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I want your love por metallikita666

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Notas del capitulo:

Queridas lectoras mías, les voy a pedir encarecidamente que por favor se preparen. Este es EL CAPÍTULO. Alisten, sí, los dardos filosos e hilarantes con los que suelen atacarme y mofarse de mí a causa del estúpido enamoramiento que sentía por aquella bestia en los tiempos en que escribí esto (qué pena, coño, qué pena); pero también, el beneficio de la duda para ese mismo tipo... y sus acciones.

DE ANTEMANO SÉ QUE LO VAN A DISFRUTAR XD

       Era la primera vez que tomaba un respiro en toda la mañana. Según él, no más llegar al departamento de los mayores sería aleccionado en los deberes que tendría que considerar propios y exclusivos suyos a partir de ese día. No obstante, las cosas habían sido muy diferentes.

       Una vez que cruzó el umbral, Sakura lo había conducido –bajo la mirada aprobadora de Minato- al patio trasero de la casa, en donde se encontraban los otros chicos, para enseñarle a usar las herramientas. Y dado que era el más nuevo, le había tocado poner en práctica las indicaciones con todos los instrumentos y accesorios al menos una vez, aliviándoles un poco con ello el trabajo a los demás.

       Shinya quien se había percatado del angustioso desconcierto en la fina faz del pelinegro (quien a pesar de no entender por qué estaba ahí haciendo eso, y no en otro sitio a solas con su ídolo, no decía nada), se acercó a él sonriendo con bribonada, susurrándole por lo bajo

-Ni modo que te imaginaras que no te tocaría hacer también lo mismo que a nosotros. Aquí los cuatro debemos poder arreglárnoslas con todo, pues no se sabe cuándo acabará yéndose alguien, o a quiénes van a seleccionar para que los acompañen en el tour…- Acto seguido, el baterista extrajo un tabaco de la cajetilla que estaba sobre el alféizar del gran macetero de cemento que carecía de planta alguna, y lo encendió. Pudo escuchar entonces los pasos de dos personas que se acercaban a las puertas de cristales incrustados en el enrejado de madera, las cuales comunicaban el patio con la sala de estar. Eran You y Minato. –Ah, y no te olvides de tensar los parches de esos toms y de ese bombo, Ryuichi-kun- dijo entonces Yamada, elevando la voz. –Recuerda, tienen que quedar en el punto exacto, justo como te enseñé.-

       El castaño se volteó justo a tiempo para evitar romper a reír por el gesto de querer asesinarlo que se dibujó en la cara de Kawamura, a quien ya suficiente lata le estaba dando ajustar las pieles y bordones de un redoblante. Lo único verdaderamente más fácil que le habían puesto a hacer aquella mañana fue limpiar y entallar los soportes, por lo que maldecía que su entrenamiento exhaustivo tuviera que empezar precisamente con la dichosa batería. En su enorme ingenuidad e ignorancia, estaba casi seguro de que el total de las atenciones a guitarras y bajos no demandaría tantísima minucia.

       Los músicos mayores se recostaron en el marco de la mencionada puerta; el baterista, llevando en la mano una cajita primorosamente adornada. Entre risas de parte de ambos y atisbos maliciosos, Masafumi dijo por fin

-Eh, Shinya-kun, ¡mira! Joe trajo más chocolates ayer, y son de aquellos suizos que tanto nos gustaron…-

       Al momento, el goloso percusionista menor se acercó a sus jefes, pero en eso se escuchó un portazo en el segundo piso y, posteriormente, el sonido de la ducha al abrirse, lo cual provocó que los tres se miraran.

-Parece que Morrie ya se levantó…-

 

 

       Dicha situación había sido el motivo por el que acabó descansando un poco por primera vez desde que arribara, era cierto; pero también, la razón a causa de la cual estaba entonces, y de nuevo, sumamente nervioso.

       Ryuichi aguardaba a que el mayor de sus héroes cruzara la puerta de la sala de ensayos, reprochándose internamente por haber siquiera deseado acabar con el tedioso trabajo de los instrumentos para encontrarse con él. No tenía ni idea de cómo debía reaccionar una vez que lo tuviera de frente, lo cual sólo contribuía a que su congoja creciera.

