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EL CHACAL Y EL DRAGÓN por desire nemesis

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El Faraón llamó a su hijo a su presencia y entonces le mostró al que sería su doncel pues hasta entonces el príncipe y él no se habían conocido.

 

A Yami le impactó el parecido y lo bajo de su estatura pues según le habían dicho el joven Motou era solo un año menor que Kaiba.

 

Ambos intercambiaron saludos formales como requería el protocolo y se quedó a dormir en palacio pues era invitado real. Seth le miró curioso mientras el futuro Faraón fingía no sentirse molesto ante la vista de tan deforme chico. ¿Y ése debía compartir su cama en lugar del apuesto sacerdote? ¡Que injusticia!

 

Dos semanas después el menor cumpliría la mayoría de edad y con ello estaría apto para el matrimonio. Los presentes comenzaron a llegar y el palacio empezó a ser remozado para dicha ocasión.

 

Seth fue llamado por su príncipe a la tienda que había colocado en el jardín, pues se le había antojado dormir de ese modo. Esta era amplia y estaba muy bien custodiada solo que la custodia estaba apostada a diez pasos por mandato del príncipe.

 

Seth llevó a Jouno y le ordenó custodiar la tienda también pero de más cerca, y que si veía a cualquiera acercarse, incluso uno de los guardias, le diera la voz de alto.

 

 

 

DENTRO DE LA TIENDA

 

¡He llegado, alteza!—anunció el sacerdote con la cabeza baja sintiendo como el otro se aproximaba.

 

Sintió de inmediato sus labios en su cuello como siempre le gustaba hacer al futuro monarca de Egipto y sus manos se inmiscuyeron en las níveas vestiduras del sacerdote para alcanzar su parte más oculta.

 

Kaiba dio un respingo para después sentir la otra mano del próximo Faraón rodearle mientras el cuerpo entero de ése le empujaba hasta el catre que coronaba el lugar. Lo dispuso sobre él mientras abría las vestiduras bajo el cinturón.

 

Tan dispuesto como siempre tras un tacto—dijo el de ojos violáceos. El sacerdote enrojeció y apartó la vista, lo que le satisfizo a Atemu. –Eso es lo que más me gusta de ti—dijo después. De un movimiento cargó al otro sobre sí y se sentó en el catre—Ahora demuéstrame cuanto te complace ser mío—ordenó a continuación.

 

Con algo de timidez el joven sacerdote comenzó a moverse de arriba abajo buscando dar con la parte más ansiosa del príncipe que viendo que no lo conseguía tomó con una de sus manos el falo endurecido para hincarse dentro del castaño que para entonces tenía la ropa en desorden y un solo hombro al aire.

 

¡Ah, te ves tan hermoso así!—dijo el de cabellos coloridos—Por eso deseo que seas solo mío—añadió.

 

Pero ahora que el futuro esposo de mi Faraón se encuentra aquí—dijo con algo de incertidumbre el de ojos azules.

 

Nada cambiará. Ni aunque me case con él. Él es para tener descendencia. Para nada más me sirve. No pienses otra cosa, amado mío—le dijo el futuro Faraón.

 

 

 

 

FUERA DE LA TIENDA

 

Jouno no se sentía cómodo. Estaba fuera de la tienda de la realeza. Y los soldados estaban más lejos que él. ¿Por qué debía él custodiar las reuniones que el sacerdote tenía con el heredero del trono de Egipto?

 

Su curiosidad iba en aumento y el hecho de que los guardianes reales estuvieran más alejados que él solo le daba bríos. Así que en un acto de osadía apartó un poco la unión de dos telas que unían la tienda.

 

 

“Nada cambiará. Ni aunque me case con él. Él es para tener descendencia. Para nada más me sirve. No pienses otra cosa, amado mío”, oyó al príncipe decir. Así que ese era el amante que el sacerdote tenía. El mismísimo futuro Faraón de Egipto. Era algo inquietante. Hasta él sabía que lo que tenían esos dos estaba prohibido.

 

Pero lo que más llamó la atención del rubio fue la cara del sacerdote en esos momentos. Lucía débil, extenuado y… exquisitamente hermoso. Los gemidos que alcanzaba a oír no se oían como su usual voz seca. Se oía dulce y… muy necesitado. Sin darse cuenta se quedó prendado de esa sutil e hipnotizante apariencia.

