falso glaciar. Sentía el inequívoco calor en sus mejillas, pero como deseaba conseguir otra maroma de los simpáticos animalitos, siguió al pie de la letra las instrucciones del mayor, notando que ya uno de los pájaros la observaba con ansia. Lanzó y acertó, siendo festejada por la algarabía de un sonriente Shinya.

       Cuando ya todos los peces de la bolsa se acabaron y ambos terminaron cansados de aquella actividad, decidieron dirigirse al acuario, que era la parte que les faltaba ver aún. A esas horas de la tarde los amplios pasillos del sitio se encontraban poco transitados, hecho que fue aprovechado por el músico pelilargo para tomar a su compañera de la mano. Ella, aunque en un primer momento se quedó un tanto paralizada, no alejó su extremidad del contacto. Dirigió, eso sí, su vista y sus pasos a una de las peceras que había al lado izquierdo del camino, donde nadaba apaciblemente un gran tiburón blanco.

-Kumi-chan, hoy me la he pasado increíble contigo- susurró el castaño mientras se apoyaba de costado contra el cristal de la pecera, todavía sosteniendo la mano ajena. La menor, al escucharlo, alzó el rostro. -¿Y sabes? Cuanto más te miro, más me convenzo de que nunca he visto otra niña más guapa que tú…-

       La chica sintió su cara arder ante la franqueza del mayor, pero la congoja de no saber qué responder en semejante situación fue suavemente matizada por los labios del baterista sobre los suyos.

 

 

-Pero… ¿qué ese no es Shin-chan?- dijo Inoue, arrugando el ceño para poder avistar al otro a pesar de la refulgente luz vespertina.

-¡Y miren la sonrisa que trae!- agregó Jun con tono pícaro, entre risas, al tiempo que se alejaba de la puerta de la heladería. -¡Señoras y señores: Yamada el Casanova!-

       Tanto Ryuichi como Sugizo, postres en mano, se asomaron luego de pagar, comprobando la presencia del recién llegado. El castaño había enarcado una ceja debido a las provocaciones de Onose, pero no por ello dejó su eterno gesto feliz.

-Exagerados… ¡ni que fuera para tanto!- Shinya miró el sundae y la nieve que sostenía Kawamura, antojándose de inmediato. –Oigan, ¡yo quiero de eso! ¡Ahora me esperan!-

       Entró en el negocio y dejó a los demás aguardándolo. Mientras tanto, Ryuichi veía a Inoran devorar su helado con ilusión, a J observar al más pequeño de reojo y a Sugihara sostener el dulce sin decidirse a comerlo. Sonrió para sus adentros al entender que, quizá por primera vez desde que él llegara, el mayor del grupo –quien siempre se comportaba como la madre de todos- estaba preocupado por su mejor amigo.

-Senpai, ¿estás bien?- lo interpeló, atrayendo su atención.

-Sí, es sólo que…-

-¡Malos amigos! ¡Si no me los encuentro aquí, no me hubieran llevado nada!- interrumpió el baterista, portando una enorme banana split. Su aparición hizo reír a Shinobu y a Jun; pero por el contrario, molestó al pelirrojo, quien detestaba los reclamos infundados.

-¿Y cómo demonios íbamos a saber que venías? ¡Se nos hubiera derretido tu helado, glotón!-

       Todos soltaron la carcajada, incluido –por supuesto- el aludido; y también Sugizo, que acabó contagiándose de las risas ajenas, producidas por una exclamación suya que en principio no intentaba sonar graciosa. Luego de la primera cucharada, el mayor de los presentes volvió a hablar.

-Y bueno… ¿para qué nos andabas buscando? Todos supusimos que estarías muy ocupado…-

       Los ojos del castaño brillaron; para los cuatro chicos restantes fue patente. Acto seguido, tomó una agradable bocanada de aire tras ingerir otro trozo más de la fruta bañada en helado de fresa y sirope de chocolate, el cual siempre acababa manchándole las comisuras.

-Tenemos fiesta en mi casa. Mis papás se van todo el fin de semana, así que esta noche ustedes se quedarán conmigo y beberemos todo lo que no hemos podido en semanas.-

       La sorpresa fue general. Los adolescentes se miraron unos a otros, dudando de si el percusionista estaba hablando en serio, pues aquello sonaba demasiado bueno para ser verdad. Al menos siendo una cuestión salida de la nada, sin planeamiento y sin espera de parte de ninguno.

       El rubio de ojos negros se acercó a Ryuichi y lo abrazó de lado, esbozando en su semblante una media sonrisa bastante traviesa. El otro, extrañado, se volteó para mirarlo.

-Vaya, Ryuichi-kun… ¡Quién hubiera pensado que con que tú le consiguieras una cita al gordo, acabaríamos ganando todos! ¡No pierdas la costumbre, eh!- dijo, para luego mirar fijamente a Yamada. -¿Y a qué hora nos vemos en tu casa? Muero porque vayamos a comprar las “municiones”.-

-Ningún “nos vemos”- corrigió Shinya, compitiendo gracias a la suya con la expresión que formaran instantes atrás los labios del más alto, antes de voltearse por completo y liderar el grupo. -¡Andando!-

Notas finales:

Tengo un anuncio que hacer: a partir de la primera actualización del 2014 -es decir, la siguiente-, introduciré unos cambios para aligerar el proceso de publicación, ya que no es mi deseo tardar alrededor de un año en ello, que es el tiempo que se obtendría si colgara los capítulos con dos semanas de intervalo, como lo había expresado al principio. Esto quiere decir que puede que haya veces en que suba dos capis juntos, o que decida actualizar después de una semana de haberlo hecho. No doy seguridad con ninguna de las dos opciones desde ya porque incluso puede que las combine, así que si les es posible, es mejor que estén atentas a la página x3

Les deseo MUY FELIZ AÑO NUEVO a todos, y espero que el 2014 sea de gran felicidad y satisfacción para ustedes y sus familias. No me resta más que agradecerles de nuevo por su hermosa compañía, y expresar el deseo de seguir mereciéndola siempre.

Un abrazo a la distancia.


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