       Entonces, y casi sin hacer ruido –tan contrario aquello al golpe con la puerta de hacía unos minutos-, un alto y apuesto pelinegro apareció en el lugar. Llevaba su largo cabello suelto y mojado aún, acomodado mayoritariamente hacia un lado de la cabeza. Iba cubierto con un pantalón negro y holgado, y en su torso, una camisa blanca de mangas largas; la cual, al estar a medio abrochar, permitía apreciar su firme y trigueño pecho. Calzaba geta.

       La sorpresa que se llevó el colegial no fue para menos. Así que, advertida la presencia ajena, se levantó de golpe de forma completamente maquinal, apurándose a inclinarse.

-¡Mucho gusto, Morrie-sama! ¡Yo soy Ryuichi Kawamura; encantado de conocerlo!-

       Tras incorporarse, el muchacho pudo notar el cambio en el semblante del mayor. De la expresión seria que anteriormente exhibiera su rostro, había pasado a lucir una pequeña sonrisa en sus carnosos labios.

-Pero si no es para tanto… Con “-san” basta y sobra.-

       El de Yamato se sonrojó violentamente, siendo capaz sólo de asentir en silencio mientras observaba al líder de Dead End caminar hasta uno de los micrófonos que había en la sala. El más alto conectó el dispositivo a uno de los amplificadores de mediano tamaño: todo con una elegante parsimonia que, sin embargo, aunada a la falta de palabras le estaba produciendo taquicardia al más joven; preocupado como se encontraba por haber indispuesto al vocalista con su torpeza.

-Bien, Ryuichi-kun… Me dijeron que quieres ser cantante, ¿no es así?-

       No importaba cuán feliz le hubieran hecho aquellos comentarios de los conmovidos padres durante la velada navideña que organizara el jardín de niños, pues en esos mismos instantes el interpelado habría deseado mandarlos a todos ellos al demonio. Eso, si bien alguien podría haber argumentado que era culpa suya y de nadie más por haber dicho, de la nada, que aquel era el deseo que lo movía a querer ser parte del crew de la banda del Shambara, pero es que ni en diez años luz se veía a sí mismo tañendo una guitarra o un bajo, o aporreando unos tambores. No había sido la mejor de las respuestas, pero fue una salida.

       El menor solamente asintió.

-Tienes que saber que jamás he tenido alguien a cargo- dijo Ohtsuka, cambiando de nuevo su gesto a uno más serio. –Por ello, no esperes que sea paciente contigo. De hecho, siempre creí que todo esto era una mala broma de Minato…-

       Kawamura se mordió el labio, odiándose sin tregua: no sólo había incomodado de momento al gran Morrie, sino que era, sin saberlo, la molestia más inoportuna que pudo haberle salido al paso en esos días. Y si bien aquello era lo último que le faltaba para coronar los pésimos resultados de sus disparates de fanático, no pudo evitar sentir que algo se retorcía en su compungido pecho conforme asimilaba las duras palabras del cantante.

-Acércate.-

       El mandato lo sacó de sus pensamientos. El pelinegro mayor, quien tenía una mano sobre el micrófono, miraba la cara de incredulidad del más joven, y con ello su expresión volvió a relajarse.

-No vas a aprender a cantar si no comienzas por lo más básico. Te enseñaré a calentar la garganta y a vocalizar.-

       Ryuichi se acercó lentamente, quedando cerca del pedestal pero no de frente, a pesar de que el más alto le había cedido espacio. A una señal que éste le hiciera con los ojos, el colegial se colocó como debía. Su cuerpo, no obstante, estaba tan tenso que se veía incluso más recto y espigado que el propio artefacto, y no le sacaba la mirada de encima al micrófono.

-A ver, niño…- dijo el otro en un tenue tono levemente fastidiado que realzaba lo grave de su voz, para luego, y en contra de absolutamente todas las expectativas de su interlocutor, aproximarse por detrás hasta que su fornido cuerpo se presionó contra el ajeno. Con uno de sus brazos rodeó la cintura del chico y con el otro su pecho, hasta colocarle la mano en el hombro. Finalmente, allegó la cabeza al oído derecho de quien había dado un brusco respingo y estaba a punto de desmayarse, sin poder creerse lo que sucedía. –Si me acerco y te tomo de esta manera, ¿te quedaría alguna duda de que te estoy acosando?...-

       El adolescente de cabello lacio negó repetidamente con la cabeza, si bien todavía estaba como petrificado, temblando y resoplando; sintiendo su corazón latir a mil. El agradable y masculino aroma del frontman inundaba el espacio a su alrededor, y podía sentir la respiración ajena golpeándole el pabellón de la oreja; escuchándose absolutamente marcada dado que lo tenía tan cerca.