 

Solo un ruido brusco llamó su atención, y al mirar sobre el techo de la tienda descubrió a un ave que levantaba el vuelo.

 

Dentro de la tienda los dos amantes también miraron hacia el techo y cuando comprendieron que se trataba de un pájaro reanudaron sus escarceos románticos.

 

Aunque intentaba pensaren otra cosa, la mente de Jouno se distraía con la visión de esa cara rubicunda y llena de deseo e intentaba oír de nuevo el sonido de esa voz melodiosa.

 

Los gemidos de Seth iban en aumento mientras la carne real se incrustaba muy dentro de su ser cada vez que el bajaba sus caderas para autoempalarse en ella.

 

Mientras la boca de Seth se llenaba de aes, la mente del joven ojivioleta solo se llenaba del gozo que estaba experimentando y sus manos se afirmaban en esas caderas bien dispuestas a complacerle con la dureza de garfios irizados que se clavaban en la blanca piel sin mancha del sacerdote.

 

Deseándolo como lo deseaba solo podía pensar en que nadie se lo arrebatase. Quien osare poner sus dedos en esa marfilinea piel perdería la cabeza entera, se dijo mientras se colocaba de un giro sobre el castaño sometiéndolo con frenesí.

 

Kaiba se vino. ¿Cómo evitarlo ante tanto salvaje deseo y el aroma a sexo flotando en la tienda?

 

Al hacerlo como tantas veces se contrajo apretando el duro miembro de Yami que se vino exquisitamente dentro de la entrada que adoraba penetrar. Y así el acto tocó a su fin.

 

 

 

 

 

 

Llegados a la parte del palacio que la familia del sacerdote habitaba Seth y Jouno anduvieron por un pasillo hacia la recámara del primero.

 

Debe ser muy duro para vos entablar conversación con el futuro Faraón de Egipto. ¿Es muy serio o os deja hablar—dijo el esclavo.

 

Eso no os incumbe—dijo algo molesto por tal atrevimiento el sacerdote mientras caminaba frente al otro.

 

Si voy a encubrir vuestros encuentros románticos si me incumbe—dijo el rubio algo picado.

 

Kaiba con el alma en vilo, volteó de inmediato y le dijo--¡Cállate!—antes de ingresarlo a la recámara. –¡Jamás me hables de nuevo así! ¡Soy tu amo y…!—añadió.

 

Si yo digo lo que he visto—dijo el joven esclavo.

 

Si dices una palabra haré que te saquen los ojos y…--dijo Kaiba nervioso.

 

¡Tranquilo! ¡Nada diré, amo! Aunque… vuelas alto. ¿Eh?—dijo desfachatadamente el rubio. –Convertiros en el amante del mismisimo hijo del Faraón es como aseguraros el reino para vos, o algo así. ¿No?—añadió.

 

¡No debes meterte en esto! ¡No es tu asunto!—dijo el enfurecido sacerdote.

 

¿No?—preguntó el ojos mieles.

 

¡NO!—respondió Seth airado acercando su cara a la del esclavo.

 

Al ver tan cerca al otro, Jouno recordó su cara en ese momento de exquisito placer en la tienda del príncipe, recordó su cuerpo todo estremecido sobre el cuerpo del de pelo tricolor y eso encendió su sangre de una forma que él nunca había experimentado antes. Antes de saber lo que estaba haciendo sus labios se posaron sobre los del otro y su lengua se introdujo en la entreabierta boca.

 

El castaño se quedó sorprendido y aturdido y mientras los fuertes brazos del esclavo lo envolvían trato de volver a la realidad. Lo empujó un poco y dijo--¡No!—pero de nada sirvió pues el otro se embraveció y apretó mas su agarre mientras una de sus manos se atrevió a enredarse en los cabellos del sacerdote. –Si el príncipe lo sabe te castigará—arguyó en un nuevo alejamiento.

 

Entonces tratemos de que no lo sepa—dijo el rubio.

Notas finales:

gracias por su apoyo a todos

^^

me hace muy feliz que les guste este nuevo fic

no sabía si les interesaría esta historia

ja ne

 


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