-Bueno, eso es lo que quiero de ti- aseveró Morrie de forma firme, soltando al menor, quien entonces lo miró atónito, con los ojos abiertos como platos al todavía no entender lo que el otro trataba de decirle. –Quiero que te acerques al micrófono como un verdadero cantante lo haría. Porque lo que parece es que tienes miedo de que esa cosa te muerda, y yo, al menos, no le veo los dientes.-

       Dicho eso, se cruzó de brazos y se mantuvo inmóvil.

       Kawamura, quien estaba todavía sonrojado por todo lo que acababa de suceder, colocó la mirada de vuelta en el aparato. No comprendía básicamente nada de los métodos tan atípicos que el de melena rizada había empleado para transmitirle sus opiniones, pero pronto supo que eso no era lo que importaba en aquellos instantes. Obligado a reaccionar rápidamente y a cobrar agallas si no quería quedar como el más estúpido de los niñatos frente a su ídolo, se adelantó un paso, subió la diestra y asió el pequeño amplificar de voz como tantas veces se lo había visto hacer a quien tenía al lado. Con su imagen en mente, relajó los miembros por un instante y su postura fue completamente otra: la espalda erguida pero sin tensión, las manos tranquilas y la mirada puesta al frente. Después de un momento, no obstante, la inseguridad volvió a hacerse con él y terminó agachando la faz.

-Vaya…- murmuró el de Himeji, sorprendido por lo que tuvo ocasión de presenciar durante al menos unos momentos. –Cualquiera habría pensado, al verte primero, que darías la cara como un verdadero idol…-

       Media sonrisa socarrona se formó en sus experimentados labios, hecho que junto con el comentario no fue del agrado de Ryuichi, pero cuando el colegial consideraba si debía replicar de alguna manera, no pudo agregar cosa alguna. El de largo cabello ondulado colocó su mano sobre la ajena, la cual todavía se encontraba agarrando el micrófono, para luego poner en el menor su atisbo. El colegial sintió que todos los vellos de la piel se le erizaban.

-Naturalmente, el micrófono estará apagado las primeras veces. Aun así, te quedarás ahí para que recuerdes cuál debe ser tu postura.- Tras esas palabras, ambos retrajeron sus brazos; el más pequeño con timidez, sin atreverse a levantar los ojos. –La segunda vergüenza que debes perder es la de vocalizar, tanto para calentar como para cuando estés sobre el escenario. ¿Lo has entendido?-

       El jovencito movió la cabeza de atrás hacia adelante, pero a su ánimo lo invadió el más grande de los pavores: había llegado el momento de mostrar el porqué de toda aquella pantomima. ¿Y qué le diría al mayor cuando ni una sola de las notas que articulara mereciera llamarse siquiera intento de canto? No había pensado en que hiciera falta un poco de ridículo frente al espejo esa mañana, porque sencillamente no creyó que el estilizado frontman le dedicaría tiempo de la manera en que lo estaba haciendo.

       Morrie, no obstante, ajeno a todas aquellas desesperadas cavilaciones que se arremolinaban en la mente de su novel pupilo, comenzó a elevar la potente voz frente al de menos edad, yendo desde los tonos más graves hasta los más agudos; utilizando para ello las letras vocales. Empero, no lo hizo en el orden usual, sino comenzando por las más cerradas, y así sucesivamente[1]. Conforme avanzaba el ejercicio y el guapo pelinegro era capaz ya de sostener las notas con plena intensidad tras un rato de efectiva modulación, dio por terminada esa parte.

       Ryuichi lo miraba absolutamente fascinado.

-Usualmente caliento y vocalizo casi que al mismo tiempo, para hacerlo más rápido. Sin embargo, en tu caso es necesario que hagas las dos cosas por separado- el mayor se interrumpió y miró fijamente a Kawamura; hecho que perturbó un poco a éste. –Según he podido percibir por tu timbre al hablar, tu voz debería ser siempre naturalmente más aguda que la mía, pero no vas a forzarla por ahora. Podrías enronquecer, y no es la idea.-

       El muchacho de ojos cobrizos se quedó pasmado tras oír eso. ¿Sería que por fin aquella voz de niña –debido a la que tanto lo habían molestado sus compañeros en la primaria y lo que llevaba de secundaria- le depararía algo bueno? Jamás, antes de ese momento, le vio utilidad alguna a esa característica, y más bien había pasado deplorándola toda la vida. Pero pronto detuvo toda aquella maraña de elucubraciones: que tuviera una voz aguda no quería decir que por ello sería capaz de cantar.

-Comienza desde lo más grave que puedas, usando solamente oes y úes.-

       Una vez dada la instrucción, el vocalista de las blancas extensiones se dirigió a una silla cercana, y del bolsillo de sus pantalones anchos extrajo sus cigarros y un encendedor, disponiéndose a fumar ante el asombro del joven pelinegro. Ryuichi sacudió la cabeza y se encogió de hombros, meditando luego de un pequeño suspiro que no debía olvidar que, después de todo, se encontraba con un rockstar.

       Sintiendo un asomo de confianza que no le era usual –tal vez por lo maravillado que había quedado después de escuchar a su héroe preparar las cuerdas vocales con tan aparente facilidad y gracia- el colegial obedeció aquella última disposición, forzando, no obstante, su capacidad de hacer notas bajas.

-¡No, no, Ryuichi-kun! ¡No!- exclamó el mayor con tono irritado, levantándose de su asiento, cigarrillo en mano. –¡Cuando te digo que no te obligues, me refiero a que no lo hagas ni hacia arriba, ni hacia abajo!-

       El menor, asustado, se inclinó profundamente.

-¡Lo siento, Morrie-san! ¡No volverá a suceder!-

-Las notas agudas son las que tal vez podrían dañarte más, es cierto, pero si fuerzas las graves sin haberte preparado, será lo mismo.- El mayor se había descalzado, por lo que entonces caminaba alejándose de espaldas al colegial, con los pies desnudos sobre el suave tatami que recubría únicamente la zona de la sala de ensayos destinada a su persona: una de sus, por así decirlo, pequeñas excentricidades. –Conforme vayas sintiendo el efecto del calentamiento, podrás llegar más lejos cada vez. Comienza de nuevo.-

       Si bien al principio lo había amilanado el severo tono de regaño que empleara Ohtsuka con él, Ryuichi pudo notar que las palabras del vocalista se suavizaron hasta hacer de las últimas un mandato firme pero sin indicio de enojo. Al parecer, su nuevo e impensado mentor era una persona muy estricta, y de ahí su falta de paciencia y su reticencia a que se le encomendara aprendiz alguno. El de Yamato sonrió al pensar que, sin duda, era esa actitud del líder la que había llevado a su banda favorita al lugar en el que se encontraban para entonces.

       No se rendiría.

       Con renovada disposición, el menor de ambos inició una vez más la escala, percatándose de que después de intentarlo varias veces, ya se le hacía más sencillo avanzar en ella. Las notas fluían con menor esfuerzo de entre sus labios, y pudo ir un tono más arriba y otro más abajo de lo que lo había hecho antes. Su garganta se sentía mucho más preparada al llevarlo a cabo: el aire cálido atravesando los pliegues en su laringe le daba muchísima seguridad.

-¿Notaste la diferencia?- inquirió Morrie una vez que Kawamura terminó, estando sentado en el suelo en posición de indio.

       Su tabaco precedente ya se había acabado, por lo cual se encontraba prendiendo otro. Parte de su cabello intentó caerle frente al rostro, pero con un sugerente movimiento de cabeza, el atractivo hombre se libró de la molestia. Ryuichi desvió la mirada una vez que advirtió que sus ojos se habían clavado en la larga melena rizada y brillante de su senpai, así como en su perfilado rostro.

-¿Y no se queda afónico de cantar y fumar, líder-sama?- El lacio guitarrista ex Terra Rosa apareció en la entrada del salón, siendo secundado por un siempre sonriente Minato. Morrie, que bien los conocía, enarcó una ceja en ademán sospechoso.

-¿Qué se traen ustedes dos, eh?... ¿Dónde está Joe?-

-De exagerado reclamándole a todo el mundo sus golosinas- repuso el baterista, ocultando el gesto de sus labios tras una mano. El roadie pelinegro sonrió tenuemente también, recordando la manera en que sus otros dos jefes habían hurtado los dulces del bajista para repartírselos con Shinya. –Y lo peor es que ni siquiera se las come…-

-¡Pero eran mías! ¡Ya viera yo cómo te pondrías si alguien te quita lo que es tuyo!-

       Tadashi Masumoto irrumpió en la estancia, dirigiéndose molesto hacia el centro de ésta. Al darse cuenta de que –a pesar de que ya era tarde en la jornada laboral de los menores- Kawamura seguía ahí, se desconcertó por que el susodicho presenciara sus voces. Acto seguido, recorrió el aposento con la mirada, notando que si bien era hora del ensayo, faltaba el elegido instrumento de tesitura profunda que solía ser interpretado por sus avezados dedos.

-Aish, ¡estos mocosos!- exclamó, regresándose a la puerta para interpelar a los chicos que guardaban sus cosas y estaban por irse. -¡Shinya-kun, Sakura, Ami[2]! ¿¡Dónde está mi bajo rojo!?-

       El de Himeji, quien no solía unirse a las burlas que a Masafumi y a Adachi les gustaba hacer del rubio, no pudo evitar sonreír ante los actos en extremo vistosos de éste último. Luego de recuperar la compostura, empero, se levantó y se dirigió al más joven de todos los presentes.

-Es todo por hoy, Ryuichi-kun- el cantante se allegó al micrófono y lo asió del pedestal, aproximándolo a la zona del tatami. –Practica lo que hicimos; no importa que estés solo. A veces es… incluso más satisfactorio así.-

       El vivaz y evidente doble sentido de aquellas últimas palabras –potenciado por la lasciva media sonrisa en labios de Morrie- no dejó de producir su efecto en las suaves mejillas del colegial, quien tras inclinarse, abandonó la habitación con premura. Aligeró el paso para ir al lado de Shinya, no sabiendo si el constante retumbar de su corazón significaba que aquella recién vivida experiencia era lo mejor que podría haberle pasado en la vida; o si, por el contrario, era un anuncio de que no mucho tiempo después acabaría lamentando las consecuencias de su tonto empecinamiento.



[1] En japonés, a diferencia de en español, el orden de las vocales es A-I-U-E-O.

[2] Yasunori Sakurazawa, ex L’arc en Ciel y actualmente en Zigzo, es el único de esta lista que efectivamente fue roadie de Dead End en su juventud. Shinya Yamada ha sido miembro de soporte en vivo para la banda luego de su reunión en 2009, pero debo admitir que cuando comencé con las primeras ideas para redactar este fic –y debido a una fuente imprecisa- yo pensaba que el suyo había sido un caso como el de Sakura. Ami, bajista de Tokyo Yankees, y Ryuichi Kawamura son -a todas luces- adiciones mías.

Notas finales:

No sé ustedes -aunque me imagino que también- pero lo que soy yo, tuve que poner la ropa en la secadora, porque el squirting de Monichi me salpicó hasta el alma XDDD ¿A que se cumplió tu vaticinio, no Dayanita? Y bueh, de todas formas, ese tipo de clímax es uno del que Alex y yo disfrutamos mucho... de burlarnos. OH, SÍ; MORRO ME CONTAGIA SUS DOBLES SENTIDOS.

Quiero conocer sus reacciones, y merecer todo su amor *W* Ah, también tengo que contarles que he estado con problemas de conexión y hasta con la PC, así que no se extrañen de si no me ven prontico por otro medios (puede que incluso tenga que dar la máquina a arreglar). Aun así, intentaré usar el internet del celular para revisar algunas cosas, pero no con la comodidad de siempre, porque es más débil que el de casa. De todas maneras, entre esta actualización y la siguiente pensaba dejar más tiempito, para que saboreen la más reciente una y otra vez xD

Saludos a mi Lunita bella, que dice que ya se puso al día con los avances <3

¡Nos vemos en la próxima!


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